Oigo el canto de los pájaros. Eso me indica que el sol ya ha salido. Me desperezo un poco y me restriego los ojos con las manos. Abro los ojos y lo primero que veo es tu rostro en la cama de al lado mirándome con esos ojos tan hermosos que tienes. Me sonríes. Me levanto de mi lugar y me acerco a donde te encuentras.
-Buenos días-me dices. Por tu voz puedo suponer que también acabas de despertarte.
-Buenos días-te respondo acariciando la suave piel de tu mejilla con la mano.
También te levantas y observo tu torso desnudo. Te ves tan hermoso. Eres tan hermoso.
-Eli-me llamas-, ¿nos duchamos?-me propones mientras ya vas tirando de mí hacia el baño de nuestro cuarto sin esperar aun una respuesta.
Entramos a éste. Abro el grifo y noto tus manos traviesas colarse por debajo de mi camiseta. Me giro y veo que ya estás desnudo. No sé en qué momento lo has hecho, tampoco me importa. Me desnudo con tu ayuda.
Entramos a la ducha. Primero te mojas y mientras te enjabonas me coloco bajo el agua. Observo tu bello cuerpo. Te fijas en mi mirada (era difícil no darse cuenta de ésta). Te acercas a mí y me empiezas a besar ferozmente. Yo sin aguantarme ya las ganas, sobo todo tu cuerpo sin vergüenza, desesperado. Rápidamente te cuelo un dedo en tu entrada. Te incomoda, pero pronto te acostumbras a tal intromisión, puedo notarlo en tu cara. El segundo, y tu rostro ahora sí cambia en forma de queja. Intento distraerte acariciando tu entrepierna, la cual parece alegrarse aun más de lo que ya está con el roce. Un tercer dedo y clavas tus uñas en mi espalda. Cuando pienso que estás suficientemente dilatado, saco los dedos, enredas tus piernas a mi cintura con mi ayuda, te pego a la pared, y entro despacio en ti.
No es nuestra primera vez, pero aun estás tan estrecho como aquella noche lluviosa y desenfrenada en la que nos encontrábamos solos, al igual que ahora. Espero un momento, hasta que me avisas que puedo empezar con el movimiento. Beso tus labios, tu cuello, tus hombros, todo, mientras te embisto.
-Kevin- gimo. La imagen que tengo en este momento de tu cara es demasiado pornosa, y me excita aun más. Tus ojos medio cerrados, tu boca ligeramente abierta, sonrojado y con la cabeza ligeramente echada hacia atrás-. Me vuelves loco-te susurro al oído. Tras esto te muerdo la oreja suavemente.
-¡Ah!-es tu única respuesta. He dado en el punto. Sigo así, repitiendo la acción. Cuando me queda poco para poseerte de nuevo, empiezo a masturbarte otra vez. Al momento en que te corres en mi mano, te contraes, y al apretar mi miembro con tu entrada y con ese hermoso gemido que has soltado, me vengo dentro de ti. Mientras espero a que nos tranquilicemos un poco, te beso de nuevo.
-Te quiero-te confieso mientras salgo de ti.
-No más de lo que yo a ti- me contestas sonriéndome.