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Resurrección. por Pleasy Stay

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Notas del fanfic:

 “Resurrection: Un poco de historia”

                                              (prólogo de Pleasy Stay)





Creo que ya a estas alturas todo mundo que sabe leer en inglés ha pasado un más que generoso tiempito leyendo este genial fic yanqui (como decimos los argentinos. Ustedes dirían fic norteamericano), y deleitándose con la manera un tanto ‘americanizada’ de actuar de nuestros amados muchachos seguidores de Athena. Amén que más de un@ ha de tener sus secciones favoritas, e incluso saberse partes enteras (sino todo o casi todo el fic...) de la historia de memoria!. Y ni hablar entonces de conocer el resto de los fics que le siguen: “Cry Wolf!”, “Fallen Angel”, “Wild Card” y “Snow Queen” (Había una historia que yo personalmente esperaba con rabiosas ansias: “Corruption”... ¡pero nunca la subieron!). “Resurrection” creo que ya es un reclásico en el fandom, y es una de las historias sobre el mundo Saint Seiyano que más me gustan. No en cualquier fic podemos ver a Shun como Presidente de la Fundación Graude, oyendo a Poison y a Mötley Crüe, y completamente amigado con Tatsumi!!!!. Las ‘extrañas’ posibilidades que los autores de esta obra crucial han desarrollado para la historia son únicas. Obviamente, se han basado mucho en su cultura americana, pero eso le da un poco más de ritmo y sabor a la trama (aunque al principio a un@ le cuesta bastante acostumbrarse al carácter arrebatado que ahora luce Andrómeda, y a sus modos de hablar, tan típicos del país del norte).


¿Y como encontré yo semejante mambo?. Pues, a fuerza de ser sincera, me lo topé de purísima casualidad hace 14 años, cuando todavía sabía poco y nada de Internet, y necesitaba que mi Gran Amigo Vicius me guiara en el tema. Corrían finales de 1998 y en esa época encontraba poco y nada en la web sobre Saint Seiya (¿ha de ser porque no ponía “Caballeros del Zodíaco” en los buscadores?...). Me saltaban cantidades inmensas de páginas en inglés..., y lo único que yo sabía decir y/o leer en tal idioma con absoluta claridad era: “This is a cat, this is a dog”..., así que tenía un montón de problemas para leer minga. Aunque a quién le importaba, después de todo: Las imágenes no necesitaban traducción!!!.


Un día, sin embargo, me salta en el buscador algo, lo abro, y aparece un capítulo suelto que rezaba (en yanqui, of course): “Part II: LINKS in a CHAIN. Chapter 1: SHUN”, seguido de un capítulo bastante extenso... ¡Y TODO EN ENGLISH! ¡AAAAAAAAAAARRRRRRGGGGGHHHHHH!. Qué miércoles ni nada: De ahí a buscar lo que me faltaba fue cosa de unos meses. Al año siguiente descubrí que tal capi era parte de un fic llamado “Wil Card”, y que antes de este existían otros tres: “Cry Wolf”, “Fallen Angel”, y el que me lleva a escribir este prólogo: “Resurrection”. La Maravilla para mi pobre personita descubrir la América de Saint Seiya (por ese entonces). Encontré la dichosa página y supe que los autores de estas historias eran una pareja casada y grande (para que no digan que un@ no puede hacer muchas cosa a determinada edad o etapa de la vida y pasarla bien!!!!): Kathleen Moffre-Spoor y Ryk Erik Spoor, quienes no sólo han escrito fics sobre Saint Seiya, sino también sobre Dragon Ball; aunque se especializan en escribir historias basadas en personajes de juegos de rol y fantasía en general. Su página web, la que yo solía visitar antaño anduvo activa un tiempo hasta que el señor Eric la reformó por completo un par de años atrás... (Nota del día 20 de Marzo de 2012: La página ya no existe!!!)


Volviendo, “Resurrection”, “Cry Wolf!” y “Wild Card” los tengo impresos desde Marzo de 1999. “Snow Queen” lo imprimí hace cinco años. Los más leídos y más amados por mí son, obviamente el primero y el último fic. “Cry Wolf!” es... denso, y no me llama demasiado su atmósfera: apenas lo leí una vez y no muy bien. Y hablando de leer... Me ha costado verdadera sangre sudor y lágrimas traducir tamaños fics por aquellos años, Dios mío!. En esa época apenas tenía UN solo diccionario español-inglés/inglés-español, muy pedorro, pequeño y falto de todo, lo que me dificultaba extraordinariamente comprender la historia; pero al final logré entender la mayor parte de ambos chismes a fuerza de perseverar (quiero que ustedes tengan en claro que en tales años, mi inglés de ‘leer’ me era tan fluído como el hablar chino hoy en día...). No fué sino hasta el 2001 que ya comencé a agarrarle bien la mano (gracias a otros fics en ese idioma) al english, si bien no puedo hablarlo, no lo entiendo correctamente cuando me lo hablan, y mi vocabulario aún sigue siendo harto limitado (¡pero ya puedo decir: “The cat is in the table”!). No caminé muy lejos, entonces, hasta que tuve la idea de traducirlo como Dios y la Patria me lo demandan para publicarlo en castellano, puesto que no toooooodo mundo entiende este grato ideoma –muchos han de odiarlo incluso, como Angel-Chan-, y es un fic estupendo. A pesar de las ganas recién en Diciembre del 2002 comencé a traducirlo capítulo por capítulo... Y hasta ahora (20/03/12) llevo traducido el fic casi en su totalidad. Sí... ya sé que son harto años traduciendo, pero es que me acontecieron muchas cosas durante ese tiempo... En sí, cada capítulo incluye la fecha y hora de comienzo y fin de traducción (como acostumbro colocar siempre en mis fics y traducciones); y espero de a poco subir cada una de las historias. Pero habrá que tener MUUUUUUUUCHA paciencia, pues son fics MUY extensos. Así que si Dios quiere y la Policía permite, los voy a subir todos.


Tengan en cuenta que soy bastante novata en esto de traducir del inglés, así que no me tiren a matar si ustedes también se conocen la historia original de pé a pá y notan algunas inconsistencias en la traducción: No siempre se puede –ni es muy bueno- traducirlo todo literalmente, pues tal vez tenga sentido en su contexto original, pero al pasarlo queda bastante desarticulado; así que hubo cosillas que transformar para que se entendieran bien, ¿okey?.


Nunca he visto este fic en castellano. Sé que lo están traduciendo al francés, pero en cristiano nuestro, no. Ojalá sirva entonces mi humilde granito de arena para deleitar a la nueva generación de fans de Saint Seiya!!!.


Desde ya, muchísimas gracias a todos, y... Good Luck!.


[Nota actualizada: Este fic fue publicado en en un viejo foro que tuvimos A-Chan y yo hace mil años, y que terminó muriendo. Por razones inexplicables, muchas partes de esta historia hube de volver a tipearlas, pues se perdieron. Ahora esta primera parte está completa, corregida y lista. No coloco un link al fic original en inglés pues ya no existe en la red (y me harté de buscarlo, eh). Gracias a Dios tengo los originales impresos; será cuestión de volver a subir todo, tarde o temprano. Un saludo a mi pasado fanficker: Boadicea, Stayka, Mu’s Corner, Toffe’s Lair of the Weird, Kary No Chiryu, Dazy, Lady Fénix, Daga, El Templo de Acuario, Lyra Vega, Venus María, La Hermandad Caballerezca, Angel-Chan, Yukina, el Milo y el Aioria de mi Hermana Maricé, Amadeo, Galadriel, Habú, la Moña, Mishra, Gisel, Vicius y el cyber de la Galería Jardín en Capital Federal, Kurama y las periódicas visitas a “Camelot” (R.I.P), el colectivo 541 a la estación de Banfield, y el tren eléctrico a la Estación de Lomas de Zamora, el Telecentro de Telecom en Lomas, la comiquería “Eternia” también en Lomas (y todavía existe!!!), y a todo aquello que hace doce años me formó para ser escritora de fics. ¡Salud!.]

 

 

Notas del capitulo:

DISCLAIMER: ESTE FIC ES UNA TRADUCCIÓN Y NO ME PERTENECEN LAS IDEAS VOLCADAS EN EL MISMO. Tampoco me pertenecen los personajes de Saint Seiya, sinó que son de Masami Kurumada; salvo Hyoga y Kamus, Shun e Isaac, a quienes he adoptado como mis familiares, papeleo mediante y obligando a Kurumada a firmar amenazándolo con decirle a Seiya que tenía secuestrada a Athena en su casa. Entre darme la adopción de sus personajes o dejar que el Pegaso le destruyera medio barrio, optó pacíficamente por cedérmelos. Qué bueno es Kurumada.

 

DISCLAIMER II: ESTE FIC ES UNA TRADUCCIÓN NO AUTORIZADA. Jamás pude contactar con los autores originales del mismo –Kathleen Mofre-Spoor y Ryk Erik Spoor-, para pedir autorización de traducirlo. De todos modos leer el disclaimer de arriba para cualquier duda.

Resurrección- - Un fic de Saint Seiya.






Resurrección es, cronológicamente hablando, el primero de los fanfics que Kathleen y yo hemos escrito basados en el universo de Saint Seiya. Este fíc explica el retorno de los Santos desde el Hades, al término del manga, y nos dá alguna idea de sus personalidades y orígenes fuera de las series.
Por falta de detalladas traducciones y de información sobre algunos puntos, nos fue necesario tomar algunas decisiones o inventar enteramente ciertas cosas. Aunque no hay modo de estar seguros de que todos esos puntos fueran mencionados, aquí hay un par que pueden sobresalir.


1. El universo de Saint Seiya es, en apariencia, superficialmente parecido al nuestro, y ubicado aproximadamente durante los años ’80, aunque incluyendo ciertos raros y ligeros puntos como la existencia de gente con aspecto inhumano (Cassius, Hydra, etc), lo mismo que una pequeña pero notable fracción de la población; y un número de lugares que parecen haber abandonado o perdido enteramente la tecnología. Además, algunos de los openings animados insinúan alguna reciente catástrofe. Nosotros decidimos una combinación entre una limitada guerra nuclear (causada por un terrorista; sólo unas cuantas bombas estallaron, una en Berlín), y algún misterioso, probablemente sobrenatural proceso que causara la “primitivización” de pequeñas zonas, las cuales llamamos “áreas primitivas”- - El Santuario, el pueblo cercano a donde Hyoga entrenaba, etc.


2. Kurumada mismo a menudo ha cambiado de opinión o disertado en exceso sobre ciertos puntos. Más importante: en cuanto a la insinuación de si Marín era la actual hermana de Seiya, cambia al menos dos o tres veces. Nosotros decidimos que lo fuera, y que ello se debía a un fenómeno asociado con los efectos de la primitivización, el cual le permitiría a su hermana acabar con diez u once años más de edad que él, cuando originalmente ella tendría sólo unos pocos años de diferencia.


3. Intentamos utilizar los mejores o más interesantes elementos del ánime y el manga. Por consiguiente, la versión de la temporada de Asgard sí ocurrió en nuestro universo, así como también las versiones de las películas 1y 3. El proyecto de los Santos de Acero fué desechado al no mostrar resultados públicos.

La historia permanece en un solo archivo, pero tú puedes ir a cualquier parte del mismo escogiendo uno de los links activos debajo (nota: esto aquí no es posible):


· Prólogo:El gran final en Hades. Shun es el narrador de la mayor parte de la historia - - Réquiem, la siguiente sección, es enteramente suya, y TODAS las demás partes terminan con una sección contada desde el punto de vista de Shun. Esta sección y todas las demás que lo incluyen, fueron escritas por Kathleen.


· Réquiem: La recuperación de Shun luego de Hades. Una sección bastante extensa.


· Renacimiento: Ikki retorna al mundo, pero tiene algunos problemas con su memoria. Una corta historia, sólo unas cuántas relativas pocas páginas. Yo escribí esta sección.


· Fantasmas: La difícil situación de Hyoga luego de Hades. Escrita por Kathleen, es también una extensa y bonita sección. Esta nos revela más detalles de la vida de los Santos durante su niñez en el Hogar Kido.


· Despertar: El Dragón Shiryu, el más extraño de los chicos de Bronce, descubre su camino a casa. Yo escribí esta muy breve sección.


· Meteoro: La historia de Seiya luego de Hades, contada por la joven que lo rescatara. Ésta es con toda probabilidad, una de las secciones más extensas, la que junto con Despertar, ha sido subida a la Net previamente como introducción para ¡Aúlla Lobo!. Presentadas aquí en su contexto, éstas historias no sólo le dan algo más de sentido, sino que se suman al impacto de las otras historias. Esta sección también fue escrita por mí.



Resurrección.

Prólogo.

Julio 15, 1989.

Hades: La confrontación final.





El enorme templo se desmoronó, y la tierra repentinamente osciló bajo nuestro pies. Aun así permanecimos inmóviles, observando a Saori tomar el cuerpo sin vida de Seiya entre sus brazos. Las lágrimas se agolparon en mis ojos. Pronto nos le uniríamos en su muerte.

La mirada de Saori halló la mía; ofreció una débil sonrisa, y de ella irradio un dorado fulgor. Sentí a mis extremidades estremecerse, y vi a mis hermanos, Hyoga, Shiryu, Ikki, disolverse en una lluvia de luz.

Un eterno momento luego estaba de pie sobre la extensión, observando los templos derrumbarse. El cansancio me abrumo y caí de rodillas. El aire caliente fue desparramado y unos puntos de luz fustigaron mis ojos. Oculte la cabeza donde estaba. Los gritos y sollozos de mis amigos atronaban dolorosamente en mis oídos. La oscuridad acerco su velo ébano sobre mí por unos segundos.

“¡Shun! ¡SHUN!.” La voz de Hyoga fue acompañada de cálidas manos presionando contra mis hombros. Parpadeé, focalizando lentamente al ojizarco Ruso.

“¿Se acabó? ¿REALMENTE acabamos con él?”, pregunté. El cuerpo de Seiya aparecía postrado a la distancia, y a duras penas lograba yo vislumbrar a Shiryu ayudando a Athena a incorporarse. Hyoga asintió, las lágrimas corriendo por sus mejillas. “Da, da, pequeño Shun. Se acabó.”

Mi Niisan volteó el cuerpo de Seiya y lentamente lo levantó. Brilló una inmensa herida tinta en sangre y ello me recordó la implacable verdad: Seiya estaba muerto, partido su corazón en dos por la sombría espada de Hades. Hice a un lado mi dolor, y me pregunté cómo podríamos ser Santos sin él.

“Debemos volver a la Tierra.” El dolor se imprimió en cada una de las palabras de mi Niisan.

Mis lágrimas acarrearon mi propio dolor desde mi corazón. “¡No podemos! No ahora, no sin...”

“¡Él hubiera deseado que vivamos, maldición!”, contestó Hyoga.

Me incorporé. La angustia recorrió mi cuerpo y caí nuevamente en los brazos de Hyoga. “Seiya... él es nuestra alma. Se ha ido...”

La cabeza de mi hermano cayó, y los brazos de Hyoga tensaron su abrazo. Sus lágrimas se volcaron en mis hombros. “Debemos regresar. Seiya jamás se dió por vencido. Tampoco nosotros deberíamos. Aún hay vida aguardándonos.”

Shiryu y Saori se acercaron a mi Niisan. Ikki bajó el cuerpo de Seiya al suelo. Sollozando, Saori cayó de rodillas a su lado, y levantándolo, lo abrazó firmemente. “Maldito, ¿Seiya, por qué te rendiste? ¿Por qué has muerto?”. Su llanto se hacía eco sobre los Campos Elíseos.

Shiryu crispó los puños. “Si pudiera estar vivo, lo estaría, mi Señora. Pero ni aún una voluntad como la suya puede hacer latir un corazón que fue cortado en dos, ni sanar el alma que la Oscura Espada de Hades ha destruido.”

Saori asió el cuerpo de Seiya, ataviado en oro, llevando su rostro hacia el de ella. Por un mórbido momento mi mente repitió la escena de la espada de Hades hundiéndose en el pecho de Seiya. Pegasus murió protegiendo a Saori... Sonreía al morir en sus brazos.

Aquella sonrisa aún permanecía. Dudaba que fuera real. Quería creer que Seiya continuaba vivo, que se incorporaría y nos haría quedar como tontos. Pero no sucedió.

“¡No puedes morir, Seiya!”, imploro Saori/Athena. “¡Eres un Santo Dorado! ¡Eres inmortal! ¡Usa el octavo sentido, trasciende la muerte! ¿Por qué no estas aquí? ¡Abre los ojos! Por favor, Seiya, por favor, por tu familia...”

Las manos de Shiryu acariciaron sus hombros. “¡Por favor, Mi Señora, debemos regresar a la tierra!.”

“¡No sin Seiya!.” Su voz se agudizó.

No sin Seiya, repitió mi corazón. ¿Qué haríamos en el mundo de los mortales? Mis lagrimas cayeron con rapidez. Nuestros poderes nos apartaban de los demás. Ya no éramos niños...

Seiya estaba muerto. Me estremecí contra Hyoga. “Aún si lo deseáramos, nunca podríamos ser quienes fuimos, Hyoga. Hemos visto demasiado, y vivido demasiado...”

De alguna manera, Seiya era afortunado. Observe a Saori acariciar el rostro de Pegaso. Sus lágrimas humedecieron la carne marmórea. Seiya no deseaba volver con nosotros. Descansaba en paz; ¿entonces para qué forzarlo a volver? “Hyoga, si Seiya desea regresar...”

Dorado fuego brotó de Saori. Shiryu y mi Niisan retrocedieron alarmados. En los brazos de Athena, la silueta de Seiya fue sumergida en aquella aura. Yo observaba, demasiado aturdido para hablar.

“Escúchame, Seiya... por favor... “ La mano de Saori tocó el corazón de Pegaso. La adoración brillaba en cada palabra. “Moriré para estar contigo. Vuelve o nos uniremos a tí.”

Morir. ¿No era ese nuestro destino? Vi a mi hermano cerrar los ojos. Shiryu lo imito. La desesperación tomo mi alma. Apenas era un adulto, y morir parecía mucho mejor que vivir... ninguno de nosotros realmente podría volver sin Seiya.

Un destello de luz parpadeó como una estrella alrededor de Pegaso. Por un segundo pensé que era el aura de Athena, pero luego noté que aquella luz era albi-azúl. Aquello brilló y danzó hacia arriba, abajo y alrededor del cuerpo, hasta descender reluciendo bajo las alas de la armadura, fluyendo como si fuera agua en la herida del pecho de Seiya.

Las doradas alas de la armadura se esponjaron y mudaron a un resplandeciente color níveo. Por un momento, el cuerpo entero de Seiya se disolvió en en cegador blanco. Saori retrocedió, las lágrimas resbalaban por su rostro.

“¿Seiya?...”, susurró.

Expandí mis sentidos, pero no logré sentir el alma de Seiya. Lo que fuera aquello que tocara el cuerpo del Pegaso estaba mas allá de los mismos Santos. El aura de Saori volvió a encenderse a su alrededor. Se adelantó, sosteniendo su báculo firmemente. “¡Seiya! ¡Déjalo, lo que sea que eres!.”

Mis hermanos y yo nos tensamos por alguna otra, desconocida, amenaza por manifestarse, sintiendo las heridas de docenas de batallas pasadas gritándonos que sólo descansáramos, que nos rindiéramos...

La luz creció en intensidad, y se extinguió. Ví blancas alas, y a un delicado cuerpo tomando forma donde Seiya yacía. Carecía de sexo, como los ángeles, y era hermoso mas allá de la imaginación. Una explosión semejante a la de una Nova me cegó entonces, obligándome a voltear la mirada.

La exclamaciones de mi familia me anunciaron que ellos también se habían alarmado. Cuando mi visión retorno, Saori aparecía arrodillada. Seiya yacía, sus blancas alas extendidas hacia fuera, en el regazo de Athena. El color salpicaba sus mejillas; su Armadura Dorada estaba nuevamente intacta. El ángel había desaparecido; pero nos había regresado a Seiya.

Shiryu y mi hermano se acercaron. La sonrisa en el rostro de Seiya se enderezó, y por un momento hubiera jurado que era por lejos más delicado y hermoso que cualquier otra criatura que yo hubiese visto, como un ángel. La imagen desapareció, y observé al juvenil rostro contraerse en una confundida máscara, aunque una sonrisa quebró sus labios unos segundos después. Entrecerró los ojos e intentó sentarse.

La mandíbula de Saori cayó por un instante; luego echó sus brazos sobre Seiya. “¡Seiya! ¡Estás vivo, realmente vivo!.”

Por un segundo Seiya parpadeó como si no reconociera su propio nombre. Entonces la comprensión ilumino sus jóvenes rasgos. “Saori... Estoy aquí. Estoy aquí por tí...” Nuevamente pareció confundido, cual si no lograra entender el por qué de sus palabras. “Hey... ¿Por qué esos rostros de entierro? Sólo descansaba un poco...”

Shiryu secó sus lágrimas. “Fuiste asesinado por Hades.”

“Ah. Era eso.” La sorpresa suavizó su ceño. “No recuerdo nada.”

“No necesitas recordarlo.” Saori lo abrazó firmemente. “Estás de vuelta. Ya nada más importa.”

Perplejo, Seiya rascó su cabeza. Entonces sus propias lágrimas se unieron a las nuestras y susurró, “Los amo, chicos...”

No había nadie en los Campos Eliseos que no llorara. Ví a Athena hacerle un guiño a Seiya. Pegaso se sonrojó profundamente. El largo y desordenado cabello castaño rozaba contra la dorada hombrera de su armadura. Seiya se incorporó, sus alas se acomodaron en busca de balance. Atrajo a Saori a sus brazos. “Tú lo hiciste. Sabía que podrías, Athena-sama.”

Las palabras súbitamente se diluyeron en un resonante trasfondo. Una helada mano tocó mi alma y chirrió con vibraciones de agonía a través de mi mente. SHUN.

Esa era mi voz, obviamente, sólo que más profunda. Observé a mis amigos, esperando ver a álguien más allí, en los Campos. Nadie buscaba mi mirada, y la escena ante mí aparecía neblinosa, como si un velo grís se interpusiera entre mi persona y el mundo. Aquella voz estaba dentro de mi cabeza.

¡Era HADES!

El confortable abrazo de Hyoga se desvaneció en la oscuridad. La negrura se diluyó en la sala del Trono de Hades. Contemplé silenciosamente mi propio rostro, enmarcado por atezado cabello.

Hades sonrió. Shockeado de horror, sentí a mi propio rostro retorcerse en una mueca de burla. Shun, tu no puedes escapar de mí. Yo existo dentro de tí. Nuestras almas continúan unidas. ¡Athena pudo haber destruido mi primer cuerpo, pero su sangre no ha servido! ¡TÚ ERES YO!.

“¡NUNCA!” ¡No podía ser! ¡Mi alma estaba libre de Hades! ¡Tenía que estarlo!.

Pero sentía su furia y dolor echar raíces en mi alma; negras semillas brotando y creciendo. ¡Debía destruir a Athena ya sus Santos! ¡Yo era Hades, y en ese instante supe que el Gran Eclipse continuaba asiendo al mundo en su oscuridad; ¡un frío como el de un invierno nuclear descendería en el mundo, trayendo muerte a todos los seres vivos! ¡Hades y la Tierra serían uno, y cada alma sería mía!.

¡NO! ¡Yo no quería esto! ¡Shun no era malvado! ¡Shun era un Santo! El deseo... la tentación, crecían. ¿Por qué no cambiar el mundo en algo que yo quisiera? ¿Quién se pondría en mi camino? Los otros Santos Dorados estaban demasiado débiles. Esos cuatro se desplomarían y me dejarían a Athena como sus doce antecesores.

Hades se desvaneció. Yo contemplaba a Hyoga. Sus brillantes ojos azules estaban ensanchados como lunas. Un brillante cabello ébano bordeo mis hombros y se deslizo hasta mi cintura. ¡Hades estaba conmigo, y era tiempo de hacer que Athena y sus Santos pagaran!.

Hyoga retrocedió, luego cayó. Los otros Santos observaban, pálidos de terror. Shiryu difícilmente se mantenía en pie, sosteniendo un brazo roto, y mi Niisan estaba atónito, luchando contra lealtades confundidas. Sonreí, sintiendo a mis colmillos tocar mis labios. Mi mirada encontró la de Pegaso, solo con Athena. Qué conveniente. Los mataría a ambos.

Me concentré. La oscura luz se encendió en mi corazón. Pude ver sus rostros mientras mi brillante aura rosa se tornaba negra.

Seiya crispó los puños y echó a una disgustada Athena tras de sí. Estúpido muchacho, ¿no comprendía que ella era mi único digno oponente? Los Santos sólo eran escudos prescindibles, acostumbrados a debilitar a los enemigos hasta que Athena pudiera encargarse de ellos. Lo sabía todo ahora. Ya no quería creer mas en ella. Los Santos de Bronce habían sido creados para ser sacrificados en un interminable circulo de guerra de Dioses. ¡Athena y Zeus eran culpables de causarme dolor como Santo, tanto como Hades! Nos usaron. ¡Y al menos ahora comprendía la verdad!.

“¡Pegaso, tú, noble idiota, inténtalo! ¡Con todo tu poder, intenta matarme!.” La voz con la que hablaba ya no era la del pequeño Shun; era oscura y aterradora. Ví a Seiya resplandecer y adelantarse.

“¡SHUN!:” Sus piernas fallaron y cayó.

El hielo en mi corazón desapareció, y me encontré mirando a mis compañeros. Sentí que las lágrimas llenaban mis ojos. ¡NO! ¡No puedo herirlos! ¡Ellos son mis camaradas, mi familia! ¡Los amo con todo mi corazón! Mis manos se hundieron en mi cabello. Y grité las únicas palabras que quizás me salvaran: “¡MÁTENME! ¡TODOS, MIENTRAS AÚN SIGO SIENDO MORTAL!.”

Doradas auras refulgieron en el aire. Los cuatro restantes y la Diosa Athena concentraron su cosmo, y su poder dió contra mí. Rodé hacia atrás, a través de las piedras, y caí sobre una capa de polvo. Un engañoso dolor recorrió mi espalda, pero para mi horror descubrí que aun podía levantarme. ¡Los Santos y Athena no podían tocarme! Eran demasiado débiles para destruirme. El primer cuerpo había sido creado por el poder de Hades... Pero éste llevaba mi alma y la suya en él, el poder de la Dorada Andrómeda fundida con la del Señor del Inframundo, y juntas eran más poderosas de lo que el primer cuerpo había sido. Levanté la cabeza para verlos luchando por incorporarse, vacuos de todo poder.

La oscuridad en mi interior amarró mi alma y gritó en un rapto de delicia. ¡Serían fácilmente sometidos! ¡Yo saldría victorioso, cuando me habían creído derrotado!.

¡NO! ¡Yo no quería esto! Sólo había una cosa que podía hacer entonces. Mis amigos no lucharían solos. La restante línea secundaria de Santos, y Santos de Plata, aguardaban para actuar en la Tierra. Yo los traería a mí.

La oscuridad nuevamente se agolpó en mi corazón. Mi contaminada alma ascendió hasta mi cerebro, y trocó el amor en dolor, y el dolor en odio.

Me concentré y aseguré mi nueva resistencia. Las luces centellearon en el Templo. Nuevas y diversas figuras tomaron forma. Los Santos aguardaban, galvanizados para la acción.

Reuní toda mi fuerza y dí un grito final. “¡POR AMOR A LA LIBERTAD, DESTRÚYANME, MI CUERPO Y MI ALMA!.”

 

 

 

 

             

 

 

 

 

 

 

Capítulo Uno: RÉQUIEM.

 

i.




Los gritos de las gaviotas y el silencio de las heladas profundidades se prolongaron en un oscuro vacío de atezado dolor. El vacío... Pero algo horadó ese vacío. Movimiento. Los gritos de hombres y mujeres. Algo moviéndose debajo de mí. Luz, donde sólo había oscuridad. Un destello rosa... Luz blanca. Voces. Muchas voces, mientras me levantaban, pero sólo una me era familiar. Un nombre: Tatsumi. Y ese pensamiento fue el último, a la par que las imágenes y los sonidos se disolvían, las impresiones se esfumaban, nublándose mientras las cosas comenzaban a oscurecerse otra vez.

Estaba consciente de poder usar mis ojos. Y al pensamiento los abrí a un torrente blanquecino que hería como lanzas. Jadeé, apretando mis párpados para conseguir volver a mi nido de oscuridad. Algo cálido tocó mi rostro. “Daijoka”, dijo una voz, reconfortantemente.

*Todo está bien, tradujo mi mente. Las palabras atravesaron mi cerebro, uniéndose a mis pensamientos. Era Japonés, yo las comprendía...¿Pero no debería estar hablando Alemán?.

Repentinamente recordé que vivía en Japón. Había vivido allí por algún tiempo. Hablaba también muchas otras lenguas... Me habían instruido en ellas.

De nuevo abrí mis ojos, lentamente. El deslumbrante blanco fue apagándose prontamente, disuelto en el rostro de una mujer oriental. Sus gentiles y redondeados rasgos aparecían rodeados de un lacio y negro cabello. Una vaga calidez hizo presa en mí mientras lo veía. Amaba el cabello largo. Mi usual preferencia era el rubio, pero esos mechones negros brillaban tan bellamente como el ónix.

¿Era real o era una alucinación? Intenté incorporarme para tocar ese cabello, pero mi brazo se negó a hacer nada más que sólo crisparse, enviando punzadas y un horrible dolor a través de mi cabeza.

“Por favor no se mueva, joven. Su brazo está sanando muy lentamente, y sus otras heridas son aún más severas.”

Otras heridas... Por supuesto. Ya había perdido la cuenta de las veces que despertara en un hospital luego de una batalla. Caí en la cuenta que realmente no recordaba esta última; debió haber sido peor que nunca. Respiré profundamente del oxígeno de la mascarilla que cubría mi nariz y boca. Mis pulmones me reclamaron silenciosamente; no habían sido hechos para respirar así por...¿cuánto tiempo? Cabello verde cayó en mis ojos, ocultando el rostro de la mujer.

“Estoy... en un hospital.” Un susurro fue todo lo que logré articular.

Ella asintió, viéndose ligeramente aliviada. Reconocí el uniforme: Hospital de Investigación Graude. Cuidarían bien de mí. Sólo detestaba la comida, pero Hyoga, Shiryu y Seiya generalmente contrabandeaban algunas golosinas desde fuera. Intenté sonreír.

La enfermera se incorporó, quedando fuera de vista. “¿Puede decirme su nombre?.”

“Schon Gruenwald.” Me encontré dando m nombre de nacimiento; mas de pronto recordé que mi Niisan Gustav ahora se llamaba Ikki. Yo ya no era Schon, que significaba bonito, sinó Shun, que significaba brillar como las estrellas.

El rostro de la enfermera volvió a acercarse. Parecía preocupada. “¿Schon qué?.”

“Perdón... Shun... Sólo Shun. Soy uno de los hijos adoptivos de Kido.” Intenté explicar, pero mi voz no fue más allá de un ronco graznido. Me sentí como un tonto y me pregunté cuándo los chicos llegarían para hacerme sentir mejor. Yo era el pequeñín de los chicos de Bronce, y el más malcriado. Necesitaba atención: un abrazo, una sonrisa y una explicación.

“No se preocupe, joven. Creo que ya sabe quién es. Descanse, aún está muy grave.”

La voz de la mujer reflejaba una genuina preocupación. Alcé el rostro y comencé a pensar en su cabello. Era una mujer amable y bonita. Me gustaba eso en una persona. “Descansaré sólo si me dice algo”, pedí.

Ella asintió. “Está bien.”

Mi cuerpo estaba rígido, y mis músculos dolían ante el solo intento de moverme. Sabía que había estado dormido por un largo periodo. “¿Cuánto tiempo estuve... inconsciente?.”

Sus labios se apretaron, y depositó una preocupada mano en mi hombro. Mi corazón desfalleció ante eso; parecía que quisiera prepararme para un shock. “Ha estado en coma por más de un mes, Shun.”

Una ola de vértigo cayó sobre mí. Estaba demasiado aturdido para pensar, entonces forcé mi cabeza hacia los lados y observe el IV’s, los monitores, los cables y tubos. Sentí la inflamación en la garganta; una sonda debió haber pasado por allí poco tiempo antes. ¡Y ya no me sorprendía que no pudiera moverme! ¡Mis músculos estaban atrofiados!. Tomaría meses recuperar lo que perdiera. Lágrimas de frustración asomaron en mis ojos; amaba ser capaz de correr, moverme, jugar...

Volví la cabeza hacia la enfermera. “Mis hermanos...”

Sus ojos se cerraron, y de pronto recordé todo. Oscuridad. Malignidad. Un último pedido a mis hermanos para que me mataran antes que fuera demasiado tarde.

Habían muerto para destruirme.

Y habían fracasado.

ii.




Estaba solo. Se habían ido: Pegasus, Cygnus, Dragón, Athena, y mi Niisan, el Fénix. Estaban muertos. Yo los maté.

El dolor palpitaba en mis pulmones, y envió un lúgubre grito. No hubo lágrimas, había llorado por tres horas y el equipo médico tenía miedo de sedarme. Además, no quería dormir. No con ellos muertos.

Deshonor. Conocía bien el significado de esa palabra. Mis amigos, mi familia había muerto tratando de aniquilarme cuando mi alma estaba retorcida de maldad.

Era irónico. Yo era el único kamikaze, el que desafiaba la muerte que buscaba. La Armadura de Andrómeda representaba sacrificio, pero no logré aniquilarme a mí mismo al ser capturado por el mal. Por el contrario, fueron mis amigos quienes se entregaron para destruirme. Su sacrificio era en vano, y yo negaba sus muertes.

Ignoré el dolor y rodé hacia un lado. Mi cuerpo no estaba tan mal como creía, pero no importaba. Quería morir. ¡Quería estar con aquellos que yo amaba!.

“¡Niisan!”, grité por mi hermano, y me debilité. Mi lealtad era para con Ikki, y él ahora estaba muerto. ¿Cómo pude traicionarlo? “¡Niisan!.”

Algo me tocó. “Tranquilo, tranquilo; todo está bien, Shun. Estará bien, Tatsumi-san vendrá aquí pronto. ¡Ya no estará solo!.”

¡Mentiras, mentiras, mi vida entera era una mentira!. Estaba solo y era un malvado. Fuí dejado en este mundo bajo una falsa identidad. ¡Hades aguardaba volver a poseerme y nadie lo detendría! Nuevamente grité.

Gritar ayudaba: enviaba estocadas de dolor a través de mí. El dolor ocultaba cualquier conciencia de la perversidad que llevara a cabo, de lo destructor que me volvería tan pronto Hades recuperara su fuerza.

Me detuve, consciente de repente de haber tocado la llave de algo. Tan pronto Hades recuperara su fuerza...

Había ganado mi propio poder mucho antes que Hades. Aunque quizás él despertara ahora, pasaría un largo tiempo antes que este cuerpo sobreviviera el despertar del poder de un Dios. Y si yo muriera antes que Hades pudiese despertar...

Una triste paz cayó sobre mí. Si. Restauraría mi honor y el de mis hermanos. Realizaría el sepukku, matándonos a Hades y a mí mismo a la vez.

Pero no aquí. En un hospital sería muy fácil para los doctores y enfermeras prevenirlo, especialmente cuando me encontraba tan débil. A Hades le tomaría algún tiempo retornar. Yo tenía el suficiente. Aguardaría hasta renovar las fuerzas, y lo haría como un auténtico samurai. Entonces el mundo estaría seguro, y yo sería libre.

Los sollozos cesaron. Me recosté. Tenía un propósito que me permitía descansar. Cerré los ojos y caí dormido


“Después de cuatro meses sin saber nada”, la voz de Tatsumi continuaba extrañamente tensa, como si le preocupara. “Tuvimos que suponer su muerte.”

Era la mañana siguiente. Había despertado para descubrir a Tatsumi sentado en silencio a un costado de mi lecho... y también al pequeño Kiki. ¿Había creído que Kiki crecería...?

La visión del chico lastimaba un poco. Era la única persona, al menos, que quizás extrañaría cuando muriera. A nadie más.

Tatsumi me recordó la fecha. Sus extraños y ocasionales titubeos me obligaron a preguntarme qué era lo que sentía en realidad. Era el 18 de Marzo de 1990. Oí la fecha con otro shock. Un año. ¿Ya había pasado casi todo un año? Tatsumi había reportado que Saori y sus hermanos desaparecieron en una explosión cerca de Grecia - -el mismo lugar donde se elevaba el Santuario.

Observé su rostro, un rostro que acostumbraba odiar. Pero no pude negar lo que allí ví. Mencionó cada uno de nuestros nombres, y su rostro pareció volverse un poco más tenso. Mi corazón deseó huir de él. Realmente se había preocupado. Volví a la realidad, notando que Tatsumi había cambiado el tema.

“De acuerdo con la voluntad del Señor Kido, Shun, si algo le sucediera a la Señorita Saori, la herencia completa seria traspasada a alguno de los huérfanos sobrevivientes.” Sus ojos sostuvieron los míos fijamente.

Deslicé mi brazo firmemente alrededor de Cygnus II, mi oso de felpa, y observé boquiabierto a Tatsumi. ¿La fortuna entera de los Kido...MIA? ¿La Fundación? ¿Aún Tatsumi? ¿El hombre que fuera el terror de mi infancia y que ahora parecía preocupado por lo sucedido... mi empleado?.

¿Shun Kido... billonario?.

No podía creerlo. Era excesivamente increíble. La rica heredera siempre había sido Saori, ella estaba acostumbrada a serlo. Yo sólo estaba habituado a oír rock pesado, y ser golpeado por desagradables Santos.

Tragué saliva y me pregunté qué habrían dicho mis hermanos si vivieran. Sabía lo que Seiya diría; él no hubiera tocado ni un centavo. Odiaba la Fundación Graude incluso más que mi Niisan. Para él era dinero bañado en sangre. Comenzaba a pensar si yo lo rechazaría o no, cuando recordé que iba a suicidarme. El dinero no importaba.

Sin embargo, acabé obteniéndolo finalmente. “¿La fortuna entera?.”

Tatsumi asintió. El hombre calvo aún continuaba siendo grande, pero de alguna manera, ya no más aterrador o cruel. Se veía empequeñecido, demacrado, ojeroso y triste. Hasta observé un atisbo de lágrimas en sus ojos. Era más que suficiente para shockearme otra vez. Un sirviente de la edad y honor de Tatsumi hubiera muerto antes que mostrar esa emoción. Kiki sonrió ligeramente, aunque aún parecía preocupado y triste. Pero ahora la habitación ya no estaba tan fría y solitaria; existían dos personas en ella a quienes les preocupaba lo que me sucediera.

“Dinero, el capital, las propiedades, todo es suyo, Shun.” La boca de Tatsumi se torció en una muy pequeña sonrisa, y se inclinó desde su asiento. “Ojalá su herencia hubiera sucedido bajo circunstancias más felices.”

Suspiré. “No es posible, quizás. Después de todo... Saori habría tenido que morir en cualquier caso...”

Su rostro pareció contrito por un momento, entonces se enderezó. “No es tan así; quedó establecido que una vez que alguno de ustedes alcanzara su decimoctavo año de edad ganaría una porción de la fortuna Kido. Los cinco habrían heredado a su vez.”

No pude responder. Todo lo que logré fue observarlo inexpresivamente y pensar en los otros. “Ojalá estuvieran aquí...”

Tatsumi inclinó la cabeza. “También yo lo deseo. Algún día... cuando esté listo, no antes..., espero que pueda decirme cómo murieron. Qué sucedió en Hades. Pero no necesita contarme si no quiere hacerlo... “ Su voz era baja y respetuosa, aunque pude oír un leve temblor de profunda tristeza en ella.

De pronto se me ocurrió preguntarme si Tatsumi tenía familia. Aunque pensé en ello, lo supe de inmediato: no tenía a nadie más que a nosotros. El Señor Kido había sido su maestro y casi su Señor Feudal; pero Saori había sido su hija, casi como si ella hubiera nacido para él. ¿Qué pensaba entonces de nosotros? Mi boca se abrió antes que pudiera evitarlo. “Tatsumi, ¿realmente te ha preocupado lo que nos sucedió - -dejando a un lado a Saori?.”

La expresión en su rostro fue suficiente para contestar mi pregunta, pero de todos modos contestó. “No puedo culparlo por la cuestión, ni puedo culparlo si no cree cuando le digo que me importa más de lo que puede imaginar.”

Sacudí la cabeza y me acerqué a él. Quizás yo fuera Hades... Pero también era el Santo de Andrómeda. Podía perdonar. “Te creo.”

Tomó mi mano y la estrujó dolorosamente; pero no me importó. Hasta que fuera tiempo de morir, quería ser yo mismo. ¿Pero qué diría Tatsumi cuando descubriera que fuí yo quien los había matado a todos?.

“Okey, vamos, suficiente de gimoteo, ¿sí?”, dijo Kiki. “Ambos estamos alegres de verte vivo. Mejor uno que ninguno, ¿uh?. Ellos habrían deseado que disfrutes tu nueva vida. Zeus sabe que te la has ganado, ¿eh?.” Estaba intentando, sin mucho éxito, esconder los trazos de lágrimas en su rostro.

Si sólo Kiki supiera. Que continuar significaba mi muerte futura. Evité más sollozos y me aparté de Tatsumi. Tiré del lazo de mi cabestrillo y suspiré. “Debo encargarme de la Compañía, también?.”

“Cuando esté lo suficientemente bien, sí. Las leyes de la Fundación son muy claras en eso - -de otro modo estoy seguro que alguno de los mayores accionistas hubiera intentado dar un golpe meses antes. Me fue dado el completo control por un periodo de dos años si todos los herederos inmediatos morían o desaparecían; en el caso de que ningún heredero legítimo apareciese en ese tiempo se abriría la cuestión en cuanto quién asume el control. Una vez que usted esté de pié y bien, le presentaré a Tessa Lafayette, nuestra directora de finanzas. Ella se ha desenvuelto muy bien, pero no ha sido suficiente. Sin un Kido al frente de la Fundación no ha habido suficiente confianza como para mantenernos a la cabeza de la competencia. Algunos de los accionistas han considerado vender sus acciones; a través de una cierta especie de compraventa quizás sean capaces de evadir las leyes corporativas hasta el punto de llegar a fragmentar la Fundación, causando esto el colapso financiero. Industrias Lanier ya está tentada a comprarnos. Me negué, por supuesto - -El Señor Kido no habría querido vendernos, al menos no por debilidad o desesperación. [Nota de la pobre Diabla que soy: Las partes donde se habla de negocios, les juro por Dios que me han costado HORRORES traducirlas. No sé si están claras, o si embarré lo que decía en el fic original, pero puse toda mi mejor voluntad y buena onda para intentar dar el gran salto “No hay cuchara” al traducir esto. Si ven que le pifié durísimo, ¡les pido que me lo hagan saber con toda la buena educación posible!]

Qué conveniente. Los Santos estaban muertos, y la fundación que naciera para crearlos agonizaba. ¿Por qué no lo querría? Todo lo que la Fundación representaba para mí y los otros era crueldad y dolor, mentiras y rapto y abuso. ¿Por qué querría que viviera?.

Sabía por qué. Porque si ello colapsaba, toda esa vileza desaparecería impunemente. La Fundación Graude, la fortuna Kido... Podría hacer mucho bien en las manos de una de sus antiguas víctimas. La Fundación había sido construida con la sangre de los Santos; y esa sangre no debía ser desperdiciada, su dolor olvidado en un cesto de papeles y archivos de bancarrota.

Reluctantemente lo admití ante mí mismo. No podía morir, no aún. Ese era el honor personal de los Santos, sí, pero también era la deuda de honor que todos le debíamos a los otros noventa y cinco huérfanos Kido, los niños y niñas que el Señor Kido y su Fundación habían embrutecido por muerte o Santidad. La fundación que destruyera a sus familias viviría para ser su monumento.

¡SHIVA, cuánta responsabilidad para un niño de doce años!. “Bien, Tatsumi. Prometo que la Fundación vivirá, si puedo hacer algo para asegurar eso. Pero debo saber todo, conocer todos sus secretos, los del Señor Kido, y los de los Santos.”

Tatsumi asintió lentamente. “Por supuesto, Maestro Shun. Los archivos de la Fundación estarán a su disposición. Preferiría que los lea antes de hacerme preguntas al respecto, al menos en un principio. Una vez que los haya leído, y entendido sus contenidos, contestaré cualquier pregunta que aún tenga.” Dudó. Entonces continuó. “Aprenderá todo lo que desea saber... Y quizás algunas que hubiera preferido no conocer. Pero aprenda de ellos todo lo que deba.” Sonrió nuevamente, con tristeza. “Estoy feliz de que haya regresado a nosotros, Shun.”

“Gracias.” Me recosté y cerré mis ojos de nuevo. Tenía un futuro nuevamente... por un corto tiempo.

 

iii.

 

24 de Marzo de 1990. Mansión Kido.





La mansión no había cambiado mucho. Tatsumi me condujo a través de la puerta. La pintura del Señor Kido continuaba en la pared de la entrada, cerca de las escaleras. Sin embargo a su lado había un nuevo cuadro.

El sólo mirarlo hizo brotar lágrimas de mis ojos. Era una pintura de nosotros. Saori aparecía sentada en una antigua silla almohadillada color rojo, ataviada con un vestido de noche de terciopelo azúl oscuro, flanqueada por nosotros cinco. No vestíamos la armadura. De hecho, reconocí que la pintura había sido copiada de una fotografía formal que nos había tomado antes que Shiryu quedara ciego. Saori se enfureció cuando Seiya apareció vestido para la fotografía con jeans, camisa rojo-violáceo abotonada, y un par de viejas botas de cuero. Ella dijo que nos hacía ver al resto ridículos en nuestras formales vestimentas.

Y ahora había sido inmortalizado en una pintura. De alguna forma le sentaba bien, sin embargo; Seiya nunca se veía bien en esmoquin. Me observé a mí mismo, si que estaba diferente en ese entonces. Aún continuaba usando los tiradores y las playeras, pero ahora mi cabello llegaba hasta mis caderas en vez de hasta mis hombros, y mi cuerpo había cambiado. Aunque en vez de madurar del modo esperado, mis caderas se habían ensanchado, y mi rostro se había vuelto aún más delicado. Más que nunca me veía como una chica. Y odiaba eso.

Hyoga sonreía en la pintura. Vestía un traje de tres piezas color azul, camisa de seda, y corbata amarilla. Las lágrimas repentinamente afloraron, rodando por mi rostro. Sentía algo muy profundo por él, más profundo de lo que me hubiera gustado admitir. Me obligué a apartar los ojos, pero tampoco fue fácil observar a mi Niisan, serio aunque calmado y relajado; o a Shiryu, con su largo cabello negro volcado sobre uno de sus hombros.

Ya no podía enfrentarlo más. Se veían tan felices y vivos, y ahora estaban muertos. Volteé y sollocé en el hombro de Tatsumi. Acarició mi espalda y me abrazó con firmeza por un momento, como si al observar la pintura la muerte pudiera llevarme para unirme a ellos.

“Tuve esto pintado cuatro meses luego que el Santuario explotara”, dijo sosegadamente, quizás más para él que para mí. “Cada día bajaba y me aseguraba que las velas estuvieran encendidas.”

Aparté mi rostro y reluctantemente posé mi vista en el altar frente a la pintura. Cinco velas continuaban ardiendo; una dorada, una blanca, una verde, y una naranja.

“Había una color rosa. La quité el día que usted fué encontrado.” Su voz tembló ligeramente, pero volteó su rostro hacia el descanso de las escaleras. Luego me cargó durante el largo recorrido por ellas, pero sobre sus hombros mi mirada nuevamente se desvió hacia el retrato y las cinco velas encendidas. Ellos estaban muertos. Yo los había matado.

Otras pinturas cubrían las paredes de las escalinata. Cuadros de la secundaria línea de los Santos: León, Lobo, Oso... Y otras pequeñas pinturas de otros huérfanos, niños y niñas cuyos nombres nunca conocí... Porque no vivieron lo suficiente para ser recordados. Sollocé calladamente otra vez y me negué a apartar la mirada de sus rostros. No podía retroceder con mi plan. Era por ellos. Destruiría cada pizca de Hades viviendo en mí.






                                                            2 de Abril, 1990.




Los terapistas físicos trabajaban conmigo unas cuantas horas al día; los santos se curan con gran rapidez y, aunque tal vez ya no pudiera sentir el Cosmo, aparentemente mi cuerpo recordaba aún cómo repararse. Estaría bien dentro de una semana.

Tatsumi llenaba mis días con tutores tanto como con terapistas. Decía que como heredero tenía que convertirme en un joven y apropiado caballero, ¿y que podía decirle? ¿Que planeaba morir pronto, de modo que no tenía importancia? Me habría detenido.

Así que aquí estaba yo, sentado y hojeando mis libros de astrofísica. Todos habíamos sido muy brillantes, pero creo que yo era el verdadero genio. Antes de Hades había estudiado matemáticas y ciencia. Forcé mi vista ante borrosas cartas, recordando cómo originalmente deseaba aprender cómo trabajaban las estrellas y quizás así descubrir el secreto de la Cosmoenergia.

Sacudí la cabeza. Pensar de ese modo era como pensar que tendría un futuro. Y no. Cerré el libro y perdí la vista por la habitación.

Mi tutor llegaría en cinco minutos y yo no había hecho nada. No era que tuviera pereza - -aún si fuera a intentar suicidarme pronto no quería malgastar su tiempo. Sólo era que no lograba ver bien lo que estudiaba. Antes de Hades mi visión era perfecta; ahora, para leer, debía sostener el libro a un brazo de distancia: era hipermétrope... debería usar anteojos. ¿Pero necesitaba realmente preocuparme por eso? Ya casi estaba bien; pronto moriría.

Miré sobre el armario. La espada que mi sensei Albiore me entregara antes de abandonar Isla Andrómeda esperaba allí por mí, aguardando brindarme la honorable muerte que planeaba. Me puse de pie y crucé la habitación, abriendo las puertas del gabinete. Observé la urna de la Armadura en el suelo. Vestiría el ropaje cuando muriera; ya no era realmente Andrómeda tal vez, pero quería morir tan cerca de mis hermanos como fuese posible.

Un golpe atrajo mi atención. Luché contra mi disgusto y volteé hacia la puerta. “Entre.”

Una mujer alta y pelirroja entró en la habitación: Tessa, mi asesora de finanzas. Me instruía sobre como llevar adelante una corporación. Mis tutores de matemáticas y ciencia vendrían mas tarde.

“Bonjour, Shun.” Saludó en un distinguido acento francés. Era alta y vestía un traje de seda. Me pregunté si tomaría como un insulto el que yo vistiera playera y jeans.

Di un tirón a uno de mis blancos tiradores, semiconscientemente y me eché sobre la cama. Los libros saltaron y se deslizaron al suelo. “No tuve la oportunidad de ver los reportes, Tessa-san”, dije.

Ella recogió los libros, depositándolos en mi escritorio, cerca de la cama. “Shun, has estado posponiéndolos hace una semana; ¿aún no has leído el capítulo de inversión de capital?.”

“No, madame.” Tomé un mechón de mi cabello y lo envolví en mi dedo. Me debatí entre si debía hablarle sobre mis ojos o no. “No tuve tiempo.”

Noté que no lo creyó. “Me han dicho que pasaste mucho tiempo mirando televisión y oyendo música, Shun. Obviamente has tenido más que suficiente tiempo.”

Me encogí de hombros. Claro, había estado perezoso. ¿Y que podía perder? Moriría pronto. ¿Para qué comenzar algo?. “Está bien, no estoy de humor.”

“Ya veo.” Tessa sentose cerca de mí y depositó su portafolio en su regazo. Lo abrió y extrajo una pila de papeles. “Mira esto, entonces.”

Lo hice, y dejó caer la pila en mis manos. “¿Qué son?.”

“Reportes de suministros. Hemos perdido tres y medio puntos más en el Down Jones, y en otros mercados de valores, incluyendo el de Tokio, no dicen nada diferente.”

¿Perdiendo capital? La Fundación estaba muriendo y yo no podía hacer nada por ello: Otra falla para Shun Gruenwald Kido. “¿No pueden hacer algo?.”

“He discutido con nuestros accionistas todo el día de ayer, Shun. No escucharán. Es tu compañía, mis manos están atadas.” Tessa me observó como si esperase que levantara un dedo y solucionara los problemas de la corporación.

Los negocios no eran mi punto fuerte. Tomé a Cygnus II y jalé su gran lazo rojo. “¡Bien, no hay nada que pueda hacer! No comprendo estas cosas de negocios. ¡Soy un niño!.”

Tessa suspiró. Me sentía mal por causare problemas, pero ello era un dolor lejano. Si pensaba salvar al mundo al suicidarme, quizás el de la Fundación no era un precio muy alto por pagar.

“Shun, no tienes que comprender tanto como crees. Mucha de la incertidumbre nace de la duda de si hay o no un legítimo heredero Kido conduciendo esto. Tal vez no lo entiendas, pero existe una asociación mística con ese nombre. El Señor Kido comenzó de la nada e hizo de la Fundación una de las más poderosas corporaciones del planeta; su nieta, Saori, continuo ese record desde que se hizo cargo de la corporación a la edad de catorce años. Sólo la seguridad de que un Kido ha tomado activo interés en la Fundación hará que los inversores se tranquilicen. Y en cuanto a no entender esto... Shun, eres muy inteligente. Si lo hubieras estudiado, lo entenderías. ¿Estas descuidando también tus otras tareas?.”

Odiaba cuando las personas se irritaban conmigo. Cygnus II era mi único amigo; al menos el no se dirigía a mi gritando. Esperaba que Tatsumi recordara incinerarlo con mi cuerpo cuando tuviera mi funeral de fuego. “Los negocios no son interesantes. Disfruto más mi astrofísica. Además... no puedo leer ni siquiera la mitad de todo esto, de cualquier manera.”

Me observó. “¿Qué quieres decir, Shun? Sé que puedes leer perfectamente bien en al menos tres idiomas distintos.”

“No logro ver bien. ¡Está todo borroso y realmente me importa un cuerno!.”

“¿Qué quieres decir con eso de ‘me importa un cuerno’?” Estaba furiosa. “¡Shun, te guste o no tienes una responsabilidad aquí!¡Tu propia Fundación, y si no aceptas la responsabilidad, pronto no quedará nada! ¡Haces peligrar el trabajo de cientos y cientos de personas que dependen de la Fundación para su sustento! ¿Piensas que tienes el derecho de hacer esto sólo porque no ‘estas de humor’ para trabajar?.”

¿Que nada quedaría de la Fundación? ¡Repentinamente comprendí mi negligencia y mi pereza, las que destruirían lo único que quedaba de los Santos! ¿Y por qué? ¿Porque estaba sintiendo pena por mí mismo?.

“Lo siento, Tessa. Mi corazón es quien no está de humor. Estuve pensando en mis hermanos y en Saori. Los extraño y aún sigo deprimido. ¿Sábes que estuve mirando el video del cumpleaños numero trece de Seiya el otro día? ¡Lloré todo el tiempo! ¡Se veía malditamente feliz! ¡Todos estábamos allí! ¡Los extraño!.”

Me derrumbé, sollozando nuevamente, y comprendí que había estado evitando la Fundación y a los Santos desde mi arribo a la casa. Debería haber localizado los archivos del Viejo Kido y leído sobre nosotros. Pero no lo había hecho a causa de que hería demasiado. Ya no quería saber sobre los Santos. Yo ya no lo era, sólo era un pequeño niño asustado.

Tessa me abrazó y acarició mi rostro. “No era mi intención regañarte, Shun. Creo que espero demasiado de tí. Eres a la vez tanto un chiquillo, como el propietario de este establecimiento. ¡No debí presionarte!.”

“No - -tú tienes razón. ¡Lo que necesitaba era una gran patada en el trasero!.” Sequé mis lágrimas y me aparté. “Lo prometo, Tessa. Haré chequear mis ojos y usaré anteojos para poder hacer mi trabajo. Sólo aguarda.”

“Oui, Monsieur.” Tessa acarició mi mejilla. “Y yo intentaré controlar mi carácter.”

“Arigatô.” Me puse en pié y cerré las puertas de mi armario. Mi espada podía esperar por ahora. Tenía trabajo que hacer.

 

iv.




El trabajo iba bien. Acomodé mis nuevas gafas rectangulares con montura de metal, y tipeé mi código de acceso en la computadora de la Fundación. Aparecieron otras varias secuencias de verificación, acabando por chequear mi patrón de retina y huellas dactilares. Entonces se aclaró la pantalla, emergiendo luego un menú. Arrastré el cursor y clickeé en “Santos: Archivos protegidos”. Ello me llevó a otro menú, el cual listaba a todos los Santos de los cuales la Fundación tenia información, y concluía con los diarios personales del Señor Kido. Clickeé en “Pegasus”.

Eché un vistazo. El archivo contenía una detallada compilación del carácter Pegasus, poderes, historia, información médica, y notas personales adicionadas. ¡Alguien debió haber reportado casi todo lo que Seiya había hecho desde que naciera!.

El nombre real de Seiya era Michael Kurumada. Era mitad americano, mitad japonés, nacido en Brooklyn de Minami Kurumada. Su hermana y él fueron raptados por la Fundación y enviados a un hogar-orfanato japonés bajo el control de la misma corporación que los raptara. Minami aun vivía, y trabajaba en Washington D.C. ahora. Nunca se había casado, según el archivo. ¿Seiya y su hermana habían nacido ilegítimamente?. Clickeé en “padre”.

El Viejo Kido era su padre.

¿Kido era el padre del Santo Seiya? Volví a releer el párrafo, incapáz de creer qué leía. Tomé una botella de Dr. Pepper y la bebí completamente. ¿Qué clase de broma enferma era? ¿Cómo podía el Viejo Kido ser el padre de Seiya y permitir que Tatsumi, y mas tarde los entrenadores en el Santuario, abusaran de el? ¡Era obsceno!¡Seiya odiaba a los Kido y a la Fundación!

Abandoné el archivo y entré al mío. Lo conocía bien; mi Niisan y yo habíamos cooperado cuando lo crearon.

La Tercera Guerra Mundial había culminado con el dictador del Medio Oriente, quien había sido el centro del conflicto, intentando detonar algunas armas nucleares que escondiera en varias ciudades alrededor del globo. Por entonces la guerra había llegado demasiado lejos, y ninguno de los gobiernos deseaba dar marcha atrás. Mi hermano y yo éramos Alemanes de nacimiento, nativos de Berlín, y vivíamos allí cuando una bomba nuclear de dos megatones vaporizó la ciudad. Gustav Gruenwald, mi hermano, me llevó a cuestas a través de un paraje contaminado de radiación. Nadie pudo comprender cómo logramos sobrevivir. Era obvio ahora que mi Niisan había hecho conexión con el poder del Fénix, protegiéndonos a ambos... Y durante ese tiempo yo fuí unido a Hades.

Fuimos recogidos por el gobierno Alemán, y trasladados de un orfanato a otro hasta eventualmente acabar en Japón. El archivo de todos modos mostraba que nuestros “accidentales” movimientos de un hogar a otro fueron orquestados por la Fundación.

Una vez en Japón, el Viejo Kido nos adoptó. Mi nombre se cambió a Shun y Gustav se volvió Ikki. Ambos, mi Niisan y yo, éramos mutantes, lo cual no lograba entender; ¿no se necesitaba a alguien con un gen mutante latente para que tuviera que aparecer en la siguiente generación?.

Mordí mi labio y dudé. Eso sólo podía significar una cosa: Uno de mis padres no era mi pariente biológico. Continué: El Viejo Kido era nuestro padre.

Me hundí en la silla y eché una mirada al cuarto de computadoras. Estaba vacio, lo cual era bueno. No quería que nadie viese mi mandíbula caer al suelo. ¿Kido era mi padre? ¿Seiya era mi medio hermano?.

¿Con quien más estaba yo emparentado? Tuve el presentimiento que los cien huérfanos eran la descendencia del Viejo.

Cerré mi archivo y accedí a los diarios personales del Señor Kido. Comencé a leerlos a las nueve P.M.

A las cuatro y veinte A.M. acabé. Mi reflejo en la mesa de acero era de mármol blanco. Todas mis sospechas fueron confirmadas. El Viejo Kido era el padre de los cien huérfanos, menos uno, más algunos otros Santos. Mantuvo su reputación. Kido había sido la encarnación mortal del Dios Griego Zeus. El personalmente creó a los candidatos para las encarnaciones de los guardaespaldas de su nieta. ¡Supo quiénes vivirían y quienes no! ¡Lo sabia todo! ¡Usó a sus propios hijos, enviándolos a campos de muerte a fin de forzarlos a despertar los poderes cósmicos latentes en ellos!.

¡Los Santos de Bronce eran semidioses! Nuestras presentes vidas eran sólo una fase en un interminable circulo de reencarnación, batalla y muerte. Cada ciclo comenzaba con una guerra terrenal, y concluía con el retorno de Hades y la batalla de los Santos contra el Dios de la Muerte. ¡Todos moríamos, para volver a regresar!.

Kido - -Zeus- - intencionalmente preparó la separación de nuestras madres; y no sólo permitió, sino que planeó las muertes de la mayoría en los campos de entrenamiento - -sacrificios, “perdidas aceptables” si ello lo guiaría a la creación de los chicos de bronce. Comencé a temblar. ¡Shiva y Vishnú, qué abominable! ¡Toda mi vida sólo había sido el movimiento de un peón en el tablero de juego de los Dioses! ¡La vida de todos! ¡Por la espada de Kali: Hades tenia toda la razón!.

Dí un inarticulado grito de ira y golpeé con mis manos el teclado. Este dió un débil chispazo y echó humo; la pantalla exhibió un mensaje de “error”.

¡Mentiras, mentiras, mentiras! ¿Cuántas mentiras más había estado viviendo? Me dirigí a otra terminal y me adentré en los archivos que quedaban. Kido era padre de todos los huérfanos menos uno: Shiryu. Tenia que descubrir por qué se molestaría en tomar bajo su cargo un niño que no era el suyo.

La respuesta llegó rápidamente. Shiryu no tenia padres, aparecido aparentemente en China cuando bebé en el hogar de una pareja sin hijos de la cual Kido era huésped en ese tiempo. El Viejo percibió un gran poder en el niño - -poder que no detalló en sus diarios. Sólo sintió que estaba destinado que el niño arribara en el lugar y tiempo justos.

Tenia sentido. De algún modo Shiryu había parecido un poco diferente del resto de nosotros. Ya desde muy pequeño había sido calmado y disciplinado, pensativo y sabio. Ni Tatsumi ni los otros jamás lo golpearon ni intentaron dañarlo. Y hasta su maestro había sido un hombre más amable y gentil que la mayoría de los otros.

Ahora odiaba al viejo más que nunca. Era tan malvado como su hermano Hades. Cerré el programa y me puse de pie. La Fundación estaba construida con mas sangre de la que había imaginado. La madre de Seiya continuaba viva... Zeus era mi padre... ¡Vishnú! ¡Athena era mi hermana!

La habitación pareció ladearse y unas manchas bloquearon mi visión. ¡Yo mismo había
asesinado a mi verdadera familia! ¡Niisan! Tenia tres hermanos... ¿tres? ¡Había tenido docenas de hermanos! Mi cuerpo se colapsó contra el escritorio y las lágrimas sofocadas brotaron de mí. ¡Era injusto! ¡Alguien debió decírnoslo! ¿Por qué no nos lo dijo Saori? ¡Ella debía saberlo todo también!.

¿O también ella había sido sólo otro peón en el tablero?

5 de Abril, 1990.




La oficina estaba decorada con paneles de roble y cedro. Cerca de la ventana se ubicaba un enorme escritorio, y las estanterías de libros se alineaban en dos paredes. El piso estaba alfombrado en un color rojo profundo, y una pintura de Notre Dame de Matisse colgaba en otra pared. El Viejo Kido prefería una atmósfera artística y refinada; teníamos mucho en común, aunque a mí me agradaba vestir casualmente. Los únicos cambios que había hecho fueron los de colocar unas cuantas fotografías de Saori y mis hermanos. Disfrutaba verlos; me traían buenos recuerdos y me recordaban por qué estaba yo allí. El rostro de Hyoga me alentaba a mantenerme de buen ánimo; lo amaba casi tanto como amaba a mi Niisan.

La ventana daba a las calles de Tokio. Desde donde estaba podía ver el edificio Fuji. Corrí las enormes y blancas cortinas, me dirigí al escritorio, y me senté en el gigantesco sillón de cuero.

Me recliné y lo hice girar con un gentil empujón contra el escritorio. Observé el techo virar. Tenia doce años y manejaba una compañía. La oficina, el traje nuevo, el portafolios, los papeles de trabajo, todo me hacia sentir adulto. Excepto por el sillón, el cual era demasiado grande, haciéndome pensar en un tíovivo para adultos ricos.

Tenía una reunión de consejo en diez minutos. Detuve el sillón abruptamente, sintiéndome culpable. Si Tessa me atrapaba jugando, pondría el grito en el cielo.

Presioné el botón que retornaba el respaldo a su antigua posición y abrí mi maletín. Hojeé los reportes de inversión de la Fundación. Tenía una idea que quizás salvara a la compañía. Era radical, pero no había realmente nada que perder. La Fundación estaba a punto de colapsar en cualquier momento.

Mi teléfono sonó. Tomé el auricular. “¿Hola?.”

“Señor Gruenwald, la señorita la señorita Tessa Lafayette está aquí.”

“Déjela pasar.” Mi secretaria específicamente me llamaba Gruenwald porque yo rechazaba el apellido Kido. Yo no era un Kido. No con lo que Zeus hiciera

La puerta se abrió y Tessa entró. “Hola, Señor Gruenwald.”

“Hola.” Acomodé mis lentes. “Siéntese.”

Lo hizo y observó a su alrededor. “Noto que ha agregado algunos toques a la habitación.”

“Debía personalizarla.”

“Saori nunca se atrevió.” Observó Tessa. “Me sorprende que usted lo haya hecho.”

“Ahora es mi oficina.” Tomé mi reporte. “Pasé toda la noche tipeando esto. Debería estar claro como el cristal. Esta es mi proposición, los inversionistas y el Consejo pueden leerlo y gritar.”

Tessa echó una ojeada al archivo. Su rostro se volvía mas pálido cada minuto. “Shun...”, su delicado rostro se retorció ligeramente. Entonces apretó los labios. “¿Señor Gruenwald, se ha vuelto loco?.”

La reacción era la que yo esperaba. “No. Luego de revisar los papeleos y tus propios reportes, comprendí que no seria fácil salir de la situación. El Consejo ha dejado muy en claro que están considerando la oferta de Lanier. Yo no vendería la Fundación.”

“¡Pero usted está sugiriendo que compremos toda la participación de nuestros inversionistas! Si alguno de ellos no cede - -y muchos no lo harán, ciertamente - - Monsieur, barrerá con sus activos; y probablemente deberá vender todo lo que posea fuera del corazón mismo de la Fundación. ¡Y lo que esta haciendo con el Consejo!”

“Tú misma me has dicho que el Consejo estaba más interesado en su beneficio personal que en la sobrevivencia de la Fundación. La Fundación ha sido siempre una compañía manejada por un solo hombre, y a diferencia de algunas de las gigantescas firmas con base en Japón ésta no inspira la misma lealtad. No aún, de todas maneras. Si no logro adquirir las participaciones de los miembros del Consejo, estos pueden intervenir lo suficiente como para hacer que la Fundación se hunda no importa lo que yo haga... Y luego se repartirán lo que quede. La sección diez de mi reporte te mostrará por qué creo poder reimplantar un nuevo capital, y respaldarlo para colocar a la Fundación en un sistema rentable otra vez, pero solo si consigo el completo control. ¡Tessa, es esta rivalidad interna lo que nos está matando! No somos la única compañía allí afuera. ¡Mientras no logro hacer nada, las Industrias Lanier silenciosamente están logrando hacer mermar nuestros propios mercados! Aún tenemos la tecnología y el potencial para competir con ellos paso a paso, pero no si continuamos luchando así. Necesitamos fabricar nuevos productos, descubrir nuevos mercados, hacer nuevas alianzas, incluso si nos toma cada centavo que tenemos. Si el Consejo no esta listo para abandonar la Fundación, entonces, por Shiva, la Fundación abandonará al Consejo.”

“No bromea con esto.” Tessa hizo el comentario con un dejo de duda.

“¡El Consejo está aniquilándonos sólo por relamerse ante las ganancias, intentando conseguir ofertas del exterior mientras nos hundimos! Todos serán despedidos, y si quieren sus ganancias a corto plazo, entonces pueden aceptar mi oferta por su capital, o encontraremos una manera de inutilizarlos.”

“¡Pero esos hombres trabajaban para el Señor Kido, le ayudaron a construir la compañía, el los colocó donde están!.”

Apreté los dientes. “Tessa, ellos fueron recogidos por un asesino. ¡No menciones su nombre como si esa fuese la razón para hacer esto! ¡El construyó esta Fundación sólo como una parte del mismo plan que mató a la mayoria de nosotros! Kido recogió a esos hombres con ese propósito.” Incluso sabia por los archivos que el viejo no había planeado trabajar con ellos para siempre; les había hecho otras promesas que nunca intentó complacer. “Quiero un Consejo que desee realmente el crecimiento y la prosperidad de la Fundación, que deseen convertirnos en algo respetado, no temido, u odiado, o como hazmerreír. Quiero un monumento para mis hermanos.”

Finalmente Tessa asintió, y se puso de pie. “Muy bien, Shun.”

“Bien, que comience la purga inmediatamente. Quiero a todos los huevos podridos fuera mañana por la tarde.” Me incorporé y tomé mi maletín. Preferiría estar mirando MTV en estos momentos. Estaba atascado actuando como un adulto. Hasta que estuviera en casa; entonces volvería a llorar y a preguntarme por que los otros no estaban conmigo.

 

 

12 de mayo, 1990.





Hice un alto para ponerme al corriente de ciertas cosas que había dejado de lado mientras estuve combatiendo durante más de dos años. Una de ellas era la música. Era tan extraño como habían cambiado las cosas. Los Japoneses se habían acercado al Europop y el heavy metal, mientras que ahora los Americanos estaban introduciéndose lentamente al rap. Dos años atrás era América quien sobresalía en la escena metalera.


El rap me tenía sin cuidado, pero los Americanos siempre habían tenido talento para la música. Hacían que los Nipones mordieran polvo. Creo que esa fue la causa de que oyera más rock y pop Americano cuando tenía tiempo en el pasado. Ahora contaba con mucho tiempo, y descubrí que estaba ahogándome en metal. No lograba entender demasiado bien las palabras - -mi inglés no era muy bueno , y los cantantes no se expresaban muy bien tampoco - - pero eso no me interesaba. Me gustaba el sonido.

Seiya amaba la música. Me eché en la cama y removí mis auriculares. Ya estaba harto de oír a Poison, de todas formas. Observé el panel y suspiré. Billy Idol solía ser el favorito de Hyoga, y a mi hermano gustaba de oír AC/DC. Shiryu era distinto de nosotros hasta en esto: Disfrutaba la clásica y cultural música de Europa, China y Japón. Seiya solía molestarlo por ello: “¡No entiendo como demonios puedes oír esa cosa; yo la uso para irme a dormir!”

¿Cuál era el grupo favorito de Seiya? No podría asegurarlo. A Seiya realmente le gustaba casi todo, aún la música clásica por la cual fastidiaba a Shiryu.

Recordé que hablaba sobre un grupo llamado Rush... ¿no eran un viejo grupo, como los Rolling Stones, pero más creativo?. Intenté traer de mi memoria alguna de sus canciones, pero no tuve éxito. No conocía a esos grupos que existían antes que yo tuviera suficiente edad para caminar. Si Seiya, y él siempre deseó ser músico cuando creciera.

Ya nunca crecería. Estaba muerto. ¡Maldición, comenzaba de nuevo!. ¡Estaba pensando en ellos y sintiendo lástima por mí mismo!. ¿Por qué no podía dejarlos ir?.

Salté del lecho, crucé la habitación y tiré hasta abrir las puertas del armario. Tomé el block de dibujos sobre la Urna de mi Armadura, y me eché al suelo, sosteniéndolo.

Comencé a hojearlo. En cada página había un boceto de cada uno de mis hermanos y sus símbolos. Cada dibujo era un detallado diagrama de una escultura en potencia. Pensaba que si hacia una estátua de cada uno de mis amigos, ello me ayudaría a dejarlos ir. Pero la verdad era que no había tenido tiempo. Si no estaba sintiendo lástima por mí mismo o simulando ser un niño, trabajaba en la compañía. Por dentro sabía muy bien que en realidad evitaba pensar en mis hermanos.

Quizás debía considerar un funeral para ellos. ¡No!. Eso significaría entonces que yo tendría que... Significaría que realmente estaban muertos. Pero lo sabía; ¿por qué entonces me asustaba tanto decirles adiós?.

Hyoga, Niisan, Seiya, Shiryu, ¿por qué tuvieron que morir y dejarme solo?. Nuevamente sentí el dolor en mi pecho; las lágrimas brotaron, y un sollozo intentó escapar de mi garganta. ¿Cuándo se detendría? ¿Por qué no podía dejarlos ir? ¿Era porque también yo debía morir?.

El plan volvió a mí. Había estado tan ocupado con el trabajo en la Fundación que por poco y lo olvidaba. El miedo tensó mis entrañas. ¡No deseaba morir! ¡Me aterraba!. Era por eso que no lograba dejarlos ir; me aterraba seguir el destino de mis hermanos. Pero tenía que hacerlo - -para restaurar su honor y proteger el mundo.

Salvar la Fundación no sería suficiente. Quizás restaurara algo el honor de la memoria de los huérfanos, pero no serviría con Hades.

Respiré hondo. Hasta donde podía decir, lo que planeaba con la compañía estaba funcionando. Empleé todos mis activos y extendí mi crédito hasta el límite Los únicos bienes que había conservado, aparte del mismo capital, eran la mansión y suficientes propiedades para respaldar la garantía del crédito que pidiera.


Los bienes de la Fundación estaban seguros. Habría mucho trabajo que hacer, pero lo peor realmente ya había pasado. Tatsumi, Tessa, y el nuevo Consejo podían hacer el resto. Mi trabajo estaba hecho.

Me puse en pie y tomé la Urna de mi Armadura. La caja misma había cambiado; era dorada, con un caríz de plata y bronce aquí y allá. Cuando Hades tomó posesión de mi cuerpo yo era un Santo Dorado. Ahora, sin embargo, no era nada mas que un niño de doce años. Normalmente además, sentiría una descarga del Cosmo si me acercaba a la Armadura, pero ya no. La Armadura estaba tan muerta como yo por dentro. Tiré de la manilla en el frente de la Urna. Esta se abrió con un golpe seco, aunque sin nada de chispear de energía, o del cambiante poder que normalmente acompañaba a su abertura.

La Armadura era de un magenta vibrante, y cuando la rodeé despidió destellos dorados. Y su forma también era diferente, más imponente debido a las armas adicionales. Andrómeda... Vishnú, levanté una mano para tocarla. Mi mano tembló como una hoja. Andrómeda. Era tiempo de retornar su honor con un sacrificio adecuado.

Cuidadosamente removí la armadura de la caja, y me la coloqué pieza por pieza. Las botas y rodilleras primero. Subieron hasta mis muslos. Un estremecimiento oprimió mi espina y golpeó como un martillo en mi cerebro: ¡el Cosmo!

Era como si mi cráneo estuviera en una prensa; la habitación se nubló y salió de foco, y caí sobre una rodilla, parpadeando para ahuyentar las manchas en mi visión. Mi suéter y jean se transformaron en el ropaje rosa, lo único que siempre se formaba bajo la Armadura de Andrómeda. Una alegría momentánea me puso en pie. ¡No lo había perdido! ¡Aún continuaba siendo un Santo! ¡tenía Cosmo! ¡No era muy fuerte, y mi cuerpo no estaba listo aún para canalizar tal poder, pero allí estaba: aguardando!.

Quité la protección para el pecho, y las de los hombros. Luego los guantes. La Cadena de Andrómeda tintineó con el movimiento de mis brazos. Una vez más era el Santo de Andrómeda.

Oscuros recuerdos empañaron mi alegría; si nuevamente estaba convirtiéndome en el Santo de Andrómeda, si mi alma estaba más que curada, ¿cuánto tiempo podía esperar que Hades continuara durmiendo?.

Pero era claro que ahora era Andrómeda; lo cual significaba que mi hora de morir había llegado.

Me incliné y tomé la espada de la pared. Cuando la desenvainé tañó como una campana. El plateado filo brilló como una estrella; extrañas palabras Griegas aparecían grabadas en el suave metal. Me arrodillé, entonces, sosteniéndola ante mí como un dios. Incliné la cabeza y recé una plegaria.

“Kali y Shiva. Les pido que tomen mi alma rápidamente. ¡Vishnú, concédeme la libertad de la Rueda de la Vida! ¡Ya no recicles esta cansada alma! ¡Por favor, he tratado de servirles bien; permitan que Shun Gruenwald descanse!.”

Elevé mis ojos. Cambié mi sostén en la empuñadura, y volví la espada hacia mi abdomen. El filo destelló ávido por mi sangre. Tragué mis lágrimas. “Niisan, Hyoga, Seiya, Shiryu, Athena. ¡Moriré por ustedes!.”


“¡EN NOMBRE DEL CIELO! ¡SHUN, QUÉ CREE QUE ESTÁ
HACIENDO!.”


Levanté la cabeza lo suficiente para ver a Tatsumi parado en la puerta. Una fuente con cinco emparedados, patatas fritas y un Dr. Pepper yacían en el suelo y a sus pies. La soda volcada y esparcida por la alfombra.

Silenciosamente abrí la boca. No dije palabra. De todos, sólo Tatsumi comprendería. Era Japonés y entendía a los Samuráis. Mi mano se retorció. La espada besó mi vientre y la sangre brotó sobre mi ropaje.

Tatsumi atravesó la habitación. Sus manos se cerraron en la espada y la liberaron de las mías. “¡Maestro! ¡se lo ruego! ¡Vuelva a meditar su decisión!.”

¿Meditar esta decisión? Mi mano intentó volver a aferrar la espada, pero ya ella había apartado, mientras sostenía mi mirada. “¡Shun!.”

Me desaprobaba. Era como si yo hubiera cortado su corazón con el filo. Esos oscuros ojos se veían llorosos. Se apartó de mí y enfundó la espada. La depositó cuidadosamente en la pared de mi armario. El viejo imbécil me amaba. Lo único que le quedaba del Viejo Kido era yo.

Yo era su hijo, de alguna forma. Me aturdió la confusión y permanecí en el piso. ¿Por qué no me dejaba morir? ¡Estaba listo para ello!. Tenía que hacerlo por ellos... ¡por todos!. Mis sollozos se transformaron en lamentos. Algo me rodeó, y me sentí presionado contra un cuerpo cálido: Tatsumi. Me levantó, me llevó hasta mi cama, y se sentó.

“Todo estará bien, Maestro. Disculpe si mis acciones parecen deshonrarlo. Algún día entenderá por qué lo hice.”, dijo en una baja voz, reconfortante. Se meció atrás y adelante, acariciándome como a un enorme bebe.

Había creído que estaría en mi derecho al unirme a mis hermanos, pero Tatsumi no lo entendió así. Era tiempo de decirle el por qué. Entonces, finalmente, podría morir...

 





Nos sentamos en la cocina. Tatsumi había echado fuera a los sirvientes que permanecían antes de comenzar a hablar. Me fué casi imposible contarle la historia sin romper a llorar. Aún así, de algún modo conseguí llegar al punto donde invocara a la segunda línea de Santos de bronce, y a los de Plata. Sequé una lágrima con cuidado, y entrelacé mis manos cuidadosamente frente a mí. Tatsumi se inclinó y sostuvo mis dedos en los suyos. A duras penas lograba creerlo: ¡Tatsumi se interesaba, y aún más, no me odiaba!.

“¡Shun, usted no es un deshonor para sus hermanos! Usted peleó en Hades he hizo lo más honorable. Con lo poco que quedaba de su voluntad, invocó a las únicas personas capaces de destruir a Hades!.”

¡Maldición, seguía sin comprender!. Aparté mi mano y tomé un emparedado. Era el octavo, pero estaba deprimido, y suelo comer cuando lo estoy. Había seis emparedados más de mantequilla de cacahuate, y patatas fritas en mi plato. Intenté acabarlos y comer más. “Tatsumi, no pudieron destruirme.”

“Pero sí debieron haber destruido a Hades, Shun”, dijo. “El mundo aún está aquí. El Gran Eclipse ha pasado.”

“No, no lo lograron. Yo...”. ¿Cómo podía decir yo? ¡Yo estaba pensando como Hades a la vez! ¡Estaba contaminando mi cerebro!. “Hades los golpeó con esa idea. ¡Ni siquiera tuvieron chance de tocarlo! Sólo Marín vivió lo suficiente para decirle algo a Seiya.” El emparedado cayó en la mesa. Recordé el rostro de Seiya cuando su sensei murió: La angustia, la ira, fué él quien pensó en el ataque final. Lloré otra vez y escondí mi rostro en mis manos. “Seiya... Recuerdo que fue él quien apeló al Cosmo de los otros. El poder era tan grande que destruyó sus armaduras. ¡Pude sentir su dolor; todos habían llegado más allá de sus limites! El poder estaba consumiendo sus almas, destruyéndolos para siempre, muerte real! ¡Tatsumi!.”

Unos dedos se deslizaron en mi cabeza y frotaron detrás de mi oreja. “Todo esta bien, Shun. Ellos tomaron su decisión. ¡Ya es tiempo que usted deje de culparse.”

Las lágrimas no se detuvieron. Sí, ellos tomaron su propia decisión: la de detenerme, y yo continuaba vivo. ¿Por qué el no podía comprenderlo?. “Seiya entendió que el único modo de destruir a Hades era destruyendo mi alma y mi cuerpo, mientras fuera yo mortal. Al mismo tiempo la única cosa que podían lograr con la fuerza que tenían era encerrarme en el espacio entre Elysium y el Hades, La Gran Barrera misma. Cualquier materia viviente entrando en este espacio es destruida instantáneamente. Es como el contacto entre la materia y la antimateria, sólo que peor. ¡Cuerpos y almas explotan! ¡Boom! ¡Despedazados en millones de partes!.

Tieso, Tatsumi se puso de pié. Pude sentir que su dolor por la Señorita Saori aumentaba. Me odiaba. Y yo había matado a Saori. “Pero usted no murió, Maestro.”

“Porque Seiya hizo un cálculo erróneo... otra vez. Para cuando él y los otros alcanzaron la fuerza para llevarme hacia la Gran Barrera, yo ya era inmortal. ¡Mi cuerpo fué destruido, pero resucitó meses mas tarde, por sí mismo!. ¡Hades sigue aquí, aguardando poseerme!.”

El pálido rostro ante mí bajó la vista. Enterré el rostro en mis manos y sollocé. ¡Por favor, Vishnú, lo que sea que él decida, no me hagas destruirlo también!. “En orden de restaurar su honor, debo morir. ¡Hades debe ser destruido! ¡Si vive, algún día todo por lo que ellos lucharon será destruido!.”

Un par de manos cálidas frotaron mis hombros. Levanté la cabeza y lo atraje hacia mí. Nada. Mi vista llorosa se posó en el. Tatsumi estaba herido porque amaba a Saori, pero también a mí. Era, en el más real sentido de la palabra, mi padre. “Maestro, los demás no fallaron. Despertaron su divinidad, ¿no lo comprende?. Hades era ambos, bueno y malo. Siempre ha sido de esa manera en la historia. Lo que fuera que sucediera hace tiempo cambió a Hades, lo convirtió en algo que nunca había sido. Shun es Hades, pero un Hades con un lado benigno. Y la divinidad en usted debió mostrarle a su lado oscuro los beneficios de la luz. De ese modo algún día Hades conseguirá un balance consigo mismo. El único capáz de destruir la malignidad de este Dios es usted, Shun.”

“¡Pero no puedo! ¡Soy débil, caeré fácilmente!.” Volteé para encontrar la mirada de Tatsumi. “¡Tengo que morir.”

“¿Puede un alma que representa la muerte morir cuando la muerte sigue existiendo? Shun, si usted muere, la única cosa que Hades recordará es el resentimiento. Jamás entenderá la fuerza en la bondad. No verá su muerte como algo noble a hacerse, sino como algo hecho por cobardía y despecho. Ambos caerán para siempre en el odio. ¡Las muertes de sus hermanos y de Athena serían por nada.”

Esas palabras... Comencé a objetar, pero de pronto comprendí que Tatsumi tenía razón. Mi muerte sólo sería un falla. Me estremecí y caí en sus brazos. Si yo moría, Hades nunca aprendería su lección y renacería en el odio. Athena y sus Santos retornarían para luchar contra él, y mis hermanos y mi dolor continuarían por toda la eternidad. ¿Me había sucedido esto antes? ¿Era por esto por lo que me había mantenido reencarnando a través de la historia?. ¡Shiva, dios de la creación y la destrucción, ten piedad! ¡Permíteme acabar ahora este ciclo! ¡Concédeles a mis hermanos y a Saori la paz de su descanso!

Tatsumi me acunó hasta que aparté el rostro de su pecho. Gentilmente secó mis lágrimas con su pañuelo. “Déjeme ayudarlo, Maestro. Sus muertes no deben continuar en vano.” Para mi asombro, también vi lágrimas en su rostro. Shiva, debí haberlo asustado más de lo que imaginé.

Asentí y sollocé. “Ok, lo entiendo. Tienes razón. Sólo el Shun que vive puede derrotar al Dios de la Muerte. Te prometo que haré todo lo que pueda para enseñar eso a esa parte de mí. Gracias, Tatsumi.”

Asintió a su vez. Tatsumi, mi entrenador, mi guardián, mi guardaespaldas, mi amigo, pero mayormente mi padre. Ya no el hombre que nos golpeaba a mí y a mis hermanos cuando éramos niños. Supuse que nuestras muertes le demostraron que éramos su única familia. No, era más que eso. No había hecho lo que hizo porque fuera un hombre cruel, sinó porque el Viejo Kido le había dicho qué hacer y por qué. Su devoción por Saori demostraba cómo era él realmente, y cuando desaparecimos, cuando todo acabó, hubo de darse cuenta de lo que sentía en realidad. Nos amaba, y fue por eso que quiso ayudarme. Él era lo único que quedaba del Viejo Kido que me gustara. ¡Sentía mi dolor!. “Tatsumi, no sé si signifique algo para tí, pero quiero que sepas que no te odio, lo que hiciste en nuestro pasado está olvidado. Te has preocupado. Arigatô. Domo arigatô.”

Me recosté en él y me permití llorar nuevamente, pero aliviado. ¡No tenía que morir!. Sentí que Tatsumi presionaba su rostro contra mi cabello y oí su voz. “Maestro, usted es más fuerte de lo que cree. No puede saber lo que su perdón significa para mí. Usted es verdaderamente un ángel.”

¿Ángel? Mis sollozos se detuvieron por un momento. Había cinco Ángeles más a quienes decirles adiós. Me aparté, sequé mi rostro, y asentí. “Tatsumi, tengo que decirles adiós. Yo... tengo que despedirme de mis amigos.”

Bajó la cabeza. “Supongo que también yo debería. Cuando lo encontramos esperaba...” Ví tristeza en sus facciones nuevamente. Mi historia de lo acontecido en Hades le había quitado toda la esperanza que mantuviera. Pero su rostro se suavizó. “Sí, tendremos un gran funeral para ellos. Contrataré a los mejores arquitectos y ellos diseñarán un magnífico mausoleo, un monumento para su familia.” Extendió sus manos en un gesto expansivo.

“No, por favor”, dije. Tatsumi parpadeó, confundido. “Quiero decir: sí quiero un funeral - -pero uno privado, sólo para aquellos de nosotros que realmente los conocimos. Y permíteme designar las tumbas. Tengo algo especial en mente. Los constructores seguirán mi diseño.”

Sus oscuros ojos me recorrieron, pero él sabía que esculpir había sido uno de mis dones reales, y el arte y las viejas construcciones, mis amores. Tatsumi sonrió. “Por supuesto, Maestro. Confío en sus habilidades, y ese regalo de despedida es el único que todos apreciarían.”

Él creía en mí. Yo creía en mí. ¡Era un sentimiento fantástico!. Nuevamente tenía algo que hacer. ¡Me sentía como un Santo, y estaba orgulloso de eso!.

 

 

 

 

v.



“¿Bon Jovi? ¡Kiki no insultes mis gustos! ¿Por qué me molestaría oír a un muchacho bonito como él?.” Tiré el brazo hacia atrás y dejé escapar el dardo. Dió justo en la foto del Viejo Kido, entre sus ojos. Sonreí maliciosamente y observé a Kiki. “Me agrada mi nuevo blanco, ¿y a tí?.”

El pelirrojo Jamirense echó la cabeza hacia atrás, riendo. “Sí, pero no dejes que el viejo domo cromado lo vea. ¡Te colgará por tu Buster Browns!.”

"¿Buster Browns?. No entiendo.” Los Jamirenses eran una raza aislada que casi nunca habían tenido contacto con el mundo exterior. Algunas veces la jerga utilizada por Kiki me hacia pensar que intentaba compensar el aislamiento de su entera cultura.

“No importa.” Kiki se deslizó de mi escritorio y dejó el marcador en mis manos. “En cuanto a Bon Jovi, pensé que quizás te gustara porque era bonito. Ya sabes, el modelo a seguir.”

“Puedo ser bonito, pero no porque quiera serlo. Algunos chicos se acicalan para serlo. Yo tuve que trabajar realmente duro para ser algo más.”

Kiki asintió. “Perdona. No quise... Bien, olvídalo.” Tomó un dardo y estudió el objetivo.

Así una bolsa de patatas de la silla, metí la mano y saqué un puñado. Entonces recordé algo: Kiki solía hacer trampa. “¡Nada de telekinesis con los dardos, Kiki, o le diré a Tatsumi que usar la fotografía del Viejo Kido fue tu idea!.”

Kiki trastabilló y el dardo voló fuera. “¡Hey, tú, grandísimo soplón peliverde, eso fue injusto!.”

“¡Tienes que concentrarte más, Kiki!.” No pude menos que sonreír y atiborrarme de crema ácida y patatas fritas con gusto a cebolla. Se lo merecía; siempre hacia trampa. A pesar que mi sentido del Cosmo era débil, podía sentir sus intentos de sobrepasar mis tiros telequinéticamente. “¿Más Coca-Cola?.”

Kiki sonrió con desprecio, sin más oportunidad que la de sólo arrojar los dardos . “¡Sí, si me la sirves sobre tu lindo y pequeño rostro, Greenie!.” Sin embargo, noté que otra botella flotaba en el aire hacia él, la tapa se quitó a mitad del vuelo, y sólo me pasó por alto.

Greenie. Seiya acostumbraba a llamarme así. Extrañaba cómo sonaba, especialmente cuando era dicho por él. Greenie. Levanté un mano y la deslicé a través de mi largo cabello. Había estado a punto de cortarlo hasta mis hombros, pero cambié de idea. Ese Shun Gruenwald estaba muerto, junto a sus hermanos, en Hades. El que estaba aquí era diferente. “Así que tengo un bonito rostro. No puedo evitarlo. Los doctores dicen que mi cuerpo esté produciendo estrógeno.” El estrógeno era la hormona que producían las mujeres. Pero podía decir que los doctores estaban perplejos por el hecho que yo producía ambas hormonas, estrógeno y testosterona en grandes cantidades. El tema me ponía nervioso. La pubertad estaba haciéndome cosas crueles. Prefería olvidarlo. Me puse en pie. “Juguemos Zillion o algo, Kiki.” Tal vez, pensé, no pudiera usar su telequinesis en los rayos de luz.

“Claro.” Guardamos los dardos con cuidado en su caja, y los guardamos con la fotografía del Viejo Kido. “¿Cómo son las esculturas designadas para la futura tumba?.”

La voz de Kiki bajó su volumen repentinamente. Nuestras voces tendían a ello cuando hablábamos de los otros. Mordí mi labio. “Tenía la intención de preguntarte algo: ¿Puedes teletransportarme al Santuario? Necesito mármol. Y quiero un bloque apropiado de cada uno de sus templos zodiacales.”

Mi animo cayó cuando Kiki negó con la cabeza y el ceño fruncido. “Shun, el Santuario fue completamente derruido por las tropas UN, mayormente Americanas y Rusas. Cuando la gran batalla ocurrió en los avernos, sábes que la mitad de la Isla explotó. Todos los gobiernos pensaron que había explotado una bomba en el sitio. Combinada con esa otra explosión en Tanzania, bien, créeme: Paranoia ha sido la palabra clave desde entonces. Esas dos bombas casi inician un intercambio nuclear.”

¿Tanzania? Había estado tan ocupado con los negocios que apenas oí sobre ello. “No sé nada de Tanzania, pero ambos sabemos que no fue una bomba lo que afectó al Santuario: fue Hades.”

“No, Shun, no provino de Hades.” Kiki apartó la vista. ¿Qué le sucedía? No era como si yo no supiera nada de lo acontecido en el Santuario. ¡Si yo mismo lo había causado!. “Shun, el mundo está cambiando.”

“¿Qué quieres decir con cambiando?.”

Se encogió de hombros . Abandonamos mi oficina y volvimos a mi habitación. Tomamos las armas Zillion y sus unidades de sensor. “Shun, Shaina no murió.”

¿Qué? ¿Shaina estaba viva? Parpadeé. “No puede ser. Creí que la había matado.” Una pequeña esperanza brilló con el destello de un rayo de sol en mi corazón. ¡Shaina estaba viva y yo no estaba solo!. “¿Cómo puedo contactarla?.”

“No lo sé; partió hacia Egipto. Julián también está vivo, así que no eres la única fuerza sobrenatural que queda en el mundo”, dijo Kiki. Bajó su mirada. “De hecho... esas explosiones... bien, tú sabes cómo puedo manipular fuerzas dimensionales...”

“Sí.” Activé mi arma y apunté al sensor de Kiki. Éste bipeó cuando apreté el gatillo.

Kiki apuntó un furioso dedo hacia mí. “¡Deja de jugar mientras intento decirte algo, Greenie!.”

“O.k.” Enfundé el arma. “Sólo controlaba para comprobar si funcionaba. Kiki: estoy oyéndote.”

Se encogió de hombros apologéticamente. “Si, lo se. A veces olvido que realmente eres un adulto por dentro.”

Que ciertas eran esas palabras. Jugaba en apariencia, pero por dentro tomaba cada palabra en serio. Como Andrómeda podía yo también manipular fuerzas dimensionales. Creí saber a que se refería Kiki.

“Sientes una turbación que no desaparecerá.”

Asintió cortamente. “Shun, yo solía hablar bastante con Mö. Y a juzgar por lo que él decía, bien... Creo que la Gran Barrera es mucho más que una pared separando Hades, Elysium y el mundo real. Realmente es La Gran Barrera - -una pared dimensional que separa MUCHAS realidades diferentes.”

La situación comenzaba a tomar forma. Sentí como si mi corazón estuviera en mi garganta. Algo sucedió que cambio al mundo en sí. ¡Vishnú, no podía ser cierto!.

Kiki me sacó de mis pensamientos. “Cuando ustedes fueron impulsados contra la Barrera, la fuerza del Cosmo de todos la hicieron pedazos. Dos dioses y quien sabe cuántos semidioses murieron en el centro de la Barrera...”

“...Destruyendo al Santuario en consecuencia, y abriendo una grieta a través de la Barrera que conecta este mundo con... bueno, ¡con todo! ¡Por las espadas de Kali!”, maldije. “¡Kiki, ello abre nuestro mundo a cualquier versión concebida del averno, y quizás también a otros mundos reales!.”

Golpeé la pared con mi delicado puño. Los ladrillos bajo mis nudillos se quebraron. “¿Seiya, por qué demonios no pensaste antes de actuar?.”

“¡Bueno, siempre dijo que quería desaparecer con un estallido!”, dijo Kiki.

Sonreí débilmente. “Qué digo. Seiya hizo lo único que podía hacer. Salvó la Tierra. Shaina y yo solo debemos tener los ojos bien abiertos, nada más.”

Kiki asintió. “No culpes tanto a Seiya. Recuerda la otra explosión. Por lo que sabemos, algo en alguna otra dimensión ha estado intentando pasar.”

Dudé. “No necesito oír eso. Si es cierto, entonces lo que fuera que estuvo en esa explosión dimensional en Tanzania ya esta aquí. Y desde hace meses.” Deseé no haber oído nada acerca de ello. Mis sueños y esperanzas de una vida normal desparecieron.

Bien, eso era todo. Ya no tenia ganas de jugar Zillion. Me eché sobre mi cama y observé la pared. “Oh, bueno... Creo que no hubiera sabido que hacer con una vida normal si tuviera una. Una vez Santo, siempre Santo.” Debí haber sabido que no habría tenido el poder del Cosmo si no lo necesitaba.

Levanté la vista. “Bien, Kiki, ¿puedes conseguirme el mármol?.”

“Será difícil. Mierda, algunos de esos templos están irreconocibles.”

“¿Puedes conseguirlo?.”

Kiki sonrió. “Cuenta con eso, Greenie. ¡Mientras no te importen algunos reportes extraños sobre duendes nucleares apareciendo en sitios secretos!.”

Sonreí un poco, pero la broma de Kiki tenia un lado serio. ¿Nos causaría problemas si los gobiernos veian a Kiki allí?.

Probablemente no. No permanecería tanto tiempo, y quizás ni siquiera lo vieran. “Entonces consíguelo. Tengo diez estatuas que esculpir. Asegúrate que cinco de los bloques sean grandes. Quiero que Seiya, Hyoga, Shiryu, Niisan y Athena tengan monumentos especiales.”

Iba a ser mucho trabajo, pero tenia que terminarlo. Una vez hecho entonces podría preocuparme por el resto de mi vida.






Trozos de mármol y polvo aparecían dispersos por la habitación. Sobre la mesa estaban ocho prefectas estatuas: el Fénix, el Cisne, y el Dragón se levantaban por sobre las demás; sus suaves superficies brillando en la cálida luz del sol.

Deposité mi cincel por debajo de la mandíbula de mi última pieza. Un orgulloso Pegaso, erguido en triunfo. Las alas del semental estaban extendidas en perfecto detalle. Por lejos era mi mejor pieza. Cuidadosamente retiré las asperezas que restaban en su garganta. Era mi segundo intento de Pegaso. El primero acabó abrúptamente cuando corté su cabeza; a menudo desestimaba mi propia fuerza cuando estaba concentrado en mi trabajo. El mismo problema había demolido mi primer intento anterior de Cisne.

Terminado. Era hora de un descanso. Levanté la estatua y la deposité en la mesa con las otras. Mi cuarto de trabajo estaba abarrotándose. Nunca había producido tanto en tan poco tiempo; me sentía bien por ello. Nueve finalizadas, quedaba una: Athena. Planeaba convertirla en la mayor escultura. Nos mintió a todos todo el tiempo, pero estaba ligada a su padre y únicamente ella lo conocía bien; Tatsumi me había dicho que algunos de los diarios del abuelo de Saori se habían mantenido en secreto hasta después de Hades. De algún modo, también ella fue usada. Estaba atrapada en el ciclo de reencarnación tanto como el resto de nosotros, mientras Zeus permanecía sentado y observaba desde una distancia segura. ¡Al menos ella lucho de nuestro lado!.

A pesar de eso, Saori me agradaba. Fue una perra malcriada y rica en un principio, pero cambió luego de un tiempo. Y se preocupó lo suficiente como para renacer con nosotros. Le debía una estatua especial.

Abrí las cortinas y permití que el sol de Abril irradiara en mis mejillas. Pronto estaría terminado todo, y de acuerdo con Tatsumi, los constructores estaban finalizando la Tumba. “Bien, chicos, es hora de que Greenie vuelva al trabajo.”

Imaginé la risa de Hyoga. “Da, camarada. Sólo recuerda que la Venus DeMilo no fue esculpida sin su cabeza; ¡se la cortaron luego!.”

“Deja de criticar a Greenie; el chico no puede evitarlo si su cincel golpea una cabeza o dos”, dijo Seiya.

Podía ver a Shiryu levantando una ceja. “Su cincel es atraído por el cuello como Seiya por los barrancos.”

“Deja esa mierda del barranco, Platón. ¡Al menos no he sangrado tanto como para abastecer a la Cruz Roja!”, replicó mi Seiya imaginario con una sonrisa presumida alumbrando sus roji-marrones ojos.

Las lágrimas llenaron los míos. Removí mis lentes y sequé mis ojos. Los extrañaba, pero sus memorias me mantenían en pie. Entré al cuarto de baño adjunto a mi habitación y limpié el polvo de los anteojos.

“¡Deja de llorar, Greenie, o tus ojos se volverán tan rojos como los míos!.”

“¡Cállate, Seiya!.” Di una mirada a la estatua del Pegaso. “¿A quién engaño? Quiero oírte hablarme. ¡Los amo, muchachos! ¡Niisan, creí que nunca podrías morir! ¿Por qué no has vuelto? ¡Y tú, Saori, eres una Diosa! ¿Cómo no has vuelto? La Barrera no podría matarte. ¿Estaba tu alma tan agotada como para utilizar tu cosmo de Diosa?.” Me coloqué los lentes y eché una mirada a mi rostro. Aparecía veteado por las lágrimas. Y ahora estaba furioso con ellos. Me habían abandonado. ¡Seiya, tú siempre clamabas que nada podía detener tu reloj! ¿Cómo puedes estar muerto? ¡Siempre regresabas!.”

¿No era cierto? Ahora que lo necesitaba más, él se había entregado a la muerte. “¡Seiya eres un idiota!. Hyoga, tú eras mi mejor amigo. ¿Creí que nos habíamos prometido mutuamente que nunca estaríamos solos? ¡Dijiste que seríamos amigos para siempre!. ¡Shiryu, tú siempre estabas sobrepasando tu límite! ¿Por qué no pudiste hacerlo una vez más?.”

Esperé que contestaran. Mis oídos sólo recibieron al silencio. Estaban muertos y ya no me culpaba. Fue su culpa. “Sé lo que Seiya diría... Ser un buen muchacho significa hacer cosas estúpidas por la causa correcta... Como levantarte y luchar cuando estás medio muerto... Creo que también significa morir para salvar el alma de un amigo” Tomé una segunda inspiración. Pronto seria el funeral. Estaba permitiéndome sentir furia, lo que significaba que ya estaba casi bien. Al menos, eso era lo que mi psiquiatra me había dicho el otro día.

Volví a mi habitación, subí el volumen de Mötley Crüe y continué trabajando. Las lágrimas no desaparecieron, pero estaba triste. Sería capaz de decirles adiós en unos días; pero hasta entonces, los mantendría en mi corazón.





Decir adios no significaba olvidar. Las exequias habían terminado, pero aún podía oír las palabras en mi cabeza. Mis hermanos estaban muertos, pero no olvidados. Vivian en mi corazón y siempre estarían vivos en los corazones de quienes los amaban. Unas pequeñas gotas de lluvia besaron mis mejillas. Apreté más fuerte la mano de Tatsumi y entré a la Tumba. Estaba ornamentada con contrafuertes al estilo Griego. Enorme columnas Corintias se alzaban sobre mi cabeza. Sus amplias sombras cortaban de través el suelo marmóreo. Diez pilares de mármol se apoyaban en la lejana pared. Cinco pequeñas columnas soportaban las estatuas de la secundaria línea de los Santos de Bronce. Cuatro grandes pilares soportaban a mis camaradas. Entre ellos estaba Athena. Su estátua era un duplicado de la que existía en el Santuario: Una mujer alta, de armadura dorada, sosteniendo a Niké en una mano y con un gran escudo en el otro brazo.

Sus nombres fueron tallados en cada pilar; nuestros nombres reales y sus constelaciones. Nosotros éramos quienes representábamos. Alguna vez yo fui Andrómeda. Sonreí con sorna. Hyoga algunas veces llamaba a Seiya el trasero de caballo. Solo yo conocía la verdad detrás de esas palabras.

“Shun.” Era Miho. Ella y los huérfanos que nos conocían habían sido invitados al funeral .No había quien no llorara en el grupo. Dejé a Tatsumi, y la tomé entre mis brazos.

“Él te amaba mucho, Miho”, le dije.

“Lo sé.” Sus brazos se estrecharon en mis hombros. Teníamos la misma altura, y ella podía depositar su mejilla contra mi hombro. “¿Sabes? ¡Seiya-chan me dijo que quizás no volviera cuando él se fue!.”

Extraño. Nunca creí que Seiya fuera capaz de decir algo así. Quizás ese era un Seiya que yo no conocía. “No.”

“Lo hizo, pero no le creí. ¡Tendría catorce años, Shun!¡Saint Seiya era un muchacho, no un hombre! ¿Por qué tuvo que morir?.”

Todos éramos jóvenes. Mi Niisan era el mayor, tenía sólo diecisiete años cuando murió en Hades. Yo tenía once, Hyoga quince, Shiryu... ¡Vishnú, sólo tenia dieciséis! Quise llorar. ¿Cómo los niños podían ser hombres y hacer el trabajo de los hombres? Nuevamente odié al Viejo Kido por destruir nuestra infancia. ¡Recordaba que todos teníamos sueños y esperanzas! Mi hermano amaba leer y quería ser ingeniero. Pero el Viejo Kido destruyó a mi hermano. Lo envió a la Isla de la Reina Muerte y mató su inocencia. Shiryu era el único de nosotros que actuaba y sentía como un hombre aún de niño.

Sollocé contra ella y decidí culpar al Viejo por todo. Si estaba furioso con alguien, debería ser con él. Él nos creó. “Miho, Seiya querría que te quedaras con su casa. Tómala y todo lo que hay adentro.”

“¿Shun?.” Levantó la cabeza y secó sus lágrimas. “Tómala tú. Seiya te amaba. Habría querido que la tengas.”

“Miho...” Las palabras se cortaron. La abracé fuerte. “Quiero ser tu amigo... Por favor, déjame darte algo.”

Se veía herida. Miho no quería perder a un amigo otra vez. Pero también sabía que yo no podía dejar de ser un Santo. “Está bien, Shun.”

“Gracias.”

Nos separamos. Sonrió bajo sus lágrimas. Ambos sabíamos que Seiya lo hubiera querido de ese modo.

Adiós, Saint Seiya.

Volví con Tatsumi. Se acercó a la estatua de Athena. Sus dedos temblaron sobre la superficie, y se volvieron en un puño.

“Ella te amaba, Tatsumi.”

“Maestro.” Me enfrentó, y acomodó mi corbata. “Párese derecho, usted es un caballero, no un rufián.”

Froté mis brazos. “Tomaré buen cuidado de el, Mi Señora”, dije a la estátua. Acomodé mis anteojos e intenté verme como un joven y orgulloso guardaespaldas. Adiós, Saori; la Fundación Graude está segura conmigo.

Volví el rostro hacia el ornamentado dragón chino levantándose en su pilar. Honor y coraje refulgían en los ojos aguamarina. Shunrei... Recordé a Shiryu diciéndome que ella había rezado por él. En mi corazón podía sentir que continuaba rezando. “Te mantendré también en mis oraciones, noble Dragón.”

Adiós, Shiryu.

Hyoga, nosotros lo compartimos todo. Oíamos la misma música.¡Acostumbraba instruirme sobre las canciones de rock y sus nombres! ¡Leíamos el mismo manga y bromeábamos por doquier!. El peleó una vez por mí, y yo lo volví a la vida cuando el murió. Compartimos mucho. Era mi amigo íntimo. “Camarada, tú siempre serás mi mejor amigo. Nadie tomará tu lugar en mi corazón.”

Adiós, Hyoga.

¡Niisan! Sollozaba. Pasó su vida sacrificándose por mí. Era mi guía, aún cuando yo era un niño. Vishnú, nunca tuve una chance para recompensarlo. Esperaba que mi amor y lealtad fueran suficientes. “Niisan, tú sólo decías ‘te amo’algunas veces. Nunca lo necesitabas. Lo decías con tu sangre. Bien, te lo digo ahora. Te amo, te amo, te amo...”

Adiós, Niisan.

Adiós, Santos de Bronce. Haré que su sacrificio valga. ¡Los amo a todos!.+






“¿Está usted seguro de esto, Maestro?”, preguntó Tatsumi. Gentilmente colocó la corta chaqueta azúl sobre mis hombros, enderezó la solapa y ató mi pequeña corbata.

“Por supuesto que lo estoy. Tengo que hablar con Julián sobre Saori. Además, se codea con las industrias Lanier. La Fundación Graude necesita el soporte de ese hombre.” Volví mi rostro hacia el espejo de cuerpo entero.

“Los rizos tal vez sean demasiado, pero supongo que enfatizan sus porte inocente.” Tatsumi se alejó unos pasos y cruzó los brazos. “Habrá cientos de jóvenes señoritas en la fiesta del Señor Solo, y desde que usted es un hombre de grandes medios, creo que deberia alternar. Algún día querrá casarse.”

Casi rompí en carcajadas. Por lo que había oído, Tatsumi acostumbraba a advertir a Saori sobre las atenciones de los jóvenes lobos en las fiestas del Señor Solo. Y ahora me decía a mí que fuera uno de ellos. Pero después de matar a June en Hades ya no sentía ganas de ser un galán. De hecho, no quería envolver a nadie en mi vida. Era demasiado peligroso. “Déjame acostumbrarme a tener doce antes de que quieras casarme, Tatsumi.”

Rió. “Muy bien, Maestro. Sólo me preocupaba su futuro.” Su mano levantó un mechón de mi cabello y lo dejó caer en mi espalda. “Su cabello está muy largo, parece uno de esos cantantes de rock Americanos. Debió haberlo cortado.”

“Rebajado, no cortado. No podría cortarlo.”

El rostro ante mí frunció el ceño. Sabía que yo no concordaba con la imagen del joven caballero que Tatsumi tenía en mente. Me rodeó un momento. “Supongo que puede salirse con la suya. Pero ahora tengo que advertirle. El Señor Solo ha tenido una extraña... reputación. Disfruta de la compañía de hombres y mujeres, y le gustan jóvenes. Mírese usted.”

Asentí obedientemente. Recordaba del todo bien las excentricidades de Julián. Mantenía la reputación del Dios Griego que era, agregando su propio moderno estilo. Por lo que recordaba, Julián había estado envuelto con Thetis y Sorrento, al mismo tiempo que intentaba conquistar a Saori-san.

Sonreí con malicia repentinamente y levante la cabeza. “Tatsumi, ¿qué habrías hecho si Seiya hubiera sobrevivido en vez de mí?.” La imagen de Seiya vistiendo un traje de negocios y oyendo el sermón de Tatsumi sobre “como ser un elegante caballero”me parecía histéricamente divertido.

“La imagen es aterrante, Maestro.”

“Bueno, puedo pensar en alguien peor. Imagina Niisan.”

Tatsumi palideció ligeramente; sabía cuál sería la actitud de Ikki hacia él. Entonces rió. “No puedo.”

“¿Sabes?, ya no me hiere hablar de ellos”, dije.

“Me alegro.”

“También yo. Me siento bien por ellos. Están descansando. Hicieron su trabajo, ganaron, y está bien.”

Volteé hacia el espejo. El chico en él era llamativamente hermoso. De pronto me sentí orgulloso de ello. ¿Y qué si era bonito? También ello podía ser algo bueno. “Llama al barbero, es hora de llevar un nuevo look.”





Las olas frías y saladas rompían contra las escarpadas rocas debajo. Besaron las blancas arenas y retrocedieron a las oscuras profundidades del Mediterráneo. Cortantes vientos sacudían las ramas de los árboles bordeando las extensas colinas, apartando mi cabello de mi rostro.

Presioné mis codos contra el balcón y olí la brisa salada. Observé las gaviotas danzar abajo, en la superficie. Una mañana de Julio, hacía tiempo, Hyoga, Seiya y yo jugamos entre las olas y pretendimos no tener preocupaciones. Me gané un doloroso bronceado mientras hacia un enorme castillo de arena, y Seiya se lamentó todo el día por unas algas en sus shorts.

Nunca olvidaré a Hyoga. Aun luego de perder su ojo, estaba shockeantemente hermoso con su bronceado y ancha sonrisa. No pude quitar mis ojos de él aquel día.
Era gracioso, un día mas tarde Hades volvió a la tierra. Pero falló en arruinar la alegría de aquel día. Mis hermanos y yo estábamos de estupendo ánimo aquella tarde de Julio.

Éramos niños... Tatsumi se acercó. “El Señor Solo sigue en compañía de la señorita morena”, dijo. “Pero dice que lo acompañará en un momento, en la playa.”

“¿Solo?.”

“Solo, Maestro. Pero todo lo que tiene que hacer es llamar y haré que Kiki me teletransporte a su lado.”

“Puedo manejarlo, señor.” Dudaba mucho que Julián intentara actuar contra mí. De alguna forma éramos hermanos. Él era Poseidón, dios de los océanos, y al final había sido capaz de reprimir la oscuridad que cayera sobre él como Dios; oscuridad probablemente estimulada por Hades. Yo estaba profundamente unido a Hades e intentaba limpiar lo malo de su alma. Julián entendería.

Sin embargo, si Julián intentaba algo en mi contra, ¿qué podrían hacer Tatsumi y Kiki? Contra un Dios, incluso los cinco Santos Dorados no eran cercanamente suficientes.

Me había preguntado cómo Julián había vuelto a ser Poseidón nuevamente cuando supuestamente Saori había sellado a su divinizado tío dentro de un jarro de cerámica. Kiki dijo que, lo mismo que Hades y yo, Julián y Poseidón estaban demasiado fuertemente unidos como para ser completamente separados. Todo lo que Saori había conseguido hacer fue drenar mucho del poder de Poseidón. Eventualmente ambos habrían conseguido alguna especie de combinación o fusión, y cuando la Gran Barrera desapareció, los sellos en el Jarro del Alma se debilitaron lo suficiente para permitirle a Thetis romperlos.

Volteé y observé el salón de baile. Kiki no estaba lejos de la ponchera, semi-flirteando con Thetis. Era un maldito y bonito elfo en esmoquin miniatura, corbata negra y faldones. ¡Me hacia ver malvestido! Nunca pensé que llegaría el día en que lo vería fuera de sus acostumbradas prendas de cuero. Más allá, cruzando la habitación, pude ver a Julián con un ángel de cabello azabache. Largos mechones ondulados enmarcaban sus blancas facciones. Un dolor cortante quebró mis pensamientos cuando una parte de mí “vio” un flash de gris luz a su alrededor. Cegado de dolor, parpadeé y cerré los ojos. Ella poseía Cosmo.

La mano de Tatsumi cayó en mi hombro. “¿Algo está mal, Maestro?.”

Sacudí mi cabeza, intentando despejarla. “Mi sentido del Cosmo se encendió y siento que mi cabeza va a estallar.”

Tatsumi observó los alrededores cautelosamente. “Debe estar volviéndose más fuerte si puede sentir el Cosmo a esta distancia.”

“Sí. Duele, pero... sin dolor, no ganas.”

“Claro.”

“De todos modos, la señorita que está con Julián es poderosa. Debe de estar reuniendo un nuevo grupo de Santos. Fuí un tonto al creer que todos fueron destruidos durante Hades. O quizás ella no es un Santo real. Quizás es una criatura mística como Thetis... alguna especie de criatura del agua. ¿Una ninfa de mar?.”

Tatsumi se encogió de hombros. “No lo sé con certeza. Lo importante es que está reuniendo poderes a su alrededor. Usted podría hacer los mismo. Aunque pienso que él desea reclutarlo.”

“Los dioses debemos estar juntos, ¿no?.”

“No.” Tatsumi no sentía simpatía por Julián; éste había raptado y mantenido prisionera a Saori. Yo no podía culparlo.

“No te preocupes, mantendré mis ojos abiertos.” Quise decir algo más para tranquilizarlo, pero sabía que no podría convencerlo cuando yo no estaba seguro de poder manejar a Julián. Julián Solo había estado haciendo esto por mucho mas tiempo que yo.



El agua helada lamió mis pies. Retrocedí, aguijoneado por el extremo frío. Partículas de arena se adhirieron a mis zapatos y escocieron mi pié. Las quité y caminé por la playa. Descubrí una roca y me senté.

 

 

Era una noche adorable. Estrellas de diamante titilaban, alejadas del cielo, y la luna brillaba como un dólar de plata. Nubes dispersas se amontonaban a su lado, su suave niebla de algodón amarilleando con su toque. Una estrella fugáz se abrió paso hacia el norte y desapareció en el terciopelo azúl del cielo. Era una noche para recordar, si sólo tuviera con quien compartirla.

 

Una extensa sombra cubrió las arenas. Levanté los ojos par ver a Julián. Su ondulado cabello susurraba en la brisa nocturna. Quise levantarme, pero me lo impidió con un gesto. "Buenas noches, Andrómeda."

 

Asentí. "Poseidón."

 

"Julián, por favor." Se sentó, próximo a mí.

 

"Entonces llámame Shun." Era mi primera charla con Julián y estaba nervioso. Quiero decir, ¿qué le dices a un Dios?. Lo mismo que a una Diosa, tal vez, pero yo nunca había hablado amistosamente con Saori; no teníamos nada en común.

 

Julián elevó la mirada a los cielos. "Estás nervioso."

 

"Bueno, la última vez que te he visto intentaste matarme."

 

Rió bajo y con suavidad, y sacudió la cabeza. "¿No hemos tenido tiempo para conocernos bien el uno al otro, verdad?."

 

"Realmente no." Pateé la arena con mi enorme zapato. "Quería hablar de negocios, pero ya no estoy de humor."

 

Una ceja se elevó. Julián apartó el cabello de sus hombros. "¿Negocios? ¿Empresas Solo?."

 

"Luego. ¿Sorrento en verdad está muerto?." Contuve mi aliento y recordé cuánto me agradaba Sorrento. Tenía un alma buena.

 

"Sí." Bajó la mirada. "Y también Kanon. Traerlos de vuelta está más allá de mi poder."

 

"Sentí su muerte." Me incorporé de la roca y caminé cerca de la orilla. "Restituyó el honor de su nombre."

 

Julián asintió. Una sonrisa cruzó por su rostro. "¿Estás solo?."

 

"Sí." Enterré mis zapatos en la arena. "¿Cómo es que sobreviviste?."

 

"Soy un Dios. Soy capaz de resucitar. ¿Por qué lo preguntas, Shun?." Caminó hasta mi lado y colocó sus a manos en mis hombros.

 

Julián era alto, un metro ochenta y dos, casi noventa, y me sentía como Kiki cerca suyo. Metí las manos en los bolsillos y me pregunté si le diría el por qué. Tal vez dudaba por haberme prometido dejarlos ir. Oh, qué diablos. "Saori era una Diosa. ¿Por qué no regresó?."

 

Apartó sus ojos un momento, y suspiró dolorosamente. "Recuerdas tu batalla contra Ares?. Yo no estuve allí, pero recuerdo a Kanon contándome que su hermano Saga murió por por haber deshecho su alma mientras peleaba contra ti y tus compañeros. Aunque el ente que se denominaba a sí mismo 'Ares' no era de hecho mi pariente del Olimpo de tal nombre, era ciertamente algo del nivel de los Dioses. Es posible para un Dios agotar su alma de toda fuerza vital si siente que no hay nada que perder, o lo suficiente en juego. Saori Athena quizás dio todo lo que tenía en la batalla final al creer que nadie sobreviviría... Y ella hubiera preferido morir que arriesgarse a sobrevivir para ver su derrota."

 

Pensaba que la respuesta sería algo así. ¿Para qué entonces me había molestado en ir allí?. Sentí humedecerse mis ojos. "Siempre creí que Saori era una perra egoísta. Pero estaba equivocado. Fue una de nosotros todo el tiempo."

 

"Antes que ella aceptara su rol como Athena, Shun, no habrías estado muy lejos de la verdad... Aunque aún entonces pude ver más en ella que tú, quien habiendo estado forzado a su servicio podrías haber entendido." Sus ojos aguamarina brillaron con lágrimas. A Julián le gustaba Saori; una vez le había propuesto casamiento. Su muerte lo hería profundamente. Me observó por un largo momento. Sus dedos jugaron sobre mis hombros, entonces una mano se deslizó a través de mi cabello. Las advertencias de Tatsumi restallaron como sirenas de alarma en mi cabeza. Retrocedí, mi rostro encendido en rojo.

 

Podía oír las palabras de Seiya luego de crear a los Chicos Escarlata. "No pueden escapar de ello, muchachos. ¡La mayoría de los Santos son unos jodidos maricas!."

 

Bueno, sabía que yo no lo era y la proposición de Julián me puso nervioso. A veces sí que era un tonto ingenuo.  Pensaba que Julián estaba preocupado por la muerte de Saori. ¡En vez de eso estaba probándome!. Encogí mis hombros y lo miré inocentemente. “¡Si no fuera un buen chico probablemente te golpearía hasta dejarte inconsciente!”, dije con una sonrisa, así no se ofendería.

 

Julián sonrió a su vez. “Si te ofendí, Shun, te pido disculpas. Creí que estabas interesado.”

 

Se encogió de hombros y apartó la vista. “A veces me pregunto qué pasa por mi cabeza. No quería pasar solo esta noche. Tú tocaste el alma de Sorrento aun cuando él era tu enemigo; dijo que eras claramente especial. Lo que sucedió luego - -Hades y lo demás- - me cambió. Abrió mis ojos.”

 

“También abrió los míos”, volví mi rostro hacia la luna. “La mayoría de nuestros amigos murieron allí. Y creo que puedo entender por qué quieres estar conmigo. Yo puedo compartir el pasado contigo, cosas que sólo nosotros comprendemos... Y eso facilita el sobrellevar los cambios.”

 

“Sí.” El dolor en su voz se asentó. “Shun, olvido que eres un niño. Si te hice esa proposición fue sólo porque vi y oí a un hombre.”

 

“Ojalá fuera un niño.” Volví a sentir el dolor. Nunca podría ser un niño. Demasiadas cosas arruinaron eso. Ya no tenía inocencia. ¿Cómo podría ver un bello mundo cuando sabía dónde residía lo maligno? Ese era el cambio que Julián sentía. Su inocencia también le fue quitada. Sabíamos demasiado.

 

El dolor entre nosotros golpeó en mis acentuadas defensas. “Shun, existen nuevos males en el mundo. Tenemos que trabajar juntos y encontrar nuevos Santos para luchar. Más guerras nos aguardan. Únete a mí.” Necesitaba a alguien que lo entendiera, y quería ayudar. No supe qué decir. De algún modo yo necesitaba amigos y sabía que los únicos amigos que podían entenderme eran otros Santos. Casi dije sí. Un destello de sangre me volvió a los sentidos. No quería pelear.

 

Estaba asustado.

 

“No puedo usar mi Cosmo.” Unas nubes se agruparon en el cielo y ocluyeron la luna y las estrellas.

 

“Lo siento en tu interior, Shun.” Su voz era gentil. Julián me volteó hacia él. “lo veo en tus ojos. El poder está allí. ¡Debes usarlo!.”

 

¿Usarlo? ¿Cómo? ¡Mi cuerpo no estaba ni cercanamente listo! ¡El Cosmo me mataría!. “Necesito tiempo.”

 

“No lo tienes, Shun.” Cerró sus ojos. Una creciente luz erizó su cabello y sacudió sus ropas. “Físicamente no serás capaz de acceder a todo el poder, Shun. No por un largo tiempo. Pero siento que puedes alcanzar el suficiente para volver a ser un Santo de bronce, aunque no aún uno Dorado.”

 

Había perdido mucho poder. De repente estuve consciente que yo era Andrómeda y virgo entrelazados; pero Julián tenía razón. Tomaría años antes que estuviera espiritualmente listo para usar todo el poder otra vez. ¡No era para asombrarse que la Armadura de Andrómeda fuera más magenta que Dorada!. ¡Volvía a comenzar desde el principio y necesitaba volver a enseñarme a mí mismo todo!. ¡Shiva! ¡Vida injusta! Golpeé mi puño contra la palma de mi mano y maldije.

 

“Te guste o no, Shun, tienes que usarlo.”

 

“Dame más tiempo”, protesté. “¡Por favor, no soy lo suficientemente fuerte!.”

 

El rostro de Julián era serio. “¡Al enemigo no le importa si estás listo, Shun-Andrómeda! ¡Así que te guste o no, voy a probarte!.”

 

El aura encendió doradas flamas a su alrededor. Una ráfaga de energía levantó su cabello hasta la punta. Las palmas de Julián azotaron y arrojaron una bola de fuego, que atrapó mi cuerpo en una red de agonía. El dolor retorció mi espina y gritó también en mis extremidades. Un gemido escapó de mis pulmones. El resplandor se perdió en la oscuridad.

 

La arena raspaba entre mis dientes. Levanté el rostro de la playa, justo a tiempo para ver un segundo y velóz estallido dorado virando hacia mí. Rodé sobre mis pies mientras aquello impactaba en la tierra. La arena se esparció y quebró los cristales.

 

Huí de prisa, sintiendo las olas en mi espalada. Luces de colores bailaban en circulo ante mis ojos. Estaba aterrado. Podía defenderme, pero el uso del Poder sólo me recordaba a Hades.

 

El agua salada punzaba mis pulmones. Tosí y me puse de rodillas. Me dolía el cuerpo y ví que los moretones comenzaban a tomar forma mientras el agua goteaba de mi cabello. Esa no era mi idea de una fiesta.

 

“¡Andrómeda, mantén la cabeza en alto!.”

 

El agua pareció encenderse en un dorado resplandor a mi alrededor. Grité y caí de espaldas, echando humo de mi nuevo traje. ¡Julián realmente comenzaba a hacerme enfadar!.

 

Me esforcé y atraje el cosmo de mi alma. El dolor atronó en mi cráneo, y la náusea revolvió mi estómago. Lo soporté, y oscilé en sobre mis pies. El rosa llenó mis ojos. Sólo pude vislumbrar a Julián cargando contra mí.

 

Un estallido de dolor golpeó mi cerebro. Llamé a la cadena Nebular desde el aire. “¡Defensa Rodante!.” Con un pensamiento, la cadena rasgó el cielo y cayó en un torbellino de serpientes a mi alrededor. Una explosión dorada golpeó contra la barrera y murió.

 

Entrecerré los ojos. Julián no estaba a la vista en ninguna parte. Mi cerebro ardió. Algo venía hacia mí desde arriba. “¡Marea de truenos!.” Una segunda cadena nebular surcó con su bronce hacia el cielo. Golpeó y se sujetó alrededor de algo.

 

Julián golpeó el mar con un fuerte chapoteo. Tuve un momento para sonreír triunfantemente, y entonces el mundo se oprimió en un resplandor de oscura agonía.

 

 

 

 

 

“¡Esta es una de las cosas más bárbaras que ha hecho, Señor Solo!.” La voz de Tatsumi maldecía desde la oscuridad.

 

La voz de Julián estaba calmada y ligeramente divertida. “Si está preocupado por el traje, haré que lo limpien y lo laven. Pero el chico necesitaba ser presionado.”

 

Las voces comenzaban a desvanecerse otra vez. Traté de luchar para volver a la conciencia. Tatsumi no podría ganar en una discusión con un Dios. Alguien tenía que protegerlo. La broma de Julián era un insulto. Tatsumi estaba preocupado por mí, no por el estúpido traje. Me forcé a incorporarme.

 

El dolor marcó como fuego en mi cabeza, destrozando mis pensamientos. Un gemido escapó de mis labios. Qué estaba haciendo... ¡Tatsumi!.

 

Obligué a mis párpados a abrirse. Un borroso rostro quedó a la vista. Me maldije por haber olvidado mis lentes. Pero no pensé que vería a nadie desde tan cerca, sin embargo. Me concentré en el techo. Aunque no podía entender las voces, aun oía a Tatsumi y a Julián discutir. “Tatsumi...”

 

El rostro se movió sobre mi línea de visión. Era la mujer morena. Sonrió tranquilizadoramente. “No te muevas. Ya has tenido bastante de golpes.”

 

¿Cómo si no lo supiera?. Mi cuerpo dolia de la cabeza a los pies. Mi mejilla ardió cuando volví el rostro, y por el modo en que apretaba la almohada podía decir que estaba hinchada. Me veía y sentía como la mierda. ¿Me había engalanado para esto?. “Gracias a tu amigo Julián, sí.” Levanté mi palpitante cabeza de la almohada. Las sábanas me arropaban hasta el pecho, y mis empapadas ropas descansaban en una silla, cruzando el cuarto. “¿Tatsumi? Tengo que hablar con él.”

 

“Tu guardián está bien, Shun”, dijo ella. Se acercó a unas puertas de vidrio y las abrió. Una suave brisa azoto las ligeras cortinas. Más abajo, el Mediterráneo rompía contra las rocas.

 

Luché hasta sentarme, ignorando el dolor que trataba de destrozar mi cerebro. Estaba exhausto, pero Tatsumi valía el esfuerzo. La mujer se deslizó hasta mi lado, su vestido azul de seda adhiriéndose a sus perfectas formas.

 

“Shun, recuéstate.”

 

“No. ¡Dile a Julián que venga ahora mismo!.”

 

“Pero Shun...”

 

Apoye mis pies en el suelo. Estaba helado y sacudió algo del cansancio en mí. “¡Sin peros! ¡Trae a Julián y a Tatsumi!.”

 

Desapareció por la puerta y torpemente me incorporé. Un momento de oscuridad veló mi vista, y desapareció. Cuando abrí los ojos nuevamente, Tatsumi me llevaba al lecho y colocaba las sábanas hasta mi barbilla.

 

“Shun, ha sido golpeado muy mal. ¡Debe descansar!.”

 

Le sonreí. “Estoy bien; he estado peor.”

 

Su mirada bajo. De pronto comprendí cuanto debí haberlo preocupado. Julián pudo haberme matado, y verme inconsciente fue demasiado para Tatsumi. ¡Era por ello que discutía con Julián!. “No duele tanto, honestamente.”

 

Era una mentira, y no fue engañado. Tatsumi sabia demasiado bien lo que dolía cuando pensaba en moverme. “Bueno, entonces complázcame y no se mueva.”

 

“Está bien.” ¿Quién podía desacatar eso? El sueño importunó mis extremidades, pero tenía unas cuantas cosas para decir antes de dormir. Observé a Julián. Sus pálidas facciones lucían preocupadas. Sabia que también él lo sentía. “Tatsumi, si Julián no me hubiese atacado, dudo que hubiera podido usar mis poderes. Él tiene razón. Si un enemigo me ataca, le importará un demonio si estoy listo o no. Fue mejor haber sido probado de un comienzo por alguien que sólo me daría una golpiza, que luego por alguien que me quisiera realmente muerto.”

 

“Shun...” Tatsumi quiso protestar, pero se contuvo. Se inclinó y tocó mi rostro. “Maestro, estuve muy preocupado por usted.”

 

“Perdóname si te he hecho preocupar. Si quieres gritarle a alguien, grítame a mí por haber sido forzado a usar el Cosmo.” Mis parpados pesaban, así que cerré los ojos.

 

“Zia, has que reparen y limpien las ropas de nuestro joven huésped.” La voz de Julian atraveso la negrura. Oí el taconeo de Zia al salir. “Tatsumi, tendré una habitación preparada para ti.”

 

“No, Julián. Lo quiero aquí conmigo”, dije. Brevemente forcé a mis ojos a abrirse. “Julián, no me agradó cómo hiciste lo que hiciste. Tenías razón en forzarme, y me lo merezco. Pero no tienes razón en menospreciarlo e insultarlo. Se preocupa por mí, lo asustaste y bromeaste con su temor. Él es un buen hombre y lo aprecio mucho. Discúlpate con él.”

 

Las lágrimas brillaron momentáneamente en los ojos de Tatsumi. Sentí su orgullo y ello me hizo ruborizar. “Maestro…”

 

Julián se aproximó. Se inclinó graciosamente ante Tatsumi. “Mi sarcasmo fue innecesario. Mis disculpas por presumir de poder instruir a tu protegido sin haber tenido la amabilidad de pedírtelo primero.”

 

Tatsumi devolvió la inclinación. “Disculpa aceptada, Solo-san.”

 

La tensión en el cuarto desapareció. Pude sentirlo. Me permití relajarme en la almohada y alcancé la mano de Tatsumi. La tomé y acaricié mi rostro. “Ahora descansará, Maestro. Y le agradezco mucho.”

 

Mi corazón estaba totalmente conmovido. Yo era amado y estaba seguro. Tatsumi cuidaría de mí para siempre. Intenté sonreír, pero el sueño me arrastró consigo.

 

 

 

 

 

13 de Junio, 1990.

 

 

 

“¿Shun? ¿Shun, me está prestando atención?.”

 

La voz de Tessa se filtró débilmente a través de The Great White Once Bitten.

 

Levanté el rostro de mis cálculos de órbitas y le ofrecí una sonrisa. Bajé el volumen de mi walk-man y sostuve su mirada. “No me di cuenta que entró.” El polvillo en mis lentes hacia borrosa a Tessa. Los tomé y limpié con un pañuelo.

 

Tessa plantó las manos en sus caderas. “No es de extrañarse. Se quedará sordo oyendo esas cosas tan fuerte como para hacer vibrar los cimientos de la Fundación.”

 

Dejé los audífonos alrededor de mi cuello. Estaba tan acostumbrado a oír música cuando trabajaba, que había olvidado cómo trabajar en silencio. “En realidad no está tan fuerte; no puedo concentrarme sin ella. Tiene suerte. Un poco antes oía Iron Maiden. Hacen que estos chicos parezcan un coro de iglesia.”

 

Frunció el ceño con disgusto. “Tengo noticias importantes para usted.”

 

“Hable.” Salté de mi silla y me puse en pié. Algo dentro de mí me decía que hoy sucederían buenas cosas.

 

“El valor de la Fundación Graude se acercó a los ocho puntos la última noche en el Down  Jones.”

 

¿Cómo podía decirlo con ese rostro de nada?. “¡EXCELENTE!.” Me encontré saltando de arriba abajo como un niñito yendo a una fiesta. “Tatsumi, ¿ya le ha dicho a Tatsumi?.”

 

Fríamente sacudió la cabeza. “Shun, no debería excitarlo también a él todavía.”

 

“¡¿No excitarlo?! ¡Tessa, soy rico otra vez!.” Rico nuevamente no era lo que realmente quería decir. ¡Lo que quise gritar era que yo había salvado a la Fundación! ¡Ahora podía olvidar todo lo que nos hicieron a mis hermanos y a mí!. Era mi primera victoria en meses. ¿Tatsumi no lo sabía? Tenía que decírselo. No podía esperar para ver su cara. De hecho, deseaba celebrar. “¡Suéltate, Tessa! ¡No tienes que actuar como esos pomposos sarariman todo el tiempo!.”

 

Un intenso rubor tomó sus facciones. “¡Shun!.”

 

“¡No me vengas con ‘Shun’! ¡Son buenas noticias, demonios si no puedo bromear con ello!.” Corrí por las escaleras hasta el vestíbulo. Mis ojos recayeron en la pintura. Las velas ardían débilmente. “¡Muchachos, lo hice!. Salvé a esta estúpida compañía por ustedes.” Algo cálido tocó mi alma. Donde fuera que estuviesen, estarían felices. Tenían que estarlo.

 

¿Dónde estaría Tatsumi? Escaleras arriba, supervisando las tareas de la casa, sin duda. Era un guardaespaldas y un guardián fuera de la Mansión, pero también un mayordomo siempre que estábamos en la casa. Eché una mirada a la pintura del Viejo Kido por un segundo, y me sentí conmovido por alguna estúpida razón; estaba convencido de que estaba orgulloso de mí. ¡Bien, pues jódete, viejo imbécil! ¡Lo hice por mis hermanos, no por tí!.”

 

Me volví a las escaleras y me detuve. ¿Por qué no llevar el Wall Street Journal conmigo?. Ya debería haber llegado. Bajé y me dirigí a las escaleras. ¡Eso era, le llevaría a Tatsumi el periódico y algo de sake, y entonces se lo diría! La expresión de su rostro seria deliciosa.

 

Abrí la puerta y me arrodillé. El periódico estaba en el pórtico, delante de un par de exclusivas botas de cuero negro con punteras de plata. ¿Un visitante?. Mis ojos ascendieron por un ceñido jean revistiendo un par de piernas. Largo cabello lavanda descansaba delicadamente sobre unos hombros, y una blusa de seda plisada se agitó en la brisa.

 

Quedé helado. Ese rostro... Era Saori Kido... ¡Athena!.

 

Los grandes ojos violáceos se ensancharon y una jubilosa, increíble sonrisa se propagó por su rostro. “¡SHUN!.”

 

Echó los brazos a mi cuello y me abrazó. Permanecí tieso por la desconfianza. ¿Saori estaba viva? ¿No estaba muerta?. Era demasiado. El suelo pareció ladearse debajo de mí y todo comenzó a desvanecerse. Instantes antes que la oscuridad me abrumara, oí su distante voz gritando mi nombre. “¡¿SHUN-CHAN?!.”

 

 

 

Debió haber sido un sueño. Saori estaba muerta; yo la había matado cuando era Hades. Y además, no era tan impresionable; ¡no estaría débil hasta ese punto!.

 

Parpadeé y abrí mis ojos. Sí, un sueño. Estaba en mi cama, asándome bajo los cobertores. Cygnus II estaba sentado cerca de mi almohada. Me sentía miserable y dudoso. El sueño debió haberme emocionado tanto... Y ahora sabía que sólo era eso, un sueño.

 

Comenzaba a incorporarme; entonces fue cuando caí en la cuenta que estaba vestido. Aun vestía mi playera Oxford, mis jeans y tirantes. Oh, no. Debió ser una alucinación. ¡Saori estaba muerta!. No podía comenzar a creer nada más.

 

Pero no estaba golpeado. Si me debilité, debería haber golpeado contra algo... ¿a menos que alguien me hubiera atrapado? ¿Saori?.

 

La puerta se abrió y Tatsumi entró, una corriente interna de alguna tremenda emoción mostrándose bajo sus introvertidas facciones. “Gracias a los cielos que está bien, Maestro.”

 

¿Cómo explicarle?. “Tatsumi...”, dije. El miedo en mi voz hizo desvanecer mi principio de sonrisa. Tatsumi se sentó cerca de mí.

 

“Ha sufrido un shock, Maestro. Se desmayó.”

 

Y luego me preguntaría qué fue lo que me provocó el desmayo. Qué podría decirle... no. Espera. Dijo que sufrí un shock. ¿El valor de la fundación subió?. La esperanza repentinamente estalló a través de mí. “¿Tatsumi?.”

 

Devolvió la sonrisa, y la ensanchó. “Sí, Shun. La Señora retornó. Y no lo culpo por desmayarse. ¡Tessa y una de las sirvientas tuvieron que sostenerme cuando oí a alguien gritando su nombre y llegué al principio de las escaleras sólo para verla abajo!.”

 

Quise creerlo... y Tatsumi nunca haría una broma de esta especie. ¡Saori estaba viva! ¡Era cierto! Lo abracé fuertemente y sollocé de felicidad sobre su hombro. Athena había vuelto... y quizás, sólo quizás, también los otros pudieran. ¡NO! Detuve mis pensamientos. Los demás jamás volverían. Athena era una Diosa, ella fue capaz de sobrevivir al poder de La Gran Barrera. Si me atrevía a mantener las esperanzas por el resto, sólo moriría de desilusión.

 

Pero al menos ella estaba viva. “¡Este es un día maravilloso, Tatsumi!.”

 

“Sí. Nunca me atreví a pensar que ella volvería.”

 

Entonces comprendí. ¡Tatsumi no había oído las otras noticias. “¡Es dos veces más maravilloso de lo que crees! ¡Tatsumi, Graude VIVIRÁ! ¡Lo hice! ¡El capital se fue por arriba de los ocho puntos ayer! ¡Saori no volvió a casa por nada!.”

 

Sus ojos se ensancharon y sonrió aún más luminosamente. “Maestro, usted merece toda la alegría de este día.”

 

Era hora de celebrar.

 

 

 

     

 

La Tumba. La última vez que estuve allí fue para despedirme de todos. Saori, Tatsumi, y yo nos detuvimos frente a los pedestales, y observamos los diez monumentos. Saori se acercó a mí y sostuvo mi mano firmemente.

 

Lo más difícil fue decirle que los demás no habían regresado. Lloró y se culpó a sí misma. Y ahora permanecía de pie valientemente ante ellos. Ninguna lágrima quebró su estoico rostro. Se inclinó y con su mano libre tocó una estatua: Pegaso.

 

“Seiya.”

 

“Mi pieza más magnifica, Mi Señora”, dije. Aparté mi mano de la de ella y envolví con mi brazo sus hombros. Saori se reclinó en mí. “Espero haberlo captado bien.”

 

“Lo hiciste - -con todos- -, hiciste mucho más que captarlo, Shun-chan. Es hermoso.” Dos brillantes lágrimas corrieron por sus mejillas como gotas de rocío en una rosa de porcelana. Inclinó su cabeza y se aferró fuertemente a mí.

 

Tatsumi nos abrazó a ambos. “Usted está de nuevo con nosotros ahora, Señorita Saori. Ya es tiempo de estar felices.”

 

Ella asintió. “Lo sé. No había creído que ninguno de los Santos retornaría. Estoy feliz de ver a Shun vivo, pero... pero había creído...”

 

“...Que si alguien podría sobrevivir, seria Saint Seiya”, completé la oración. Saori bajó la mirada. Su mejilla rozó mi cabello. Yo era diez centímetros más bajo que ella y más joven en años, pero de alguna manera ella pensaba que yo era lo suficientemente hombre para confortarla. Me alegraba, y supe que la protegería.

 

“Sí. Seiya.” Hizo una mueca. “¡De todos los estúpidos, convulsivos planes! ¿Por qué lo escuchamos?.”

 

“Si no lo hubieran hecho”, señalé, “Yo, como Hades, te habría aniquilado. Y a todo esto.” Señalé el Panteón y los alrededores. “Sería el infierno en la tierra.”

 

Volvió a asentir y levantó la cabeza. “Tienes razón. Su impulsivo plan lo salvó todo.” Observó nuevamente la estatua. “Ya se acabó, Shun-chan.” Suspiró trabajosamente. Podía decir que aún no había acabado para ella. Lo sentía por Saori; yo había estado en su posición un mes o dos atrás. Dejarlos ir era difícil.

 

Tatsumi se apartó de nosotros y caminó hacia la estatua de Athena; entonces volteó y nos observó. “Mi Señora, su estatua es claramente adorable, pero ya no debe permanecer aquí, en este lugar de muerte. El Maestro Shun ha trabajado largo y duro para crearla. ¿No debería ser exhibida en la sala central?.”

 

Me ruboricé completamente, y sentí el rubor incrementarse cuando Saori coincidió. “Sí, Tatsumi. Deja a Athena permanecer en el living.”

 

Su voz tembló al decirlo, y sus ojos se mantenían fijos en el Pegaso. Saori era la encarnación de Athena, pero también seguía siendo humana. El panteón la enervaba.

 

Me adelanté y me concentré. El Cosmo me dió su fuerza para tomar la estatua. A pesar de mi resolución, la esperanza ardía en mi alma. Uno aquí...cuatro por venir.

 

Abandonamos el Panteón y penetramos en el aire de la noche. ¡Sabía que hoy sería un buen día!, pensé.

 

 

 

 

     

 

 

Saori estaba viva. Mi entrenamiento vespertino me lo recordaba. Corrí alrededor de la Mansión, entonces levanté pesas en el gimnasio. Acabé en las barras irregulares, y llevé a mi sudado cuerpo hacia la oficina. Sólo me detuve lo suficiente para tomar una toalla y Dr. Pepper.

 

Me sentía mucho mejor. Mi cuerpo no estaba de modo alguno tan descoordinado durante mis ejercicios, y había comenzado a ponerme al corriente con mi entrenamiento de artes marciales. Los músculos realmente estaban regresando, aunque mi cuerpo aún continuaba siendo muy femenino en muchas formas. El Doctor Kiyori había dicho que yo no poseía una estructura pélvica normal; de hecho, era algo más parecido a la estructura pélvica de las mujeres. Kiyori concluyó que mi mutación se extendí mucho más allá que el sólo hecho de poseer cabello verde. Pensando en los otros Santos, supe que no era el único. Ellos habían dicho que el Viejo Kido había estado cerca de Hiroshima cuando fue bombardeada; el resultado fueron mutantes en su descendencia. Casio, yo, Niisan, Hydra… Otra razón para odiar al viejo bastardo. No sólo nos dejó huérfanos y nos torturó para sus propias metas, sinó que también nos endilgó extraños genes.

 

Mientras alcanzaba la oficina creí oír algo dentro. Me detuve y escuché desde la puerta. Salía un suave sollozo. Saori. Abrí lentamente la puerta. “¿Saori?.”

 

Estaba sentada en el escritorio, cubriendo su rostro con las manos, y suaves y roncos sollozos escapaban de su boca. Crucé la habitación y me dirigí a su lado, sintiendo su pena. Gentilmente la giré y envolví mis brazos a su alrededor.

 

Los sollozos aumentaron y con más dolor. En la superficie del escritorio había desparramadas fotos de… Seiya. Vishnú, ¿Saori lloraba por el Santo Seiya? ¿Dónde diablos había encontrado esas fotografías?. No recordaba ni la mitad de ellas. ¿Había algo que Saori nunca nos dijo?. Un débil recuerdo me tocó de aquella vez en Hades, pero esos momentos estaban extrañamente borrosos. No podía rememorarlos del todo. “Todo está bien, Mi Señora…”

 

No está bien, Shun-chan.” Saori levantó sus llorosos ojos. “Maldición, no está bien. ¡Seiya está muerto!.”

 

Sus palabras se reflejaron en una profunda y dolorosa pena en mí. Seiya era el Santo favorito de Athena. Aun cuando Saori y Athena eran diferentes personas, sus sentimientos nunca habían cambiado. De hecho, una vez que Saori y Athena se volvieron una sola persona, los sentimientos pudieron ser más fuertes. “Mi Señora, por favor, no se eche la culpa…”

 

Sus violáceos ojos se endurecieron. “¡No me culpo, Shun! ¡Lo culpo a él!. ¡Él los mató a todos!. ¡Esa estúpida, desharrapada semi-excusa de Santo!. ¿Por qué no entendió que moriría también?.”

 

La abracé con más firmeza. “¡Basta, Saori!. Ambos sabemos que él hizo lo que debía hacer. ¡Se habría sacrificado por ti una y otra vez!.”

 

“¡Maldición! ¡Lo sé!.” Escapó de mis brazos. Las fotos se esparcieron por el suelo. De pronto olvidé que ella era la Diosa Athena y recordé que sólo era una muchacha de dieciséis años. “¡No lo soy! ¡Shun, lo que crees que soy una Diosa Omnipotente! ¡No lo soy! ¡Ya no! ¡Les mentí, los lastimé! ¡Sé todo sobre ustedes! ¡Cosas que debieron saber!.”

 

La raíz del problema fue revelado. Acaricié su rostro suavemente. “Lo sé todo… Oneesan.”

 

Pálida, Saori cayó de rodillas, con lágrimas cayendo por sus mejillas. Quedé a su lado y nuevamente la sostuve. “Tu abuelo de veras lo hizo por doquier, ¿no?.”, murmuré.

 

Fue un error. Me apartó de un empujón y su mano se lanzó tan rápido que nunca la ví. Las estrellas llenaron mi visión. Caí hacia atrás con un fuerte golpe y permanecí callado. Saori respiraba trabajosamente, con la ira y el dolor llenando sus ojos. Shiva, podía ser tan estúpido a veces. Estaba tan obsesionado con mi odio hacia el Viejo Kido que había olvidado que ella lo amaba.

 

“¡Retráctate, tú, pequeño asesino hijo de puta!.”

 

Las palabras se clavaron como cuchillos en mi cerebro, liberando toda la oscuridad aguardando allí. La había lastimado, así que era natural que ella intentara lastimarme a cambio. Bien, funcionó. Me sentía más bajo que un gusano de estiércol. Quise volver a intentar suicidarme por lo que le había hecho a mis amigos. Las lágrimas llenaron mis ojos. Ya no podía mirarla. Saori tenía razón.

 

Saori pareció aguardar alguna respuesta, un argumento, mientras golpeteaba el suelo con el pié firmemente. “Yo lo amaba, Shun-chan! ¡Él hizo todo por mí! ¡Me dió todo! ¡Y te guste o no, es tu padre y merece tu respeto!.”

 

Quise defenderme, pero eso hubiera sido un error. El Viejo Kido no merecía mi respeto, pero no tenía razón en herir a Saori por ello. “Yo no soy Seiya, Saori. No quiero pelear contigo. Siento mucho si te herí. Sé que me odias por lo que hice en Hades. Está bien, pero no me detesto más por eso. Hades me posesionó; yo no lo elegí. Sabes eso. Maté a toda mi familia cuando lo era. Recuerda eso, y piensa lo que debió haberme hecho a mí. Si Tatsumi no me hubiera detenido… ahora ya estaría muerto.”

 

El horror destruyó la ira de Saori. Se arrodilló cerca de mí y me abrazó. ¡Oh, Shun, lo siento!. Siempre estoy lastimando a las personas que más amo… Perdóname.”

 

“No estoy enojado contigo, Saori. Seré honesto. No puedo amar a mi… padre. En mi mente, él es el asesino, pero si eso te ofende, nunca lo mencionaré de nuevo.” Devolví el abrazo y descubrí a su esbelta figura curvándose entre mis brazos. La mecí, como Tatsumi lo había hecho una vez conmigo. “Mi Señora…”

 

Su rostro surcado de lágrimas me observó. Saori Kido quitó mi cabello de uno de mis hombros. “Dime Saori, Shun-chan. Mi amigo.” Su cabeza se apoyó el hombro contrario. “Casi desearía que me replicaras, como Seiya acostumbraba a hacer.”

 

El sentir su aliento en mi cuello envió un hormigueo en mi espina dorsal. Un dulce aroma de flores y especias alcanzó mi nariz. Saori era hermosa. Presioné mi rostro contra su cabello y bebí su aroma. “Lo pensé también.”

 

“Lo extrañaré.”

 

Asentí con tristeza. “También yo.”

 

 

 

     

 

 

 

           

“¿Qué diablos haces, Shun-chan?”, preguntó Saori.

 

Levanté la vista del amalgama de yeso y le sonreí placenteramente. “Hago un molde.”

 

Levantó una ceja y comenzó a caminar entre los desperdicios de mi estudio de arte. Trozos de yeso y arcilla yacían sobre pilas de polvo en el suelo. Cuidadosamente, Saori caminó de puntillas rodeando el desorden. “Este lugar es un desastre, Shun. Hay agua por todo el piso.” Se detuvo y salió de un charco. Tomando un paño de mi caballete, secó sus zapatos.

 

“Un artista ordenado es infrecuente”, dije.

 

No era que no lo hubiera intentado, pero por alguna razón luego de haber quitado toda la arcilla, herramientas, esponja y agua, la habitación lucia como si un tornado la hubiera azotado. Volví mi atención a mi escultura de arcilla. Era mi primer intento de un autorretrato. Estaba sentado en el suelo, con todo y anteojos, con un cincel y un bloque de mármol. ¿Me hacía justicia? No estaba seguro, pero me tomaría horas conseguir hacer bien el rostro. Trabajar los lentes era un infierno.

 

La arcilla cruda es divertida, pero no permanente. Odiaba su crudeza, así que mi meta era cubrir la pieza con yeso para crear un molde. Entonces podría hacer una réplica del material que quisiera.

 

Excelente pero sucio. Con las manos desnudas cubrí la pieza con copos de yeso. Me gustaba el calor de la sustancia, pero podía ver a Saori observándome como si estuviera loco.

 

“¿Shun... para qué haces eso? ¿No deberías estar estudiando?.”

 

“No tengo ganas de estudiar hoy. Es sábado y esculpir es mejor que ver anime. Tú sabes, desde que volví debo haber visto unos varios cientos de episodios de todo, desde Gundam hasta Guyver. Estoy volviéndome un fanático del anime.”

 

“Bien, pero siempre puedo quitarte tu VCR y tus laser disc favoritos”, bromeó Saori.

 

Me encogí de hombros. “Por eso estoy aquí. Preferiría crear que lamentarme por como Tomino mató a Amuro Rai y a Char Azanable en Counter attack Char o algo así de estúpido.”

 

Dió unas risitas, y limpió un banco. Cuidadosamente se sentó, asegurándose que sus pantalones no se ensuciaran. “¿Venderás alguna de tus esculturas?.”

 

“Tal vez. Podría fundar una Galería Shun Gruenwald para exponer todo mi trabajo. Entonces podría comprar unos cuantos Michelangelos y Da Vincis, y exponerlos cerca de mis trabajos, ¡así todo el mundo vería cuán malos eran los míos!.”

 

Saori sonrió. “Bueno, Shun, ellos eran maestros. Aun así tu trabajo es muy bueno.”

 

“¡Podría explorar otras actividades en otros campos! ¡Entonces conseguiré un Picasso y un Boccioni y un Duchamp, y estarán en la galería del Renacimiento Cúbico Expresionista Dada!.” Pude ver que no le interesaba. A Saori le gustaba el arte antiguo; no le importaban mucho los artistas modernos. “Para ser honesto, creo que la Mansión misma se está volviendo la Galería Shun. Tatsumi insistió en exponer todo lo que hago en el lugar. Es halagador pero algo vergonzoso también.”

 

Saori cruzó sus piernas y me observó trabajar. Podía sentirla siguiendo todos mis movimientos. Yo le gustaba, y sabía que estaba allí para verme.

 

“Shun... ¿Cenamos esta noche?.”

 

“Claro. Podemos decirle a Tatsumi que nos haga una pizza o algo.” La vi fruncir el ceño con disgusto. De pronto entendí que no hablaba de una tranquila cena en casa. “¿Saori? ¿Quieres decir, como una cita?.”

 

Asintió. “Bueno, supongo que realmente será bien entrada la noche. [Nota mía: Un@ lee esto y dice algo como “¿Me perdí de algo? ¿Por qué Saori le hizo un ooosoooo a Shun con lo de la cita?”. O bien puede decir: “Tú, la que traduce: lo haces terriblemente mal, no tiene lógica alguna lo que ha dicho Shun con lo que le contestó Saori.” Yo personalmente pienso que la niña ricachona obvió el asunto con el jueguito de palabras entre “date” (cita) con “late” (tarde). Pronunciados suenan bastante parecido... Es una bruja esa Saori... y se pondrá peor, se los juro!!!!!!!] Quiero ir a París. Un pequeño restaurante al que acostumbraba ir cuando era niña...”

 

Saori quería ser llevada a un buen restaurante. Sonreí. Era bonita, especialmente con el modo en que su cabello lavanda tenia de caer, como un velo, por su espalda. “¿París?.” Parecía muy lejos. Entonces recordé la velocidad que tenía la Fundación para manejar planes especiales. París estaba a sólo unas horas. “Claro. Con una condición: que modeles para mí. Quiero hacer varios bocetos y luego una estatua de arcilla como ésta, ¡y eventualmente la cubriré de oro!.”

 

Se sonrojó y asintió. “Está bien, Shun. ¡Lo esperaré ansiosa!.”

 

 

 

     

 

 

 

 

Habíamos tenido una pequeña cena antes de irnos - -seria cerca del mediodía en París cuando arribamos. Pasamos mucho tiempo del día en el Louvre, y fuimos a la Torre Eiffel a ver el atardecer. Finalmente Tatsumi nos llevó al restaurante que ella recordaba, un pequeño pero exclusivo lugar llamado Corazón Valiente.

 

Nos sentamos en el exterior, en una mesa cubierta de encaje. Había adoquines bajo nuestros pies y un delgado árbol vertía débiles sombras sobre la luz de la luna. Las únicas luces adicionales provenían de unas cuantas velas puestas en candeleros de vidrio colgando a nuestro alrededor. Varias mesas más estaban diseminadas por el patio, pero estábamos resguardados en nuestro privado rincón. Tatsumi se ubicó en otra mesa, en el lado opuesto del patio.

 

Me había gustado June, y habíamos sido íntimos amigos, pero la Isla de Andrómeda nunca había sido la especie de lugar adecuado para el romance. Esta era mi primera cita real. Sonreí tímidamente a Saori. La luz de las velas titilaron en sus delicadas facciones. Sus cejas, de un rico color violeta descendieron en elegante concentración mientras hojeaba el menú.

 

“¿Te has decidido ya?”, pregunté, dejando mi menú y tomando mi vaso de Coca-Cola. (Recordé la escandalizada expresión en el rostro del camarero cuando pedí mi soda. Fue divertido.)

 

“Creo que probaré la paloma. Tienen unas excelentes presas de paloma aquí.” Saori dejó su menú en la mesa. Unas débiles sombras se movieron sobre el pronunciado escote de su vestido. Sin darme cuenta descubrí que mis ojos no abandonaban el espacio existente entre sus senos. ¡WOW! Tal vez hubiera algo bueno con la pubertad. Tal vez yo era normal después de todo. El sólo mirarla me provocaba mareos.

 

Me encontré con que Saori había acabado de hablar. “Ummm. Pensaba en la paloma y en algún pichón. Pero tal vez no sea suficiente. ¿Debería pedir pato, también?.”

 

Pareció momentáneamente sorprendida, y luego rompió a reír. “¡Del modo en que comes, Shun, aumentarás 136 kilos en un año!.”

 

“Pero no aumento nada. Sigo pesando cincuenta y cuatro kilos, y esta bien para mi altura. ¿por qué, estás celosa?. Sé que las muchachas siempre cuidan lo que comen, porque engordan si no.” Ofrecí una dulce sonrisa de forma que no se ofendiera.

 

Saori se ruborizó y apartó sus ojos. “Tal vez deba ordenar una ensalada”, dijo.

 

No pude evitarlo. Rompí en carcajadas. “¡Saori, eres un junco! No te preocupes por el peso. Eres hermosa.”

 

“Shun, a veces me confundes.” Se volvió una delicada sombra carmesí y su vista bajó tímidamente. Un nudo se formó en mi garganta. Saori me gustaba mucho. De hecho, quise inclinarme hacia ella y...

 

Quité esos pensamientos de mi mente. ¡Yo no era digno de besar a una diosa!. “No solo eres hermosa, Saori, sino perfecta. El sueño de un artista.”

 

“Oh, Shun. Qué dulce.”

 

Ahora era yo el sonrojado. Pestañeó hacia mí y tomó mi mano.

 

“Mira, si te avergüenzo por ordenar toda esta comida comeré sólo un poco y luego en casa conseguiré algo.”

 

“Nada de lo que puedas hacer me avergonzará, Shun.”

 

Una suave brisa sacudió los árboles. Sentí erizarse mi cabello en mi cuello. No tenía frío; podía sentir algo suave tocando mi pierna. ¿Saori? ¿Qué haría yo? Me encontré quitando mi propio pié de su zapato y deslizándolo a todo lo largo de la curva de su tobillo.

 

Ella era hermosa. ¿Cuántas veces lo había dicho?. Era suave. Estaba tan atrapado en las estremecedoras sensaciones abriéndose paso en los dedos de mi pié, que no oí acercarse a nuestro camarero. De pronto estaba acariciando la nada y Saori soltaba risitas mientras bebía su vino. Qué cita.

 

Me apoyé en el respaldo de mi silla y comencé a reír por dentro. Aquí estaba, seduciendo a una Diosa, y consiguiéndolo porque ella me deseaba. ¡Y yo creía que ella deseaba a Seiya!. Bien, supe que no. Me erguí en el asiento y tomé mi servilleta. Saori volvía a observarme. Realmente me gustaba sentir sus ojos en mí. Ella me encendía. “Ahh, ¿ya ordenó, Milady?.”

 

Asintió. “Es tu turno, Shun.”

 

La declaración era una espada de doble filo, y yo planeaba tomar ventaja de ello.

 

 

 

 

 

París de noche era imponente. Saori y yo caminábamos de la mano. Las estrechas calles se abrían con sus iluminados empedrados y sus construcciones de ladrillo. Nos arrebujamos uno contra el otro y observamos el cielo.

 

Estrellas como diamantes relucieron. Pálidas bellezas en comparación con la de Saori. Sólo podía vislumbrar la constelación de Andrómeda. Ella era mi guardiana y podía sentir su sonrisa por mi felicidad. ¿Y Seiya? Sabía que a él le gustaba Saori. Tal vez incluso la amara. ¿Tenía razón yo en acercarme a ella?. “Saori, ¿te gustaba Seiya?.”

 

Estaba observando a nuestros guardaespaldas siguiéndonos a la distancia detrás de nosotros pero mi pregunta hizo que volteara su rostro hacia mí abruptamente. “¿Si Seiya me gustaba?. Sí, era un buen amigo.”

 

No quise presionarla. Volví a observar el cielo. Sus sentimientos eran asunto de ella, pensé, así que no la presioné. De todos modos, suspiré. “Disfruté la cena.”

 

“Disfruté tu compañía.” Acercó su mejilla a mi cabello. El dulce aroma de flores silvestres llenó mis sentidos. Me encontré deslizando mis manos alrededor de sus caderas. No dijo nada, sólo asintió mientras yo buscaba algún signo en su rostro. Cabello lavanda se enredó en mis dedos, suave y frío como gemas entretejidas. Tocarla hacia vibrar mi corazón. Nunca en mi vida podría haberme imaginado tocándola así. La tela de su vestido era suave como la seda y se adhería a cada curva de su cuerpo.

 

Nuestros labios se tocaron. Su lengua tocó la mía y entró en mi boca, mientras la mía entraba en la suya.

 

Era increíble. Ella era increíble. El beso duró lo que parecía durar la eternidad, y quise continuar. Saori Kido estaba mostrándome como ser un hombre, y no podía esperar para aprender más.

 

 

             

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

[“Resurreción: Shun” Fecha de inicio de Traduccion de este primer capítulo: 9 de Diciembre de 2002. Hora: 00:31. Fecha de término de traducción: 28/1/03. Hora: 00:16.]


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