Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vid por chibiichigo

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Aclaración de propiedad inelectual extendida: Al César lo que es del César y a Kishimoto lo que es de Naruto. 

 

Notas del capitulo:

"Vid", el título de este fanfic, es una palabra en creole (criollo haitiano) que significa vacío. En mi cabeza todo  ajusta, pero es probable en que otros sitios no resulte tan claro este fic por las constantes referencias literarias que tiene. 

Les recomiendo ampliamente los libros para que los analicen con tiempo y, si no se les antojan, pueden dar un Wikipediazo a El extranjero o revisar mi humilde columna para entender más o menos cuál es la tésis de la historia. De nuevo, es rara. No la lean si son personas que gustan de las cosas rosas, lineales y sosas :)  

Vid

Por: chibiichigo

 

Capítulo 1. Mersault

Sasuke lo miró directamente a los ojos y, por primera vez desde que lo conoció, sintió cómo el estómago se le revolvía.

—¿Qué buscas?— preguntó, más para sí mismo que para su interlocutor, que permanecía callado y con apariencia ausente.

—No busco nada— contestó el otro, luego de ponderar la pregunta. Su voz aterciopelada, acompañada por ese ritmo pausado e indiferente de su voz hizo creer al moreno que en cualquier momento podría perder la cabeza.

Una reacción, eso era todo lo que deseaba. Lo único que llevaba esperando desde el mismo instante en el que se percató de la existencia de esos ojos aguamarina.

 

 

 Procuró uno de los lugares más aislados de la biblioteca, con la firme intención de leer en paz. Pero no era fácil; todos los estudiantes caminaban de pasillo en pasillo buscando libros desconocidos que se ocultaban tras nombres clave como “PQ2345.22M” o “RP199.2PTW”. De vez en cuando, si iba un grupo de conocidos, los intercambios de comentarios en ‘murmullo’ (que igual resonaban por todo el edificio como si los hubieran gritado a todo pulmón) y los saludos cordiales no se hacían esperar. Y era molesto.

Encontró un sitio en el último piso, dentro de la sección de Hemeroteca que nadie utilizaba más que para dormir o dar rienda suelta a las hormonas. La pequeña estancia lucía cómoda, con elegantes sillones rojos y una mesita de centro donde había revistas científicas criando polvo. Un espacio privilegiado si lo que quería era sumergirse en su lectura y desentenderse del mundo por un rato. Excepto por un detalle… un detalle con una enmarañada melena roja que estaba absorto en un libro.

—Buenas…—saludó el moreno con una cortesía que rayaba en la disculpa. Sabía lo enfadoso que era que alguien llegara justo cuando la trama de una novela se vuelve tan interesante que es imposible dejarla.

Por toda respuesta, un gruñido.

Abrió su libro y buscó la página donde se había quedado. La podía recordar de memoria: cincuenta y cuatro.

—¿Qué lees?— preguntó de pronto el chico que estaba sentado junto a él, distrayéndolo un poco de su actividad.

El extranjero, de Camus...— el tono que empleó Sasuke fue, involuntariamente, el de una fría prepotencia. No conocía a mucha gente que ubicara ese libro (uno de sus favoritos) y el tener que explicarle a la gente de qué se trataba le generaba mucha pereza.

—Buen libro, supongo. Su protagonista me genera sentimientos encontrados… Pero tal vez para alguien como tú resulte congruente.

¿Alguien como él? ¿Qué era exactamente lo que quería decir con eso? Carraspeó un poco y lo enfrentó con su frialdad habitual.

—No sé de dónde puedas conocerme, pero no le permito a nadie que saque conjeturas sobre mí o lo que me resulte congruente.

—Curioso, no recuerdo haberte pedido permiso para nada, pero tal vez tengas razón… puede que seas más El mito del Sísifo que El extranjero.

Sasuke no entendía de qué iba toda esa conversación, pero estaba comenzando a mosquearse y a intrigarse por igual. Nunca nadie le había hecho una referencia tan extraña.

—¿Tú qué lees?— devolvió la pregunta, de modo que la conversación perpetuara. No entendía por qué, pero creía que podía ser divertido. Por lo menos algo podría adivinar de ese tipo él también… Dejarlo en su lugar.

El pelirrojo no contestó nada, sino que le mostró el lomo del grueso libro que tenía entre los brazos: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

—¿Te gusta Murakami?—un aire de decepción salió de la boca del Uchiha. No era, bajo ningún concepto, que el autor le desagradara, pero estaba tan de moda que incluso quienes no habían tocado un libro en toda su vida hacían planteamientos descabellados sobre sus obras. O, directamente, lo leían para presumir con sus amigos su ‘elevadísimo’ nivel de cultura.

Miró al pelirrojo y esperó una respuesta, una señal en su actitud corporal que lo guiara hasta una conclusión. Pero el desgraciado tenía una cara de indiferencia que no lo dejaba acceder a lo que estaba pensando… Frustración total.

—Me gustan sus personajes, aunque muchas veces me parece burdo. Y su erotismo me cansa casi tanto como su descripción del sexo.

Eso era de lo más extraño que le habían dicho en la vida. Generalmente Murakami era tomado como un autor de culto, uno de los favoritos de Japón y excelente candidato para ganar premios literarios a nivel mundial (como el Nobel). De todos los adjetivos para describirlo, estaba seguro de que burdo no era la palabra más usual.

—¿Te cansan los referentes sexuales?

—Sí. Si quisiera leer sobre gente teniendo sexo, contrataría a dos putas y las pondría a follar juntas. Así, por lo menos, no me hago vista cansada.

Sasuke cerró el libro. Esperaba que Mersault* no se sintiera agredido por haberlo relegado al segundo lugar, pero encontraba que ese desconocido era bastante más interesante que la pluma de Camus en ese momento. El tono cansado con el que hablaba, la parsimonia de su voz, lo atípico de sus comentarios…

—¿Quieres ir por un café?— le preguntó de súbito, por un impulso que, como entendió justo un segundo después de lanzar su propuesta, se podía malinterpretar— Para charlar sobre libros y eso…

—Si quisiera un café estaría en una cafetería y no leyendo un libro— comentó indiferente, con la vista clavada de nuevo en las páginas— Además, no suelo charlar con gente cuyo nombre desconozco sobre libros “y eso”.

El moreno sintió un odio frío salirle desde el hígado y colarse por sus huesos. ¿Qué le ocurría a ese sujeto? Él había sido quien comenzó la conversación y ahora se ponía digno, como si fuera una molestia ese intercambio de palabras. Musitó algunos improperios para sí y abrió de nuevo su libro, pero ya no tenía ganas de leer. Lo cerró de golpe y salió del lugar.

 

Recreó la escena varias veces en su cabeza, pensando en todas las respuestas inteligentes u hostiles que pudo haber dado en vez de quedarse callado. Por mucho que intentaba olvidar lo ocurrido, su cerebro viajaba una y otra vez al “lugar de los hechos” para atormentarlo con la infinidad de cosas que pudo haber hecho y no hizo. O lo que no debió hacer y, por ingenuo, hizo. ¡Estúpido pelirrojo de mierda! Sentía cómo le bullía la sangre sólo de recordar lo humillado que se había sentido, lo herido que tenía el ego.

Entró en una cafetería cercana a la biblioteca de la universidad. El pequeño local estaba atiborrado de estudiantes que repasaban sus notas o charlaban con algún amigo. La bulla y el tráfico de gente lo entorpecían bastante. Él no estaba hecho para espacios cerrados. ¡Coño, que los echaran a todos a una caldera con aceite hirviendo!

—Así que decidiste leer El mito del Sísifo— escuchó una voz detrás de él.

Al principio le costó trabajo darse cuenta si era verdad o sólo un producto de sus fantasías. Había estado tan obsesionado con esa voz y esa plática que bien podría estar jugándose su cabeza una mala pasada. Volteó discretamente hacia un lado y hacia el otro. De pronto, lo encontró. Sus ojos negros se postraron sobre los de extraño color aguamarina. Seguían faltos de brillo propio, pero la vida que se veía reflejada en ellos le daba un toque más amistoso que la primera vez.

Intentó buscar una de esas respuestas que tanto había practicado en su mente, pero ninguna le llegó. Al notar su fallo, lo único que atinó a hacer fue dirigirle una mirada envilecida al extraño pelirrojo. Quería que se diera cuenta de que le desagradaba, lo despreciaba profundamente por haberlo humillado en la biblioteca y por haberle clavado un puñal en la moral en ese momento. ¡Joder! Qué estúpido había sido por sacar ese libro de la mochila… ¿Qué necesidad tenía el otro sujeto de enterarse que había decidido seguir su consejo? Eso lo ponía a él, Sasuke, en una posición intelectual más vulnerable que su interlocutor… Y se odiaba por eso.

Intentó agudizar más su mueca, como para hacer más patente su desprecio, pero el otro no pareció notarlo. Estaba abstraído totalmente en su pensamiento, en su aura de indiferencia. Parecía no pertenecer a este mundo.

—¿Sabes?— lo llamó de pronto el taheño, como si no hubiese estado ahí durante el desplante de odio del moreno—, yo también habría matado al árabe. Los días soleados me incomodan.

Sasuke no podía dar crédito a la clase de comentario que estaba escuchando. Negó con la cabeza unos momentos, mientras veía al pelirrojo con los ojos fijos en él. Y, tras unos segundos, liberó un poco de aire con la boca, mientras enarcaba un poco el labio. Era su forma de reír.

—Yo también lo habría hecho, de todas maneras ya soy un desviado por no haber llorado en el funeral de mi madre.

 

 

De eso ya habían pasado más meses de los que podía contar. Tantos que, si los estudiaba con detenimiento, los podía agrupar en años y, más importante, en libros leídos. Pero no valía la pena siquiera pensar en ello; todos los días bien podrían haber sido el primero. Gaara, su Mersault particular, seguía haciendo observaciones atípicas en los escenarios más extravagantes posibles. En algunos momentos, creía Sasuke, sólo creía poder atisbar en él un poco de su personalidad real, de ésa que se ocultaba detrás del lector nato al que sólo podía comprender luego de agotar su bagaje cultural…

Y eso lo consideraba un reto apasionante, por mucho que supusiera un esfuerzo desmedido.

Fumó lo que quedaba de su cigarrillo y volteó al otro lado de la cama. Un rubio lo veía desconcertado, sin atreverse a hablar.

—No está bien, ¿sabes?

El moreno enarcó la ceja, pero lo dejó continuar. Por supuesto que sabía que no estaba bien, que era ruin… pero, ¿qué más podía hacer, dada su situación?

—Naruto…

—Cansa ser el hombre al que te follas mientras deseas a otro. Cansa que digas su nombre cuando te corres en mí.

Sasuke esbozó una sonrisa casi misericordiosa. Automisericordiosa. Él también estaba cansado de toda esa situación, pero no podía entender la  “nada”. Y eso lo obsesionaba.

¿Qué buscas?

—No busco nada. O, mejor dicho, busco el pequeño momento antes de la nada. 

Notas finales:

Agradecería mucho sus comentarios, críticas destructivas (o constructivas, depende de qué tan bien se sientan el día de hoy) y silencios. O, si prefieren la onda tuitera, escriban aquí

Como acto adicional, me gustaría que pasaran en algún momento por Al Tsahir, la columna literaria que tengo mes a mes en la revista donde trabajo :) (Sí, por eso ya no publico seguido). 

Un abrazo a todos

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).