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Cuando nuestras almas se encuentren... por PinkMarshmallow

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Notas del capitulo:

Hola

Primero que nada, me gustaría avisarles que ya voy a entrar en semana de exámenes así que no voy a poder actualizar en dos semanas, pero si se dá la oportunidad lo haré.

Segundo, les pido disculpas por la tardanza, pero los estudios y la falta de inspiración me lo impidieron.

Tercero, pero no menos importante, este capítulo incluye LEMON, sí escucharon bien, lo había planeado para después, pero como compensación por hacerlas esperar decidí adelantarlo.

Sin más espero que lo disfruten.

Hasta la próxima, dejen reviews porfavor! Son mi alimento xD

Unos gentiles y largos dedos recorrían lentamente su pequeña cabecita, despeinando un poco los mechones de su cabello azulado , entre sueños podía sentirlos, eran cálidos y reconfortantes, con desesperación buscaba a el responsable de aquellas caricias, queriéndose aferrar a esa persona y nunca soltarla, nunca dejarla ir.

 

-Bocchan… -Pudo escuchar al fondo. –¿Bocchan? Ya llegamos…

 

Los profundos ojos color rojo carmesí se encontraban a una distancia muy peligrosa, sus narices casi podían rozarse en cuanto alguno de los dos se moviera, aun así, lo único que reflejaba su mirada era completo enternecimiento, sin ningún otro tipo de sentimiento morboso. La blanquecina piel de sus mejillas se bañó de colorete rosado por unos segundos, debido a la cercanía del mayor, que lo traía sin cuidado.

 

-Ejem… debiste despertarme en cuanto me quedé dormido. –Carraspeó el oji-azul, intentando evitar los ojos de su acompañante.

 

-Imposible, se veía demasiado adorable. –Dijo negando con la cabeza.

 

-Como sea, ¿dónde estamos? –Cuestionó antes de abrir la puerta y bajar del auto.

 

No necesitó la respuesta del demonio, al posar su mirada en la enorme estructura que se alzaba enfrente de ellos. Una enorme mansión, aun más grande que la de su amigo Trancy , al parecer del estilo Victoriano.  Si no fuera por su gran orgullo la quijada se le hubiera caído hasta el suelo en ese momento. Con admiración observaba las sencillas pero majestuosas  molduras, el bien cuidado jardín que estaba repleto de hermosas rosas blancas, justo como las que a el le gustaban.

 

Ambos caminaron hasta la gran puerta de roble, donde se quedaron de pie en silencio por un momento.

 

-¿De quién es esta mansión–Preguntó sin dejar de admirar las imponentes estructuras.

 

 

-Es mía.

 

 

Un espantoso rechinido provocado por la enorme puerta abriéndose a su paso no le dejó articular palabra.

¿Esa enorme mansión, le pertenecía a el? Imposible, aun que de alguna forma le parecía un lugar bastante cómodo a pesar de su magnitud, se sentía muy cálido en su interior, como si ya hubiera estado ahí antes. Para lo que esperaba encontrar en su interior, eso no era nada. El imaginaba enormes muebles antiguos pero lujosos decorando toda la habitación, pero en su lugar se encontraba lo que al parecer antes había sido un gran salón de baile, sin nada más que las paredes a su alrededor. En frente unas imponentes escaleras bien edificadas con una algo descuidada alfombra de color vino bajando elegantemente por sus escalones hasta dar con la puerta principal, que al parecer llevaba a las habitaciones de la segunda planta.

 

-¿Le gusta Bocchan? –Preguntó sonriendo el mayor a lo que el oji-azul asintió. -¿Le gustaría un recorrido?

 

-No estaría mal. –Dijo fingiendo poco interés.

 

-Entonces no se aleje mucho, podría perderse. –Advirtió en un tono burlón.

 

Ambos comenzaron con la caminata dentro de la mansión. La casona por sí sola aparentaba bastantes años desde su edificación más aun así se conservaba en buenos estados. Se veía limpia, aun que ya no con tantos muebles como de seguro algún día tuvo. Entraban de una habitación a otra, algunas conectadas por puertas secretas, otras eran simples salas de juegos desmanteladas al parecer hace años atrás y algunas otras con anterioridad habían fungido como habitación de huéspedes. Impresionado, se imaginaba cuantas personas serían necesarias para limpiar semejante construcción, sin pasarle por la cabeza el hecho de que desde hace más de doscientos años solo uno era el encargado de mantener la mansión Phantomhive en pie.

 

-Y por último, Bocchan. –Exclamó mientras extendía su brazo indicándole que pasara. –Esta, era su habitación.

 

Por alguna razón desconocida se sintió vacilar, como si no quisiera ver lo que había ahí dentro, al final, tomó inseguro el pomo de la puerta que se sentía muy frío al tacto mientras lo giraba y abría de par en par.  Un aroma a humedad invadió sus sentidos más eso no le impidió adentrarse por completo en la habitación.

Sorprendido, atisbaba el  único apartado de la casa que aún tenia todos los muebles completos e intactos. Era bastante grande y de seguro alguna vez lujosa. En las ventanas reposaban un par de cortinas de seda azul rey, la cama  poseía de funda un cobertor del mismo color y a su lado había una pequeña mesita de noche, complementado por un viejo ropero y tocador a juego. Todo esto, cubierto por una fina capa de polvo, casi imperceptible, pero ahí estaba sobre todos los muebles, cubriéndolos como un velo dándole a toda la habitación una apariencia antiquísima.

 

Con parsimoniosos pasos recorría toda la habitación, dándole vueltas una y otra vez, como si estuviera buscando algo. El mayordomo permanecía de pie en el marco de la puerta, observando con una sonrisa ladina a el menor, como si estuviera esperando a que “algo” sucediera.

 

Después de examinarla con meticulosidad, se dejó caer en el gran lecho, ocupando con su cuerpo apenas un espacio diminuto del gran colchón. –Hmmm… las sábanas huelen a limpio, y están tan suaves, tan suaves que podría quedarme dormido…

 

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El olor a dulce invadía sus sentidos, ¿caramelo? No, tal vez ¿vainilla? Canela quizá… Daba igual, pero lo tenía demasiado cerca. Entre aquellos exquisitos olores también pudo sentir los pasos del mayordomo acercándose.–Ni siquiera se dignó a tocar. –Pensó. Aún así ¿por qué fingía hacerse el dormido?, ni el mismo lo sabía. Tal vez para comprobar por fin que había tras esa máscara de mayordomo perfecto, tal vez por las extrañas arritmias que su corazón empezaba a sentir recientemente cada que se encontraba cerca de aquel demonio.

 

-Bocchan, le traigo el té de la tarde…¿Bocchan? –Escuchó el aterciopelado llamado del mayordomo negro. –Hmmm…No es bueno que se quede dormido en un lugar como este, podría pescar un resfrío. –Dicho esto, pudo sentir los brazos del mayor tomándole por debajo de sus hombros y alzándolo.

 

Escuchó el acompasado paso del mayor sobre el mármol del suelo, aún con los ojos cerrados, después por las escaleras y  por último, el rechinido de la puerta de su habitación. ¿Cómo lo sabia? Otra pregunta sin respuesta, solo podía presentirlo y no se equivocaba.

 

¿Por qué simplemente no le despertó? Tal vez en realidad se preocupaba por su bienestar, pero recientemente actuaba algo extraño, más distante de lo normalmente requerido en una relación amo-mayordomo. Como si le evitara a toda costa. Ya extrañaba esta cercanía, el poder sentir el pecho fuerte del mayor contra su cuerpo, poder extasiarse con su esencia natural, tenerlo tan cerca como para poder escuchar su respiración, su tibia y reconfortante inhalación y exhalación.

 

 

 

¿Quién diría que su trillada alma se podría manchar aún más cayendo en las garras de un hijo de Lucifer?

 

 

 

 

 

Enamorarse de un demonio… patético.

 

 

 

 

 

Queriendo aferrarse a el traje del mayor, pudo apreciar su tacto al depositarlo con sumo cuidado en su respectiva litera, pero si lo hacía este descubriría como descaradamente fingió estar dormido solo por un poco de contacto físico con el  adulto y probablemente se burlaría de el como solía hacerlo. Ya podía imaginarse la socarrona sonrisa del demonio preguntando: ¿Tan desesperado esta Bocchan, por algo de cariño?  El simple hecho de imaginarse una escena como esa le provocó una horrible desazón para su gusto. No quería ser humillado, no de nuevo y menos por una persona que le importaba.

 

 

Escuchó el sonido de las sábanas siendo arrancadas y por consiguiente el calor de estas cubriéndole.

 

En su interior suspiró aliviado de que por fin se iría el mayor más esto no sucedió. En su lugar pudo sentir el movimiento de su cama al hundirse por el peso del oji-carmesí. Se esforzó mucho por no entre abrir su ojo y observar qué rayos planeaba ese demonio, más un ligero roce se le adelantó. Lo podía sentir claramente, primero en sus cabellos, después en su frente y baja despacio hasta su mejilla, remarcando sus labios lentamente, provocándole algo de cosquillas pero sobre todo bochorno. En ese momento quería abrir los ojos y gritarle que demonios le estaba haciendo, más no lo hizo. En el fondo de  los restos de su corazón aún permanecía un deseo palpitante, una última esperanza por así decirlo. La esperanza que solo Sebastian podía darle.

 

 

La tibieza de un casto ósculo en sus belfos fue lo último que sus sentidos percibieron, antes de escuchar la puerta cerrarse tras los elegantes pasos del peli-azabache.

 

 

……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

 

 

-Nnhnnn… Mi espalda… duele… -Balbuceó el menor entre sueños aún, mientras empezaba a desperezarse tras haber caído dormido en aquella mullida cama al parecer en una posición errónea.

 

-Creí que no despertaría hasta mañana Bocchan. –Le sonreía a ojos cerrados Michaelis, que se encontraba de pie a un costado de la cama.

 

-¿Por… por cuánto tiempo dormí? –Se levantó de golpe el oji-azul, sintiéndose desubicado.

 

-Yo diría, tres horas…

 

-¡¿Tres horas, por qué no me despertaste? ! –Dijo mientras que desesperadamente intentaba encontrarelteléfono móvil entre su uniforme, buscando a tientas la hora.

 

-Mis disculpas Bocchan, pero por lo poco que observé parecía que estaba teniendo un sueño muy agradable. –Sonrió pícaramente el mayor, provocando el sonrojo de Ciel.

 

-Como sea, solo llévame a casa. –Fingió el tono más desinteresado que tenía, más aun así no podía calmar los calores que se le subían al rostro, intentando borrar el sueño que hasta hace poco le había excitado bastante.

 

-No tiene caso, igualmente ya es muy tarde, si regresa o no a su hogar la verdad es que no haría mucha diferencia.

 

-Tu no tienes idea de lo que esa bruja es capaz de hacerme. –Escupió el menor con amargura.

 

-Eso no importa, por que mientras yo esté aquí nadie podrá dañarle Bocchan. Yo le protegeré hasta el final.

 

-De nuevo haciendo promesas incumplibles. Sólo sácame de aquí, este lugar me hace soñar cosas extrañas.

 

-¿Sueños, dice? –En su semblante se marcó una extraña mueca de curiosidad pero a la vez algo siniestra. –Sabe Bocchan, que algunos recuerdos se presentan en forma de sueños.

 

-¿Tu qué sabes de eso? –Vociferó retador, mientras se volvía a sentar en la orilla del mueble.

 

Una sonrisa ladina surcó los labios del oji-escarlata, que dejando su posición anterior se acercó justo en frente del menor, a unos cuantos escasos centímetros de su rostro, mientras tomaba firmemente el mentón del joven Phantomhive, haciendo que lo mirara a los ojos. -Cualquiera que observe tales orbes se arriesga a ahogarse en esos turbios mares azules. –Pensó.

 

-Se que, los sueños también representan lo que los humanos anhelan en lo más profundo de su ser.

 

El repiqueteo de su corazón aumentaba con la cercanía del mayordomo, ¿A caso el muy maldito se había metido a su cabeza? No estaba muy seguro de que los demonios pudieran hacer eso, más no lo dudaba ni un poco. La misma sangre que bombeaba a mil por hora se subió repentinamente a sus mejillas, coloreado su rostro de un vivo tono rojizo. ¿Por qué se sentía de esa manera?

 

-¿A… a qué te refieres con eso? –Dijo rodando su azulina mirada hacia otro punto de la planta, intentando ocultar el muy marcado colorete de sus mejillas que sabía muy bien delataba su situación sentimental.

 

-Que, Bocchan, se lo que siente por mí. –Su aliento tibio y mentolado rebotó amenazadoramente contra el lóbulo de su oreja, haciéndole soltar un suspiro.

 

-No se de q… que estas hablan..do. –Tartamudeó notablemente, intentando echarse para atrás, más si lo hacía, terminaría recostado en la cama y por lo tanto a merced del maldito demonio.

 

-Puedo oler su nerviosismo Bocchan. No es necesario que lo diga, ya lo escuché una vez hace mucho tiempo, pero oírlo ahora realmente me haría muy “feliz”. –Esta última palabra  la soltó sonriendo, no una de esas sonrisas falsas con la que conquistaba a cualquiera que se propusiera, no, esta era sincera, cargada de melancolía y melosidad.

 

No lo diría, no se burlarían de él como muchas veces antes lo había hecho. Resistiría, quemaría todos esos sentimientos que albergaba en su corazón, los quemaría y escondería sus cenizas donde nadie pudiera encontrarlas, así nadie se enteraría que un día cometió la estupidez de enamorarse de un demonio.

 

-N… no... –Masculló el menor, empujando con las pocas fuerzas que tenía el cuerpo del azabache.

 

Los antes escarlatas ojos ahora ardían en un tono purpurino, afilados cual los de un felino salvaje al asecho. Con destreza tomó ambos brazos del chiquillo, posicionándolos sobre su cabeza mientras lo empujaba bruscamente contra el colchón, depositando su peso contra el  pequeño y delgado cuerpo del niño, que luchaba por soltarse del firme agarre.

 

-¡Sebastian! ¿Qué diablos haces? ¡Suéltame de inmediato! –Gritaba y pataleaba el oji-azul, más la fuerza de un pequeño crío humano no se comparaba contra la de un  ser de tan alto nivel como el de Michaelis.

 

-Me temo que eso no será posible Bocchan. –Susurró en un tono lascivo mientras pasaba la punta de su lengua contra la nívea piel juvenil. –No hasta que admita sus sentimientos hacia mí.

 

-Aahhh… -La saliva de Sebastian se deslizaba desde su lóbulo hasta su cuello, haciendo a sus piernas temblar. –Nun.. ¡Nunca! –Pudo articular a duras penas.

 

El mayor cerró sus ojos por un segundo, en realidad su joven amo seguía tan orgulloso y obstinado como de costumbre, parecía que no había cambiado nada en los últimos doscientos años.Claro, solo un pequeño detalle, que el se encargaría de corregir.

 

-Hmmm no me deja otra alternativa. –Exclamó resignado.

 

Con pequeños besos recorrió desde sus delgados belfos hasta su afilada barbilla, para después bajar hasta su cuello, el cual lamía y mordía sin piedad, intentando contenerse más los gemidos ahogados del joven Phantomhive hacían despertar la bestia que llevaba en su interior.

 

-No… detén…deténte…  -Luchaba el  más joven, intentando no sucumbir en sus propios deseos.

 

Con fuerza tomó ambos extremos de su playera deportiva y la rasgó a la mitad con una violencia increíble, sus ojos felinos se deleitaban con los sonrosados pezones que ya se encontraban erectos.

 

-¡Aaggh! ¡Sebastian, eres una bestia! –Gimió el menor sonoramente , lo cual causó gracia al mencionado, que en lugar de ofenderlo estas palabras le incitaban a encenderse aún más.

 

Su mano izquierda tomó el rosado botón correspondiente y empezó a rozarlo y pellizcarlo un poco, provocando  espasmos en todo el pequeño cuerpo mientras que su diestra se dedicaba a deslizar los ajustados pantaloncillos hasta sus rodillas.

 

-Seb…Sebastian.. No… aahh… espe… espera…¡aaaaghh!… - Entre tantos alaridos Sebastian había introducido su lengua dentro de la pequeña cavidad, explorando todos y cada uno de sus espacios, incitando a la lengua más pequeña a jugar también.  Esta al principio no respondía, pero conforme aumentaban las caricias en su delgado pecho se fue desenvolviendo cada vez con mayor libertad, aun que de manera inocente e inexperta. Si, era la primera vez para el joven Phantomhive, después de todo sólo tenía doce años y a diferencia de su amigo el no era un precoz, bueno, hasta ahora.

 

A muy de su pesar, Sebastian tenía toda la razón, en lo más profundo de su ser esto era lo que deseaba, poder ser uno con la persona que más amaba, con la persona que siempre estaba ahí para protegerla, con esa persona la cual en las veces que creyó estar perdido, apareció de la nada y le protegió. Aquella que juro amarle, más no sabía si esto era del todo cierto.

 

Dudativamente extendió sus delgados brazos hasta el cuello del mayor, intentando profundizar aquel delicioso y húmedo ósculo que le proporcionaba con tanta lujuria el azabache. Pero nada es eterno, y menos el oxígeno en sus pulmones por lo cual tuvieron que separarse en busca del elemento vital. Y por primera vez lo vio, a un Sebastian agitado, con la frente perlada del sudor y un leve color rosa en sus mejillas, los ojos encendidos en deseo, la ropa desalineada y un semblante de satisfacción, no, de dicha.

 

Un casto ósculo, tal como los que le daba su madre antes de dormir, fue depositado en su frente, seguido de una caricia en sus cabellos de reflejos azulinos despejando por completo su perlada frente, acciones que le sorprendieron con demasía, en ese momento todo parecía tan…puro y dulce. Pensar que aquello venía de un ser del inframundo aún no le cabía en la cabeza.

 

De nuevo con su hábil lengua, bajó desde sus pezones hasta las orillas de su ropa interior, lamiendo y humedeciendo sobre la tela que delataba el pequeño miembro ya despierto y vibrante.

 

-Nnnnhhh… no Sebastian… nnhnn espera…

 

-Bocchan. –Exclamó tomando el joven rostro con ambas manos. –Se que esta es su primera vez, no se preocupe, seré lo más gentil que pueda. –Esto provocó un sonrojo aun mayor en Ciel, se sentía morir, su cuerpo se derretiría si seguía de esa manera.

 

Las amplias manos de oji-carmesí retiraron lo poco que le quedaba de ropa a el oji-azul y de una sola vez engulló aquel trozo de piel húmedo, sumergiendo su cabeza entre las blanquecinas piernas del menor.

 

-¡Aaaaah! ¡Seb..Sebastian!  No… no hagas eso… -Intentaba no gemir tanto, pero el placer se veía reflejado en su balbuceo.

 

El experto músculo húmedo delineaba el meato del menor, absorbiendo toda la esencia que le proporcionara, chupando y mordiendo levemente la piel, arrancándole gemidos ahogados a el oji-azul, que se mordía su propia lengua intentando, vanamente ,acallar sus súplicas por más. Sin avisar, trasladó aquella húmeda lengua hasta la palpitante entrada del joven, quien no tardó en chistar.

 

-¿Pero qué…? Sebastia…aahhhh…nnnhhh… No… no deberías…Deja de lamer ahí…

 

-Pero Bocchan, yo soy su perro.

 

-¡Ca…cállate!

 

Con fuerza adentraba cada vez más su larga lengua, simulando pequeñas embestidas y sacando de quicio a el menor. Cuando estuvo bien lubricada, no dudó en introducir dos de sus dedos de una sola vez, cegado por la lujuria e ignorando los llamados de su joven amo. 

 

-¡Nooooo! Sebas… Sebastian… Detente… duel… duele mucho… -Exclamaba desesperado el menor, intentando contener sus lágrimas, en realidad el dolor era insoportable y nada placentero.

 

Michaelis hacía oídos sordos, o más bien no podía escucharle, estaba tan embriagado con las sensaciones humanas  que ignoraba completamente las súplicas  del chico. Este se retorcía bajo el cuerpo  pesado del demonio, intentando zafarse, más no podía conseguirlo.

 

-¡SEBASTIAN! –La mención de su nombre en aquel grito tan desgarrador le hizo salir de su ensimismamiento, percatándose del tibio líquido rojizo que escurría desde el interior de la pequeña entrada, incluidos los pequeños cristales que rodaban por sus mejillas.

 

-Bocchan yo… lo lamento. –Dijo retirándose completamente del menor, ignorando la presión de su pantalón. Había jurado no lastimar a ese niño nunca más y estaba rompiendo esa promesa, ¿cómo quería que el pequeño le correspondiera si se comportaba como un salvaje? Pero antes de tener la oportunidad de levantarse, unos pequeños dedos se aferraron con fuerza a su camisa empapada en sudor.

 

-……….

 

 

-No… no te vayas… -Dijo en apenas un susurro el oji-azul, abochornado por sus propias palabras.

 

-Bocchan si le estoy lastimando no continuaré.

 

-Idiota… si no me gustara te hubiera detenido desde antes…. –El sonrojo en sus mejillas le hacía ver más apetecible ante la mirada del demonio.

 

Una sonrisa se dibujó en las níveas facciones del mayor, quien se limitó a asentir y proseguir con su tarea.

Con rapidez desabotonó sus pantalones ya ajustados por su virilidad que aumentaba de tamaño conforme  escuchaba los gemidos de su acompañante, dejándola a la vista del menor, quien atisbaba sorprendido aquel gran miembro erguido, mucho más grande comparado al suyo, por un momento cruzó por su cabeza el hecho de que si dos simples dedos habían sido dolorosos, aquella cosa “monstruosa” sería mucho peor, pero la curiosidad le ganaba sobre los nervios.

 

Entre espasmos tomó sus ambas rodillas y en un intento de seducir a el mayor, abrió sus piernas lo más que su elasticidad se lo permitió, dejando una vista exquisita a el demonio, que, sorprendido por el comportamiento de su amo solo mojó sus labios con lasciva.

 

-Ha..házlo… Sebastian… te quiero dentro de mí… -Masculló demasiado confiado como para ser su primera vez.

 

El demonio no dudó ni un instante y de una sola estocada quedó dentro del menor, disfrutando con demasía las contracciones de su entrada, que apretujaban deliciosamente su hombría, atrapándola entre sus paredes, sintiendo un exquisito palpitar.

 

-Aaahh… Bocchan, es delicioso… -Gimió por primera vez Sebastian, o al menos en voz alta, mientras luchaba por introducirse más.

 

-Nnnhhh… duele…

 

-No se preocupe Bocchan, pronto encontraré el punto… -Gruñó embriagado por el placer que le provocaban aquellos espasmos del menor mientras que depositaba un beso tranquilizador en su mejilla.

 

-¡Sebasti…ahhhhh…nnnhhh! –Gritó aferrándose con las uñas a la espalda del mayordomo al sentir la punta de su miembro tocar la parte más profunda de su ser.

 

-Aquí es… -Susurró sensualmente el oji-escarlata liberando su mentolado aliento en el lóbulo del menor, mientras aumentaba la fuerza y velocidad de sus movimientos de caderas, tocando una y otra vez la próstata del chico, provocándole gritos entremezclados de dolor y placer.

 

-¡Aaahhh! ¡Sebastian… me voy a… me voy a….! –Su cuerpo ni siquiera le dio tiempo de terminar la frase, ya que antes se vino entre ambos vientres y el mayor al sentir el cálido líquido entre ellos se vino por completo dentro de Ciel, llenándolo deliciosamente.

 

Una corriente eléctrica recorrió  la columna del menor, provocando que su espalda se arqueara presa del placer y callera casi de inmediato a la cama. Sebastian dejó salir de entre sus belfos un casi imperceptible gemido, más su cuerpo aún temblaba lujurioso por la reciente eyaculación. Se  sostuvo firmemente sobre el chico, intentando no aplastarlo por completo, para después recostarse a su lado y atraerlo suavemente hacia su pecho.

 

Con delicadeza acariciaba sus azulinos cabellos, abrazándolo posesivamente. En un mar de dependencia, se le había olvidado respirar. La vida sin aquel humano no sería vida, no tendría sentido vivir sin el. Podía sentir la respiración acompasada del chico, golpeando contra su pecho desnudo, quería quedarse así para siempre, con ese humano a su lado.

 

-Bocchan… le amo… -Susurró, sin percatarse que este ya había caído en los brazos de Morfeo hace tiempo.

 

 

 

 

 


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