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Try Smiling por Roxxs

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Notas del fanfic:

Bien, ahora quise hacer un ToDae y esto es lo que salió :D
El título es el de la hermosa canción de Daesung, Try Smiling, que no tiene nada que ver con la historia.
Escúchenla ~ Try Smiling d84;

El problema es que este fic está del asco :D
No sé por qué, pero creo que no tiene dirección y ni yo misma sabía qué escribir :s Además de que quedó excesivamente largo.

ADVERTENCIAS

1. Es el oneshot más largo que he escrito (3500p) ;-;
2. Completamente fome.
3. Seunghyun de emo.
4. Cursi y amorfo.

No creo que lo disfruten, pero igual me gustaría que lo leyeran  :'D

Try Smiling

 

 

 

Seunghyun entró a la sala de ensayos como todas las mañanas. Vestía las mismas sudaderas gruesas con estampados extraños y las mismas gorras que siempre gustaba usar. Y así como siempre también, no sonreía. Todos los demás sabían que Seunghyun era raro, pues casi no hablaba y por toda la empresa se corría el rumor de que nadie lo había visto sonreír. Dentro del pequeño grupo que se estaba formando para debutar, nadie le tomaba verdadera importancia, pues Seunghyun parecía dejar claro con sus actitudes y expresiones que no quería nada con nadie.

 

Pero Daesung era diferente. Todos lo conocían como el ángel sonriente, como la persona que alegraba el ambiente tan sólo con su presencia, que por más desgastador y duro que fuera el entrenamiento, el seguiría con esa felicidad que tanto le caracterizaba. Y así como era su personalidad tan cálida y protectora, no pudo evitar fijarse en aquel chico alto de semblante serio. Porque desde la primera vez que le había visto y se habían presentado como compañeros de grupo, el otro chico ni siquiera se había inmutado de su presencia, y cabe decir que Daesung no recibió nada como respuesta cuando le regaló una de esas amplias sonrisas que él tenía de sobra. Y por eso estaba intrigado, ¿por qué Seunghyun no sonreía?

 

La práctica se llevó a cabo de forma normal. Todos ensayando, alguien grabándolos, instructores diciéndoles cómo hacerlo mejor, nada se alejaba de la rutina, hasta que al cabo de unos cuantos pasos más, Seunghyun volvió a equivocarse con el mismo paso que le llevaban corrigiendo horas atrás.

 

– ¡Ya! ¡Seunghyun! ¿No estás poniendo atención? Ya te lo he dicho mil veces, no es así como tienes que hacerlo – gritó el entrenador, un poco frustrado por el poco progreso que tenía el mayor.

 

Todos observaban cómo a Seunghyun le volvían a mostrar los pasos, y Daesung pudo notar la inconformidad de los demás, que seguramente estaban un poco molestos porque el mayor les estuviera retrasando y que por él tuvieran que repetir la coreografía. Fue cuando se percató de los ojos cristalinos de Seunghyun que se ocultaban debajo de la capucha del suéter que traía puesto, cuando Daesung sintió una ligera punzada en su pecho.

 

 

Pasaron las horas y, aunque Seunghyun siguiera equivocándose, el instructor dejó que todos siguieran sin él. Cuando todo hubo terminado, Daesung salió casi corriendo después de despedirse de todos, porque hacía rato que sus necesidades corporales le exigían atención. Al terminar, se miró frente al espejo del baño y se arregló el flequillo hacia atrás, para que el sudor dejara de mojar su cabello. Regresó a paso lento a por sus cosas en la sala de prácticas y cuando iba de regreso por el largo pasillo que casi nadie transitaba, oyó un golpe seco dentro de una de las salas más alejadas del área central, una que estaba seguro nunca se usaba. Ya era tarde, y estaba cansado, pero algo dentro de él le movió las piernas y le llevó hacia la puerta cerrada, a través de la cual seguían escuchándose sonidos irregulares.

 

Abrió la puerta con cuidado, temiendo inocentemente que quizá algún fantasma rondara por ahí, pero lo que alcanzó a entrever por el hueco de entre la puerta y el marco, le hizo abrir los ojos. La imagen de un Seunghyun bailando la coreografía que no podía completar se reflejó en sus pupilas, y sólo atinó a reaccionar cuando el mayor cayó estrepitosamente en el suelo, causando el mismo ruido que le había llevado a ahí.

 

– ¿Practicas solo? – soltó Daesung cuando dio unos pasos adentro, para llamar la atención del más alto, que se sacudió en el suelo cuando escuchó su voz.

 

No contestó, sólo se limitó quitarse la gorra que ya le estaba provocando bochornos, y se arrastró a una de las paredes más cercanas para recargarse y descansar. Mientras Seunghyun cerraba los ojos para regular su respiración, Daesung sin previo aviso se dejó caer a su lado, bufando por lo bajo.

 

– Oye, no tienes que ser tan cortante. Somos amigos, ¿sabes? – dijo el chico mientras se volteaba a sonreír.

– ¿Amigos? Pero ni siquiera nos conocemos – contestó frío Seunghyun después de pensarlo unos segundos.

– Pero eso es porque tú no quieres. Yo sí quiero ser tu amigo – y su sonrisa creció aún más. Seunghyun iba a protestar, pero Daesung se le adelantó – Y los amigos son para ayudarse mutuamente, ¿no? Así que vamos, te ayudaré con el paso que no puedes hacer.

 

Daesung le jaló del brazo para que se levantara, pero Seunghyun se resistió entre gestos de molestia. Después de ver el semblante nada amigable que le dedicaban, Daesung soltó el agarre brusco que tenía en la manga del suéter del más alto, y carraspeó un poco. Pensó bien sus palabras y siguió.

 

– Oye, no sé en qué piensas y por qué no te agrado, pero es en serio, te quiero ayudar. No me lo tomes a mal, pero deberías acudir a nosotros si tienes problemas. Incluso si no nos consideras tus amigos, somos compañeros. – dijo Daesung con tono calmado, tratando de impregnarle toda la sinceridad que Seunghyun quería escuchar, y le tendió lentamente la mano.

 

El mayor lo dudo un poco, sin saber muy bien como reaccionar, pero al final, le tomó de la mano y se apoyo para levantarse. Daesung sonrió con triunfo, y Seunghyun sólo frunció el ceño.

 

Después de eso, las palabras no se hicieron presentes. Daesung le explicó el paso y lo repitió tantas veces que le fue imposible contarlas, pero al final, había logrado que Seunghyun no cayera mientras bailaba. Daesung sabía que quería ocultarlo, pero se notaba que Seunghyun tenía un brillito en los ojos que demostraba lo satisfecho que estaba con su pequeño logro.

 

– ¿Ves? Estamos para ayudarnos – le sonrió Daesung mientras le palmeaba la espalada al más alto.

– Supongo que debo decir gracias, así que… Gracias – soltó Seunghyun, quien trataba de sonar altanero, pero era obvio que estaba muy agradecido.

– De nada – contestó Daesung contento.

 

Y ambos cayeron exhaustos al suelo, en el mismo lugar donde hablaron por primera vez. Pasaron los minutos, y aunque parecía que el ambiente no era incómodo, Daesung sentía ese bichito de la curiosidad morderle sus pensamientos. Se agarró las manos y las frotó, sin saber cómo comenzar a hablar, quedó callado un largo minuto, y volteó para encarar a Seunghyun.

 

– He querido preguntarte algo desde hace tiempo – comenzó. Seunghyun levantó la vista para encontrarse con los ojos expectantes y serios de Daesung. Asintió inseguro. – ¿Por qué no sonríes? – terminó.

 

Seunghyun se tensó en su lugar.

 

– No sé cómo sonreír – dijo, en un tono melancólico que el menor no quiso escuchar.

– ¿Sabes qué es una sonrisa? – preguntó, con la misma seriedad que había adquirido minutos atrás.

– Sí, es un gesto que haces con tus labios – su voz era queda y pausada, como si no hubiera dudado de su respuesta.

 

Daesung abrió un poco los ojos, sorprendiéndose con la vacía descripción que Seunghyun le había dado. Era como si hablara sólo por lo que veía, como si él nunca hubiera sonreído. Y sintió lástima, porque para él, eso no era una sonrisa.

 

No volvieron a hablar. Quedaron encerrados en una pequeña jaula donde sólo el sonido acompasado de sus respiraciones quebraba la intensidad del silencio, que parecía hacer más ruido que ellos. Pasó el tiempo sin siquiera hacer reparo en sus conciencias, y sólo se percataron de la hora hasta que uno de ellos habló para sacar su celular. Cerraron la sala abandonada y caminaron a la par hasta la salida del edificio, donde Seunghyun sólo alzó la mano cuando Daesung se despidió y le deseó cuidado en el camino.

 

Esa noche, Daesung no durmió. Pensó en Seunghyun.

 

A la mañana siguiente, el instructor felicitó entre bromas al mayor, porque después de muchos intentos desde semanas anteriores, por fin todos eran capaces de terminar la coreografía sin errores. Siguieron con su entrenamiento, unos cantando, otros seguían bailando. Todos parecían divertirse, a excepción de Seunghyun que parecía absorto en sus pensamientos, sentado en la esquina de la sala, recargado en el espejo que abarcaba toda la pared. Traía unas hojas en mano, y los audífonos le cubrían los oídos. Daesung fue el único que advirtió su presencia.

 

Quería ir con él, sentarse a su lado como ayer, y que sintiera que no estaba bromeando cuando le dijo que quería ser su amigo, pero el debía ensayar algunas notas con el instructor de canto, quien parecía no querer dejarlo descansar. Al final, oscureció y por fin le dejaron ir. Cuando volteó, notó que todos estaban recogiendo sus cosas para regresar a casa, pero Seunghyun ya no estaba en la sala.

 

– ¿Seunghyun hyung ya se fue? – preguntó al aire, esperando a que alguno supiera de su paradero, pero todos negaron con la cabeza un poco extrañados de Daesung preguntara por él.

 

Pero Daesung sí sabía donde estaba. No había ido a su casa, ni a tomar un refresco a la máquina expendedora. Se encontraba en ese mismo lugar donde le encontró el día anterior, solo y con el silencio como único acompañante. Caminó aprisa, con una sonrisa en su rostro, mientras su conciencia le decía que tenía que ir a casa a descansar. Y cuando sólo faltaban unos pasos para llegar a la puerta, Daesung se preguntó cuánto tiempo tendría Seunghyun yendo a ese lugar.

 

Abrió la puerta sin tocar, y se encontró justo con lo que esperaba ver. Seunghyun susurrando rimas que iba escribiendo en su cuaderno y sus cosas regadas por el suelo. Estaba tan concentrado que no se dio cuenta cuando Daesung se apoderó del piso al lado de él.

 

– Wow, esa parte de ahí es genial – exclamó por encima de su hombro, arrancándole un susto a Seunghyun.

– ¡Hey! ¡Casi muero de un infarto! – se quejó, alejándose del menor, quien parecía muy entretenido leyendo todo lo que había escrito.

– ¿Te importa si las leo? – preguntó, ignorando los reproches del mayor.

– Ya qué – dijo molesto.

 

Daesung alabó lo increíble que eran aquellas frases que Seunghyun tenía el poder de crear, diciéndole lo mucho que envidiaba un talento como ese, exagerando con gestos y ademanes todo lo que decía. Seunghyun estaba fastidiado, pero sabía que por dentro su ego había aumentado su tamaño. Y eso era justamente lo que no quería.

 

El menor fue el único que habló, salvo por algunas exclamaciones de disgusto que soltaba el más alto de vez en cuando. Pero a Daesung no le molestaba, porque parecía que, aunque no hablara, ponía atención a todo lo que decía. Y aunque no se explicara con palabras, los profundos ojos de Seunghyun eran más expresivos que cualquier frase que saliera de sus labios. Otra vez perdieron el tiempo y se fueron hasta que el cielo de Seúl hubo oscurecido. Seunghyun volvió a despedirse con un seco ademán de mano.

 

 

Al día siguiente, para poca sorpresa del mayor, Daesung volvió a ir a aquella sala de prácticas. Esta vez, Seunghyun no estaba haciendo nada, así que Daesung hizo amago de empezar la plática por su cuenta y entretuvo al mayor con todas las historias que le contaba. Ahora las horas no eran las únicas que pasaban sin hacer estragos en sus vidas, ahora se habían transformado en días, y luego, en semanas. Era como un hábito, del que seguramente ninguno de los dos se había enterado. A cada día que pasaba, lo único que Daesung quería era que las horas de entrenamiento terminaran e ir junto con Seunghyun a aquella sala de prácticas.

 

 

Pasaron de ir cada quien por su cuenta, a irse juntos desde su propio salón hasta su escondite. Incluso hubo veces que, para conmoción de los demás miembros, Seunghyun se quedaba esperando a Daesung en el marco de la puerta con su mochila al hombro. Habían cambiado algunas cosas, ahora a veces pasaban a comprar sodas antes de ir a la sala, o llevaban revistas o videojuegos escondidos en sus bolsas, y Seunghyun comenzó a despedirse con palabras cortas y más agradables. Pero lo único que seguía exactamente igual era la frialdad de Seunghyun. Claro, ahora le trataba bien con acciones y gestos, pero seguía sin decir palabra alguna. Y seguía sin sonreír.

 

 

Volvió a pasar el tiempo. Dos meses enteros se completaron en un abrir y cerrar de ojos. Dos meses en los que Seunghyun había escuchado todas y cada una de las cosas que Daesung le contaba. Le había hablado de su familia, de su pueblo natal, de los amigos que dejó allá, de sus pasatiempos, de su primer amor, de la chica que lo rechazó cuando iba en secundaria, de su manía por Doraemon, de aquel amor enfermizo que tenía por la carne, de todo. Y todo lo recordaba.

 

 

Antes, cuando había entrado a ese grupo, lo único que quería era rapear, y no quería involucrarse con ninguno de sus compañeros, que desde su perspectiva parecía que tampoco querían tener algo con él. Pero eso cambió cuando las visitas de Daesung se hicieron frecuentes. Extrañamente, se sentía bien cuando Daesung hablaba, porque le distraía de la soledad y el silencio que habían masacrado toda su vida. Porque a Seunghyun le encantaba escuchar. No era bueno hablando, ni expresándose, pero amaba escuchar y asentir con la cabeza. Le hacía sentir algo de la felicidad que el creyó nunca volvería a sentir. Y también le gustaba la forma en que Daesung sonreía, porque cuando le veía sentía algo extraño en su pecho, y alcanzaba a reconocer unas pequeñas cosquillas en la punta de sus dedos, y no le molestaba la sensación.

 

Se acostumbró a tenerlo cerca, a escucharlo, a verlo, y a que le permitiera tener algo de esa felicidad que tenía hasta para regalar. Y a Daesung no le molestaba compartirla, no cuando se trataba de él.

 

 

Al cabo de otro mes más, todos se encontraban ensayando una nueva coreografía. Ya no faltaba mucho para su debut, así que últimamente los entrenamientos eran más duros y cansados. Y ese baile que necesitaban aprender era el que usarían en su primera presentación, por lo que debía quedar perfecto. Lamentablemente, y para tristeza de Daesung, Seunghyun se equivocó la mayoría de las veces. Podía sentir hasta en su cuerpo lo tensado y frustrado que se encontraba el mayor. Pero no podía hacer nada, pues para eso estaba el instructor ahí.

 

Perdió la cuenta de las veces que habían reprendido al más alto, diciéndole leves insultos para elevar su “motivación” pero su amigo secreto sabía que así no funcionaban las cosas para Seunghyun. Porque nadie más lo sabía, pero el chico de porte rudo y ceño fruncido era sensible y su autoestima estaba por los suelos. Y para cuando terminó la práctica de ese día, entretuvieron a Daesung para practicar veinte minutos más la parte de su solo en la canción. Cuando por fin lo dejaron ir, tomó con poca delicadeza sus cosas que estaban en el suelo y corrió directamente a aquel pasillo desolado que sólo él y Seunghyun conocían. Fue cesando sus pasos mientras se acercaba a la puerta, y entró sigiloso.

 

Y lo que menos quería ver, estaba ahí. Seunghyun sentado con su cabeza enterrada entre sus rodillas, con la gorra de su sudadera cubriéndolo. Había escuchado unos pasos venir hacia él, pero ya sabía de quién se trataba. Daesung logró escuchar los casi inaudibles sollozos que salían del cuerpo del más alto, y no supo bien qué hacer, así que sólo siguió sus instintos y lo abrazó con posesión. Lo enredó entre sus brazos con fuerza, y le acarició la espalda como si fuera un bebé. Pasaron unos minutos y Daesung lo soltó con suavidad.

 

Seunghyun levantó la vista hacia Daesung y éste notó como unas diminutas lágrimas escurrían traviesas por sus mejillas coloradas. Daesung sabía cómo era el mayor porque conocía sus gestos y expresiones, pero era la primera vez que lo veía así, tan ligero, tan desenvuelto, tan humano.

 

– Gracias por estar conmigo – susurró Seunghyun, quedo y tembloroso, para que sólo el aludido lo escuchara, nadie más – Siempre.

 

– No digas eso, somos amigos, y, ¿qué clase de amigo no está a tu lado siempre, eh? – dijo Daesung con tono jovial, tratando de aligerar el ambiente – Así que tú tampoco me dejes, ¿vale? – y le sonrió con aquella sinceridad que tanto envidiaba todo el mundo.

 

Seunghyun abrió sus ojos brillantes, y Daesung supo que eso que dijo lo había alegrado.

 

– Y ya que somos amigos… - comenzó de nuevo, casi en un soplo – ¿Puedo ser yo el que hable esta vez?

 

Daesung se sorprendió. En parte porque esa conversación era la más larga que había entablado con Seunghyun en todo el tiempo que tenía de conocerlo, y en parte porque además él mismo se ofreció a hablar. Daesung no lo dudó ni un segundo y le dio su asentimiento al mayor. Ahora, ese día, era su turno de escuchar.

 

Prestó atención a todo lo que Seunghyun le decía. Cada palabra que salía de sus labios resecos y agitados. Le habló de su vida, de los obstáculos que tuvo que superar, por todo lo que tuvo que pasar, de las desgracias que le había mandado la vida y de las cosas buenas que le había arrebatado. Le contó sobre su madre, la única persona que en verdad quería en ese mundo y que la extrañaba en demasía. Trató de no omitir ningún detalle en su historia, porque aunque fuera repentino y no hubiera razón en específico, quería contarle todo a Daesung, así como él lo había hecho. Porque tal vez para el más chico no era una gran hazaña el hablar de su vida, pero sabía que para Seunghyun eso significaba algo que nadie más podría entender, porque para él era como desnudarse frente a alguien, como si le confiara cada secreto y le mostrara cada cicatriz que le había marcado.

 

Y, como era costumbre, el tiempo pasó sin aviso ni advertencia. Las horas se escurrieron tan rápido como cuando se encontraron por primera vez y, así como Cenicienta, llegó la hora de despedirse. Seunghyun hubo terminado su historia hasta casi la madrugada, cuando todos ya se hallaban apurados en regresar, y todos los asistentes y managers de la empresa estaban lo suficientemente cansados como para notar su presencia recorriendo el lugar.

 

Ese día fue Daesung el que no habló. Pero en su mente guardó todas esas cosas que le quería decir, y que seguramente diría al día siguiente, cuando todo volviera a la normalidad y Seunghyun se cansara de hablar. Y mientras caminaba con el mayor a su izquierda, la creencia de que ahora ambos hablaran con naturalidad le hizo ampliar su sonrisa.

 

Llegaron a la puerta delantera y ambos voltearon a verse. Daesung alzó un poco su cabeza, y divisó los ojos refulgentes del mayor, que le escudriñaban de pies a cabeza, como si buscara algo y nada a la vez.

 

Seunghyun vio el rostro plácido y natural de Daesung, el mismo de siempre, pero ahora había algo diferente. No sabía que era, y por más que buscaba no lograba encontrarlo. Y cuando llegó a ver sus ojos, encontrándose con los suyos en un momento que le pareció eterno, alcanzó a escuchar sus propios latidos traspasar su pecho y la gruesa tela de su ropa. Y sus manos comenzaron a sudar, pese al gélido clima que se estancaba en la calle.

 

Lejos de la realidad y de todos esos años que había pasado en el anonimato y en la soledad, algo en su interior parecía encenderle las mejillas. Era algo cálido, que pronto se extendió a todo su cuerpo, desde la punta de sus pies hasta su frente cubierta por su gorra. Era aquella sensación extraña que sentía cada vez que escuchaba hablar a Daesung, pero ahora sólo estaba ahí frente a él. Y sin saber cómo, un espasmo le recorrió desde su pecho hasta su rostro.

 

Daesung quedó pasmado al encontrarse con el mayor sin su habitual ceño fruncido y su mandíbula tensa. Ahora en el medio de su rostro sus labios se delineaban espontáneamente en una delicada y suave curva, que reconoció prontamente como una sonrisa. Una sonrisa sincera. Una sonrisa llena de todos aquellos sentimientos que por años no supo como expresar. Sus mejillas estaban acolchonadas, fruncidas debido a la extensión de sus labios.

 

La sorpresa hizo sobresaltar a Daesung, pero entonces sintió la radiante mirada del mayor clavarse con la suya, en una extraña danza que probablemente había hechizado a ambos, y Daesung le devolvió el gesto.

 

Fue cuando sintió sus ojos achicarse a merced de su amplia sonrisa, que Seunghyun se dio cuenta de todo. Cerró los ojos con incredulidad y escepticismo y no dejó de sonreír.

 

– Creo… – comenzó inseguro, como si estuviera diciendo algo indebido, pero a esas alturas ya no quería callarse nada – Creo que el amor te hace sonreír.

 

Daesung lo miró aturdido y embelesado, y le regaló la sonrisa más grande e inocente que jamás le había mostrado a alguien, para después tomar su mano.

 

El metro de distancia que les separaba se esfumó en el aire con todas aquellas palabras dulces que ahora sobraban y Daesung se paró de puntillas para alcanzar el rostro de Seunghyun. Sus labios se tocaron apenas en una leve y efímera caricia, y Daesung sonrió en medio del beso.

 

– Trata de sonreír – le susurró Daesung cuando se separaron – Sólo para mí.

 

Y Seunghyun le volvió a sonreír, mostrándole a Daesung aquellos hoyuelos, que nadie, más que él, conocían.

 

Notas finales:

Y bien, ¿qué les pareció? 
Cuando lo terminé de escribir hace 2 días, me pareció que quedó muy bien, pero ahora que lo vuelvo a leer, ya no me parece igual ;-; 
Denme opiniones sinceras :'D

Bueno, si les gustó, ya saben, pueden pasarse a mi perfil y leer algo más *publicidad* ~

Y por si me quieren seguir en TUMBLR ~ :D

Saludos desde Tamaulipas, México n.n


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