"Pero aquélla tarde, él le propuso matrimonio. Ella lo miró y con un gesto de amabilidad le contestó que solo se habían conocido por internet, por lo que no podía aceptar su propuesta. Era la primera vez que se veían en persona y sin embargo, él sentía como si la hubiera conocido desde niños, a pesar de que solo tenían un año de hablar por chat y en ese año había conocido el amor verdadero, el amor en el que no importa cómo sea tu físico sino el color de tu alma, los sentimientos puros hacia la otra persona y la amabilidad con la que podría servir al mundo..."
En realidad eran casi las tres de la mañana, pero el escritor se encontraba totalmente inmerso en sus ideas, estaba completamente enajenado de la realidad. Debía entregar el manuscrito en menos de 72 horas y aún le faltaba el desenlace.
Shuichi se encontraba recostado en la cama, con los ojos bien abiertos, se preguntaba constantemente a qué hora volvería su amado Yuki a su lado. Hacía días que casi no lo veía más que cuando salía del estudio porque iba por una bebida al refrigerado o porque iba al baño.
-Es como si él estuviera… -Una silenciosa lágrima recorrió su aterciopelada mejilla sonrosada. –Debe estar muy ocupado.
El de los ojos dorados detuvo su trabajo, pues su fisiología le exigía atención, así que se levantó de su silla ejecutiva y dejó descansar el teclado del golpeteo de sus dedos. Pensó que debía ir a la cocina por un bocadillo y un té, porque durante las últimas semanas se había dedicado tanto a su trabajo que para mantenerse despierto ingería cafeína en exceso y como de costumbre, el tabaquismo era su acompañante favorito, por supuesto todo esto propiciaba que sus gastritis fueran en aumento y eso no podía detenerlo en ese momento.
Abrió la puerta de su estudio y se dio cuenta que todo afuera estaba oscuro, se asomó a su habitación y miró a Shuichi llorando, sintió lástima por él y quiso ir a hacerle compañía, pero sabía que si iba con él no terminaría a tiempo el material que debía entregar, así que volvió a su camino. Se dirigió a la cocina pero cuando apenas había dado unos pasos, el reloj sonó dando las tres campanadas que anunciaban la llegada de la hora. A Eiri se le pusieron los pelos de punta, pero se convenció a si mismo de que solo había sido el reloj. Estaba decidido desde había tiempo a cambiarlo, pues siempre lo interrumpía por la noche en su arduo trabajo, sin embargo, no lo había hecho por dos razones:
1.- Por pereza.
2.- Su hermana Mika se lo había regalado y siempre que llegaba a casa de Eiri lo buscaba n la pared.
Continuó con su camino, iba descalzo, se le veía deambular despacio y con su figura escuálida por tantas horas sin dormir. Iba llegando al desayunador y alcanzó a ver una sombra, nuevamente se convenció de que sería simplemente una forma caprichosa o incluso su propia sombra. Abrió la puerta del refrigerador para encontrar su bocadillo y sintió un escalofrío que recorría su espalda blanca y se convenció de que era simplemente el vapor del refrigerador, pero de pronto sintió una mano delgada y fría en su hombro, palideció y se sintió desvanecer, entonces cayó al suelo.
Cuando abrió los ojos, encontró a Shuichi casi encima de él. Miró extrañado la habitación.
-¡Yuki! Que alegría que estés bien. –El pelirrosa hizo un puchero –Me asusté cuando escuché el golpe… pensé que la casa se venía abajo…
-¿Qué pasó? ¿Viste algo raro? ¿Oíste algo raro?
-Nop n_n debes estar cansado mi adorado Yuki.
-Pero vi una sombra y luego… -El rubio palideció nuevamente.
-Mi querido Yuki –El de los ojos violetas lo abrazó –Has trabajado mucho, yo te voy a cuidar en tus sueños y no dejaré que nadie te lastime. –Acarició la cabellera dorada. –Duerme bien, yo velaré por ti. –Lo besó en los labios que temblaban por el frío de la madrugada.
Eiri cerró los ojos y sintió la caída típica de cuando se comienza a entrar al sueño profundo, pero sintió una mano acariciando su miembro varonil y gimió, abrió los ojos para ver a su amante y ahí estaba él… Kitazawa Yuki…