Bajo el viejo roble ambos cuerpos desnudos siendo mojados por la insistente lluvia. El mayor de cabellera castaña, el más joven de cabello color luna y ojos amatistas, ambos junto en lo que nadie nunca se pudo haber imaginado y que a pesar de todo se había vuelto su pequeña costumbre, aunque….Esta sería la última vez.
El sudor mesclado con la lluvia, los gemido con los truenos y el crujir de las ramas, besos siendo repartidos por toda la piel, un placer increíble que no pensaron encontrar con el otro, iba demasiado bien, pero como bien se dice todo lo bueno tiene que terminar.
Al finalizar lo más ansiado fue dormir junto al otro, abrazarlo, sentir su calor, pero no, no podía hacer eso, ellos ya había tomado una decisión y se arrepentían pero no había vuelta atrás, al hacer esto dejarían mucho, dejarían a ser más importante pero confiaban firmemente que allí estaría el otro para ese ser.
Luego de la entrega empezó aquel juego, ese reto, el más rápido ganaría ¿Simple no? La repuesta era no, eso no era nada simple y dejadme rectificar, el más rápido perdería, si perdería, pues tendría que cargar con la culpa de la muerte del otro.
El de ojos amatistas tomo lentamente su arma, el otro también lo hizo, un silencio casi mortal siendo apaciguado por las gotas cayendo se situó en el lugar y de un segundo a otro ambos hicieron sus movimientos.
Un disparo y el sonido de la carne desgarrándose, esos crueles sonidos resonaron por todo el bosque. Habían tomado ya ambos una decisión de la que ciertamente no podían ya escapar, cada uno se había herido a sí mismo, no pudieron soportar la idea de dañar al contrario y se precipitaron a un riesgoso plan…que no salió como estaba planeado.
Lo que nunca se supo fue que alguien vio el último momento de los amantas, vio los últimos minutos que pasaron juntos antes de volverse cenizas y eso le llevo a sentir una increíble culpa. Ese alguien que vio aquello resulto ser una de las principales rezones de la decisión de los difuntos, ese alguien fue la princesa hermana menor del castaño.
Ahora ella se había dado cuenta de su error pero lamentablemente no podía hacer nada para remediarlo. No, si había algo que ella podía hacer, desde ahora ella seria la protectora del ser más importante de aquellos amantes, de ahora en adelante ella siempre estaría hay para él y se encargaría de que no le pasara nada, era una promesa silenciosa.
Ya en el cementerio varios años después en una noche de cielo nublado, que amenazaba con que pronto estallaría una tormenta, se encontraban dos personas, una mujer y un niño.
La mujer de 20 años aparente, pues tenía muchos más, de cabellera larga castaña y ojos también castaños aunque con tonos rojizos con una clara tristeza y culpa miraba dos tumbas vacía.
El niño de cabellera castaña, muy clara, y de tranquila mirada amatista, deposito en cada lapida una rosa “Aquí tenéis papá y creo que…tal vez debería referirme a ti como mamá” rio tímidamente luego se dirigió a la mujer, le sonrió dulcemente y volvió a hablar “Vámonos ya tía Yuuki, se nos va haciendo tarde y yo enserio quiero ir a jugar con Rika” (*)
La mujer asintió con la cabeza y ambos se alejaron. En las lapidas de las tumbas en que el niño dejo las rosa se podía leer perfectamente estos nombres: Kaname Kuran y Zero Kiryu.