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Mercy in Darkness por ParadiseNowhere

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Notas del capitulo:

 La razón por la que pongo título a todos los capítulos es para no perderme. Al ver el título, recuerdo más o menos lo que pone en el capitulo, y me es más fácil para revisarlo o para buscar algo que haya salido en el pasado y necesite saber.

 Si, esto no viene a cuento, lo sé.

 

 Adelante.

Capítulo 3_Espejo roto.

 

 

 

I

 

Cuando llegó a la comisaría el día siguiente, se encontró con que su superior no parecía muy contento. Estaba en su despacho, con la puerta abierta, hablando con un puñado de agentes que tampoco parecían en sus horas más felices.

Aquello no le gustó. Sabía que de una forma u otra acabaría pagando su frustración con él, fuese cual fuese la causa.

Ser el novato era una auténtica mierda.

-¡Novato, ven aquí!- le gritó el comisario a modo de saludo cuando lo vio aparecer.

Sabía que iba a acabar lloviendo hacia él.

-Sí, señor- dijo resignado.

Se acercó algo cabizbajo a aquel hombre alto, que le sacaba casi una cabeza. Aunque tampoco es que Matthew fuese excesivamente alto con su metro setenta. El comisario era un hombre de mediana edad al que le gustaba mantenerse muy en forma. Era un hombre gruñón y muy dado a gritar por cualquier cosa, pero que hacía bien su trabajo. Matthew sabía que en el fondo no era mal tipo, pero aun así seguía sin caerle bien aquel hombre de poblado bigote marrón.

-¿Qué sucede, señor?

-El chico del hospital ha desaparecido- dijo relajando un poco el tono.

-¿Cuándo?- preguntó sorprendido.

-Ayer mismo. Tan pronto como los dos agentes que mandé para interrogarlo salieron de la habitación, el chico voló. Puf, no estaba, desaparecido. No pudo salir por la puerta, ellos aún estaban allí. Pero la ventana estaba abierta de par en par.

-Pero… era un quinto piso…

-Eso ya lo sé. Dios, pandilla de inútiles… El caso es que no dijo absolutamente nada al sub capitán y a su ayudante salvo ese ridículo alias… Drus, o Dash, o…

-¿Dust?- dijo uno de los hombres que discutía con él antes.

-¡Si, bueno, ¿Qué más da?! No sabemos si se escapó él solo de una forma milagrosa o si se lo llevaron.

-Sigo manteniendo que es imposible que se escapara él solo. Por muy rápido que se recuperara, estaba herido, no puede haber saltado cinco pisos solito en esas condiciones…- intervino otro de los hombres que discutía.

-Pues de momento no tenemos pruebas, Fred- refunfuñó el comisario-. Maldita sea, no tenemos un puñetero dato. Ni siquiera sabemos quién es en realidad. Pero que no dijera absolutamente nada, ni siquiera su verdadero nombre, quiere decir que está encubriendo algo. O a alguien. Sea como sea, es mal asunto. Por eso quiero hablar contigo, novato. Según parece ser, se mostró más calmado y comunicativo contigo que con ninguna otra persona. Quiero que hagas memoria y me digas si te contó algo que pueda sernos útil.

Matthew se quedó un rato pensando. Se apoyó un dedo en los labios y frunció el ceño, tratando de recordar.

-Creo que no me dijo nada relevante. Me dio el mismo seudónimo que a los otros agentes, pero no dijo nada más de sí mismo.

-¿En serio? ¿Nada? ¿No te llamó nada la atención?

-Creo que no… parecía un chico normal. Aunque…

-¿Qué?

-No, nada, que… Justo cuando despertó parecía algo asustado, pero luego estaba muy… muy calmado, como si no le hubiese pasado nada serio. Era amable y educado, no parecía mala persona.

-Por amor de dios, eres un policía, no te puedes dejar guiar por las apariencias de las personas, eso es lo primero que te enseñan en la academia, joder.

-Ya, bueno… lo siento, señor.

-Hay, novato, qué dolores de cabeza me das. Al final resulta que eres tan inútil como el resto. Vete, anda, seguro que tienes trabajo que hacer.

<<Novato, novato…>> pensaba irritado mientras se iba de allí <<Joder, por algo se molestaron mis padres en ponerme un nombre, digo yo…>>.

Había estado a punto de contarle al comisario lo que había creído ver la primera vez que el chico abrió los ojos, aquellas dos orbes llameantes que se decía una y otra vez que en realidad no había visto, pero en el fondo no estaba tan seguro de ello. Ya le llegaba con el sobrenombre de novato, como para que aún por encima lo apodaran también el loco, o el paranoico, o algo peor.

 

 

 

II

 

Dust había terminado de quitarse las  vendas que cubrían su cuerpo. En un espejo sucio y roto, evaluaba los daños.

En verdad, de no haber sido llevado al hospital, tal vez habría muerto, sobre todo a causa de la pérdida de sangre. Pero ahora que las heridas importantes estaban cerradas y casi curadas, estaba fuera de peligro, siempre y cuando no hiciese sobre esfuerzos.

Suspiró y se quedó mirando su reflejo que el espejo roto deformaba y dividía. Así era exactamente cómo se sentía. Roto, olvidado… apartó aquel pensamiento de su cabeza y empezó a pensar en su situación.

Después de fugarse del hospital, se había colado en una casa abandonada, algo lejos de allí, con la esperanza de que allí no lo buscarían. Por allí había árboles frutales de los que había robado algo de comida. También, aunque no le había gustado nada hacerlo, había robado unos pantalones y una sudadera de un tendal, ya que el camisón del hospital era algo… incómodo e inapropiado para andar por ahí. Sabía que no podía seguir así por mucho tiempo, pero era una solución a corto plazo, por lo menos hasta que sus heridas sanasen del todo.

Pasó varios días allí, tumbado en el húmedo suelo de madera vieja, al frío, bebiendo de las fuentes públicas y comiendo fruta robada.

Se sentía solo y triste y, por qué no decirlo, algo asustado. No tenía dónde ir, no tenía con quién contar. Estaba solo. Y a veces, pensaba en la muerte. Al fin y al cabo, ¿qué le deparaba la existencia? Tal vez debería estar muerto…

Pero entre todos esos pensamientos negativos se colaba un recuerdo que lo confortaba y apartaba la idea del suicidio de su mente. El recuerdo de aquel policía llamado Matthew Colt.

Su mera presencia le había resultado reconfortante. Su aura era tan… hermosa. Y aquellos ojos negros eran tan cálidos y amables…

Con el tiempo, una alocada idea empezó a acuciarlo. Quería volver a ver a aquel hombre. Quería volver a ver aquella aura, aunque fuese una sola vez más. A lo largo de su vida había visto el alma de incontables personas, procedentes de todas las esquinas del ancho mundo. Pero la de aquel policía era la más bonita y atrayente de todas. Tranquilizadora, cálida, dulce, como un bálsamo.

Al principio se dijo que era una estupidez. Una soberana estupidez hacerlo. Ni siquiera sabía dónde vivía… ¡Era una locura!... pero se moría de ganas, de verdad que se moría de ganas de verlo…

Entonces, un día, sin saber muy bien en qué momento había decidido hacerlo, se encontró frente la comisaría, esperando. Hasta que, cuando ya era de noche, vio a Matthew Colt salir del lugar. Nada más verlo, se sintió un poco mejor. Sí, definitivamente, aquella aura que lo envolvía era única.  

Dust estaba muy contento. Descalzo sobre las calles mojadas por la lluvia, pues no había querido robar también unos zapatos, empezó a seguirlo, con cuidado de que no lo descubriese, escondiéndose detrás de cualquier cosa. Menuda suerte que fuese a pie. Si hubiese cogido un coche, lo habría perdido.

Vivía a más de media hora a pie de la comisaría, en una pequeña casa de dos pisos con un pequeño jardincito alrededor y un garaje. Estaba situada en una pequeña zona residencial algo cutre en la que vivía poca gente, casi en las afueras. Costaba creer que aquel sitio aún perteneciese a la ciudad. Aquello parecía más bien un pueblucho perdido en medio del monte. Tan solo una estrecha carretera de dos carriles mal delineados separaba la fila de casas de una zona boscosa llena de árboles y maleza, lo cual le venía bien para esconderse de su vista.

Estaba realmente contento de poder verlo. Volvió a la casa abandonada donde dormía, que estaba algo lejos, pero no le importó caminar. De hecho, durmió tan solo un par de horas y volvió a la casa de Matthew. De allí a un rato salió para ir al trabajo, y lo siguió de nuevo hasta la comisaría.

Repetía aquello todos los días. Fuese donde fuese Matthew él iba por detrás, simplemente observándolo. A veces se sentía como un acosador, y le daba un poco de vergüenza, pero no dejaba de hacerlo.

Las heridas de Dust acabaron por curarse del todo, quedándole tan solo alguna que otra cicatriz de las más profundas. La más marcada, sin duda, era la que había dejado aquel desgarrón a la altura de su omóplato derecho.

Seguía durmiendo en la casa abandonada y comiendo fruta, y ya estaba más que harto. La casa era fría y húmeda, además de que había goteras.

Pero aun así, no quería marcharse.

 

 

 

III

 

Entonces, un día, se le ocurrió una nueva locura. Aquel día, cuando Matthew salió de casa, no lo siguió. Esperó un rato para asegurarse de que no volvía en busca de alguna cosa que había olvidado (a veces le pasaba, era un poco despistado), y se acercó a la casa con cautela, procurando que ningún vecino lo viese.

Buscó alguna ventana abierta, una puerta mal cerrada, algún hueco por el que colarse. Frustrado, estaba a punto de darse por vencido, cuando se fijó en que una de las ventanas del segundo piso se mecía un poco. ¿Estaría abierta?

Escaló como un mono por el canalón del agua hasta dicha ventana y la empujó con cautela. Efectivamente, estaba abierta. Contento, se coló por allí, y se encontró en un pequeño aseo. Menudo despistado. Con lo fácil que le había resultado meterse allí, casi cualquiera con un poco de empeño podría hacerlo. <<Menudo policía…>> pensó.

Entonces, se fijó en que estaba manchando el suelo con los pies húmedos y llenos de barro. Limpió el desastre con papel del baño y se quitó la húmeda y algo mugrienta sudadera, que dejó en la bañera para que se secase un poco. En lugar de hacer lo mismo con los pantalones, dobló las perneras para no manchar nada y se los dejó puestos. Le daba vergüenza andar por allí desnudo.

Realmente, el lugar no era muy grande. En el piso de abajo, la puerta de la calle daba directamente a un pequeño salón conectado a la cocina, un baño y una pequeña habitación que hacía las veces de despensa y donde había una lavadora. En el piso de arriba había una habitación llena de cajas y trastos varios, un dormitorio, el aseo y un pequeño despacho.

Se fijó en que en las paredes estaban prácticamente desnudas, apenas había algunos cuadros colgados, y algún diploma en el despacho, pero no vio ninguna fotografía por ningún lado. De hecho, no había muchas cosas desperdigadas por ahí. Era obvio que no hacía mucho que se había mudado allí.

A pesar de todo, aquel sitio era… cálido, acogedor. Tal vez porque en cierto modo sentía su esencia impregnada por todo el lugar. Le gustaba mucho aquel sitio.

Estuvo por allí mucho rato, aunque no se atrevió a rebuscar entre sus cosas. Simplemente, se quedó por allí, disfrutando por primera vez en mucho tiempo de un lugar seco y calentito donde poder estar, en lugar de aquella casa vieja y con goteras.

Se tumbó en la alfombra del salón, que era sorprendentemente mullida y cómoda. No quería tumbarse en el sofá y mancharlo. Aun así, se estaba tan bien allí… tan calentito y cómodo… ni siquiera se dio cuenta de en qué momento se quedó dormido.

Notas finales:

 Gracias si has leído hasta aquí. ^^


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