Supongo que mis manos manchadas por su sangre era la irrefutable prueba de que él lo había llevado a la locura, nunca imaginó acabar así, pero era una obsesión, una droga, su sustento de vida, era un amor enfermizo.
Llegar a esto para evitar que alguien pudiera siquiera acercársele, no quería, él no quería llegar a tanto, pero era necesario…Pasar sobre cualquiera, sobre todos, solo para proteger aquello que era suyo, porque nadie más que él tenía derecho a disfrutar de calor de sus brazos de aquella piel, hacer llorar esos ojos, hundirlo en placer, nadie más tenía ese derecho. Volvió su vista al suelo, siguiendo con cautela el camino de grandes manchas rojizas, ya casi negras producto del tiempo transcurrido, posó sus ojos sobre el cuerpo que descansaba unos metros más allá, mirándole detenidamente, buscando con sigilo alguna muestra de que aquel ser seguía con vida. Continuó contemplándole sin ninguna expresión en particular adornando su rostro, tras unos minutos desistió de su labor continuando el recorrido de su vista por la destrozada habitación, encontrándose con muebles rotos, ropa rasgada y más sangre curioso.. pensó ¿Cómo podía alguien guardar tanto líquido en su cuerpo? Sonrió de forma sádica ante esto, y a paso lento pero seguro se fue aproximando al cuerpo que yacía boca abajo a unos cuantos metros de él. Levantándolo por un brazo, quebrado y deformado, le dio vuelta, riendo con sorna al ver la expresión de su rostro maltratado por los golpes. Una mirada opaca, sin vida, la mandíbula desencajada y la ceja partida, además de los morados que se podían apreciar, sin ningún miramiento volvió a arrojarlo cual trapo viejo, miró sus manos, un líquido rojo y espeso las cubría, provocándole una mueca de asco ante la sensación viscosa.
Caminó con parsimonia al baño, limpiando tranquilamente el rastro de aquel brutal ataque, observando luego su reflejo en el espejo
-¿Cuándo llegué a esto? -Formuló la pregunta al aire, sin esperar realmente una respuesta a su interrogante
Se inclinó sobre el lavado para limpiar los mechones cubiertos de carmín, observando curioso como el agua se teñía de un peculiar rojo.
-Supongo que.. tendré que limpiar esto mas tarde..- Miró con asco nuevamente el desastre que había dejado-Que asco..
Meditó unos segundos que hacer con el cadáver que prontamente comenzaría a descomponerse, sobre todo en el estado en que le dejó, se llevo las manos al cabello, peinándolo hacia atrás, nuevamente fijando su mirar en el espejo, sonrió
-Después de todo tenía razón.. el rojo te sienta bastante bien.. Allen
Neah se acercó al cuerpo, arrancando con inusitada suavidad unos cuantos mechones rojizos de la cabeza del Jr., retirando simultáneamente el cuello de tela, ahora deshecha, dejándola sobre su propio cabello. Abandonó la estancia, caminando con suavidad y elegancia hasta el cuarto del pelinegro samurái, llevando apretado en su mano el recuerdo de quien fue su mejor amigo o bueno..el amigo de Allen. Abrió la puerta sin tocar, sobresaltando al malhumorado dueño de la habitación, quien sin pensarlo dos veces alzó su espada en su dirección.
-¿Quién mierda eres?
-¿Qué clase de pregunta es esa Yuu?-Kanda solo lo observó, abriendo una pequeña herida en el blanco cuello del menor.
-¿Qué demonios hiciste? -el pelinegro abrió los ojos desmesuradamente al caer en cuenta del trozo de tela que traía puesta el peliblanco, manchada y rota..
-Solo jugué un momento con el Jr.- Rió de manera infantil, deslizando un poco la el maltratado trapo hasta cubrir parte de uno de sus ojos mientras ladeaba la cabeza con burla. Soltando los mechones que traía en sus manos
EL mayor entrecerró los ojos, mirandole con cautela, no podía dañarlo, no podía lastimar al estúpido enano, pero este no era su Moyashi, apretó con fuerza los dientes, pero sin vacilar su posición de ataque mientras que el menor le observaba curioso.
-Kan...da...- La voz salió lastimera de los labios del peli plata, por un segundo recobrando la poca consciencia que tenía.
Solo bastó ese pequeño intervalo de tiempo, para que el más pequeño tomara la determinación de sujetar con una de sus manos el arma que le amenazaba, sin darle tiempo a su amante de reaccionar, apuñalándole con esta.
-Mo...- No terminó la frase al observar como aquel de ojos grises sonreía, pero… Ésta vez… Sí era Allen. Sonrió, a final de cuentas el mocoso había resultado más posesivo de lo que imaginó.
-Lo siento Kanda, pero después de todo... No puedo dejarte con alguien más. .- Besó los labios del mayor, carcajeándose ante su reacción, para después terminar por desgarrar el pecho de este al rotar la espada que aún seguía en su cuerpo.
De los ojos del pequeño brotaban lágrimas, pero la sonrisa no se iba
-Gracias... Neah, después de todo, solo era un amor enfermizo...-Rió
… Y un charco de sangre se extendió por el suelo, bajo sus pies, poco antes de que su cuerpo colapsara por la herida provocada con su propia arma…
“…Como dicen, el amor es arma de doble filo…”