Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Horizontes y venganzas por SebaCielForever

[Reviews - 63]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Sebastián se levantó muy de mañana. ¡Ah! Esas imágenes que seguían aglomerándose en su mente. ¿Por qué Adela? Podría haberle sucedido cualquier cosa, pero, la repentina partida de ella le había destrozado completamente.

-Podrías habérmelo dicho. - Musitó para sí, estrujando una servilleta. - ¡Maldita sea! ¡Si no querías casarte lo hubieras dicho! - Exclamó, poniéndose de pie y aventando el florero que estaba en la mesa contra la pared. - ¡Pero no! ¡Tenías que dejarme sonriendo como estúpido en un altar al que no llegaría nadie!

Uno de los sirvientes, quien seguramente escuchó el estruendo, entró y comenzó a recoger los pedazos del florero sobre una manta, sin decir palabra. Cuando hubo terminado le dedicó una mirada lastimera a Michaelis. ¡Diablos! Eso era lo que peor le ponía. A él nunca le había gustado causar lástima.

Se limpió las lágrimas del rostro y se encaminó a su despacho. No había nada más que pudiera hacer que trabajar. Triste, común y continuo trabajo.

Triste.  No, triste no. Colérico, esa palabra le describía mejor.

Rebuscó en la gaveta de su escritorio hasta encontrar la fotografía de la familia Phantomhive que habían tomado en las navidades. La observó detenidamente. Primero, la cabeza de la familia Phantomhive, Vincent, luego su esposa, Rachel; les seguía Adela abrazando al pequeño de la familia, Ciel. 

-Ciel. - Repitió. Había algo en ese niño que le había despertado una gran curiosidad siempre. Sus hermosos ojos color zafiro, tan vivaces, tan distintos a los ojos verdes y felinos de su hermana. ¡Tonto de él que había considerado que aquel augurio de bancarrota que rodeaba a la familia Phantomhive podría ayudarle a que Adela se casará con él felizmente!

Llegó entonces a su mente una idea. Sonrío ante semejante ocurrencia. Existía una manera muy sutil de vengarse de la familia Phantomhive; ahora que sin el dinero que él podía proporcionarles seguramente lo perderían todo, él les haría una propuesta para ayudar al más joven de la familia a continuar sus costosos estudios.

No esperó ni un minuto más. Ordenó al cochero le preparara uno de los carruajes y le llevara hasta la mansión Phantomhive.

El conde Vincent Phantomhive fue el primero en enterarse de su llegada.

-¿Qué? - Preguntó nuevamente al mayordomo, quien con el rostro lívido, le repetía que el señor Sebastián Michaelis le estaba esperando en la sala. -No pensé que volveríamos a saber de él después de lo que sucedió.

Los Phantomhive no estaban dispuestos a permitir que los extraños conocieran su estado financiero, y se esforzaban en mantener aquella mansión en perfecto estado, cual digna tacita de plata.

-Señor Michaelis, ¡qué gusto volveros a ver! - Le saludó Vincent.

-El gusto es mío, conde Phantomhive. - Sebastián, quien le esperaba de pie en la sala, le hizo una pequeña reverencia.

-Yo... no sé que deciros. Mi hija os ha hecho pasar semejante vergüenza. Debo confesar que no creí que os volvería a ver. - El conde se pusó una mano en el pecho, en señal de pena. - Os ruego aceptéis mis disculpas.

-Conde, por favor, no os sufráis más por este percance. Yo he venido a ofreceros mi ayuda a toda vuestra familia. - Sebastián sabía que debía volver a ganarse la confianza del conde, mostrarle que él era aún su amigo, que seguía todo igual que antes.

El conde le miró con sorpresa. - Sí. - prosiguió Sebastián. - De momento, considero que lo más importante es que el joven Ciel continúe con sus estudios y luego vuestra merced y yo, nos ocuparemos de rescatar vuestros negocios.

-Pero, mi señor, ¿cómo os podré pagar semejante ayuda? - Interrumpió el conde. - Nuestra familia que os ha causado tanto perjuicio...

-No os inquietéis más, señor Conde. Como os he dicho, el joven Ciel, ha de ser nuestra prioridad y yo me ofrezco a llevarlo a casa conmigo, pues no conozco un tutor que pueda llegar hasta ésta, su casa. - Continuo Sebastián, utilizando el mismo lenguaje que el conde, analizando cada palabra. - Allá tendrá todas las comodidades que su delicada persona necesita.

-Si, vuestra merced sabe que el joven Ciel padece de asma. - Resaltó el conde con pesar. - Os juro que en otras condiciones yo no haría abuso de su persona al aceptar semejante ofrecimiento pero, conocéis mis condiciones financieras.

-Entonces, señor conde, ¿aceptaréis mi ofrecimiento? - Preguntó Sebastián, intentando parecer amable.

-Lo acepto, mi señor Michaelis. Mañana mismo, partiréis de aquí con mi hijo. - Dijo el conde.

-Perfecto, mi señor conde. Perfecto. - Y el rostro de Sebastián volvió a iluminarse con aquella sonrisa macabra que solo él sabía disfrazar de nobleza.

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).