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Another Story por Tail End Charlies

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Notas del fanfic:

Pronto se acabará esto de publicar dos veces por semana, así que aprovechad.

Another Story

 

Jong Woon subió al tren abarrotado y suspiró con pesar cuando vio que no había asientos libres; le esperaba una hora y media de viaje y no le apetecía quedarse de pie. Resignado, se agarró a una de las barras, se tambaleó un poco cuando el tren arrancó y entonces se dedicó a observar a la gente que le quedaba más cerca. Uno o dos leían, otro se había quedado dormido, unos cuantos hablaban con sus acompañantes, sólo dos escuchaban música. Uno de ellos era un jovencito, apenas sí unos años menor que él. Tenía los ojos cerrados y movía un pie al ritmo de la música, a veces incluso movía los labios, cantando en silencio. No le dio importancia y miró por la ventana, viendo como el paisaje pasaba con rapidez, aunque de vez en cuando los ojos se le iban hacia ese chico, que seguía inmerso en su mundo.

 

En la siguiente parada bajaron unas pocas personas, así que vio ese asiento libre como si fuera su salvación; sin perder tiempo casi corrió para sentarse, sonriendo orgulloso por llegar antes que cualquier otro. Entonces se fijó en que el chico de antes le quedaba en diagonal, así que con solo levantar la vista lo veía, o él otro podía verlo a él, lo cual lo puso un poco nervioso. Intentando no empezar a pensar en cosas extrañas, sacó un libro de la bolsa que llevaba y lo abrió, comenzando a leer. A las pocas líneas echó un vistazo por encima del libro; ahora ese chico contemplaba el paisaje, sonriendo mientras su pie seguía en movimiento. Jong Woon dio un respingo cuando el chico lo contempló. Avergonzado porque lo había descubierto, se parapetó detrás del libro, rezando porque el otro no supiera que llevaba un minuto largo escrutándolo.

 

Lo intentaba, pero no era capaz de concentrarse en su lectura. Había leído la misma línea como cuatro veces, pero él seguía empeñado en avanzar; como guardara de nuevo el libro se pasaría el rato mirando a ese chico, el cual ya lo había pillado un par de veces con los ojos encima, Jong Woon ruborizándose levemente ante eso. Se dijo a sí mismo que se estaba comportando de forma estúpida y que mejor se centrara y dejara de actuar como una adolescente necesitada.

 

Ya lo estaba haciendo de nuevo. Escondido detrás de su libro miraba por encima de este hacia el chico, que seguía con los auriculares en las orejas. Por su cabeza empezaron a rondar muchas preguntas: cómo se llamaría, qué edad tendría, dónde viviría, por qué había cogido a ese tren. ¿Tendría pareja? En realidad nada de eso importaba, Jong Woon sólo estaba mirando. No, Jong Woon sólo estaba leyendo, haciendo tiempo mientras llegaba a su destino, sólo eso. Además, no era el único que miraba a los demás pasajeros, ¿verdad? El que él sólo mirara a uno de ellos no tenía importancia.

 

No estaba mal, en media hora había leído una página. Era todo un logro. Alzó la vista de nuevo y entonces ocurrió algo que lo descolocó: el desconocido sonrió y le sacó la lengua de forma juguetona. Con la boca abierta por la sorpresa se tapó la cara de nuevo con el bendito libro, elucubrando por qué el muchacho le había hecho tal gesto. Pero de la sorpresa pasó a la indignación; qué poca vergüenza, hacerle eso a un desconocido que bien podría partirle la cara si no fuera de naturaleza apática.

 

Pero eso no hizo que su atención se centrara en el tomo que tenía entre las manos sólo para poder disimular, ya que ya no leía, sólo lo tenía delante de la cara, vislumbrando por encima de él, indignándose de nuevo cuando el desconocido le sacó la lengua una vez más, Jong Woon oyendo como reía con suavidad al ver cómo se escondía miserablemente detrás de esas hojas. Se ruborizó al pensar que se estaba riendo de él. Pero la siguiente vez que ese músculo rosado asomó por su boca, Jong Woon se la devolvió, frunciendo el ceño mientras sacaba la lengua todo lo que podía, como diciendo “yo también puedo hacerlo”, asemejando a un crío enfurruñado.

 

Ahora sí que el chico rió con ganas y Jong Woon quiso morirse al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Cualquiera diría que tenía veintisiete años. Irritado consigo mismo, reprendió su lectura casi con ira, agarrando el libro como si quisiera ahogarlo, quizá imaginando que era el cuello del menor lo que apretaba con fuerza; ese tipo estaba sacando lo peor de sí mismo, ¿no se suponía que era apático? Una nueva miradita pero no ocurrió nada, el chico estaba girado hacia la ventana, sonriendo con lo que ahora creía Jong Woon era maldad y perversas intenciones. Pero en el fondo se sintió decepcionado al no ser el centro de atención de ese descarado desconocido.

 

Suspiró y retomó por milésima vez su abandonada lectura, releyendo de nuevo la página que tanto le había costado dominar. El tren se detuvo en otra parada y hubo más movimiento de gente. Con una punzada de esperanza buscó al chico, pero no lo vio. ¿Dónde estaba? ¿Se habría bajado? Lamentó profundamente el no volver a verlo, es más, casi deseaba que volviera a sacarle la lengua. Intentó ser positivo: podría leer sin contratiempos.

 

—¡Hola!

 

Dio un respingo y ahogó un insulto, el libro casi le cayó al suelo del susto. Giró lentamente la cabeza y a su lado, sonriendo como un idiota, estaba su desconocido, mirándolo con un brillo en los ojos. Jong Woon frunció el ceño ante ese ataque a traición. ¿Pero no se había bajado?

 

—Hola — respondió con sequedad, no porque estuviera molesto, sino porque de repente se lo comían los nervios. ÉL lo ponía nervioso. Pero al chico no pareció importarle, ya que seguía sonriendo, feliz.

 

—Me llamo Ryeowook, ¿y tú?

 

—Jong Woon.

 

Y esta vez le salió un tono más amable, tanto, que Ryeo lo tomó como una invitación para soltarle una ristra de preguntas que Jong Woon respondió como pudo, casi atropelladamente, sintiéndose como en un interrogatorio donde los policías ya lo consideraban culpable e intentaban pillarlo en una mentira. Para la siguiente parada Ryeowook ya sabía la vida y milagros de Jong Woon, cuando este último apenas sí sabía algo del otro.

 

—Háblame un poco de ti, ¿no? — preguntó cuándo dio la impresión de que a Ryeo ya no le quedaban cuestiones que plantear.

 

Así fue como comenzó un monólogo que Jong Woon escuchó con atención, absorbiendo todo lo que el menor tenía que contarle, recordando cada pequeño detalle, tanto sus palabras como sus expresiones. Entonces a Jong Woon le surgió una duda.

 

—¿Por qué me has sacado la lengua? — preguntó de forma acusadora. Ryeowook puso cara de concentración, miró alrededor, pensativo, luego sonrió y se encogió de hombros.

 

—Me ha parecido divertido.

 

Jong Woon se quedó sin palabras. Era un chico extraño, pero le gustaba, estaba a gusto con él. Con pena se percató que la siguiente parada era la suya. Era una lástima, el tiempo había pasado demasiado rápido al lado de Ryeowook.

 

—Yo me bajo en la siguiente, ¿y tú? — Casi rezaba porque le dijera que él también, pero le desconcertó el que Ryeowook se ruborizara y mirara apurado hacia cualquier lado; ahora de repente le avergonzaba mirarlo a los ojos. ¿Había dicho algo malo? — ¿Qué ocurre?

 

—Es que… — Carraspeó y jugó con un hilo de su camiseta, concentrado en enrollarlo en su dedo índice. — Tendría que haberme bajado hace como… cuatro estaciones, pero quería pasar un rato más contigo — murmuró, sonrojado hasta las orejas.

 

Jong Woon lo miró sorprendido, luego sonrió, enternecido por el gesto del pequeño, y le revolvió el pelo con suavidad, arrancando un gruñido de desaprobación por parte de Ryeo, lo cual le hizo sonreír más. Finalmente sacó su móvil. Ryeowook oía estupefacto como Jong Woon se disculpaba con su amigo, diciéndole que había surgido algo y que no podía quedar con él, que mejor lo dejaran para otro día. Colgó y miró al menor, el cual seguía observándolo con incredulidad.

 

—Si te has saltado cuatro paradas por mí, supongo que no tienes prisa — comentó con diversión. El tren paró y Jong Woon se levantó —. Vamos, te invito a comer. Conozco un lugar donde te chuparás los dedos.

 

Le tendió la mano, la cual Ryeo aceptó, y lo ayudó a levantarse, ambos sin dejar de sonreír en ningún momento, sus manos unidas mientras andaban por el andén.

 

 


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