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Que los labios de Akira son suaves es el primer pensamiento del baterista. El segundo, una maldición, porque diablos, esta besando a Akira, y Akira es un chico, y, con 25 años, él nunca había besado, o siquiera pensado en hacerlo, a un chico. Pero mierda, le gusta, le gusta más de lo que alguna vez le había llegado a gustar el besar a una chica.
Después de todo, ¿quién le podía culpar? Aún cuando la mayoría de sus amigos en común con Akira no consideran al rubio como particularmente atractivo, había que admitir que algo tenía el chico. Algo con su extremadamente delgado cuerpo, definitamente ni la mitad de fuerte o trabajado que el suyo; algo con su pálida y, gracias a la normalmente presente torpeza del bajista, casi siempre amoratada piel; algo con el decolorado cabello, que, a no ser que se esten presentando al publico de alguna manera, siempre lucía como si Akira aún hubiese estado en la cama unos 5 minutos atrás; algo en los ojos que siempre parecían atravesar tu alma, y que, además, solían estar un poco colorados e irritados por la falta de sueño. Siempre había algo en Akira, pero para Yutaka, el problema no era sentirse atraido a un chico que para varios tenía un aspecto desordenado, desgarbado y poco atractivo, sino el hecho de que no tenía la más mínima idea de que era aquello que el rubio tenía que le hacía sentirse como un satélite rotando al rededor de un planeta.
Y los labios de Akira son tan suaves, y tienen un sabor dulce, como de frutillas con chocolate, pero el oxígeno en sus pulmones empieza a escasear, y se tienen que separar. Yutaka apoya su frente en la del otro y, por un breve momento, antes de el bajista abra sus ojos, observa el pálido rostro detenidamente. El rostro de Akira es realmente bello y atractivo, piensa el baterista, como siempre, desde que vio por primera vez al bajista sin el trozo de tela que solia cubrir su nariz, había pensado, y, sinceramente, era incapaz de entender por qué o cómo era capaz de cubrir cualquier parte de esa particular zona de su cuerpo. Akira abre sus ojos y el castaño no puede hacer más que sumergirse, perderse en ellos mientras rodea el cuerpo del rubio, delicadamente, como si fuese a romperse, y el chico imita su gesto, ubicando sus brazos en su cuello, relajandose completamente en el abrazo. Akira abre sus labios, para decir algo, seguramente, pero Yutaka lo besa de nuevo, con un poco más de intensidad que antes y el rubio no demora en responder.
Y de repente lo entiende. Una epifanía le pega, y le pega lo suficientemente fuerte como para dejar de mover sus labios contra los de Akira por dos segundos enteros. Y es que es en ese momento justo en el que escucha la voz de Jack White cantando Fell in Love With a Girl por los parlantes, cuando se da cuenta de que no, no se ha enamorado de una chica, ha hecho todo lo contrario, se ha enamorado de Akira, a quien esta besando, abrazando, se ha enamorado de un chico, algo cuya posibilidad nunca le había cruzado la mente. Y, al contrario de lo que hubiese imaginado, no esta molesto por ello, ni tampoco confundido, si no que se siente estúpido por ello, por no haberse dado cuenta antes. Es decir, no es normal, entre amigos, que durante ensayos, conciertos, reuniones, almuerzos, o simplemente en cada momento que pasa junto a Akira, se le quede mirando como hipnotizado, y que, en cada momento que no pasan juntos, se pase el tiempo pensado en que estará haciendo el rubio.
Y, para no sentirse más estúpido aún por dejar pasar lo que podría ser la oportunidad de su vida, Yutaka decide separarse de los suaves, dulces y adictivos labios del otro, para así acercarse al oído del bajista y preguntarle "¿mi apartamento o el tuyo?" y recibir por respuesta un leve sonrojo, una tímida sonrisa y un casi imperceptible "el tuyo". Yutaka besa a Akira, agradecido de que este no haya rechazado su insinuación, dandole así un último beso antes de que la voz de Jack White se desvanezca y ambos caminen, corran, hasta el auto del baterista.
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