Cualquiera llegaría a pensar que alguien con una personalidad como la mía, no llegaría a enamorarse, y menos aun que llegarían a rechazarme – y esto lo dijo más que nada, por mi apariencia – pero bueno, siendo esta persona, podría esperar cualquier cosa de ella.
¿Amor a primera vista? No, aunque suene difícil – sobre todo hablando de alguien como él – me tomo tiempo darme cuenta de que lo que sentía, era algo más que amistad.
¿Qué cómo me di cuenta? Lo supe desde el momento en que mi mente no dejaba de pensar en el, desde que me di cuenta… de lo mucho que me gustaba como sonaba mi nombre al ser pronunciado por su boca, desde que fui consciente de lo suave que era el roce con su piel.
Desafortunadamente, el miedo que sentía al pensar que una confesión de mi parte, pondría en riesgo nuestra amistad, decidí callar.
Y así pasaron dos años, dos largos años en que tuve que guardarme este amor que me consumía, en los que, aun cuando deseaba gritarle que le amaba, tenía que oír como me contaba que alguien ya ocupaba su corazón, y como tiempo después con lagrimas en las mejillas, me decía que esa misma persona que le había profesado amor un día, al otro le abandonaba.
Año y medio después de la graduación.
Ayer le llame para invitarle a comer, se sorprendió de que me hubiera comunicado con él, ya que desde que nos graduamos, habíamos perdido contacto.
Acepto feliz el que nos reuniéramos, y concertamos hora, y lugar para ello.
El lugar donde habíamos acordado reunirnos era agradable, poseía una luz tenue que hacía del ambiente algo intimo y acogedor, además de un diseño interior elegante, durante nuestra época de estudiantes habíamos visto el lugar muchas veces, en aquel entonces, no teníamos el dinero suficiente para venir.
- ¿Eiri? – me sobresalto un poco el haber escuchado mi nombre, a decir verdad, me había perdido en mis recuerdos, pero cuando levante la vista para observar quien me había llamado, lo vi ahí, frente a mí.
- Shuichi – exclame, mientras me levantaba y lo estrechaba entre mis brazos, siendo correspondido inmediatamente aquel saludo por su parte.
Cuando nos separamos, le invite a sentarse – Y dime, de que querías hablar – tan impaciente como siempre, pensé – Que te parece si primero comemos y luego platicamos sobre ello – le dije al momento que hacía señas al mesero para que nos acercara la carta, y tomara nuestra orden.
- Perfecto, además muero de hambre
-Glotón como siempre
- ¿Qué dijiste? – dijo mientras hacia lo que me pareció, un lindo puchero.
- Nada, que es mejor que ordenemos – sonreí, seguía siendo el mismo chico de hace tiempo
Mientras comíamos, platicábamos del pasado en la universidad, del trabajo que habíamos encontrado al graduarnos.
Cada expresión suya me seguía fascinando, esa sonrisa tan natural, esa frescura que te inundaba al estar junto a él, en verdad que no había cambiado nada.
- Ahora sí, que querías decirme – No me había dado cuenta de lo nervioso que me encontraba, hasta ese preciso momento.
- Eh… si, espera – dije, mientras comenzaba a buscar en el bolsillo interior de la chaqueta – toma, es para ti- mientras le extendía una pequeña caja de terciopelo negro – ábrela.
- Oh, de verdad, gracias
Su cara de asombro al abrir aquella caja, me dijo que había escogido bien aquel presente.
- Oh, Eiri, es hermoso – exclamo, mientras levantaba el regalo, que al contacto con la luz, comenzó a brillar.
Era una cadena de oro blanco acompañado con un dije de una media luna, que en su interior, incluía pequeñas incrustaciones de amatistas, como sus ojos, pensé desde el momento que la vi en la vitrina de la tienda.
La colgó en su cuello.
- Lee la parte posterior del dije – musite, un poco nervioso, porque al fin había llegado el momento.
Asintió, y levantando un poco la cadena, hasta que el dije estuviera a la altura de su cara, la volteo y comenzó a leer. Su expresión fue cambiando conforme leía, primero de felicidad, luego asombro, y por ultimo bajo la vista, mientras su flequillo me ocultaba sus ojos. Ahí fue cuando mi corazón comenzó a acelerarse.
- Eiri, yo… - murmuro – no puedo.
- ¿Qué? – no entendía.
- No puedo corresponder tus sentimientos – dijo, aun con la mirada gacha.
- Porque no – no sabía que decir – dame una oportunidad.
- Lo siento, no es mi intención que esto esté pasando.
- Y que te hace pensar que si es la mía, me enamore de ti desde la universidad, si me das la oportunidad te mostrare cuanto puedo amarte – estaba nervioso por la declaración, enojado por su negativa y triste porque no esperaba esa respuesta.
- Voy a casarme – dijo en un tono más serio de lo normal.
Alzo su mano izquierda y ahí estaba, como no me había dado cuenta, ahí se encontraba un anillo de compromiso. ¿Quién? ¿Cómo? ¿En qué momento me lo habían quitado? Ya no sabía que decir ante esa revelación.
- Me marcho, perdóname.
Se levanto, hubiera sido inútil seguirlo, solo vi su espalada al marcharse. ¿Que podía haberle dicho para que desistiera de ese compromiso? ¿Tenía derecho a impedirle ser feliz, con la persona que él había elegido? Me quede ahí, pensando que hacer.
¿No puedo creerlo? ¿Por qué precisamente ahora?
En un taxi, se podría apreciar a un pequeño pelirrosa que con la vista baja y lagrimas en sus ojos, contemplaba el dije que momentos atrás había recibido con tanta alegría de aquella persona que había querido tanto, así, perdido en sus pensamientos, mientras se dirigía a su casa.
Esa noche, entre sueños seguía recordando la frase que había leído, y que aun le costaba asimilar.
Fuiste, eres y siempre serás, el amor de mi vida. Te amo.