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Cuando nuestras almas se encuentren... por PinkMarshmallow

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Notas del capitulo:

Hola!! ¿Cómo les va? n_nu se que me tardé bastante en actualizar pero andaba enfermita y pues no me había podido conectar ni un segundo a la computadora. Por favor no me maten, les traigo el siguiene capítulo, espero que lo disfruten.

Un terrible ardor en su juvenil rostro le hizo despertar, se empezaba a sentir acalorado por el responsable de despertarle. El solo se colaba por un espacio del vitral y daba de lleno con el níveo rostro del oji-azul.

Un bostezo apareció en sus labios por inercia mientras con una de sus pequeñas manos tallaba sus ojos, intentando despegarlos y así despertar por completo. Aguardó unos segundos, esperando encontrarse con aquella presencia demoniaca, pero después recordó que el mismo había sido el que le pidió que se retirara. –Me pregunto si hice lo correcto… Quitándose aquellas dudas, decidió que lo mejor sería empezar a prepararse para el colegio.

 

Con tranquilidad ingresó al baño y ahí se lavó, cepilló sus dientes y se acomodó el cabello, para después colocarse su elegante uniforme del prestigioso  instituto. El le había insistido muchas veces a su padre que no era necesario invertir tanto en una escuela como esa, con una pública bastaría, pero su padre siempre preocupado por su bienestar, trabajaba arduamente para poder pagarle los estudios y que llevara una vida con comodidades, era una de las razones por las cuales la mayoría del tiempo se encontraba en viajes de negocios o en su oficia trabajando.

 

Como toque final, ató con elegancia aquel listón azul que llevaba como corbatín y ató las cintas de sus zapatos. Tomó su mochila y con parsimonia bajó las escaleras, encontrando a su madrastra tendida en uno de los sillones de la sala. –Probablemente bebió hasta desmayarse, de nuevo… -Fue la suposición del menor.

 

Sin más tomó una manzana de la cocina y salió del apartamento.

 

 

 

 

 

 

 

Aun no sonaba el timbre de entrada, por lo cual los chicos aglomerados en el patio de receso aprovechaban ese momento para platicar y juntarse con sus compañeros y amigos. El ir y venir de sus compañeros y sus parloteos incesables a veces mareaban un poco a el oji-azul, no le agradaban para nada los lugares concurridos o con muchas personas.

El se abstenía a permanecer recargado a la pared de roca de la entrada, mientras le dedicaba una que otra mordida a la jugosa manzana. Algunas compañeras le observaban atentas, y cuando el oji-azul volteaba a verlas ellas de inmediato dirigían su mirada hacia otra parte, era cierto que a su corta edad era bastante popular entre sus pre-adolescentes compañeras, pero a el poco le importaba ese tipo de relación.

 

Un grito agudo resonó en sus odios, seguido de pasos agitados que se aproximaban hacia donde se encontraba.

 

-¡Cieeel! –Brincó un chico rubio a su cuello, sujetándolo con fuerza.

 

-Alois… cuantas veces te he dicho que no hagas eso.. Si no me sueltas me voy a…. –Ambos amigos cayeron al duro suelo, empolvando sus costosos uniformes y de paso, tirando la deliciosa manzana de Ciel.-Tsk… eso dolió, idiota… -Se quejó el peli-negro con su rubio amigo encima.

 

Las niñas de su clase los observaban y soltaban una que otra risilla. En el grupo, Alois vendría siendo el segundo más solicitado en la escala de los chicos, después claro de Ciel Phantomhive.

 

-Esto… lo siento.. Es solo que te extrañé mucho el fin de semana…

 

-No seas ridículo Alois, solo fueron dos días. –Exclamó frío y calculador en menor mientras sacudía sus ropas.

 

-¡Eehh.. Que cruel eres Ciel! –Dijo haciendo un exagerado puchero. –Ni siquiera me llamaste…

 

 

 

 

El oji-azul se cuestionaba cómo fue que terminó con semejante  como amigo, con un poco de gracia recordó como es que hace siete años fue que se conocieron. Como el instituto en el que se encontraban estudiando tenía desde kínder Garden hasta preparatoria, fue el primer día de clases en el jardín de niños que un pequeño crío rubio correteaba por el patio de juegos, cuando de pronto “chocó” con una presencia más y ambos cayeron de lleno al suelo.

 

-Tsk… ¡eso dolió, tonto! –Gritó una pequeña y aguda voz de hermosos ojos cobalto y semblante serio para su corta edad. –Por lo menos discúlpate…

 

El pequeño infante rubio lo miró sorprendido, en ese momento le pareció bastante “lindo” y a como diera lugar quería que fuera su amigo. Este se abrazó con fuerza del pequeño cuello, sofocándolo.

 

-Lo haré si prometes que serás mi amigo…

 

-E… esta b…ien so… solo suéltame, que me asfixias… -Intentaba zafarse el niño.

 

 

 

 

 

En fin, ese era uno de los precios que tenía que pagar por haber cedido aquella vez hace siete años.

 

-Ya, tranquilízate. Además no es como si llamarte fuera mi responsabilidad.

 

-Neee… eres tan lindo en esa faceta fría tuya.

 

-Sólo cállate y deja de molestar, mira lo que has hecho, me dejaste sin desayuno… -Exclamó el oji-azul, observando lo que antes había sido una deliciosa manzana.

 

El timbre interrumpió su platica y ambos entraron a clases. Entre los sermones de los profesores y  una que otra fórmula matemática Alois insistía en molestarlo en lo relacionado con “el hombre misterioso” que había encontrado en la calle, y si había ocurrido algo entre ellos o no. Aun que no le gustara admitirlo, la simple presencia del azabache le causaba un revuelo en el estómago, no muy seguro de lo que significara aquella reacción física, no podía dejar de pensar en dónde se había metido después de su última orden. –Tal vez no debí haberle ordenado aquello ,¿qué tal si no vuelve? –Se preguntaba mientras observaba por la ventana, eso siempre le ayudaba a relajarse. -¡¿Qué rayos estoy pensando?! ¿A mí que me importa si no vuelve?  No es como si le extrañara ni nada por el estilo…

 

El timbre sonó por segunda vez, esta ocasión, anunciaba el término de las clases de ese día. Con premura, todo se pusieron de pie y tomando sus respectivas mochilas se dirigieron a la salida del instituto.

 

Intentando evitar los “cariños” que su rubio amigo le ofrecía cada vez que se encontraban, decidió adelantarse un poco a el gran portón que daba a la calle. Para su sorpresa, al llegar ahí una alta y esbelta figura vestida de negro lo esperaba, recargado en un lujoso auto del mismo color. Con una sonrisa a ojos cerrados le abría la puerta del co-piloto.

 

-¿Qué rayos haces aquí? ¿A caso no te ordene que te alejaras?. –Se quejó falsamente el menor, obviamente ansiaba su compañía, pero el orgullo no le permitía decirlo.

 

-Bocchan, en esa ocasión nos encontrábamos en su casa, y tal como lo ordenó, yo no me he acercado a su hogar. Aquí es un lugar diferente. –Dijo sonriendo con suficiencia.

 

-Tsk… ¿de dónde has sacado eso? –Preguntó el oji-azul postrando su mirada en el , aparentemente, costoso auto.

 

-Ah, esto, bien lo he comprado con algunos ahorros que tenía. Después de todo, es el siglo veintiuno y yo tengo que acoplarme como buen mayordomo.

 

-Hablando de eso… -Exclamó el menor observando a sus alrededores. –La gente nos mira extraño.

 

Era cierto que el colegio era para gente “bien acomodada” , pero no solo el auto llamaba la atención. Sino la vestimenta del mayor, ese lujoso frac negro que alguna vez le sirvió como vestimenta en la mansión Phantomhive, sin mencionar el buen parecido que tenía. Algunos también le observaban con desagrado, pensando que se trataba de algún acosador de niños o algo por el estilo, ya que nunca lo habían visto por el vecindario.

 

-Necesito que te vayas, lo gente empezará a suponer cosas extrañas.

 

-Me temo que no Bocchan, no volveré a poner en riesgo su seguridad. –Se defendió el oji-carmesí sin señales de quererse retirar.

 

-Esta bien, pero tendremos que irte a comprar algo de ropa “normal”. –Bufó el menor mientras  subía con pesadez al auto y se colocaba el cinturón. A lo que el mayor se limitó a esbozar una cálida sonrisa y subir también.

 

Conforme pasaban los segundos la velocidad del automóvil deportivo incrementaba, los azulinos ojos del menor se postraban en la silueta del hombre que se encontraba tras el volante. Con sus orbes carmesí concentradas en la carretera y tomando firmemente el volante con ambas manos no prestaba atención a la constante mirada de su pequeño acompañante.

 

Después de quince minutos de camino, por fin se empezaba a divisar el complejo de la estructura de su destino, lo acababan de restaurar después de diez años, por lo que mucha gente había asistido ese día.

 

-Aquí es, estaciónate por ahí. –Indicó el menor, a lo que el oji-escarlata obedeció..

 

El mayor descendió del auto primero para cortésmente abrirle la puerta a su amo.

 

-No soy una dama Sebastian. –Bufó el menor mientras bajaba.

 

-Pero usted es mi amo.

 

Ambos entraron a el centro comercial. Dentro un torrente de gente iba de un lado a otro, al parecer había buenas ofertas en todos los departamentos. El menor se abrió paso entre la multitud, dejando atrás al peli-azabache, que por unos torturosos minutos  perdió todo rastro del chico.

 

-¡Bocchan! –Exclamó preocupado al notar la ausencia del menor.

 

-¡Sebastian, aquí estoy! –Lo llamó el oji-azul, que se encontraba sentado en una banca. –Te perdí de vista, así que preferí esperarte aquí.

 

Un suspiro de alivio salió de sus belfos, el hecho de no sentir la presencia de su amo le hacia que los nervios le carcomieran. Aun que ya hace tiempo había aceptado sus “sentimientos” si es que los demonios podían tenerlos, aun le parecía extraño de sí mismo el preocuparse tanto por un simple humano. La sensación de perderlo le invadía igual que aquella vez, que fue arrebatado de sus brazos.

 

-Bocchan, tome mi mano. –Dijo mientras extendía su brazo hacia el menor.

 

-¿Hm? A caso quieres que la gente piense mal…

 

-No era una pregunta. –Exclamó mientras lo sujetaba con fuerza y lo arrastraba con el.

 

-¡Oye! La gente se nos queda viendo.

 

-No se preocupe, para ellos solo somos un padre y su hijo, o tal vez un hermano y su hermanito menor. –Dijo esbozando una sonrisa.

 

¿Por qué siempre lograba convencerle?  ¿Por qué no podía objetar contra esos ojos granate? Y sobre todo ¿por qué sus manos juntas no le causaban desagrado? Podía sentir el calor emanar del cuerpo de Sebastian, si, estaban muy cerca debido a el embotellamiento de personas. Casi podía percibir la esencia de su colonia en su cuello, no, no era su colonia, era el olor que emanaba por su naturaleza, uno bastante fresco y masculino.

 

-Tal vez deberíamos entrar aquí. –Señaló el menor mientras observaba al interior de una tienda.

 

El mayor asintió y una señorita de cabellos castaños y recogidos por una coleta los recibió en la entrada.

 

-¿Les puedo ayudar en algo? –Dijo la mujer, mientras observaba embelesada a el mayor de los dos, esté también la miraba, su rostro le pareció conocido, pero simplemente lo ignoró.

 

-Esto… estoy buscando ropa para… para mi hermano mayor. –Mintió el oji-azul.

 

-C..claro por aquí por favor. –Los guió hasta un par de estanterías con diversos estilos y colores de ropa colgadas en ellas y comenzó a apilarlas en sus brazos hasta formar una montaña que les imposibilitaba la vista.

 

-Bocchan ¿no cree que esto es demasiado?

 

-Esta bien, lo único que tienes son trajes negros y viejos, necesitamos comprarte todo un nuevo guardarropa. Después de todo, como buen amo debo comprarle ropa a mi perro.

 

Sebastian alzó las cejas en signo de sorpresa, a veces la actitud de su Bocchan lo sorprendía con demasía. 

 

La mujer escuchaba su charla algo curiosa, pero aplicando las reglas profesionales que tenía, prefirió no intervenir.

 

-Creo que esto le sentaría bastante bien. –Dijo mientras le extendía un conjunto de playera blanca, suéter gris y pantalones negros.  -¿Por qué no se los prueba? –Sugirió ansiosa la chica.

 

-Ejem… -Se aclaró la garganta en menor. –Tus servicios ya no son necesarios, nosotros podemos solos. –Exclamó mientras se paraba frente a un sorprendido Sebastian, de manera defensiva.

 

A la chica solo le quedaba retirarse, no se iba a poner a discutir con un niño solo por que su hermano mayor estaba bueno.

 

-Tsk… que mujer más vulgar… -Carraspeó el oji-azul en cuanto se fue la mujer. -Se te insinúa tan descaradamente que me enferma...

 

El demonio no pudo evitar sonreír, se sentía “alegre” de que su amo se pusiera celoso por el, aun que no quisiera admitirlo. Además de que le fascinaba por demás el molestar al peli-negro y observar sus reacciones.

 

-Bocchan, ¿podrá ser que esta celoso? –Insinuó con una sonrisa pícara.

 

-¡No supongas cosas extrañas! ¡Ahora ponte esto! –Gritó mientras le arrojaba la ropa directo en la cara.

 

-Si, si…

 

El pequeño se sentó cruzando sus piernas en uno de los sillones individuales que normalmente tienen en las tiendas para esperar mientras tu acompañante se prueba la ropa. Esperó unos cuantos minutos a que el mayor saliera, pero se empezaba a demorar.

 

-¡Sebastian! Si no sales ahora me iré. –Exclamó algo ya exasperado por la demora.

 

Pero acto seguido, la cortina que se encontraba entre los dos se desplazó hacia un lado con rapidez y bien, esto es lo que se vio: http://24.media.tumblr.com/tumblr_m4jyp9m99d1rn8uwro1_500.png

 

Los ojuelos cobalto, ahora abiertos como platos, atisbaban de pies a cabeza la delgada silueta que se encontraba enfrente suya y pronto se le unió la encargada de la tienda, que hecha un mar de hormonas empezó a sangrar por la nariz.

 

-Creo que prefiero mi frac Bocchan… -Dijo algo no muy convencido el mayor, mientras observaba su reflejo en un espejo de cuerpo completo.

 

-Tonterías. –Exclamó Ciel mientras se aproximaba a el mayor. -¿Podrías inclinarte por favor?

 

Extrañado, el oji-carmesí obedeció y se agachó hasta quedar a la altura de su amo, clavando su rojiza mirada en la azul como el océano. Encantado por el tono rosado en el que las mejillas del niño se tornaban.

 

-Este es el toque final… -Dijo en tono triunfante, mientras que con cuidado colocaba una delgada bufanda alrededor del níveo cuello del mayor, sonriendo en satisfacción.

 

De pronto, la ropa que le desagradaba le empezaba a gustar, si a Bocchan le gustaba a el también le gustaría. De nuevo observó el reflejo en el espejo, pero no se veía a sí mismo, más bien observaba la escena que tenía con el menor. Sin poder aguantarlo más, con delicadeza acarició la cabeza del menor, revolviendo sus cabellos de reflejos azules.

 

-Bocchan, usted a veces ni siquiera se da cuenta de las cosas lindas que hace.

 

-¿De qué rayos hablas?, en fin, ya es hora de irnos. Toma todo lo que te gustó y vámonos.

 

Pagaron la cuenta, y con más de diez bolsas en las manos salieron del establecimiento.

 

-Ahora que hemos terminado ¿Qué le apetece hacer Bocchan?

 

-Mmmm… -El menor miró a su alrededor, divisando a lo lejos un puesto de helados. –¡Ahí! –Exclamó mientras señalaba con un dedo.

 

El demonio se limitó a seguirle sonriendo, después de todo era solo un niño, aun que quisiera aparentar lo contrario.

 

-Un helado de vainilla por favor. –Dijo el oji-azul parándose de puntillas en el mostrador debido a su acortada estatura lo cual, resultó encantador para el dependiente del puesto y para Sebastian.

 

-¡Sale un helado de vainilla para el pequeño! –Exclamó el hombre con toda la buena intención, aun que no haya sido tomado de la misma forma por el menor, que intentando guardar la calma solo chasqueó la lengua en signo de molestia.

 

-Sentémonos por aquí. –Sugirió Sebastian señalando una mesa vacía posicionada en una esquina del establecimiento.

 

Con rapidez, el menor empezó a saborear su cono de helado. Con pequeñas lamidas iba bajando cada vez más su contenido, a lo que el oji-escarlata solo observaba gustoso. Un muy ligero sonrojo se podía atisbar en sus níveas mejillas, renaciendo ideas morbosas en su cabeza que a duras penas podía contener sin suspirar un poco. Los ocelos color fuego carmesí  delineaban con curiosidad y complacencia la silueta del pequeño, preguntándose como es que en sus años de servicio nunca había logrado apreciar por completo los encantos de aquel adorable ángel.

 

El menor, al sentirse observado por aquellos par de rubíes no pudo evitar sonrojarse, su mirada le incomodaba con demasía, interrumpiendo así su degustación.-¿Gustas? –Preguntó levantando la mirada al percatarse de la extraña atención que el azabache le brindaba.

 

El aludido, recién sacado del trance en el que se encontraba se limitó a asentir, acto seguido Ciel extendió su mano hasta la boca de su compañero a lo cual respondió lamiendo dudativo la punta del cono, derramando un poco sobre sí mismo.

 

-Tsk… que desperdicio. –Masculló el oji-cobalto removiendo los restos de la camisa y llevándoselos a la boca con su dedo, completamente inconsciente del revuelo en el estómago que le causaba a Sebastian.

 

Este solo le atisbó , por no decir avergonzado del comportamiento del pre-adolescente, que era la suficientemente inocente aun como para percatarse de lo que hacía. Tenía que admitir que desde que vio por primera vez a esa suculenta alma le pareció interesante tener a “un niño como amo” y hasta se podía decir que llegó a sentir algo de admiración y cariño. Pero jamás se imaginó lo que en su interior se desataría por aquellos tiempos, algo más oscuro y profano, algo más prohibido para los demonios, una palabra tan simple de solo cuatro letras y un sinfín de significados, aquello que el mismo había visto que los humanos eran capaces de asesinar por el simple hecho de que les perteneciera. Amor. Estúpido e insufrible amor, y principal causa del fallecimiento del Conde. Si nunca se hubiera enamorado de un humano jamás hubiera sido necesaria su muerte, o más bien, jamás hubiera despertado los celos de aquella persona que sin darse cuenta le había estado observando desde que salió del inframundo.

 

-Ya terminé Sebastian, iré a tirar esto. –Dijo el menor mientras se levantaba de la silla y buscaba con la vista algún  vertedero de basura.

 

-Si, vaya con cuidado. –Le respondió.

 

 

 

Afilando la mirada, pudo divisar uno que se encontraba hasta el otro extremo del lugar , en un sitio bastante abandonado y decidió dirigirse ahí. Sacudiéndose las manos al terminar, pudo sentir que alguien se recargaba de sus hombros por detrás.

 

-Que bueno que lo encontré, olvidaron una bolsa en la tienda. –Sonreía la misma chica del local de la ropa, al tenerla más cerca se percató del color de sus ojos. Eran tan rojos como los de Michaelis.

 

-Ah… esto gracias. –Exclamó mientras observaba el interior del paquete, no había nada. -¿Eh?

 

Un espeso humo morado  comenzó a surgir de la bolsa, causándole una severa migraña y mareo.-Tsk… me tiemblan las piernas. ¿Qué clase de droga es esta? Ya sin fuerzas cayó al suelo empezando a perder conciencia de sí mismo.

 

-Si ya te asesiné una vez, ¿por qué no podría hacerlo de nuevo? –Fue lo último que sus oídos captaron acompañados de una malévola sonrisa y unos encendidos ojos carmesí.

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué les pareció?

A mí me gustó un poco, n_n espero que a ustedes también.

Gracias a todos por leerlo!


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