Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tragedy: Foolish Love por LeylaRuki

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Feliz Cumpleaños Alba! Adelantado claro :3

Espero que te guste, esta lleno de amor para ti, he abarcado unos cuantos temas de los que quería escribir antes xD
Te lo he subido antes porque probablemente cambie de cuenta y además me la pasaré entre doctores a partir de esta semana así que no sé cuando tenga tiempo libre para actualizar. 

Te pondría una foto pero estoy muy torpe y no sé ;_; 

Linda que disfrutes ese día y estos fics que ya te empezamos a regalar  ♥.♥

“Así el alma no podrá encontrar un cuerpo para habitar” O al menos se dice que esa es la razón por la que usamos negro en un funeral. Sea cual sea la razón me da un poco de inquietud tener que estar presente en uno. No quiero ser parte de este encuentro familiar donde todos me darán el pésame y palabras de aliento a mamá, de cierta forma todos están felices de que haya terminado así. Nunca sabré que pasó por la mente de mi padre pero me empeño en creer que todo tuvo una razón aún cuando casi me destrozó.

El funeral de mi padre será en un par de horas, parece mentira que se haya ido después de todo. Tal vez parezca absurdo pero yo tenía la idea de que mi papá se quedaría, que a mí me podía pasar cualquier cosa pero a él no, él no tenía porque enfermarse ni mucho menos morirse…

 

Tomé la corbata azul marino y comencé a anudarla con mis manos temblorosas pero algo peor dentro de mí explotó y más cuando entró mi pequeña envuelta en lágrimas rogándome que la llevara con su abuelo. Esto es más difícil de lo que parecía, pensé. Se clavó en el suelo y no permitió que la levantara.

 

Cariño eso ya no va a ser posible.

 

—¿Por qué? ¿Dónde está? Todos están en silencio, lloran en silencio pero no me explican por qué no ha llegado el abuelo. Nadie me explica porqué no puede meterse otra vez en su cuerpo y venir a jugar conmigo. ¿Qué está pasando?

 

Su pequeña réplica me tomó por sorpresa y recordé un fragmento de mi infancia: Durante un plática nocturna que sostuve con mi papá me dijo que algún día iba a morir y tenía que aprender a vivir así; hice el berrinche de mi vida y le grité que no podía hacer eso. La sola idea de eso me impactó bastante, me llevó a la fuerza a la ventana y me dijo: Cuando eso pase me convertiré en una estrella, busca la más brillante y seré yo quien te está cuidando.

Ahora que sé que no es verdad me parece un hermoso detalle de su parte haberme engañado de esa manera, quizás, me permita creerle. En esa situación repetir esas palabras fue lo único que se me ocurrió y sin querer fueron un consuelo.

 

 

Cuando le he visto ahí me he quedado paralizado, la tristeza me atacó desde lo más profundo y no creí poder pasar la tarde. No podía creer que estaba encerrado en ese lugar, tuve el impulso de querer sacarlo pero unas tías me sorprendieron y se atravesaron en mi camino, no quiero ni pensar que hubiera pasado si no me hubieran entretenido. Muchas historias quedaron inconclusas que nadie me lo podrá contar como él. Seguro que mi papá ya lo tenía todo previsto. Hace un par de meses me llegó un paquete, al principio de solo ver que me lo mandó él no lo abrí, incluso pensé en tirarlo pero mejor lo dejé escondido en el librero. Y hasta apenas ayer que falleció me atreví a sacarlo. Parece que era su diario. Así que podré conocer la gran historia de Matsumoto Takanori, mi padre. Mis lágrimas salen a traición y tengo miedo de encontrarme con algo desagradable, algo que me haga odiarlo…

 

 

 

 

Quiero decir primero que sé todos los errores que cometí pero a pesar de todo fui estúpidamente feliz, no supe de mi homosexualidad hasta que le encontré y terminó por ser la persona más cercana a mí, incluso más que mi esposa. Se convirtió en la persona a la que le podía decir “te amo” y sentirlo de verdad. Joder, en verdad que hubiésemos sido felices si hubiera existido la oportunidad.

 

Por las mañanas me levantaba sin mucho esfuerzo, pero una semana anterior a esa me resfrié como nunca y todavía sentía algunas molestias en la nariz más que nada, sin contar que desde niño me daba alergia cuando era el cambio de las estaciones de año, no importaba si era frío o si era pleno calor pero esa alergia la tenía asegurada y las inyecciones también, en el pueblo era la sensación cada vez que llegaba esa época, nadie se dejaba inyectar como yo lo hacía, aunque la mayoría de las veces prefería esconderme en lo más recóndito del pueblo siempre lucía como un campeón porque era lo que todos esperaban de mí, tanto los mayores como los menores se sorprendían de mi valentía, creo que desde niño siempre me gustó llamar tanto la atención. Y me admiraban como si fuera alguna celebridad; mirándolo de cierta perspectiva sí que lo era, supongo que por eso nunca me acordaba.

 

Era la gloria de ser tan joven y despreocupado. Sin embargo ahora como me jodía bastante ya no poder tener mis veinte años de vuelta, por supuesto que mis “días de gloria” terminaron tan pronto me fui del pueblo y entonces pasé a ser una leyenda, casi tan inverosímil que seguro ya nadie me recuerda. Me ponía de pie y clavaba la mirada en el suelo, lamentándome de la mentira en mi verdad, del daño que no podía evitar sentir y que no pude evitar ocasionar pero siempre terminaba pensando lo mismo; Que todavía estaba a salvo y que seguiría así por el resto de mi maldita vida y hasta que me llegara la muerte no diría una sola palabra. Nadie más que yo podía saber las atrocidades que hice. Al darme la media vuelta se encontraba entre esos cabellos castaños el rostro de mi calvario. Mi esposa, siempre tan cándida, incluso para dormir, pero sé que no se dormía hasta la madrugada, yo no lo hacía aunque estuviera en cama desde las diez. Cuando nos casamos lo hicimos bajo la promesa de mantenernos así por toda nuestra vida, hacernos felices, darnos todo lo que pudiéramos, más que nada poder amarnos pero yo no se lo pude cumplir.

 

Ella siempre con sus peinados arreglados con un par de palillos excusándose de sentirse más oriental, más en casa y con un maquillaje tan sencillo pero coqueto, nadie podría adivinar que le faltaban días por cumplir los cuarenta y tres años, tiene esa suerte, incluso su japonés mejoró bastante, cuando la conocí era una estudiante de intercambio de Estados Unidos y no podía pronunciar siquiera un saludo cordial. Supongo que de no haber sido por eso jamás nos hubiéramos interesado de la manera en que lo hicimos, pero si tuviera que elegir entre ella el ya conocido amor de mi vida por todo el mundo para tener que volver a casarme y llevar todas las consecuencias tanto buenas como malas, simplemente no lo haría. No soportaría de nuevo el peso de llevar una doble vida durante diez años o más, tanto tiempo fue que ya no recuerdo.

 

 

 

Ahora a mis cincuenta y ocho años no me estoy haciendo joven claramente pero sí miro en mi pasado desde que nací hasta esta fecha me pregunto que salió mal, que salió bien, que tanto hice para llegar a poder ser feliz, para no serlo y tal vez conforme siga escribiendo me veré obligado a atestiguar detenidamente todos los acontecimientos. Sigo tomando del café que me queda, sería la tercera en esta noche, pero después de varios intentos de saber cómo empezar a narrar mi vida opté por esta opción, sigue sin convencerme pero si no sigo sufriré otro infarto, bien dicen que a la tercera es la vencida y nadie sabrá que lo hice todo por amor, amor a mi esposa Anne, amor a mi hijo y amor por mi Reita. ¿Lo hice?  Bien, escribí su nombre sin ningún esfuerzo ni temor, pero la verdad es que me lleno de miedo de tan solo pensarlo, de querer decirlo y no poder hacerlo. No me considero digno de mencionarlo pero no me voy a quedar en esta silla como el anciano que soy pero peor aún, lamentándome de algo que no hice… ¿O sí? Mis recuerdos no son tan buenos como parecían hace unos días… Es normal que mi mente quiera bloquearlos de un momento a otro; ahora mismo mi mano se acalambra tanto que me cuesta seguir escribiendo.

 

 

 

 

Nosotros, los niños del pueblo ya éramos bastante conocidos por estar en el gremio de los ladrones, unos más que otros, yo era un principiante, a menudo me atrapaban y me castigaban. Pero algo teníamos que hacer, para muchos eso era pura diversión, su manera para pasar el día pero para unos cuantos —en los que me incluyo— era como podíamos sobrevivir. Una tarde con el sol plomizo y el ambiente asfixiante yo salí por mi cuenta a robar unos plátanos del vecino Suzuki, sus bananos eran los que mejor sabían y eran más grandes que los demás, pero no era solo eso sino que también tenía una mirada que podía matarte, yo nunca la había visto e incluso me burlaba socarronamente de él, ignoraba si él lo sabía o no pero si no lo sabes no te hace daño.

 

Atravesé por esas maderas pálidas que tenía por corral y tomé todo lo que cupo en mis brazos y demás, lo había logrado sin ser visto, casi crucé victorioso con mi motín, pero como era de esperarse fui detenido por un brazo mucho más fuerte que yo y entonces por primera vez en mi corta vida sentí miedo, miedo de no salir de ahí, de que me mantuvieran como esclavo como en las historias que contaban todos y que yo me negaba rotundamente en creer, pero su mirada, me dejaba desnudo por completo, no con lujuria, pero sí con ese brillo de furia y decepción. Recibí mi castigo bien merecido e incluso me obligó a pedirle perdón por mi acto lleno de desfachatez y de hambruna. Debo añadir que desde esa vez raramente llego a usar un cinto.

 

Corrí a la casa de la tía Mei y mientras me ponía ungüento se reía de mi desgracia. Pobrecilla, terminó con una docena de hijos y un esposo poco trabajador, ella se iba a trabajar en una farmacia. Con el tiempo la mata gris en su cabeza se hizo más grande y terminó definitivamente loca, se encerraba en las habitaciones que tenía al final del patio y podía permanecer desde la mañana hasta la madrugada, ni siquiera sus hijos mayores podían hacerla entrar en razón pero no era algo que podían arreglar tan fácil. Al final de sus días terminó comportándose como una niña. Esa mujer que me cuidaba mucho cuando yo me escondía de mis papás, estando siempre íntegra y de un carácter indomable con esa habilidad innata para la sátira se desvaneció y se escondió en su mente para no volver a salir. Fue una terrible noticia saber que había fallecido en uno de sus encierros. Nunca quise entrar en detalles, prefería mantener esa imagen como yo la había vivido, como había sido verdaderamente.

 

 

Después de esa vez no me atreví a pasar por ahí, varios intentaron hacer lo mismo que yo pero no ganaron, parecía que el viejo decrepito estaba al pendiente de todo, acechaba desde su escondite y cuando alguien atravesaba su territorio se preparaba para la guerra. Salía sin ser escuchado y castigaba como si fuera un rey. Fue una gran sorpresa para mí descubrir que tenía un hijo, lo vi por primera vez tirado en el suelo lleno de lodo hasta las raíces de su cabello dejando ver solamente su mirada igual de perturbadora que la de su papá. A paso torpe me fui retirando de ahí no sin antes notar un detalle que en su momento me pareció gracioso, en la pierna derecha tenía amarrada una tabla de madera, me pareció absurdo y ridículo.

 

 

A veces tengo esa ansiedad de querer regresar a ese pueblo fantasma, el lugar donde nací y donde todo lo que conocí de la vida radica ahí, todas esas sensaciones, colores y sabores me acosan por no poderlas recordar tan vivamente pero aún así mi corazón se vuelve loco de tanto pensar en lo mucho que disfrutaba dar de lengüetazos a las cucharas cuando una comida me sabía demasiado bien, ese temblor en las manos de tan solo recordar lo mucho que nos divertíamos en ese lago, pero también esa ansiedad por haber permanecido años sin usar un mísero par de zapatos ni de calcetines, después de tantos años todavía conservo esa afición de comprarlos compulsivamente y tenerlos guardados y usarlos en ocasiones especiales, porque representan para mí todo lo que no pude tener en mi infancia y a pesar de que nadie en su momento los usábamos siempre estaba esa carencia presente. A veces puedo pasearme por la casa con los zapatos puestos, aunque después tenga que limpiar demás pero me hace feliz traerlos puestos.

 

 

En la escuela era común que preguntaran quién era literalmente pobre para beneficiarle con los materiales y en cierta ocasión que mi maestra lo hizo yo no levanté la mano.

 

—Takanori ¿Tú no eres pobre? —Me preguntó con la creencia que me corregiría y diría que sí.

 

—No maestra no lo soy. Mis padres tienen un buen trabajo así que no me preocupo.

 

Los demás me miraron mal por haberlo dicho pero mi orgullo podía más que aceptar esa realidad. A la hora de salida habló con mi madre y no pudo evitar sentirse avergonzada por mi comportamiento, en ese entonces mi papá trabajaba como escritor —era muy bueno pero pobre al fin y al cabo—, mi mamá de dependienta en una tienda pero ninguno ganaba lo suficiente como para decir que podíamos vivir dignamente y la verdad nunca me di cuenta de esos problemas hasta que en pláticas como adultos me hicieron saber que ese dinero con que logramos irnos del pueblo eran ahorros de casi toda mi vida. No tuve ninguna queja de haber vivido como lo hice, creo que por eso tuve una infancia feliz.

 

 

La última vez que vi a Reita fue cuando dejé el pueblo. Él llevaba su ropa igual de sucia que la primera vez pero su rostro estaba limpio, iba caminando al lado del señor Suzuki e iba con la frente en alto, me parece que fue la primera vez que él salió más allá de su propio edén. En su andar se ladeaba hacia la derecha, casi no tenía fuerza en esa pierna y para mantenerla recta su papá le amarraba esa madera. En ese trayecto que le vi fue víctima de burlas. Fue bastante triste.

Nos fuimos en tren a las tres de la tarde rumbo a Kanagawa lo que se convertiría en mi nuevo hogar —debo añadir que yo nací ahí no en el pueblo como todos piensan—, esperamos durante toda la mañana porque no sabíamos cuando pasaba exactamente pero estuvimos de pie hasta que llegó. A lo sumo tenía ocho años y fue difícil ver el recorrido y no saber cuándo iba a volver, aún cuando ni siquiera nací ahí pero si me crié. Me despedí de mi hogar con la firme convicción de que regresaría. Después de nacido no regresé a Kanagawa por lo tanto no sabía cómo era ni la vida que se llevaba pero no fue tan mal.

 

 

Cuando empecé a ir a la escuela me di cuenta que yo iba muy atrás, sin embargo cuando se llegaba la hora de lectura mi mente siempre estaba al pendiente de todo, aprendí a leer con cinco años recién cumplidos, una tarde vi que mi padre estar apilando un montón de hojas y leyéndolas, yo le pregunté que eran y desde esa misma tarde aprendí cuales eran las vocales, consonantes y como se leían juntas, me parecía tan increíble que todo nuestro habla se pudiera expresar de esa manera. Desde entonces fui imparable, cada libro que pasaba por mis ojos lo leía, mi padre más que nadie estaba orgulloso de eso y por mes llegaba con una gran caja de libros que le daban en la editorial y de esta manera me los regalaba —Hay que admitir que varias veces se le escaparon algunos libros eróticos—.

Cierta mañana, precisamente en la clase de lectura mi maestra preguntó por la letra S y yo levanté la mano contestándole correctamente y ella me levantó la voz corrigiéndome que no podía ser ese porque no se podía leer esesombrero. Me pareció estúpido que me hiciera eso, pero con la calma que conseguí regresé a mi lugar y no volví a participar en esa clase. A la semana siguiente no solo me dieron mis calificaciones sino que me dieron la noticia que me adelantarían a tercer grado ¡con siete años había obtenido mi primer logro! A pesar de que mis calificaciones eran las más bajas en un principio logré subir. Creo que después de eso nada me supo igual pues ese fue el momento clave de mi vida para saber cuál sería mi profesión.

 

 

 

 

Entre esos libros como ya dije, habían varios eróticos y muchos llenaron mis expectativas en cuanto me llegara el turno para aprender a usar mi sexualidad pero siempre quedaba esa inseguridad de cómo hacerlo bien. Sin embargo la mujer que me quitó la inocencia era mucho mayor que yo y eso no lo leí, así que siempre hasta años después creí que era un gran pecado. Trabajaba ayudándole a limpiarle la casa después de salir de la escuela, la paga no era la mejor pero me servía bastante para mis estudios, me ayudaba a ser más independiente y para eso mi padre ya había progresado como escritor, trabajaba en un pequeño periódico y le pagaban alrededor de cien dólares. Entonces ese dinero que ganaba era para mí y algunas veces le daba todo a mamá para los servicios que se llegaran a ofrecer. El punto de esta historia es que cuando menos me lo imaginé ya no hubo marcha atrás, me vi arrastrado como renacuajo hasta terminar con nuestro objetivo.

 

 Ese sería apenas el primero de mis numerosos secretos, mis padres jamás sospecharon de ella y me mantuve al margen durante muchos años así. Me quedé dos horas extra porque me rogó que le ayudara más en cuanto la limpieza, yo accedí y conforme se dieron las cosas terminamos por hacerlo en la barra de la cocina. Al día siguiente renuncié y no volví a acercarme a ella. Al terminar me besó y me preguntó:

—¿Tú primera vez?

Quise mentir pero apenas tenía doce años no podía haber adquirido experiencia de ningún lado, me sonrojé hasta la raíz pero no contesté. Se levantó de la cama y comenzó a vestirse, cuando salió de la habitación hice lo mismo y salí de la casa.

Me quedó esa sensación de curiosidad, me calmó por un tiempo pero como era predecible quería más y más.

 

Claro que después de mi antigua jefa no hubo nadie más, esperé a que la próxima fuera realmente con alguien a quien yo le tuviera aprecio. Ahí fue cuando entró Yuu, lo conocí una vez que me cambiaron al tercer año, mientras yo estaba adelantado él estaba atrasado por dos. Fue el enemigo predilecto de todos los maestros y mi mejor amigo. Detesto dar fechas o edades exactas pero basta saber que no éramos mayores de edad cuando llegamos a mi habitación y comenzaron las pláticas de sexualidad, yo le conté varias historias que leí de antes y parecían tan reales que a menudo me preguntaba “¿Tú hiciste eso?” Teníamos demasiada confianza entre nosotros y esa tarde fue bastante especial para ambos, pero tanto él como yo no supimos manejar esa experiencia que terminamos por ser unos desconocidos. Fue decepcionante pero así pasó.

 

 Para eso la mayoría de mis amigos ya habían tenido varias novias o estaban para casarse, yo no había cumplido una cosa ni la otra así que era blanco fácil de burlas, todavía no estaba interesado en algo así pero la presión me obligó a buscar a la mujer ideal.

 

Fue así que terminé por conocer a Anne que estaba en busca de un diccionario inglés-japonés pero se perdió en los pasillos de la librería, no podíamos mantener una conversación que no fuera como las charadas en ambos idiomas pero conforme pasó el tiempo nos conocimos mejor y a través del mundo de la literatura.

 

En una cena con mis padres llegué al comedor y dije—: Encontré a la mujer de mi vida.

 

Fue todo un shock para ellos pero de inmediato se apresuraron para los preparativos de la boda. A veces me dan ansias de no poder ver el video de la recepción, realmente fue algo hermoso y la felicidad era desbordante entre las familias. ¿Qué podía salir mal? Estaba despampanante con ese vestido y en sus ojos ese rastro de júbilo que no se le desgastaba.

 

Tengo que dar mi mayor esfuerzo, pensé. Y durante cuatro años de matrimonio las cosas fueron de ensueño. Para nuestro quinto aniversario las cosas fueron mal, rara vez llegábamos a intimar, no me atrevía a aceptar mis propios pensamientos pero había algo en ella que no lograba llenar mis expectativas y era frustrante no poder hacerme cambiar de opinión. Ella se deprimía por no poder hacerme feliz y se esforzaba el doble.

 

El treinta de abril de 1982 nació nuestro primer hijo a quien le pusimos Ri, por él sería capaz de volver a ser la persona feliz de antes. No era tan difícil la verdad, quiero decir no me lo tenía que currar tanto porque con Ri podía salir a jugar fútbol y hacer deportes, hacer cosas de hombres por eso me tranquilizaba y era desesperante tener que estar trabajando cuando lo único que quería era estar con él. La dicha de tener un hijo es excepcional, y algo que no puedes dejar, literalmente me volví adicto a estar con él, entones mi matrimonio volvió a decaer pero no me di cuenta de eso, más bien prefería ignorarlo porque así estaba más cómodo.

 

 

Simplemente sabes desde niño cuáles son tus aspiraciones para cuando seas grande y las mías siempre fueron las mismas, jamás me pasó por la mente ser algo más. Cuando mamá me preguntó yo respondí <<Voy a ser escritor y nada más>> creyó que al principio era una broma pero esa era mi vocación. Simplemente lo sentía y así comencé a desenvolverme en ese ámbito. Comencé a interesarme más en la historia familiar porque habiendo tenido una familia como lo era la mía —contando a todas las personas del pueblo— podría vivir sus vidas y la mía juntas, de perspectiva distinta, creando nuevas ilusiones tan reales y haciendo que sus recuerdos quedaran plasmados y dejar que formaran parte de mi vida.

 

—Deberías mudarte a Tokio.

Me sugirió el jefe de redacción en el periódico donde trabajaba. Al cabo de un mes ya tenía todo preparado y compré una casa bastante amplia pues ahí pasaría más tiempo que de costumbre o al menos esa era la intención principal. La casa era rústica y Ri parecía perderse entre los pasillos, en las escaleras que daban al segundo piso aprendió a dar sus primeros pasos. Llegué con recomendación a una editorial relativamente nueva y comencé a abrirme paso en mi futuro.

 

 

Mi primera novela fue sobre la vida de la tía Mei, tuve buena aceptación y comencé a ocupar un lugarcito en el gremio de escritores. Por fin podía decir que era un escritor profesional y una vez que comenzaba a escribir lo siguiente no paraba, día y noche, agotaba las tintas de la máquina de escribir y entonces hasta no mandar comprar otra lo escribía todo en cuadernos.  En más de una ocasión pasé dos o tres días encerrado en el estudio y sin darme cuenta no había comido, soporté el hambre, la sed y todas las necesidades básicas, porque una vez que empezaba no podía detenerme.

En 1987 terminé mi cuarto libro, este ya era más esperado y sin darme cuenta me dio todo lo que no tuve cuando niño.

 

 

 

Entre todas las personas que habitaban Tokio le vi salir de una librería. Le seguí con la mirada, su andar era el mismo que cuando le vi por última vez, me sentí estúpidamente feliz de verle. Incluso de tanto en tanto me preguntaba que había sido de su vida, si habría salido del pueblo y resultó ser que sí ¡Vivíamos en la misma ciudad! Parecía que iba de incógnito, con una gabardina negra que le cubría desde el cuello hasta las pantorrillas, con unos lentes de sol oscuros y su cabello regado por toda su frente y aun así le reconocí, no sé hasta la fecha pero parece que en su momento él también se percató de mi presencia, caminó más rápido para dejarme atrás pero sabía que no le quedaba tan fácil porque su pierna le alentaba más. Siempre me dio pena sacar ese tema, él por esa razón no se creía perfecto, ni siquiera lo más cercano para llamarse ser humano, sin embargo para mí era perfecto, era triste tener a mi esposa en casa y tener la certeza que la perfección iba a unos cuantos pasos delante de mí.

 

—¡Tú, detente! —Le hablé y muchos dieron la vuelta a verme, él solo dudó sobre hacerme caso o no pero al final siguió andando. Me sentí estúpido, no podía llamarlo como “hijo del señor Suzuki” o cascarrabias que se apegaba más a la actitud del señor. No sabía su nombre, no tenía ni la más remota idea de cómo llamarlo y quería hablar con él. Regresé a mi paso tranquilo, y vi como dio vuelta en la calle siguiente no sin antes mirarme a los ojos. Sinceramente me dio miedo y si me cruzaba por esa calle esperaba no tener que encontrármelo.

 

Creí que sus ojos serían más oscuros, como solo lo había visto de lejos y hacía muchos años atrás pero resultaron ser como los míos, pero en ese tiempo usaba siempre lentes de sol así que fuera de la sombra nadie me veía a los ojos, un amigo me decía seguido que eso no me permitiría ver bien lo que pasaba a mi alrededor y no llegaría a escribir un libro más, pero en realidad era lo contrario, si podía mantener a mi vista en el anonimato las cosas me funcionaban mejor a la hora de escribir.

Fue precisamente por él, Kouyou que nos volvimos a encontrar, una vez que fui de visita, Takashima le hablaba como Reita y por bastante tiempo creí que ese era nombre, Reita Suzuki, suena ridículo en cualquier sentido y para mí no parecía tan raro. Logré que quisiera establecer una conversación conmigo, al principio se rehusaba pero a los cuantos días comenzamos a quedar en cafeterías y librerías de la ciudad, sin darme cuenta quedábamos en su departamento para tener encuentros íntimos y peor aún, sin darme cuenta le había un millón de veces “te amo” cuando en realidad a mi esposa ya ni siquiera la miraba.

 

Yo lo tuve fácil, tuve un solo hijo y pude haberlo llevado al parque a jugar fútbol, jugar videojuegos y un montón de cosas de hombres pero preferí pasar quince años en una segunda vida donde estuviera Akira, su nombre me gustaba más que Reita. Escogí pasar todos los días la misma rutina, me levanta del cuarto de huéspedes y me iba a donde pudiera concentrarme para escribir, en la primera década escribí alrededor de nueve libros y un éxito detrás de otro. Me iba con Akira y entonces podía escribir libremente, podía hablarle de una simple historia y convertirla en un best-seller. Dentro de las cámaras yo tenía la familia perfecta pero apenas quedábamos solos ese muro entre nosotros crecía más y yo terminaba por refugiarme en otro lado.

 

La primera vez se tensó en cuanto puse mi mano sobre su pierna, acercándola a su ingle, él se hizo para atrás en el sillón y dudé un poco sobre seguir o no pero de la nada su mano también iba por el mismo camino; en mí. Todavía existía una línea muy fina que nos mantenía como amigos, conocidos y si la cruzábamos pero no solo nos perdimos sino que la borramos por completo, cuando no esperamos a nada más e hicimos el amor. Juro que jamás me sentí de esa manera, aún el recuerdo de ese día me causa escalofríos. No tenía el anillo de matrimonio en el dedo, siempre estaba en el bolsillo del pantalón y no llevaba en mi mente nada que no estuviera relacionado con Akira, ni siquiera mi familia. Gemía como un Dios, me llenaba de placer ver como se entregaba cada vez por más, casi de manera irreal. No nos dimos cuenta pero nuestros gemidos llegaron hasta los oídos de Kouyou que llegaba de visita, la primera vez se esperó a que yo saliera para darme el sermón sobre lo que estaba arriesgando. Lo supe desde el primer momento en que dejó que le hiciera de todo pero para ese momento en que mi amigo quiso “arreglarme” yo ya no tenía remedio, estaba completamente obsesionado con él, su rostro, su cuerpo, su personalidad. No había nada que no me gustara, aunque él se acomplejaba bastante por su andar. Para mí era lo de menos. Era perfecto en cualquier sentido. Le amaba.

 

 

El sonido sordo de esa caída fue solo para marcarme que el fin se acercaba.

 

Incluso mientras escribo estas líneas me pregunto cómo conseguí que creyera mis mentiras. Le conté la existencia de mi hijo pero no que estaba casado, sinceramente no sé como lo creyó… aunque tal vez yo en su lugar también hubiera confiado por completo en él y no hubiese buscado una señal o algo que me indicara lo contrario.

 

Mientras tomaba mi ropa para vestirme se cayó mi anillo, lancé unas maldiciones en la mente por no haberlo mantenido en el auto pero durante esos años jamás había pasado algo así, simplemente tomé mal el pantalón y el anillo cayó al suelo. Me miró fijamente y luego procedió a tomarlo en sus manos, quise quitárselo pero me mando lejos de él y se fue a la sala. Mi mente ardía de puro desconcierto, no podía dejar que lo mantuviera consigo, no sabía cómo acercarme a él. Deshice el nudo en mi cuerpo y salí para contarle la verdad. La puta verdad sobre mi doble vida. Me lanzó el anillo en la cara una vez que me vio y me sacó a la fuerza. Me obligué a no mirar atrás, estaba devastado.

 

Lo busqué, necesitaba saber que estaba bien, que comía, que no había cometido ninguna estupidez que yo sí pensé en hacerlas. Mis lágrimas cayeron frente a mi familia, ese par de desconocidos no tenían idea porque me estremecía de dolor pero me mataba no poder tenerlo entre mis brazos y poder decirle cuanto lo amaba. Mis mentiras fueron cayendo de una a una, busqué consuelo con Kouyou pero fue inútil, me advirtió que no me volviera a acercar a él.

Tomé una de las decisiones más importantes de mi vida. Llegué con mi esposa y le dejé los papeles de divorcio, frente a Ri confesé que era homosexual, dije todos mis secretos de una vez. Sentí una especie de liberación pero al mismo tiempo me seguía ahogando por no tener una pista de Akira. Después de eso todo siguió yendo en picada. Anne tantas veces que me había preguntado a lo largo de nuestro matrimonio si me gustaban los hombres y yo sé lo negué cada vez, con una convicción que no existió nunca. Solo terminé por destruir todo.

 

Creí que mi hijo llevaría un mal tiempo al darse cuenta de lo que en realidad pasaba una vez que me iba de la casa pero no, siguió con su vida normal, ni siquiera me odiaba o me trataba como debía haberlo hecho. Él fue lo que me mantuvo a flote durante los siguientes años. Aunque pasaron más años yo todavía tenía su recuerdo nítido, su aroma, toda su esencia y seguía esperando a encontrarlo una vez más.

 

Cuando tuve mi primer infarto estaba en la misma cafetería de antes, ya estaba resignado a no volverlo a ver y esa tarde había decidido por fin sentarme al lado de la ventana, anteriormente me lo prohibí por mucho tiempo. Trataba de concentrarme en mi lectura sin tener que mirar cada cinco minutos fuera del escaparate y entonces mi vista se nubló, gruesos lagrimones cayeron. Akira iba mejor que nunca, parecía como si tuviera treinta años recién cumplidos cuando sino me equivocaba ya debía tener cuarenta y tres. Era una locura.
Aventé unos billetes a la mesa mientras salía corriendo, no iba solo, estaba con otro hombre que le llevaba de la mano, continuó con su vida pero yo no podía hacerlo hasta que cambiara ese último recuerdo mío, uno que fuera más apegado a una despedida cordial. Lloré, imploré por una oportunidad así y no pensaba desaprovecharla. Me planté frente a ellos y dije su nombre; casi por un segundo creí que Akira iba a desvanecerse de verme, realmente no esperaba encontrarme ahí. Le pedí hablar con él unos instantes y se negó a la primera.

 

—¿Vas a negarte a un viejo amigo? —Le replicó su compañero sorprendido y Akira después de tres veces que le repetí la petición aceptó.

 

—Uke espérame en el local de antes ¿sí?

 

—Está bien. Mucho gusto, Yukata Uke —Se dirigió a mí y me tendió la mano, también me presenté y me hizo un comentario que no le perdiera a su novio, fue bastante doloroso. Una vez que se fue le miré fijamente y comencé a disculparme pero me detuvo a la mitad y habló más claro:

—Gracias, pero ya no necesito que hagas esto.

 

—Tal vez no, pero yo quiero hacerlo, necesito que me perdones ¡Por favor! Fue inhumano lo que te hice. Te he buscado durante mucho tiempo —Mi tono de voz se volvió inestable, busqué el autocontrol para no abrazarlo en ese mismo instante—, necesito que vuelvas conmigo. Te amo, por favor… si tan solo me dieras una oportunidad.

 

—Es que todo fue tan claro, pero fui muy ingenuo como darme cuenta de todo lo que pasaba, fui muy dócil y si tú me decías “no veas este programa” no lo veía, “bebe esto mejor” y lo bebía sin rechistar; creí en todo lo que me dijiste. Te aprovechaste de mí básicamente y peor, yo lo permití. ¡Tuviste muchas oportunidades para hablarme y decirme la verdad y tal vez si lo hubieses hecho estaríamos todavía juntos! Hiciste las cosas como quisiste. Ahora vive como quieras.

 

Deseé que cambiara su opinión y me dejara quedarme a su lado.

 

—Te amo. Te amo desde la primera vez que te vi hasta estos instantes, no puedo sacarte de mi cabeza, si pudiera lo haría todo de nuevo y tendría una vida contigo pero por favor todavía puede ser, si tan solo lo intentas verás que todo saldrá bien. Por favor. Aún si tú te vuelves a negar te seguiré esperando, vendré todos los días a esa cafetería y esperaré a que tú entres y me digas que quieres intentarlo de nuevo. No quiero verte marchar, no quiero seguir pensando en todo lo que pasó entre nosotros y ese gran abismo que me tortura cada día… perdóname.

 

—¿Quieres mi perdón? Bien, te perdono por todo lo que me hiciste, vive tranquilo porque ya te perdoné pero no esperes a que acepte algo más contigo. Yo estaba recién llegado cuando nos vimos, no tenía ni puta idea de lo que haría con mi vida y… —Se detuvo súbitamente y trató de relajarse—. Takanori, todos los días que estuvimos juntos pudiste haberle dicho a tu esposa lo que pasó entre nosotros… ese sentimiento de decepción casi me mata —Se mordió los labios y habló tan bajito que podría jurar que lo imaginé, mi mente todavía necesitaba creer que lo había dicho de verdad—. Te amo.

 

Sus ojos cristalinos buscaron a Uke y una vez que lo hizo movió su cabeza para afirmar que se daría prisa. Me abrazó de manera fugaz, sin darme tiempo a retenerlo lo vi marchar. Odié como le tomó la mano para irse juntos, como le miró y de pronto todo se volvió negro. Le grité y caí inconsciente en el suelo, vagamente recuerdo que haya volteado pero no que haya venido hacia mí. Después desperté en el hospital y no volví hasta el segundo ataque, ese fue mucho peor, mucho tiempo después.

 

 

Nunca veía las noticias y justo como lo prometí iba a la cafetería, esperaba y trataba de escribir algo que al final abandonaba. Fue una noticia flash, era común ver que los suicidios fueran de personas jóvenes pero esa noticia era de un hombre mayor, era homosexual y se veía víctima de abusos por eso. El hombre tenía por nombre “Suzuki Akira”… se tiró de un puente por la mañana. Cuando caí sobre la mesa creí que me encontraría con él; pero no, desperté perdido entre las paredes blancas.

 

Dudé mucho sobre escribir esto o no, no puedo decir que me avergüenzo de mi vida, pero si sé que le extraño mucho…

 

 

 

 

Nada tiene fecha, todo bien escrito como si lo hubiese hecho primero todo en su mente desde antes. Cuando terminó de escribir supo que era el momento en que tenía que morir, tranquilo, solo espero que haya conseguido lo que tanto deseó, me da lástima que haya tenido una vida así, que se haya tenido que ocultar de esa manera ante algo que no podía evitar, él era así y nunca pudo comprenderlo…

Notas finales:

Comentarios buenos o malos son bien recibidos... informes: @Gaze_Shoujo 

Nos leemos~♥

Alba que te quiero mucho, aunque no te conozca porque estamos al otro lado del mundo igual te aprecio muchísimo *se pone sentimental y corre a abrazarla* Creo que de cierta manera si no fuera por ti no hubiera seguido leyendo esta página. ¡Gracias hermosa! *3*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).