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QUEEN por DIXlover

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¿Con qué frecuencia, durante las últimas semanas, había cerrado los ojos por la noche solamente deseando que ese cuerpo suave que él conocía tan bien, apareciera de la nada en su cama, dispuesto a aferrarse a é, a su cuerpo?

 

Tanto tiempo había pasado desde la ultima vez que le había visto, demasiado tiempo solo, aburrido en casa de su familia, al cuidado de su amorosa madre, quien le decía con seguridad, tan segura -que podría decir que la había visto todos los días rezando en el santuario- que su hijo volvería a tocar la guitarra, mas fuerte, y mejor que nunca. De hecho él no quería más. Lo que quería era tocar como siempre lo había echo, quería que las cosas fueran como cuando recién fundó Midi:Nette, donde había aprendido tanto, en donde había recibido tanto respeto.

 

Dos semanas de la tan temida cirugía en su brazo ya los médicos estaban satisfechos con la gran mejoría de su condición, sus huesos estaban casi soldados, sus tendones y músculos regenerándose más rápido de lo previsto, y para alivio de él, sólo quedaría una diminuta cicatriz, pero necesitaría mucho tiempo para recuperarse.

 

Descansaba sobre un cómodo futón que su madre había dispuesto con sumo cuidado, y una de las doncellas le había traído una limonada fría; él sólo suspiró y se puso de rodillas sobre un almohadón contemplando algo que siempre le había apasionado, los cerezos en flor que adornaban el patio trasero de la casa de sus padres. Entonces, comenzaron a llegarme recuerdos y él se preguntó ¿Qué había pasado para haber llegado a esa situación? Mientras se miraba el brazo vendado y descansando en el cabestrillo que le colgaba del cuello.

Había tenido un accidente automovilístico la noche que “su reina” -como solía llamarle- se alejó para siempre; aquella noche su reina había ido a visitarle en su departamento en Tokio sólo para hacerle una petición, pero desde que la vio al abrir la puerta supo que algo no andaba bien, la reina llevaba la mirada perdida y completamente lúgubre, le ofreció té, y mientras ella lo bebía se notaba como luchaba por tragarse las lágrimas; y cuando por fin habló, sólo dijo “ya no podemos seguir juntos, debemos terminar… yo… me iré”, se miraron a los ojos, los de la reina estaba húmedos y gruesas lágrimas pendían de sus pestañas antes de caer y resbalar por sus mejillas y dar a parar en su regazo, cuando iba a preguntarle el motivo la reina se levantó a toda prisa y salió de su apartamento, él se levantó a la misma velocidad y corrió tras ella, pero apenas ella había cruzado la calle se perdió entre el tráfico y la muchedumbre. Corrió en la dirección que ella había tomado y alzaba la cabeza en veces buscándole y finalmente vio unos brillantes rizos ondular entre otras personas al otro lado de la calle. Él gritó su nombre, pero la reina no le escuchó, la gente le miraba extraño pero a él ¿qué le importaba si acababa de perder a la persona que más amaba? Vio a la reina entrar a un bar en la otra calle y se precipitó en medio del tráfico sin importarle nada, quizá su cabeza estaba muy turbada y también luchaba con las lágrimas, quizá algo zumbaba en su interior y definitivamente no escuchó la corneta de un camión de transporte que se acercaba a una velocidad peligrosa, y lo siguiente fue completamente inevitable; el auto impacto contra su cuerpo levantándolo incluso del suelo y arrojándole a varios metros sobre el pavimento completamente inconsciente y con los brazos completamente destrozados, uno de ellos se había fracturado en cinco trozos y parecía más el brazo de una marioneta, el otro… bueno, corrió con mejor suerte, sólo una fisura en el hueso. Pero los médicos le dijeron que quizá no volvería a tocar la guitarra, ni siquiera con terapias; sin embargo aquello no había sido lo peor, muy a pesar de que para él la guitarra era su vida; había perdido un trozo de su alma, a su reina, estaba seguro que jamás volvería a verla así que no le importaba lo que fuese que hicieran con sus brazos.

En aquel instante, mirando fijamente los cerezos pensó que le había dado lo mismo si le amputaban ambos brazos, ya nada le importaba.

 

Sorbió un poco de la limonada y se acurrucó, en posición fetal sobre el futón, pensando en que, en aquellos momentos, había dos cosas que echaba de menos más que nada. En primer lugar, las voces de sus fans, la multitud de caras felices que podía ver desde el escenario, la gente que lo amaba, que recibían sus autógrafos como si fuese un símbolo divino, incluso estando seguros, muy seguros de que él no era dios. En segundo lugar y mil veces mas, a "su" reina. El uso posesivo no tenía, sin embargo, ningún valor. ¿Como era que pensaba en que fuera suyo?

 

Una cosa era cierta, él estaba orgulloso del éxito y el progreso de su reina, había visto a Kaya en el ultimo tiempo, había tomado una carrera como solista y le iba maravillosamente bien, los fans lo amaban y eso le hacía, en parte, feliz; desde que Kaya había llegado a su empresa en compañía de Hora había decidido hacerle triunfar, le costase lo que le costase; en todo ese tiempo Kaya había estado ahí en el papel de un muy buen amigo, casi dulce ante los ojos agradecidos de los padres de Mana, tanto los días previos en el hospital como inmediatamente después. Se había asegurado de llevar varios de sus amigos con él, por lo que, de echo Mana no podía quejarse de la conducta de nadie, aunque después de la cirugía no estuviese del todo consiente. Todos los chicos de la compañía, se turnaban para hacerle compañía durante los días mas duros, y Kaya fue con él, contándole de su siguiente concierto, e impidiendo que Mana se deprimiera.

 

Sin embargo, estaba contento de salir del hospital e ir a la casa de sus padres, ahí las visitas eran pocas -ya que estos no vivían en Tokio-, pudiendo realmente relajarse. Y sin embargo su inquieta mente no le dejaba descansar. No quería nada más que tener a Kaya con él y abrazarlo como lo había echo tantos meses antes.

 

¿Lo querría "la reina"?

 

¡Obviamente no! Él era sólo un perdedor ahora, no podía hacer su trabajo y ya no podrían vivir más en el mismo mundo,

¿Por cuanto tiempo?

Incluso ahora, acurrucado sobre el futón pensó que ya nada tenía sentido; en primer lugar no podía tener a Kaya como un simple amigo, no se puede uno amistar con quien ama desesperadamente, y en segundo lugar, estaba más que convencido de que todo el mundo se habría olvidado de él para cuando estuviera en condiciones de volver a los escenarios, eso si es que podía volver a tocar la guitarra algún día.

 

Pero… algo peor llegó a su cabeza cuando vio su teléfono celular junto a la lámpara que alumbraba por las noches; Kaya le había enviado un mensaje dos días antes, lo leyó:

 

"Ha llegado el momento de marcharme, tal vez para siempre, Mana… creo que es el momento adecuado. Yo solo pensé que debería decirte…"

 

Él no era exactamente celoso, pero su corazón dolía, incluso más que su brazo. Kaya merecía todas las cosas buenas del mundo, tenía el potencial de ser amado por miles de personas ¿Por que conformarse con cientos? Pero cada vez sentía que se alejaba más, y pronto estaría fuera de su alcance para siempre.

 

Después de un tiempo, y aun con lo difícil que fue convencer a su madre que podía vivir por su cuenta mientras se recuperaba  y argumentando que estaría mas cerca del hospital que frecuentaba para chequear su evolución, una mañana tomó su maleta y volvió a la capital, a su pequeño departamento.

 

Sabía que los recuerdos volverían con fuerza, como furiosas olas contra la costa en una tormenta, todas esas noches que había pasado con Kaya en sus brazos, en un momento en que no tenía que compartirlo con nadie más... Un dulce aroma de rosas había llenado la sala y la casa entera en esas noches, dejando su huella en las sabanas y almohadas, y también… en el alma de Mana.

 

Se llevó una mano a su garganta, definitivamente había dejado de hablar, ni siquiera su propia madre le había escuchado decir palabra alguna; en aquellos momentos sólo era capaz de susurrar el nombre de Kaya.

 

Tal vez debería enviarle un mensaje de texto a la reina y decirle que estaba de vuelta, pero entonces haría que Kaya intentara saltarse su horario de trabajo con la prisa, y no podía hacerle eso en un momento tan importante de su carrera, además ¡Mana él ya no desea verte! Se reprochaba a sí mismo. Y de todos modos él no necesitaba una enfermera... No quería ser compadecido o animado. Sólo quería a su reina de vuelta como un amante y no como un amigo que le cuidase, y se sintió culpable por ello.

 

En su lugar le envió un mensaje de texto a su querido amigo Seth, y el vocalista respondió con entusiasmo, preguntando si podían juntarse al día siguiente. En el fondo se sentía terrible después de tener aquel accidente, y precisamente cuando iba a comenzar su próximo tour europeo. Pero Seth era muy diferente, siempre insistía y, al igual que Mana, siempre conseguía lo que quería. Optó por llama al guitarrista que aún no podía mover uno de sus brazos, el más herido, y con algo de dificultad contestó, charlaron por muy corto tiempo, Mana no hablaba y Seth lo entendía, debía ser un golpe muy duro para alguien que vivía devotamente a un instrumento y, de la noche a la mañana ¿jamás volver a tocarlo?

— No me daré por vencido Seth, volveré a tocar…— susurró, y eso fue todo lo que dijo en la conversación telefónica.

 

A Seth se le había dibujado una sonrisa en el rostro, estaba orgulloso de la persistencia de su amigo, aunque no sabía nada con respecto a Kaya, sólo que se acostaba con Mana pero siempre pensó que no era más que un pasatiempo, nunca se imaginó que Mana estuviese realmente enamorado.

 

Luego de hacer unas compras en el supermercado mas cercano, él mismo preparó algo de arroz y pescado, y se fue a la cama, no importaba que tan temprano fuera. Si se concentraba lo suficiente aún podía oler las rosas...

 

Kaya apareció en sus sueños, como ocurría a menudo, pero esta vez no era un sueño erótico. La reina estaba en una fase muy alta, micrófono en mano, y fue él, un miembro de la audiencia que intentó llegar a él con todas sus fuerzas. Trató de saltar, pero el escenario se hacía cada vez más y más alto, y  de el brotaban docenas de rosas que se retorcían una alrededor de la otra, con largos tallos y espinas que herían sus manos haciéndolas sangrar.

 

— Baja de allí, amor... ¡Te necesito! — llamó, pero su garganta no emitió sonido alguno, y Kaya nunca lo miró, estaba en  trance, muy concentrado en dar al publico lo que quería, la música nunca se detuvo.

 

En su sueño lloró, pero las lágrimas corrían por sus ojos en la realidad, mojaban las sábanas y el almohadón, sollozaba y eso hacía su respiración inconstante y se detenía en momentos.

 

— ¿Qué pasa Mana? Despierta... ¡Despierta! —  La voz era distante al principio, pero abrió los ojos, sorprendido, cuando dos manos suaves le sacudieron por los hombros. Pensó que todavía estaba soñando, pero un sueño distinto y mejor en que vio a Kaya ahí, con el labio inferior tembloroso, como cada vez que estaba preocupado o angustiado, mirándolo como si hubiera revivido de entre los muertos.

 

— ¿Qué... que fue eso? —  Preguntó la reina con una voz temblorosa —Mana estás… ¿llorando? Te veías tan pálido ahí acostado… pensé que habías…—  No terminó la frase, algo de miedo le cerró el estómago y se lo retorcía con fuerza, y en cambio limpió las lágrimas de las mejillas del guitarrista.

 

— Estas aquí — contestó él en voz baja, frotándose un poco los ojos — Pero yo no te dije que… ¿Qué hora es? — se dio cuenta que el otro lo veía con la luz de la lamparita de noche, la habitación estaba a oscuras.

 

— Las tres de la mañana, no pude venir antes, lo lamento mucho... Verás, cuando hablabas con Seth yo estaba a su lado, y no pude evitar escuchar lo que él te decía; Seth, tan amable, me contó que estabas de vuelta en Tokio, y te imaginé solo en este pequeño departamento... — Kaya soltó un poco sus labios.

 

Magnifico. Mejor que en cualquier sueño, pensó Mana mientras se tomaba su tiempo en observar. Kaya sentado en la cama junto a él, casi de rodillas en la cubierta, tan cerca suyo. Su pelo corto y oscuro, ligeramente rizado en la puntas y tenía algo de rímel y brillo de labios, pero nada demasiado elaborado, llevaba una blusa blanca con negro de manga larga y pantalones ajustados con una sobrefalda negra.

 

— ¿Por qué estas aquí? — preguntó finalmente, Mana aun no creía lo que veía.

 

— ¿Hmm? — Kaya agitó sus pestañas, confundido — Hace tiempo… hice que Seth me jurara que me diría cuando volvieras, yo sabía que tu no me escribirías... Sabía que no interrumpirías mi agenda después que te dijera todas las cosas que te dije o ¿me equivoco? —

 

— Tu no… pero... ¡Ah Kaya deberías estar durmiendo! Estoy seguro que has tenido un día largo—

 

— Mana — dijo agitando su rostro muy serio por un momento — ¿Acaso no estas contento de verme? —

 

— Yo… Soñé que no te vería otra vez…— pasó saliva con dificultad y se quiso acomodar en la cama poyándose en el codo de su fracturado brazo, lo que provocó un crujido en sus lastimados huesos; cerró los ojos y Kaya apartó la mirada, también lo había oído, pero Mana no se quejó, aunque el dolor era espantoso comenzó a mermar con lentitud desesperante — Es por eso que creí que había visto mal en mis sueños…—

 

Kaya sonrió con dulzura. Sus dedos corrían sobre el cabello azul de Mana.

 

— No vas a volver a tener pesadillas esta noche, te lo prometo — dijo en un susurro — ¿Puedo dormir aquí? —

 

— Claro— Mana sonrió, sólo con Kaya lo hacía, pero frunció el ceño un poco cuando se preguntó si Kaya se refería a dormir "en" la cama con él.

 

— ¡Ah! pero hay un pequeño problema—

 

Mana le miró confundido — ¿Qué sucede? —

 

— Como ves…— dijo señalando su blusa  —…llevo esta molesta ropa,  ¿puedes hacer algo al respecto? — acompañó las palabras con una sonrisa ladina y un coqueto pestañeo, mientras levantaba las sábanas descubriendo que Mana sólo estaba en ropa interior.

 

— Creo… que puedo —  susurró con una sonrisa y con la mano sana comenzó a desabrochar la blusa de Kaya. Aquella mano corría libremente por el abdomen de la reina, una vez conseguido Kaya ronroneó con deleite.

 

Se preguntaba una y otra vez ¿Cómo era posible que fuese tan sensual y dulce a la vez?

 

— Es una lastima que no haya traído ropa de dormir decente conmigo — murmuró Kaya con un puchero en sus labios — Me voy a ver muy vulgar…—

 

— Te ves hermosa, no importa la ropa lleves puesta— susurró, antes de pensar "Te ves mejor sin ropa..."

 

Tal vez era demasiado audaz, desvió la mirada y se detuvo bajando lentamente la falda de Kaya cuando ésta había llegado a la mitad de sus muslos ¿Acaso la reina hacía todo aquello a propósito? Y si era así ¿Por qué?

 

— Mana, mírame querido — Kaya se dio una vuelta lentamente eliminando el resto de su ropa hasta que lo único que quedó era su ropa interior negra basta ajustada a su cuerpo — Me has fallado…—

 

Y esa no era una pregunta.

 

— ¿Cómo puedes decir algo así? — espetó Mana frunciendo el entrecejo, si había alguien que había fallado esa era la reina, tantas veces le había jurado que nunca se separaría de su lado

 

—Kaya…— suspiró —  He estado esperando por ti… pero has estado jugando al amigo últimamente. Y tú tienes tu mundo propio con muchos amantes ¿no? ¿Por que has venido esta noche a visitarme? Ahora soy un inútil…— murmuró aquello último mirando con dolor su brazo enyesado —…ni siquiera puedo desvestirte bien…— gruño, enojado consigo mismo.

 

— No digas eso… no eres un inútil Mana, sólo fue… un accidente…—  Kaya lo miró a los ojos y lo besó con ternura, mas ternura que nunca antes, pensó Mana en éxtasis. Su corazón latía a toda prisa en su pecho. Pero Kaya estaba resentido, sabía que la condición de Mana era, su culpa.

 

“Su culpa” y esas palabras resonaban como un eco en su cabeza.

 

— Siempre siento como si estuviera en el infierno sin ti— susurró él y carraspeó.

Nunca había sido tan elocuente con sus sentimientos, pensó que si no lo decía todo entonces Kaya se iría de nuevo. Pero su garganta dolía, le ardía ¿Se habría resfriado? O Quizá, y era lo más probable, había hablado mucho.

 

— Silencio, amor— Kaya le acarició suavemente — Deja que tu voz repose, me gustas cuando callas. Voy a saber todo lo que quieras decir a través de tu cuerpo ¿De acuerdo? —

 

Sólo entonces Mana fue consiente de la creciente lujuria que le consumía y que hacía vacilar su aliento y su respiración. Hundió sus labios en el blanco hombro de Kaya como si quisiera morderlo cual vampiro, y Kaya se quedó sin aliento ante la sorpresa. Era verdad, pensó que no necesitaba palabras para decirle que nunca había querido a nadie como lo quería a él ahora, tal como quiso que fuese la primera noche que compartieron la cama.

 

Las manos de Kaya seguían patrones invisibles en su espalda, en respuesta y el dulce aroma de rosas llenó prontamente la nariz de Mana, una vez mas enterró su nariz en la parte interior del cuello de Kaya, deslizando la lengua ansioso de probar tanto como fuera posible, y la reina dejó escapar un pequeño gemido tratando de escapar juguetonamente moviéndose a un lado, solo para dejarse tomar de nuevo por el fuerte y sano brazo de su amante. Segundos mas tarde, Mana fue cegado por una placentera sensación cuando la suave y hábil mano de su amado viajara por todo el camino de su estomago hasta rozar su ropa interior.

 

— ¿Qué es esto, cariño? — Kaya le hizo su pregunta favorita, la que pronunciaba siempre de forma inocente en una situación no inocente, pasando sin piedad los dedos sobre aquella zona sensible, notando su evidente dureza.

 

— Eso lo causaste tú… tú deberías saber ¿Qué es? —  musitó ciego de un anticipado placer.

 

Kaya sonrió ampliamente y lo besó de nuevo, acostándose sobre la cama, esperando que su amante le siguiera. Enseguida Mana se deslizó rápidamente por encima de él inclinándose, repartiendo besos sobre su pecho, centrándose en sus pezones hasta que soltara un largo gemido, le encantaba su pecho, sobretodo cuando lo abultaba con un sujetador para dar forma al vestido y parecía una mujer.

 

Estaba feliz de que la lamparita estuviera encendida, Kaya parecía aun mas hermoso cuando estaba excitado, los labios suaves, y la garganta blanca exquisita expuesta, cuando se entregaba al placer.

 

— Tócame — suspiró, y Mana encantado de obedecer.

 

Algunos momentos mas tarde sus cuerpos unidos después de tanto tiempo y Mana sentía que por fin estaba en casa, nadie más podría hacerlo sentir una alegría pura, como una completa comunión de corazón y carne. Kaya pareciendo sumiso, facilitando el camino, y sus piernas se aferraban a las caderas ajenas, de modo que la unión podría ser absolutamente perfecta. Y entonces, era el momento de que Mana diese rienda suelta a todo su anhelo reprimido, todo su amor a largo plazo para ese ser que había reaparecido en su cama, calmando sus cinco sentidos y aferrándose a su alma. No sentía dolor en su brazo que colgaba de su cuello, sólo sentía placer, pasión, lujuria; embistió de nuevo, mientras apretaba firme la entrepierna de la reina.

 

— Querido... ¡Oh Maldición! — farfullo en voz baja, cerrando los ojos con fuerza y luego abriéndolos de nuevo para mirar a Mana — Muéstrame... ¡Muéstrame lo que querías decirme antes! — dijo casi en un chillido.

 

Mana se detuvo por un momento, separó sus labios para hablar pero se le ocurrió una mejor idea y se inclinó para besar a Kaya. Mucho más profundo, mucho mas de lo que había echo esa noche, la elección de jugar con la lengua en vez de hablar. Y todo el tiempo pensaba en "te amo, te amo, te amo" como si su mente estuviera cantando un hechizo tan antiguo como el tiempo.

 

— Lo sé…—  Respondió Kaya como si estuviera escuchando sus pensamientos — Mana… dámelo todo — susurró pervertido, y Mana asintió volviendo a su faena, moviéndose de forma feroz.

 

Sintió ahogarse en placer un poco después, asegurándose de abrazar a Kaya, quien gemía viviendo su orgasmo, expulsando sus fluidos sobre sí mismo y Mana, en cambio, admiraba aquella escena enternecido, se estremeció, sentía alegría mezclada con lujuria y el orgasmo llegó, llegando dentro de Kaya hasta inúndalo por completo.

 

Se separaron entonces, quedando uno al lado del otro más que exhaustos.

 

— Tenía miedo de que esto no volviera a suceder— Susurró Mana

 

— Me preguntaba si todavía me querías — respondió Kaya, juntando su mano, con la libre de Mana — Pues no lo parecía cuando te visité antes y después de la operación… —

 

— Es que, yo pensaba que no podía poner las manos sobre ti, y eso me mataba — murmuró y la reina rió entre dientes — Pero estarás tan ocupado ahora. Así que tal vez yo ya no vuelva a ser parte de tu mundo —

 

— Mana… — suspiró — Lo sé querido, es difícil para mí decirte esto. Yo no soy una persona terriblemente fiel, así que si no lo puedes soportar no podré cumplir tus expectativas. Pero estoy diciendo la verdad. Me encantas, me encanta quien eres, lo que eres, lo que haces, no importa si no puedes volver a tocar. Por supuesto que estoy deseando verte en el escenario otra vez; Y si no es así, mira que te queda una amplia carrera como diseñador de modas, ¿No notaste que usaba una blusa de tu boutique? — le sonrió — Cada amigo te cuida, y tú tienes muchos. Pero yo estoy seguro que volverás a tocar, tienes un don que no puedes desperdiciar, y es tu talento, vendrá a ti poco a poco hasta que sientas que te pertenece de nuevo. —

 

Mana le miró con admiración, mordiéndose la lengua para evitar que sus ojos se cristalizaran. Kaya le entendía perfectamente y acababa de resumir todas sus ansiedades respondiendo a ellas. Era una perdida de tiempo sentirse mal y celoso, un tiempo precioso que podría estar utilizando en las terapias en el hospital, para volver a mover su mano y sus dedos y entonces, poco a poco volver a tocar la guitarra. Un tiempo precioso que siempre podía dar a Kaya cuando tomara un descanso y volviera a sus brazos.

 

— Haré mi mejor esfuerzo… mi reina — musitó casi entristecido pero complacido de saber lo que Kaya pensaba.

 

— Yo también haré mi mejor esfuerzo para permanecer a tu lado—

 

— ¿Eso quiere decir qué…? —

 

— Sí Mana…— rió con delicadeza propia de una reina — Porque yo también te amo —  susurró apagando la lámpara y recostándose en el pecho del guitarrista, quedándose dormido casi enseguida.

 

Y en aquellos momentos la felicidad no cabía en su interior, parecía desbordarse y sólo podía abrazar a su reina y acariciarle la espalda mientras una frase retumbaba en su cabeza… “Yo también te amo”


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