Lo que alguna vez llegamos a tener nosotros empezó lentamente.
Primero fuimos simplemente amigos, después empecé a sentir aquella incomoda sensación y el esconder tras mi siempre indiferente rostro el sonrojo y nerviosismo que se apoderaba de mi cada vez que lo veía sea hacia muy difícil, luego las caricias se hicieron presente, los beso “inocentes” “de amor” “sin ninguna otra intención”, como en ese momento creía que eran, no se quedaron atrás, hasta que se volvió algo más pasional, en aquella noche de invierno…
El me había invitado a hablar un rato en su habitación, yo no me negué. Charlamos un poco y de una forma u otra, terminamos en una entrega completa.
Sentía como besaba y mordía mi cuello, mientras yo me limitaba a recorrer con mis manos su bien formado pecho y espalda.
Sus caricias eran exquisitas y me hacían desear tenerlo cada vez más cerca de mí. De la misma forma en que terminamos en esas circunstancias, es decir sin darnos cuenta de cómo, el momento que tanto ansiaba pero a la vez temía, llego.
Me penetro de una sola estocada, sin ningún tipo de preparación, sentía un gran dolor y como mis lagrimas abandonaban mis ojos, el me abrazo y susurro un suave –“Te amo”– que fue otra mentira mas a la lista, fue otra mentira mas a la lista.
Ya después de un rato quieto él empezó a moverse, sentí un repentino placer y en poco tiempo, tanto mis gemidos como los suyos inundaban la habitación.
Al finalizar me deje caer en su pecho para pronunciar las palabras que antes me había dedicado, solo que de mi parte si eran sinceras, así pues antes de caer presa en los brazos de Morfeo dije por lo bajo – “Te amo…”
Así paso casi un año, nos volvimos amantes a espaldas de todos, aun así todo marchaba perfecto hasta que me entere de algo que me decepciono, entristeció, enojo y me hiso sentir demás sentimientos confusos…
-¿ E-es cierto que tu…tu y Elizabeth-san…son prometidos?- le estaba preguntando sobre un rumor de que él y la nueva estudiante eran en realidad prometidos de nacimiento.
La verdad la sola idea me aterraba y a las palabras les costaba salir de mi boca.
Me miro de una forma completamente fría y hablo-Si, ciertamente es verdad-
-P-pe-pero y yo…?- no logre termine de hablar, pero al parecer el comprendió lo que quise decir.
-Tu solo fuiste un pasatiempo, ahora tengo que cumplirle a Elizabeth, así que por favor no hables de lo que tuvimos con nadie, actúa como si nunca hubiera pasado-
No pude soportar el tono tan frio que usaste mientras afirmabas mis temores, por lo que me fui corriendo.
A los pocos días me mude a otra ciudad, sin dar explicación a nadie. Ya han pasado tres meses desde eso.
Me levanto de la cama, en la que he estado acostado divagando en mis recuerdos, y me dirijo hacia una ventana, recargándome en ella, mientras veía la nieve caer lentamente.
Ahora se supone que soy un estudiante de preparatoria común y corriente, nada relacionado con vampiros y demás cosas para normales *Mentira* Tengo una familia que me ama, pero por motivos de estudio me mude solo temporalmente al extranjero *mentira* Amo con todo mi corazón a mi novia Kira * Grave mentira* Y sobre todo nunca he conocido a ningún arrogante vampiro sangre puro llamado Kaname Kuran y a su hermana Yuuki, tampoco a ningún noble llamado Akatsuki o a su primo Aidou, ni a Ruka, tampoco a un cazador llamado Zero, al extravagante director de la Academia Cross, kaien Cross, ni a una vampiresa noble que fue casi mi hermana llamada Rima, y… mucho menos a un rubio de ojos verdes, llamado Takuma * La peor de las mentiras*
Poso mi mano sobre el cristal de la ventana, pareciendo que intentara tocar, a la vez, tanto los copos de nieve como el reflejo de mi rostro, en específico un mechón de cabello rojo.
Me quedo en total silencio durante un tiempo, para luego sonreír de lado.
-“La única verdad que todavía admito es el hecho de que te ame con todo mi corazón…No, En realidad yo todavía te amo……Takuma.”-