Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

31 NOCHES EN EL CASTILLO por izzaki

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

4 UN CAMINO RECTO

Otro capítulo cortito, pero es mejor que las cosas vayan paso a pasito, al menos eso siento en esta historia… Habrá obstáculos para que estos dos estén ya juntitos y felices con todas las de la ley, aunque al final….pero bueno, no les adelanto más… Espero lo disfruten.


Por fin después de muchas semanas de trabajo Ogando saltó de la piedra donde estaba sentado, estaba sonriente, feliz. Se sacudió el polvo de piedra que lo cubría y contempló su obra. Era simplemente maravillosa, sorprendente, pero lo más sorprendente era el talento que Ogando poseía para tallar figuras en la piedra, y lo había descubierto apenas. Varios, incluido en capataz, habían halagado su obra, cosa que la verdad no le importaba mucho al artista.

Apenas pudo se escabulló en busca de Thais, hacía varios días que no lo veía, ya que ahora ni siquiera dormía cerca de él. Lo extrañaba terriblemente, pero no había tenido un pretexto para hablarle, y después de la pelea le daba algo de pena, cierto, después aquel día algo había cambiado radicalmente en su interior, ahora cada que veía a Thais o hasta si lo mencionaba se sonrojaba y peor aún se excitaba inevitablemente, le quería, era la verdad y de nada le hubiera valido negarlo, le quería mucho.

Thais estaba solo, iba caminando hacia un almacén de grano, tenía ese andar un poco extraño y nervioso de los que han vivido en el bosque, su cabello rubio caía por su espalda suavemente. Era una oportunidad perfecta.
-Hola, Thais, te acuerdas de lo que estaba tallando, pues ya lo terminé, mira, ¿quieres venir a verlo?
Pero el no dijo nada.
-Es un oso gruñendo, el capataz me dijo que había quedado muy bien, que era como el del escudo de Isernia, aunque en sí yo no estaba pensando en hacerlo tal cual como ese...
-Mmhh-Algo había de raro en Thais, estaba muy serio.
-Y ¿sabes que? Más que para la construcción o para el capataz o el Señor Emir, lo tallé para ti.
Otra vez silencio, era como si el rubio estuviera ignorándolo. Ogando seguía, aún así caminando a un lado de Thais, que apretaba el paso, y finalmente se perdió entre la multitud que acomodaba la cosecha en el almacén.

Ogando se quedó desconcertado, ¿qué pasaba? Tal vez Thais tenía un problema y por eso estaba así, si, eso debía ser.
....................................

En donde antes estaban las casitas de los siervos había encendida una gran hoguera, muy bien controlada y vigilada para evitar desastres, claro. Alrededor se habían sentado todos, hombres, mujeres y niños a contar historias y a divertirse un rato antes de ir a dormir. Los más viejos contaban vivencias de tiempos polvosos, lejanos, casi inimaginables, otros contaban cosas graciosas, bromeaban o discutían sobre las parejas que se habían formado y separado en el campo, algunos seguían hablando del incendio, un tema del que podían hablar por horas y horas, otros solo escuchaban, y los chiquillos se dormían en las faldas de sus madres o correteaban por ahí.

Ogando se sentía triste. Una fogata era para estar con los amigos, era una ocasión para compartir y reafirmar o hacer nuevas amistades. Y todos tenían amigos, hasta María, solo él, Ogando, estaba sentado en un rincón apartado viendo como los demás se divertían. Se restregó los hombros con las manos, semejando un poco un abrazo solitario, después de todo hacía algo de frío. Al sentir su piel imaginaba lo bien que se sentiría si Thais lo tocara una vez más con esos dedos largos y temblorosos, si en vez de sus manos fueran las de rubio las que recorrieran su piel. Ahora, en el momento en que Ogando se sentía más necesitado a Thais parecía no importarle y se divertía de lo lindo con sus otros amigos. Ogando sentía envidia de Nik y Joe, que podían tener a Thais tan cerca y se limitó a tener dolorosas fantasías de lo que podría hacer con él en una noche como esa. Lástima.
....................................

Era la misa de domingo por la mañana, a la que más fieles asistían, muchos venían del pueblo a escucharla, porque por lo general la oficiaba el padre Remo, que era preferible al viejo padre de la catedral que se dormía a media ceremonia. La iglesia estaba llena, y la mayoría de gente estaba sentada en el suelo o parada. Thais estaba casi al final, porque de ahora en adelante se había propuesto oír misa aunque sea una vez a la semana, cosa que en el bosque nunca hacía, ahora quería reformarse.

El padre describía como era el infierno, con sus grandes llamas y sus demonios con trinche, Thais escuchaba a la vez temeroso y fascinado cuando alguien le picó la espalda.
-Thais, tal vez sean suposiciones nada más, pero creo que ya no te caigo como antes
-Shhhh, e-estoy tratando de oír misa
-Lo que pasa es que...
-Que
-Es que yo...-Pero Thais se había volteado, le había dado la espalda, era un claro gesto de que no quería saber nada de él, pero ¿por qué? Si al menos supiera que era lo que pasaba... pero todo había sido tan repentino, de un día para otro Thais parecía odiarle, como todos los demás, y eso si que le dolía, hubiera preferido que lo golpeara a que se hiciera el indiferente. El padre enlistaba ahora los pecados capitales, Ogando salió de iglesia cabizbajo.
....................................

Saltando los cuerpos tendidos en el piso, adormilados, que roncaban o se movían involuntarios, guiados por aquello que pasa durante el sueño, Ogando se acercó a Thais, que extrañamente estaba despierto, y se lo llevó bajo un árbol, para que hablaran. Ogando estaba muy serio, y más que eso su rostro reflejaba una tristeza mortal.
-Te lo dijo, verdad, ¿Jerez te dijo... te dijo esas cosas sobre mí?
Thais asintió, tal como Ogando lo temía. Era su venganza, era lo peor que podía haberle hecho. “Ya verás, te voy a dar en donde más te duela...” Sus palabras le resonaban en la mente, como eco de lo que tal vez ya no podría remediar.
-Pero Thais, yo no soy así, yo no... yo -No sabía que decir, las lágrimas llenaban sus ojos, cosa que tal vez Thais no notaba porque estaba muy oscuro. Al no encontrar palabras Ogando intentó abrazar a Thais nuevamente, pero este lo apartó.
-No Ogando-fue lo último que le dijo, y se fue a echar al piso otra vez, junto a sus amigos. Se secó las lágrimas en la ropa, era demasiado.
....................................

Armándose de valor Ogando agarró a Jerez de la ropa y lo volteó obligándolo a que lo viera. El gordo no le prestó mucha atención, era como si esperara esa reacción por parte de Labandeira.
-¿Que le dijiste a Thais?
Jerez se secó el sudor y miró al cielo, luego sonrió divertido. –Pues que querías que le dijera, solo le dije la verdad... –
Ogando se sentía herido, intimidado, humillado de tan solo hablar de ese tema, le dolía mucho, y le dolía porque era verdad.
-No tenías ningún derecho, porque, como te atreviste...
Jerez se rascó la panza, que le sobresalía de la camiseta corta que siempre traía bajo la túnica y que ahora era lo único que le cubría.
-Tu te lo buscaste Lavandera, además, tarde o temprano también Thais iba a odiarte, que, ¿ya te habías hecho ilusiones?, no sueñes, a ti nadie te puede querer, acéptalo...
-No Jerez, tu eres el que no sabe nada, y te lo voy a demostrar- a Ogando le temblaba la voz, por más que quisiera evitarlo no podía dejar de demostrar cuanto daño le hacían las palabras del obeso. Y se acordaba de cómo Thais lo había rechazado, de cómo lo había tratado tan fríamente, de cómo lo había ignorado y dejado hablando solo...
-Rechazado, rechazado...- cantaba Jerez en tono de burla
Ya cuando se iba ir Ogando dio la vuelta, tenía ganas de acabar con ese pleito, ganas de sacar todo el coraje que llevaba dentro.
-Esto aún no termina
-¿Quieres que te haga llorar, Lavanderita?
-Aquella vez no acabamos, hay todavía algo pendiente entre los dos y por mi cuenta corre que arreglemos cuentas.
Pero Jerez era menos impulsivo y se le había ocurrido una idea.-No voy a darme de trancazos aquí para que el capataz nos regañe, si de verdad quieres pelear conmigo te reto a un duelo, un duelo clandestino... a muerte.
Un duelo clandestino, una pelea de verdad, ya teniendo las cosas enfrente a Ogando le entraba el miedo, pero no iba a dejar que Thais, que nadie lo viera como una nenita llorona.
-Acepto. Que sea mañana...
-No, que sea hoy mismo, en la noche, en la colinita junto al viejo molino. Te esperaré hasta la medianoche, sino vienes probarás que no eres más que un anormal y un cobarde.
-Esta bien, como quieras, pero solo tu y yo Jerez, y nada de trampas.
Se dieron la mano para sellar el pacto. Ya estaba hecho, quedaban unas cuantas horas. Ogando temblaba un poco, tal vez de coraje, tal vez de miedo.
....................................

Acuérdate de lo que te dije en la iglesia… Por supuesto que se acordaba, como olvidar el sonido intimidante rebotado por los muros de la catedral, las miradas acusadoras de los ángeles y santos que parecían saber lo que había hecho aquella noche, la mirada, más con lástima que con odio del padre que entre la multitud parecía dirigirse solo a él. Thais lloraba en la silenciosa oscuridad del viejo molino. Amaba a Ogando pero no debía hacerlo, su cuerpo lo urgía a tocarse llevando a la realización sus “malos” pensamientos pero también estaba prohibido. “Maldita sea, porque todo está mal?” Y golpeaba con los puños el suelo, furioso. Luego se pasó las manos por el cabello lacio y largo, bajando hasta su pecho plano, ahí se detuvo “Tal vez yo esté mal, tal vez debí haber sido una chica”

El aire soplaba fuerte, silbando a ratos entre los árboles, casi no se veía nada, era una noche muy oscura. Con la oscuridad las cosas tomaban otras formas, otros sentidos, todo parecía casi mágico, macabramente mágico. Ogando iba con paso firme pero silencioso, apenas subiendo la colinilla. Era una pendiente un poco alta, cubierta de pasto y hierbas, sin un solo árbol, de un lado bastante pareja pero del otro abrupta y llena de piedras, por lo que si alguien caía difícilmente se volvería a levantar.

No había visto a Thais hacía unos dos días, y no lo quería ver, estaba tan triste que no quería verlo, y la tristeza se notaba en su rostro, como una sombra. Sabía que se estaba jugando la vida por aquel rubio que tartamudeaba al hablar y que le había vuelto loco, primero de alegría y luego de tristeza. Y ni siquiera se lo había dicho, se había limitado a moverse y tocar y besar y gemir hasta alcanzar el éxtasis. Llegó a la cima y ahí estaba Jerez, esperando.

-Vaya, creí que te ibas a quedar llorando en un rincón
Ogando no respondió, solo se plantó frente a él esperando, prefería que Jerez fuera el primero en tirar el golpe.
-No seas ansioso, de todas maneras acabarás suplicando que no te mate, a lo que responderé... golpeándote más todavía- Jerez sonrió ampliamente.
Nada, Ogando seguía en silencio, tal vez planeaba una estrategia, sabía que para vencer a Jerez debía ser inteligente, pues le ganaba en altura y bastantes kilos de peso.
-Tengo toda la noche, ni creas que voy a caer en tus trampitas

Pero cayó. Cuando menos lo esperaba Ogando le hizo una barrida y ya tirado en el suelo lo pateó varias veces y luego se alejó, esperando su respuesta. Jerez se levantó con mueca de dolor solo para recibir un puñetazo en la cara que casi lo derriba otra vez, pero alcanzó a mantener el equilibrio. Ogando podría ser lo que fuera, pero era muy bueno peleando.
-Antes no te defendías así... –dijo el gordo limpiándose la sangre de la boca, y Ogando ya estaba inspirado, esta vez si se las pagaría todas, lo haría pedirle disculpas frente a Thais...

Claro que Jerez intentaba defenderse y tirar patadas y golpes, pero casi nunca eran certeros, y para Ogando era muy lento, por lo que llevaba las de perder, apenas un rato y ya tenía sangre escurriéndole de la nariz y la boca y jadeaba cansado. Se dio cuenta de que no era lo mismo maltratar a Ogando entre tres que hacerlo el solo, así que decidió poner en practícale plan b.

Se buscó algo entre las ropas y Ogando aprovechó para sacarle el aire de una patada. Jerez cayó de rodillas silbando adolorido. No se movía ni daba muestras de querer o poder seguir. “Con eso tendrá” pensó Ogando, y bajó un poco la guardia, pero no contaba con las mañas de Jerez, quien lo tomó del brazo y lo jaló hacia si clavándole un puñal oxidado hasta la empuñadura. Ogando gritó por el dolor y la sorpresa, desgarrando el silencio profundo de la noche. El gordo Jerez estaba satisfecho, pero para estar bien seguro giró el arma dentro del cuerpo de Ogando enterrándola más, luego la sacó bruscamente.

Thais no podía dormir, estaba tirado en el suelo polvoso viendo por un huequito el cielo, cuando escuchó el grito y los pasos apresurados, se paró de un salto “No. Lo mejor será olvidarse de todo esto y… y volver al bosque” Ahí había sido feliz, oculto entre los árboles… “A quien engañas, nunca has sido tan feliz como aquí” Tal vez eso era ser feliz, tal vez ser feliz era algo anhelado pero dolía mucho. Y después de todo Ogando nunca le había hecho nada malo, al contrario, era amigable, alegre y cariñoso con él, tal vez lo amaba, no merecía su desprecio. Aún no era muy tarde “Si hablo con él, si le pido una disculpa y dejo que me explique las cosas tal vez las cosas se arreglen” en eso iba pensando, ya más relajado y confiado cuando escuchó a Jerez gritando a lo lejos.
-¡Ahora si te vas a morir, Lavandera, te irás a donde te mereces!

Ya bastante cobarde había sido, ya bastante había permitido sin decir una sola palabra para dejar que su ahora nuevo amante fuera golpeado otra vez, no importaba que lo odiaran, que lo insultaran o hasta que tuviera que irse del castillo, esta vez le demostraría a Ogando quien era él, a que estaba dispuesto por él, por su amor... Thais corría cuesta arriba lo más rápido que podía, decidido, repitiéndose una y otra vez que no iba a huir, que no iba a quedarse callado, que era libre de hacer lo que quisiera y amar a quien él quisiera. Mientras el viento frío le golpeaba el rostro sonreía, sabía que hacía mal pero no volvería a lastimar a Ogando, lo acogería en sus brazos no importa que todos los demás, que la iglesia que las Escrituras se opusieran, si estaba con él sería capaz de soportarlo.

Ogando estaba aún de pie pero tambaleante, de la herida le manaba un chorro interminable de sangre, que manchaba el piso y las yerbas. Para Jerez era un espectáculo hipnotizador. Lo dejó recuperarse un rato, nomás haber que hacía, luego le daría las otras puñaladas y lo tiraría después por la lomita, a nadie le importaría.

En eso Thais llegó, agitado por la carrera y al ver a Ogando así las dudas quedaron atrás, todo estaba claro, y aprovechando el estupor de Jerez le pegó en la cabeza con todas sus fuerzas, dejándolo tirado en el suelo, inconsciente. Al lugar habían llegado también Wilhem y Dante, alertados previamente por Jerez seguramente. Thais cogió el puñal aún lleno de sangre y los apuntó –S-si se acercan se se los juro que los mato –dijo con voz aflautada.
Ya sin líder los otros se mantuvieron a raya. Thais soltó el puñal y tomó a Ogando entre sus brazos. El pobre estaba medio desmayado y aún hacía esfuerzos por detener la hemorragia con sus manos.
-...Thais, me salvaste...-dijo con voz muy bajita, apenas audible.
-N-no no hables, no sé porque pero es malo, no digas nada, s-solo perdóname, p-perdóname por favor
De la boca de Ogando escurría un hilito de sangre. -...yo...
Las lágrimas escurrían como ríos por las mejillas de Thais. Aún con el dolor de la herida Ogando sonrió
-...Quiero pertenecerte...quiero ser solo tuyo...Thais...siempre-
Y así se quedó él, con las ropas manchadas de sangre, con su cuerpecito entre los brazos cuando llegó el capataz.
-Vamos, arriba todo el mundo

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).