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No le esperes por AbigailMonrroe

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por sus comentarios!!! La historia sin esfuerzo alguno girará en 180° ;) 

Pero nada resultó ser como lo esperaba… Matías era un autista o no sé cómo funcionaba su cabeza, la cosa es que desde que se mudó solo me ha sonreído, nada de invitaciones, insinuaciones y eso que he usado mis atributos, pero nada lo descolocaba.

-¡Morrison te quieres quitar!- le grité a mi gato Himalayo, él sabía que estaba nuevamente en una crisis por eso se me pegaba como lapa y era lo que menos me gustaba. Necesitaba espacio para pensar y poder planear una nueva forma de conquista.

Hoy debía ir a trabajar algo tarde así que me posé frente al espejo para chequearme.

¿Me habrá crecido el culo?. No

¿Mi pelo tenía algo malo?. No, me lo corté hace poco así que más hermoso no podía verse.

 ¿Me habrá salido algún grano en la cara?. No, me toqué, más bien  estiré la piel para notar alguna protuberancia pero nada.

¡¿ENTONCES QUE MIERDA LE OCURRE A LOS HOMBRES?!

Así como voy, nunca llegaré al altar o más bien, nunca compartiré mi vida con alguien… si solo he tenido una sola persona que me ha mostrado lo que es estar enamorado, lo que es dar y recibir, lo que es ceder y ver feliz a la otra persona, pero con eso de estar tan desesperada buscando, me lleva una y otra vez a cuestionarme a mí misma, a encontrarme un punto negro… a deprimirme.

Con la cabeza hecha un lío llegué al hospital, no había tomado mucho en cuenta a Marco, mi pequeño secretario, no estaba con ánimos, ni con las ganas de hacer mucho. Solo quería desaparecer por un momento.

-Llamó tu madre, dijo que quiere que vayas a cenar hoy por la noche- repitió mientras leía su cuaderno de apuntes.

-Pero mira que desgracia la mía…- susurré dejando mi bolso en el escritorio, acercándome penosamente hasta la gran ventana que daba una preciosa vista hacia la cordillera.

-¿Desgracia?- repitió sin comprenderme.

-Tengo 27 años, una carrera prolija, un buena figura y personalidad… y la única persona que me llama al trabajo es mi madre- recité mientras reía irónicamente.

-¿Estas en tus días otra vez?- preguntó confianzudo. Marco era gay asumido gracias a mí, así que había confianza.

-No, pero puede que me llegue pronto. Necesito un café moccachino grande  y que me des la lista de los pacientes-

-Ah, espera se me olvidaba que…-

-¡Ahora!- grité enojada.

-Ovulas rápido- pequeño hombrecito, ya me desquitaré.

Debía ahora mismo separar mi vida personal con mi vida laboral, si no hoy todo sería un desastre y esas pequeñas criaturas no necesitan cargar con más problemas. Tomé mi largo cabello y me lo sujeté en una cola alta, me puse mi bata y comencé hacer elongaciones mientras regulaba mi respiración, se sentía fantástico. Dentro de cinco minutos estaría como nueva.

-Aquí tienes tu café-

-Perfecto, ¿y la lista?-

-Bueno… cuando fui a buscarla, las enfermeras me dijeron que alguien más se la había llevado-

-¡¿Qué?!, ¿Pero quién?-

-La nueva pediatra a cargo-

-¿Pediatra, desde cuándo?-

-Desde la semana pasada, fuiste a una reunión con ella. ¿No le recuerdas?- detestaba ser tan ineficiente en el trabajo. Sobre todo porque es lo que más amo.

-No, ¿Cuál es su nombre?- le pregunté antes de presionar el botón del ascensor.

- Consuelo Villanueva- hablaron a mis espaldas. Sobre saltada giré viendo a una mujer con un gran porte, hermosa sonrisa, mirada penetrante y una mano delgada esperando ser correspondida- No pensé que fuera tan olvidadiza. Doctora Montero- habló como si nada al yo darle la mano sintiendo como un cosquilleo me recorría de pies a cabeza- Bueno la estuve esperando para hacer la ronda juntas, ¿Nos vamos?- pero que mujer tan arrolladora, yo ni siquiera pude pestañar cuando ya me encontraba en el ascensor junto a ella, mientras hablaba y hablaba. Pero que facilidad la suya para escupir tantas palabras por segundo.

¿Por qué no podía recordarle?. La verdad es que ni siquiera recordaba haber tenido una reunión con ella…

-Disculpe- le interrumpí su historia de domingo productivo con su perro… ¿Kuki?- ¿Ronda juntas?-

-Ah, bueno. Debe ser primera vez que escuche eso, ¿no?- me miró entretenida. Con una sonrisa torcida que me descolocó.

-De por sí los médicos son bastantes arrogantes, sobre todo con los psicólogos- me defendí, había tenido muy malas relaciones con los antiguos pediatras a cargo del área infanto- juvenil y que luego una novata viniese a cambiarlo… era un poco utópico, nosotros no somos tan escuálidos como ellos.

-Eso es verdad, nos basamos tantos en datos duros que nos olvidamos que el paciente en un conjunto de emociones y almas que hay que sanar- le miré de reojos, era la primera vez que escucha a un médico decir tales palabras tan sensibles- Además se me apetecía conocerle. Me han dicho que es una excelente psicóloga y que tiene un trato muy especial con los niños-

-Pues la verdad siempre se me ha criticado por eso- confesé apenada, he tenido un montón de problemas con mis superiores por el “trato especial” que tenía con los niños y por la única razón que no me han despedido es porque mis terapias han dado buenos resultados a nivel de recuperación y monetario.

-Patrañas- sentenció- Vamos, quiero verla en acción- me dijo invitándome a salir del ascensor, ¿qué tiene esta mujer? Pareciera que con su sonrisa destruyera cualquier cosa, sobre todo mi regla solitaria de hacer las rondas matutinas. Lo peor de todo,  es que al ser mi superior no me podía negar.

Aún algo desconcertada bajé del ascensor ante la mirada curiosa de las enfermeras del lugar, sobre todo por mi regla que les mencionaba y porque claramente la única que estaba a gusto con la compañía era la doctora Villanueva.

-¿Doctora Villanueva?- esto se pone cada vez peor.

-¡Doctor Larraín!. Buenos días- saludó entusiasta. ¡¿Enserio que tiene esta mujer?!.

-Doctora Montero- me saludó incómodo. Yo solo asentí evitándolo rápidamente- ¿Cómo vas con el programa?- preguntó, claro después de todo. Era el director del hospital, menudo imbécil.

-¡Perfecto!, pero quiero sugerir ciertos cambios- habló de pronto volviéndose algo seria- Esto de las rondas, sobre todo en el área de traumatología, me parece que hacerlas por separado del especialista, en este caso la Doctora Montero. Me parece algo disfuncional-

-¿Disfuncional?- preguntamos Agustín y yo. Y claro, porqué fue él, el que impuso esa regla. Por cobarde.

-No puedo comprobar avances, por medio de un informe, necesito hechos concretos y visibles. Así que de hoy en adelante. Haré mis rondas en conjunto con la Doctora Montero- ¡¿Qué?!

-¡¿Puedes creerlo mamá?!- grité exasperada mientras mordía un pedazo de pan- ¡Ella ni siquiera me consultó si estaba de acuerdo! ¡Está loca!- estaba tan enojada, más que nada por su imprudencia. Está bien que fuese mi superior pero tomar esa clase de decisiones, me parecía bastante egoísta y arrolladora hacia mi persona y mi profesionalismo.

-¿No estarás exagerando mucho?-

-¡No, mamá!. Ella fue egoísta, me pasó a llevar con su nueva propuesta. ¡Yo ni siquiera quiero hacer rondas con ella!. Me estresa… su vitalidad- me estremecí, durante toda la mañana lo único que vi de ella, fue su sonrisa, aún en casos complicados y eso me estaba exasperando.

-Eres muy solitaria en tu vida laboral, quizás conocerla te haga bien. Así veremos si te pega esa “vitalidad”- ironizó mientras cerraba el horno y tomaba el pie de limón.

-No me ayudes mujer, que bastante tengo con ella- le advertí al borde de un colapso- Solo quiero tranquilidad en mi vida laboral- confesé apenada, todo volvía al mismo punto.

 -¿Otra vez con eso?- suspiró mi madre cansada- ¿Qué hay de ese Matías?- preguntó mientras repartía el postre.

-No me toma en cuenta, he salidos hasta en baby doll y nada pasa- le habló mi orgullo.

-Que inteligente-

-¡Esta bien lo admito!. Llegué al punto de dar lástima-

-Vez, ya estas mejorando- reí al ver como a mi madre se le pegaban mis frases de consultas. Ella realmente me escucha.

-¿Está mejorando, ya tienes a alguien?- interrumpió mi padre.

-Eh, no…- todos hemos escuchado hablar de los polos opuestos. Veamos, mi madre me escucha, apoya y está pendiente de mí. Mi padre viaja alrededor del mundo, apenas me ve y me escucha. Y por sobre todo apenas entiende los esfuerzos sobre humanos que hago, para cumplir la tradición y dejarlo como “buen padre”.

-¿Aún gastas tú tiempo en niños disfuncionales?- etiqueta que no le queda nada de bien, al despreciar mi trabajo y mi vida. No necesitaba de sus palabras, es más ni siquiera necesitaba que estuviera, desde que tengo  memoria, no sé qué le vio mi madre a ese hombre y menos porqué sigue con él. Si está ausente en la mayoría de las veces, no es atento, ni cariñoso, menos comprensible. Pero no soy nadie para juzgarle, ni pedirle explicaciones.

-La cena, está lista. ¿Pasemos al comedor?- interrumpió mi madre mientras sujetaba mi mano empuñada. Siempre quedo con las palabras en la boca y no sé hasta cuándo podré soportarlo.

-Pensé que solo seríamos las dos- le susurré al ver a mi padre salir de la cocina.

-Por favor, hace mucho que no cenamos juntos… solo por esta vez. Solo aguántalo por dos horas- conté hasta diez y besé su mejilla, solo por ella soportaré dos horas en el mismo techo que mi padre.

En fin… ¿Cómo voy a progresar en la vida, si tengo una “compañera” y un padre que me sobrepasan sin esfuerzos alguno?

Notas finales:

Jojojojo!! comenteeeeeeeen!!! :)


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