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My Black Dahlia por Little Secret

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Notas del fanfic:

Los personajes de esta fanfic no me pertenecen, son propiedad de su respectivo creador, las empresas Walt Disney. Este fue escrito sin fines de lucro por y para fans.


Este es el primer fanfic que voy a escribir, siempre había escrito One shot bastante cortos. Esperó sea de su agrado y sean de mente abierta, comprendo que la imagen de El Rey León en amor yaoi pueda no ser agradable. Si no te agrada la idea, te aconsejo no seguir leyendo para no llevarnos disgustos :)

La canción que inspiro el finc y su titulo es My Black Dahlia, de Hollywood Undead.

Notas del capitulo:

Este primer capitulo es algo corto, pero esperó les agrade.

My Black Dahlia

1

Advertencias: Shota.

Fanfic (Lion King)

 

Fue una bella noche de septiembre, aquella en la que hable con mi tío por primera vez. Hacia unas horas el ardiente sol de la tarde había desfallecido, y junto a él, un crepúsculo de exquisitos colores naranjados. El cielo nocturno era gobernado por las estrellas centellantes, mis antecesores, los reyes del pasado, nos observaban desde lo alto del firmamento, cuidando de nosotros. El crudo clima de la noche se sentía en las extensiones del Sahara, así como todos los días, pero a la mañana siguiente el calor del sol recorrería nuevamente sus planicies en la más sofocante de sus formas, aunque el cambio pueda parecer hasta absurdo. La cueva del tío Scar era un lugar pequeño y friolento, las paredes parecían caernos encima en medio de la oscuridad. Un frío sobrecogedor se colaba en mis jóvenes e inexpertos huesos, todavía algo ineptos y torpes.

Él me apretaba fuertemente contra su pecho, compartiendo su calor con mi cuerpo helado y tembloroso. Yo me acurrucaba locamente en su pelaje negro, adoraba como se sentían sus cabellos brunos rozando mi piel. Su melena, oscura como la noche que nos rodeaba, me abrigaba como si de una manta se tratase, sus patas se sentían tan blandas y acogedoras debajo de mí que me robaban poco a poco la lucidez. En aquel entonces yo era solo una criatura, un ser tan pequeño y frágil que a mi tío le costaba moverse por temor a hacerme algún daño.

En ese preciso momento su rostro cadavérico me observaba con sus grandes ojos fijos, se veía extrañamente apacible bajo esa luna de plata y me sonreía felizmente con esa gran boca de lobo. Sus ojos verdes brillaban con intensidad esa noche, parecían antorchas de fuego verdinegro, palpitando vigorosamente en la oscuridad que nos consumía. Así eran siempre, fríos y seductores, hipnotizando los sentidos de cada ser que fijamente lo mirase –era, por lo menos, mi caso. No sabría decir que había en ellos, era algo impenetrable, irrompible, algo cautivador, fuese lo que fuese. No diré que era la primera vez que estaba cerca de mi tío, él siempre había estado allí, al menos lo suficiente para mediar palabra. En incontables ocasiones lo había visto deambulando en la lejanía, por las fronteras que separaban la roca del reino de la tierra negra. Pero aquella era la primera vez que estábamos tan cerca el uno del otro. El estar allí, tirado a su lecho, era algo desconocido para mí. Muy parecido a las caricias de mi madre, pero al mismo tiempo, muy distinto.

 Tal vez era por ese extraño brillo en sus ojos… quizá fuese eso, más que su color, lo que me asombraba; La cicatriz que surcaba los  parpados de su ojos izquierdo. Lo hacía ver de un modo tan distinto a los demás, una vaga pista de un pasado incierto, pero impactante, de eso no había duda. Una cicatriz emocional más que física, significaba mucho más que un rasguño en la cara, pero en ese entonces yo no lo podía entender. Y ese algo que desconocía era aquello único que hacía grande al tío Scar, aquel misterio e intriga que lo hacían aún más gran que mi propio padre, El Rey.

Por la mañana desperté y el ya no estaba a mi lado. Los rayos del sol mañanero habían remplazado todo el calor que alguna vez me brindo. En el duro suelo de la cueva, siempre cubierto de arena y polvo, podían apreciarse las marcas de pisadas, garras de león por allí y por allá. Estaban por todos lados, desesperadas y con mi prisa, como si el tío Scar hubiese sufrido un ataque de histeria mientras dormía. En  la gruta se apreciaban profundos rasguños penetrando la pared,  alguna incluso se veían tan marcados que podía verse la sangre de  las garras partidas al rasgar la piedra. Confundido, quizás asustado, me gire hacía el ojo de la cueva.

El tío Scar observaba el sol creciente, estupefacto, casi parecía bañarse en su calor. Intrigado, me acerque a él. Su semblante era  muy serio, hasta algo molesto o fastidiado, pero al verse formo una  gran sonrisa en su rostro, mostrando esos filosos y desperfectos  dientes de león. Permaneció callado, al igual que yo. Ambos nos dedicamos a admirar como surgía aquel hermoso amanecer en la  sabana africana. Había algo imperturbable en el ambiente, algo  cándido y acogedor, no sabría decir a esas alturas si se debía a la  electrizante luz que nos rodeaba o la mera compañía de aquel león de matices negros.  

-          ¿Tu padre ya te lo ha dicho, pequeño Simba?- Me pregunto cordialmente, sin dejar de observar el lejano horizonte. 

-          ¿Decirme que, tío Scar?- Le respondí yo, algo atontado por las luces del día. Él pareció algo disgustado, o indeciso, no sabría decirlo, pero solo prosiguió. 

-          ¿Ves el sol, Simba? 

-          Sí… 

-          Todo lo que toca su luz es su reino, absolutamente todo,  excepto aquello que no es ni rozado por la claridad del día, la tierra  negra… Pero algún día, igual que este amanecer el reinado de tu padre verá un atardecer venidero, y entonces… 

-          Iniciara un nuevo día, conmigo en el trono…-  

Lo interrumpí, repitiendo esas palabras que hacía mucho mi padre había pronunciado. Mi tío volteó a verme, y en su rostro vi una expresión que jamás había visto antes. Advertí cierto dolor en su mirada, un desconsuelo que no supe describir en el brillo de sus ojos. Su rostro permanecía imperturbable, como si realmente no desease que me diera cuenta de ello. 

-          Tío Scar… cuando yo sea rey, ¿Qué vas a ser tú? – Pregunté. Él permaneció callado entonces, impactado con mi pregunta, casi como si hubiese encontrado una veracidad contradictoria en mis palabras.     

-          Creo qué… nada, pequeño Simba…- Me respondió con  sencillez, pero yo seguí insistiendo.

-          Pero, tío Scar, eso no es justo… ¿Verdad?- Escuché como resoplaba de angustia, y me respondió, al no ver la salida, con la mera verdad.

-          La vida… no es justa, pequeño Simba, y la verdad, algo relativo.- Se alejó de mi lado, y finalmente, dejó de contemplar el atardecer.- Verás… yo nunca seré rey… tú padre a veces me hace pensar, que no merezco ni ver la luz de otro día… 

Perseguí a mi tío por la ladera que separaba al suelo africano de su mohosa guarida, y esas últimas palabras resonaron de forma creciente en mi cabeza. La luz del sol en mis ojos y el viento en mi cara me cegaron, y me vi aplastando una gran huella bajo mis pies. Erguí mi cabeza y observe a mi tío a unos metros de mí, esperándome. Y yo solo seguía allí, pisando su huella en la arena. Fue cuando me di cuenta lo grande que era él, aún ante su delgadez y su rostro demacrado, él era un ser gigantesco, y yo… mi huella era solo del tamaño de su dedo meñique… yo era tan pequeño… Ese día un gran amor y respeto creció en mi para con mi tío, y el desdén hacía mi padre también nació. Lo que yo no supe sino hasta ahora es que el tío Scar también sufrió un cambio drástico esa mañana. Un gran parasito llamado envidia lo invadió, y se hizo un gran agujero en su corazón, una herida, que nunca llegó a sanar

 

Te amo, me has hecho odiarme. Me diste el odio, ¿Ves?

I love you, you made me hate me.

You gave me hate, see?

Notas finales:

Esperó comentarios, sugerencias y criticas. Esperó les haya gustado.

Aquí os dejo una imagen:

http://www.google.co.ve/imgres?num=10&hl=es&biw=1366&bih=707&tbm=isch&tbnid=R_i2GBFhNArViM:&imgrefurl=http://fanart.lionking.org/Artists/Hippo/&docid=5Tx15qz4XpljuM&imgurl=http://fanart.lionking.org/Artists/Hippo/ScarSimbaKopie.jpg&w=1000&h=741&ei=pLvzT4yeO8rC6gG7zrjwBg&zoom=1&iact=hc&vpx=666&vpy=361&dur=6565&hovh=193&hovw=261&tx=81&ty=144&sig=114263882340540333597&page=4&tbnh=156&tbnw=182&start=59&ndsp=23&ved=1t:429,r:15,s:59,i:308

 


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