Desde la primera vez que te vi, supe que ya no había vuelta atrás. Lo sabía ya a mis 15 años, desde que ingresaste a la escuela en la que yo estaba desde que empecé mis estudios.
Desde que vi esa mirada tímida caminando hacia la mesa del rincón, sentándote solo y sonriendo aún sabiendo que nadie te miraba, mi corazón me avisó.
Cuando en el receso nadie se te acercó, quedando solo y yo me acerqué a hablarte. Esa sensación en mi interior, me lo confirmó.
- Hola, me llamo KiBum – Te sonreí, tratando de disimular mi nerviosismo, porque a pesar de ser sociable, contigo… Es distinto.
- Oh, un gusto. Yo me llamo TaeMin – Sonreíste también.
Después de 3 años, puedo decir que somos amigos, los mejores. Pero yo te quiero de otra forma, Tae.
Cuando te revelé mi secreto más importante, tu reacción me destrozó.
- TaeMin.
- Dime, hyung.
- ¿Qué harías si yo… Qué harías si yo estuviese enamorado de ti?
Silencio.
- No bromees, hyung. No es gracioso.
Tu expresión fue lo que más me ha dolido. ¿Tan mala es la idea?
Pues sí, para él sí.
- KiBum. ¿Qué harás con TaeMin?
- ¿Por qué lo dices?
- Mira… Sé que debe ser difícil ser gay y eso, pero deberías decirle todo a la cara como es, sin suposiciones. Esa vez no fuiste claro ¿Prefieres estar años sufriendo con dudas o saber la verdad?
Estas equivocado, MinHo.
Simplemente: KiBum quiere a TaeMin.
No soy gay.
Solo le quiero a él.
~
Ahora aquí estoy, sentado en la mesa que nos ha acompañado por años, viéndote disertar sobre los insectos, esos que tanto odias.
Eres tan hermoso que haces que mi corazón duela.
A pesar de que eres bastante maduro y ya un hombre, desprendes inocencia, ternura y aires infantiles. ¿Cómo es eso posible?
Dicen que la ternura es algo que nunca se pierde. Gracias a ti, lo creo.
El timbre para el término de clases sonó, cortando tu disertación.
Me miraste.
Te miré.
Sonreímos.
Guardé tus pertenencias en tu mochila y las mías para acortar tiempo.
- Gracias, hyung.
- No es nada – Sonreí - ¿Vamos por un helado?
- Yap, yo pago esta vez.
~
Nos sentamos en el pasto del parque que tanto nos gustaba para disfrutar nuestros helados.
- ¿Me dejas pobrar el tuyo? – No esperé respuesta, simplemente me acerqué a quitarte un poco. No era porque tenía curiosidad de su sabor, solo quería tener alguna escusa para acercarme, y funcionó.
- ¿Cuándo dejarás de hacer eso? – Rió y le acompañé.
- Me gusta.
- ¿Puedo yo pobrar el tuyo? – Se acercó sacando una gran parte de mi helado, dejando manchas cerca de su boca.
- Tienes manchado ahí – Apunté a sus labios, sus hermosos labios.
- ¿Limpio ahora? – Se quitó todo.
- Uhm, no.
Me acerqué a él y mi lengua recorrió su labio, después, le besé.
No sé cómo, pero todo a mi alrededor desapareció.
Aún tenías el sabor del chocolate, que junto a tu sabor, era lo más delicioso que había probado en mi vida.
Nos separamos y te miré.
Sonrojado con tu boca brillante y tus ojos recorriéndome.
Hermoso.
Te conozco, tenías ganas de llorar pero no demostrabas rechazo. ¿Me quieres igual que yo a ti?
- Hyung, te has demorado mucho.
Te miré.
Me miraste.
Te besé.