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Los enredos de tres corazones enamorados por Paz

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Notas del capitulo:

Os pido disculpas por no subir ayer un capítulo, me distraí por completo pasando a limpio una nueva idea que he ido preparando en borrador, pero hoy a primera hora tenéis este capítulo.

Para hacerme perdonar, aquí esta el esperado encuentro de Kaede con Hanamichi.

Los enredos de tres corazones enamorados

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

SenHana SenRu RuHana

By Paz

Capítulo VI: Su autentico amor

 

La inesperada muerte del profesor Anzai, llevó a Kaede a realizar un viaje relámpago a Kanagawa para asistir a su funeral.

Aquel hombre, bonachón y bondadoso, supo hacerse querer por cuantos le conocieron y trataron y que con sus consejos les llevó a la victoria en numerosas ocasiones.

Kaede se mantenía junto a sus antiguos compañeros de Shohoku, no podía evitar mirar hacia su derecha donde estaba situado el pelirrojo, quien permanecía con la mirada fija en el lugar donde reposaría el cuerpo del único hombre que les trató como a sus hijos. Los ojos de Hanamichi se veían humedecidos, más estaba evitando llorar, observó a Mitsui roto en llanto en brazos de Kogure y supo que Hana necesitaba un hombro donde apoyarse.

Fue algo instintivo, lo hizo sin pensar, le pasó el brazo por la espalda, apoyando su mano en su cintura, atrayéndole contra su costado.

Hana sabía quien le ofrecía consuelo y aceptó su pecho generoso, hundiendo su rostro en él y dejando salir las lágrimas que iban acompañadas de hondos gemidos.

Media hora después la ceremonia concluía, por entonces, Hanamichi seguía abrazado a él, aferrado a su cuerpo, su mano derecha apoyada en su espalda, empuñando un trozo de tela de su chaqueta, la otra apoyada en su pecho, sintiendo los latidos acelerados del joven. Poco a poco los asistentes comenzaron a desfilar marchándose tras despedirse de los familiares del profesor Anzai, que dejaba viuda e hijos.

Ellos eran casi de los últimos.

-Vamos, Hanamichi –le apartó de su lado y con un gesto cariñoso secó sus lágrimas- Despidámonos y salgamos.

Hana se había quedado sin habla, que recibiera consuelo de él ya era extraño, pero aquello, que significaba? Asintió a sus palabras.

Tras dar el pésame a la viuda y a sus hijos, salieron del cementerio. Junto a la puerta se volvió apenas.

-Supongo que esto es la despedida. –dijo.

-¿Vas hacia tu casa?

-No. No estoy de humor para batallar con el polvo. Lleva demasiado tiempo cerrada.

-Ven conmigo, mi casa es grande, tengo una habitación para las visitas. –sabía que dudaba- ¡¡Mira, ahí esta el amor de mi vida!!

Rukawa al escucharle sintió una opresión en el pecho, otra vez se le habían adelantado, miró pero no vió a nadie, se volvió hacia él perplejo, entonces siguió su mirada sin comprender.

-¿Quién…? –balbuceó.

-Quien no, qué… -sonrió al comprender su confusión. Se acercó a una moto Kawasaki de color rojo, con brillantes cromados.

-¿Es tuya?

-Si… -le ofreció un casco.

Rukawa quería seguir con él, más titubeaba y si realmente tenía novio. Saberlo le iba a destrozar el corazón. Se lo planteó de manera poco sutil.

-No se… no quisiera ser una molestia… que dirá tú… novio?

-Vivo solo… -una suave carcajada coronó sus palabras.

Rukawa con el corazón dando saltos en su pecho aceptó el casco y se lo puso.

-Sujétate bien que voy rápido –le aviso. Cuando estuvieron acomodados, Hana dio al encendido del motor que comenzó a rugir, luego tomó las manos de Rukawa enlazándolas fuerte alrededor de su cintura- Así vas mejor.

Hana partió a todo gas y cuando enfiló la carretera que conducía a su casa aumentó la velocidad.

Parecía que volaban, Rukawa estaba feliz sintiéndose tan próximo al muchacho que amaba. Estaba tan ensimismado en el contacto que mantenía con el pelirrojo que no supo cuanto tiempo duró el trayecto. Solo era consciente de Hana y él juntos. Su sueño podía realizarse.

-Hemos llegado… -se detuvo delante de una casa de paredes blancas.

-Vives aquí?

-Si…, nos mudamos hace un año.

Un nuevo sobresalto.

-Tu y quien más? –necesitaba saberlo.

-Sendoh, por supuesto. Fue él quien me regalo la moto. Supe que esta en tu equipo.

-Si… -se volvió a mirar a su espalda, donde comenzaba la playa y tras unas dunas se escuchaba el batir de las olas. No quería hablar de él, pero necesitaba saber que paso entre ellos- Rompisteis hace mucho? Sendoh nunca te menciona.

-No hemos roto. Nos separamos de común acuerdo. –Paso al interior de la casa, con Rukawa pisándole los talones.

Le condujo al piso superior y abriendo una puerta le mostró el interior.

-Aquí puedes dormir.

Rukawa se fijo, era una habitación desprovista de adornos, el suelo estaba recubierto de tatami, un armario y una mesilla pequeña por todo mobiliario.

-El aseo esta en el pasillo, es la segunda puerta de la derecha –se lo enseñó también- y mi dormitorio, si necesitas algo aquí suelo dormir. –rió al decirlo.

Rukawa vislumbró apenas una mesilla de noche y comprendió que era de estilo occidental.

-Ponte cómodo –llevaba un traje negro- estaré en la cocina.

Rukawa asintió.

Hanamichi se fijo en el maletín que llevaba.

-Traes ropa para cambiarte –al ver su gesto negativo agregó- Miraré que tengo por ahí.

Regresó algunos minutos después, Rukawa estaba abstraído mirando a través de la ventana. Le observó en silencio, preguntándose si alguna vez se cumpliría su sueño. Mientras estaba ahí le veía como a su antiguo rival en el amor de Haruko, luego cuando esta le rechazó, y todavía no estaba recuperado del golpe cuando apareció Sendoh que se le declaró y él se sumergió en la más maravillosa relación. Sendoh estaba pendiente de sus menores deseo, atento, servicial, descubrió en él a un autentico amigo, como amante no tenía rival, claro que no podía comparar, Sendoh fue y es el único hombre que conoció íntimamente.  Fue entonces que se marchó a América, él comenzó a extrañar los encuentros fortuitos que tenían y supo que estaba enamorado de Rukawa, amaba al chico de ojos azules y fría mirada. Sendoh fue comprensivo cuando se entero de sus sentimientos. Era algo de lo que siempre le estará agradecido.

Rukawa como presintiendo su presencia se vuelve. Sus miradas se cruzan.

-Espero que te sirva –le entregó lo que llevaba, una remera y unas bermudas.

-Gracias…. –lo toma de su mano.

Hana se retira.

 

*******************

 

Rukawa desciende, no le cuesta mucho encontrar la cocina.

Sonrió al ver al pelirrojo afanándose ante el fuego. Llevaba encima un delantal de volantes de color rosa. Estaba muy gracioso.

Nunca antes se imaginó al pelirrojo en la cocina, se notaba que era un experto en cocinar por la seguridad de sus movimientos. Su sonrisa de amplió en su rostro al oírle que estaba tarareando una conocida cancioncilla de modo al tiempo que seguía el ritmo con el movimiento de sus caderas. Tenía que reconocer que tenía sex-appel, el cimbreante movimiento altero sus hormonas y aún sabiendo que se arriesgar a recibir un golpe y que le echará de su casa, se acercó por detrás, incrustando su pelvis contra su trasero y pasando sus manos por su pecho. Sintió que se inmovilizaba, esperó una reacción violenta que no se produjo.

Acercó su rostro por encima de su hombro, su boca mordisqueo su lóbulo, apreciando el jadeo irregular del pelirrojo supo que tocaba su punto débil, quien soltando lo que tenía entre las manos dejo escapar una queja que le sorprendió.

-Tenía que ser ahora? Por qué siempre me interrumpen cuando estoy cocinando?

-Será porque estas muy sexy –respondió sin soltarlo.

-No te burles.

-No lo hago. Te amo, Hanamichi.

-¡¡Qué!!’?!!

-Eso…

-Eso… qué? No necesitas decirlo, si quieres sexo, te lo daré. No necesitas… -Rukawa volvió su rostro has quedar junto a la suya, la postura era dolorosa, pero no le importó, sobre todo cuando sus labios se posaron en los suyos con apremio, lamiéndolos, pasando su lengua por su boca e incitándole a abrirla, le complació y al instante le sintió dentro, explorando todos sus huecos, cálida, suave, con el dulce aroma de su kitsune, gimió y dejo de lado la pasividad para responder a ese beso, su lengua le salio al encuentro, rozándose, luchando por controlar el beso. Era delicioso, su cuerpo se volvió quedando frente a Rukawa, sus manos se alzaron hasta su nuca, acariciantes, moviendo sus dedos por los suaves cabellos negros, explorando esos hombros anchos, su espalda recta, llegando hasta sus nalgas, apretándolas con sus palmas abiertas, presionándole contra él.

Sin dejar el beso, Rukawa introduce una pierna entre las suyas y la movió masajeándole, se notaba la excitación del pelirrojo.

De pronto, lo inesperado, una brusca sacudida de Hana que le apartó de su lado. Rukawa le miro turbado por las emociones, sin comprender que motivaba la reacción del pelirrojo.

-¡¡Se ha quemado!! ¡Mira lo que has conseguido!! –rezongó compungido,  una expresión de desolación al ver los restos quemados de su cena.

Se apresuró a abrir la ventana para airear la humareda que se alzaba sobre sus cabezas.

Rukawa se mantuvo callado, aceptando la parte de culpa que tenía, viéndole apretó los labios para contener la risa que asomaba también en sus ojos. Al instante estaba riendo a carcajadas, era divertido ver a Hanamichi, un chico alto, dando saltitos y sacudiendo los brazos en un vano intento por ahuyentar el humo hacia el exterior. La situación era realmente carcajeante.

Hana quedo extasiado. Su risa no solo aparecía en su rostro, también daba vida a sus ojos azules que brillaban acuosos y sus carcajadas le hicieron comprender lo ridículo de debía estar, no le importó saber que se reía de él. Escucharle era más de lo que podía pedir.

-¡Déjalo, Do’aho, salgamos! –su risa aún no se había calmado, y todavía riendo, le tomó de la mano y lo arrastro fuera de la cocina.

-Me vas a invitar a cenar fuera. ¡Qué ilusión!! –dijo Hana arrancándose el delantal.

Vieron que el humo se había expandido por el resto del piso y el olor a quemado invadió sus fosas nasales. Cómo era posible que no se enteraran? ¡¡¡Si estaban al lado!!!

-Yo comeré –dijo con mirada maliciosa.

Hana enrojeció con la connotación de sus palabras. El kitsune se estaba revelando como un irresistible seductor. Kaede le llevo al piso de arriba y sin un titubeo le condujo a su propio dormitorio.  Allí el ambiente era más respirable.

El resplandor de la luna llena mantenía una semipenumbra en el dormitorio. Se podían ver como si la cámara estuviera iluminada.

-Do’aho… te amo… no lo dudes… -sin darle tiempo a responder le abrazo, atrayéndole contra su pecho y apoderándose de esos labios suaves y jugosos que se plegaban bajo los suyos deliciosamente, provocando incontenibles deseos de seguir comiendo esa boca que deja escapar jadeos y suspiros y que se rinde voluntariamente a la suya, con una respuesta tan cálida que le hace sentir la necesidad de continuar explorándola.

-Te amo, Kitsune –murmura cuando tiene un instante de respiro.

-¡Kamisama! –exclama al oírselo decir respirando ahogadamente y rota toda contención asalta otra vez su boca, al tiempo que comienza a acariciarlo por debajo de la remera.

Su piel como la seda se estremece a su contacto, acaricia sus tetillas, hondos suspiros ensanchan el pecho del pelirrojo. Sus manos buscan el borde de la remera y eleva por encima de su cabeza, Hana colabora alzando los brazos. Se separa unos segundos para quitársela definitivamente y enseguida posa sus labios en su pecho.

-Quiero verte –susurra Hana.

Con un rápido y brusco movimiento se despoja de toda su ropa, al tiempo que ve como Hana se quita la suya. Se miran, admirándose uno al otro, se acercan, sus manos en sus hombros, desplazándolas por sus pechos, calibrando la finura de sus pieles, la suavidad de sus músculos trabajados por el deporte, sintiendo el calor que emanaba de sus cuerpos, la calidez de sus palmas abiertas, sus bocas se buscan ansiosas.

Su proximidad provoca el suave contacto de sus miembros que les produce un cosquilleo de placer. Hana le toma por las nalgas y le comprime aún más contra su cadera, que se mueve despacio consiguiendo un roce continuo y excitante en sus ya henchidos miembros.

 -Hana… -gime junto a su boca, moviéndose más rápido, provocando una excitante respuesta. Le empuja hacia la cama y caen los dos sobre ella. Hana queda debajo, su boca se desliza por su mejilla hacia su lóbulo, lo mordisquea, su lengua húmeda y cálida se introduce en los recovecos de su orejita, siente estremecerse a su chico que gime con fuerza, nuevas lamidas y más sacudidas.

Su boca busca otros puntos de placer, quiere aprenderse de memoria ese cuerpo delicioso y su lengua deja un rastro húmedo y caliente en esa piel estremecida. Sus labios presionan una de sus tetillas, estirándola hacia fuera, clavando suavemente sus dientes en ella, excitándola hasta dejarla como una cereza madura. Siente las manos de Hana en su cuerpo, acariciándole con maestría, provocando espasmos de placer en su propio cuerpo. Alza su cabeza y le mira amoroso, atrae su boca hacia la suya y un electrizante beso los une durante unos minutos, luego reemprende el camino hacia su otra tetilla y le da el mismo trato que a su compañera dejándola muy sensibilizada.

Lame su vientre plano, su lengua se desliza rasposa por su ombligo y ahí obtiene una respuesta exaltada. Sus caderas se alzan súbitamente estremecidas y su cuerpo trémulo exhibe su rotunda excitación. Sigue entretenido con ese hoyito, hundiendo su lengua y llenándolo con su saliva caliente, lamiendo alrededor o simplemente introduciendo su dedo en su húmeda cavidad y moviéndolo como si estuviera penetrándole.

-Kaede, por favor…!! –suplica, siente que todo eso le supera, que si sigue jugando así con él no podrá resistirlo mucho más.

Este comprende y fija su atención en ese órgano que se alza majestuoso y en el que asoma una enrojecida cabeza. Cálidos y suaves besos deja en la suavidad unión de sus ingles, acaricia sus testículos sintiéndoles llenos, su lengua se desplaza alrededor de su base, causando no solo estragos en el ánimo de su amante, él también se siente a tope. Quiere sentir a su dulce pelirrojo estremecido, para que recuerde siempre esa, su primera vez juntos y que esa noche les ayude a hacer más agradable la expectativa de su regreso.

Su mano comienza a acariciarle íntimamente, al tiempo que se pone a su altura, deja de ver la mirada confusa de Hana cuando toma contacto con su boca entreabierta, durante unos instantes se desata una razzia de succiones y roces que finalmente concluye cuando Kaede se aparta, dejándole más confundido aún. Se acuclilla a horcajadas, su mano guía su órgano hacia su abertura, dejándose caer hasta sentir el roce de sus testículos contra su cuerpo, el dolor no es nada comparado con la satisfacción de tener a su pelirrojo dentro, le siente ajustado, una sensación plena que le llena por completo.

Hana apoya sus manos en sus caderas, para ayudarle a mantenerse, enseguida encuentra el ritmo adecuado para disfrutar de ese momento. Sus respiraciones se alteran aún más, sus gemidos, sus sonidos placenteros que expresan el amor que les une.

 -No te corras –le pide Hana que siente que llega al limite.

Kaede asiente con los ojos semivelados por sus largas pestañas.

-Date prisa, no lo soportaré mucho más.

-Quiero mi cena –ronronea lascivo.

-Y yo que? –interroga con esfuerzo.

-Tu después…

-Me lo prometes… -se inclina para besar sus labios entreabiertos.

-Aha… -no puede seguir, su cuerpo alcanza su punto culminante y un torrente inunda las entrañas de su kitsune que siente como si tuviera fuego dentro de sí.

Kaede no ha tenido tiempo de recuperarse cuando el pelirrojo ya lo ha tumbado de espaldas y hunde su cabeza en su regazo mientras su boca se apodera de todo el tronco con succiones y lamidas, esa calidez que lo envuelve le hace gemir fuerte, su cuerpo se estremece y la dulzura con que Hana profundiza en él le sumerge en una vorágine de placer derramando con profusión el fruto de su amor, mientras su cuerpo se relaja, una sonrisa placida asoma en sus hinchados labios, al percibir el agradable sonido de los aspiraciones de Hana que succiona para asegurarse que no deja nada de ese rico manjar.

Cuando alza la mirada, es recibido por los brazos abiertos de su kitsune. Al tiempo que se deja envolver por sus brazos, él tomó un extremo de las sábanas para cubrirse con ellas.

Estrechamente abrazados se quedan dormidos. Fuera la luna desciende hacia el mar y la oscuridad cubre a los amantes.

Continúa…

 

Notas finales:

¿Qué os ha parecido?


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