La ciudad estaba en llamas. Todo era color negro y cobrizo. Se podía oler la pólvora, la sangre y la carne quemada. Los habitantes huían, corriendo deseperadamente, entre gritos de terror.
Y yo estaba quieto, inmutable en mi traje de mayordomo. De repente,m como una revelaión, una preocuoación empezó a invadirme. Botchan. Estaba en peligro, lo presentía. Todo ese revuelo, todas esas bombas, toda esa violencia... todo era para acabar con él. No podía permitirlo.
Una horda de asquerosos humanos llenos de ciega ira llegaron al lugar donde estaba a través de las destrozadas callejuelas. Sólo podía distinguir las siluetas de esos seres. Negras figuras con ojos brillantes que amenazaban la seguridad de mi amo. No dudé en atacarles con eficiencia y en pocos segundos todos estaban muertos. Fueron víctimas del afilado acero de la espada que sostenía, ahora cubierta de sucia sangre enemiga. No era mi forma habitual de luchar, pero no me sentí extraño manejando la espada. Parecía ser una extensión más de mi brazo.
Caminé por la calle llena de cuerpos, mis zapatos pisando sobre los charcos de sangre de mis victimas. Tenía que encontrar a Ciel. Esa sensación de preocupación cada vez se hacia más fuerte dentro de mí. Era terrible el no saber cómo se encontraba y me desesperaba el no poder estar a su lado para protegerlo en un momento tan peligroso para él. Por alguna orden suya había tenido que alejarme de su lado y ahora su vida corría peligro. Mi preocupación aumentó y aceleré el paso hasta llegar a un punto en el que otra calle cruzaba en perpendicular la cual en la que me encontraba.
Me paré un milisegundo para decidir que dirección tomar. Por mi izquierda ví como Grell se acercaba corriendo, con su puntiaguda sonrisa y la ropa de Undertaker en lugar de su escandaloso atuendo habitual. No tenía tiempo que perder con él así que simplemente lo lancé lejos de una patada (N/A: pobre Grell me da pena pero yo no decido sobre mi subconsciente y estoy transcribiendo el sueño tan y como lo recuerdo) y seguí corriendo por la calle que se abría en dirección contraria.
La ciudad seguía siendo y aún se oían los gritos y podía ver siluetas negras huyendo, pero no les presté atención puesto que eran humanos sin importancia. Una voga ardiendo cayó a mi lado pero la esquivé facilmente y continué mi camino, incrementando aún más el ritmo de mi carrera. Mi preocupación por Ciel aumentaba a cada paso que daba. ¿Llegaría tarde? <<Imposibles>>, dijo una voz en mi mente, <<algo tan bello no debe desaparecer>>.
En medio de mi carrera descubrí que en una callejón se encontraba Undertaker riendo sobre una pila de cadáveres, pero no me molesté en pararme. Lo único que Hice fue convertirlo en porcelana. Nunca me había percatado de tener esa habilidad pero tampoco me resultaba extraño, como la lucha con la espada.
Giré por una calle a la izquierda y me encontré en un pequeño patio interior. Supe que Ciel estaba cerca. Una lluvia de flechas plateadas cayó del cielo y esperé a que estuviesen lo suficientemente cerca para deviarlas con mi espada y grité:
-¡No matarán a mi Botchan!
Entré en una de las casas que daban al patio. Allí estaba Ciel. Estaba sentado sobre una silla con sus rodillas dobladas, su frente apoyada en ellas y sus brazitos abrazando sus delicadas y flexionadas piernas. A su lado había otra silla, ocupada por una gran caja de musica color azul cielo. La melodía kiss the rain, de yurima, salía de ella envolviendo la casa con las preciosas notas. Me acerque al pequeño. Vestía como la noche que fuimos a atrapar a Jack el destripador sólo que la gorra y los pantalones eran azules como la caja de música y llevaba unos calcetines altos del mismo color.
Le acaricié el pelo para que levantara la mirada:
- Botchan.
- Seb... Sebastian
- Esta melodía es preciosa
- La dejaste tú mismo para que me protegiera y no me sintiera sólo hasta tu regreso.
Sus ojos estaban llorosos y hablaba dulcemente, como si se alegrara de volve a verme. Acaricié su mejilla puesto que era una visión demasiado tierna como para poder contralar mis impulsos. Meacerqué a su oreja y lamí el lóbulo dulcemente, para no estropear el momento.
- Tu venganza ha sido cumplida.- No sabía como lo sabía, èro estaba seguro de que esa era la verdad.
- Supongo que ahora te comerás mi alma.- dijo debilmente mientras apoyaba su cabeza en mi hombro.
Me separé y lo miré directamente a sus profundos ojos azules.
- Nunca podría quitarle la vida a los ojos más bonitos que jamás haya visto, los únicos que le da un vuelco a mi endemoniado corazón.
Sin dejar que reflexionara sobre mis palabaras, me incliné hacia delante y posé un beso en sus labios. Ciel respondió apretando su boca contra la mía y abriendo sus labios para dejar entrada libre a mi lengua. Cerré los ojos para disfrutar más del momento y cuando los volví a abrir la escena había cambiado. Estabamos en una especie de terma y yo abrazaba a mi Botchan pordetrás entre el vapor que emanaba del agua. Besé su cuello y acerqué más mi desnudo cuerpo al suyo mientras acariciaba su torso con una mano. En un susurro me dijo:
- Aun no, Sebastian, no estoy preparado.
La escena cambió de nuevo. Ahora estábamos sobre una cama, aunque completamente vestidos. Ciel se recostaba encima mio y me besaba con pasión mientras yo acariciaba su espalda sobre la ropa. Pese a la pasión de la situación, el ambiente era dulce e inocente. Ese ambiente que sólo CIel podía provocar. Dejó de esarme y bajó su cabeza hasta apoyarla en mi pecho. Entonces me di cuenta de que estaba acomodado entre mis piernas. Me miró con una sonrisa medio inocente medio lujuriosa y empezó a frotarse contra mi, exitandome.
- Si sigue así no podré reprimirme.- Le dije recordando sus palabras en la terma.
- No quiero que te reprimas.- Contestó aun sonriendo.
De repente empecé a verlo todo más borroso y notaba que la imagen de mi precioso Ciel se alejaba y se difuminaba. En un intento por conseguir conservar la imagen abrí loos ojos de par en par.
Ciel estaba acostado a mi lado, durmiendo placidamente en su cama. Tenía una pequeña sonrisa adornando su rostro, dándole un aspecto terriblemente adorable. Todo había sido un sueño. En la realidad era incluso más bello que en su subconsciente.
Por la ventana entraba la luz de la mañana e iluminada la preciosa estampa que potragonizaba mi Botchan. Le aparté algunos cabellos rebeldes de la frente y le susurré en el oído:
- Hora de despertar, Botchan
Abrió sus ojos color safiro y levantó las comisuras de sus labios al verme
- Buenos días Sebastian.
Con un dulce beso de mi parte siguió la realidad donde había acabado aquel sueño de una noche de verano