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My Black Dahlia por Little Secret

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Notas del capitulo:

Conchalé, de verdad que me tarde en escribir este segundo capitulo. Lamento haberlos hecho esperar, pero es que lo comencé a escribirlo hace menos de 3 días ¬¬U

Bueno, es que estaba ocupada con otro finc mío: Hankyu, en la sección de Inuyasha. (¡Visitenlo XD!) Pero, el siguiente lo colgaré más rapido. Lo prometo :)

My Black Dahlia

2

Advertencias: Shota.

Fanfic (Lion King)

 

                El sol surgió del horizonte como una llama de fuego que brota en las entrañas de la oscuridad. Como una fruta jugosa y madura se ancaba en el negro cielo de la madrugada, chorreante de rayos de luz. Bestias de todo el reino emprendieron un arduo viaje por la sabana africana para rendirme honores. Desde que la noche abandono nuestro mundo fueron invadiendo poco a poco las tierras del reino, elefantes, monos, cebras, incluso los antílopes que las leonas masacraban para traer comida al hogar. La mañana de mi coronación fue a los ojos de muchos un día memorable.

                El anciano Rafiki me alzó en lo más alto de la roca del reino, y todos me alabaron, a mí, aquel ser tan pequeño e insignificante, como a un soberano. Un dios observando desde lo alto de su pedestal al pueblo campesino, a esos seres diminutos que enloquecían solo por demostrarle su respeto. Un gran ego creció en mí ese día, allí, en lo alto de la roca. Por leves instantes me sentí como el rey del mundo entero. Todos estaban allí, absolutamente todos, solo por mí. Mis súbditos, mis leonas, la pequeña Nala, compañera de mi infancia, y mis padres, que me admiraban honrados y orgullosos desde lo alto de su trono. Solo una persona, una entre miles en toda el áfrica falto ese día a la ceremonia.

                El tío Scar no estuvo allí, y eso me rompió el corazón en pedazos. La verdad es que a esas alturas yo no conocía muy bien al excéntrico león, mucho menos entendía por qué hacía las cosas. Él era, sin embargo, un ser indispensable en mi vida, aunque no fue más adelante que me percaté de ello. El tío Scar fue más que una figura de respeto: fue un amigo, un padre y un maestro –Todo eso siempre y cuando el rey Mufasa no estuviese presente-. Fue por ello que frustrado, y más que todo, embargado por la indignación, me dispuse a buscar explicaciones. O en su defecto, una disculpa sincera por haber faltado a ese día tan importante.

                Mi amiga de la infancia, Nala, se mostró preocupada por mí, y quiso acompañarme. Escurridizos y juguetones, atravesamos las extensas tierras que separaban a la roca del reino de ese pequeño y desolado territorio, entre nuestro cálido y prospero hogar y la fría tierra negra donde vivían los exiliados. Allí, en los límites más peligrosos que pudiese haber en mis dominios, el tío Scar sobrevivía, aislado de todos los demás. El empedrado peñasco, la fría cueva que había helado mis huesos, incluso la sequía y la falta de vida volvían a mí como un recuerdo lejano. ¿Cómo podía un león vivir en condiciones tan deplorables?

                Anonadado, proseguí mi camino. Tan solo escalando la zanja que conducía a su gélido y escabroso hogar, pude escuchar la voz de mi tío. Sonaba fastidiado y cansado, pero entre aquel tono de voz, indiferente y seguro, podía escuchar vagamente las notas del miedo. Del miedo, y por sobre todo, de la ira. Un temblor que pese a su sumisión resguardaba el más grande y profundo desprecio. Mi cuerpo se paralizo por completo, y observe fijamente a Nala. La confusión, igual que en los míos, daba vueltas en sus ojos con gracia y maestría. Ambos, por tan solo segundos, no nos movimos, no reaccionamos, siquiera nos atrevimos a respirar, con tal de escuchar que ocurría dentro de la oscura cueva.

-          ¿Es un reto, Scar?- Gruño una voz en pleno rugido, potente y estruendosa.

-          ¿Y qué si fuese así, hermano? ¡¿Qué irías a hacer?!

Habíamos escuchado claramente voces. Voces hablándose con insolencia y desprecio, pero con todo el sentido amable de la decencia. Y sin embargo, eso parecía haber desaparecido. Entre quejidos, gritos y lamentos, pude escuchar claramente, como el retundo sonido de una roca al caer o el estruendo que provoca un rayo al impactar contra un cuerpo vivo, la voz de mi padre, vanagloriada y orgullosa, como siempre. Y no parecía meramente molesto, la verdad, estaba iracundo.

Nala y yo, aturdidos y preocupados, corrimos zanja arriba para encontrar a mi padre sobre el tío Scar, cortando su respiración con una mordida de sus enormes fauces. Era una escena sencillamente monstruosa. Al vernos allí, lo soltó alterado, y mi tío, quizá sabiendo que a estas alturas no se defendería, lo apartó con un golpe en la cara. Quedó en el suelo, golpeado y aruñado, cogiendo el aire, que tanto necesitaba para vivir, en sus pulmones vacíos. Permaneció estático en el duro piso de la cueva, recostado sobre su estructura, observándonos a todos con una mirada perdida. Por momentos pensé que estaba inconsciente.

Me acerqué a mi tío, dudativo y asustado. Asustado de mi propio padre. Caminé cauteloso hasta su cuerpo y me apoye sobre su cuello, tal vez temiendo que no estuviese respirando. El rey Mufasa esa tarde desapareció ante mis ojos sin ser más mi padre, entonces para mí se convirtió en nada más que otro león, bruto y cruel, aunque la sola idea sonase grotesca. La pobre Nala temblaba en el ojo de la cueva sin saber que hacer o decir, no se movió hasta que el sol amenazo con ocultarse tras los límites del horizonte, y la oscuridad retorno nuevamente a nuestro mundo. Y yo me retire con ella, sin haber mediado en ningún momento, en ninguno en absoluto, palabra con mi tío. La ira parecía haberlo consumido de tal forma que no podía ni hablar.

En el retorno al hogar llegue a olvidar para qué había ido, y al recordarlo hasta me pareció absurdo. ¿Por qué iba ir el tío Scar a un lugar, donde no era bien recibido, dónde mi padre no lo quería? No había respuesta, no había un buen motivo para ello, y esa fue una explicación lo suficientemente buena. Pero había algo que si sabía. Esa tarde sentí el odio hacía el rey Mufasa como nunca lo había sentido antes, un resentimiento tan profundo que por la noche me robo sueño y lágrimas. Lloré, lloré en silencio un odio que no podía descargar. ¿No era eso lo que debía hacer cualquier niño? Tragarse su propio rencor hasta que se volviese agua en su rostro, igual que con todas sus emociones, ya sean de tristeza, soledad, e incluso la misma alegría, solo hasta ese momento en que pudiese enfrentar a ese objeto que tanto aborrecía, y poder gritarle sin temor o represarías:

“TE ODIO” “TE ODIO Y SIEMPRE TE HE ODIADO”

Así finalmente aquel ser podría entender la terrible presión que había significado ese sentimiento reprimido. ¿Pero, realmente podría entenderlo o sentirlo? No lo sabía. La verdad es que entonces, ni siquiera ahora, sé o entiendo bien, ¿Por qué odiaba tanto a mi padre? ¿Se debía al tío Scar? ¿Al saber que mi padre era capaz de romper en pedazos a ese ser que yo tanto idolatraba? ¡¿No debería, en todo caso, odiar al tío Scar por osar desafiar al ser que me daba todo en la vida?! Tierras, amor, protección. No entiendo, ni comprenderé nunca, el porqué de aquel odio.

 (El odio) Eso me salvo, y estas lágrimas son mortales.

¿Lo sientes?

(The hate) It saved me and these tears are deadly.

¿You feel that?

Notas finales:

Espero que les haya gustado, aunque es algo corto. !Comenten, que me hace feliz :)!


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