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Cuando nuestras almas se encuentren... por PinkMarshmallow

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La mañana se veía reflejada en los rayos de luz que atravesaban la fina y delgada tela de las cortinas que caían iluminando por completo la azulada habitación del menor. Incomodados por el resplandor del sol, un par de ojuelos color cobalto se abrían lentamente mientras que de sus labios salían un largo y agotador bostezo.

 

-Nnhnnn… ¿Dónde… dónde estoy? –Se preguntó así mismo el menor, mientras atisbaba su alrededor cayendo en cuenta de que las ropas que recordaba traía puestas habían sido retiradas.  -El… me puso el camisón para dormir… -pensó apenado el joven. Con premura se quitó las sábanas de encima y se apresuró a la planta baja del apartamento.

 

La estancia se encontraba vacía, y un delicioso olor que al parecer provenía de la cocina lo hizo desconcentrar por un momento.

 

-Buenos días Bocchan, hoy se ha despertado temprano. –Canturreó el oji-escarlata en una sonrisa a ojos cerrados en cuanto el menor puso un pie en la entrada de la cocina.

 

-¿Qué demonios traes puesto? –Preguntó sonrojado el menor, mientras observaba de pies a cabeza a su acompañante. –Tsk… se ve endemoniadamente bien… -Dijo para sí mismo.

 

-¿Este traje Bocchan? –Volvió a cuestionar el mayor, mientras observaba sus propias ropas.

 

-Obviamente tonto…

 

-Ah, este era mi uniforme en los años cuando servía a la familia Phantomhive. –Exclamó melodiosamente el mayor, con un toque de orgullo en sus palabras.

 

-¿Tu… servías a mi familia? –Cuestionó con un poco de melancolía en su voz.

 

-Si, algo así Bocchan, pero eso fue hace muchos años atrás…

 

-¿Hace mucho dices, pues cuántos años tienes? , no debes tener más de veinticinco…

 

-Tengo más edad de lo que aparento Bocchan. –Exclamó divertido, dejando escapar una risilla y alborotando los azulados cabellos del menor con sus grandes manos.

 

-Y… ¿llegaste a conocer a mi madre? –Preguntó el oji-azul, escondiendo su rostro debajo del su flequillo.

 

-Me temo que no tuve el honor Bocchan, pero si usted es parecido a ella, de seguro fue una mujer hermosa.

 

-Todos dicen que me parezco a mi padre, pero sí, ella era hermosa… -Sonrió el chico, con sus ojos a punto de inundarse en lágrimas. –No recuerdo mucho de ella, solo unos cuantos fragmentos borrosos. Pero después de todo,  ella falleció cuando aún era pequeño.

 

-Mis disculpas Bocchan, no debí haber mencionado ese tema. –Se disculpó el de cabellos azabaches, al notar el cambio radical de ánimo que el joven había sufrido, mientras hacia una leve reverencia en signo de respeto.

-Olvídalo, no es tu culpa. –Mencionó el joven, recobrando de nuevo su faceta orgullosa.

 

-¿Le gustaría desayunar algo Bocchan? –Ofreció el oji-escarlata en un intento de romper el iceberg que se había formado entre ambos.

 

-¿Sabes cocinar?

 

-Claro, como mayordomo de la familia Phantomhive tuve que aprender a realizar innumerables tareas domésticas.

 

-Ya veo, bien, supongo que un poco de comida casera no me vendría mal de vez en cuando.

 

-Me alegro que tenga apetito, en un momento le sirvo, por favor, espere en el comedor. –Exclamó elegantemente mientras extendía su brazo guiándolo hasta la rectangular mesa, que por cierto era lo suficientemente grande como para alimentar a ocho personas. A los minutos, el hombre de lujoso frac negro se aproximaba a el comedor con los platillos en un carrito con ruedas.

 

-¿De dónde has sacado todo esto?, en el refrigerador apenas y había un bote de mantequilla de maní a medio comer. –Exclamó algo sorprendido el peli-negro al ver el banquete que transportaba su compañero.

 

-¿Qué sucedería si no pudiera hacer algo tan sencillo como satisfacer los gustos culinarios de mi amo? –Fue la respuesta del mayor, mientras extendía y acercaba el primer platillo a su joven amo.

 

-No creas que mis papilas gustativas son tan simples, además ya te dije que no me llames amo, ni Bocchan, ni nada por el estilo… Solo llámame por mi nombre.

 

-Mis disculpas Bocc… Ciel. –Se sentía extraño para el oji-carmín decir en voz alta el nombre de su amo, cosa que este nunca le había permitido en el pasado.

 

El oji-azul dirigió su mirada a el plato que tenía en frente, y sin esperar la gran cosa, dio el primer bocado a la que, a su parecer se trataba de un trozo de lasaña de carne acompañada de unas cuantas verduras.  Sus orbes se dilataron de sobremanera, para después tomar un segundo bocado sin vacilar.

 

-Está delicioso, demasiado delicioso… -Se dijo a sí mismo con una expresión de asombro. Cosa que el mayor noto de inmediato y le pareció bastante “lindo”.

 

-¿Es de su agrado Ciel?

 

-No esta mal… -Dijo sin rastro de empatía el menor, mientras se llevaba otro trozo a la boca.

 

-Me alegra que le gustara. –Dijo satisfecho de sí mismo el oji-escarlata, mientras permanecía de pie justo al lado del chico.

 

-¿No te piensas sentar? –Interrumpió su comida el menor, al mismo tiempo que observaba a el hombre situado a su lado.

 

El mayor lo atisbó mudo unos segundos antes de responder, su joven amo jamás le habría concedido el honor de comer a su lado. En el fondo de ese bulto negro al que los humanos llamaban corazón pudo sentir una pizca de lo que los  seres como su amado titulaban como “felicidad”.

 

 

-¿Está seguro Ciel? –Dudó el mayor al pensar que se podría tratar de una jugarreta del menor.

 

-¿No escuchaste lo que acabo de decir? Además no es que necesite pedirme permiso para la simple acción de tomar asiento.

 

El hombre asintió esbozando una sonrisa y sentándose en una silla varios lugares alejados del niño.

 

-Sebastian, acércate más, me gusta que mis invitados puedan escucharme claramente mientras les hablo. –Exclamó el oji-azul, haciendo un gesto con su mano bastante irresistible a los ojos del demonio.

 

Este solo sonrió divertido y se posicionó en la silla consiguiente a la del niño, bastante cerca del pequeño.

 

-¿No vas a comer un poco? –Preguntó el oji-azul, acercando su propio plato a el lugar de Sebastian.

 

-Ya he comido un poco antes de que usted bajara. –Mintió. –Prefiero verlo comer a usted, se ve tan lindo. –Dijo aproximándose a su rostro, mientras apoyaba sus codos en la mesa y su rostro en sus manos, en una pose bastante “angelical e inocente”, mientras que observaba con atención a el menor terminar su lasaña.

 

-¿Eres retrasado? –Preguntó cortante el oji-azul, pero sin poder disimular el colorete en sus níveas mejillas. –No digas cosas tan vergonzosas. –Terminó llevándose el último bocado a sus labios.

 

-Bocchan, tiene un poco de salsa en su mejilla. –Susurró con sensualidad el peli-azabache mientras se inclinaba con premura hacia este y lamia con parsimonia su suave piel.

 

-¡Pero que… detente! –Gritó agitado el menor, mientras se paraba con brusquedad, derramando su bebida en toda la mesa y encima de sí mismo, ensuciando su bata blanca de color rojo.

 

-¿Ve lo que ha hecho Bocchan?, no debería actuar tan desesperadamente. –Se expresó a modo de sermón el oji-escarlata, con cierto toque de burla en su voz. –Vamos, ahora tendrá que tomar una ducha si no quiere resfriarse. –Concluyó este, levantando a el joven de su asiento.

 

-¡Hey, Sebastian, puedo caminar por mi cuenta, no es necesario que me cargues idiota! –Gritaba exasperado el menor, intentando zafarse del agarre de su compañero que no tenía intenciones de obedecerlo.

 

-Por supuesto que no, desde que empecé como mayordomo de la familia Phantomhive, no hubo un día en el que el joven amo  se limpiara por sí mismo, yo siempre fui el responsable de esta tarea.

 

-¡De seguro tenía menos de cinco años, ahora por favor déjame bajar!

 

En cuanto menos acordaron y entre reclamos y pataletas del oji-azul por fin llegaron a una habitación de mediano tamaño, que fungía como cuarto de baño. Tenía mosaicos en las paredes y piso  de color blanco, una silla de madera, un lava manos, retrete y situado en medio una bañera con regadera. Un baño común y corriente.

 

El mayor bajó por fin al pequeño y con elegancia se retiró su saco  depositándolo en la silla y arremangó las muñecas se sus mangas hasta la altura de sus codos, dejando ver su blanquecina piel. Enseguida retiró sus guantes, jalando del dedo medio de estos con su boca y colocándolos cuidadosamente sobre el saco ya doblado, para después abrir la llave de la bañera y empezar a preparar un baño caliente para su joven amo. El menor solo lo observaba avergonzado, esperando a que se fuera para poder empezar a desvestirse.

 

-¿Y bien? –Exclamó el menor al notar que aparentemente todos los preparativos estaban listos.

 

El oji-escarlata solo ladeo la cabeza en seña de que no entendía a lo que se refería el joven  peli-negro.

 

-¿Perdón?

 

-¿Qué si ya te vas a ir o quieres que me desnude frente a ti? –Se explicó de manera recia y directa el infante.

 

El mayor movió su ropa y se sentó en el lugar de esta, indicándole que no se movería de ahí hasta que no se metiera en la bañera.

 

-Bastardo… -Susurró el oji-azul, mientras que con desgano comenzaba a deshacerse de sus ropas hasta quedar en interiores, completamente a merced de la mirada lujuriosa de su acompañante. -¿Satisfecho? No me digas que en serio me quieres ver completamente desnudo…

 

 -No es eso Bocchan, es más… -Explicó mientras se desataba la corbata. –Me vendaré los ojos, si eso lo hace sentir más cómodo. –Intentó tranquilizar a el joven Phantomhive, mientras cubría su rostro con el pedazo de tela. –Lo ve, no puedo ver nada.

 

Después de hacer varias pruebas para comprobar si era cierto, el menor se sintió más confiado y enseguida procedió a quitarse lo poco de ropa que le sobraba. Soltó un largo y confortable suspiro al sentir la tibia sensación del agua abrazando su piel.  Cuando un par de manos frías a comparación de la temperatura a la que el líquido vital estaba se hicieron presentes en todo lo largo de su espalda, tallando gentilmente su nívea y lechosa piel.

 

-¿Qué demonios estas haciendo? yo puedo hacerlo solo…

 

-Tranquilo Bocchan, no hay parte de su cuerpo que yo no haya visto o sentido antes.

 

-¡¿Cómo se supone que eso deba tranquilizarme idiota?!

 

Un sonido hizo desconcertar a ambos, el oji-azul lo ignoró, pero el mayor con un sentido del oído aun más agudo y desarrollado prestó mucha atención. -Una persona, de mediana estatura, con zapatos altos esta rondando en la planta baja. –Fue la deducción del demonio.

 

-¡Ya estoy en casa! –Advirtió una voz al parecer femenina, la cual si pudo escuchar el menor, volviéndolo a la realidad.

 

-Tsk… no pensé que llegaría tan temprano… -Se recriminó a sí mismo el oji-azul. -¿qué pensará si me ve así?

 

-¡Mocoso, te he dicho que ya llegue!  -Volvió a exclamar la mujer.

 

El oji-escarlata se retiró la corbata que cubría sus ojos y observó confundido a el pequeño desnudo que sostenía en sus brazos, ¿cómo se atrevía a hablarle así a su joven amo?, no, no era solo su amo, era la persona que más le importaba. El “clic” de la cerradura de la puerta girando hizo que los corazones de ambos se sobresaltaran.  Los ojos color cobalto se postraron en los escarlata en un deje de desesperación, como si preguntaran “¿qué haremos ahora?”. 

 


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