Wake me up when Septembers ends…
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Cada verano Luke visitaba a sus abuelos que vivían en un pueblo, a cinco horas de la ciudad. Él no era un gran fanático del campo pero ese lugar era bonito, tranquilo y lleno de paz. Su abuelo Marcus le sonreía y lo abrazaba cada vez que le veía. Su abuela Anika siempre sonreía al verlo, como toda abuela le preparaba galletas… su madre no era muy buena en la cocina pero bueno, agradecía en el alma que su abuela tuviera ese don para cocinar. Porque si fuera por su madre… ni hablar.
Sus padres le dejaban cada verano con ellos y regresaban para que pasara tiempo “de calidad” con sus abuelos. En realidad, era genial pasar el tiempo con ellos. Hacía dos años que no los veía, solo hablaban por teléfono.
Marcus a pesar de la edad seguía trabajando, constantemente decía que las cosas no eran como antes y que ahora no trabajaban como antes. Lo cual no era mentira, Luke se cansaba con facilidad y a pesar de eso… sus abuelos lo mimaban.
Para Luke pocas cosas valían la pena, entre ellas: la relación con sus padres y no se quejó cuando aquel día; tan soleado y caluroso, sus padres le dijeron que se tenía que quedar con ellos… “joder, porque no lo dijeron antes” pensó.
Se debía quedar con ellos porque la situación en la ciudad no era buena, no abastecía para darle todo lo que debían a Luke. Él dudaba que lo extrañarían, venga, si hubieran podido desde hace mucho lo hubieran dejado con sus abuelos.
Anika suspiro, al ver como el auto desaparecía y dejaba a su nieto con ellos.
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La habitación de Luke no era grande ni muy pequeña, era la habitación al final del pasillo. Dotada de una cama, un velador, una cómoda para su ropa y un escritorio, la ventana daba al jardín de su abuela. La casa de Marcus y Anika era de dos pisos. En la casa de los Roth reinaba una tranquilidad que difícilmente era percibida en la ciudad, donde el ruido de los autos llenaba los oídos de todos. La casa apenas y cambiaba algo cuando volvía, las paredes tenían aquel color crema que tanto le gustaba a Luke. Las escaleras rechinaban pero era un sonido que no era molesto, cada cosa siempre estaba donde debía, su abuela era muy cuidadosa.
Marcus Roth era amigo de todos, Anika siempre sonreía a pesar de no estar bien… las arruguitas en torno a los ojos de los dos se veían más cuando sonreía. Los ojos de Luke eran verdes, herencia de Marcus. Los labios delgados pero rojos, le pertenecían a Anika. La piel clara y blanca sin parecer pálida, también le pertenecían a Anika.
[Luke]
Luego de que subiera mis cosas arriba, mi abuelo me pregunto si quería ir al pueblo a conocer las tiendas que había; él tenía que ir a traer semillas para que mi abuela pudiera seguir con su jardín.
Asentí y sonreí. Desde que me había ido, al parecer, nada había cambiado. Había muchos chicos que veía y recordaba. Uno de ellos Nathan, me saludo de lejos. Aprovechando que mi abuelo estaba ocupado, fui a saludarlo y fui acordándome de los otros chicos y chicas: Lizzie, Carly, Jamie y un chico que no conocía.
Lizzie tenía ojos cafés y era alta, un poco más que yo. De un carácter explosivo y divertido. Carly, estaba bien loca y era muy bonita: era rubia y menuda. Jamie tenía ojos azules, muy bonitos y un cuerpo bastante fuerte. Nathan tenía mi misma estatura y ojos celestes… el cabello negro corto estilo militar. A veces me daba miedo.
El otro chico parecía no querer estar ahí y fruncía el ceño. Era más alto que yo, bueno no es que fuera tan alto pero tenía el bastante tamaño para que yo subiera el rostro, más bien estar de puntillas. Sus cejas negras hacían que sus rasgos se vieran varoniles, su cabello le caía a los lados, no era muy largo ni demasiado corto. Pero esos mechones que le caían sobre sus orejas le quedaban…
-¡Luke! –muy bien, se veía muy bien. Me re fui, aleje mi visión del chico y sonreí algo nervioso, esperaba que no se notara mucho… -él es Daniel. Daniel, este es Luke.
“Hora de las presentaciones” Nate estaba hablando y yo solo fingí que escuchaba y asentía.
-Hola –saludo, su sonrisa era bonita ¡y sus labios! ¡Que labios! ¿En que estábamos? Ah sí, las presentaciones.
-Hola –respondí–, mucho gusto.
Sus labios no eran tan carnosos pero se veían muy tentadores. Lo que me hizo recordar que una de las razones por las que me trajeran aquí era que me habían encontrado besándome con un chico, en mi cama… casi sin ropa. Mis padres no estaban preparados para eso, así que… decidieron ignorarlo y echarse la culpa porque no habían pasado suficiente tiempo conmigo, porque no fueron buenos padres y bla, bla, bla.
Bien, es muy cierto que no debí meter a un chico en mi casa y en mi cama, ejem. ¡Pero no era para tanto! ¿Oh sí?
Cambiando de tema, el chico en cuestión estaba sonriendo… creí percibir un brillo que provenía del sol y se reflejó en el hermoso cabello del chico… que era negro. Había muy pocos chicos que se cuidaran el cabello, yo era uno. Lo que más me gusto, fue su piel.
Su piel no era blanca del todo, ni crema; hasta se podría decir que un poco bronceado.
-¿Cuándo tiempo te quedaras? – ¿Eh?
-Indefinido. –Dije sonriendo– mis padres creen que es tiempo de que conozca mejor a mis abuelos-
-¿Qué hiciste ahora? –Pregunto Carly que estaba apoyado en mi hombro- ¡oh ya se! –miro a un punto lejano y todos miramos esperando la respuesta… que nunca llego. – no, no sé.
-Creo que se fuma algo. –susurro Nate. Asentí y Carly nos sacó la lengua.
-¡No me fumo nada!
Claro, como no…
*
Luego de que me despedí de ellos y me dijeran que luego irían a verme, volvimos a casa de mis abuelos. En mi mente, se quedó aquel chico. Tenía un aire misterioso, no vi el color de sus ojos… ¡no! diablos, tarea para la próxima vez que lo viera: ver el color de ojos de Daniel. Umm Daniel, sonaba bonito. Tan bonito como él.
Ahora que lo pensaba bien, ¡también tenía un cuerpo…! Ya me acorde porque no vi sus ojos, que va, estaba ocupado mirando otra cosa.
Tranquilo, me dije a mi mismo, no sabemos cómo tomara el abuelo y la abuela que bueno, no tendrán nietos. Podría intentar hacerlo con una chica y cumplir la sublime labor de “ayudar” a engendrar a un hijo. Por ahora, ¿Para qué preocuparse?
Luego vería eso, tenía mucho tiempo.