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Los enredos de tres corazones enamorados por Paz

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Notas del capitulo:

Estamos en la recta final, mañana subiré el último capítulo.

Los enredos de tres corazones enamorados

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

SenHana SenRu RuHana

By Paz

Capítulo XVIII: Juego Peligroso

 

Abrió los ojos y se sobresaltó. ¡¡No podía ver!! Todo era oscuridad. ¡¡Estaba ciego!! Pensó asustado. Sus sentidos estaban como embotados y su mente tardó unos minutos en comprender  que esa oscuridad se debía a una tela que cubría sus ojos. No había forma de orientarse para saber donde estaba. Aguzó los oídos para enterarse donde se encontraba. El silencio a su alrededor era siniestro. Quiso moverse y entonces descubrió dos cosas, estaba de pie y atado. Nunca había sido asustadizo, pero tampoco se había enfrentado a una situación así. ¿Qué significaba todo aquello?  El lugar era frío y notó que estaba vestido con ropa ligera, reconoció la suavidad de su pijama, ¿Cómo había llegado a ese estado? ¿Dónde estaban ellos? Que no les hagan daño –deseo-. Les habían secuestrado, ¿acaso? ¿Cuándo? Sus padres eran gente de dinero, más nunca sintieron la necesidad de protegerse. Kaede también poseía cierta fortuna, no así Hana. ¿Qué era todo aquello?

-Tranquilo, Akira. Piensa. –su propia voz le sobresaltó en el silencio de la habitación- ¿Qué fue lo último que recuerdas? Mi cumpleaños, si, eso es, estaba desayunando en la cama con Hana y Kaede, iban a enseñarme mis regalos, ¿Qué me paso? o ¿Qué nos ha sucedido? Porque no recuerdo más. Ni un alboroto, ni una presencia extraña en la casa. Solo ellos hablándome y luego nada… No tenía noción del tiempo trascurrido.

Como si se filtrara a través de las paredes comenzó a escuchar un sonido, lejano, reconoció que se trataba de música, siguió oyéndola un largo rato hasta que escuchó nítidamente el ruido de un pestillo al girarse que le puso en alerta, alguien entraba volvió la cabeza hacia allí, al comprender que estaba de espaldas a la puerta. La música se volvió más audible, con una cadencia monocorde, como si fuera un redoble de tambores. Fue consciente que la puerta quedaba ligeramente abierta, parecía como si deseasen que escuchara la música que llegaba de lejos.

-¿Quién es? –preguntó inquieto. No obtuvo ninguna respuesta- Se que esta ahí, estoy escuchando su respiración. ¿Dígame quien es? ¿Qué quieren de mi? ¿Qué quieren de nosotros? –quien fuera se movía silenciosamente, porque no le escuchó llegar a su lado hasta que sintió que le tocaban íntimamente, intento apartarse sin lograrlo la mano le tenía bien agarrado. No le hacia nada, se limitaba a sujetarle.

-¡Suélteme! –le exigió, la presión se hizo más firme, al mismo tiempo que una mano se apoyaba en su nuca y mantenía firme su cabeza. Al instante una boca inflamada de deseo le tomó, sin tiempo a reaccionar sintió la intensa caricia provocando un estremecimiento en todo su cuerpo. Se negó a responder dejando que ese individuo se cansara de besarle, más al parecer eso no era así, porque continúo explorando toda su boca buscando su contacto, tenía que reconocer que besaba muy bien, llevándole a desear conocerle más allá de aquella unión. El sabor a hierbabuena era delicioso finalmente su lengua inició una batalla con la de ese individuo. Cuando fue consciente de lo que estaba haciendo, con un jadeo se apartó sin que el otro hiciera nada por impedirlo. Solo sintió una risa burlona. Sabía que esa primera batalla de voluntades la había perdido y también supo que llevaban máscaras de cuero, porque al apartarse sintió el roce frío en su mejilla.

-Por favor, no sigáis con esto. Si es dinero lo que queréis, os daré todo lo que queráis, pero por favor soltarme.

Una risilla se dejo oír tras sus palabras, no le había sentido moverse, ahora lo sentía detrás de él, volvió el rostro, unas manos se apoyaron en su costado, enseguida se deslizaron hacia lo alto de su pecho, por debajo de la camisa del pijama, las sintió cálidas y excitaron sus pezones hasta que no pudo más y dejo escapar hondos gemidos. Creía reconocerlas, más no ese olor almizcleño.

-Hana, ¿eres tú? –preguntó- Si es así como queréis celebrar mi cumpleaños? No me negaré, dejaré que hagáis lo que deseáis, pero desatarme.

Una nueva risa se dejo oír suavemente, esta vez delante, y supo que eran dos. Se alejaron de su lado. Tenían que ser ellos, estaba comprobando que tenían un sentido del humor macabro para celebrar su cumpleaños. ¿Y si estaba equivocado y no eran ellos? Lo último que recordaba era que estaban desayunando juntos ¿Y si ellos se encontraban en parecida situación?

-¿Quiénes sois? –preguntó intentando escuchar algún sonido. Ni siquiera oía sus pasos, se movían sigilosamente, alrededor de él, sentía un roce, una caricia fugaz- Solo decirme una cosa, ¿ellos están bien? –su tono era preocupado.

Una suave mano paso por su mejilla y arrancó de un tirón la venda que cubría sus ojos. Solo vió el globo ocular que destacaba brillante en la oscuridad de ese sitio. Solo distinguió sombras y bultos oscuros. Supuso que llevaban ropas negras y por ello no podía verlo. Dio un respingo cuando tras su espalda se ubicó el otro y empujó sus caderas contra su pelvis, haciéndole sentir a través de la fina tela que le cubría que estaba excitado, frotándose en el hueco entre sus nalgas. Se movió para evitarlo y su cuerpo topo con él otro que estaba en iguales condiciones que su compañero, tuvo una certeza, ellos no llevaban ninguna vestimenta. Sus manos y sus cuerpos se restregaban contra él, excitándole sin que su voluntad fuera suficiente para reprimirse, debido posiblemente a causa del extraño ambiente, su cuerpo se dejaba llevar hacia esas sensaciones que aunque conocidas no dejaban de resultarle extrañas, le provocaban tal placer que su cuerpo temblaba  estremecido, y esos dos hombres, de los que solo veía el blanco del ojo no cesaban de tocarle. De improviso todo cesó y se sintió como vacío, escuchar el rasgar de la tela y supo que estaba cortando las mangas de su camisa, tuvo un pensamiento raro. Adiós a su mejor pijama de seda y al instante sintió sus manos en su cintura y el deslizar de la tela por sus muslos hasta quedar enredado a sus pies, una mano acariciante descendió por sus muslos hasta su tobillo, alzó su pie del suelo y para quitarle el pantalón, hizo lo mismo con el otro, escuchó un sonido de tela al caer al piso, supuso que la  arrojó lejos.

De pronto, manos untosas se deslizan por su pecho y espalda, cubriendo su cuerpo, suaves palmas que lo perfuman y esa música de fondo, electrizante, ve el brillo de su piel, el olor que desprenden llena sus sentidos. Se expandía por el ambiente que le rodea, lo siente en su boca, en sus ojos, en sus manos apretadas, en su nariz, todo su cuerpo sentía en más dulce de los calores. Embriagado por el aroma que desprendía, su cuerpo reaccionó automáticamente, de forma involuntaria y refleja.

Reconoció el aroma del aceite, de efectos rápidos y potentes, sus captores lo advirtieron y los masajes se volvieron caricias, lentas y suaves, enervantes que encendían aún más sus sentidos, arrancando de sus labios gemidos y jadeos entrecortados y luego sus cuerpos, uno delante y otro atrás, frotándose contra él, haciéndole sentir sus propias excitaciones, friccionando miembro a miembro, calientes, deseables.

Una boca cálida y ardiente cubre sus labios y los entreabre con los suyos, llega a su interior sin encontrar resistencia, batallas de lenguas, mezcla de salivas, un nuevo sabor, delicioso a sus sentidos, jadea bajo esa boca que lo exige todo, siente su mano friccionando su miembro, incitándole aún más provocando un deseo de ser tomado por esa boca que le proporciona tanto placer. Como si leyera sus pensamientos, se retira de él, pero no deja de sentirla, mordisquea la piel de su cuello y desciende por su pecho, excita sus pezones uno con sus dientes el otro con sus dedos, y esa otra boca en su espalda, dejando la señal de su saliva desde los hombros, siguiendo la línea de su columna hasta sentirla en el hueco entre sus nalgas.

Se estremece, doblemente, esa lengua en su natural abertura, nunca creyó que fueran tan sensible y se estremece violentamente y esa boca que lo engulle hasta la base y que le deja fuera de si, de pronto, baja el ritmo y comprende que no desea que aún termine, sus piernas se doblan y apenas si siente el dolor de sus muñecas al quedar tirantes.

Su cuerpo estremecido por violentos espasmos de placer se siente sacudido, golpeado, amarrado a esos dos que tanto placer le están proporcionando.

Un éxtasis, una embriaguez de los sentidos. Trastornado, no fue consciente en que momento sus pies perdieron el contacto del suelo, sus piernas descansaban sobre los hombros del que tenía al frente, el otro restregaba su miembro entre  sus nalgas que fueron separadas todo lo permitido, perdido en las sensaciones que esa boca le estaba dando un intenso placer, no pareció darse cuenta hasta que sintió una punzada de dolor.

-¡¡¡¡Noooooooooooooo!!!!!!!!!!! –gritó echando hacia atrás la cabeza, arqueando el cuerpo para impedir la invasión, más él que estaba delante le mantuvo quieto y el otro con una fuerte embestida estuvo dentro suyo por entero. No pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas.

Se mantuvo quieto, esperando unos minutos a que su dolor cesara y se acostumbrara a sentirle, comenzó a moverse dentro de él, con fuerza, haciéndole sentir quien era el amo. Embestidas profundas, que pronto le hicieron olvidar el dolor para centrarse en el intenso placer que sentía cuando rozaba su próstata al extremo de hacerle gritar por la excitación intensa que le provocaba. Le llenaba por completo, con embestidas rápidas y lentas que prolongaban más aún su goce y tuvo un pensamiento para sus chicos que recibían de él ese placer y supo que no por ello les hacia sentirse menos hombres.

Con un jadeo entrecortado alcanzó el éxtasis final y comenzó a eyacular en esa boca que le extasiaba con sus agasajos y que tragaba ávida el elixir que brotaba de él, al mismo tiempo que sentía como lava ardiente que recorría sus entrañas.

No tuvo tiempo para recuperarse, nuevamente recomenzaron las caricias y los besos, tocando esas zonas más sensibles de su cuerpo, supo que intercambiaban lugar, porque le sintió erectado, buscando ese lugar que había dejado de ser virgen y que le recibió gozoso, enajenándolo y llevándole entre ambos a un nuevo orgasmo que le dejo tembloroso.

Sus cuerpos resbaladizos y traspirados se recostaron sobre un lecho preparado en un extremo de la habitación, ni siquiera fue consciente en que instante le descolgaron y quitaron las esposas, solo fue consciente que su cuerpo recibía el contacto caliente de ellos y que le estrechaban entre los suyos cálidos llevándole una vez más al éxtasis hasta que un dulce agotamiento le adormeció.

Continúa…

 


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