Prólogo
Y de nuevo sentado, mirando al reloj de la estación, y escuchando atento el tic-tac que este profería. Con una impaciencia fatal, que hacía que este de mal humor para con todo aquel presente que me ve, con los nervios a flor de piel, con la cabeza que me dolía con el frío, y un extraño mariposeo en el estómago.
Otra vez, claro, esto era algo que venía muy seguido. Como cada mes, tú llegabas y mi trabajo era ir a recogerte. Eras mayor que yo, tenías unos 27 pero nuestra madre con el carácter que tiene, no te dejaría venir solo, y ciertamente era un placer para mí, ser quien te esperase. El trabajo otorgado no era siquiera algo impuesto, yo siempre pedía hacerlo, a pesar de quejarme después por hacerlo, y echarte en cara que me era molesto. Pero lo hacía por esto, hermano… no sabes cómo me siento.
Era temprano, ese día por las ansias salí dos horas antes de la hora fijada en que debería de llegar, esperando que por gracia divina aparecieses antes. Desgraciadamente las cosas no fueron así, y por ello veía desesperado la manilla del reloj, mi mal humor aumentaba, y ese cosquilleo estomacal me hacía sentir peor.
Recargue mi cuerpo en su totalidad en el espaldar de la silla. Cerré los ojos, y te recordé. Siempre lo hago para mi mala suerte. Recuerdo desde cosas como tu sonrisa, o el timbre de tu voz. Me es algo poco benigno pero una droga sustancial, que me sirve en las noches solitarias, donde solo me quiero consolar.
Itachi
Tu nombre retumba en mi mente. Se esparce por mis sentidos, y te llamo sin llamarte; te recuerdo sin quererlo; te espero sin hacerlo. Cuan bajo había caído, el gran Sasuke Uchiha, el tipo que tenía a todas las chicas muertas por él, aquel que podía al igual tener consigo hasta a los hombres que se denominen con ahincó heterosexuales; ese Sasuke Uchiha, estaba idiotamente enamorado de su hermano. Debería ganarme un centenar de aplausos por esa estupidez, debería ganarme un premio por idiota. Pero ya no había marcha atrás, ese sentimiento crecía, de una forma demasiado violenta, e incontrolable. ¿Desde cuándo? Eso mismo quisiera preguntarme, si alguien lo sabe quisiera que se me fuese explicado.
Pero lo importante, es que ahí estaba eso que ningún hermano desearía sentir por otro, y se sentía tan mal, a la vez que ridículamente bien, que no importaba. No importaba porque en fin Itachi, era Itachi, y si bien él no me quería de otra forma, tras conocerlo tanto, no me importaba. No me importaba, a pesar de que Itachi, ya ni me dirige la palabra.
Paso un poco de tiempo más. Un tiempo desperdiciado entre meditación, la toma de un café, el caminar de un lado a otro como psicótico, o bien el mirar casi sin pestañear el lugar por donde su hermano vendría. El maldito avión no venía, ya estaba a punto de llamar a la central para saber si hubo un accidente, joder, diez minutos de retraso me eran angustiantes, podrían haber pasado un sinfín de cosas. Itachi podría morir en ese tiempo él… pero los pensamientos se dispersaron cuando lo vi.
Ahí estaba él, con su misma coleta de siempre, que amontonaba su abundante cabello azabache, con esos ojos grandes de negro color, y destellos que lo hacían a veces confundir con escarlata. Mi hermano el chico alto de contextura delgada, ese de piel pálida y bien cuidada, el que me robaba mis sueños, ese que era tan perfecto; ese mismo que jamás tendría otro puesto que no sea de hermano. Mierda.
Mis piernas flaquearon por un momento, pero me quise acercar para ayudarle con el equipaje, o bien saludarlo con un “hola” proferido con soberbia, para escuchar al menos un “Hmp” de su parte. Lo que sea era importante si era con él, pero todo intento se fue directo a la mierda cuando vi que no venía solo, una chica de mechas azuladas venía con él, agarrada de su brazo, mientras una sonrisa se apoderaba de sus labios. Una sonrisa que también había en los labios de mi hermano.
Mis puños se cerraron con fuerza, fruncí el ceño, y tuve ganas de golpearlos. Porque bien, además de tener un amor por demás platónico, también era un celos compulsivo, mala combinación. No la recomiendo.
Te espere con mis ganas de matarlos en aumento. Intente tranquilizarme un poco, en fin nunca te vi salir con nadie, a lo mejor esa mujer de bellas facciones, y con pinta elegante, y un tanto gótica era tu amiga, puede que los prejuicios sean en vano, y solo me hago un lío solo. Puede que…
- Sasuke – pronunciaste mi nombre tras estar lo suficientemente cerca, la mujer me sonrió y fruncí todavía más el ceño.
Ella sin importar mi cara de disgusto se acerco, y me extendió la mano. Una sonrisa adorno su rostro, y al verla bien, me di cuenta que sin lugar a dudas iría bien con tu persona ser su pareja.
- Mi nombre es Konan, un gusto – me dijo ella presentándose – yo soy la prometida de tu hermano
Ese mismo momento solté su mano, y vi la sortija que traía, después vi la de Itachi. Y al final sentí unas tremendas ganas de darme media vuelta y dejarlos varados, a que se consigan un taxi, yo no deseaba llevarlos. Pero ante la estridente noticia, sin suficiente fuerza para marcharme, solo pude subir mi mirada a esos ojos opacos que estaban enfrente de mí. Sin dejarme caer en llanto solo pude pregunte “¿Te vas a casar?”