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Inevitable por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola yaoistas y amantes del DouWata!!!

¿No les encanta desvelarse viendo o leyendo yaoi? Es casi mágico... ( >w< ).

La página me ha dado muchas molestias con sus cambios de... ¿estética? ( O.o? )

Sepan que sudé la gota gorda con este capítulo, así que espero que les guste.

 

Disclaimer: Los personajes son propiedad exclusiva de las CLAMP.

¡Disfruten!

Capítulo 4

 

 

Se cumplía el inicio del segundo trimestre de embarazo el día exacto en que Doumeki y Watanuki fueron a visitar a la adivina.

La tripita del moreno, aunque bastante abultada porque no era uno sino que dos, aún no le generaba cargas ni fuertes molestias. Los libros decían que era el periodo más tranquilo de la gestación y el ojos-azules esperaba con toda su alma que así fuera. Igualmente, ya había pasado la etapa de riesgos, así que podía relajarse y disfrutar.

Era un lástima que el otro padre no lo hiciera, ya que procuraba no dejar solo (desprotegido, en sus palabras) a Watanuki ni a sol ni a sombra. Mucho menos ahora que al moreno se le había ocurrido salir a caminar por las tardes y que tenía el deseo secreto de practicar natación. En ocasiones, Yuuko se ofrecía a acompañar a su empleado y compraban juntos los antojos vespertinos. En alguno que otro paseo, la dueña de la tienda había visto en acción el poder de los peques al encontrarse con un ser que se acercaba a ellos con dudosas intenciones. La mayor, antes de alzar el brazo para alejar al espíritu -cualquiera que éste fuese- veía al desdichado ya exorcizado o bien huyendo. Sucedía lo opuesto con un ser que no fuese maligno: rozaba la burbuja que acompañaba a Watanuki y de repente el espíritu cobraba vigor y se alejaba de ambos caminantes dejando una estela de colores.

En las caminatas, Yuuko aprovechaba el hecho de que su fino paladar era capaz de probar algo y desentrañar la receta inmediatamente. El lector sabrá que al momento de volver a la tienda, la bruja traviesa ya tenía bien mentalizado lo que quería para la cena. ¿Y por qué el subordinado no presentaba las quejas habituales? Porque cada bocadillo nuevo que Yuuko ordenaba era también una de las variedades que sus criaturas exigían, como si la mujer se acoplara al apetito del menor. Además, la morena había incrementado la cantidad de víveres que compraba semanalmente, para que así Watanuki tuviera mayor acceso a cualquier platillo y una alimentación saludable. Yuuko cuidaba del ojos-azules en la tienda justo como Doumeki lo hacía en el templo.

En otras ocasiones, el guardián elegido era el celoso kudagitsune. Es de rememorar la primera vez que la pareja entró a la tienda y el zorrito se alzó desde las profundidades de su pipa como un proyectil buscando su objetivo. Los diminutos ojos del animalito lanzaron corazones sólo con divisar al ojos-azules a lo lejos. Cuando aumentó su velocidad, cuando se encontró a escasos centímetros del rostro del moreno y de poder depositar en él mil caricias y cosquillas… una mano grande, afilada y sorprendentemente fuerte atrapó su cuerpo en pleno vuelo. Se retorció todo lo que pudo y encarando a su oponente, vio que se trataba del llamado “Doumeki Shizuka”.

 ─No te atrevas ─le espetó la voz gruesa del engreído individuo. De haber estado en su forma completa, el kudagitsune se le habría lanzado encima y habría encerrado entre sus fauces la mano que lo apresaba en esos instantes. Los rivales se miraron duramente, hasta que un Watanuki harto los separó, tomando al zorrito en sus expertas manos y alejándose con él. Doumeki juraría, a quien quisiera escucharle, que el zorro le había sacado la lengua. Debido a esa celotipia que compartían el morocho y el animalito, era que el primero confiaba en que el segundo podía cuidar del Watanuki.

No es posible tampoco olvidar a Maru y a Moro, que habían tomado como costumbre hablarle a la pancita del joven diariamente. A veces era leer un cuento, a veces un manga, a veces recapitular las anécdotas del día, a veces charlar con Yuuko acerca de un cliente, a veces sólo hablar. Pero si algo era seguro, era que las dos niñas siempre reían para los bebés y pedían a Watanuki, con una tímida mirada, acariciar su vientre. Mokona por otra parte, colaboraba yendo a la bodega a traer la bebida, le ayudaba en la cocina de vez en cuando, es decir, realmente le avisaba si algo se estaba quemando y cuando era día de hacer la colada se encargaba, junto a Maru y Moro, de tender la ropa. Así mismo con otros quehaceres en apariencia pequeños, pero que reducían mucho el cansancio de Watanuki.

El moreno había tenido muchas dudas aquejándolo esos días y de alguna manera, ahí estaba su jefa para aclararlas. Antes de formular la pregunta, la ojiroja le había dicho que nadie notaba su embarazo porque nadie lo creía posible.

─No entiendo ─replicó el otro de inmediato.

─La mente ve lo que quiere ver ¿o me equivoco? ─en ese momento, los largos dedos de Yuuko habían llevado hasta sus labios un vaso de sake─. No creíste en el milagro hasta que te lo hice ver. Si no crees, no eres capaz de ver ni sentir. Sólo si crees, serás capaz.

He ahí la enigmática respuesta. Estaba considerando que quizás era verdad lo que la bruja decía. No iba a cuestionarla en el momento, sin embargo, sin quererlo sometió a prueba el argumento. Se dio cuenta cuando empezó los preparativos que había pedido la adivina y fue a ver con Doumeki a Kohane para invitarla a la ¿celebración?

La madre de la niña los reconoció en el instante en que los jóvenes llamaron a su puerta. Internamente, durante el camino a la casa de Kohane-chan, Watanuki había estado preparando una defensa medianamente creíble que pudiera explicar el motivo de su barriguita. Doumeki, quizás por curiosidad más que por cualquier miramiento, no había osado intervenir en las elucubraciones de su moreno ya que le parecían absurdamente adorables y no quería perderse ni una palabra. Tanto así le parecieron que comenzó a pensar en algo él también, aunque con mayor sutilidad. Mayúsculo fue el desconcierto que se llevaron ambos al no recibir ninguna pregunta ni una mirada de extrañeza por parte de la señora. Los invitó a pasar con cálida cortesía y ellos ingresaron en el hogar con cierta cautela. Se sentaron en el estrecho sillón de la salita de estar que la dama les indicó, en el que cupieron muy apretados porque lo ocupaban casi por completo. La madre llamó a su hija y cuando ésta apareció, ella se retiró a la cocina.

Kohane rodeó el asiento y cuando estuvo dispuesta a saludar a sus amigos, las palabras originales que quiso decir huyeron de sus labios con la misma rapidez que se le ocurrieron unas nuevas.

─¡Kimihiro-kun ha engordado! ─dijo Kohane espontáneamente a causa de asombro que la hizo hablar sin pensar.

<<Oh no…>> pensó el morocho ipso facto mirando a la persona a su lado.

Sus temores no se cumplieron. Contrario a sus sospechas, el ojos-azules dibujó en su rostro una sonrisa divertida al tiempo que rascaba su nuca con culpabilidad. Observando la celeste mirada de la rubia, que escrutaba el vientre de Watanuki con inteligencia, el mayor de los tres supo que la niña ya se había dado cuenta.

─¿Puedo tocar? ─pidió amablemente Kohane con un brillo en sus ojos, imposible de definir y con sus manitos listas.

─Claro ─concedió el joven con naturalidad, permitiendo que las diminutas manos de la rubia acariciaran su pancita. La chica rio suavemente y dijo entusiasta:

─¡Son dos! Por eso es que se mira tan redondito ─mencionó la pequeña con ternura.

─Son gemelos ─corroboró el moreno.

─¿Dos niños, dos niñas…?

─Aun no sabemos ─continuó respondiendo Watanuki.

─Son de Shizuka-kun ¿verdad? ─interrogó Kohane tornándose seria de repente. El shock y el sonrojo tan abrupto que dominaron al ojos-azules en ese instante fueron lo suficientemente potentes como para impedirle contestar.

─Si ─contestó el morocho en lugar del otro.

─Me alegro ─dijo la rubia con el alivio matizando su voz.

─¿Por qué? ─preguntó Doumeki mirando a la menor con ojos inquisidores.

─No estoy segura… Supongo que no me gustaría que fuesen de otro que no sea Shizuka-kun ─expresó la niña siguiendo con las caricias y susurros que dedicaba a los bebés de la pareja.

─Estoy de acuerdo ─dijo Doumeki, asintiendo levemente para sí.

Cuando Watanuki por fin regresó de su estupor, prosiguió con la misión que tenía encomendada. Kohane aceptó encantada, ofreciéndose para ayudar en la cocina y asegurándole que había mejorado mucho desde la última vez. Watanuki no pudo negarse.

Justo cuando la pareja creyó que era tiempo de retirarse, la mamá de Kohane les ofreció un aperitivo. El moreno iba a denegar el ofrecimiento pero eso murió cuando la señora pronunció la palabra “postre”. Watanuki decidió por los cuatro y tanto él como su querido se quedaron un rato más.

Luego del pequeño refrigerio (en el que el moreno satisfizo sus ansias de chocolate, vainilla y variantes de azúcar), se despidieron cordialmente, Watanuki acordó una hora para pasar trayendo a Kohane al día siguiente y se retiraron agradeciendo por todo.

Pasaron incontables minutos de andanza en inesperado silencio. Alejados considerablemente del hogar de Kohane, el menor paró en seco.

Cuando el mayor se detuvo en consecuencia y se vio obligado a ver hacia atrás, contempló su más grande temor: Watanuki había dejado caer la primera lágrima, a la que rápidamente le hizo compañía la segunda. Juntas amenazaron con dejar caer un manantial si Doumeki no hacía algo pronto.

Con urgencia y delicadeza, los dedos del morocho limpiaban las mejillas -sublimemente suaves por el embarazo- bañadas por el cauce de los mares de esos ojos azules.

─¿Qué te sucede? ─recibió una negación con la cabeza─. ¿Hice algo malo? ─se angustió el más alto, sin saber qué decir y sin saber cómo detener el llanto de su amado.

─No hiciste nada… ─dijo el más bajo con esfuerzo─. E-Es que…

─¿Sí? ─le alentó a proseguir.

─Es que… ─tomó aire porque el llanto quiso hacerse más fuerte─ Kohane-chan dijo que estoy gordo…

Doumeki, hablando con sinceridad damas y caballeros, esbozó una sonrisa. Feliz, por saber que no había metido la pata todavía y conmovido por lo frágil que se volvía Watanuki por culpa de las hormonas. Era la primera vez que el morocho lidiaba con las susodichas, así que se deseó suerte.

─No lo estás ─empezó diciendo.

─¡Sí lo estoy, no te atrevas a mentirme! ─a la voz temblorosa de Watanuki se le añadió un toque de furia. Eso era mejor.

─Es lo normal, los bebés están creciendo dentro de ti y…

─¡Entonces estás de acuerdo con que estoy gordo! ─se borró la furia para darle paso a la depresión.

─Pero…

─¡Y hace falta tanto tiempo! ¡Me pondré todavía más grande!

─Si, pero…

─¡No podré pasar por las puertas!

─Eso es exageración, tonto… ─el morocho dio justo en uno de los clavos ya que de inmediato cesó el histerismo del otro. Y su plan hubiera funcionado si estuviera lidiando con los humores normales de Watanuki. Sin embargo, la suerte no estaba de su lado.

─ ¡¿“Exageración”?!  ¡¿Crees que estoy exagerando?! ─ya veía venir las llamas tras los párpados del hablante…

─Si.

─¡¿Es que ya te cansaste de mi?! ─el sollozo aumentó.

Doumeki estuvo a punto de palmearse la frente. <<¿Cómo hace para darle vuelta a las cosas?>>

─¡¿Darle vuelta?! ─repitió el moreno en un chillido, demostrando que había escuchado─. ¡Vete al infierno, Doumeki! ¡Yo no le doy vuelta! ¡Lo que veo es que tú ya no me quieres!

OK. Al final fue Doumeki el que terminó enfurecido. A eso se le llama, queridos lectores, un tiro por la culata.

Ésa fue la gota que derramó el vaso. Doumeki se impresionó a sí mismo al estampar sus labios sobre los de Watanuki.

El “besado” cerró los ojos instantáneamente, indefenso, odiando su cuerpo y las dichosas hormonas que no ponían defensa alguna ante el otro y que no le permitían reaccionar.

El “besador” repasó los labios contrarios con avidez, gruñendo al no obtener una respuesta. Percibió como el moreno entreabrió sus labios, vacilante. Eso era más que suficiente; el morocho profundizó el beso introduciendo su lengua, invadiendo cada parte de la boca de Watanuki y arrebatándole gemidos que lo motivaban a continuar. Entretenido como estaba, no supo cuando puso una mano respectivamente en la espalda baja y la nuca del menor que súbitamente apretujaron ese cuerpo contra el propio. Fue más o menos consciente de la mano que se enredó en sus cabellos.

El ojos-azules apenas podía mantener el ritmo; Doumeki estaba haciendo de él lo que creía conveniente. Se sentía desorientado desde diferentes perspectivas pero no se iba a quejar. Volvió a gemir manteniendo los ojos firmemente cerrados; sabía que eso volvía loco al morocho y qué beso tan divino el que le daba el desgraciado… Aspiró fuertemente cuando el mayor se apartó, se relamió los labios al degustar el sabor del otro sin abrir los ojos todavía. Se sostuvo velozmente del cuello del más alto ya que hasta el momento, no se había dado cuenta de que su feliz mareo había dejado sus piernas inútiles.

Doumeki no deshizo el abrazo, por lo que sus rostros continuaron ubicados a escasos centímetros del otro. Éste aprovechó el hecho para susurrar al hablar:

─No estás gordo, estás embarazado por si no lo recuerdas ─el aliento cálido del más alto llegaba hasta los de Watanuki provocándole escalofríos─. Si, estás redondito pero sigues siendo lo más sexy que he visto.

─¿Aunque parezca una sandía deforme?

<<¿Una san-? No voy a preguntar…>> se decidió el morocho.

─Sí, aunque lo parezcas.

─¿Y siempre vas a quererme? ─preguntó el moreno con la última nota suplicante en su voz.

─Eternamente ─el menor pareció tranquilizarse con lo que recién escuchó, así que sonriendo dijo:

─Te creo ─se limpió con el dorso de la mano los últimos rastros de lágrimas─. Apurémonos ─jaloneó al otro tomándolo por la muñeca.

─¿Por qué?

─Hay que hacer la cena y primero tenemos que pasar comprando los ingredientes ─dijo con un tono más animado─. Estoy corto de muchas cosas en estos días… ─murmuró lo último, pensando en cuanto devoraba desde hacía un tiempo.

─¿Qué vas a preparar?

─Inarizushi ─contestó Watanuki sin despegar la vista del frente─. Vas a comer hasta que no quede nada en los platos.

No vio el brillo que se instaló en los ojos de Doumeki, pero en su mente escuchó un claro y fuerte…

<<Te amo>>

<<Yo también te amo>>

─También se me antoja comer sandía.

Doumeki guardó un silencio sepulcral y fue a buscar una sandía.

 

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Al día siguiente, las primeras palabras de Watanuki para comenzar la mañana fueron:

─Es una bruja en todas sus formas… Mira que es domingo y no se pudo olvidar de ese bollo negro…

La actividad transcurrió de la siguiente manera: Yuuko y Mokona llegaron al templo a despertar a la pareja y una vez tuvieron a los dos despiertos, bañados y desayunados -la morena aprovechó para picar- la morena le ordenó a su empleado que pasara por Kohane y que juntos llegaran a la casa de la adivina porque serían los cocineros. Mokona los acompañaría. Doumeki y ella harían la compra de todo lo necesario para el almuerzo.

El menor se negó desde el principio, rotundamente. La mayor persistió en su plan, fervientemente. El morocho simplemente fue a buscar la botella de que tenía preparada para la ocasión y Mokona decidió acompañarlo.

Sin que Watanuki pudiera oponerse, el plan de su jefa fue llevado a cabo. Él partió en busca de la rubia, no sin antes recibir una pasional despedida de su pareja, sin que Doumeki hablara seriamente con sus hijos acerca de su protección y sin que Mokona saltara sobre su cabeza para emprender el viaje.

Por un lado, Kohane no volvió a mencionar ante el moreno la cuestión que involucraba su figura y saludó a los bebés con efusión. El camino era largo desde la casa de la niña hasta el hogar de la adivina, así que la chica charló largo y tendido con Mokona. Por otro lado, el morocho aguantó toda la hiperactividad de la morena (comprendiendo a Watanuki en el proceso), que lo arrastró hasta donde el tiempo se lo permitió. El dúo de compradores eligió con exquisitez la comida dando a notar ambos que habían pensado detenidamente en ese almuerzo. En esos momentos, los dos compradores experimentaron una sensación de entendimiento absoluto e imaginaron juntos su banquete ideal. Yuuko quiso comprar ropa para Watanuki, ya que su cintura crecía día a día, y puso a Doumeki a elegirla. Compraron mucha ropa. La mayor no olvidó visitar su licorería predilecta y se dio gusto viendo delicias por aquí y por allá. Con ayuda de su yerno (a ella le encantaba llamarlo así) se decidió por un ron viejo.

Para cuando arribaron a la casa de la anfitriona ya casi era mediodía y uno de los cocineros estaba más que impaciente. Aunque quería, Watanuki no podía culpar a Doumeki, sabía por experiencia propia como era Yuuko en sus mejores momentos. Con toda la paciencia que Kohane era capaz de transmitirle al moreno, comenzaron su trabajo mientras ésta empujaba a su amigo a la cocina. La ojiroja se disculpó, junto a su compañera, diciendo que querían “verificar” la correcta preparación de los alimentos. Tuvo una mirada cómplice con el morocho, asegurándole que se encargaría de que quedara perfecto.

La adivina y el joven quedaron abandonados en el cuarto, sentados a la mesa baja.

─La última vez no tuvimos la oportunidad de platicar a solas, ¿Cómo prefieres que te llamen? ¿Shizuka-kun o Doumeki-kun? ─preguntó la señora, mostrando sus irises lila que miraron a su invitado con atención─. Mmm… ─pronunció la anfitriona con aire meditabundo sin esperar realmente por una respuesta─. Supongo que elijo Shizuka-kun ¿No hay problema?

─No ─dijo el muchacho escuetamente. Pensó que estaba siendo innecesariamente cortante─. Lo que usted prefiera, cualquiera estará bien ─agregó un segundo después.

─Shizuka-kun será ─acordó la ancianita sonriéndole. Con un gesto muy suave de la mano, le dijo─: Pero antes de comenzar la plática que quiero tener contigo ¿Por qué no consigues unos dos vasos y probamos ese delicioso sake que has traído?

─Pero…

─Querido, van a cocinar todo lo que compraron… tardarán un rato. Pero valdrá la pena, te lo aseguro. Además, a Yuuko-chan le daremos más tarde.

─En este momentos los traigo ─correspondió el joven, tratando de no sentirse asombrado ni de expresarlo. En menos de cinco minutos, la cristalería estaba puesta sobre la mesa. Una vez que la adivina dio el primer sorbo, ella prosiguió.

─Has cambiado mucho ─fue lo primero que le dijo a Doumeki─. ¿Sigues discutiendo con Kimihiro-kun?

─Todo el día ─la señora dejó salir una risa que salió desde lo más profundo de su ser, completamente complacida.

─Me alegro. Veo que han fortalecido mucho su relación.

─¿Usted lo cree? ─preguntó Doumeki, anhelando escuchar la respuesta de ella más que la de nadie.

─Claro que sí. Tal y como imaginé, si me permites agregar. Sus hijos son una prueba infalible de ello y ahora estoy segura de que seguirán estrechando su lazo. Aparte de que crearán nuevos.

─Usted dijo que cambié ─mencionó el morocho queriendo saber a con exactitud a qué se refería.

─¿A ti no te lo parece? ─los labios del otro tuvieron el impulso de separarse pero no dijeron nada, él sólo se encogió de hombros─. Creo que no te has dado cuenta, pero los que están a tu alrededor sí. Has cambiado.

─¿Cómo?

─Hablas más ─apuntó la ancianita dando un nuevo sorbo al tiempo que veía la diminuta sonrisa del muchacho─. Sonríes más. Te expresas más a menudo y me atrevería a decir, Shizuka-kun, que eres más feliz.

─Quizás ─fue lo único que contestó Doumeki, autoanalizándose otra vez.

─¿Lo dudas? No deberías ─aseveró la señora, dejando a un lado el vaso y tomando una de las manos del morocho─. Mírate. Ese rostro tan estoico que solías tener, ahora es pacífico, no frío. Has encontrado más palabras y sentimientos cálidos que expresar con el y has logrado que siga siendo difícil leer tu expresión corporal. Has hecho crecer tu fuerza ya que la persona por la que luchas te ha aceptado. Te has hecho mucho más celoso ─le dio un golpecito con la palma─. Has logrado que Kimihiro-kun se dé cuenta de tus emociones cuando estás con él y eso crea en ti una sensación de orgullo. Te has hecho más sobreprotector, más posesivo.  Has conseguido que Kimihiro-kun sea posesivo contigo. Con el permiso de él y el tuyo, me atrevo a decir que te has vuelto más guapo ─la señora levantó las cejas sugestivamente y el más alto sólo atinó a asentir al halago con un poco de timidez─. Eres más romántico y te muestras humilde. Justo ahora, pensaste que debías darme una respuesta cortés o tan siquiera más larga. Cosa que antes no habrías hecho ─ahí Doumeki no pudo ocultar totalmente su asombro─. Tal vez creas que son transformaciones insignificantes, tanto que no te habías percatado.

─No, no lo había hecho ─dijo Doumeki en tono de disculpas.

─Eso es normal, muchacho ─le consoló la adivina─. Apuesto a que Kimihiro-kun tampoco se ha dado cuenta porque vive contigo, pero los demás definitivamente si. Has probado que tienes un corazón, a pesar de que no se encontraba en tus planes.

─Nada de esto en realidad ─reconoció el otro sinceramente.

─Y todavía hay un largo camino que recorrer.

─Suena bien para mí.

─Eso espero, porque también necesito decirte otras cosas ─la mano de piel canela que sujetaba la anfitriona fue apresada con creciente fuerza─. Yuuko-chan ya les advirtió de todos los espíritus que estarán detrás de sus hijos ¿verdad? ─el morocho asintió─. Perfecto, lo que yo quiero decirte es que no bajes la guardia. Después de su extraordinario milagro los ojos de los otros mundos también se han fijado en ti y por el bien de Kimihiro-kun, de tus hijos y el tuyo… No bajes la guardia.

─No lo haré ─prometió el joven atento a cada palabra.

─Si necesitan ayuda, cualquiera de los dos, cuentan con Yuuko-chan y conmigo ¿De acuerdo? ─Doumeki devolvió el apretón a las manos de la adivina─. Tampoco es mala idea acudir a Kohane-chan.

─Entiendo.

─No te enfoques sólo en el mundo que ves y no esperes sólo ataques físicos. Cuida tus sueños, sobre todo si son lúcidos y coherentes. No dejes de soñar ni dejes que interrumpan tu sueño. Cuida tu salud mental, tu estabilidad emocional. Avisa si empiezas a sufrir de problemas de percepción o a perder la memoria.

─¿Debo preocuparme por la “hiperrealidad”? ─inquirió Doumeki. No quería ir en la calle mirando colores por todos lados sin saber a ciencia cierta si era un lunático o no. Las alucinaciones no eran algo que encontrara muy atractivo.

─No lo creo. Quizás sí, si antes de eso dejas de tener sueños lúcidos. De lo contrario, despreocúpate. ¿Puedes ver espíritus por tu cuenta?

─Desde el embarazo de Watanuki.

─¡Qué bárbaro! No me imaginé que hasta ese punto sus bebés los harían conectarse. Estoy sorprendida ─el morocho sonrió con orgullo─. Entonces debe continuar así, por lo menos hasta que el embarazo acabe.

─¿Puedo confiar en los poderes de Kohane-chan?

─Totalmente.

─¿Por eso la llamó?

─No, nada que ver. Quería verlos a todos y me pareció que ahora que Kimihiro-kun tiene a sus retoños, necesita un poco más de ayuda.

─¿Algo más por lo que deba preocuparme?

─No lo creo. Recibirás muchas visitas de las buenas, así que alégrate. Trata de no estar tenso todo el tiempo porque entonces Kimihiro-kun lo sentirá y los bebés por igual. Mímalo y deja que te mime ¿Comprendes?

─Comprendo ─afirmó el otro asimilando toda la información.

─Dejando esos temas escabrosos aparte… ¿Cómo te va con tu “suegra”? ─quiso saber la señora sonriendo con curiosidad.

─No me pueda quejar ─declaró el morocho, al tiempo que la aludida entraba a la habitación con estruendo.

─¿Verdad que es magnífico mi yerno? ─rió la morena sentándose junto a Doumeki, pasándole un brazo por lo hombros.

─Si lo es ─concedió la otra dama presente en el cuarto─. Dime, Shizuka-kun… ¿Kimihiro-kun ya te llama por tu nombre?

─¡No tiene que ser tan amable con él! ─estalló el segundo mencionado al entrar a la habitación junto a Mokona y Kohane que traían una parte del almuerzo─. ¡Eso de “Shizuka-kun” es mucho para él! ¡“Doumeki” a secas es mejor!

─No me lo creo ─replicó la ancianita─. ¿No lo llamas así nunca?

La pareja se congeló por un instante. Un destello indescifrable surcó los ojos del morocho y un sonrojo encantador se apoderó de las mejillas del moreno.

─Sólo en ocasiones especiales ─contestó el más alto de los dos, sacando a su amado del apuro─. Cuando está enojado, por ejemplo.

─Supongo que hay cosas que nunca cambiarán ─dijo la adivina contenta de ver a todos sentados a la mesa.

Con un Doumeki comiendo sin esperar a nadie, con un Watanuki gritándole un montón de cosas. Con una Yuuko y una Mokona que ya imaginaban cosas pervertidas de la pareja. Con una Kohane que no entendía mucho de lo que se hablaba, pero que conversó amenamente con la anfitriona y con un festín de manjares.

El mediodía y la tarde pasaron con esa sensación de que el tiempo es imparable y demasiado veloz cuando se disfruta. Mokona y Doumeki se ofrecieron a lavar los platos y dejaron una porción de todo a la mamá de la pequeña. No pasó mucho hasta que Yuuko deseó probar el sake que el morocho había traído y Watanuki tuvo que luchar con ella para que no se pasara de copas una vez lo saboreó. Estuvo saciada hasta que hizo prometer a Doumeki que compraría una para ella enfrente de todos.

Si Watanuki hubiera tenido que expresar aquella singular tarde en palabras, hubiera dicho: ‘Fue una tarde en familia’.

Cuando el sol empezó a caer y el cielo se coloreó de anaranjado, la pareja decidió que era hora de marcharse. Al estar los dos junto a Yuuko y Mokona en el patio de la casa para despedirse, el ojos-azules dijo:

─Gracias por dejarnos visitarla.

─¡De eso nada! Me encanta ver mi casa llena de su alegría. También tengo que agradecer los gestos de Shizuka-kun ─Watanuki le lanzó una mirada feroz a Doumeki─ y la comida que prepararon tú y Kohane-chan ─rebatió la señora.

─¡Completamente! ─celebró Yuuko aún con las mejillas arreboladas─. Teníamos que tomar juntas y tenemos que volverlo a hacer.

─Dejen de hablar de alcohol… ─demandó el moreno─. ¿Vendrás con nosotros, Kohane-chan? ─preguntó a la rubia.

─No, mi madre vendrá a traerme dentro un rato ─respondió la chica mirando al hablante a los ojos─. Kimihiro-kun… ─llamó con su voz dulce.

─Dime.

─Me preguntaba si tú y Shizuka-kun podían ir a mi casa, el día que ustedes quieran ─los aludidos se miraron fijamente unos instantes y luego respondieron al unísono:

─Si ─la chica cabeceó en respuesta.

─Espero que vuelvan a visitarme ─dijo la adivina.

─Usted díganos cuando ─manifestó Watanuki.

─¡Sobre todo ahora que hay tanto que celebrar! ─habló la morena con euforia.

─Cierto, cierto… ─corroboró su amiga. Doumeki estaba un poco desubicado y cuando observó a su amado, se dio cuenta de que estaba peor que él.

─¿A qué se refieren?

─Lo sabrás después, querido ─dijo misteriosa la bruja.

─Al fin y al cabo, ésta no será la única vez que festejemos la llegada de tus retoños, Kimihiro-kun. Faltan muchos más ─garantizó enigmática la adivina, dejando que las palabras hicieran su trabajo en ambos padres.

─Oh por Dios… ─sollozó Watanuki al borde del desmayo sosteniéndose de Doumeki, que lo sujetó contra su cuerpo y que sonreía incluso más que otras veces.

─¡Esto apenas está empezando! ─rugió Yuuko con el puño en alto, siendo acompañada por Mokona y sus saltos de gloria.

La señora y la niña vieron marcharse por la calle aquel extraño cuarteto.

Se avecinaban buenos tiempos, aunque con ciertas dificultades.

Aunque… ¿Qué sería la vida sin obstáculos?

 

Notas finales:

Espero que lo hayan disfrutado o que les haya gustado, y que les haya hecho pasar un buen rato.

Ustedes dicen si merezco merezco comentarios. Críticas y sugerencias son bien recibidas. Ustedes me dicen si quieren que continue.

¡Cuídense mucho y hasta pronto!


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