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Cuando nuestras almas se encuentren... por PinkMarshmallow

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Notas del capitulo:

Hola ¿cómo estan todos? Estos días he estado un poco falta de inspiración e imaginacón, pero bueno, por fin me he tomado un poco de tiempo para actualizar.

Sin más, agradesco a Michyru8 por seguir mis FF y aprecio mucho sus comentarios. 

 

Disfruten!

“¿Qué haremos ahora?” se podía ver a cientos de kilómetros de distancia esta interrogativa en la mirada de ambos. Una idea surcó la mente del mayor.

 

-Bocchan ¿podría hacerme un favor?

 

-¿Qué cosa?

 

-Por favor, no vaya a gritar. –Y terminando su frase, el oji-escarlata se despojó de sus ropas con velocidad y tomando una bocanada de aire se introdujo en la bañera.

 

-¿Qué demon…?

 

-¿Por qué no respondes cuando te estoy hablando? –Se asomó la malhumorada mujer de blanquecinos cabellos por una abertura de la puerta.

 

-Lo siento, no te pude escuchar por el agua que caía…

 

-Lo siento, lo siento, lo siento, siempre dices lo mismo, sería mejor que dejaras de hacer tantas estupideces, al menos así no me marearías tanto con tus patéticas disculpas de siempre. Ahora voy a preparar algo de comer, si no estas listo en dos minutos le daré tu comida a los perros. –Advirtió antes de azotar la puerta tras de sí.

 

-Se ha ido Sebastian.

 

El mayor apresurado sacó su cabeza para reclamar lo que sus pulmones en ese cuerpo terrenal le imploraban . Y con unos cuantos cabellos mojados cubriéndole el rostro, observó con interés a el joven oji-azul que se encontraba acompañándolo, que a duras penas se podía cubrir el cuerpo con sus pequeñas manos.

 

Una sensación de hambre insaciable invadió por completo todo el ser del demonio, que de no contar presencia de esa desagradable mujer, no hubiera dudado ni un segundo en reclamar como suyo ese virginal cuerpo sonrojado hasta las puntas de los pies. –Aun es un niño… Se repetía una y otra vez. –Tengo que resistir, si lo soporté por cuatro  años lo podré soportar cuatro minutos…

 

-¿Piensas quedarte ahí? –Preguntó el menor al notar el ensimismamiento del oji-escarlata.

 

Este solo reaccionó por instinto y se puso de pie en la tina, dejando a la vista su desnudo y mojado cuerpo, delgado pero con una remarcada musculatura y una hermosa y tersa piel tan clara como la nieve. Todo en las narices del avergonzado joven Ciel, que hacia lo posible por no mirar el imponente cuerpo del mayor, evitando por completo sus partes íntimas.

 

-Discúlpeme Bocchan, no tuve otra opción, de no haber hecho lo que hice nos hubiera descubierto. –Se justificó el mayor mientras se colocaba sus ropas.

 

-Pudiste haberme avisado por lo menos. –Dijo con un leve tic en su ceja derecha.  -Y bien, ¿ahora que haremos?  No te puedes quedar todo el día oculto en el baño.

-No se preocupe Bocchan, el resto déjemelo a mí. –Exclamó seguro de sí mismo, mientras le dedicaba un guiño al oji-azul.

 

¿En qué momento empezó a volverle a llamar Bocchan? ¿En qué momento empezó a desear que así le llamara para el resto de su vida? Las palabras seguras del oji-escarlata por alguna razón le hacían sentir seguro, como si pudiera confiarle cualquier cosa y el nunca fallaría o le abandonaría. El no era como las demás personas que había conocido en su corta vida, el era “especial”, había algo en el que le daba una sensación de tranquilidad, pero aún no recordaba del todo que era.

 

-Esta bien, no vayas a fallar Sebastian, que no te descubran. –Ordenó el joven mientras salía del agua y se vestía con un coordinado de shorts negros y playera de mangas largas azul, del mismo color que sus zapatillas deportivas.

 

-¿Se trata de una orden, Bocchan? –Un brillo carmesí invadió los afilados ojos del mayor.

 

-Así es, te lo ordeno. –Exclamó decidido el menor, mientras salía del baño cerrando la puerta detrás de el y encaminándose a la planta baja. –Por alguna razón esta situación me deja un sabor de deja-vú. –Dijo para sus adentros el chico.

 

Con precaución bajó las escaleras, atento a su alrededor en busca de cualquier peligro o “proyectil” como los que le solía arrojar su madrastra cuando perdía por completo la paciencia. Alcanzó a atisbar una silueta de mediana estatura en la cocina que estaba de espaldas hacia la puerta, aparentemente estaba rebanando algo, porque podía escuchar el sonido del cuchillo cada vez más fuerte y  constante. Lentamente, como un cordero intentando pasar desapercibido por el lobo, se deslizó hasta la pequeña mesa que se encontraba en la cocina.

 

-Hasta que te dignas a bajar. –Dijo a lo bajo la mujer de albinos cabellos, aun dándole la espalda al niño.

 

-Te dije que estaba duchándome. –Se disculpó el menor sin subir la mirada.

 

-Mi pequeño Ciel, ¿sabes lo que sucede en esta casa cuando alguien desobedece las reglas?

 

-Yo no desobedecí a nadie…

 

-¡Te hice una pregunta! –Lo interrumpió gritando Angela.

 

-”Será severamente castigado”… -Citó  a su madrastra de la última vez que lo había “reprendido”, esperando lo peor.

 

-Así es –Dijo la mujer mientras se volteaba hacia el pequeño con una sínica sonrisa en su rostro. –Ahora dime pequeño, ¿quién estuvo en casa mientras no estaba yo?

 

La pregunta lo dejó congelado, ¿cómo rayos se había dado cuenta? Tomó una bocanada de aire mientras pensaba con minuciosidad las palabras con las que le respondería.

 

-Estuve yo y solo yo, nadie más a entrado a esta casa.

 

-¡Mientes! –Gritó exaltada la peli-albina mientras clavaba con fuerza el filoso cuchillo en la mesa, esta vez con una expresión de psicópata e su rostro.  -Había varios platos sucios en el lava trastes y olía a comida casera, un inútil como tú nunca podría hacer algo así.

-Te digo que estuve todo el día solo… -Dijo el menor, retrocediendo un poco aterrado del comportamiento de su madrastra.

 

-Mentiroso, mentiroso, mentiroso, ¡MENTIROSO! ¡Eres un sucio mentiroso! –Gritó totalmente alterada la mujer mientras se abalanzaba contra Ciel.

 

Levantó su mano, lista para propinarle una bofetada al pequeño mientras lo retenía con la otra entre el suelo y su peso, pero un sonido la distrajo, alguien llamaba a la puerta insistentemente.

 

-No se te ocurra gritar por que te corto la lengua. –Sentenció la mujer de blancos cabellos mientras se ponía de pie y se dirigía hasta la entrada principal. -¿Buenas tardes, qué se le ofrece? –Exclamó con una sonrisa (muy bien fingida) en su rostro.

 

-Buenas tardes señora, estoy buscando al joven Ciel Phantomhive. –Sonrió igual el hombre de buen parecido y gafas delgadas sobre su escarlata mirada.

 

-¿Se puede saber para qué?

 

-Verá, soy maestro del colegio en que su hijo se encuentra, y debido a petición de mis superiores, me asignaron como tutor particular del joven Phantomhive.

 

-Ya veo. –Dijo la peli-albina con un toque de duda. –Pero profesor, el día de hoy es Domingo…

 

-Estoy consiente de esto señora, pero como su tutor privado, me verá aquí de Lunes a Domingo, claro que todo con el objetivo de reforzar los conocimientos del joven.

 

El menor escuchaba todo desde la sala, -Ese hombre en verdad es astuto. –Pensó dentro de sí el oji-azul. –Se ha inventado una excusa para pasarse por mi casa todos los días, pero ¿por qué? –Este siempre le afirmaba que lo amaba, pero bien podía ser un amor paternal, no forzosamente tendría que estar “enamorado” de el. Las ilusiones que tenía hace un momento se desvanecían como el humo en su corazón. -¿Por qué se enamoraría de mi si solo conviví con el unos años?

 

-…entonces, con su permiso, voy a pasar. –Escuchó la voz del peli-azabache adentrándose en su hogar. –Buenas tarde joven Phantomhive. –Lo saludó esbozando una sonrisa a ojos cerrados.

 

-Esto… buenas tardes profesor. –Respondió el chico intentando actuar lo mejor que podía. Si me disculpas Angela, estaremos en mi habitación estudiando. –Dijo el oji-azul mientras tomaba la mano del mayor con premura y lo jalaba hasta la habitación de arriba.

 

La peli-albina observaba a aquella pareja disgustada, esto no le daba un buen sabor de boca. –Algo se trae entre manos este mocoso… -Dijo para sí misma la mujer mientras observaba su reflejo en el afilado cuchillo.

-Y yo descubriré que es… -Exclamó mientras lo clavaba con fuerza de nueva cuenta en la mesa.

 

 

 

 

-¿Cómo se te pudo ocurrir eso? –Cuestionaba el oji-azul sentado a la orilla de su cama, mientras observaba al hombre de escarlatas orbes que se encontraba de pie frete a el. –Además como rayos hiciste para salir sin que te viéramos, si estabas en el baño.

El mayor solo se limitó a sonreír, parado como un cachorro, esperando a las ordenes de su amo, meneando la cola feliz de la compañía del menor.

 

-Soy capaz de hacer cualquier cosa por mi amo. –Fue la respuesta de este, mientras hacia una leve reverencia.

 

El oji-azul puso un semblante de disgusto y hastió, esto del “mayordomo y el amo” le empezaba a fastidiar, y le molestaba aun más ser el único que no recordara nada de su pasado, parecía que el hombre sabía más de el que cualquier otra persona, incluyéndose.  Aun que, por una parte la dude le carcomía por otro lado sentía que no quería saber la verdad, era cierto que la presencia del oji-escarlata le traía calidez, también le recordaba algo de melancolía, algo que borro de su mente por alguna razón. –Si quiero saber más, tengo que ser fuerte… -Se dijo así mismo.

 

-¿Sebastian?

 

-¿Sí, Bocchan?

 

-Tu dices que me conoces desde hace tiempo, pero yo no logro recordarte, por eso… quiero que me hables más acerca de lo que según tu vivimos juntos.

 

-Bocchan, hay algunas preguntas que son mejor no responderlas… -Comentó el mayor, esbozando una sonrisa.

 

-¡No me vengas con eso! –Gritó exasperado el joven Phantomhive, harto de tanta ignorancia. –Si te estoy preguntando es por que quiero saber la respuesta. ¡Es una orden! –Por alguna razón, creyó que estas palabras atarían de manos a el mayor y lo obligarían a hablar.

 

El de mirada granate se limitó a asentir e introducir su mano a la gabardina negra que llevaba puesta, parte de su atuendo de profesor, de este sacó a relucir un sobre de apariencia vieja, el cual extendió hacia el pequeño, que lo observaba impaciente.

 

-¿Qué es esto?

 

-Ábralo y usted mismo lo descubrirá.

 

El menor rasgó con violencia el sobre, impaciente de ver su contenido. Sus azulinos ojos se abrieron de sobre manera al observar aquello.

 

-Esto… ¿esto es…?

 

Notas finales:

Perdon por dejarlos con la duda n_n pero me encanta hacerlo xD!!!


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