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L.O.V.E por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

Dedicado a todos mis lectores y lectoras, con amor.

Notas del capitulo:

» Back.


Al final me decidí a subirlo. Tuve mucho tiempo libre y no salió nada bueno, salvo esta colección de drabbles que iré subiendo de cinco en cinco, porque cada quinteto es una pareja diferente, aunque de pronto sale otra y todo se mezcla y luego no sabes ni qué estabas leyendo. Lo que sea. Disfrútenlo y... Si les gusta, no les gusta, o sólo quieren decir algo, ya saben qué hacer.

MinHo & KiBum

Porque ellos tienen la llave que custodia la flama del amor.

 

« Lipstick »

 

Choi MinHo se caracterizaba por ser una persona muy curiosa, aunque pocas veces expresaba realmente sus dudas. Sentado en una banca, bajo un gran árbol, esperaba a su amigo. Lo cierto es que debería estar dentro del edificio al otro lado de la calle y no en el verdoso parque, pero poco le apetecía quedarse de pie en un pasillo por donde iba y venía gente tratando de recuperar sus cosas, sacarse los molestos vestuarios y quitarse los kilos de maquillaje que llevaban encima. Sonrió, cuestionándose si KiBum era uno de esos tantos que andaba empujando al resto para volver a la normalidad.

— MinHo. — se giró en dirección de aquel que le llamaba, sonriéndole al muchacho de los ojos felinos. — Te he buscado por todas partes, ¿qué haces aquí? Incluso llegué a pensar que te habías marchado sin mí. Eso es muy desconsiderado de tu parte.

— Estuviste increíble. — comentó sincero, suavizando la mirada del chico de cabellos rubios. — Siempre lo estás. — los pómulos altos del otro se colorearon levemente y desvió la mirada, avergonzado. MinHo era el único que lograba ponerlo nervioso, había sido así desde que se conocieron en el instituto. — No te has desmaquillado. — comentó distraído, pasando un dedo por la mejilla de KiBum.

— Me asusté al no verte. — admitió sin mirarle, jugando con sus manos. — Me cambié tan rápido como puede y salí a buscarte. ¿Te molesta? — MinHo negó.

Kim KiBum siempre le había parecido una persona hermosa, tanto física como emocionalmente. Conocía cada faceta del rubio, le acompañó en cada etapa, le vio realizar cada sueño. Ahora, a sus veintidós años, su KiBum actuaba frente a grandes públicos sobre un escenario, robándole el aliento a la audiencia, conquistando corazones con sus ojos finamente delineados y sus sonrisas traviesas y teñidas de rosado.

Una duda le asaltó en ese instante, despertando su curiosidad: ¿a qué sabrían los labios de KiBum? Quizá fuese por el puchero que su amigo formaba en ese momento, tal vez se tratase del labial rosado que aún maquillaba su boca; no lo sabía a ciencia cierta, pero todo su cuerpo estaba respondiendo al llamado de aquellos labios delgados. Se acercó lento, encontrando primero los ojos del responsable de todos esos pensamientos que le confundían, luego atrapó sus labios.

KiBum no opuso resistencia alguna cuando la boca de MinHo se adueñó de la suya. Sintió los labios abultados acariciar los suyos, impregnarse de su sabor. Le vio apartarse, con los orbes profundos abriéndose finalmente y la sonrisa bonita tomando forma.

— Es de fresa. — señaló MinHo, acariciándole la mejilla de nuevo. Y algo hizo clic en la cabeza de KiBum.

El rubio se echó a reír, golpeando el brazo del otro muchacho con cierto aire juguetón. MinHo jamás cambiaría, estaba seguro.

 

« Quejas »

 

— Oh, KiBum, ¡vamos! — se cruzó de brazos, enfadado, tratando de ignorar al alto muchacho que le llamaba. — Sabes que no puedes molestarte conmigo. — ¿Qué no podía? ¡Já! — Bebé, mírame. — sus ojos encontraron los orbes grandes de su novio y su enfado se fue al demonio. Él tenía razón. — Gracias por venir.

— No tienes idea de cuánto te odio justo ahora, MinHo. — el menor se rió, pasando un brazo por los hombros del rubio. — ¡Odio el fútbol, el calor y sudar! — se quejó tiernamente, formando un adorable puchero con sus labios delgados.

— No escucho que te quejes de ninguna de esas cosas cuando le pides a tu novio futbolista que te lo haga toda la noche.

KiBum le miró con la boca abierta, impresionado por lo descarado que se había vuelto el chiquillo ese. Rodó los ojos, pasando olímpicamente del comentario desvergonzado de su novio y emprendiendo el camino hacia el coche. Sería imbécil. Sentía las mejillas calientes, ardiendo, casi podía ver su sonrojo. ¿Dónde había aprendido MinHo ese tipo de cosas? Chaqueó la lengua. ¡Bingo! JongHyun. Tendría una entretenida charla con su primo muy pronto, no había duda.

— Quiero ir a casa ahora. — señaló tan pronto el castaño lo alcanzó en el estacionamiento, remarcando la última palabra. MinHo suspiró, abriéndole la puerta y yendo a su lado sin decir nada. El resto del camino fue silencioso, un tanto incómodo, pero sabía que era mejor de esa forma cuando KiBum estaba de mal humor.

— Bebé. — el rubio entró al apartamento sin dirigirle una mirada, dejándolo con la palabra en la boca. Ya era demasiado. — KiBum, es suficiente. — le regañó, pero el muchacho de ojos felinos no se encontraba cerca para escucharlo. — ¿Dónde diablos te has metido?

KiBum quería jugar. Abrió la puerta de la habitación, encontrando la camiseta de su novio en el suelo, un par de pasos adelante estaban los ajustados jeans. El agua de la ducha rompió el silencio, la risa del mayor se dejó escuchar, se encontró a sí mismo sonriendo.

— Gato travieso. — murmuró mientras se colaba al cuarto de baño, sacándose la camiseta frente a ese par de ojos que lo devoraban con hambre.

— Quiero quejarme de algo mañana. — pronunció con coquetería, posando ambas manos en los hombros desnudos del alto.

— ¿Ah sí? — preguntó juguetón, delineando con sus dedos los labios delgados. — Creo que puedo darte una razón para ello.

KiBum sonrió contra los labios abultados, perdiéndose poco después en esa boca que sabía moverse exquisitamente sobre la suya. El agua helada caía sobre ellos, pero sentía la piel ardiendo bajo las manos del menor. Los dedos de MinHo se enterraron en su cadera, su espalda chocó contra la fría pared y se le escapó un sonoro gemido. Definitivamente, él jamás podría quejarse de eso.

 

« Revista »


— Es… guapo. — murmuró KiBum, desviando la mirada algo sonrojado. JongHyun, a su lado, soltó una carcajada que llamó la atención de todos sus compañeros, calentando aún más las mejillas del rubio. JinKi sonrió ampliamente, devolviendo la revista a su mochila.

— ¿Eso es todo lo que dirás sobre Choi MinHo? — cuestionó TaeMin, mirando al mayor con ojos curiosos.

— No tengo nada más que decir. — se cruzó de brazos, tratando de que el temblor en su voz no le delatara.

Los tres suspiraron, seguros de que no obtendrían más del de ojos felinos. Lo cierto es que JinKi le había visto con el modelo en una ocasión, y tras contarle a TaeMin la novedad, el idiota de JongHyun se había enterado y ahora estaban buscando la forma de que KiBum revelase la verdad. Aunque, pensándolo bien, ¿qué ganarían con eso?

— Es divertido ponerlo nervioso. — respondió JongHyun a su pregunta unas horas más tarde, mientras los tres seguían a KiBum a su departamento. — Ya saben como es él. — se encogió de hombros, sonriendo. — Siempre tan seguro, tan controlador… A veces es bueno dejarlo sin palabras.

— Lo bueno es que es tu primo. De lo contrario, no quiero ni imaginar lo que podrías planear. — Taemin soltó una risita al escuchar a JinKi.
— Nadie saldrá lastimado, lo prometo. — el castaño sonrió, buscando los ojos del mayor del grupo. — Quizá el orgullo de KiBum, pero sobrevivirá.

JinKi asintió, sonrojándose un poco por la cercanía de JongHyun, pero no dijo nada. TaeMin los observaba en silencio, tratando de no burlarse de ambos.

— No hagan ruido y manténganse atrás de mí. — ordenó el chico, pegándose a la pared y asomando su cabeza. Hizo señas a los otros dos para que le imitaran. — Atrapado. — murmuró, sonriendo ampliamente al observar a Choi MinHo apoyado en la puerta y la sonrisa de KiBum al verle.

El rubio corrió hacia el alto, colgándose de su cuello mientras le escuchaba reír. Sabía que aquello era una locura, pero no se quejaba. Se habían conocido meses atrás, de manera tan accidentada que KiBum aseguró se trataba del destino. Luego de una charla sin sentido, un vaso de café derramado y un beso producto de una atracción inexplicable, intercambiaron números y acordaron salir de verdad al menos en una ocasión. En ese momento el rubio no sabía que ese MinHo ante él era el mismo chico que apareció en la portada de una revista dos años atrás y luego se marchó al extranjero. KiBum no tenía idea frente a quien se encontraba y cuando lo supo, no pudo importarle menos, porque el chico le gustaba por lo que era, no por lo que hacía.

— ¡Te atrapamos! — gritó TaeMin de repente, sobresaltando a todos. KiBum le miró seriamente, cruzándose de brazos y formando un puchero. A su lado, MinHo sonreía con diversión mientras rodeaba con un brazo la cintura de su novio. — Ahora, yo tengo una pregunta para ti. — señaló con un dedo al alto y luego se giró hacia JinKi, arrebatándole la mochila y buscando algo en el interior. — ¿Puedes firmarla? — y le mostró la revista que el mayor cargaba consigo. KiBum rodó los ojos, pero pronto comenzó a reírse con ganas, contagiando su buen humor al par que hasta ese momento se había mantenido en silencio. Por algo mantenía su relación en secreto.

 

« Prohibido »

 

— ¿Q-Qué h-haces? — preguntó nervioso, colocando ambas manos sobre el pecho del más alto, tratando de apartarlo.

MinHo sonrió traviesamente, pegándose aún más al cuerpo delicado que se estremeció ante el frío de la pared. KiBum se mordió el labio, cerrando los ojos con fuerza y comenzando a respirar más rápido cada vez. Le acarició el rostro con una mano, mientras mantenía la otra a lado de su cabeza, impidiéndole escapar.

— M-MinHo. — su voz tembló y el menor sonrió de nuevo, sabiéndose responsable de ello. — N-No entiendo…

— Me gustas, KiBum. — habló bajito, en su oído, haciéndole cosquillas. — Me has gustado siempre.

Los ojos felinos se abrieron con sorpresa, pero apenas los labios abultados se unieron a los suyos, volvieron a cerrarse. Aquello estaba mal, terriblemente mal. Y ambos lo sabían. ¿Y si alguien los oía? KiBum comenzó a corresponder, moviendo sus labios también, entregado totalmente a las sensaciones, al placer que algo tan simple provocaba. Deslizó ambas manos por el pecho firme, rodeando el cuello de MinHo con ambos brazos y entrelazando sus dedos en los largos y rebeldes cabellos marrones. Las manos grandes recorrieron sus costados, acariciando su cintura y finalmente deteniéndose en su cadera.

— T-También me gustas. — pronunció con la respiración agitada, descansando la frente en el pecho del menor. — Pero, Dios, sabes que esto está mal. Muy mal.

— Nadie lo sabrá. — sus dedos le sujetaron la barbilla, sus miradas se encontraron. — Lo prometo.

Asintió, refugiándose en esa boca que con solo un beso le había convertido en un adicto de su sabor. Porque ya no podía negar esa atracción que sentía por MinHo desde la primera vez que le vio en su casa, a lado de su adorado primo, besándolo con una delicadeza que no tenía con él ahora. Estaba mal, terriblemente mal, porque ese chico no le pertenecía, pero cuánto le deseaba, cuánto había esperado una maldita oportunidad para probar los labios abultados, para mirar los orbes grandes, para frotarse contra esas caderas y hundir sus dedos en los hombros fuertes.

Separó los labios, dejando que la lengua experta del alto se encontrase con la suya, la acariciara y se entrelazara con ella. Ahora le recorría la piel bajo la ropa, haciéndolo estremecerse, robándole el aliento. Lo deseaba tanto. KiBum sonrió contra la boca esponjosa, bajando sus manos y comenzando a deslizar el cierre de los pantalones de MinHo, con las manos del menor apretando su trasero. ¡Santo Cielo!, pegó un salto cuando alguien llamó a la puerta, rompiendo el momento.

— ¡KiBum, me voy ahora! — gritó su primo, moviendo las llaves entre sus dedos. No encontró su voz para responder, no hubiese podido hacerlo de todas formas.

Miró los grandes ojos con preocupación, comenzando a sentirse culpable por lo que estaba haciendo, pero cuando el alto le besó de nuevo, se olvidó de todo. Choi MinHo estaba prohibido y a Kim KiBum le gustaba romper las reglas. Esta vez no sería la excepción.

 

« Indicado »

 

El aire revolvió sus castaños cabellos, un escalofrío le recorrió de pies a cabeza y finalmente un par de fuertes brazos le rodearon. Se giró entre ellos, aferrándose al pecho cálido de su amigo, ocultando el rostro, sintiendo sus mejillas húmedas y las lágrimas empapar la delgada camiseta del más alto. El agarre se volvió firme en torno a su cintura pequeña, una mano se perdió entre las hebras marrones, acariciándolas con cariño. ¿Por qué debía doler de esa forma? 

— No era para ti. — habló bajito el de orbes profundos, escuchando los sollozos ahogados. — Nunca lo fue, KiBum.

¿Cuántas veces había escuchado eso antes?, se preguntó mentalmente el castaño, llorando más fuerte. ¿Cuántas veces debían romperle el corazón antes de encontrar a la persona correcta?, ¿cuántas? Le hubiese gustado poder decirle a MinHo que lo sabía, que nunca pensó realmente que aquello iba a funcionar, que la ruptura era algo inminente, que lo que le dolía era volver a decepcionarse, saberse solo, ese absurdo miedo de nunca encontrar a nadie. ¡Había tanto qué decir! Sólo que no era capaz de hablar.

— Encontrarás a la persona indicada cuando sea el momento. — murmuró, como si fuese capaz de leer sus pensamientos. — Y cuando lo hagas, no la dejarás ir.

¿Por qué él estaba tan seguro de eso?, ¿por qué se lo decía con tanta naturalidad?, ¿por qué siempre era él quien acaba siendo consolado por el menor? Siguió llorando por largo rato, hasta que sus lágrimas se terminaron y sólo quedó esa sensación de cansancio. Ninguno rompió el abrazo. MinHo siguió acariciándole los cabellos, protegiéndolo como había sido toda la vida, como sería siempre. ¿Por qué su corazón latía tan rápido?, ¿por qué el del alto estaba igual?, ¿desde cuándo su cuerpo era tan cálido?

— Hay alguien esperando por ti. — agregó luego de largos y silenciosos minutos.

— MinHo. — el castaño sonrió suavemente, siendo imitado por el menor. — Gracias.

¿Por qué esos enormes ojos eran tan brillantes?, ¿por qué los labios gruesos lucían tan bonitos, tan suaves, tan dulces?, ¿desde cuándo MinHo era tan atractivo? KiBum se aferró un poco más a la camiseta del muchacho, colocándose en puntas para alcanzar a presionar sus labios contra los otros. Un nuevo escalofrío le recorrió y su corazón dio un vuelco. Sintió la respuesta lenta de MinHo y sonrió contra la boca bonita, sintiéndose un idiota por no darse cuenta antes de lo evidente.

— Creo que ya la he encontrado. — susurró apenas se separaron, sonriendo de nuevo, con los pómulos enrojecidos. 

Notas finales:

Y esto fue MinKey, MinKey, MinKey porque yo los amo-amo-amo y así, y ustedes lo saben porque me conocen y eso. El siguiente es OnTae porque, bueno yo-que-sé, son lindos. ¡Nos leemos!


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