Cierto día, estaba yo como siempre trabajando arduamente en mi estudio, cuando ese niñato apareció en la puerta después de haber ido a comer a una franquicia famosa de hamburguesas, osó pararse delante de mi con su escándalo y gritando: “soy el rey de la casa” mientras señalaba con el dedo una estúpida coronilla de cartón sobre su ridícula cabeza… He ahí que empezó esta discusión. ¿Que él es el rey de la casa? ¡Ja ja! Eso debe ser una broma de mal gusto. Volvió a gritar: “¡Soy el rey de la casa!”. Solo gruñí y seguí con mi trabajo. A punta de que le hiciera caso, el muy torpe se quitó la ropa y anduvo corriendo en cueros con la coronilla puesta, “Mira Yuki, soy el rey de la casa”. Aunque su desnudez provocó ciertos cambios en mi respiración, mi frecuencia cardiaca y mi circulación activando mecanismos de acúmulo sanguíneo, solo bufé y dije: “cállate Shuichi, intento trabajar”, pero eso no fue suficiente para él, ah no, tuvo que venir escabullirse por debajo de mi escritorio, enredarse en mis piernas y sentarse sugestivamente en mi piernas: “Soy el rey de la casa y debes obedecerme en todo”.
-Basta niñato de mierda. No puedes argumentar una falsedad tan grande como esa. Es una tontería, no tiene sentido. Y quítate esa coronilla de papel, te vez ridículo.
Así maté su ánimo sexual y active su modo depresivo. Se fue herido a jugar con no se qué cosa en la sala, mientras yo me quedé ahí con una mano en la cabeza. En realidad no es que no quisiera tirármelo en ese momento, no es que no quisiera tener sexo con esa basura, pero debía entregar mi escrito para dentro de seis horas y apenas iba en la mitad, evidentemente no lo terminaría a tiempo, pero seguramente pediría unas cuantas horas más, de todas formas tenía prisa y solo quería un poco de concentración.
Además ¿por qué quiere ser el rey? Ya le he demostrado que quien manda en la casa soy yo y nadie más que yo. A ver ¿quién se encarga de hacer la comida? ¿Quién lava los trastes? ¿Quién friega los pisos? ¿Quién se encarga de lavar la ropa, las sábanas, las cortinas y demás? Claro, mientras yo estoy ahí fregando el piso, él está ahí acostado en el sofá jugando Xbox, jugando con la computadora, haciendo musiquita con su teclado o lo que sea o escribiendo canciones que no tienen sentido y mucho menos talento notable. Claro, mientras yo me encargo de la hora de la comida él está durmiendo o viendo una película ¿por qué habría de ser él el rey de la casa y quien mande en todo? Ehm, bueno, aunque suene así, yo hago el quehacer porque yo quiero, porque yo mando, porque no dejo que ese huracán toque mis preciadas cosas y eso lo haría parecer el rey, y yo su esclavo. El problema es que la última vez que lo dejé fregar el piso, el inútil puso ácido muriático para que quedara más limpio aun cuando yo le había advertido que mis pies eran muy sensibles a ese compuesto y como salí de bañarme y el idiota había escondido mis sandalias, tuve que caminar descalzo y por varias semanas tuve una comezón horrible y escaras en mis pies. En otra ocasión en vez de hacer bien la comida, hizo un estofado salado y además quemó mi cocina, por su culpa tuve que cambiar el tapiz, las alacenas, comprar un nuevo horno de microondas, una nueva licuadora, sin mencionar que quiso apagar el incendio con el extintor y como no sabía utilizarlo acabó rompiendo parte de la vajilla y otras cosas. En fin debería decirle que no se tome puestos que no le corresponden.
Cuando fui a verlo, estaba dormido en cueros sobre el sofá. Con la coronilla de papel tirada a un lado, así que no pude hacer más que tomarla y ponérmela. Me desnudé también y lo jaloneé hasta dejarlo en el sueño, el abrió sus grandes ojos violetas y mi miró. Abrí sus piernas y lo miré…
-Shuichi, “yo soy el rey de la casa”.
-Sí mi rey, ahora hazme el amor.