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Cuando nuestras almas se encuentren... por PinkMarshmallow

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Notas del capitulo:

Hola! ¿Cómo les va? A mi los malditos exámenes me traen loca y mis bastardos profesores me ponen mala nota tras mala nota T.T ¡Buaa! En fin, me desahogo escribiendo y haciendo feliz a las personas que leen mis FF.

En fin, los dejo de aburrir y subo el nuevo capítulo!

Disfruten.

-Oscuro. Esta oscuro, no puedo ver nada, tal vez mis ojos estén vendados. No puedo separar mis brazos ni mis piernas, probablemente estoy atado. –Pensó mientras que con la poca libertad que tenía en sus manos palpaba el alrededor. –Esta frío, y escucho agua caer, probablemente esté en un sótano o algo  parecido. -¿Cómo he llegado hasta aquí? ¡Demonios! No lo recuerdo, a ver. –Soltó un suspiro. –Tranquilízate Ciel, ¿qué es lo último que recuerdas? –Se intentaba calmar a sí mismo, aun que no estuviera asustado, a nadie le agrada estar atado y sin poder ver nada.

 

Muchas imágenes invadieron su cabeza en una lluvia de ideas. Se recordaba tirando los restos de su helado, una mujer que se le acercaba por la espalda, una bolsa que de su interior emanó una especie de humo y… nada. Desde aquello lo demás estaba en negro.

 

A tientas buscó su celular en los bolsillos de su uniforme. –Tsk… olvidaba que lo dejé en la mochila, la cual esta en el auto de Sebastian… Sebastian. Lo había olvidado por completo, ¿en dónde diablos estaba mientras yo era secuestrado? Inconscientemente, cada segundo que pasaba con el cuervo se volvía más dependiente de él, igual que una droga, que entre más la consumes menos puedes deshacerte de ella.

 

-¿Qué hacer, gritar, llorar, suplicar por que me libere? No importa, cualquiera de esas opciones no me ayudarán en nada. Con melancolía pegó sus rodillas a su pecho y se recostó en el crudo suelo en forma de ovillo. –Lástima que moriré de esta forma, sin poder ver de nuevo a Sebastian.

 

El sonido del crujir de la madera resonó en la helada , seguido de constantes taconazos al suelo, acercándose cada vez más hacia donde se encontraba.

 

-No tiene caso que sigas con los ojos vendados, quiero ver tu mirada cuando estés entre la delgada línea de la vida y la muerte. –Susurró a su oído una fémina voz mientras unas heladas manos tomaban su rostro con tosquedad.

 

Una especie de calabozo en su centro se encontraba una mesa con artilugios afilados en ella, iluminado por la bailante llama de unas cuantas velas sin puertas ni ventanas aparentes y de aspecto tétrico y amenazador quedó a la vista del menor, percatándose  del lugar en que lo tenían prisionero.

 

-No creas que te daré ese placer tan fácilmente. –Contestó el oji-azul, sin una pizca de temor o arrepentimiento en su semblante, observando directamente a la mujer con los ojos encendidos en el más puro fuego carmesí.

 

-Jum…  ya veo por que le atraes tanto a Sebastian.  Pero no te preocupes, después de que termine contigo no tendrá ojos más que para mí. –Masculló la chica mientras reía frenéticamente.

 

-Realmente necesitas ver a un psicólogo, estas enferma. –Dijo el de mirada cobalto atisbando con desprecio a la mujer.

 

-Eres bastante valiente para ser un mocoso, ¿por lo menos te imaginas con quien estas hablando? Sabes que estas tratando con un demonio verdad…

 

La intuición del menor le indicaba con flechas grandes y llamativas a eso, pero que saliera de la boca de la mujer en persona fue suficiente para sorprenderlo. Aun sabiendo que se trataba de un ser como los demonios Ciel Phantomhive no se rendiría tan fácilmente, no señor. 

 

-¿Y qué, solo por ser un demonio te debo de temer? No me hagas reír.

 

-Me parece que tus padres no te enseñaron buenos modales. Tal vez debería ser yo la que te los enseñe. –Dijo mientras le daba la espalda al menor y tomaba un afilado bisturí de aquella extraña mesa.

 

En un intento de huir se repegó lo más que pudo a la pared, intentando evitar el filo de aquella arma blanca. –Tsk… ya es la segunda vez que me sucede esto. –Se reprochó a sí mismo, recordando como aquella vez Sebastian había acudido a su rescate con solo llamarlo, eso es, debía llamarlo.

 

Pero en cuanto intentó articular una palabra, la mujer de cabellos castaños le amordazó con un pedazo de tela.

 

-No, no, no, Ciel querido, Sebastian no esta invitado a esta fiesta de té, así que no hay necesidad de llamarlo. Así que, ¿por qué no me permites maquillar ese hermoso rostro tuyo con un poco de rojo, así tal vez no le gustes a Sebastian y caerá rendido por mí. –Dijo precipitándose hasta su mejilla con el afilado artilugio.

 

-Sebastian, demonios Sebastian ¿dónde estas cuando te necesito? ¡No puedes abandonarme así! ¡Si voy a morir, tu rostro es lo último que mis ojos desean ver! –Gritaba en su fuero interior con desesperanza, retorciéndose e intentando echarse para atrás.

 

Un sonido de madera desquebrajándose interrumpió la concentración de la claros cabellos castaños provocando que cortara un poco la mejilla del menor.

 

-¿Qué dem…? –Una ráfaga de viento helado y bruma oscura llenó la habitación, provocando que las velas se apagaran.

 

-Después de lo acontecido creí que jamás te volvería a ver, Lilith.  -Exclamó una varonil voz proveniente de entre las sombras.

 

-Así que por fin te dignaste a venir, al parecer el simple hecho de asesinar a “tu mocoso” no fue suficiente después de todo volvió a la tierra, pero no te preocupes, esta vez lo haré de la forma correcta y ya nada se interpondrá entre nosotros mi amor.

 

¿Mi amor? ¿A qué venia todo eso? ¡Demonios, como le gustaría poder gritar en ese momento!  -Se retorcía en su lugar el menor, escuchando con atención todo lo que los demonios decían.

 

-¿No has tenido suficiente aún? Ya me arrebataste lo que más atesoraba una vez, ¿por qué insistes en hacerme infeliz?

 

-Te has vuelto blando, Sebastian. Pero esta es la única manera en la que te puedo hacer entrar en razón.  Enamorarse de una especie como la de los humanos no solo esta mal, estas deshonrando la confianza que nuestro padre te ha dado.

 

-Lucifer no ha objetado en ningún momento por mi relación, al parecer la única que se niega a ella eres tú. Así que por favor, te pido que liberes a el joven amo por las buenas. –Terminó su discurso el cuervo mientras se aproximaba hasta donde Ciel. –Bocchan ¿se encuentra bien? –Dijo mientras retiraba la mordaza de su boca y lo desataba.

 

-Sebastian, demonio estúpido… -Carraspeó el menor mientras se sujetaba con fuerza al delgado cuello del mayor. –Sácame de aquí, te lo ordeno.

 

-Yes, my lord. –Pronunció con elegancia mientras tomaba su delgado cuerpo en brazos.

 

-¡¿Cómo osas ignorarme?! –Se abalanzó la mujer hacia ambos.

 

Con agilidad, Sebastian esquivó a su contrincante como se esperaba con cuidado de no dañar a su amo. Pero como la ente de alto nivel que era, Lilith no se rendiría tan fácilmente, que con golpes veloces avanzaba cada vez más y más hasta el mayordomo y su amo.En un descuido de la fémina, el cuervo acertó un golpe seco en su cuello, causando que se desquebrajara notablemente.

 

-No sabes cuanto tiempo he esperado por este momento. –Declaró el mayordomo negro mientras que con  habilidad esquivaba uno tras otro los golpes de la mujer.

 

-Opino lo mismo, mi amor. –Canturreó la oji-carmesí.

 

-Ya fue suficiente de juegos. –Exclamó el mayor hastiado por las empalagosas palabras que no dejaban de salir a borbotones de aquella boca.

 

Y tomando con brusquedad el cuello ya quebradizo la estrelló contra el suelo de concreto, aprisionándola por completo.

 

-¡Vamos! ¡Termina conmigo, se que lo deseas! –Estorbosas y gordas lágrimas comenzaban a fluir de sus rojizos ojos llenos de resentimiento. –No importa cuanto te ame, mis sentimientos nunca te llega, nunca me pertenecerás…

 

-Es que no se trata de que una persona te pertenezca o no… -Habló por fin el único humano presente. –De eso no se trata el amor, las personas no son objetos que compras un día y al siguiente desechas. Por eso jamás podrás conseguir el afecto de aquella persona a la que más ames. –Sorprendido de sus propias palabras el menor terminó con sus sermón.

 

-Bocchan… -Ambos demonios atisbaban al chico sorprendidos.

 

-Esto se esta poniendo cada vez más inestable, es mejor que nos vayamos Sebastian.

 

El aludido asintió, olvidando lo que estaba por decir y acomodando de una manera más cómoda a su señor, se dispuso a salir de ahí.

 

-Quema el lugar.

 

-Bocchan, en su estado ella no podrá…

 

-¡Que lo quemes! ¡Es una orden!

 

Alzando su mano y con los dotes que su padre, Lucifer, alguna vez le otorgó provocó que las llamas de las velas y candelabros que se encontraban en el lugar se alzaran y consumieran la habitación por completo. Un par de melancólicos ocelos los observaban emprender su huída, extendiendo su brazo hacia donde se encontraban. -T... te amo...

 

 

 

 

El viento golpeaba con fuerza ambos rostros descubiertos, empezaba a oscurecer en aquella vereda rodeada de árboles, el aire se respiraba tan puro y fresco que era evidente que estaban bastante lejos de el centro de la ciudad. Las piedrecillas desprendidas del camino era pateadas a lo lejos con los recién comprados pares de zapatos, desgastados ya por el hecho de que llevaban caminando más de dos horas (en la conmoción Sebastian creyó que si corría podría llegar más rápido que en su auto).

 

-¿No estas cansado? –Rompió el silencio el oji-azul, el sonido de las hojas de los árboles sonaban como música de fondo.

 

-¿Perdón?

 

-Me refiero a… -Soltó un suspiro cansino. -…a que si mi peso no es demasiado, llevas horas caminado conmigo en brazos, debe ser agotador. –Murmuró con las mejillas sonrosadas.

 

-En absoluto, es mi deber y castigo si yo o me hubiera distraído nunca lo habrían secuestrado, no he podido cumplir con mi papel de mayordomo a la perfección. Le ruego que me disculpe.

 

-Ya déjalo, nadie lo pudo haber evitado.

 

-Claro que sí, fue mi culpa. Pero prometo que jamás lo volveré a abandonar Bocchan. Ni aun que mi cuerpo sea cortado en piezas, me claven mil puñales en el corazón o mi piel arda con las llamas del infierno, yo nunca lo abandonaré. –Exclamó el oji-escarlata mientras con devoción aprisionaba el delgado cuerpo infantil entre su pecho y sus brazos.

 

-Sebastian, no me ilusiones con promesas que no podrás cumplir, demonio estúpido. –Dijo para sí mismo el menor aferrándose al cuello del mayor y recargando su cabeza en su fornido pecho.

 

-¿Sebastian?

 

-¿Sí?

 

-Nada olvídalo… -Es solo que, por un momento creí sentir un palpitar en su pecho, pero es imposible. Si, solo es una jugarreta de mi cuerpo cansado. Los demonios no pueden amar, aun que lo digan, ellos no son capaces, entonces, ¿por qué siento que soy yo el que cae enamorado?, aun sabiendo que es algo imposible, no importa que no corresponda mis sentimientos. Con el simple hecho de que esté a mi lado seré feliz, con eso me basta.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué les pareció?

Un poco corto cierto, mmm pero como lo hice rapidito pues me quedo corto n_n pero no se preocupen, el próxim será mejor.

Gracias por leer!


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