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Sweet Relief por Angie Sadachbia

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Notas del fanfic:

Este fic se inspiró cien por ciento en una imagen que vi ayer y lo acabo de escribir, si tiene alguna falta, es porque lo escribo a altas horas de la madrugada.

¡Espero les agrade!

Notas del capitulo:

¡Konnichiwa! Les traigo este pequeño one-shot que me andaba dando vueltas en la cabeza durante las últimas... veinticuatro horas o algo más.

En realidad se me vino a la mente de un momento a otro y, ¡boom! Aquí está.

Para su deleite.

Sweet Relief

  

Era un día aburrido, muy aburrido, demasiado aburrido para el pelinegro. Se despertó a eso de las once de la mañana, se preparó una sopa instantánea como desayuno/almuerzo, se sentó un momento a practicar algunas canciones del álbum en su guitarra y, desde hacía unas tres horas, jugaba en su consola.

 

Estaba sentado en la sala del apartamento que compartía desde hacía un par de años con el líder, usando una simple sudadera blanca y una franela de mangas largas negra con un escote en “V” que mostraba parte de su formado pecho.

 

A Aoi casi le brinca el corazón de emoción cuando, el día anterior, les anunciaron que tendrían el viernes libre. No esperaba que su reciente alegría se truncara con un:

 

-Menos para Kai. Habrá una reunión importante y luego tendrás la sesión de fotos para la promoción del álbum.

 

Fue así como los malvados ejecutivos de la compañía le habían secuestrado su novio durante su día libre para hacerlo trabajar sin descanso. Seguro hubiera sido mejor para ambos el estar juntos, pero ya no podía cambiar las cosas.

 

Miró el reloj, seis y media de la tarde. Pronto llegaría su pareja. Estaba preparado para dos cosas: para su mal carácter cuando estaba cansado y para ver su nuevo look. De hecho, el castaño era el único de la banda que no había cambiado su apariencia para el álbum, todo por una reunión de emergencia.

 

Suspiró cansado, ¿de qué? De no mover su trasero en todo el día. Fue a la cocina y preparó algo para que cenara su novio cuando llegase: onigiris. Sí, no era un genio para cocinar, pero se empeñaría en que esa simple cena pudiera alegrar el día de ambos, por lo que adornó cada bola de arroz con una carita sonriente y, una que otra, estaba divertidamente enojada.

 

Aoi era un novio extraño: a veces tenía esos hermosos detalles que le arrancaban una enorme sonrisa a Kai con sólo verlos; otras, se abstraía del mundo y se dedicaba o a componer canciones o a jugar algún videojuego que lo tuviese enganchado, dejando al otro relegado. Sin embargo, así lo aprendió a amar el baterista.

 

Justo se encontraba el dichoso pelinegro arreglando la mesa para la cena con su pareja, cuando éste llegó, cruzó la sala/comedor sin siquiera detenerse a mirar lo hecho por el guitarrista, tiró un portafolios en el sofá y suspiró pesadamente, dirigiéndose a la habitación para encerrarse.

 

El mayor no se hallaba en sí, se sintió terriblemente mal por el desplante del baterista, muy a pesar de su alegre sonrisa dedicada con esmero para su pareja.

 

-Ha sido un mal día, es todo, Yuu –murmuró para sí mismo y tapó toda la comida. Volvió a su sofá para jugar, intentando quitarle importancia a lo acontecido.

 

Kai estaba cansado, realmente cansado. Duraron casi cinco horas discutiendo asuntos relativos a la promoción de PLEDGE como sencillo, a los conciertos, a la programación de varias entrevistas, apariciones en televisión y un largo etcétera que lo tenían entre aburrido, estresado y con ganas de irse corriendo a abrazar a su guitarrista sin importarle nada más.

 

Después de un soso almuerzo, fue con los estilistas para su nuevo look. Tardaron un par de horas en ponerle unas engorrosas extensiones que, si bien le lucían, eran algo dolorosas de poner y, para intentar combatir el ocio, se detuvo a leer una revista.

 

-Es la última vez que me hago extensiones –murmuró para sí mientras estaba atado a su silla de torturas. Una vez terminado el proceso, que incluía recoger su cabello en una cola de caballo al estilo samurái, vio con alegría en el espejo su radiante imagen- Debería usar extensiones más a menudo.

 

Unos pantalones de tela negros, camisa blanca y una chaqueta sencilla negra completaban su nueva apariencia, con algunos accesorios de más. Posó un par de horas más para el foto-estudio de PLEDGE y, agradecido, se fue usando el mismo traje a su casa.

 

Al llegar al apartamento, lo primero que quería hacer era acostarse a dormir. La noche anterior no había dormido bien, cortesía de Aoi y su “hablemos de algo, no tengo sueño”. Como Kai era buen novio, tuvieron una conversación animada y entretenida hasta las dos de la mañana, a pesar de que debía estar en la compañía a las siete y media.

 

A Kai le gustaba darle gusto a Aoi en todo, le gustaba cuando se comportaba como un niño, cuando se comportaba como un adulto maduro y cuando le prodigaba cariño, cuando sonreía sólo para él, cuando le arrancaba sonrisas, cuando le hacía el amor en su cama, cuando lo veía tocar la guitarra, cuando era el orgulloso de sus musculosos brazos y, también, cuando lo ignoraba y hacía sus propias cosas. Pero a Kai le gustaba mandarle al pelinegro, le gustaba sentir un poco de dominación sobre el mayor, quien no rechistaba el trato que recibía, le gustaba ser rudo con él cuando estaba enojado o frustrado, ya que eso lo calmaba. Y, así, Aoi lo amaba.

 

Ese día en particular, sólo entró en su casa, tiró el aburrido portafolio y se encerró en la habitación. No se percató de la cena que le había preparado el otro, no se percató de su alegre sonrisa ni se percató de la decepción en sus ojos cuando se encerró.

 

Suspiró cansado e intentó dormir, pero dos cosas no le permitieron llevar a cabo su deseo: primera, no sentía el cuerpo del pelinegro junto al suyo; segunda, tenía hambre. Lo último que había comido era ese soso bentou que le dieron de almuerzo en la compañía.

 

Quince minutos después de entrar a su habitación, el baterista salió, usando sólo su bóxer y la chaqueta negra del nuevo look, con destino a la nevera. Cuando miró bien a su alrededor, vio a un aburrido pelinegro jugando en la consola. Dejando de lado el hambre, se acercó y sentó a su lado.

 

-Hola, amor –el pelinegro pausó el juego y le dedicó una dulce sonrisa.

 

-Hola. Te ves cansado.

 

-Estoy muy cansado –bostezó y lo miró divertido.

 

-¿Mucho trabajo? –Le acarició la mejilla suavemente.

 

-Sí, mucho y agobiante trabajo –susurró.

 

-Lo supuse –le besó con suavidad, siendo respondido por el castaño-. Te ves hermoso –sonrió y tomó un mechón de cabello, deslizándolo entre sus dedos.

 

-Gracias –sonrió al sentirse halagado.

 

-Pensé que llegarías con hambre, así que te preparé unos onigiris para cenar –sonrió para el menor dulcemente.

 

-Gracias de nuevo, amor –le regresó el beso.

 

Se sentaron a comer. Kai reía por algunas caritas ocurrentes que se encontró en las bolas de arroz. La sencilla cena transcurrió entre un par de bromas y las anécdotas de Aoi con los videojuegos aquel día. En realidad, no hablaban de trabajo en la mesa, sólo cosas personales o banales, como los videojuegos.

 

Mientras el castaño lavaba algunos trastes, el pelinegro se dedicó a observar sus piernas descubiertas con atención, gesto que no pasó desapercibido para el baterista, quien miraba de reojo las acciones del mayor. Las miradas se vieron acompañadas por algunos silbidos, con los que el guitarrista buscaba hacer sonrojar al otro, acompañado de algunos piropos callejeros que le arrancaron más de una risa al menor.

 

-Si esas piernas son el camino, ya quiero saber cómo es la estación –se mordía el labio y lo miraba con ojos entrecerrados, haciendo sonreír sonrojado a su pareja.

 

-¡Yuu, ¿de dónde sacas esas cosas?!

 

-De internet –sonrió después de su último “ataque” y miró curioso cómo su pareja se dirigía al balcón.

 

No abrió la puerta, no movió las cortinas, se quedó allí, a dos pasos de ese cristal, observando las luces de la ciudad y las luces titilantes del cielo. El mayor en realidad estaba un poco “despierto” por ver las hermosas piernas de su novio, así que se acercó y apoyó su mentón en el hombro del castaño,  puso sus manos en la cadera del baterista, acariciando sobre la tela.

 

-¿Qué quieres? –Kai giró su rostro hacia el del pelinegro, puso sus manos sobre las del otro y sentía una pequeña excitación recorrer su cuerpo, a pesar de que el guitarrista sólo estaba acariciando su cadera sobre la ropa.

 

-Tú sabes qué quiero –llevó sus manos descaradamente al trasero del baterista y lo acarició, hasta que sintió cómo el castaño tomaba sus manos con su derecha y las levantaba sobre su cabeza.

 

-Hoy no, cariño –le susurró maliciosamente.

 

-¿Seguro, amor? –Le susurró igual y observó el miembro del menor despertando bajo su ropa interior.

 

-Seguro, mi zorrito –lo empujó al sofá y lo miró de arriba a abajo-. Quítate la ropa.

 

Aoi jamás lo admitiría, pero amaba cuando su Uke se convertía en un seme dominante, lo miraba de esa manera autoritaria y le hablaba con aquella voz ruda y ronca.

 

-Tú puedes quitármela, no seas perezoso –le dijo juguetón mientras metía una mano en sus pantalones y acariciaba su entrepierna; el menor tomó con rudeza el cabello del pelinegro y haló su cabeza hacia atrás.

 

-No te hagas el rebelde y haz lo que digo.

 

-Eres un salvaje –fingió sentirse ofendido.

 

-Sé que te encanta –usó la voz más dulce que podía en aquellas circunstancias y le soltó el cabello, llevando su mano a su rostro, acariciando su mejilla.

 

El guitarrista sonrió de lado, se quitó la franela rápidamente, tirándola cerca y se bajó los pantalones de un tirón, mirando luego al castaño con una sonrisa socarrona en los labios. Su pareja lo observaba extasiado, tocando su abdomen suavemente de arriba abajo mientras el pelinegro se desvestía para él.

 

-Toda la ropa –haló el elástico del bóxer y lo soltó, provocando que el otro siseara.

 

-Ese quítamelo con la boca –puso sus brazos detrás de la cabeza. Sabía que el menor se excitaba más si él se “rebelaba” a las órdenes que recibía.

 

-No me provoques, lindo- Su voz sonaba amenazante, sentía su miembro doler de sólo ver la actitud de su pareja, de verlo sonriendo de esa manera, negándose a hacer algo que él le pedía. Pero lo que más le excitaba era lo que seguía.

 

-¿Y qué si te provoco?

 

El castaño volvió a tomarlo bruscamente del cabello, haciéndolo recostar en el sofá, se acomodó sobre su pecho, sacó su erección de su ropa interior y la acercó a la boca del mayor.

 

-Tengo que corregir tu comportamiento, mi zorrito –con una mano paseaba su miembro por los labios del pelinegro y, con la otra, acariciaba su mejilla.

 

Aoi no se rebeló más, esa noche no quería llegar al límite sádico de su novio, por eso abrió su boca y lamió el glande del menor como si de un helado se tratase mientras sentía los dedos del menor enredarse nuevamente en su cabello y cómo intentaba meter más aquel pedazo de carne caliente en su boca.

 

El guitarrista abrió más su boca, tragó para poder recibir toda la virilidad de Kai. El menor no mentía, le encantaba que lo tratara con ese salvajismo. Usaba su lengua y dientes para darle más placer al baterista, en tanto ocupaba sus manos para masturbarse, su propio miembro necesitaba atención.

 

Esa boca lo hacía delirar. El castaño movía suavemente sus caderas para imponer su propio ritmo. Sentía cuando los dientes del pelinegro se cerraban con suavidad y rozaban su extensión al entrar y salir, esa lengua maestra rodeando su pene con lascivia y aquella garganta abriéndose para recibirlo gustosa, aquella garganta que vibraba por los gemidos del mayor. No aguantaría mucho más si seguía así.

 

Salió y se acomodó entre las piernas del pelinegro, quitándole con toda la rapidez que podía esa molesta prenda.

 

-Abre las piernas –Aoi negó y recibió una nalgada-. ¡Que las abras!

 

Como arte de magia, tenía al guitarrista expuesto ante él, con una pierna recargada en el espaldar del sofá y la otra descansando en el suelo. Kai se recargó sobre el mayor y lo besó demandantemente, mientras fingía suaves embestidas.

 

-¿Quieres que te prepare? –Susurró.

 

-No.

 

Sin más formalidades, se adentró lentamente en aquel cuerpo que lo enloquecía, tan enloquecedoramente estrecho. No esperó a que se acostumbrara a la intromisión, no quería controlarse, debía “castigar” a su rebelde zorro. Por consideración, empezó con embestidas lentas aunque fuertes. El pelinegro sentía sus ojos aguarse por el dolor, pero procuraba respirar lentamente y relajar su entrada. El castaño tomó la pierna que reposaba en el respaldo del sofá y la puso sobre su hombro, haciendo las estocadas más profundas, a lo que el guitarrista gimió ahogadamente, cerró sus ojos y arqueó suavemente su espalda.

 

-Te tengo –sonrió de lado con un jadeo.

 

A partir de ahí no hubo punto de retorno. Se impuso un ritmo rápido y frenético. Aoi sentía oleadas de placer recorriendo su cuerpo con cada golpe que daba de lleno con su próstata, mandándolo a tocar un punto del cielo, gimiendo sin pudor alguno, sujetando sus propios cabellos con una mano y masturbándose con la otra.

 

Kai jadeaba y gemía roncamente, se sintió morir de lujuria cuando su zorrito acompasó las embestidas moviendo sus caderas. Sabía que si mantenía ese ritmo salvaje, no tardarían en llegar al clímax y, aunque no quería correrse aún, tampoco quería ralentizar aquellas deliciosas sensaciones. Se inclinó para pellizcar los botoncitos de su novio, notando con gusto una mirada de placer dedicada a él por esa simple acción.

 

Para reprender a su “descarado” seme, Yuu contrajo su entrada, con suficiente fuerza como para ver una mueca de dolor/placer en el baterista. Satisfecho, notó la semilla del menor en su interior y, al instante, se corrió. Ambos gimieron fuerte y roncamente, arquearon sus espaldas y dejaron que los espasmos del orgasmo los recorrieran sin restricciones. El castaño mordisqueó suavemente la rodilla del mayor para intentar agobiar el placer que sentía.

 

Sin decir ninguna palabra, Kai salió de Aoi y le ofreció su mano para levantarse, fueron al baño tomados de la mano. Se bañaron con agua tibia, el pelinegro le dio un suave masaje en todo el cuerpo a su Uke, se besaron tiernamente y fueron a dormir desnudos, siendo el turno del guitarrista, por derecho de lo recientemente ocurrido, de dormir sobre el pecho de su pareja.

 

-¿Te sientes mejor, cariño?

 

-Sí, amor –susurró el menor y besó su frente.

 

-Me alegra –sonrió sinceramente y lo miró, dedicándole un suave beso.

 

-¿Sabes? Lo bueno de días así, es llegar a casa y tener mi dulce alivio en ella –acarició el rostro del pelinegro.

 

-Lo mismo digo –tomó su mano y la besó.

 

-Te amo, Yuu.

 

-Y yo a ti, Uke.

 

-Duerme bien, mi zorrito –rió suavemente al verlo bostezar.

 

-Eso haré, amo –lo miró divertido y se acurrucó en el pecho del menor, dejándose arrullar por los latidos de su, ahora, dormido novio.

Notas finales:

Y esta es la imagen que inspiró este One Shot -babea el teclado-.

Quiero darle las gracias a Yami por publicar esta imagen ayer, me sirvió de total inspiración para este fic. Para evitar mal entendidos: no, ella no la hizo, sólo la publicó en el rol :)

No estará de más conocer su opinión al respecto. Críticas, sugerencias, cumplidos, observaciones... Todo se puede a través de los reviews.

No siendo más, me despido. Que tengan un lindo resto de día/noche.


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