Capítulo 1: Indirectas
Ahora mismo estoy tumbado en una cama, con un chico, que encontré hace una hora. Yo solo tenía mí boca abierta a la suya, de manera desinteresada, mientras él me mordía los labios y buscaba jugar con mí lengua.
Solo tengo hambre.— Oye, pasemos a otra cosa... —dije con voz ronca en su oído.
Intensifiqué el beso antes de romperlo para comenzar a lamer su mandíbula y seguir bajando, hasta llegar a su cuello. Lo chupé y lo mordisqueé poco a poco, sin forzar.
— ¡Ah! — gritó él en un alarido de dolor cuando clavé mis colmillos limpiamente en su cuello absorbiendo su sangre.
— Ya esta... Tranquilo... — Solo bebí lo suficiente para dejarlo inconsciente. Al acabar, lo tumbé sobre la cama y me mordí la yema del dedo índice para provocar un pinchazo de cual saliera algunas escasas gotas de sangre, que aproveché para aplicar sobre las dos marcas que había dejado sobre el cuello, y cicatrizaran rápidamente sin dejar marca alguna.
Que desilusión me llevo con éste, pensé que me daría más diversión pero había comenzado a aburrirme, demasiado mojigato. Lo dejé tumbado en la cama y me fui, al fin y al cabo la habitación era la suya.
¿Me toca Filosofía? Me quedé pensativo mirando una taquilla, algo había cambiado. Me acerqué para observarla mejor.
209
Alexander
Verhoyen
No reconocí el nombre, debía de ser alguien nuevo. Mínimo había tenido que llegar ayer, ya que estuve bastante ocupado. ¿Así que tenemos un nuevo alumno?
Me sentí extrañamente bien, quizás me estaba haciendo ilusiones pero, un chico nuevo en este triste reformatorio, era como “mi juguete nuevo”. Igual pienso que me estoy haciendo demasiadas ilusiones, puede ser perfectamente feo y tener un carácter asqueroso, esperemos que no.
— ¡Adam! – Me llamó un chico, ¿cómo se llamaba?
— Ah, hola. – Intenté parecer agradable a pesar de que no me acordaba de él.
— ¿Pasa algo? –preguntó acercándose.
Ah vale, era el chico del cual me alimenté hace dos semanas, ¿como era su nombre? Álvaro, Alberto, Alejandro, no, creo que era Álvaro. — No, nada. ¿Qué tal te va Álvaro? – intenté de parecer seguro al pronunciar el nombre. Su expresión no cambió.
— Pues nada, igual que siempre, me preguntaba si querías que después de la clase de filosofía... revisáramos juntos... – parecía algo cortado.
— Veremos cuando acabe la clase, ¿vale?
Él solo asintió y entró en el aula. Vaya, espero que no se haya colgado de mi, que rabia me da tener que hacerme responsable de esos. Podría perfectamente ignorarlos pero eso me atraería una mala reputación y no me convenía del todo. Con buena reputación le caigo bien a los profesores y a casi todos los alumnos, lo que me facilita algunas cosas como; alimentarme, excusarme por llegar tarde, ser pillado a altas horas de la noche... sin dejar de mencionar que soy el Presidente del Consejo Estudiantil.
Entré en el aula. Primero noté una atmósfera extraña, todo el mundo estaba alrededor de las mesas del frente.
— Asentaros en vuestros sitios, es Adam. – Oí murmurar entre el grupo de alumnos. Algunos me miraron sonriendo y luego fueron a sentarse lejos de donde antes estaban amontonados.
— Así que eres el nuevo. –dije como si hubiera oído hablar de él. – Verhoyen ¿verdad? – Solo me había quedado con su apellido, me había llamado la atención por ser extraño. Capté su atención al acercarme a él.
— Sí, Alexander Verhoyen, Axel para los amigos. – Sus ojos azules me capturaron. – Dependiendo de que quieras ser claro... –dijo casi en un susurro que solo los dos pudimos escuchar.
—No te creas especial por acabar de llegar, siempre nos vemos interesados por los nuevos. — Sonreí maliciosamente, sin duda se había quedado mirando mi sonrisa blanca y cegadora—Soy Adam, Presidente del Consejo Estudiantil, Tendré que hacerte unas preguntas cuando tengas tiempo libre.
— ¿Adam Evans? — Asentí, parecía que había oído hablar de mi. — Que casualidad — Sonrío a su turno y no añadió nada más.
Me fui al fondo de la clase a asentarme en mí lugar de siempre. La clase se me paso remotamente rápida, lo estuve mirando casi todo el tiempo. Su pelo rubio, está ligeramente engominado para levantarlo un poco en distintos pinchos sin ninguna dirección definida. Su cuerpo es esbelto y delgado, sospecho que tiene que ser musculoso pero el uniforme del reformatorio no lo muestra. Me gustaría verlo desnudo… Parece uno de esos dioses griegos de belleza absoluta, pero estos últimos tienen el pelo ondulado y el suyo es más bien liso.
—Adam —me llamó la profesora —. ¿Puede repetir la respuesta de su compañero?
—Lo siento profesora, no estaba atento —dije con calma —. No volverá a pasar. —Axel se giró con una sonrisa que me dejó en blanco.
Es como si volviera a ver el sol personificado en una persona. Sus dientes blancos brillaron debido al reflejo de la luz del sol. Su pelo pareció tener un aura dorada. Sus ojos reflejaban el tono del cielo. Me encantaron sus rasgos. Comencé a impacientarme por estar a solas con él. El sonido de la campana me despertó de mis pensamientos admirativos hacia Alexander.
—Adam, ¿quieres mis apuntes? —dijo un chico que se acercaba a mi con cierta timidez.
—Ah vale, gracias… — ¿Cómo se llamaba este?
— Víctor, me llamo Víctor. —dijo algo molesto.
—Eso, lo siento Víctor, estoy algo adormilado… —imité un bostezo.
Él dejó sus apuntes sobre mí pupitre y se fue con el rostro enrojecido, supongo que luego se acercó a sus amigos para decirles algo sobre mi con entusiasmo y nervios. Hice caso omiso y busqué a Alexander con mí mirada, ¿se había ido ya? Recogí mis cosas y salí del aula intentando de buscarlo de nuevo entre la pequeña ola de estudiantes cogiendo cosas de sus taquillas.
Da igual, ya lo buscaré en otro momento.
Teníamos que terminar los miércoles con educación física. Quien dice educación, dice hacernos correr y usar nuestras energías durante una hora para supuestamente cansarnos. Claro, la luz del día comenzaba a irse, yo no me cansaba. Ventajas que tengo de noche.
— Oh Adam, no esperaba re encontrarme contigo en la siguiente clase. —Alguien dijo detrás de mí en los vestuarios. Me quité la camiseta del todo y me giré.
—Alexander, yo tampoco la verdad, creía que habías hecho un intento de escaparte de mi. —sonreí revolviéndome un poco el pelo.
—Ah, ¿no se puede? —preguntó también con una sonrisa.
Hubo un silencio incómodo entre los dos, en el que aprovechó para cambiarse de camiseta también. Como pensaba, su cuerpo parecía haber sido esculpido. Todos sus músculos estaban marcados de horas y horas en el gimnasio o haciendo ejercicios. Me quedé mirándole indiscretamente. Luego, se bajó los pantalones de pana hasta quitárselos. Lleva puestos unos Calvin Klein negros con la banda blanca, su miembro se marcaba dormido sobre un lado.
— ¿Te gusta? —preguntó sin mirarme y poniéndose el pantalón deportivo.
— ¿Qué debería de gustarme?
— ¿Respondes una pregunta con otra pregunta? —se levantó ya listo.
— Tú también lo acabas de hacer, solo miraba.
— Nos vemos fuera. —dijo saliendo de los vestuarios.
Me terminé de cambiar de ropa y salí al exterior en su busca. Todos estaban ya corriendo en círculos. Como dije, solo buscan cansarnos. Alexander iba primero en la carrera, aún no sudaba ya que acababa de comenzar. Me integré rápidamente a la carrera de calentamiento y alcancé a llegar a la misma altura de Alexander. Lo miré y le sonreí, él también me devolvió la sonrisa y apretó el paso. Era inútil competir conmigo, se lo dejé claro adelantándolo fácilmente y corriendo a gran velocidad a varios metros de él para que no pareciera sobrehumano.
Al acabar, fui a mojarme la cabeza para aparentar haber sudado. Alguien tocó mí hombro tras hacer esto.
— Increíble, hace tiempo que nadie me ganaba en una carrera libre. —dijo Alexander jadeando y sudando mientras intentaba de recuperar la respiración.
— Gracias, estuvo interesante, pero no deberías intentar de competir conmigo. —dije con una sonrisa.
— Un poco de competición no te vendrá mal, señorito. —dijo con burla. Intentó de sonreír pero debido al agotamiento no le salió del todo.
Se le veía tremendamente atrayente y apetecible. Su camiseta blanca se le pegaba como una segunda piel, marcando sus músculos y incluso permitiendo verlos en algunas porciones que estaban más mojadas. Su pelo, completamente húmedo, se pegaba a su rostro. Si añadimos que esos detalles junto al de la boca entreabierta y una respiración jadeante, casi me provocan una erección.
— Venga, podéis ir a los vestuarios a ducharos y a cambiaros—anunció el profesor.
Nunca me duchaba en los vestuarios, primero porque me resultaba demasiado atrayente provocar un espectáculo con tanta piel desnuda en frente mía y segundo porque yo mismo era un espectáculo para los demás, me miraban con deseo y incluso con envidia. No hice nada para tener un cuerpo extraordinario, no fue mi culpa que alguien me mordiera y me envenenara algo más de 2 años atrás
Me dirigí hacia los vestuarios para recoger mis cosas y echar una ojeada a las duchas por si tenía la posibilidad de ver a Alexander desnudo. Cuando lo hice, no me reconocí. Nunca había estado tanto interesado por alguien en 3 meses que llevo aquí. Pero no lo vi y eso me provocó decepción.
Entré en mí habitación. Algo no encaja, pero no sé el que es… Miré a mí cama doble que en realidad eran dos individuales juntadas, seguían ahí, sería cosa mía. Entré despreocupado en la ducha. Me quedé mudo y en blanco debido a la sorpresa, no sabía qué hacer.
— ¿Así que eres mi compañero de habitación? —dije sin darle importancia a que Alexander estaba en la ducha, desnudo. — ¿Y te has dado la libertad de juntar las camas? —inquirí al darme cuenta que eso era lo que no encajaba.