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One Love por Annis

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Notas del capitulo:

¡HABEMUS CAPÍTULO NUEVO!

 

Espero que les guste!

^n^/

15.-Amor mío

 

 

Sácame de la oscuridad y llévame hacía la luz,

Riega la sequía en mi corazón,

Levántame con tus manos,

Despierta mi alma marchita,

Por favor,

Di mi nombre una vez más,

Di mi nombre, sí…

AMOR MÍO- Lee HyoRi Feat. Park JiYoung (HONEY-G)

 

 

 

 

En el inicio solo existía el vacío, no se podía distinguir algo más; ni sentidos, ni tiempo, ni preguntas ni respuestas, ni recuerdos. Y en medio de aquella curiosa paz, emergió una chispa de sentido. Un tenue punto brillante se podía distinguir en la oscuridad, así como unas frágiles ondas que se deslizaban debajo de la -supuestamente impermeable- vacuidad, dando comienzo a algo más.

           

 

 

El movimiento de la vida.

 

Poco a poco sin saber cuándo ni cómo, las intrusas ondas fueron apoderándose de todo lo existente, entonces la paz fue quebrándose hasta que no pudo seguir conteniendo la invasión. Las ondas, con sus –posteriormente- parpadeantes luces adquirieron una sensación más familiar, y la calma se volvió caos. Un caos sano, reparador y consciente. Hormigueo de vibraciones que recorrían la inmensidad como un grito de guerra que llama al despertar a los seres oprimidos. Tuvo sentido, puesto que todo se clarificó al llegar un punto en que aquel remolino de interminables sensaciones se entretejieron para tener una definición, conceptual y real; dolor.

            Dolor era lo que iba y venía en lo que recordaría lentamente como “cuerpo”. Frecuencias de sentido físico iluminaron la oscuridad. El dolor fue haciéndose cada vez más palpable; hormigueo ardiente; diminutos choques eléctricos.

 

Una fuerza desconocida tomó la esencia para arrastrarla a un espiral de gravedad descomunal, una travesía en que hilos tiraban en diversas direcciones, le estiraban y comprimían. Sensaciones desagradables acudieron a la bienvenida de su maltrecha alma; un golpe de oxígeno aturdió las vías, acto seguido la boca cedió para expulsar el excedente. Los ojos sin siquiera estar abiertos derramaron un par de lágrimas.

 

Voces extrañas le rodeaban transmitiendo una sensación de desconsuelo. El frío desnudó las terminales nerviosas de la piel. Sintió otra tibieza –mentolada-, repasando sus extremidades (que antes creía inmensidad), sonidos indescifrables retumbaron en los oídos. El universo estallaba en mil pedazos, y mientras, se aferró al jirón de vacuidad que agonizaba, las voces raras silenciaron, el frío se volvió calidez, oscuridad absoluta.

 

.

 

.

 

 

Cuando despertó, el techo de una habitación le dio la bienvenida, requirió de minutos para poder sobreponerse a la sensación de extravío que le estuvo acompañando desde que fuera arrancado de los maternales brazos de la inconsciencia. La vista no distinguía las formas a detalle, apenas eran brochazos descuidados que el pintor no se dignó en corregir, pues al parecer tenía prisa por irse. Así que ahí estaba, intentando encontrarle sentido a la gran obra que tenía frente sí.

 

Continuó con la desorientación latiendo en su interior pero acompañada de extrañas fuerzas de algo que reconoció como “ganas de vivir”. La avalancha de incógnitas cayó sin la menor piedad sobre su aturdido ser. Pues el parto de la vacuidad no había resultado acogedor. La piel sentía una fina y cálida fibra textil que en un ingenuo intento, procuraba hacer retener el calor corporal. Probó moverse, pero fracasó en el intento de extraer la mano, a modo de consolación, los dedos respondieron, apretando y estirando, acariciando aquella tela agradable. Algo dentro de él le susurraba “Un paso a la vez”. Por tanto, no desesperó, no podía sino sentir cierto orgullo por su logro pues el entumido cuerpo era difícil de controlar.

 

Relajó la respiración hasta que percatarse de su estado liviano, ésa sensación de flotar en el espacio, y los parpados empezaron a cerrarse. Se dejó atrapar por la inconsciencia porque reconfortaba, impedía que preguntas atiborraran la mente y le mantenían en un agradable estado de letargo. Todo se volvió negro.

 

 

.

 

.

 

 

Una luz parpadeante con tacto a dolor se fue colando en medio del estupor, destrozando la calma y torturándole cada más fuerte. Las ondas multicolores comenzaron a significar sufrimiento, los dedos de las manos –acompañadas con sensación cosquillosa- reaccionaban estirando y contrayéndose. Sin embargo, el resto del cuerpo era silencio mortal que no se movía en lo más mínimo, inmutable al dolor. Se aferró al vacío profundo que débil ante la vida, emprende la retirada. Fue de esta manera en que relacionó la vida con dolor. Se concentró de tal manera que los sentidos fueron apagándose uno a uno hasta que alcanzó los brazos de la vacuidad y se entregó a ellos sin dudar.

 

El rededor se volvió oscuridad, cálida e indolora. Qué buen lugar para permanecer, una eternidad.

 

Aquél sitio se le antojaba como un hogar seguro de dolor, pero al mismo tiempo, el atisbo de curiosidad por el mundo fuera comenzó a intrigarle.

 

.

 

.

 

Dulcemente la oscuridad le alejó de sus maternales brazos, depositándole de vuelta en la pálida habitación iluminada con brochazos de dorado cálido, un brillo cada vez hinoptizante como hermoso. Ejercitó los dedos un poco antes de intentar algo nuevo; mover las manos. Sintió un soportable dolor durante los intentos, no tuvo éxito las primeras veces, pero tampoco se rindió. Entonces, sin previo aviso, la derecha se erigió de su lugar, giró lentamente, regresó a la posición inicial, deslizándose por la superficie debajo de ella. La izquierda encontró a su compañera en el lento recorrido por el terreno. Aquello era fascinante. Se aventuró a elevarlas al aire, los débiles brazos torpemente respondieron al llamado telepático: Una mano, la otra, las dos al mismo tiempo quedaron suspendidas en el aire por leves momentos. Realizó la operación un par de veces. La gran hazaña obtenida le dejó agotado.

 

Y entonces, la primera pregunta se infiltró del muro mental.

 

La cuestión dio varias vueltas en su mente libre de pensamientos profundos. Con aquella intrusa regresó a la inconsciencia.

 

 

¿En dónde estaba?

 

 

.

 

.

 

 

Abrió los ojos, pero estos se toparon con oscuridad, confundiéndole, ¿Estaba durmiendo o despierto?

A sus oídos llegó un amortiguado sonido “exterior” que le aseguró que estaba en ese peculiar mundo, reconoció el evento tras un largo período de análisis; la noche.

Lleno de energía se entretuvo con los dedos de sus manos al compás de la débil fuerza de los brazos. El cuello giraba cuidadosamente dejándole sentir una textura que no había advertido antes; espesa y suave al mismo tiempo, al llevar las manos al lugar, éstas encontraron una sedosidad que recordaría como “cabello”, tenía cabello largo, confirmó tras palparlo.

 

Hizo un nuevo ejercicio, se aventuró a mover los dedos de los pies, pero éstos no respondieron, era como si no los tuviera; nada sentía. Haciendo el esfuerzo por no caer al pozo de la desesperación, concluyó que debido a su postura era que no tenía acceso suficiente para moverse. “Un paso a la vez” la conciencia recordó, mas, la huelga continuó sin atisbo alguno de obediencia.

 

Las agujas dolían tanto como molestaba la mascarilla. Malhumorado por no controlar el cuerpo postrado en una cama, dos manotazos torpes fueron suficientes para arrancar unos centímetros aquellos delgados tubos que le conectaban –seguramente- a máquinas de sanación. Necesitaba salir de ese lugar, el pánico acudió a desplazar el malhumor. ¿Un hospital? ¿Por qué estaba ahí?

 

Sus oídos pudieron captar, debajo del suave zumbido, una especie de alarma que reaccionaba a unas luces parpadeantes. Sí, se encontraba en un hospital.

 

Escuchó ruido amortiguado. Una pared se removió dejando entrar a un par de figuras antropomorfas en color blanco, que le inquietaron desde que se iluminó la estancia. Éstas emitían sonidos extraños que no podía identificar y ante el urgente tacto reaccionó de manera defensiva. Pánico. Retiraron las suaves mantas haciéndole sentir el frío ambiente. Identificó manos, algunas más suaves que otras, repasando su cuerpo. Alguien tomó su barbilla y la alzó para poner luces a sus ojos borrosos, reaccionó adolorido.

 

Hubo un intercambio de sonidos desconocidos, al abrir la boca e intentar decirles que dolían las maneras de tratarle, se dio cuenta que no podía hacerlo. Y ello, finalmente terminó con todo ánimo positivo, los ojos humedecieron para después derramar lágrimas. Escuchó más sonidos amortiguados, pero solo quería regresar a la inconsciencia. Agradeció un pinchazo adormecedor, los párpados se hicieron pesados y durmió.

 

 

.

 

.

 

 

Sin quererlo, despertó. La misma abrumadora sensación de abandonar el cálido vacío y nacer en la totalidad. Sin embargo, ésta vez no encontró motivo para moverse. No hizo intento alguno de ejercicio. Le urgía regresar a su inicio de la nada.

 

Así que contempló los cálidos mates dorados, se negó a pensar en otra cosa hasta que el agotamiento rebasó la reserva de energía y dulcemente le devolvió a la nada. Agradecido por ello, un pensamiento consolador le transportó a la calma.

 

 

Llegado a un punto la fría soledad se volvió suave y cariñosa. No, no era soledad amigable… comenzó a entender que se trababa de algo más, porque el cambio de clima fue abrupto. Y aquella miel parecía ser irradiada en un punto específico que no alcanzaba a localizar pero, sí, sentir.

 

¿Qué era esa sensación tan confortante? Por instinto, aceptó aquello sin mayor cuestión.

 

 

.

 

.

 

 

Una vez más, su consciencia regresó, los despertares son como las olas de mar; que llegan a la arena motivados por una fuerza. Las voces eran más claras, pero seguían siendo sonidos indescifrables, no hizo esfuerzo para entenderlas, las dejó correr como agua en arroyo. Los masajes de manos cálidas le arrullaron después de sufrir nuevamente la agresión del manoseo junto a esa molesta luz golpeando sus pupilas. El cansancio y la zozobra le regresaron a la madre vacuidad.

 

Si eso era vivir, prefería aquello en que estuvo porque no había dolor, ni desconsuelo.

 

¿Por qué estaba ahí?

.

 

.

 

Despertó alarmado, su ser sacudido por descargas dolorosas. Eran suaves latigazos que tatuaban dolor a su piel. Sus manos reaccionaban temblando, lo único bueno fue sentir un débil hormigueo recorriendo de las caderas hasta los pies, y solamente así fue capaz de sentirlas por un breve momento.

Manos ajenas, más expertas, masajearon las áreas doloridas. Un ente blanco movió su cabeza con suavidad y atacó sus ojos con ese rayo de luz, ésta vez fue capaz de sentir la intensidad y las lágrimas brotaron. Debieron sentirse satisfechos porque entonces, el tacto fue menos bruto. Agotado, se dejó llevar por el pesado sueño.

 

Seguía creyendo que el vacío era mejor que la vida. Abrir los ojos conllevaba a dolor sin razón.

 

¿Para qué vivir?

 

 

.

 

.

 

 

La misma rutina; una serie de latigazos de dolor le arrancaba de los brazos de la nada, hormigueo extendiéndose en el cuerpo reactivando sensaciones, luz atacando sus ojos de mirada menos nublada, manos firmes moviendo su cuerpo como si de un muñeco de trapo se tratase y finalmente un masaje relajante que le llevaba de regreso a la paz anhelada. Todo eso se fue repitiendo, una y otra vez, y otra vez. Procuró vaciar la mente de todo pensamiento, bloqueó los intentos de cuestión, se aferró al pensamiento recién instalado; su existencia se reducía a dolor y descanso. Vivir dolor para después dormir en paz. Una recompensa añorada casi con desesperación.

 

La nada era mejor que el todo.

 

 

.

 

.

 

 

Despertó porque el frío era demasiado evidente para ignorar, además, evocaba dolor a ciertas partes de su perezoso cuerpo. Una mano fue capaz de llegar a los parpados y los talló con menos torpeza, al tercer parpadeo la vista fue bastante clara para reconocer formas.

            Admiró un mullido sofá, giró a ver una ventana de cortinas níveas… entonces reparó que sobre un esquinero había un jarrón con flores.

 

Flores llenas de vida y color, flores que emitían un dulce aroma. Flores… el pensamiento reactivó la mente.

 

Flores frescas… sonrió sin saber por qué. Quizá era porque las flores no le provocaban dolor. Atraían serenidad.

 

 

El grifo de ideas atoradas finalmente giró y éstas, una tras otra, cayeron hasta la punta de una lengua que decidió moverse sin emitir una palabra...

 

 

¿En dónde estaba?

 

 

¿Cómo había llegado?

 

 

¿Cuánto tiempo llevaba en ese lugar?

 

 

¿Por qué estaba ahí?

 

 

¿Por qué la tortura?

 

 

¿Por qué su cuerpo parecía muerto?

 

 

 

    

Tras largos momentos filosóficos, en los que intentó dar respuesta por sí mismo a tantas preguntas, cayó en una realidad sumamente aterradora; no recordaba la razón de su situación, no recordaba nombres ni rostros familiares a quiénes poder solicitar su ayuda… mucho menos, y muy preocupante, no recordaba su propio nombre.

 

La impresión de dicho hallazgo fue de tal magnitud que de inmediato, todo comenzó a dar vueltas, parecía como si el mundo decidiera bailar en giros cada vez más rápidos, y entonces… oscuridad.

 

 

.

 

.

 

.

 

 

Las olas de la vida, le llevaron irremediablemente a la tierra de los vivos. Lentamente sus ojos menos ciegos se fueron abriendo para captar su rededor, matices de naranja le recordaron un crepúsculo. Tanta quietud y silencio comenzó a zumbar en sus oídos. No recordaba nada, excepto la visión de coloridas flores.

Casi de inmediato las buscó, no obstante, las que veía ahí, eran de otras tintas y más radiantes.

 

Flores…

 

Flores llenas de vida y color, flores que emitían un dulce aroma que delicadamente llenaba sus fosas nasales, ahora que no ocupaba mascarilla.

 

Flores… el pensamiento trajo serenidad.

 

 

Sin embargo…

 

Sus ojos comenzaron a llorar, conmovidos por el secuestro de información personal. Se forzó tanto que la cabeza dolió a tal punto que parecía que iba a quebrarse y sin embargo, no hubo un solo recuerdo ni dato que se deslizara a la mente. Solo vacío. Era nadie.

 

Aquello solo fue el incentivo perfecto para liberar la bestia de la desesperación. No tenía un pasado, no tenía un presente y por lógica, ello haría que no tuviera un futuro.

 

Desgastó las energías hasta adormecer los infelices pensamientos, hasta que le fue imposible mantener los inflamados parpados. Resignado, regresó con la madre que aliviaba engañosamente las penas.

 

No todo fue pesar, porque la fría soledad fue envolviéndolo con un abrigo tejido con algo parecido a rayos de cálido amanecer, la sensación completamente diferente a estar en la indolora inconciencia… algo más estaba bebiendo sus penas para transformarlas en bondad.

 

El atisbo de un pequeño pensamiento, propició un sueño que borraba el rastro de sufrimiento.

 

 

.

 

.

 

 

Regresó a la vida con extrañas fuerzas, éstas atenuaron la agonía con la que llegaban los médicos. Fue soportable. Las agujas no dolieron tanto, ni la lengua desconocida intimidó.

 

Terminó agotado de la rutina. Entonces, al quedar solo reparó en el esquinero, y ahí vio flores…

 

Flores llenas de vida en un inmaculado blanco, flores que emitían un dulce aroma.

 

¿Quién habría sido?

 

Suspiró aliviado por contemplarlas. Porque ver que éstas cambiaban de color le permitían saber que no se trataba de una ilusión que su desconsolada alma creaba a modo de autoengaño.

 

Las contempló, sin borrar la sonrisa. Intentó alcanzarlas estirando el brazo ubicado en la dirección, mas, dejó caer su extremidad cuando comprendió que no podía tenerlas fácilmente.

 

Los parpados adquirieron mayor peso, complicando el parpadeo, era la señal de un delicioso sueño en el que le esperaba un abrigo de hilos de sol que lo protegería de la orfandad.

 

 

.

 

.

 

.

 

 

Día malo.

 

Ese día no había visto flores, todo era simplemente un esquinero vacío. Ello le desalentó bastante y sin poder evitarlo, comenzó a llorar cual niño pequeño.

 

El suave chasquido de la puerta hizo girar su atención, limpiando -con mayor soltura- su rostro. Reconoció a sus verdugos. Cada uno se fue acercando, por lo que intuyendo ya lo que sucedería decidió no oponer resistencia. No hubo dolor, tan solo le descubrieron para medir, y picar a diversas escalas su piel, movieron sus extremidades y cuando una aguja le pichó la mano, finalmente un roto eco brotó de su garganta.

            Las cosas fueron diferentes en ese momento, ellos parecieron fascinados con el resultado y continuaron manoseándole más tiempo. Entendió que se esforzaban por hablar con él, pero los sonidos indescifrables finalmente eran frases en una lengua completamente desconocida para su mente.

 

 

Solo una enfermera se quedó al final de la visita sin dolor. Ésta continuó hablándole en su extraño idioma mientras limpiaba su cuerpo de manera maternal. Inspiraba tranquilidad, y por eso bajó la guardia.

 

 

Quizá, la vida tiene un límite para el dolor. Quizá, le aguardaba algo mejor. Empeñó gran parte de su moribunda Fe en esa letanía.

 

 

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La nueva rutina de exámenes físicos se le antojó demasiado aburrida, con el paso del tiempo. Permanecer en la cama ya no era tan cómodo y aunque las enfermeras fueron agradables, al final del día, la tristeza tomaba fuerza.

 

El rechazo a la vida, se liaba en combate con las sensaciones cálidas. Luego, venía la soledad.

 

 

.

 

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Fue una mañana.

 

Flotaba tranquilamente en la madre vacuidad, cuando la extraña fuerza –que había dejado de sentir desde que no hubo más flores- comenzó a rodearle suavemente, la misma sensación de antes; los rayos del sol con una emoción diferente que no podía comprender y solo ser abrigado dulcemente, inmediatamente pensó en las flores, así que resolvió regresar al mundo de los encarnados con el fin de admirarlas y maravillarse con ellas. Le tomó tiempo, debido al agradable adormecimiento, pero sus sentidos se activaron poco a poco hasta que sus ojos advirtieron algo y el cuerpo se tensó… alguien estaba en la habitación, una gran mancha negra resaltaba en medio de la oscuridad. Incluso pudo jurar que escuchó una respiración calma, y hasta un muy leve murmullo. Quiso enfocar al objeto desconocido que estaba seguro no haber visto antes, mas, la cálida energía apoderada de su ser, le arrulló de vuelta a la inconsciencia derribando todas las alarmas, apenas hizo intento alguno para rebelarse a la tentación así que sin darse cuenta regresó a la inconsciencia. Para cuando despertó, aquella desconocida presencia no estaba ni reapareció después de la doliente rutina médica.

 

¿Habría imaginado todo aquello como un signo de desesperación? Porque no, no había flores en el esquinero.

 

 

Largo tiempo de análisis después, el asunto quedó en el olvido. La tristeza y la soledad eran viejas amigas que comenzaron a acapararlo, sin dar cabida a otra cosa.

 

 

.

 

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.

 

 

Era noche e intentaba dormir después de un día largo.

 

El silencio reinaba así como la oscuridad, sin embargo, algo extraño y no físico inquietó sus sentidos. Abrió los ojos para dar un vistazo, los músculos se tensaron ante la reaparición de la sombra oscura que resaltaba en el sofá. La oscuridad de la habitación no le permitió observar a detalle, pero estuvo seguro de escuchar un suave ronquido. Había alguien ahí y sin embargo, no tuvo valor para atraer su atención. Era la primera vez que un individuo que no pertenecía al cuerpo médico, se presentaba en la estancia. Sintió curiosidad al mismo tiempo que una chispa de algo de entusiasmo. Cerró los ojos nuevamente decidido a no presionar las cosas, aunque en el fondo deseaba que ese ente hiciera acto de presencia en un momento oportuno para un estudio a detalle. Entonces, la calidez comenzó a cubrirle suavemente, sumergiéndolo en un dulce adormecimiento que no paró hasta que cayó profundamente y en medio de los sueños, sintió un rayo de sol rodear sus manos, recorrer su rostro… y sus largos cabellos.

 

 

Al despertar, estaba solo en un ambiente neutro.

 

¿Acaso era visitado por un alma en pena?

 

Aquello consoló bastante, tenía un alma errante cuidando su sueño y produciendo serenidad.

 

 

.

 

.

 

.

 

 

Era otra rutina de revisiones y manoseos. Nuevamente dirigían frases a su persona, pero seguía sin entender. Completamente agotado de estar en una cama, exasperado de una mente vacía de recuerdos, temeroso en un hospital desconocido, y triste de no contar con una mano amiga que aminorara el desasosiego que perturbaba su aclamada paz.

 

Hubo más agujas de lo normal, en algún punto el dolor fue insoportable mostrando signos de rechazo a tales sensaciones. Estaba fastidiado de sufrir malestares en nombre de la medicina. Fue ignorado, manipularon su cuerpo hasta quedar satisfechos.

 

Al estar solo, con rabia producto de la impotencia, liberó lágrimas. Quería ir a casa, pero ¿Dónde estaba eso? ¿Acaso poseyó algo así? ¿Quiénes habrán sido las personas que llegó a llamar familia? ¿Por qué estaba olvidado en un lugar como ése? ¿Le habían abandonado? Su suerte semejaba a la de un cachorro abandonado y eso tan solo avivó el desconsuelo. Solo, completamente solo, sin un pasado al cual enterrar las uñas.

 

 

El suave chasquido empujó del centro, el remolino de emociones. Su pensamiento inmediato era que una enfermera o algo parecido, tenía intenciones de continuar con la tortuosa rutina de masajes. Limpió rápidamente sus ojos, giró cuidosamente y esperó que emitiera el lenguaje desconocido para su mente formateada, pero entonces cayó en la cuenta de la silueta de una persona –que no vestía blanco- caminar con pasos sutiles hasta la mesa para colocar un jarrón con flores.

 

 

Flores… le atrajo la atención la intensidad del color de aquellos pétalos.

 

 

Flores, se dibujó un Deja Vú.

 

 

Flores…

 

 

Flores llenas de vida y color, flores que emitían un dulce aroma.

 

 

Flores…

 

 

Reconoció la flores, el mismo tipo de hace mucho…

Así que todo ese tiempo fue esa figura. Siguió sigilosamente sus movimientos hasta que con pasos suaves llegó al sofá y tomó asiento, la silueta le pareció terriblemente familiar… ¡El ente!

 

¡No era un alma en pena! ¡Se trataba de una persona real! En su interior estalló una serie de emociones que no le daban serenidad para analizar la situación pero entonces, fue capaz de saber que las miradas se reconocieron mutuamente.

 

Algo quedó claro en ese momento. No solo eran las flores las que le abrigaban en los sueños, era esa persona, lo supo al saber que le miraba directamente. Siempre había sido esa persona, su “alma errante”.

 

El intruso dejó el sofá y con cierta lentitud fue acortando la distancia, una mano se dirigió a su rostro hasta que hizo contacto, limpiando el rastro húmedo sobre una mejilla. El tacto provocó una gran impresión.

 

 

Todo va a estar bien.

 

 

                                                              

Las lágrimas se detuvieron y una enorme oleada de euforia hizo su entrada triunfal. ¡Había escuchado y entendido!

 

¡La frase se volvió un mensaje completamente comprensible! ¡Una lengua familiar! Ya no eran pensamientos en código extraviado.

 

En respuesta, el llanto fluyó tanto como inundó la calma, y su débil mano alcanzó una de las ajenas para atraparla. ¡Era tan cálida! ¡Era suave! Tan real.

 

Voz masculina pero impregnada de calor retumbó como un dulce hechizo en sus oídos, dirigiéndole un mensaje contundente.

 

 

No estás solo. Yo estoy aquí.

 

 

La consigna de la voz suave pero rasposa, envió vibraciones de consuelo a su subconsciente. De inmediato de aferró a las palabras amables del desconocido. Aunque se tratase de mentiras, o promesas de lástima, las creería. Necesitaba empezar de nuevo y la presencia de este hombre era el eje perfecto sobre el cual comenzar a girar.

 

 

Suaves caricias se esparcieron a lo largo del momento, mareando los sentidos y el pulso aceleró el paso, cuando unos labios húmedos se posaron sobre su frente.

 

¿Eso había sido un beso?

 

 

No tomó importancia, se entregó al sentimiento burbujeante que estimulaba las ganas de vivir. Estiró el agarre, en algún momento dedos propios y ajenos se entrelazaron. Tomó gusto a la situación, sintió los labios estirarse en una sonrisa temblorosa. Rezaba que esa persona no se alejara de su lado.

 

Escuchó el tarareo de una melodía desconocida para la mente, pero una parte de su ser comprendía el confort que endulzaba el alma, aquella sensación de bienestar que recordaba algo parecido a “estar en casa”. Intentó por todos los medios no quedarse dormido, pero las emociones agotaron sus reservas. La estela cada vez lejana de unos gentiles dedos recorriendo sus labios, vibró en su cuerpo antes de perderse en un sueño profundo.

 

¿Seguirá ahí cuando despertara?

 

 

.

 

.

 

 

La consciencia obligó a los ojos abrirse, la brillante luz del sol iluminaba la habitación. Una mano retenía la propia; cálida y con tez a suave arena de mar. Su vista podía contemplar casi a la perfección la silueta masculina ligeramente inclinada hacia su persona, cabellos cortos y lacios en tono oscuro, facciones trabajadas, con cejas algo pobladas, saltando a la vista una prominente nariz y un par de labios. El tronco resultaba ancho con apariencia fuerte.

 

 

¿Hay dolor?

 

 

La pregunta tomó por sorpresa al fisgón. Un calor se extendió por sus mejillas al verse descubierto durante su examen visual. Los dedos ásperos cepillaron con nobleza los suyos.

 

 

Estoy tan feliz de que despertaras.

 

 

Aquella frase estrujó su interior y sin embargo, fue la brillante sonrisa que aquellos labios esbozaron la culpable de que durante un breve momento perdiera la noción del tiempo.

 

Su sonrisa era cálida, transmitía tantas sensaciones buenas. Nada malo ocurriría, todo estaba bien.

 

Y lo creería con Fe ciega. Creería con entrega total en esa presencia real.

 

Pero entonces, los ojos pequeños se colmaron de agua y liberaron un par de lágrimas que rodaron por las duras mejillas.

 

¿Estaba llorando por su causa?

 

 

¿Eran lágrimas de felicidad o pena?

 

 

¿Quién era él?

 

Y sin previo aviso, su vista imperfecta se llenó de humedad hasta desbordarse.

 

 

Ambos lloraron.

 

Desconocía los motivos del hombre de brillante sonrisa, pero él, lo hacía por la felicidad que su presencia inyectaba a su existencia. Tan necesitado, tan fuerte, tan íntimo.

 

Ahora era demasiado tarde para dar marcha atrás, ese hombre tan cálido era su centro de gravedad. Se esforzaría cada día hasta ser capaz algún día y decirle a voz alta “Gracias por estar aquí”.

 

 

.

 

.

 

.

 

 

Las sesiones dolorosas regresaron, sin embargo, fue capaz de entender que aquellos latigazos eléctricos que lastimaban, no provenían de agujas o contactos de películas de terror. En realidad, había un monitor y los médicos colocaban tanto en su rostro como el cuello, extrañas bandas unidas a finos cables traslúcidos. Todo ocurría en su cabeza, realmente no sufría daño físico. Algo que el hombre cálido nombraría como “Tratamiento de estimulación cerebral” y cuya principal función era hacer reactivar el cuerpo así como la mente. Él había explicado que no era un procedimiento reciente, llevaba tiempo recibiéndolo, y debía permitir esa medicina para una pronta recuperación.

 

El descubrimiento no fue de total agrado ni minimizó el temor ante las parpadeantes luces… entendía perfectamente que experimentaba dolor real en todo su cuerpo. Era capaz de admitir que dichas descargas no le torturaban por gusto sino para reanimar su cuerpo paralizado… pero…

 

Con cada nueva sesión, el sufrimiento se volvía insostenible. Retorcía los dedos, arañaba lo que estaba a su alcance en un vano intento por hacer escapar de su ser las sensaciones inquietantes.

 

¿Valía la pena pasar por tanto sufrimiento? Se cuestionó. Hasta donde entendió de su situación, había estado durmiendo por mucho tiempo – más del necesario- por lo que su cuerpo sufrió terribles daños; entre el que se encontraba el extravío de recuerdos e información.

 

No obstante, aunque esa medicina tuviera las mejores intenciones de acelerar la recuperación, ¿Valía todo el dolor que experimentaba?

 

El tiempo trajo la respuesta.

 

Obtuvo la respuesta; sí, valía la pena. La revelación llegó el día en que finalmente pudo decir una palabra. La garganta estaba dañada y su voz rota, pero ser capaz de poder expresar una diminuta parte de todo el océano de frases atrapadas en el silencio le llenó de una enorme dicha.

 

 

Gra…cias… -Susurró a esa persona mientras acomoda las flores de aquel recipiente.

 

 

Vio cómo esos ojos pequeños, cincelados casi como una línea, se agrandaron por la sorpresa y una emoción desbordante. Inmediatamente fue hasta sus manos, que llenó de dulces besos.

 

Pareciera que ambos habían intercambiado papeles, porque el extraño pero amable hombre fue incapaz de decir algo, mientras él repetía con cierta lentitud la palabra recién pronunciada.

 

 

“Gracias” por llevar flores todos los días.

 

“Gracias” por llorar por mí.

 

“Gracias” por sujetar mis manos.

 

“Gracias” por tu preocupación.

 

“Gracias” por estar aquí.

 

 

.

 

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Se acostumbró demasiado rápido a él. Despertar y no tenerle le sumía en un lapso de ansiedad cada vez más incontrolable, sus ojos no podían dejar de mirar aquella puerta, ni siquiera cuando el cuerpo médico hacía sus maniobras de tortura mental. Inclusive, mientras sufría, deseaba con fervor la presencia de aquel hombre de pequeños ojos.

 

Seguía valiendo la pena el despertar y sufrir el martirio, por él. Porque él era su todo; tenía las respuestas de su pasado y su presente, representaba a la familia que normalmente nunca te abandona y te procura con tanto fervor.

 

 

Las preguntas recelosas no se hicieron esperar ¿A dónde iba cuando se marchaba? ¿Era tan necesario? ¿No podía hacer todo eso a su lado? Porque él lo urgía a su presencia para sopesar las penas.

 

Hallaba la paz interior al sentir la piel de aquel que ocupa su motivo para vivir. El corazón aletea cuando la sonrisa brillante se construye en esos labios de palabras gentiles.

 

“No te vayas” lo fue pensando con mayor fuerza, podía sentir que la frase se erigía sobre la punta de la lengua, mas no la dejaba ir por miedo. Así que solo se aguantaba todo, siendo recompensado con caricias suaves.

 

 

.

 

.

 

.

 

 

Fue despertado por la voz suave y ronca, ésta entonaba una frase corta con palabras que no reconoció en la lengua materna, no obstante, existía un “no sé qué” impregnado, que suavecito llegó a su interior cosquilleándole el alma. Quedó maravillado por el tono sedoso, se escuchaba mágico.

 

Aquella extraña letanía fue repetida. Él no parecía encaprichado con una reacción de su parte como lo hacían los doctores, pero la mirada de aquellos pequeños ojos le transmitía una complicidad cada vez más familiar.

 

 

Pero finalmente te encontré… –Murmuró el hombre de sonrisa brillante cuyos pequeños ojos se tiñeron en melancolía.

 

Se juró, aprendería el conjuro y desenmarañaría el secreto impreso. Imaginaba la jubilosa sorpresa cuando fuera capaz de responderle. Así que siguió escuchando con atención las extrañas palabras.

 

 

Owarete wa…

 

…Tsuki ni kakururu…

 

…Hotaru kana.

 

 

El ambiente se tornó doloroso, una extraña tristeza se apoderó, sin embargo, no quería dejar de escuchar aquel hechizo que estrujaba su alma. Sonaba tan hermoso en esa voz melódica.

 

Se fue arrullando, intentó no dormitar pero el hombre comenzó a peinar sus cabellos con tanta paciencia que casi podría decirse, había un amor romántico en el gesto. Ésa fue la última idea que circuló antes de ser vencido por un sueño profundo.

 

 

.

 

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No había reparado en el tiempo, puesto su meta solo era vivir para estar con “el hombre que siempre sonríe”, mentalmente nombrado así, porque después de la escena en que lloró, solo cincelaba una sonrisa brillante que iluminaba el extraño mundo. Sin embargo, por boca de él se enteró que habían pasado dos temporadas, es decir, seis meses.

 

Seis meses desde que despertara y aun así, no había habido muchos cambios. No podía siquiera incorporarse hasta sentarse en esa dolorosa cama. Sus brazos no lograban hacer movimientos apresurados y las manos, a veces no obedecían del todo. Debía ser alimentado por una enfermera que luego fue reemplazada por su motivo para vivir. La experiencia dejaba sentimientos encontrados; vergüenza y emoción.

 

Las sesiones dolorosas comenzaron a disminuir para mezclarse con visitas de un par de doctores especializados en fisioterapias y un psicólogo, todos ellos sí hablaban en el mismo lenguaje que él. De esta manera el hombre que sonríe, poco a poco dejó de verse tan triste y más animado.

 

 

Un día llegó trayendo consigo, muchas fotos de personas. Se avergonzó cuando él comprendió que no reconocía a ninguna. Entonces, trajo un aparato y de este salió una melodía. No supo por qué pero algo burbujeó al escuchar otra canción, le parecía vagamente familiar. A partir de eso, el equipo de sonido reemplazó a las flores y con un pequeño control, podía elegir cuando y cual melodía escuchar. Si una canción le resultaba familiar la repetía una par de veces, para después cambiarla.   

 

Después, trajo libros que leía con su hermosa voz a tono medio. Su favorito era uno que lucía viejo y muchas veces reparado; se entonaban preciosos hechizos en lengua que no comprendía, pero que le endulzaban el oído.

 

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Transcurrieron otras dos estaciones, finalmente comenzó a recobrar el habla. En frases cortas y con una dicción imprecisa debido a su condición. No dejándose vencer, practicaba -cuando su nuevo centro de gravedad no estaba- las frases que iba a utilizar en sus cortas conversaciones.

 

En cuestión de innumerables días fue capaz de hablar mejor. Entonces, llegaron las preguntas que había aplazado, confirmando una vez más la amnesia.

 

El hombre sonriente, estuvo a su lado –como lo había dicho antes-, y muy pocas veces se ausentaba. Cuando volvía, le sobornaba con una golosina que no conocía. La conexión con él era peculiar, a veces, podían tener una larga conversación a pesar de la poca destreza que poseía y él, entendía sus gestos con una familiaridad que en una u otra ocasión, rayaba en lo intimidante.

La única queja que podría tener es la forma en que le mira, de manera directa para los protocolos coreanos, demasiado íntima, que al cabo de unos minutos le ponía nervioso. Y aun así, le gustaba tener su compañía, bien podría acostumbrarse a ese par de ojos fijos sobre su persona.

 

 

 

¿Aun no recuerdas, cierto? –Su voz ronca es una melodía confortante demasiado agradable para su oído.

 

No. –En una manera de demostrar que la mirada fija no le incomodaba, imitó aquella peculiar manía y al cabo de unos días ya no podía evitar buscar esos ojos, cada vez que hablaban sentía la necesidad de mirar su rostro, sus ojos oscuros.

 

Tu familia, tus amigos…

 

Me… olvidaron.

 

Eso no…

 

Estarían… aquí.

 

Has al menos un intento, por favor.

 

Duele. –En realidad se negaba a hacerlo por simple gusto, y es que su testaruda mente grabó una verdad que aceptó como única.

 

 

“Para mí, tú eres suficiente porque de todos, eres el que se quedó conmigo, ¿Por qué debo recordar a quienes están ausentes?”

 

 

Entonces no tienes interés en saber quién eres.

 

Solo… -Un calorcillo empezó a apoderarse de su rostro.- Tu nombre… -Bajó la mirada avergonzado porque tal vez aquello era raro no tanto por la expresión, sino por la manera en que su palabras salieron de sus labios, hasta él mismo entendió que fue demasiado entusiasmo.

 

Kang Daesung.

 

 

Buscó la mirada al escuchar esas sílabas.

 

 

Ese es mi nombre. –Sonrió.- ¿Por qué lo preguntas hasta ahora? Llevo bastante tiempo visitándote.

 

No sé…

 

Porque se había hecho tan natural verle al despertar, que no creía necesario. Se había prometido que ante la ausencia de información así como la insufrible soledad, se aferraría al primer resquicio de esperanza con Fe ciega; Kang Daesung es su esperanza.

 

 

¿No te da miedo que sea un acosador?

 

 

Negó con la cabeza, comprobando que tenía menos entumido el cuerpo y cada vez más presto.

 

 

Daesung… -Por primera vez desde que despertara en la nueva vida, pronunció el nombre de quien le salvara de la locura.— …Mi todo.

 

 

Su voz, sus recuerdos: su pasado y presente, su esperanza, un amigo, un confidente, su familia. Todo lo que conoce y desconoce, eso representa Daesung.

 

Se hizo un silencio, buscó su rostro porque quería saber su reacción. Su boca le estaba traicionando de manera ruin, le hacía soltar cada pensamiento raro… aunque decir “raro” no era el concepto correcto.

 

 

¿Por qué eres así? –El hombre bajó la mirada y murmuró serio.- ¿Por qué dices eso?

 

¿Enojado? –De alguna manera eso le afectó, no quería verlo triste ni enojado. La ansiedad acudió como una vieja amiga, sacudió su cuerpo y aceleró de manera desesperada sus nervios.

 

No, es solo que…

 

¿Dae…? –Un terrible miedo le invadió el alma. Lo había hecho enfadarse, quizás le ha disgustado mucho sus frases.

 

Nada… -Levantó la mirada para sonreír, pero supo que mentía, desatando en su interior una culpabilidad amarga que le insistía hacer algo para cambiar esa máscara y tener nuevamente una sonrisa amable autentica.

 

Perdón. –Desvió la mirada, apretó el agarre de la sábana. Tantas ganas de expresar aquello que yace comprimido en la mente y que su condición actual no le permite decir cómodamente: “Desperté en un lugar con idioma diferente, tu llegada ha sido mi salvación, porque desde que entraste por esa puerta y fui capaz de entender tus palabras, me sentí aliviado. He intentado, te lo aseguro, intenté recordar, pero duele… si solo continuo, el dolor no existe. Decidí que lo mejor es dejar el pasado ahí. No necesito recordar personas a las que no les importo, no necesito recordar… ni siquiera qué tipo de relación teníamos, porque aunque no pregunte, sé que tú y yo tenemos un tipo de lazo y tengo miedo de que nos hayamos lastimado antes o esté pensando de más. Solo quiero empezar de nuevo… lo demás, no me interesa.” –Bajó la mirada.-- Atrevido. Perdón.

 

 

Tan solo esas malditas palabra salía de sus labios. Estaba cansado de solo ser capaz de hablar con palabras secas y llanas, insuficientes para reflejar todo lo que piensa.

 

Tenía miedo. No sabía por qué, tenía miedo… aun con eso no pensaba atar a su lado a alguien tan gentil como Kang Daesung.

 

 

Sí, es atrevido. –La mano se enterró en los cabellos para acariciar suavemente.-- Demasiado… si alguien escuchara lo que acabas de decir, pensaría que es una confesión del tipo romántico.

 

 

Sin querer, ronroneó mudamente ante la caricia, pero al escuchar aquello último le miró preocupado.

 

 

Confesión… –Sintió arder el rostro por la vergüenza.

 

 

¿Y sabes qué es lo peor? –Cuestionó seriamente.-- Lo peor sería que podría hacerme ilusiones.

 

 

 

Intentó esconder su rostro de su interlocutor, mas, sostuvo la barbilla. Una revelación tocó su alma; el miedo de perderlo, esa culpabilidad al verle borrar la sonrisa y su necesidad de verle… todo eso, podía tratarse de algún tipo de cariño romántico.

 

 

Te quiero. –Una alegría salió de su voz al pronunciar esas palabras.- …Mi confesión.

 

 

Si estás amando a otra persona, por favor… déjale y ven conmigo.” Pensó con devoción salpicada de amargura.

 

 

El hombre que sonríe, acarició las mejillas produciendo un tacto ardiente. Cerró los ojos cuando los dedos alcanzaron sus labios, cuando las palmas acunaron las mejillas y suspiró al sentir una boca frotándose suavemente contra la suya.

 

 

Un beso delicado. Para él es su primer beso, Kang Daesung es su nuevo primer amor.

 

 

 

Te amo. –Susurró cuando posó su frente contra la propia.- Solo ámame a mí… porque yo solo te he amado a ti. Sin embargo, vengo con una pesada carga del pasado, mis demonios internos y este amor enfermo que en el fondo celebra que no desees recordar porque no quiero compartirte con nadie más. ¿Podrías soportar a este lunático?

 

 

Una calidez brotó desde su pecho esparciendo agradables sensaciones por todo el cuerpo, un cosquilleo que se concentró en el estómago.

 

 

En respuesta, atinó a ir en busca de otro beso, pero en el que el contacto fuera profundo, no se detuvo hasta que la lengua contraria tocó la suya y unos dientes mordisqueaban sus labios.

 

 

Sé mi pareja. –Daesung pidió con tanta seriedad que sin saberlo incrementó el martilleó del corazón.

 

Sí.

 

¿De verdad…?

 

Sí.

 

Pero tienes que saberlo…tu nombre.

 

No.         

 

 

Un aterrador sentimiento de perder lo que había ganado activó su lado defensivo.

 

 

Tienes que saberlo.

 

No.

 

Por favor. -¿Cómo negarse ante él con esa mirada preocupada?

 

Mi nombre.

 

Sí y luego podemos…

 

No. –Cortó de un solo tajo la emoción que comenzaba a florecer.— Solo… mi nombre.

 

Pero…

 

Mi nombre. –Pensó con desagrado, no confiaba en el brumoso pasado.- Promesa.

 

 

Levantó la mano mostrando el meñique. El otro hombre suspiró, sujetó la mano besando el puño.

 

 

No puedo hacer una promesa que es posible que vaya a romper.

 

No quiero.

 

Lee Seunghyun. –Cuando dijo ese nombre con tanta adoración, sintió una enferma envidia hacia la persona que representaba ese nombre. Una envidia a su “yo” del pasado.- Mi Seunghyun…

 

Daesung… -Suplicó.-- …ámame.

 

 

“No digas ese nombre que no siento mío… ¡No recuerdes a ese Seunghyun! Yo me enamoré del Daesung que conocí en este hospital, no el del pasado.”

 

 

Mi Seunghyun…

 

 

 

Solo cuando llamaron a la puerta se separaron un poco, la enfermera ingresó para la revisión rutinaria notando que el paciente sostenía la mano de ese hombre que nunca descuidó de su pareja, sin decir nada así como entró se marchó devolviendo la privacidad a la pareja.

 

Se sorprendió cuando “el hombre que sonríe” estiró una mano para acariciar su rostro mientras la otra entrelazaba los dedos con los suyos, esto le permitió descubrir que aquella mirada fija, en realidad lejos de intimidar, era una mirada de cariño conyugal y no supo el por qué, pero todo eso le hizo sentirse la persona más feliz, su corazón latía tan apresuradamente que dolía; un dolor agradable.

 

 

 

 

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Pasaron dos estaciones en las que el profundo amor, lentamente fue ardiendo, muchas veces para bien, y otras –cada vez más frecuentes- completamente para mal.

 

Las terapias de rehabilitación representaban una tortura dolorosa. Sus piernas parecían estar muertas, se negaban a moverse. Sus dedos seguían entumecidos, y su voz continuaba rota… cuando Daesung no estaba, podía soportar toda la frustración en paz, pero en esas ocasiones cada vez más frecuentes en que le acompañaba, una rabia irracional emergía. Le molestaba que le viera con la terapeuta que masajeaba los músculos de las extremidades inferiores porque era una mirada sufrida. Le enojaba que le viera caer cuando intentaba levantarse debido a que sus brazos aún se encontraban débiles para sostener su cuerpo muerto, ya que él acudía pronto a levantarle y se sentía un inútil, pero todo empeoraba en las terapias de cuerdas vocales… su voz se rompía al querer llegar a una nota, y cuando Daesung intervenía para apoyarle comenzaba a sospechar que en el pasado que tanto ansiaba dejar olvidado, había una faceta musical.

 

 

“No te preocupes, Seung…esa nota la has practicado mucho, antes, quizás ahora no te es tan familiar, pero en poco la podrás cantar.”

 

 

Entonces él realizaba la nota y salía realmente armoniosa, perfecta.

 

El resentimiento absurdo empezaba a ensombrecer el amor, la ansiedad reapareció burlándose de él, cuando un brillante pasado mostraba sus resquicios.

 

 

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Entraron a la tercera temporada, pero con esa maldita rabia irracional creciendo contra su ser querido, los dos meses que secundaron se volvieron dolorosamente insoportables. En las noches de soledad, lloraba a enojo suelto, dejaba que la frustración se liberara en puños que golpeaban las barras metálicas y lágrimas vergonzosas. Era un llanto silencioso porque odiaba escucharse así mismo con la voz rota. Se sentía miserable, vencido y avergonzado de su situación.

 

En medio del torbellino de desesperación e impotencia, en el que maldecía su destino, su existencia o más, su cabeza comenzó a sufrir jaquecas que fueron incrementándose. La enfermera de turno, encendía el reproductor de música e intentó distraerse escuchando no la letra; sino las melodías hasta que agotado de las emociones negativas así como el dolor latente, la madre vacuidad regresaba para acogerlo entre sus brazos y entonces, ocurrió una noche… él recordó.

 

Un momento específico de su vida.

 

Habían advertido que cuando él quisiera podía ir recordando lentamente, pero llegarían por fragmentos sin orden cronológico, muchas veces no tendrían sentido para la persona del presente, sin embargo, sería sumamente importante para su pasado.

 

Y éste era un fragmento que venía impreso con el nombre de Kang Daesung.

 

 

No se consideraba del tipo de personas indecisas que bajo la excusa de la “confusión” cometía error tras error, y justo cuando ya no podía más, culpaba a otros. No, él siempre se ha considerado un hombre directo y firme…

 

No había lugar para incertidumbres, conocía lo que quería e iba por ello sin vacilar.

 

 

Y lo que más quería era a Kang Daesung.

 

Conocía los riesgos, conocía las consecuencias, y sin embargo, las ignoró impulsado por algo tan diminuto pero poderoso; “eso”, que se escurrió entre su muralla, derribó sus duros prejuicios y alcanzó la fisura hasta llegar a su corazón… la esperanza.

 

 

Esperanza de que no fuera el único que se mareaba debido al cosquilleo de su cuerpo con el contacto del otro.

 

Esperanza de percatarse de lo que ocurría en ambos; tanto a nivel físico como psíquico.

 

Esperanza… de que esas sensaciones y sentimientos fuesen compartidos.

 

 

Sin embargo, cuando se hubo confesado, el rostro de su contraparte se desfiguró en incredulidad y desconcierto. Aquello fue lo suficiente para romper todas la estúpidas ilusiones… dolió tanto que sus ojos le traicionaron. Había sido el único que aguardaba a “algo más” que claramente no iba a suceder. Se enfureció consigo mismo por haber sido tan imbécil, lo odió tanto como lo amó por ser un completo idiota y no haberse dado cuenta de sus intenciones.

 

Salió de esa habitación en la cual no habría lugar para él. Por primera vez en su vida deseó ser capaz de arrancarse los sentimientos.

 

¿Qué se supone que iba a hacer? Con las ilusiones rotas solo debía recoger los pedazos para luego así como hace un empleado de limpieza, tirarlas a la basura. No obstante, esos sentimientos tercos eran otro asunto.

 

¿Cómo iba a ser capaz de convivir a su lado después de todo lo que había ocurrido entre ellos? No estaba preparado para enfrentarlo, no aún.

 

 

Y mientras lloraba en la ácida mezcla de dolor y rabia, mientras se maldecía a gritos mentales… un suave toque resonó del otro lado de su puerta.

 

 

Ri-ah…

 

 

Con solo escucharle llamarle con el apodo se producía un terremoto en su interior.

 

 

Lárgate.

 

 

Se sorprendió así mismo por haber escupido semejantes palabras. Le llamó la atención el tono ronco lleno de desprecio que expresó implícitamente en esa palabra.

 

 

Tenemos que hablar.

 

 

Maknae se aferró a las almohadas descargando en ellas la impotencia.

 

 

Todo ha quedado claro.

 

Fue repentino… yo… yo no me esperaba…

 

Por supuesto, tú nunca te lo imaginaste. ¿Cómo iba a ser posible si nos acostamos regularmente? ¿Cómo iba a suceder? -–Habló desde su posición.-- ¿Cierto?

 

 

Destiló un poco de su veneno.

 

 

No recibió respuesta. Eso le hizo odiarlo más. Se arrepentía de haber desarrollado sentimientos hacia una persona tan detestable.

 

 

Un crujido se escurrió con la debilidad que era posible, junto al deslizamiento de un cuerpo sobre la madera. Seungri agudizó su oído. ¿Era Daesung que se había recargado en su puerta?

 

Intrigado, abandonó su cama y cuidadosamente llegó gateando hasta su puerta. La palma de su mano se posó sobre ésta.

 

 

…Soy lento para estas cosas. –La voz tranquila pero seria del mayor de los dos suavemente le llegó al otro.—- En nada me parezco a esos chicos que captan las indirectas de las personas. Tengo tantas preguntas qué hacerte.

 

 

Pero Seungri no respondía, tan solo miraba arrodillado la puerta justo donde intuía que se encontraba la espalda de Kang.

 

 

Se supone que esto no iba a pasar, por diversas razones.  –Continuó.—- La primera era que lo hacíamos ebrios. La segunda razón… bueno, es que se trata de ti. Eres Seungri.

 

El ceño se frunció… lo último fue una puñalada más al corazón. Comenzó a temblar dominado nuevamente por el dolor y el odio. Las malditas ganas de romperle la quijada.

 

 

 

<< “La segunda razón… bueno, es que se trata de ti. Eres Seungri.” >>

 

 

No eran necesarios mayores detalles, él SÍ captaba las indirectas. Él SÍ sabía a qué se refería con esa frase… solo que dolía demasiado como para aceptarlo… ¿Acaso era posible semejante frialdad?

 

¿De verdad? ¿Solo por tratarse de él no merecía seriedad? ¿Solo porque se acostaba con Seungri nunca sería posible la remota idea de un sentimiento sincero?

 

 

Soy Lee Seunghyun. -Él era así, incapaz de quedarse con la boca cerrada, le resultaba imposible no replicar ante algo que no era de su agrado.

 

 

No obstante, esto no era otro más de sus caprichos, tampoco era una herida a su ego, ni mucho menos una afección a sus conveniencias…

 

Se trataba de una situación en la que su autoestima y sus sentimientos eran apuñalados.

 

¿Acaso solo veían a Seungri, maknae de Bigbang? Descubrirlo en las personas era terrible, la sensación de comenzar a ser olvidado y solo ser reconocido como una figura pública mermaba su confianza en las personas.

Descubrirlo en Kang Daesung; la persona por la que estaba dispuesta a jugarse por el todo; la persona a la que le permitía ver sus fibras más íntimas… la sensación solo podía ser comparada vagamente al caer en un remolino y ahogarse dolorosamente hasta morir.

 

 

Todo era tan oscuro y asfixiante. Se sintió devastado por esas palabras, descubrió que lo mejor hubiera sido nunca haberse confesado. Había cometido el mayor de todos sus errores.

 

 

Por esto creo que no funcionará. Independientemente del hecho de que somos hombres… este soy yo, Seunghyun.

 

 

Dios, eso era una tortura…

 

 

Lo había llamado por su nombre… y se escuchó tan perfecto.

 

 

Ni siquiera lo has intentado.

 

No quiero perder a un amigo.

 

 

La rabia regresó más hambrienta…

 

 

¡No soy tu jodido amigo! ¡De ninguna manera! –Replicó para hacerle callar de una vez porque entre más abría la boca decía cosas hirientes.

 

 

Las lágrimas brotaron inmediatamente.

 

 

Ri-ah…

 

Eres igual a los demás. Me juzgas sin conocerme. ¿Cómo quieres que…?

 

Yo no te pedí que…

 

¡Ya lo sé! –Se exasperó. Quería tener una forma de arrancarse todos esos sentimientos para dejar se sentir cómo le rompían el corazón. Eso era mucho peor que un rechazo, las estúpidas razones para defender la postura, como si tener sexo regularmente con un compañero de trabajo fuera lo más normal.— Ya lo sé…

 

 

Golpeó en un puño la puerta en un fatídico intento por canalizar el dolor. Le estaba rompiendo de la manera más cruel.

 

¿No puedes ver a Lee Seunghyun? El hombre que hace unos momentos se confesó… el que ahora está detrás de una estúpida puerta llorando como una chica, herido por el concepto que tienes de él… ese… soy yo.

 

 

Recargó la frente en la madera… era horrible lo que sentía en esos momentos.

 

Te amo, Dae.

 

No llores…

 

 

El tono de melancolía que transmitió Kang en sus palabras confortó de manera agria a Seungri.

 

 

Cuando lloro, es difícil que me detenga… deberías saberlo.

 

Lo he olvidado. Perdón.

 

--Podemos intentarlo, que yo te conozca más… y que tú me conozcas un poco más.

 

 

El silencio que respondió fue obvio para maknae, negativa.

 

 

Está bien. –Concluyó.- Olvida todo lo que te he dicho, olvida que alguna vez hice esta escena. Finge que nunca nos involucramos. No vuelvas a dirigirme la palabra fuera de lo laboral, no te acerques, no me toques ni me mires.

 

Seung…

 

Quiero estar solo, hyung. Vete, no te quiero escuchar.

 

No puedo…

 

Por favor. –Abrió la puerta para hacerle entender que no necesitaba verle en un tiempo hasta hacerse cargo de sus sentimientos.- Hyung… déjame arreglarme.

 

 

Daesung le miró preocupado, el ceño fruncido y los ojos brillando en inseguridad.

 

 

Estaré bien.

 

Seunghyun…

 

Si fuera una persona tan caprichosa te obligaría a hacerte responsable, pero aunque tiendo a ser caprichoso y malcriado. Soy una persona genial, siéntete afortunado porque no lo haré.

 

Lo siento. –No continuó su juego y eso le dio una idea de lo difícil que sería reponerse del rechazo.

 

Yo no me arrepiento de nada.

 

Perdón.

 

No importa.

 

 

Entonces el mayor le atrapó en sus brazos sujetándole con cierta violencia, estampando los labios contra los suyos. Si era una compensación por el rechazo, entonces lo aceptaría, fue con esa idea que correspondió el beso lleno de frustración, rabia y confusión. Terminó de la manera más dolorosamente dulce posible, si creía que no podía romperse más, acabó de comprobar su error.

 

La cálida mano exploró su rostro hasta caer en la cuenta que intentaba dispersar la humedad de las mejillas.

 

No soy tan bueno como todos creen. En realidad soy de lo peor. Estoy compuesto de muchos defectos. –Susurró seriamente, tan mortalmente serio.- Realmente un caos. Celoso, sobretodo… Posesivo. No sé si podrás que lidiar con esto, eres tan diferente a mí. Por eso creo que esto es un error; no debió suceder, pero si dijera que no me gustas sería mentir. No me gustan las mentiras.

 

 

Sonrió estúpidamente al escucharle hablar, aun cuando verle a los ojos era imposible. Al parecer Daesung no era bueno con sus sentimientos.

 

 

También soy un caos. Me gusta ser exclusivo. Me gusta saber que soy deseado tanto. Un poco de tiempo y seremos perfectos el uno para el otro.

 

 

El suave susurro en su oído fue suficiente para que su corazón se alterara dichoso por una oportunidad. Se atrevió a imaginar el futuro.

 

 

<< “Será un inicio difícil, te lo aseguro. Pero haré todo lo posible por compensarte. No me gusta verte llorar, así que te pido perdón por lastimarte antes de siquiera confesarme.” >>

 

 

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La respiración agitada le extrajo de aquel extraño mundo, donde había muchos fantasmas sin nombre, apenas reparó en el sudor frío de la frente afiebrada y las manos temblorosas. ¿Acaso había…?

 

¿Él y Daesung ya se conocían…? ¿Qué era “BIGBANG”? ¿Antes era llamado “Seungri”?

 

El dolor en la cabeza comenzó a debilitarse partiéndose en dos para dejarle caer en un abismo de ansiedad, temor y un montón sentimientos lejanos.

 

 

La peor pesadilla comenzaba a materializarse.

 

 

Los recuerdos de los que renegó fueron llegando con la lentitud de pétalos al viento. Cayendo suavemente para ir reconstruyendo una historia que fue respondiendo las preguntas relativas a su nombre, su infancia y rostros familiares que creyó desaparecidos.

 

Recordó, pero eso no significaba que pudiera reconocer fácilmente la información.

 

Una pelea mental entre el Seunghyun de antaño intentando recuperar su vida perdida contra el Seunghyun actual que comienza escribir su propia historia a partir de lo poco que posee, empezó a desencadenar caos y dolor. Se aferró a la relación que tuvo con Kang Daesung, lo demás no importaba. Poseía la certeza que los sentimientos eran legítimos y perduraron a la devastación de su prologando sueño, lo único verdadero. No obstante, negándose al olvido, rostros con identificación brillaban como luciérnagas; Kwon Jiyong, Dong Youngbae, Choi Seunghyun, Choi Dongwook, Choi Jonghun…

 

Las piezas comenzaban a tomar su lugar, ejerciendo presión… ¿Qué decisión tomaría? ¿Retomar el pasado o seguir viviendo a partir de cero?

 

La noche más larga de su vida. Temiendo elegir mal, temiendo equivocarse y arruinarlo. Porque algo le decía que la historia no estaba del todo terminada, faltaba más…

 

¿Dónde estaba su familia? ¿Por qué tuvo o tiene una, cierto? ¿Por qué no estaban con él?

 

A la mañana siguiente, intentó no mirar con ojos dolientes al Daesung maduro frente a él, se obligó a no pensar en preguntas inoportunas y se aferró al dulce sentimiento clavado en el pecho desde que le volvió a ver.

 

“¿Por qué estoy en el hospital?” “¿Qué pasó?” “¿Dónde están los demás”? “¿Qué año es?”

 

Cada una de esas incógnitas, golpeaban como un mazo intentando derribar los cimientos recién erigidos de su nueva vida.

 

 

Mi Seung-ah…-Dolía menos ese dulce llamado, sentía que la frase no era el ruego de un pasado olvidado, sino la plegaria de veneración a un sentimiento que sobrevivió a temporales grises.-- ¿Te sientes bien? Has estado llorando.

 

 

Negó tímidamente por haber sido demasiado obvio. Pretendía no saber nada ni preocupar más a Daesung con situaciones dolorosas del pasado. En cambio, quería hacer todo bien, ahora que tenía en sus manos un nuevo inicio, partiendo desde cero.

 

Daesung no intentaba buscar un pasado al cual aferrarse, le atraía a su lado para que no se alejara. La sonrisa, los ojos de mirada enamorada, los cálidos brazos que ya no le sostenían con la lástima a un moribundo sino con la convicción de transformarse en su pilar. Entonces, la rabia irracional daba un par de pasos hacia atrás como un ente de la oscuridad huyendo de la brillante luz.

 

 

Debo ausentarme, Seung-ah… -La voz fue muy cautelosa, estudiando su reacción.

 

No. –Eran las palabras que no deseaba volver a escuchar. Apretaban su corazón y le arrebataban los ánimos ganados. Perderlo de vista, aquello no resultaba agradable de ningún modo. Había tanto por lo cual trabajar en su relación.

 

Será por unos días. –Intentó sobornar con una cálida caricia que sus manos recibieron con agrado.- Volveré muy pronto.

 

No… -Desvió la mirada a la ventana, nevaba afuera.- ¿Por qué?

 

Tengo que arreglar algunos asuntos.

 

 

Las pocas veces que llegó a mencionar “arreglar algunos asuntos” en verdad se iba por largos días. No estaba seguro de poder mantener el buen ritmo si se ausentaba por tanto tiempo.

 

 

Espero poder llevarte a casa. –Reveló sonriente.

 

 

“Casa”

 

 

Palabra tan simple que en esos momentos le colmó de sensaciones encontradas. ¿Tenían algo así? ¿Hablaba de regresar a Seúl? Porque desde hace mucho tiempo cayó en la cuenta que se encontraba en un hospital extranjero. ¿Lo llevaría a casa de sus padres?

 

 

Casa…

 

Sí. Donde tú y yo estaremos juntos. Podrás estar cómodo. –El entusiasmo danzaba en aquellos ojos sonrientes, imposible no sonreír.-- Nuestro hogar.

 

Hogar. –Repitió siendo alcanzado por una alegría tibia. ¡Tenían un hogar! ¡Iría a casa!

 

Nuestro hogar. Por eso tengo que irme, debo arreglar esos asuntos y puedas salir de aquí. Cuando vuelva, estoy seguro que iremos a casa. ¿Entiendes la importancia de este viaje?

 

 

Asintió lentamente, temeroso de lo que pudiera aguardarle. La promesa impresa en la sonrisa de Daesung le brindó confianza.

 

 

Te amo. –Aquello fue suficiente para dejarlo ir, creía plenamente en esas palabras.

 

 

Se despidieron entre dulces besos, como una pareja ridículamente cursi. Encontró el lado positivo a la ausencia de Daesung, no iba a postergar más el asunto de sus recuerdos.

 

Tenían en las manos la situación más propicia para tomar una decisión definitiva; Escarbar en busca de su pasado –y confesando a su amante que ha recordado fragmentos- o bloquear para siempre esa etapa propiciando de esta manera, un nuevo inicio.

 

En las horas negras se regalaba el tiempo para el recuento de años y la valoración de todo lo que tiraba de su persona. Por un lado estaba realizado el hecho de un sentimiento correspondido, en contraste el tono doliente que impregnaba Dae muy de vez en cuando a las frases de una conversación trivial. Luego, estaba el misterio del tiempo muerto, ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué ha ocurrido con los demás? Las dudas se alimentaban con el silencio, cerrando poco a poco la circulación de la paz.

 

Contrastó las opciones, analizó las posibles consecuencias de sus actos, y tomó una decisión.

 

 

 

Sellaría el pasado.

 

No dejaría que ninguna sombra tocara el nuevo porvenir que brillaba frente a sus ojos. Olvidaría a Lee Seungri, olvidaría a la familia que no recuerda. Enterraría todo lo que antes fue. Esto motivado por el miedo, había escuchado al psicólogo hablar sobre lagunas mentales y casi la nula recuperación del “tiempo muerto”. Entonces, había mucho más enterrado en la bruma de la amnesia.

Las posibilidades de recuperar lo perdido, no favorecían el esfuerzo empeñado en las sesiones. Aquello figuraba a un callejón sin salida.

 

Aquel Lee Seungri, estaba muriendo y conforme pasara el tiempo, los recuerdos fragmentados terminarían por diluirse… no existía forma de que se quedasen como pilares.

 

 

Decidió no recordar más, se dejaría vencer en esa batalla con aroma a derrota. Le diría a Daesung que recordaba algunos pasajes de su pasado, sin embargo, dejaría en claro su postura de no excavar más. Si se observaba en el espejo, vería a un hombre emprendiendo los cuarenta. ¿Qué caso tendría permanecer bajo una causa sin la seguridad de resultados positivos? ¿Valía la pena sufrir por un pasado que incompleto? No, no la valía.

 

 

Viviría por el presente que tenía. Comenzaría desde los cimientos, aunque eso significara dejar atrás muchas cosas. Derribaría las ruinas de su pasado para empezar a construir su futuro a lado de Daesung.

 

 

No obstante, cuando ya estaba más seguro de su decisión. El fantasma se negó a ser encerrado y le  ofreció una poderosa ofensiva. Este golpe, fue el peor de todos…

 

¿Es que solo había dolor en el pasado?

 

 

Empezó con un adormecimiento extraño, llegando a él un olor a desinfectante propio de hospitales. Resultaba surrealista, porque no se había dado cuenta que estaba en un pasaje hasta que las paredes se volvieron más blancas, pudiendo percibir perfectamente los detalles de un escritorio. Extrañado, giró la mirada a un gran ventanal.

 

 

Contemplaba la vista panorámica de una ciudad en pleno ajetreo a través de la ventana del consultorio del piso 6 de ese gran edificio.

 

Se encontraba ansioso por el resultado de los estudios que se había hecho, el doctor desde su tono de voz lucía preocupado por ellas, quizás se debía a que en su mente ya tenía alguna enfermedad de la que en su vida había escuchado.

 

Desde el servicio militar hasta ese día estaba realizándose los dichosos estudios especializados. La licencia obtenida por el doctor militar fue expedida después de que un malestar en su cabeza afectara su limpio desempeño e inclusive su coordinación. Las unidades médicas efectuaron su examen y él nunca asistió a las consultas porque no lo consideró significativo, su vida empresarial era mucho más importante. Con un poco de soborno nadie preguntó sobre sus revisiones. Milagrosamente los síntomas abandonaron su cuerpo como un mal sueño y, convencido que se trataba de una situación efímera, olvidó toda intención de saber su salud. Había evitado ir a un sanatorio.

 

Así que ahí estaba por orden policiaca, sin posibilidad de negarse. Forzado por el accidente que ocasionó y la ley exigiendo saber ¿Cómo un conductor sobrio, sin haber consumido sustancias ilegales, ni indicios de agotamiento había perdido la consciencia estrellando su vehículo? Aunque intentó convencerlos de que solo eran necesarias la prueba de alcohol y la analítica de drogas, el Juez ordenó para cerrar su caso, hacerse exámenes completos. No tuvo más alternativa que pisar ese horrible lugar.

 

La razón de tanto rechazo hacia los hospitales era simple: tenía un mal presentimiento. En su retorcida mente estaba la creencia que los hombres de bata son mensajeros de malas noticias. Muy dentro de su persona…

 

No era normal el vómito continúo, los mareos, esas fatigas salidas de la nada, mucho menos esos desmayos.

Incorporándose a la lista de males la falta de coordinación; caminar en línea recta por el piso plano ya era un reto, tropezaba fácilmente y sus tobillos fallaban en el momento menos oportuno. Tomar la pluma tipo fuente para las firmas de esos documentos, la visión doble que a veces le hacía jugadas a la distancia… el dolor de cabeza.

 

De solo pensar en todos esas molestias llevó sus manos a sus sienes, justo en ese momento tenía otro ataque de migraña. Sin importar la cantidad de medicamente que consumía nada logra calmar el sufrimiento, al contrario, iba en aumento.

En dos ocasiones que había perdido la consciencia víctima del insoportable dolor. Como esa noche en que iba a casa después del trabajo, chocó contra un poste de luz, fue una fortuna que no hubiera lastimado a nadie, no sabría qué hacer si hubiese ocurrido una tragedia. Mancharía la reputación de su empresa, decepcionaría a Daesung… era lo menos que quería hacer, lastimarle o preocuparle.

 

La imagen de Daesung iluminó su mente minimizando un poco el dolor. Sonrió, lo extrañaba pero no permitiría interrumpirle en medio de su gira en Japón. No tenía por qué estresarse con pequeñeces como ésas, las de él.

 

La puerta es abierta suavemente, pero recibe aquel sonido como un azote violento. Se gira haciendo lo posible por no delatar su dolor de cabeza frecuente.

 

 

Sr. Lee ya tenemos los resultados de la resonancias magnéticas y sus radiografías… -El hombre de blanco tenía un semblante tranquilo. Tomó asiento en su lado del escritorio.

 

¿Qué es? –Gran parte de su ser deseaba que solo se tratase de un malestar que se aliviara con algún medicamento y todo regresase a la normalidad.

 

Sr. Lee, lo que tengo que decirle es algo delicado… -Le miro seriamente logrando picar la curiosidad y los malos pensamientos.- Las pruebas revelaron que usted tiene un tumor en el cerebro.

 

 

Se quedó pasmado observando las facciones de ese rostro mayor intentando descubrir qué tan malo era lo que tenía.

 

 

Específicamente es un tumor benigno, tiene que ser removido porque su crecimiento está ejerciendo presión en su sistema nervioso... en el encéfalo. Es por eso que tuvo el desmayo, no se trató de un evento irrelevante. –Continuó, mostrando las radiografías que no entendía.- ¿Puede verlo? Es esa mancha. Ahora tiene un tamaño considerable, sin embargo, su ubicación no nos permite realizar una cirugía segura…

 

¿Moriré…? –Su primer amargo pensamiento. El lado pesimista le envolvió ante el panorama desagradable.

 

No, si usted cumple un tratamiento. Debemos comenzar cuanto antes, será mediante radioterapias…

 

¿Las radioterapias no son para combatir el cáncer? ¿Tengo cáncer? -Eso no se escuchaba nada bien.

 

Las radioterapias nos permitirán reducir el tumor que hasta lograr un tamaño adecuado para una cirugía sencilla. Se debe extirpar de manera rápida y segura. Una vez hecho esto continuará con otro tratamiento y con el tiempo volverá a tener una vida normal y plena. Es común que estos tumores reaparezcan por ello deberá estar en revisiones periódicas… durante gran parte de su vida.

 

¿Gran parte de mi vida? ¿Lo qué me resta? ¿Y dice que no es cáncer? –No estaba entendiendo del todo sobre su padecimiento.

 

En absoluto es cáncer, por el momento.

 

¿Qué significa eso? -No quería seguir escuchando todo eso. Porque solo podía pensar en una cosa: Iba a morir dolorosamente.

 

 

El contacto con cáncer lo había vivido con el padre de Lil Kim. El proceso desgastante tanto para el difunto hombre y su familia. Al recordar toda esa aura de luto, el miedo alcanzó su faz…

 

¿Ese sería su final?

 

 

Hay una probabilidad, que el tumor en algún momento se vuelva maligno si llega a reaparecer.

 

¿Cuánta probabilidad?

 

Un setenta por ciento. Aun con los tratamientos, existe el riesgo. Sin embargo, han habido casos exitosos. Haremos todo lo que esté al alcance para mejorar su condición y eliminar el riesgo a desarrollar cáncer.

 

 

Desvió la mirada a la ventana, procesando tantas cosas al mismo tiempo intentando no perder la temple y buscar opciones.

 

Su vida estaría reducida a hospitales, medicamentos, radiaciones y cirugías, ¿Qué clase de vida era esa? Es más, ¿Se podía considerar vida?

 

Entonces, mientras intentaba imaginar el nuevo estilo de existencia que llevaría; todo lo que tendría que dejar de hacer, reparó en lo que consideró más importante… Daesung.

 

¿Cómo tomaría Dae aquello? Vivir a lado de una persona enfermiza y débil, ¿Cómo reaccionaría al entender que estaría atado a una persona moribunda? Se sintió tan poca cosa al pensar en el efecto que su padecimiento ocasionaría a su relación. Su Daesung había dejado muchas cosas por él, no se sentía con las fuerzas para anunciarle que le arrebataría su libertad, porque eso perdería si se quedaba a su lado. Ya no serían amantes, sino una relación basada en obligaciones y lástima. Su estado acabaría con la sonrisa de Kang, consumiría su vida en algo perdido; él.

 

Mordió con fuerza los labios para contener el terror que amenazaba con liberarse. ¿Por qué tenía que ocurrirle a él? ¿Por qué si tenía tantos proyectos por realizar? ¡Vaya que tenía tantas cosas por hacer y vivir! ¡Lugares que conocer! ¿Por qué él que solo quiere ser feliz con su ser amado?

 

 

Entiendo… -En realidad no quería aceptarlo, se negaba a creer en su designio y, sin embargo, quedarse a lloriquear no era su estilo; Lee Seunghyun no es un cobarde.- ¿Cuándo comenzaré el tratamiento?

 

 

El médico lo observó detenidamente antes de asentir y comenzar a teclear en el teclado touch de la PC.

 

 

Voy a turnarlo a un colega, él está especializado en este tipo de padecimientos e inclusive podría llevar a cabo su cirugía, es altamente recomendable.

 

 

Su vida iba a cambiar para siempre.

 

Pero había decidido vivir, luchar hasta el final para vencer la maldita enfermedad. Era un reto personal, una cuestión propia.

 

No era el fin del mundo, no se permitiría morir tan pronto. Y, sin embargo, por dentro estaba quebrándose. Temblando de miedo a un final doloroso e indigno; morir en un hospital. Padecer un dolor insufrible, ser desahuciado.

Lee Seunghyun no se rendía, no se dejaba vencer sin dar la pelea… tenía una persona por la cual luchar, su ser amado; su compañero; su amigo; su cómplice; su amante.

 

 

Un dolor agudo en el pecho logró despertarle del estupor. Se dobló intentando detener inútilmente aquel tortuoso sentir. El aire comenzó a faltar, su primer instinto fue comenzar a jadear para arrastrar oxígeno suficiente. El sentido de preservación le obligó a buscar con la mirada menos borrosa pero tampoco tan clara, el botón de emergencia ubicado a un costado de la cama. Hizo tremendo esfuerzo para llegar al objetivo, los ojos cubiertos de lágrimas que respondían al dolor nublaron la vista pero los dedos atacaron desesperados pidiendo ayuda.

 

Al escuchar la puerta abrirse abruptamente, una especie de alivio desbloqueó las emociones.

 

 

Negación.

 

¡No!

 

¡No!

 

¡No!

 

¡No quería recordar!

 

¡No quería saber nada más!

 

 

¡¿PARA QUÉ NECESITABA RECORDAR?!

 

 

Apareció la fuerza que le arrebató el alma, para obligarle a girar sin parar al nudo de un espiral que no parecía conocer el fin.

 

Una astilla clavada fungió como el preludio a una calma fría. Los brazos de la inconciencia acudieron a recibirle como una madre que acuna a su hijo. De fondo escucha un murmullo cada vez más lejano y decide que por ese momento es mejor descansar, en el próximo amanecer enfrentaría el desastre.

 

 

.

 

.

 

 

Las dulces olas de la conciencia le guiaron a la orilla de la realidad. Lentamente, sintiendo como el hormigueo va diluyéndose, el cuerpo maltrecho recobra movilidad, los párpados le permiten admirar un casi perfecto cuadro de la habitación que tanto tiempo ha habitado. Está oscuro debido a la noche o madrugada, no estaba del todo seguro.

 

Las cortinas que delataban una ventana permanecían inmutables. La estancia solo se encontraba él. Un ardor proveniente de las muñecas revela la existencia de intravenosas.

 

No hay ánimo para moverse y se digna a disfrutar el dulce vacío unos momentos, para hacer frente a los eventos acontecidos en apenas dos días desde que Daesung partiera –seguramente- a Seúl.

 

Él es Lee Seunghyun, fue un famoso artista que formó parte de una agrupación pop (no estaba del todo seguro de aquello último) llamado “BIGBANG” y en dónde era conocido como “Seungri”, el menor de la boyband. Fue ahí que conoció a Kang Daesung, quien fuera su pareja en ese entonces y lo es actualmente. También conoció al resto de compañeros de trabajo… Kwon Jiyong, Dong Youngbae y Choi Seunghun.

 

Había estado enfermo.

 

Al aceptar aquello, una desagradable ola de escalofríos empezaron a acumularse en su sistema avisando un ataque de ansiedad o pánico. Apretó los puños e hizo ejercicios de respiración para contenerse; inhalar y exhalar, inhalar y exhalar. No era el momento indicado para regresar a los sedantes.

 

De alguna forma encontró fuerzas para animarse a continuar. Había estado enfermo sin saberlo, rememoró. Tuvo un accidente y descubrió que su padecimiento era la presencia de un tumor cerebral.

 

Tumor cerebral. Náuseas hicieron su entrada triunfante ante el amargo recuerdo, retomó los ejercicios de respiración que le sirvieron para controlar sus emociones enardecidas.

 

Tumor cerebral, benigno. Repitió mentalmente un par de veces con la intención de familiarizarse con el concepto. Él llevó a cabo un tratamiento, y entonces…

 

Entonces…

 

¿Qué pasó después?

 

¿Le reveló a su pareja ese penoso destino?

 

¿Se lo ocultó a todos? Porque eso explicaría la ausencia de sus compañeros y familiares.

 

¿No confió en nadie? Tenía sentido, si daba un vistazo un año atrás, el único que estuvo a su lado fue Daesung. Entonces, solo fue él quien conoció su padecimiento manteniendo fuera a los demás.

 

No obstante, cuando Kang recita su hechizo en japonés, termina susurrando en coreano

 

<< …Pero finalmente te encontré. >>

 

No parecía ser algo relacionado al amor, en esas miradas melancólicas no brillaba un enamorado que encuentra a su otra mitad; de hecho, se asoma… una inquietante tristeza, un oscuro miedo que reconoce bien: el miedo a perder algo que tanto tiempo ha sido buscado.

 

 

Fue lo suficiente cabezota para callarse, ¿Cierto? Era demasiado creíble.

 

Ni siquiera Daesung, había tenido idea de su mala salud, ¿Verdad?

 

¿Por qué lo habría hecho?

 

Imaginar que fue la cobardía que le incitó a aislarse de Daesung, le entristeció. A su mente recordó la primera vez que volvieron a verse, él lucía tan feliz y de maneras tan gentiles. No parecía guardar rencores, porque se suponía que era lo mínimo que sentiría al ocultarle algo tan importante.

 

¿Realmente había hecho eso?

 

 

Hizo una pausa, a su alcance estaba el mando del aparato de sonido. Lo alcanzó sin mucho esfuerzo y lo encendió reproduciendo la lista más reciente, una melodía, sospechosamente conocida pero que no terminaba de identificar, resonó a volumen medio como si fuese música de fondo.

 

Tres melodías se reprodujeron hasta que se rindió.

 

No podía bloquear el pasado. Por más que se dijera que olvidara lo recién recuperado, el muy infeliz volvía sin ser llamado ni deseado. Las sensaciones casi reales le indujeron una angustia descomunal confundiendo las épocas y teniendo que recordarse que aquello había pasado hacía tiempo atrás.

 

Ya no estaba en ese consultorio. ¿Qué habría ocurrido después?

 

Trató de armarse una teoría para explicar su comportamiento.

 

No habría sido su intención ocultar la verdad de su estado de salud, pero suponía que al ver a las personas de su círculo, se desmoronaba; dolía, se quedaba sin voz porque era bloqueada por un nudo que sellaba la compuerta. Habría sido una situación muy difícil.

Penosos pensamientos seguramente circularon en su mente:

 

<< “¿Será la última vez que los veré?” >>

 

Pudiera ser que eso pasó. Se convenció de ello y quedó satisfecho con la respuesta de su autoevaluación.

 

 

Inesperadamente la voz de Daesung inundó la estancia, era una canción que no recordaba. Pero al reconocer a su amante, sonrió esperanzado y colmado de melancolía.

 

Vaya lío había armado en el pasado. Qué estúpido fue en ese tiempo, un mocoso inseguro y asustadizo.

 

 

Llegaron los médicos a revisar su estado de salud, interrumpiendo el hilo de pensamientos. Hicieron preguntas y respondió de manera mecánica. Le dejaron tranquilo.

 

Tomó otra posición en la cama, dejó encendido el estéreo.

 

Emergían de las profundidades grandes dudas acompañadas de una oscura desolación…

 

¿Qué había hecho…?

 

Empezó a tararear una canción de una voz sumamente familiar pero de la que no poseía recuerdo alguno. Una voz un poco nasal pero cargada de sentimiento, a veces entonaba notas y otras desfloraba estrofas en un ritmo diferente. No era Daesung…

 

¿De quién era esa voz? ¿Quién era? Inspiraba un bienestar diferente a lo que despierta su amante, pero al mismo tiempo, es gentil.

 

Podría jurar que recuerda a un hermano mayor…

 

 

¿Ji…yong…?

 

 

Suspiró una palabra mágica que despertó en el alma un sentimiento de angustia y cariño fraternal. Su mente fue secuestrada de nueva cuenta, dejándole caer en un universo alterno, donde sostiene un móvil un tanto alejado del oído.

 

 

“¡Felicidades, genio! ¡Estás en todos los diarios de Corea del Sur!” -Fue lo primero que Jiyong dijo una vez que decidiera atender la llamada insistente. Procuró mantenerse fuera de todo contacto, pero no contó con el molesto exlíder. 

 

También me alegra escucharte, Hyung. –Contraatacó, sintiendo terribles ganas de llorar. “Tengo un tumor benigno, hyung” Quiso decirle. “Tengo miedo”- No sé de qué te preocupas, no estoy afectando tu carrera, sino la mía.

 

“¡ESCUCHÁME IDIOTA! ME PREOCUPÉ. PENSÉ QUE HABÍAS SALIDO HERIDO. PERO TAN SOLO FUERON TUS NEURONAS. ¡¿HASTA CUANDO VAS A MADURAR?! YA NO ERES UN ADOLESCENTE COMO PARA QUE ANDES CON ESAS TONTERÍAS. ¡MÁS TE VALE TENER CUIDADO O ME ORILLARÁS A QUE TE HAGA SENTIR MI FURIA!” -Sonrió conmovido por el regaño. En otros tiempos hubiera considerado fastidioso y vergonzoso, pero ahora, se sentía la persona más querida del mundo. Aunque sus padres ni su hermana estuvieran a su lado, se encontraba rodeado de personas que le estimaban y querían mucho; poseía una familia.

 

Gracias, hyung. –La voz quiso quebrarse. Apretó su móvil mientras un par de silenciosas lágrimas se deslizaron por sus mejillas.- Muchas gracias por todo, hyung… lamento las molestias. Te has tomado el tiempo para llamarme. Todo está bien, no hubo heridos ni nada. Voy al hospital a hacerme unas pruebas.

 

Era la segunda visita después de la primera sesión con radioterapia cuyos efectos se hicieron presentes casi de forma inmediata. Había devuelto el estómago y desmayado. El doctor Kim, a quien tuvo que involucrar en su situación dado que era responsable de su salud por la confianza durante el servicio militar (atendió sus malestares e inconscientemente le sugirió resonancia magnética para descartar algún peligro), pidió acceso total a su historial resolviendo comenzar nuevamente a fin de buscar un mejor tratamiento porque el que llevaba era demasiado agresivo para su cuerpo. Dicho sea, el hombre de edad madura lo reprendió solo por descuidarse, ignorando el hecho que no le buscó desde el principio, por ende, lo volvió el líder de su pequeño grupo de doctores a cargo de su salud.

 

“Panda, idiota.” –Era sabido que Kwon no podía estar mucho tiempo enojado con él, porque se tenían un particular cariño. Un complejo de hyung-dongsaeng. “Cuídate, mucho.”

 

Lo intentaré, hyung. –Haría todo lo que estuviera en sus manos para vencer el mal. No se dejaría derrotar por ese estúpido tumor que vino a arruinar sus cientos de planes.

 

 

.

 

.

 

Se descubrió apretando las sábanas.

 

Miedo en estado puro.

 

Inmensas ganas de cariño… ¿Así se sentía proteger a alguien muy querido mientras te destruyes por dentro?

 

¿Así se sentía el miedo a la muerte…? Antes, la había deseado con anhelo y ahora que recordaba aquel encuentro, solo se sentía un minúsculo punto en medio del infinito.

 

 

 

--Hyung… -Le llamó por primera vez.

 

 

¿Dónde estaba hyung? Lo necesitaba mucho en esos momentos. Él era como un hermano que en lo mayor posible procuró mantenerlo a salvo. Un cómplice de juegos, un consejero, y una luciérnaga que después de ofrecer su hermoso brillo se apaga.

 

¡Jiyong hyung!

 

 

El ritmo cardíaco se alteró súbitamente amenazando con escapar del pecho.

 

 

NO QUERÍA SEGUIR RECORDANDO.

 

HABÍA LASTIMADO A TANTAS PERSONAS. LAS ALEJÓ, POR ESO SE QUEDÓ SOLO.

 

HIRIÓ A SUS HERMANOS.

 

HIRIÓ A LA PERSONA QUE HA ESTADO AHÍ.

 

ES CULPABLE DE LAS HERIDAS A DAESUNG Y LAS PROPIAS.

 

 

 

Cada recuerdo desprende más y más dolor que le quiebra por dentro. La máquina que vigila su estado, empezó a emitir un sonido tan desesperado justo como la mente ametrallada.

Rápidamente ingresaron los médicos que ayudados por las dulces enfermeras revolotearon a su alrededor hasta dejarlo en un estado de letargo con sabor a medicina.

 

Esta vez, dos enfermeras se quedaron hasta que la calma volvió después de largos momentos de angustia. Una mujer en bata ingresó, revisó las pupilas y el electrocardiograma.

 

 

¿Recuerda su nombre? –Empezó con bastante suavidad.

 

… Lee… Seung… Hyun

 

Muy bien, no se esfuerce tanto. Hay que volver hacer un examen médico completo.

 

Sí.

 

Tuvo un ataque, al parecer la causa es estrés postraumático. Es natural que sienta esto. Usted ha pasado por un largo proceso de rehabilitación.

 

 

Permaneció bajo observación minuciosa. La cabeza dolía a pesar de los analgésicos. Intentó dormir pero escuchó ruido fuera de su habitación. Una especie de discusión acalorada y un forcejeó con la puerta que lo alertó.

 

 

¡Seunghyun! –Su corazón emprendió una larga huida, al reconocer la voz.

 

Señor, no puede entrar. –Dijo una enfermera.- El paciente debe descansar.

 

 

La puerta se abrió abruptamente, dejando pasar la figura dueña de la voz que alteró su pulso.

 

 

 

Seung-ah… -Se congeló hasta llegar a su lado.- Soy yo, Kang Daesung… estoy de vuelta.

 

 

Las manos se Dae se sintieron tan suaves y cálidas cuando atraparon las suyas.

 

 

Todo va a estar bien. No te preocupes.

 

Dae… -Apenas pronunció, aturdido.- Dae-sung…

 

Aquí estoy.

 

 

Asintió sintiendo que no podía articular palabra alguna. Tenía un caos en la mente, había tantas cosas perturbadoras que asimilar.

 

Estaba dispuesto a olvidar, pero la vida se ensañaba con él.

 

 

Seunghyun, mi Seung-ah… -Lo abrazó.- Yo seguiré aquí.

 

--Lo… sien..to… -Continuó repitiendo aquella frase, lleno de vergüenza.- Per-dón…

 

 

La culpa, los remordimientos y el dolor callado encontraron una salida, ascendieron por su sistema para verterse en amargo llanto.

 

Escuchaba decir al cuerpo médico que debían separarse. Pero no se permitió aquello, aferró los dedos en la espalda del contrario, arrugando la ropa húmeda de este. Sintiéndose más vivo que nunca.

 

 

Per-dón… te las-timé…

 

No pasa nada malo –Soltó a voz quebrada. Él también estaba rompiéndose.- No lo hiciste...

 

Lo hice.

 

NO.

 

Fue… mi… culpa.

 

¿Has recordado…? –Le sostuvo dolorosamente. Una maraña de distintas emociones surcaron por esos ojos pequeños.

 

Un poco. –Confesó esperando represalias.

 

No te preocupes. Eso no importa. –Besó la frente.- Si recordar te lastima, no lo hagas.

 

Perdón. –Aferró las manos en la ropa de Daesung.

 

Empecemos de nuevo. No tienes porqué sufrir más.

 

Te amo.

 

Es suficiente para mí.

 

Lo… siento…

 

Perdóname tú a mí. Por dejarte solo tanto tiempo. –Su cuerpo fue envuelto en poderoso brazos que se ciñeron con angustia.- Perdóname por mi indiferencia. No te volveré a dejar solo.

 

Perdón… perdón… -Continuó repitiendo mientras la amalgama de emociones arañaban con saña rabiosas por salir.

 

Owarete wa. Tsuki ni kakururu. Hotaru kana. –Recitó solemne aquel conjuro indescifrable.- Tan insistentemente perseguida, que la luciérnaga se ocultó en la luz de la luna.

 

 

Entonces, el enigma quedó resuelto. Aquel hechizo que tanto costó memorizar y por el que inventó cientos de significados…

 

 

Dae… -Se le llenaron los ojos de más lágrimas.

 

Pero te encontré. –La sonrisa más triste se dibujó en aquellos labios, los dedos cálidos acariciaron su rostro como si un artesano revisara una obra terminada. Adoración, amor.- Fui capaz de encontrarte, aunque te escondiste para que no te viera sufrir.

 

 

Daesung había buscado incansablemente hasta encontrarlo y se había quedado. Le estaba perdonando por los errores del pasado y sus propios errores.

 

En respuesta, intentó sonreír. Kang volvió a abrazarle, ésta vez con suavidad. Fue un momento especial, era como si las cicatrices permitieran sanar el alma rota. De fondo las voces del cuerpo médico replicando que no era bueno para su salud aquellas impresiones, y era necesario sedarlo.

 

Le reacomodaron sobre la cama, su gran amor permitió el espacio necesario para que fuera revisado por los especialistas, los dedos acariciaron los contrarios mientras el sedante fue inyectado por la intravenosa y esperaban el efecto.

 

 

Descansa, cuando despiertes estaré aquí. –Murmuró alentándolo a dormir en contra de su voluntad.- Empezaremos a construir nuevos recuerdos que podrás recordar en el futuro.

 

 

Fue capaz de comprenderlo en ese momento. No se trataba de huir del pasado, ni mucho menos de bloquearlo fingiendo que nunca ocurrieron esos eventos que provocaron tantas heridas a ambas partes. Debían cerrar el ciclo, justo como lo estaban haciendo ahora; reconciliándose con el duro pasado de la misma manera con aquello que se ha perdido y quizás nunca volverá.

 

Porque tenían una segunda oportunidad para empezar de nuevo, evitando los errores del pasado y aprendiendo juntos en el provenir.

 

El dolor sí tenía un límite y la vida también está bañada de cosas buenas.

 

 

--Te… amo. -Murmuró con gran dificultad. Daesung depositó un gentil beso al dorso de su mano.

 

 

 

 

Necesitaba dormir para aclarar la mente que comenzaba a reacomodar la nueva información.

 

Ya no tenía miedo de perderlo de vista, sabía perfectamente que él no iría a ningún lado jamás.

 

 

Él es Lee Seunghyun y al final siempre va a salir victorioso, porque poseía ahora una poderosa fuerza que le haría inmune a todo dolor; Kang Daesung.

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

Notas finales:

Este ha sido uno de los capítulos más difíciles del fic. Investigué mucho, perdí información y volví a investigar. Y luego, no sabía cómo plasmarlo, no quería una recuperación tipo Hollywood –como fue la primera versión que escribí sin investigar-, pero con los flashback se me escapó un poco de magia; apliqué la “nueva confiable”, según investigué, hay un corredor de fórmula 1 que pasó por un coma y su recuperación fue a través del tratamiento que expliqué en el capítulo (método novedoso y con gran futuro para optimizarse), las secuelas no fueron graves y fue capaz de tener una memoria en un 80% intacta. Y es que lo cruel de un “despertar” de coma, radica en el tiempo; entre más prolongado sea los daños son mayores e irreparables. Añadimos el hecho de que Ri sufrió una cirugía cerebral.

 

Redacté una escena de reclamos rabiosos de Daesung, pero reconsideré ¿En verdad él haría algo así?

Riri estuvo en coma por cuatro años, casi dos en rehabilitación, antes de recordarlo. Concluí que mi Daesung solo sería muy feliz por tener de vuelta Ri, ¿Qué sentido tenía reclamar si los doctores le habrían explicado que era un milagro que fuese capaz de recordar cosas de su pasado?

 

De entre todos los recuerdos, elegí como los más importantes esos tres:

-El inicio de su tormentosa relación.

-Cuando se enteró del tumor.

-La llamada de Jiyong.

 .

MUCHAS GRACIAS POR LA LARGA ESPERA.

MUCHAS GRACIAS POR TANTO CARIÑO BRINDADO A MI HIJO DRAMÁTICO.

 

ONE LOVE, finalmente entra en su etapa final.

 

Reciban mi escarcha de Amortz DaeRi


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