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El cielo puede esperar por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

Abandono por un tiempo mi estilo triste y melancólico para traerles esta bonita historia :P

  El plan de Seiya no era tan malo después de todo. ¿A quién no le gustaría pasar una tarde de picnic en el claro de un bosque? Pues eso es lo que harían dentro de unos minutos.

   Hyoga lo había planeado todo con creces. Sabía que nunca tendría una oportunidad tan buena como esta para declararse a su mejor amigo, y estaba nervioso, muy nervioso.

   Se había levantado de muy buen humor, y se había preparado a conciencia para la ocasión. Tenía que ser valiente, tenía que conseguir su objetivo. Intentó arreglarse lo mejor que pudo y bajó las escaleras al galope, tropezando en la última, pero consiguió mantener el equilibrio de milagro.

   -¿Qué haces, pato? -Preguntó Ikki, que no dejaba de reirse por su torpeza.

   Hyoga se ruborizó pero no dijo nada. Salió de la mansión para ver qué día hacía y se llevó una pequeña decepción al ver unas nubes tapando el azul del cielo. Se maldijo para sus adentros.

   -Hola, patito.-Dijo una voz dulcísima a sus espaldas.

   El cisne se giró sobresaltado y lo miró a los ojos.

   ''Otra vez estos ojos como esmeraldas'',pensó, embobado.

   -¿Qué te pasa, Hyoga? ¿Te atontaste? -Le sonrió Shun.

   -¿Eh? ¡no! perdón, me deslumbró el sol.- Se apresuró a decir.

   -Pero si el sol está por el otro lado.- Dijo Shun, confundido.

   -Se refleja.- Mintió.

   El peliverde se dio la vuelta para comprobarlo, pero Hyoga lo retuvo antes, cogiéndolo del brazo.

   -¿Hyoga? -Sonrió.

   -¡Deberíamos ir subiendo al coche!

   -Sí, tienes razón.- Su sonrisa era como una droga para el rubio.

   Se metieron en el coche en el que ya estaba Saori y aguardaron a los demás. Cuando estuvieron todos, Tatsumi, que conducía, puso el auto en marcha.

 

   El trayecto se le hizo muy largo mientras le mandaba miradas tímidas al peliverde. Shun le sonreía sinocentemente siempre que lo pillaba, y Hyoga le devolvía la sonrisa, sonrojándose.

   Cuando llegaron al bosque tuvieron que ir andando por un sendero hasta llegar al claro. No fue mucho lo que tuvieron que caminar, pues no estaba demasiado lejos.

   Era un paisaje precioso: un claro enorme rodeado por árboles en flor. Todos se quedaron boquiabiertos al verlo.

   Había más gente en el claro: algunas parejas de enamorados, familias, niños corriendo de un lugar a otro, etc.

   Saori eligió para ellos un sitio amplio que había a la sombra de una roca bastante grande. Colocó allí el mantel y Tatsumi comenzó a colocar la comida encima. Cuando hubieron acabado, se sentaron todos alrededor.

   -¡Esto está riquísimo! ¿Quién lo ha preparado? -Preguntó Seiya mientras comía un pastelito de chocolate.

   -Yo.- Dijo Ikki.

   -¿Qué? ¿Tú? -Abrió mucho los ojos, miró el pastelito con desconfianza y lo tiró por los aires.

   -¡¿Qué haces, burro?! -Estalló el fénix.

   -¡Seguro que estaba envenenado!

   -¡Más te voy a  envenenar yo como te pille! -Se levantó sobresaltando a Seiya y este empezó a correr.

   Todos se quedaron mirando a ver cómo Ikki lo perseguía.

 

   Cuando hubieron acabado de comer jugaron a las cartas. Shiryu quedaba el primero prácticamente en todas las partidas, seguido de Shun, que acababa de aprender a jugar, y el último siempre era Tatsumi, que se negó a jugar a la quinta que echaron.

   Allí al refugio de la roca se estaba muy a gusto, y no tardaron mucho en caer todos dormidos sobre la suave hierba. La brisa era de un agradable delicioso cuando les acariciaba la piel.

   Hyoga se despertó poco después de quedarse dormido, y se levantó de la hierba. Quería explorar un poco. Miró a sus amigos y se dio cuenta de que Shun no se había quedado a dormir con ellos. Pensó que esa sería la oportunidad que estaría buscando. Se puso en camino muy alegre y se dirigió a los árboles de alrededor.

   Los pájaros no dejaban de cantar su armoniosa melodía entre las ramas de los árboles, y eso lo tranquilizaba enormemente. Lo agradeció. Si se encontraba al peliverde por allí cerca se lo contaría todo.

   Pero pasaron los minutos y no encontró a nadie, solo un pequeño arroyo que discurría entre las rocas y los árboles.

   Se acercó a él y se sentó bajo la sombra de un tronco. Cerró los ojos unos largos segundos y los volvió a abrir.

   Shun estaba agachado al otro lado del arroyo cogiendo flores de la hierba. A Hyoga se le agitó el corazón y empezó a respirar con dificultad. El peliverde se dio la vuelta y lo vio. Corrió hacia él saltando por encima del flujo del agua sin dificultad con una sonrisa de oreja a oreja, y se sentó al lado suyo.

   -¡Hola, Hyoga! -Le saludó.

   -Hola, Shun, ¿qué haces tú por aquí? -preguntó, nervioso.

   -Todos se quedaron dormidos y yo no tenía sueño, así que me adentré en el bosque a ver qué había. ¿Tú?

   -Lo mismo.

   El peliverde le sonrió cálidamente y apoyó la cabeza en el pecho de Hyoga, haciendo que este se pusiera muy colorado, pero no se percató de ello. Estuvieron así unos momentos que al cisne le parecieron eternos, cuando Shun habló sin moverse de su posición.

   -Patito... ¿puedo llamarte así, verdad? Quería decirte que... estoy algo triste y angustiado.- Le dijo, y levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.

   -¿Por qué? -Preguntó Hyoga, preocupado.

   -Hemos librado muchas guerras y combatido en mil batallas. Los tiempos de paz apenas son suspiros para los dioses. Tengo el presentimiento de que en cualquier momento estallará otra guerra santa, y yo no quiero pelear más.

   Hyoga se lo quedó mirando, sin saber qué decir.

   -Además... tengo miedo de que la próxima vez no acabe bien. La suerte nos envolvió en todo momento, pero no va a durar para siempre.-Hizo una pausa que pareció eterna. Lo volvió a mirar a los ojos y se le aceleró a él también el corazón. Podía notar las pulsaciones del de Hyoga a través de su piel.- Hace ya tiempo que el cielo nos está esperando.

   -El cielo puede esperar.- El rubio se inclinó sobre Shun y le dio un apasionado beso dejando al peliverde completamente asombrado, pero no se apartó lo más mínimo.- Nosotros, no.

   -Hyoga... -susurró, y volvió a fundirse con él en otro beso suave como la seda.

   Se pasaron el resto de la tarde besándose y acariciándose el pelo, mientras los rayos del sol se colaban entre las hojas de los árboles y les iluminaban porciones del cuerpo con luz tímida.

  

   Cuando volvían a la mansión en el coche, todos los miraban. Estaban agarrados de la mano y muy juntos, con las mejillas rojas como los tomates.

   -¿Pero qué habéis estado haciendo? -Preguntó Shiryu.

   -No creo que quieran contarlo, dragón.- Dijo Seiya, con una sonrisa pícara y maliciosa.

   -¡Calla, burro! -le gritó Ikki al oído. Desde luego, era el que más molesto estaba de todos ellos.

   Shun miró a Hyoga y este le dio un beso en la mejilla, sonriendo. Se sentían felices, completamente felices.

   -El cielo puede esperar.- Le susurró el peliverde al oido.

   -¿Nosotros? -Le preguntó Hyoga en el mismo tono.

   -Nosotros no.- Sonrió, y lo besó cálidamente en los labios.

  

 

Notas finales:

Espeor que la hayan disfrutado ^^


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