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My Black Dahlia por Little Secret

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Notas del capitulo:

Coño, esta vez si que me tarde. Perdonen, es que tenía pautado un modelo de las naciones unidas esta semana y tenía que estudiar para mi topico. El capitulo no es muy largo, y sinceramente creo que salió bastante cursi... digo, comparado con los demas, pero espero les guste :)

My Black Dahlia

Advertencias: Shota.

Fanfic (Lion King)

            El cañón al que me llevó el tío Scar ese día, incluso ahora, es una de las cosas más impactantes que yo haya podido ver. Su sola existencia se me hacia algo corrosivo y seductor, como una jaula gigante que me encerraba bajo paredes de hierro, pero me dejaba respirar limpiamente el dulce aroma a libertad que desprendía el cielo sobre mi cabeza. ¿Cómo podía algo tan formidable e imponente ser natural? La verdad no me lo explicaba, pero estando allí, recorriendo esa brava extensión de tierra junto al tío Scar, estaba dispuesto a descubrirlo. Me encontraba muy animado, tan lleno de vida como la juventud de mi cuerpo me lo permitía. Él, por el otro lado, parecía muy pensativo, completamente ajeno al mundo que nos rodeaba. Su amplia y tortuosa sonrisa aun adornaba plenamente su rostro, pero podía captar en aquellos ojos verdes, siempre desbordantes de vigor, ciertos dejes la frustración.

-          Tengo una sorpresa para ti, pequeño Simba. Pero antes hay que traerla, así que ¿Por qué no te quedas aquí mientras yo voy por ella? – Fue lo último que me dijo antes de desaparecer por los laberintos del cañón, aun luciendo ese semblante preocupado que tanta curiosidad me causaba.

Al verme en esta situación no pude evitar el sentirme abandonado, todo estaba tan callado y tranquilo, que la soledad pareció invadirme, y junto a ella, el aburrimiento. Poco tiempo paso para que me diese cuenta de que realmente no me encontraba tan solo: a mí alrededor había toda clase de seres pequeños: mangostas, lagartijas, insectos, e incluso alguna que otra avecilla que había quedado atrapada en el profundo desfiladero. Me dedique, como mi instinto latente me lo ordenaba, a torturar un poco a esos animalejos que se arrastraban a por los suelos de la quebrada. Los manosee, mordí y rasguñe, hasta que cada uno de ellos escapo aterrado de entre mis garras.

Ese día en particular todo se sentía muy tranquilo, mi inesperada visita al cañón resultaba hasta divertida en comparación con la calma que entumecía a la sabana. Pero todo cambio al sentir como el suelo bajo mis patas comenzaba a temblar. Aquella era una sensación muy curiosa, como si la tierra fuese algo inestable y poco solido, casi como plasma. Las piedras, grandes y pequeñas, en la fosa del cañón, brincaban saltarinas a mi alrededor, y los pozos de agua, formados hacía días por la tormenta, creaban poderosas olas, todas miniatura, en su interior. Fue cuando levanté mi cabeza, y pude verlo. El polvo que levantaba la estampida de ñus al aislarse en la gran jaula de hierro, bajando por sus paredes como tontainas cucarachas huyendo presuntuosamente de la libertad.

Mis orejas bajaron hasta rozar mi lomo, causándome escalofríos, y mis ojos se abrieron, ahora más grandes que nunca, para contemplar lo que bien podría haber sido mi fin. No pude moverme, mis garras parecieron haberse clavado a esa fría tierra que mareaba mis sentidos. Me acosté sobre ella, y poco a poco me fui haciendo pequeño, cada vez más pequeño, hasta que el retumbar de mi corazón se acompasase con los temblores, esperando ese momento en que el primer golpe arremetiese contra mí.

Aguarde silenciosamente ese momento decisivo, y sin embargo, nunca llegó. No ocurrió nada, yo continuaba existiendo. Ese miedo que se apodera de uno al sentir la muerte proxima me invadió en el último minuto, y simple y llanamente, con toda la fuerza y coraje que engendra su presencia, me oblige a correr, a huir con tan solo un corazón apunto de estallar, de una muerte segura.

Yo encabezaba la carrera. Por nada del mundo, excepto, tal vez, la vida, hubiese dejado que la manada me alcanzase, que esas graníticas pezuñas aplastacen mi cuerpo. Con desespero, escalé un árbol entre la funesta multitud, moribundo y mal tratado, esperando escapar de la muchedumbre. Sus ramas temblaban ante cada uno de mis movimientos, ante cada choque que amenazase con dañar su estructura, y yo solo podía aferrarme fielmente a ella, aferrarme fielmente a la vida. Hubo un sinfín de ocasiones en las que estuve a punto de caer, incluso poniendo todo mi esfuerzo en subir, mi cuerpo colgaba de ella como si de un peso muerto se tratase. La impotencia me devastaba, casi tanto como el miedo a desfallecer.

Entonces escuché un chirrido angustioso, como el que producen las garras al raspar la piedra caliza. Abrí mis ojos, siempre cerrados ante la adversidad, y pude ver al tío Scar bajando por las paredes del cañón junto a mi padre, asentandose sobre una roca sobresaliente. La distancia entre nosotros era increíblemente corta, prácticamente los tenía encima, pero al mismo tiempo parecíamos estar demasiado lejos. Pude escuchar como ambos clamaban mi nombre con error, más tarde ese día me preguntaría como el tío Scar logró avisarle a mi padre a tiempo, pero en ese preciso momento en que la rama comenzaba a romperse solo pude entregarme al pánico. Grité, grité por ayuda, lo más que mis pulmones me lo permitieron, y sin embargo, mi padre seguía allí, paralizado sobre la roca. Un nudo se formo en mi pecho, y entonces lo supe. No iba a venir por mí. Tenía miedo.

Volteé a ver entonces a mi tío Scar, en busca de aliento, en busca de una señal que me mostrase quietud, calma, cualquier cosa que me dijese que todo iba a estar bien, y que yo iba a salir de esta, pero no. En sus ojos no encontré ningún consuelo, y aún así todo mi alrededor se obstino con limitarse a él. Aquel flameante iris verdinegro, se convirtió en mi mundo. Un mundo caótico que no podía ver en él la calma, no había expresión en su cara, era serena, una serenidad levemente poseída por la conmoción. Observaba a mi padre de una forma turba, una mirada acusadora de un filo tan distinguido como el de una cuchilla.

-          ¿Qué estas haciendo? – Lo escuché gritar. Gritarle a mi padre, sin ninguna pena o temor, y Mufasa… Mufasa solo podía devolverle una mirada confusa.- ¡Ve por él! – Bramó encolerizado, con rabia, indignación y malogro a la vez, justo antes de empujar al rey, con toda la fuerza y voluntad que su delgado cuerpo le permitió, a la oscuridad del abismo.

Aturdido, mi padre se levanto del suelo, y alzó la vista para verme. Inicio una larga carrera junto a los ñus, así como había hecho yo, y se aproximó rápidamente hacía el final del cañón, buscando escapar de la estampida. Me pasó de largo en tan poco tiempo, que creo que ni siquiera me vio. Me había abandonado, ni siquiera se digno a mirar atrás. Me aferre lo más fuerte que pude a la rama del árbol, y la apreté entre mis garras esa última vez que la escuché crujir. Sentí como el vástago se rompía entre mis dedos, y recuerdo que lo último que pensé en ese instante es que iba a morir.

Cerré mis ojos, por leves instantes sentí como sí volara, y cuando los abrí de nuevo caí en la férvida cuenta de mi proximidad con el suelo. Entonces algo me atrapó en el aire. Mi cuerpo entero fue recorrido por una oleada de calor interno, por un cruel escalofrío que advertía los morbidos colmillos apresando mis costados. Así debía de sentirse una presa justo antes de perecer entre los dientes de un león. Yo, sin embargo, sentí la muerte como algo lejano, tan ajeno a mí que no parecía real.

-          ¡Tío Scar! – Exclamé con angustia al verme atrapado en su boca.

-          ¡Cállate! – Me gritó molesto, haciendo de cuentas que yo no obstruía el poder de su voz.

Nos abrimos paso entre la manada con cierta dificultad, evadiendo esos cálidos y estorbosos cuerpos a nuestro alrededor. Aún recuerdo como el polvo que levantaban sus pezuñas se adentraba en mis ojos, sus lastimeros balidos inundando el paraje, y el olor: el olor a sangre y sudor que exudaba cada una de las rocas en todo el cañón. Uno de ellos arremetió contra nosotros, el tío Scar cayó rudamente al suelo y aflojo su mandíbula, yo salí volando e impacté contra el suelo. Nuevamente el sentimiento de abandono se había apoderado de mí, me apegue al suelo y fui evitando por mi mismo las patadas de aquello antílopes de cabeza grande y cuernos curvos.

Pude distinguir entre la multitud a mi tío, que empujaba a esas alimañas que se metían en su camino mientras gritaba mi nombre. Incluso entonces, él solo tenía ojos para mí. Ese día experimente la culpa y el desagrado, una culpa que crecía con cada golpe que recibía el tío Scar al tenerme en su boca, y un desagrado por mi mismo, por haberlos puesto a todos en aquella situación. Me dejó sobre una roca que sobresalía por las paredes del cañón, y con algo de esfuerzo, subió a mi lado.

            Dejando de lado la ofuscación que lo embargaba, abrió sus ojos rapidamente, y se irguió de pie, en busca de mayor estabilidad mental. Estando a su lado me recosté contra su pecho, y pude escuchar el latir de su corazón. Era rápido y extenuante, lo escuchaba palpitar con tal claridad que me afligía. Me sentí conmovido, él también tenía miedo. El palpitar de su corazón ese día es algo que hasta hoy nunca saldrá de mi mente, ¿Por qué?... Porque era la prueba irrefutable de que yo le importaba, de que no me guardaba rencor por ser el hijo de mi padre, por ser quien debía usurpar su trono, de que él me amaba.

            Pero se separó bruscamente de mí, y me ordenó con tal rapidez que apenas si pude escucharlo “No te muevas de aquí”. Eso fue lo que hice, o al menos era lo que pretendía. Poco después de su partida, observe, aún con un miedo latente en mi corazón, como algo saltaba de entre la manada de ñus, y se hincaba posesivamente a las paredes del abismo. Era mi padre, que con desenfreno se aferraba a la vida. En múltiples ocasiones pareció estar a punto de caer, y yo, horrorizado por el más pequeño desliz de sus patas, no pude evitar seguirlo.

Escale por una empedrada que me llevaría a un punto más alto del cañón, en un intento de no perderlo de vista, y al subir hasta la cima, recuperando mi campo de visión, pude ver, aterrado, como el rey se desplomaba hacía su muerte. Él, sencillamente, se cayó. Baje por una zanja que me llevó hasta la base del cañón, y lo busqué entre los destrozos que había dejado la bandada. El polvo que se levantaba en el aire no me permitía ver nada con claridad, en más de una ocasión un ñu rezagado estuvo apunto de pisotearme. Comencé a llamarlo, pero no encontré ningún rastro de él.

Finalmente lo hallé,  tendido bajo el árbol que había salvado mi vida. No se movía, tampoco parecía respirar. Su semblante era sombrío, mucho más oscuro que de costumbre, y no importaba cuanto lo llamase, él no despertaba. Si bien mis ojos se empaparon de lágrimas, me prohibí a mi mismo llorar. Bien sabido tenía que mi padre pronto moriría, que tarde o temprano caería en las garras de mis amigas las hienas, pero aquello fue tan rápido, que no parecía real. Siempre había pensado que el día en que mi padre muriese iba a ser el más feliz de mi vida. Que toda la frustración y el agobio que me atormentaban finalmente iban a desaparecer. Pero no. Estaba destrozado, pero no entendía porque me dolía la muerte de alguien a quien había jurado odio tanto odio.

Un escalofrío me recorrió, y al voltearme me tope con esos tortuosos ojos verdes. Mi tío Scar me observaba con un semblante serio. Aquella expresión de histeria y conmoción había desaparecido por completo de su rostro, y fue cambiada por una más gélida y distante. No era, por supuesto, por que se sintiese mal o molesto, sencillamente sentía la cabeza fría, y he de suponerlo porque, ¿De qué otra forma podrías sentirte después de matar a alguien? Frío, frío y extrañamente apacible, pero no tranquilo. Estiro su pata, y así como la última vez, me acercó a su cuerpo, pero en esta ocasión no fue un contacto tan apático. Aquel insulso deseo de tenerme lejos ya no estaba presente, y debo suponer que se debía a que no se sentía molesto, ni frustrado.

Me recargué en su pata y me deje llevar. Por mucho que quisiese evitarlo ya lloraba entre sus brazos, descargando ese extraño sentimiento de aflicción que repentinamente me había invadido. No nos dijimos nada, ni entonces, ni durante el regreso a casa. Yo sabía bien que Scar había matado a mi padre, cualquier otro incidente ese día fue un daño colateral, algo que se le había salido de las manos, como el paralicis de mi padre, o su inminente miedo. ¿Por qué no habría de creerlo, si él mismo me dijo que lo haría? me lo había dicho, era nuestro pequeño secreto, y solo por eso no tenía permitido reclamar nada, pero esas palabras no habían solado reales sino hasta aquel momento.

Incluso ahora, no entiendo porqué ese tarde lloré por la muerte de mi padre. No se porque hoy día aún me duele, y la verdad es que nunca lo sabre. Pero yo sobreviví. Y sobreviví porque mi tío no me quería muerto, porque sabía que yo no iba a decir nada. Él confiaba en mí, él me quería… ¿No es así?

It was my heart, it was my life, it was my start, it was your knife.

Era mi corazón, era mi vida, era mi comienzo, era tu cuchillo.

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Notas finales:

Comenten, por fa.

Aquí les dejo dos imagenes

http://www.google.co.ve/imgres?num=10&hl=es&biw=1366&bih=707&tbm=isch&tbnid=ufaYJyiv10jfNM:&imgrefurl=http://fanart.lionking.org/Artwork/%3F%2B%2Btoprated%2B50%2B1%2B%2B&docid=2rSpuRSS3ku41M&imgurl=http://fanart.lionking.org/Artists/FireLemming/WhatIfScarSM2.jpg&w=820&h=470&ei=pLvzT4yeO8rC6gG7zrjwBg&zoom=1&iact=hc&vpx=194&vpy=138&dur=4581&hovh=170&hovw=297&tx=206&ty=162&sig=114263882340540333597&page=4&tbnh=152&tbnw=244&start=59&ndsp=23&ved=1t:429,r:18,s:59,i:318

http://www.google.co.ve/imgres?num=10&hl=es&biw=1366&bih=707&tbm=isch&tbnid=tD4NrhVuQavsVM:&imgrefurl=http://ivsha.deviantart.com/art/Simba-and-Scar-109555178&docid=PX4ME-7kBhDYmM&imgurl=http://www.deviantart.com/download/109555178/Scar_and_Simba_by_IvSha.png&w=1316&h=1358&ei=pLvzT4yeO8rC6gG7zrjwBg&zoom=1&iact=hc&vpx=896&vpy=339&dur=3415&hovh=228&hovw=221&tx=80&ty=118&sig=114263882340540333597&page=3&tbnh=157&tbnw=161&start=36&ndsp=23&ved=1t:429,r:9,s:36,i:215

 


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