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El pecado de san Elliot por Arlette

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— Hoy vamos a dar una clase saliéndonos de temario.

Esperaba que aplaudiera y estallaran en vítores, pero lo único que recibió fue algún que otro “Oh” o “Que divertido” sarcástico. Algún día debería asumir que las clases de Religión nunca  gustarían, por mucho que lo intentara. Él solo quería estimular las mentes de sus alumnos.

—Os voy a hablar de los pecados capitales —cogió la tiza, cosa que llevaba años sin hacer y empezó a escribir — Gula, pereza, ira…Venga chicos, ayudadme y participar un poco en clase.

—Avaricia, soberbia, envidia y lujuria —finalizó el pelirrojo, satisfecho.

—Exacto Owen. Todos en la vida hemos caído en alguno, algunos o todos — hizo una pausa, esperando a que los murmullos cesaran —Pero hoy vamos a profundizar en ellos.

» Comencemos por la gula: se ha utilizado para referirse al exceso en cualquier sentido, pero ahora, entendemos que alguien peca de gula cuando come o bebe demasiado, incluso ya saciado, el comer por comer, consumir. También quiero deciros algo, a cada vicio le corresponde su respectiva virtud, y su castigo. Su virtud es la templanza, y aquellos que pequen de gula serán obligados a comer sapos, ratas, serpientes y cualquier tipo de alimaña viva.

— En este caso fue al revés, se comieron al pecador —Susurró Elliot a Leo. Se le escapó un poco la risa, pero rápidamente recobró la compostura. No debía bromear con ello, y menos sin Ron le dedicaba miradas como aquella.

—Dejad de murmurar y escuchadme, aún me quedan bastantes cosas que contaros.

» El siguiente será la pereza: todos somos perezosos en algún momento de nuestra vida o constantemente. Fijaros en John, no he conocido chico más vago en mi vida pero no pecada de la “pereza” a la que las escrituras se refieren, estrictamente hablando. Hablamos de una pereza espiritual, desatender las obligaciones divinas y espirituales. Se contrarresta con la virtud de la diligencia y el castigo será ser arrojado a una fosa llena de serpientes.

La ira: quizás este es uno de los pecados más comunes, yo mismo reconozco que peco mucho de ella. Es un sentimiento descontrolado de odio, enfado…Y nos lleva a hacer cosas chungas y sin sentido. Su virtud la paciencia y su castigo el desmembramiento.

— ¿Podríamos interpretar que los clavos son los colmillos de una picadura de serpiente?

— Hombre… Conseguir ratas en el sótano del colegio no debe ser muy difícil, pero serpientes… Echándole un poco de imaginación puede cuadrar, sí. Y el desmembramiento encaja perfectamente con el asesinato de Isaac — Leo estaba serio, muy concentrado en todo — Oye, ¿qué tienes en el pantalón?

— Pues mi herramienta, que va a ser…

— No idiota, espera — le sujeto para que dejase de moverse y sacó del bolsillo izquierdo el papelito que había llamado su atención —“Peccatori”.

— Mierda… — contrajo el rostro en una mueca de disgusto — Se me había olvidado por completo que tocaba recibir otra notita de esas.

— Yo lo que no sé es como no te das cuenta, eres un poco paradito eh, porque para que te lo hayan metido en el pantalón y no te hayas dado cuenta…

— Calla, tenemos que hablar con Ron después de clase y hablarle de las notas.

— Thompson y Lewis, como no os calléis, os vais fuera.

— Está bien, está bien, ya nos callamos.

» Ahora os hablaré de la avaricia: también es un pecado sobre el exceso, pero en este caso, enfocado a la adquisición de riqueza. Los que pecan de avaricia son colocados en aceite hirviendo. En contra partida, encontramos la generosidad.

La soberbia. ¿Quién no ha sido orgulloso al menos una vez en la vida? Se le considera el pecado más atractivo, y se dice que fue Lucifer quien lo cometió, al crearse igual a Dios. La sobrevaloración del “yo”. Para combatirlo tenemos la humildad y como castigo, la rueda.

— ¿Qué es eso de la rueda?

— Es una tortura, Martin. Consistía en destrozar las extremidades del torturado para que fuera totalmente moldeables a gusto de la tortura que le esperaba. Se le colocaba en una rueda de carro, de tal forma que los tobillos tocaran la cabeza. Para ello había que dislocarle las piernas…Bueno, ya os podéis imaginar lo agradable que era.

» El pecado de la envidia consiste en desear algo que no nos pertenece, y casi siempre va a acompañado también de el deseo de mal ajeno. Para purgar el pecado se debía introducir al pecador en agua helada. Su virtud correspondiente es la caridad.

Y tranquilos chicos, ya acabo, que solo queda uno y es el que más os gusta: la lujuria. Se puede interpretar desde el deseo desmedido por el sexo, llevo esto a la adicción del mismo, adulterio, violación…O como Dante lo interpreta: un amor desmedido hacia otra persona, por lo que Dios pasa a un segundo plano. Como ya os podéis imaginar, la virtud correspondiente sería la castidad…«

— ¿Y el castigo?

— Ya estabas tardando en interrumpir, Elliot —se masajeó las sienes — Los que pequen de lujuria morirán asfixiados en fuego y azufre. ¿No queríais gozar del calor del sexo y ahogaros en los gemidos de vuestro acompañante? Pues ahí tenéis.

— ¿Nos está contando todo esto por los asesinatos profe?

Había sido Martin, por lo que la noticia de que habían aparecido esos “mensajes” junto a los cadáveres había volado rápido, como era de esperar. Claro que les había contado eso por los asesinatos, y porque le aburría ya dar todos los años lo mismo. Estaba aburrido de ese colegio y de las limitaciones que le ponían. Quería estimular.

— Me parecía interesante hablaros de ello. ¿No está mal tener un poco de cultura no? Realmente, la interpretación de cada pecado y su castigado ha variado mucho a lo largo de los siglos, teniendo en cuenta la época y el movimiento que imperaba. Por ejemplo, ¿alguien conoce la Divina comedia, de Dante Alighieri?

El silencio fue total. Se lo esperaba. Aquellos niños tenían pinta de haber leído únicamente la etiqueta de atrás del champú mientras visitaban el baño, y como mucho, alguna revista porno, aunque, ¿qué lectura era aquella? Con cada generación se iba perdiendo un poquito de interés por la cultura. Aunque siempre había excepciones, claro. Ahí estaba Spike, levantando tímidamente la mano. Ninguno de sus compañeros reparó en el chico alto y con gafas que siempre se sentaba atrás del todo y solo.

— Se le considera una de las obras cumbre de la literatura universal, y da una visión muy peculiar sobre el infierno y su llegada al paraíso; lo divide en Infierno, Purgatorio y Paraíso. — como signo de afecto, sonrió a Spike — No os podéis imaginar la cantidad de formas de castigo que existen ahí abajo para el autor, aunque lo que el realmente quiere expresar es la admiración por la amada y…

— No se desvíe profe, que lo estaba haciendo muy bien.

— ¿Alguna duda? ¿Algo que queráis saber?

— Bravo Ronald, la clase de hoy ha sido muy ilustrativa — el padre Gary aplaudió, apoyado en el marco de la puerta — Eres un gran conocedor del pecado.

Todos, alumnos y profesor volvieron la vista hacia el espontáneo espectador. Nadie había percatado de su presencia.

— Padre…— susurró el docente — ¿Cómo es que nos honra con su presencia? ¿Cuánto lleva escuchando ahí de pie? Podía haber tomado asiento con nosotros.

— Lo suficiente para advertirle que no se salga del temario programado, no quiero que luego hordas de padres enfurecidos vengan a echarnos en cara que la educación cristiana que sus hijos han recibido no se ajusta a la ofertada.

— No creo que sea para tanto, subdirector.

— Por eso mismo, porque soy el subdirector, no volverá a repetir esa conducta.

— Está bien — Ron se mostraba demasiado sumiso, como nunca antes sus alumnos lo habían visto — No volveré a pasarme el temario por el forro de los coj…

— Suficiente — no añadió nada más; visiblemente molesto dio media vuelta y se marchó.

— Bueno chicos, el timbre está a punto de sonar así que — se dejó caer en su silla, frotándose la nuca — podéis iros.

Todos, excepto los tres mosqueteros abandonaron el aula en silencio. Elliot, acompañado de Leo y su hermanastro se acercaron al profesor. Parecía serio, demasiado, a pesar de la escenita que acababan de vivir.

— ¿Qué ocurre chicos?

— Tenemos algo que enseñarte Ron —  el rubio sacó de su estuche las tres notas que había recibido y se las tendió — Después de cada asesinato me han llegado; no es coincidencia, pero tampoco lo es que estén en italiano. Me estoy acojonando un poco. ¿Qué tengo que ver yo en todo esto?

—Uhm… —las leyó detenidamente. Había estudiado un par de años en Italia, gracias a una beca, pero andaba un poco oxidado en cuanto a gramática — Creo que pone “todos los pecadores” o algo así.

— Esto empieza a dar demasiado miedo — confesó Leo.

— ¿A qué ha venido esta clase? — esta vez fue Owen quien habló.

— Una tontería, solo quería lucirme, pero no ha estado tan mal, ¿eh? — algo más sonriente se levantó — Ahora moved rápido el culo, si no queréis llegar tarde a Biología.

 

— ¿Vas a darme otra de tus magistrales clases sobre pecados capitales?

El pelirrojo cerró la puerta nada más entrar, sumiendo la clase nuevamente en la oscuridad. No necesitaba ningún tipo de iluminación para saber que no estaba solo. Pasó entre los pupitres, acariciando las mesas ahora vacías, y se paró justo ante la última fila. Ahí sentado, con las piernas cruzadas estaba Ron, fumando un cigarro.

— Pensé que lo habías dejado.

— Y lo había hecho, zanahoria, pero hay días que necesito relajarme un poco.

— ¿Te han vuelto a decir algo? — se sentó encima de la mesa, justo en frente de su maestro — No sé porque se ponen así, a mí me ha gustado.

— No, la verdad es que no me he cruzado con ninguno de los amantes de Dios, así que tampoco han tenido la oportunidad de crucificarme con sus afiladas lenguas. —golpeó el pitillo en el borde de la mesa y la ceniza cayó al suelo. Le importaba bien poco. Estaba demasiado cabreado con el colegio.

— Mejor, se me ha hecho raro verte hoy con el rabo escondido entre las piernas — rió ligeramente, echándose hacia atrás — Perro asustado.

— Idiota.  Ven a hacerle un poco de compañía a este perro viejo.

Le agarró del cinturón y tiró hacia él, obligándole a sentarse en sus rodillas. Ambos se miraron fijamente, la oscuridad no era problema para poder apreciar la lujuria contenida que los dos llevaban guardando desde su último encuentro.  Tampoco hacían falta palabras. Sin mediar alguna, maestro y alumno se empezaron  a devorar el uno al otro, sin piedad, con violencia. Las manos de ambos se apresuraban en desnudar a su contrincante, de la misma forma que sus lenguas luchaban por ser los ganadores de aquella húmeda batalla. Owen jadeó cuando el profesor escurrió una de sus manos entre su ropa interior mientras con la otra le sujetaba para que no cayera. Lamió su cuello de arriba abajo, mordiendo y tirando sin pudor, enrojeciendo la dulce piel del pelirrojo.  Con el duro miembro de Owen aferrado fuertemente, empezó a masturbarle,  con un ritmo lento y tortuoso, arrancándole gemidos cada vez más fuertes.

— Mira que eres sensible.

— Y mira que eres pervertido — respondió entre suspiros.

La mano que estaba utilizando en sujetarle, la utilizó para desabrocharle el cinturón y luego el pantalón, para tener más libertad.  Aquel encuentro debía acabar de otra manera, por lo menos en la mente de los amantes el final era distinto. Unos pasos, sonoros y ligeros, se aproximaron al aula. Ronald sacó la mano de la entrepierna del pelirrojo y le hizo una señal para que callara y se escondiera entre unas estanterías. Él buscó refugio tras un mapamundi desplegado por completo. Seguramente serían las señoras de la limpieza y pasaría de largo, las posibilidades de que alguien entrara en ese aula eran casi nulas, pero no había que tentar al diablo. El escándalo que se montaría si alguien se enterara sería equiparable a lo ocurrido con todos aquellos muertos. O incluso peor. Cuando los pasos se aproximaron al aula abandonada de geografía, contuvo el aliento.

Desde su posición pudo distinguir dos siluetas, una mucho más alta y delgada que la otra. Se habían detenido justo en frente de la puerta y comentaban algo. Al instante, el pomo de la puerta se giró y la puerta se abrió: por ella aparecieron el director y el padre Gary, que no paraban de discutir. El profesor de religión maldijo su suerte. En un día como hoy, en un momento como aquel, solo la Santa Inquisición del Saint John podía haber elegido esa aula precisamente para debatir.

— Escúchame Anthony — el más alto cerró la puerta y encendió la luz — Debemos cerrar el colegio, por lo que pueda suceder. Ya has oído al inspector, seguirá matando si no lo encuentran. Es más, debimos haberlo hecho con William. No es un lugar seguro.

— Escúchame tú a mí. Si cerramos el colegio no recibiremos ingresos.

— ¿Te importa más el dinero que la propia seguridad del centro? — el lado humano del padre Gary le estaba sorprendiendo. Ron pensaba que en cuanto pudiera, vendería todas sus almas al diablo — Pecas de avaricia, y lo sabes.

— Solo quiero que las arcas del colegio estén lo suficientemente llenas. Si cerráramos ahora, las pérdidas serían incontables.  Y como subdirector, deberías apoyarme. Sí, vale que en un tiempo podríamos reabrir, pero perderíamos demasiado.

— Si no encuentran al asesino, completará sus siete asesinatos, ¿comprendes la gravedad del asunto y la mala publicidad para nuestra cristiana institución? — se  apoyó en un pupitre — Recapacita y actúa con cabeza. Además, con todo este asunto, ten por seguro que perderás dinero, oh, claro que lo harás. Me extraña mucho que no hayas recibido a ningún padre cabreado exigiéndole que le devuelvas a su hijo.

El padre Anthony calló y reflexionó unos instantes, con la cabeza gacha. Desde su escondite, Ron miraba Owen, que estaba tieso y pálido desde que los sacerdotes habían entrado. Tenía miedo hasta de respirar, por si sus pulmones hacían que su pecho se hinchara demasiado, produciendo algún sonido. ¿Qué coño iba a decir si les pichaban ahí a los dos? No había escusa creíble, más que el pecado que tanto criticaban.

— Continuaremos con las clases, y confiaremos en que la policía haga su trabajo.

Ninguno añadió nada más. En silencio, salieron uno detrás de otro, apagando la luz y cerrando de un portazo. Un suspiro de alivio se oyó en toda la clase. Ron y Owen salieron y se miraron, con la confusión pintada en sus ojos.

— ¿Discusiones internas en un momento así?

— El barco se va a pique — apuntó el pelirrojo.

— Me ha sorprendido ver al padre Gary tan defensor del colegio. Siempre pensé que él estaba aquí para poner en práctica torturas psicológicas y luego informar al gobierno de los resultados.

— Claro, un espía — ironizó — ¿Crees que el director ha hecho bien en continuar con las clases?

— Sinceramente, la ha cagado.  El santo justiciero no va a parar. 

Notas finales:

Como ya os avisé x) Aquí traigo mi nueva historia: “Muérdeme” http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=86437&warning=5 Vampiros, asesinatos, mentiras, lujuria… De todo. A ver si os apetece pasaros y me decís que os parece :3

Gracias por vuestros comentarios y pasaros, me encanta ver que no lo hago del todo tan mal y os gusta ^^ ¡Hasta la próxima actu!


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