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Ceguera por Mikkan

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Notas del fanfic:

Después de mil años, aquí vuelve Mikkan con un nuevo fic totalmente avocado al moe y al fluff sin dejar de lado escenas porno-sexosas entre nuestros queridos bishonen : 3

Inicialmente este fic iba a ser un one-shot, pero decidí alargarlo 5 capítulos. El estilo quizá les recuerde a mi anterior fic, Doce Meses ---> [http://amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=69932&warning=5], pero en cuanto a duración no tendrá nada que ver, este fic va a ser muuuuuuuuuuuuuy cortito en comparación a las 100.000 palabras del Doce Meses XDDD Quería hacer algo similar pero mucho más escueto, sin complicaciones. 

Aún así, espero que les guste : 3 Habrá azúcar en cantidad, y seguramente el último capítulo sea muy sexoso, los que conozcan mi estilo saben a lo que atenerse XDDD

Notas del capitulo:

Decidí hacer esta historia con los personajes de Severus y Lucius porque jamás había escrito nada de ellos dos. No me gusta demasiado el personaje de Severus [en parte porque lo suelen emparejar con Sirius, lo cual es un sacriegio absoluto. ¡Sirius sólo puede estar con Remus y con nadie más! ò.ó], pero si lo emparejo con Lucius me agrada un poco más : 3

Por ello, y sin más dilación, ¡Ceguera! ^^

Severus Snape comenzaba a aburrirse de verdad en aquella fiesta. Miraba a los demás asistentes sin interés alguno, mientras éstos reían o charlaban con sus semejantes, disfrutando de lo que para ellos era una agradable velada.

 

Prácticamente todas las familias de la más alta sociedad se hallaban en la Mansión Malfoy. Distinguió a los Black cerca de la chimenea, apagada dado que al estar en pleno abril su uso no era necesario. Bellatrix, primogénita del matrimonio reía exageradamente alto a una gracieta que habría dicho Rodolphus, heredero de la familia Lestrange. Narcissa, hermana de Bellatrix, miraba al chico con desagrado sentada en un sofá cercano, pero desde luego sabía disimular esta mirada si su hermana o el propio Rodulphus se dirigían a ella.

 

El resto de invitados no diferían mucho. Todos pertenecían a familias acaudaladas o influyentes, que astutamente pugnaban por ganarse el favor de los Malfoy agasajándolos con cumplidos ostentosamente oportunos, con regalos exóticos y muy caros o con promesas de negocios. Si un Malfoy te invitaba a una agradable velada en su mansión, por fuerza debías ganarte su simpatía, si no querías perder la ocasión de medrar en el escalafón social. Por su parte el Malfoy intentaría por todos los medios de concederte favores que más adelante deberías devolver con creces, en la mayoría de ocasiones, económicos.

 

Y en medio de tanta falsedad y opulencia se hallaba él, aburrido y harto del ambiente. Su familia, la familia Snape, tal vez no tuviera muy buena reputación entre las clases altas. Pero lo que sí tenían era dinero, mucho dinero. Su padre había sido hábil con unos negocios un par de años atrás, lo que de la noche a la mañana les había proporcionado una cuantiosa fortuna. Ellos, los 'nuevos ricos' no eran bien recibidos entre los linajes que desde siempre habían poseído riquezas, pero la tentación de hacer acuerdos y tratados empresariales con empresas que no hacían más que crecer a ojos vistas cada semana era demasiado grande, incluso para unos orgullosos redomados como los Malfoy. Por ello habían invitado a su familia, para ver si por azares del destino podían sacarle cuantos más cuartos mejor a su padre.

 

¿Qué pintaba él, a sus dieciséis años, en una reunión de serpientes traidoras como aquélla?

 

Narcissa y Bellatrix tenían más o menos su edad, pero no le apetecía nada entablar conversación con ellas. Tenía entendido que estaban lejanamente emparentados, pero no sabía muy bien la relación que unía a sus familias.

 

Consideró la idea de dar una vuelta por los jardines de la mansión. Ya quedaba poco para que sus padres y él se fueran, por lo que tranquilo inició su marcha, buscando alguna salida al exterior.

 

Al poco tiempo vislumbró al fondo de un corredor lo que parecía un balcón, y se encaminó hacia allí. Podía alcanzar a ver los magníficos jardines Malfoy, verdes y hermosos. El césped estaba impecablemente cuidado, así como los árboles y rosaledas. Debían de empeñar mucho dinero en mantener un jardín tan grande...

 

Justo en ese momento reparó en que no se hallaba solo. A pocos metros de él, un chico de más o menos su edad miraba también en dirección a los jardines. Tenía el pelo rubio platino, y más o menos largo. Su piel era extremadamente pálida, y estaba vestido con exquisito gusto y elegancia. Severus no tardó en adivinar de que se trataba de Lucius, el único hijo del matrimonio Malfoy.

 

- Oh, lo siento... -se apresuró a disculparse. No pretendía molestar al hijo de sus anfitriones, por lo que se dio la vuelta para irse de allí.

 

- Espera... - Lucius se había dado la vuelta también. - No pasa nada, no tienes que marcharte.

Severus reparó en sus ojos. No parecían mirarle directamente. Sí, miraban en su dirección, pero no le enfocaban normalmente.

 

“Esos ojos... ¿Acaso es ciego?”

 

- Lamento haberos importunado, joven Malfoy. - Su padre había sido muy estricto con él antes de que llegaran a la mansión. Debía tratar a todo el mundo de usted, mostrando el máximo respeto e interés. Que ni se le ocurriera avergonzarle de ninguna manera, había dicho. Y él no pensaba hacerlo, por supuesto.

 

- ¿Qué edad tienes?

 

- Ah... Dieciséis, señor.

 

- La misma que yo. No me llames señor, entonces. Es raro. - Lucius rio, y Severus consideró que era una risa muy hermosa, al igual que todo en Malfoy.

 

- Lo siento.

 

- No digas 'lo siento' todo el rato. ¿Cómo te llamas? - Su tono de voz era amable y calmado, nada tenía que ver con cualquier otro Malfoy que Severus hubiera conocido.

 

- Severus Snape. Soy... un primo lejano tuyo.

 

- Ah, sí, Snape... Mi padre me ha hablado sobre ti. Tu familia es rica desde hace poco, ¿verdad?

 

- Sí, desde hace pocos años... Cosas de negocios.

 

- Ya. - Ladeó la cabeza, apartándose el flequillo de la cara. Sus hebras doradas relucieron como espejos al sol. - Oye... ¿te apetece hablar conmigo?

 

- ¿Perdón?

 

- Allá abajo me aburro. Todo el mundo es muy pedante, no me siento cómodo. ¿Quieres quedarte aquí conmigo y charlar un rato?

 

- Claro. - Se sintió algo cohibido. Un Malfoy, hablándole con tanta amabilidad... No supo qué pensar. El chico no parecía guardar maldad alguna, por lo que aceptó. - Yo también me aburría un poco.

 

- Sólo hablan de dinero, dinero, dinero... Me estaba poniendo de los nervios, por eso vine aquí. Y mis queridas primas no ayudaban en gran cosa, son casi tan aburridas como los amigos de mi padre.

 

- Narcissa y Bellatrix, ¿no?

 

- Sí. - Se sentó en el suelo, y Severus lo imitó. - Pero tú también eres primo mío, aunque sea lejano, pero es agradable conversar contigo.

 

“Si es él quien está hablando todo el rato...”, pensó Severus. Sin embargo, no le pareció educado recalcar eso. Decidió iniciar él un tema de conversación.

 

- ¿Vienes aquí muy a menudo? - Le pareció que lo que acababa de decir sonaba algo idiota, pero no se le había ocurrido nada mejor que decir.

 

- La verdad es que sí. Si noto el ambiente muy cargado, vengo aquí a relajarme.

 

- ¿Por qué? Si no puedes... - Se percató del enorme desliz que acababa de cometer. - Nada. L-lo siento...

 

Lucius no cambió su expresión de afabilidad.

 

- ¿Por qué, si no puedo ver el jardín? Era eso lo que ibas a decir, ¿verdad?

 

- N-no... Yo...

 

- Tranquilo, no me molesta. Aunque no pueda ver, me llega el olor de los árboles, y oigo los pájaros... Siento la brisa... Es muy relajante.

 

- De todas maneras, siento no haber prestado atención a lo que decía.

 

- Que no pasa nada. Le pasa a todo el mundo, estoy más que acostumbrado. - Se señaló los ojos, de iris tan grises como el cielo en un día nublado. - ¿Quieres que te hable de ello?

 

- Sólo si tú quieres...

 

Lucius estiró las piernas aún sentado, acomodándose.

 

- No siempre he sido ciego. Hasta los cuatro años o así veía perfectamente. Conozco el rostro de mis padres, cómo es mi casa... Bueno, al menos cómo eran por aquel entonces. Pero un día, empecé a ver turbias todas las cosas... Me vieron muchos médicos, pero no se podía hacer nada. Perdí totalmente la vista en unos pocos meses. Yo era muy pequeño y no entendía por qué cada día todo estaba un poco más oscuro. Pero ya llevo así doce años, me parece totalmente normal que el mundo que me rodea sea completamente negro.

 

- ¿Qué ves exactamente?

 

- Mmm... No sé cómo describirlo. Oscuro.

 

- ¿Y existe alguna cura?

 

- De momento no. Pero mi padre tiene a un equipo de investigadores trabajando en mi caso. Dice que a lo mejor un día encuentran la manera de devolverme la vista.

 

- Sería genial que lo lograran. Así podrías ver muchas cosas bellas.

 

- Yo ya veo cosas bellas. No como las ves tú, pero las veo a mi manera. Mira.

 

Se puso en pie, apoyando ambas manos sobre la barandilla del balcón y mirando en dirección al jardín. Severus le imitó. Lucius se quedó muy callado, como si se estuviera concentrando en algo.

 

- Ahora mismo hay cuatro pájaros en ese árbol de allí. Son gorriones. No, espera. Tres gorriones y una tórtola.

 

Severus comprobó asombrado cómo Lucius había acertado de pleno. No sabía diferenciar un gorrión de una tórtola, pero en efecto, en el árbol había tres pájaros de pequeño tamaño y uno un tanto más grande.

 

- Increíble. ¿Cómo lo has sabido?

 

- Los llevo oyendo todo el rato. Como la vista no me distrae, mis otros sentidos se han agudizado bastante. Además, afirmo que el árbol en cuestión está justo ahí -levantó un dedo, señalando justo hacia donde se hallaba el árbol – y es un manzano.

 

- Acertaste.

 

- El piar de los pájaros me dice dónde están posados, y puedo oler las flores del manzano desde aquí. - Le miró sonriente. - ¿A que mola?

 

- Sí, mucho. - Estaba francamente sorprendido por la agilidad con la que Lucius había identificado todo aquello. - Eres fascinante.

 

Observó cómo las manos de Lucius se crispaban un poco sobre la barandilla.

 

- ¿Te puedo pedir un favor?

 

- Claro, lo que sea.

 

- Puedo... ¿tocarte la cara? Quiero saber cómo eres.

 

Severus se sintió algo incómodo por el ruego. No le molestaba que le tocase en sí, era el hecho de que alguien tan bello como Lucius quisiera abiertamente tener algún tipo de contacto con él. Era bastante poco agraciado, eso lo sabía. Le daba reparo que también Lucius se diera cuenta de esto.

 

- E-está bien.

 

Lucius alargó las manos, dejándolas apoyadas en su pecho. Poco a poco fue ascendiendo, tocándole los hombros. Deslizó las yemas de sus dedos por la yugular, alcanzando el mentón. Severus sentía que se tensaba ligeramente ante el contacto. Las manos de Lucius eran tan suaves y delicadas... Se sentía muy agradable bajo ellas.

 

Lucius le tocó la mejilla, subiendo hasta llegar al rostro. Deslizó sus dedos por los pómulos, la nariz, las cuencas de los ojos, las cejas, la frente... Parecía como si estuviera memorizando cada pliegue, cada poro de su piel. Con las dos manos le sujetó de la cabeza, deslizándolas por su pelo.

 

- Tienes un rostro muy peculiar.

 

- No, simplemente soy feo.

 

- Yo no diría eso... Me gusta tu pelo largo.

 

“Me lo dejo así para disimular mi cara...”

 

- Eres muy amable. Demasiado. - Se apartó de él suavemente, quedándose de pie a su lado.

 

- No puedo mentir. El tacto no me engaña. Mis manos son mis ojos.

 

Severus no añadió nada más. Desde el fondo del corredor se escuchaban voces.

 

- Nos están buscando. Deberíamos irnos -dijo Lucius mirando hacia la puerta. - ¿Vamos?

 

- Sí... Va siendo hora de que me vaya a casa.

 

Empezaron a caminar hacia el interior de la mansión. Lucius doblaba cada esquina con perfecta maestría, sabiendo con seguridad dónde pisaba. Su ceguera no le impedía conocer exactamente la ubicación de cada mueble, de cada escalera. Esto a Severus le fascinó.

 

- Oye, Severus...

 

- Dime.

 

- ¿Te gustaría volver algún día aquí? Para charlar conmigo, o algo.

 

A Severus le impresionó que le pidiera algo así.

 

- ¿Por qué?

 

- No sé, me ha gustado hablar contigo. ¿Volverás a verme?

 

- No lo sé - No supo por qué, pero al ver su expresión de ligera desazón algo en su cerebro le indicó que debía cambiar de parecer. - Bueno... Quizá sí. Sí, vendré a verte otra vez.

 

- ¿De verdad? - Sus ojos se iluminaron, mostrando que aunque físicamente estuviesen 'apagados', aún estaban llenos de vida.

 

- Te lo prometo. - Se atrevió a tomarle de la mano a modo de despedida. - Hasta pronto.

 

Se marchó por el corredor principal, hallando a sus padres en la entrada. Miró hacia atrás antes de marcharse, y vio a Lucius, que le decía adiós con la mano. Sin saber por qué, le devolvió el gesto, aún a sabiendas de que no podía verle.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué tal? o.o Como ven, es muuuuuuuy cortito y muy sencillito de leer ^w^Aunque fiel a mi tendencia, los caps se irán haciendo progresivamente más largos. 

Aviso además que las actualizaciones, lamentablemente, serán rara vez... =¬=U No me maten por ello plis!

 

~Mikkan : 3


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