No entiendo desde cuando nació, este sentimiento que es como la hiedra, que crece cuando menos lo esperas y que pese a todo sientes como crece.
“Dulce princesa” La llamaba entre sueños, sintiendo su presencia tan cerca de la mía.
Amor; Imposible pensarlo, pero vagamente esa palabra merodeaba en mi mente, no sabía exactamente porque, bueno, hasta este momento.
Pero, como sentir amor por alguien que me es tan molesta y… bueno, creo que a final de cuentas no pude engañarme.
Todo paso desde aquel día, ese odioso portero se había llevado cosas preciadas de mis amigos Jake y Finn, pero también se había llevado algo preciado de ella y tenia curiosidad de saber que era… para mi sorpresa, era algo que le había obsequiado… Dormía con ella
Sin duda recuerdo como me irritó, tanta perfección me abrumaba, me resultaba imposible de superar, me hacía sentirla inalcanzable.
Después de haber seguido a Finn por un buen rato decidí ir a visitarla, estaba nerviosa, me sentía tan fuera de mí, pero ese impulso no me ayudaba en nada.
-Buenas noches Dulce princesa. – Estaba en el lumbral de su ventana, estaba a punto de meterse a la cama, tenía la camiseta que le había obsequiado.
-¿Marceline? – Me miro sorprendida – ¿Vienes a burlarte por mi mal sentido musical? – Jugueteo con un mechón de su cabello, se veía nerviosa y triste.
-No – Entre Flotando con cautela– Vine para disculparme, sabes que esto no es lo mío, pero después de vi que aun la conservas me sentí mal por tratarte así.
- Sabes que ambas estamos siempre a la defensiva – Intento ser democrática, típico de ella.
-De eso tienes razón – me quede flotando en una esquina de su cama, intentando no acercarme demasiado, era simplemente extraño estar ahí.- pero en lo que ambas perdemos la razón es en el por qué siempre estamos así, a veces termina siendo irracional.
Ambas guardamos silencio, siempre peleábamos, pero al igual, siempre, de alguna manera inexplicable, hacíamos las paces y todo volvía a su relativa normalidad, me gustaba ayudarle cuando me necesitaba y ella con gusto acepta mi ayuda, pero a veces ella era la causante de mi malestar o yo solía ser el de ella.
-Somos opuestas – Rompió el silencio – Dos personas diferentes que a veces no pueden soportarse y…
-¡Deja de ser racional! – Le levante la voz exasperada – ¡Siempre intentas buscar alguna explicación científica hasta para el desayuno!
-Es porque siempre hay algo, algo que no podemos entender, tiene su relativa explicación – Intento justificarse diciendo lo primero que le cruzaba por la cabeza- ahora mismo es un ejemplo de que no podemos estar más de cinco minutos en una habitación sin intentar asesinarnos.
En eso tenía razón, nuevamente era ella quien tenía esa explicación, pero no la respuesta.
-Sabes – Intenté controlarme, respiré hondo y carraspeé mi garganta para escucharme con más claridad – Otra cualidad de los opuestos es que siempre se atraen – Dije lo último en un suspiro, mi intento de hacer las cosas bien resultaron para mí un desastre, no sabía lo que diría, tal vez creería que me había vuelto totalmente demente.
-Se atraen – Miro al techo un instante y después me miro a mi con las mejillas rojas – No había pensado en ello, a pesar de ser un principio muy fundamental para la física.
Cuando miré sus ojos, estos tenían un brillo diferente, era un brillo que contagiaba de cosas buenas, una mirada que solo me dedicaba a mí.
Nos miramos un instante, poco a poco me acercaba a ella, flotaba involuntariamente hacia ella.
-Gracias – Fue lo único que se me ocurro decir – Por conservarla aun. – miré la camisa que tena puesta, que se había convertido en su pijama favorita.
-Gracias a ti por habérmela obsequiado – Me tomo de las manos y deje de flotar, no solía hacerlo, pero ella me hizo tener contacto con la cama. – Es algo que valoro mucho porque proviene de ti.
Esa tención había desapareció totalmente, estábamos solo ella y yo en la oscuridad de la noche, con rayos de luna acariciando nuestros rostros.
-Lo vez, ahora no peleamos, solo estamos aquí – Intentaba unir palabras y fuerza pero sentía que me desmoronaba. – Si aceptas ese “principio” es mas fácil.
-Lo sé – Apretó mis manos con cariño – Pero lo que también sé es que no tienes algo mío.
Aparto un mechón de mi rostro, me sonrió melodiosamente y se acerco a mi lentamente, como si un movimiento en falso y nuestra existencia desaparecería por ello, entonces lo hizo; Ella me besó. Un beso dulce, como ella, sentí sus cálidos labios en los míos tan fríos, apretó mas mis manos y después me tomo de la cintura, correspondí el beso como si mi existencia dependiera totalmente de ello, después lentamente me incline mas y mas hacia ella hasta que terminamos completamente acostadas en la cama, lentamente me separé de ella para verla un instante, estaba nerviosa, asustada, Feliz.
-Regálame esta noche y la conservaré en mi memoria el resto de mi existencia – Le susurre al oído y ella me volvo a besar con suavidad, ternura, pasión, un beso más cargado de todo y más profundo.
-No – Me miro con mucha intensidad – Es mejor regalarte el resto de mis noches para que las conserves junto con mi corazón.
En ese instante sentí que era otra persona, alguien que de verdad podía encontrar la felicidad y todo eso que busque en mil años sin éxito alguno
Encontré mi Felicidad en la realeza.