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El infierno de un demonio (cielxsebastian) por PinkMarshmallow

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Notas del capitulo:

Holaa a todos! espero y disfruten el capitulo numero 2 de mi fanfict!

Dejen sus dudas y comentarios!!

-¡Sebastián! –Gritaba desde su oficina cierto conde de ojos azules.

 

La puerta rechinó a la entrada de una presencia alta y delgada de cabellos azabaches que caían en un níveo rostro. Daba pasos lentos pero firmes hacia el gran escritorio de arce de su joven amo.

 

-¿Qué necesita Bocchan? –Dijo el mayor con su sonrisa característica de siempre, mirando fijamente a su amo que permanecía sentado en su gran silla de piel café.

 

La penetrante mirada rubí del mayordomo hizo sentir una incomodidad extraña al joven que no tardo  en hacerla notar en sus suaves y blanquecinas mejillas, un tono rosado muy débil, casi invisible se asomaba por su rostro. Pero los hábiles ojos del demonio lo notaron fácilmente. A su mente regresaba lo ocurrido la noche anterior en su habitación.

 

-Esto… tengo hambre, tráeme un postre o lo que sea, pero que sea dulce. –Dijo en tono autoritario el joven.

 

-Pero Bocchan, ya casi es hora de la cena y…

El niño interrumpió a su mayordomo de golpe.

 

-Tengo mucho trabajo que hacer aun y no podré trabajar bien si no tengo azúcar en mi organismo –se defendió-. Te prometo que me acabaré toda lo que me sirvas de cena… -volvió a decir el niño ahora con la vista baja.

 

-Como ordene, Bocchan –terminó el mayor- Ah, por cierto, me acaban de hacer llegar una carta de la reina.

Dijo el oji-escarlata extendiendo su mano hacia el menor entregándole el papel.

 

-Tsk… aun a sabiendas de que es una reina falsa y me hacen llegar este tipo de documentos y peor aun ordenándome a hacer sus estúpidas y peligrosas misiones, poniendo mi vida en riesgo –Alegaba el conde mientras rasgaba el sobre con violencia. –Todo sea por mantener mi posición de conde…

 

-¿Qué es ahora, Bocchan? –Preguntó con un aire de curiosidad el mayordomo posicionándose a un lado de su joven amo .

 

Sebastián se inclinó a observar lo escrito en aquel papel, quedando su rostro sobre la pequeña cabecita de Ciel . Sus cabellos color del ébano  rozaban con su  pálida piel haciéndole cosquillas en la frente, lo cual hizo sonrojar aun más al joven que la vez anterior. Estaba tan cerca que podía sentir el calor irradiado por el cuerpo del demonio.

 

-M…me…me parece que han habido una serie de… ¡¿Podrías moverte hacia un lado?! –Grito exasperado el conde  y con la cara enrojecida.

 

-Mis disculpas joven bocchan –Dijo el mayor obedeciendo. En su rostro se pintó una sonrisa de burla, consiente del efecto que tenía sobre su querido amo.

 

-Ejemm… como iba diciendo –Continuó avergonzado el joven-. Me informa la reina que han habido unos casos muy extraños en los que desaparecen mujeres sin dejar rastro alguno. Van desde sirvientas hasta princesas, también amas de casa y esposas. Todas ellas en la zona de un pueblo llamado  Brixham.

-Ya veo… -Dijo en voz baja el mayordomo mientras se llevaba la mano al mentón en seña de reflexión.

 

-Por ahora investiga esta lista de nombres –Le ordeno el conde, sacando una hoja doblada de su cajón-. Son los nombres de las mujeres desaparecidas. También investiga a sus maridos o parejas sentimentales y a que se dedican.

 

-Como ordene bocchan –Respondió el mayordomo haciendo una reverencia. -¿Y entonces, va a querer un trozo grande?

 

-¿De qué hablas, idiota?- Grito Ciel enardecido y con sus mejillas rosadas.

 

-Su postre bocchan, quiere algo grande o pequeño? –Sonreía el demonio insinuante.

 

-Gr..grande… y con fresas… -Dijo el niño  sin mira a los ojos a su acompañante.

 

-A la orden, joven Bocchan.

 

El mayordomo salió silenciosamente de la habitación dejando a Ciel  sumergido en sus pensamientos.

 

-¿Qué me sucede? –Se preguntaba a si mismo el niño mientras se colocaba las manos sobre la cabeza y apretaba con fuerza sus despeinados cabellos negros con reflejos azules. Lentamente bajo las manos hacia sus mejillas y pudo sentir de inmediato el calor que estas irradiaban, señal de que aun estaba sonrojado. –Tsk… maldición-. Dijo en voz baja mientras se frotaba repetidamente la nívea piel de su rostro con el afán de borrar el rubor de sus mejillas.

 

Mientras tanto, en la planta baja de la enorme casona, Sebastián se disponía a salir a investigar lo ocurrido con las mujeres del pueblo de Brixham. Subió a la carroza y emprendió su viaje. Durante el camino, lo sucedido anteriormente con su amo pasó por su mente. La sensación de calidez al estar tan cerca del  joven amo, sus mejillas coloreadas de rosa pálido y su respiración agitada al sentirse bajo presión. Una sonrisa curveada invadió su rostro para luego pasar a un semblante frío y serio. –Los demonios no sentimos hambre o frio, no nos cansamos tan fácilmente y mucho menos tenemos sentimientos… ¿o tal vez si?...

 

La carroza se detuvo, había llegado a su destino.

El paisaje se veía tranquilo, era un pueblo cualquiera  de Inglaterra.  Con mucha gente en las calles de este, caminando felices. Por un momento, creyó sentir melancolía (algo extraño, ya que según el ,los demonios no tienen sentimientos) ¿qué será sentirse feliz?, pensó.

 

A medida que el hombre de no mas de veinticinco años se iba desplazando por las calles de aquel pequeño pueblo notaba algo extraño, de toda la gente que veía pasar a su lado, la mayoría eran  del sexo masculino o mujeres de edad avanzada o muy jóvenes, digamos que menores de diecisiete años. Un ser humano, común y corriente no lo hubiera notado, pero Sebastián si lo hizo.

 

Siguió caminando hasta toparse con una enorme mansión, no tan grande como la del joven amo –Pensó en sus adentros con un aire de superioridad-. Pero igualmente era sorprendente.  Algo no anda bien con esto –Susurró. Esa casa, esa mansión, irradiaba un olor extraño… Podría ser que…

 

En la mansión las cosas estaban tranquilas, empezaba a  oscurecer y Sebastián aun no llegaba. Ciel se encontraba aun en su oficina, tiritando un poco por el frío que se colaba por la ventana, después de todo, se encontraban en la temporada más fría del año. Una simple ventisca no haría que el orgulloso conde Phantomhive se distrajera de su trabajo, aunque en el fondo, rogaba por que Sebastián viniera y lo interrumpiera. –Que patético, anhelando la presencia de un simple mayordomo –Se reprochó a si mismo  el joven amo.

 

Cuando un golpecito en la puerta hizo que por un momento diera un brinco de sorpresa.

 

-¡Sebastián has tardado mucho, mayordomo de pacotilla!

 

-Joven amo –Dijo una voz desentonada-. Soy Meirin, joven amo… Sebastián-san me ha pedido que le diga que lo lamenta, pero que esta noche no podrá acompañarlo en la cena. También me dijo que se fuera temprano a la cama, por que tal vez llegaría tarde.

 

-Tsk… ese idiota… - Dijo en voz baja con el ceño fruncido.- No tengo apetito, refunfuñó el joven conde.

 

-Pero joven amo, fueron ordenes de Sebast…

 

-¡He dicho que no! ¿Desde cuando las ordenes de un mayordomo idiota van por sobre las de tu amo? ¡Sal de mi vista!

 

-¡Lo siento bocchan! –Lloriqueaba la ama de llaves mientras salía corriendo de la habitación.

 

Ni siquiera lo acompaña a la cena, lo deja preocupado  por su paradero ¿y así quiere que se vaya a dormir temprano ?¿tan tranquilamente? –Diablos… otra vez pensando cosas extrañas… -Ahhh–Suspiró.

 

-Es mejor que descanse, mañana regañaré a ese inútil…. –Fue lo ultimo que pensó antes de encaminarse a su cuarto y tirarse a la cama a dormir.

 

 

 

Una pequeña haz de luz se filtró por la puerta de la habitación del amo. El hombre de azabaches cabellos se acercó lentamente a la cama del joven sin hacer ningún ruido para no perturbar su sueño. Y ahí estaba, aun con sus ropas de vestir puestas, recostado a mitad de la cama.

 

-Bocchan, ni siquiera se quitó su parche –Susurró el mayor, retirando el antes mencionado con mucho cuidado.

 

Del armario de su amo sacó su camisón para dormir y poco a poco le retiró las ropas que llevaba puestas, dejándolo solo en pantaloncillos. Observaba su delgado cuerpo desnudo, blanco como la nieve, y tan suave como el terciopelo sin evitar relamerse sus delgados labios. De nuevo sintió que de golpe llegaban los impulsos de la otra ocasión, pero  se resistió. Le colocó el camisón sin que el pequeño conde se diera cuenta y lo abotono botón por botón, lentamente, como si no quisiera terminar nunca.

 

Terminada su labor, acarició el cabello de su joven amo con ternura.

-Que duerma bien, Bocchan –Susurró.

 

-Hmmmm… Sebastián… Idiota… no me trajiste mi postre… -Alegaba entre sueños el conde recostado.

 

Una sonrisa invadió el rostro de Sebastián. –Ya habrá muchos más joven amo…

 

Notas finales:

¿Qué les parecio? Les gusto o tomatazos de plano? jajaja


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