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Chizuru por manimoe

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Notas del fanfic:

Pulgui~ Espero estes mejorcita C: 

 

El fic es un poquito fome... es simple en si mismo, pero es hecho con mucho amor... 

 

Espero lo disfruten :D

Notas del capitulo:

¡Mi primer Lemon! -se siente nerviosa- 

 

Espero les guste el One Shot. se supone que lo debía tener ayer, pero complicaciones no faltan... 

 

 

En fin~

 

Pulgui mia, espero te guste mucho mucho, y te suba el animo, que yo si te quiero.

Mil grullas

–Te contaré una historia, mi pequeña Gaia. –Le susurró el hombre de años escasos, pero colmados de experiencias en su corta vida, de ojos cansados y llenos de amor; a una pequeña de apenas unos 8 años, de cabello rojo como el ardiente sol de los atardeceres y ojos más azules que el cielo por las mañanas, que ya estaba preparada para el sueño de esa noche. Ésta miró con sus enormes orbes de cristal a su admirado padre Yuu, con un interés desbordante. –Es sobre un niño que quería jugar a ser mayor, un niño que sólo quería explorar el mundo que siempre le había sido negado, un niño que pasó por mil sufrimientos para aprender que era lo que realmente llenaba su pecho.

– ¿Y  lo consiguió? –Le susurró la voz dulce de la niña, la cual denotaba su cansancio. Yuu asintió, con una emoción que le devolvió años a su aun juvenil rostro.

–Lo consiguió, y mucho mas que eso. –Yuu se acomodó al lado de ella, haciendo espacio en la pequeña cama de cobertor purpura, y le abrazó. –Ese niño, quería descubrir que era lo que había mas allá de las cosas que se le permitieron ver en su vida, porque lo mantenían confinado a pasar de mano en mano de mujeres que le cuidaban. Él estaba enfermo, y necesitaba urgentemente un corazón nuevo, uno más fuerte que aquel que tenía. Pero se arriesgó en su debilidad, a aprender que era aquello que veía en la tele, aquello que veía como amistad.

 

Él pequeño hijo de los Shiroyama, los dueños del bufet de abogados mas grande de todo Mie, se veía emocionado, con sus ojos brillantes por saber que a sus 13 años podría por fin ir a una escuela normal. Miraba por la ventana del auto que lo llevaba, las diferentes calles y los estudiantes con sus variados uniformes, para luego ver el uniforme que por fin podía usar; Después de tantos años de soñar despierto podría conocer aquello que la gente llamaba amistad, y por qué no, el amor.

El Roll Royce se estacionó justo en frente de aquel instituto público –A petición del pequeño Yuu– y dejó que el niño se bajara con sus cosas, alisando su uniforme se despidió de su chofer; caminando muy animado, se perdió entre los demás alumnos, los cuales lo miraban con algo de desprecio y envidia.

Al caer la tarde, cuando el sol ya se estaba ocultado entre las montañas, pudo por fin ver el reflejo del auto llegando por él. Saltó sin emoción del muro en el que estaba sentado y caminó desanimado hasta abrir la puerta. Se sentó sin ganas en el asiento trasero y su chofer le miró. En sus ojos negros no se veía el mismo brillo emocionado que tan solo unas horas atrás le había deslumbrado. Preguntó con la intención de animar al pequeño Shiroyama.

–Joven Yuu, ¿puedo preguntar el por qué ya no se ve tan emocionado? –Le dijo con su voz amable él hombre que le esperaba adentro del auto. El niño le respondió apenas audible, parecía que se quebraría en cualquier momento.

–Los niños aquí son malos. No quiero volver con ellos nunca más. –Le dijo con decepción en sus palabras.

– ¿no encontró lo que estaba buscando pequeño Shiroyama? –Le miró por el retrovisor mientras arrancaba el carro y el niño negó. –De todos modos no debería dejarse vencer tan fácil por como se sintió hoy. Pruebe unos días mas y si todo sigue igual, yo mismo le diré a los señores que no quiere volver. –El anciano le guiñó un ojo al pelinegro. Éste respondió con una sonrisa y asintió mas aliviado.

 

–Los días siguientes fueron más llevaderos. –Le dijo Yuu a la pequeña que ya tenía los ojos sin pizca de sueño y con interés creciente.  –tanto porque ya por lo menos hablaba con una o dos personas, como porque no había tenido que ir a la enfermería por ninguna dolencia. Sí seguía así, sus padres no lo retirarían del colegio y podría hacer más amigos. Sin embargo, no todo fue color de rosa para aquel pequeño. Al mes de haber empezado la escuela, los chicos mayores empezaron a meterse con el por no asistir a la clase de deportes.

– ¿Por qué hicieron eso esos niños malos? –Le dijo con sentimiento la pelirroja a su padre, a lo que éste sonrió.

–Porque los niños son algo  crueles, no entienden que dañan a los demás con lo que dicen o hacen. Es natural, ellos sólo pueden ver por si mismos. –Le respondió compasivo. –Bueno, eso causó que terminara en enfermería por un sobresalto.

 

El sol se ponía anunciando el final de la jornada, la campana de salida sonó. La enfermera le  acariciaba el cabello con ternura mientras él dormía; Los mayores le habían quitado su almuerzo –Hecho por su madre con el poco tiempo que podía dedicarle. –Y se lo había escupido a la cara. Su temperamento que normalmente era calmado para evitar recaídas, se había volado de manera impresionante, había gritado, había golpeado y había insultado a aquellos que le había herido, y terminó desmayado por baja de tensión arterial.  Abrió los ojos, asustado, recordando la pataleta del almuerzo y pensando que posiblemente pudiera estar en el hospital. Sería el fin, sus padres lo sacarían de allí y jamás podría volver a ver a nadie más que aquellos que trabajaban para el. El pánico lo invadió y miró a la enfermera, la cual se apresuraba a tomar un tensiómetro, le habló tembloroso. –No… no quiero ir al hospital… no llamen a mis padres, por favor. -Le tomó un brazo a la mujer y ella se sonrió.

–Shiroyama-san, es nuestro deber hacerlo –Los ojos negros llenos de suplica del niño le hicieron flaquear, después de todo ella tenía un niño con sus mismos ojos negros. –Esta bien, pero no quiero volver a verte por aquí. Será nuestro secreto. –Terminó de tomarle la tensión y guardó el tensiómetro, justo cuando la puerta de la enfermería se abrió bruscamente. Tres muchachos fueron empujados dentro, con sus uniformes desarreglados y sus caras rojas. Detrás de ellos se asomó un chico de los grados mayores, tal vez con unos 16 años. Rubio, con una nariz pequeña y los ojos llenos de ira; su uniforme apenas estaba desarreglado y mostraba un golpe en su boca. Empujó a aquel que estaba detrás de los demás y les habló con voz autoritaria.

–¿Y  bien? ¿Qué es lo que deben decir? –Su voz fue como un hechizo para el pequeño Shiroyama, en ese momento sintió y decidió que jamás querría separarse de esa voz.

–Los sentimos muchos, Shiroyama san. –Dijo entre dientes y con una mirada de odio el mayor de los tres. Los otros dos, con más miedo que rabia, sólo hicieron una reverencia en manera de disculpa. Salieron casi corriendo después del gesto, dejando a los tres en la pequeña estancia. La enfermera habló.

–Akira, no deberías meterte en esa clase de conflictos. –Le miró duramente.

–Lo siento, mamá, pero no podía dejar las cosas así. A Nao chan también lo han molestado. –Respondió Akira con una voz más suave que la anterior. Le dio un beso a su madre y se acercó al pequeño. –Mi nombre es Akira Suzuki, pero tu dime Reita. –Le tendió la mano, el pequeño la tomó temeroso aun.

–Mi nombre es… -Akira le interrumpió.

–Yuu Shiroyama, lo sé. Todo el colegio habla de ti. –Dijo despreocupado. –Ahora, Yuu-san, creo que debes ir a tu casa. Te acompaño. –El pequeño Yuu bajó de la camilla de un salto. Agitado se irguió y sonrió a Reita, su nuevo amigo. Salieron de la enfermería caminando, hablando y creando los lazos de una vida por delante.

 

Cuando el pequeño Yuu ya no era tan pequeño, sus amigos –Aquellos que había conocido gracias a Reita –Y el mismo Reita, estaban a punto de irse a la universidad, y por alguna extraña razón, los padres de Yuu también había decidido dejarlo ir a estudiar afuera. Ahora, con 18 años y libertad, podría hacer de su vida lo que el quisiera, sin límites, sin enfermedad y sin nadie que le detuviese.

Sin embargo, tanto como su cuerpo había crecido, también sus sentimientos hacía su primer amigo. Ahora no podía dejar de pensar en el, no podía dejar de sentir como su sonrisa –medio escondida por la banda que adornaba su cara –Era la mas bonita que hubiese visto desde siempre, ahora no podía dejar de pensar que sus ojos sólo lo miraban a él, ahora no podía dejar de pensar en cómo era que la lengua de su novia casi llegaba hasta su garganta y como las manos de su querido “amigo” se paseaban por las piernas de ésta misma. Tomó un poco mas de su cerveza y miró como era que su amigo castaño de piernas de chica hablaba con el de linda sonrisa. Le envidió con toda su alma, sabiendo la bonita relación que ambos sostenían hacía más de 5 años. Volteó y le dijo a Ruki –El más bajito del grupo, con la voz más seductora y la lista de parejas más larga hasta la fecha –Entre la música que si quería bailar. El pequeño se levantó como si tuviese un resorte y le tomó del brazo.

 

Un codazo lo sacó de sus pensamientos y de la boca que la chica que tenía al frente, miró con curiosidad a Uruha –El castaño de piernas sexys – y éste le señaló con el vaso lleno cómo su querido pelinegro se movía de manera provocativa ante la mirada del pequeño pervertido. Delicadamente quitó de sus piernas –léase: casi lanzó al suelo –A su novia de turno y se levantó enfurecido, casi botando a quien estuviese entre Aoi –Sobrenombre escogido por el mismo, al decir que el cielo era su límite –y él. Llegó en el justo momento en el que descaradamente Ruki le tomaba de la nuca para acercarlo a sí mismo. Se vio enfurecido por la mirada sarcástica de Ruki en cuanto alejó a su presa de la noche tomada de un brazo. Aoi se soltó en cuanto salieron del gentío.

– ¿Por qué mierda haces esto? –Le dijo con ira, con sus ojos rojos y su respiración agitada.

–Porque no es bueno que te metas con Ruki, sabes como es él. –Le respondió sin mirarlo, con la sangre hirviendo. Mintiendo.

–Sabes que me importa un reverenda mierda si es Ruki o es Uruha o es Kai. Tú haces exactamente lo mismo y yo no puedo quejarme. –Le reclamo Aoi, empujándolo para salir del local y tomar algo de aire, que ya le empezaba a hacer falta. –Déjame sólo, déjame ahogarme en el dolor sólo, por favor. –Le susurro en cuanto se vio abrazado por los brazos fuertes de quien llenaba su débil corazón. –Sabes que me duele, no lo hagas.

Reita, desde hacía algunos meses conocía la situación de su pequeño, pero de cierta manera le era incomprensible. No podía amar a alguien con quien había pasado una parte de su vida como su mejor amigo,  como su hermano pequeño. Simplemente suspiró en el hombro de su Aoi y le soltó.

–¿Así de fácil? ¿así de fácil me dejas ir? –Le dijo con la voz cortada. Era una persona sensible y de corazón débil, y nunca pudo negar que era una de las cosas mas tiernas que veía en el pelinegro que aun consideraba como un niño. Le tomó de la mano y le guio hasta la motocicleta que descansaba en el parqueadero.

–No, no es así de fácil que te dejaré. –Le dijo tendiéndole el casco de sobra. No le importaba dejar a quien fuera plantado, no si veía sufriendo a su pequeño. No le importaba tampoco dejar su orgullo de hombre “hetero” por ver una sonrisa en los labios de su pelinegro. Se puso el suyo y con Aoi sosteniéndose fuertemente de su chaqueta arrancó la moto hacía el departamento que los dos compartían a petición de los padres de Yuu.

 

No lograba encontrar la llave en los pantalones pegados de la persona que estaba al frente suyo, que mas que ver podía saborear. Su lengua y la de su Aoi se adentraban sin timidez en la cavidad bucal ajena y las manos de ambos no se veían detenidas por la ropa que vestían. Cuando por fin encontró el llavero que buscaba, torpemente lo puso a la altura de sus ojos para poder identificar la llave de la entrada. Abrió con algo de esfuerzo y concentración, para no dejar la boca de su pequeño, ni perder el equilibrio.

Su espalda chocó contra el muro donde colgaban unas cuantas fotos, escuchó como algo se partía, pero no pudo –Ni quiso– Identifica qué. Estaba ocupado recorriendo con las yemas de sus dedos la cintura de su adorado Reita. ¿Cuánto tiempo había soñado con ese momento? Se sentía tan surrealista. Se deleitó todo cuanto quiso con la piel suave que marcaba, sin dejar de besarlo. Arrancó la chaqueta bruscamente, sintiendo que Reita retiraba su camisa de botones. Dejó de respirar cuando los besos húmedos fueron bajando hasta su mentón, donde sintió una mordida que lo llevó hasta toda las estrellas, las lamidas en su cuello, en su tráquea y bajando asta su clavícula, donde de nuevo los dientes del rubio se clavaron amablemente.

Apresurado haló de la camisa de su acompañante, para así poder deleitarse como el otro. Un paso, dos pasos, muchos pasos y algunos tropezones y llegaron a la cama –no tenían en claro la de quien- donde el rubio se vio acorralado al colchón, mientras el pelinegro a horcajas en su cadera se dedicaba a besar y morder su cuello, sacando deliciosos suspiros y gemidos suaves, dejando marcas rojas, sosteniendo las manos del otro para así tener control en la situación. Se levantó para así mirar los ojos llenos de excitación del otro, sintiéndola el mismo entre sus piernas, y quitar de su cara el –ahora molesto- pedazo de pañoleta que no le dejaba ver sus muecas completas. Se sintió realizado, mirando con infinidad de amor aquel rubio que le protegía, aquel que era suyo por ese momento. Las manos de su acompañante le agarraron de la cintura, volteándolo y quedando el en medio de las piernas de Aoi. Sonrió pícaro bajando por su pecho, lamiéndolo, dando leves mordidas, hasta llegar a ese huesito de la cadera que fácilmente lo volvía loco cada vez que lo veía cuando hacían la limpieza. Lo mordió sacándole un gemido sonoro al pelinegro, haciendo que éste llevara su cara con las manos a la altura de sus ojos, para así poder desabrochar la correa. Se sintió de pronto muy nervioso. Agacho la mirada hasta dejarla clavada en el colchón mientras abría el pantalón del rubio.  Los dedos de éste lo detuvieron.

Miró pícaro la tierna cara de vergüenza que mostraba su pequeño, le ayudó quitando la prenda rápidamente, sonriendo también. Bajó hasta la oreja perforada de su Aoi, para morderla también, y susurrar: -Si tú no quieres, no hacemos nada. –Terminó con una lamida en toda su extensión. Yuu se estremeció y negó con la cabeza de manera desesperada, ya le dolía la presión del pantalón y empezaba a sentir que no aguantaría mucho más sin sentir que Reita y él fueran una sola persona.

Con algo de trabajo, sacó a base de patadas el pantalón que le estorbaba en ese momento y recibió gustoso otro beso largo que le brindó su adorado rubio. Sintió como los dedos amables y delicados se paseaban por la orilla de su bóxer, casi pidiendo permiso. Llevó sus manos hacía donde estaban aquellos dedos y el mismo bajo un poco, dando autorización a la ayuda. Luego, sintiendo como se deslizaba su última prenda por sus piernas, hizo lo mismo con Reita, dejándolo en sus mismas condiciones, dejando ver que su intimidad ahora era completa y no había marcha atrás.  Abrió más sus piernas para acomodar mejor a su querido rubio.

Reita, al ver la disposición en la que estaba Aoi, no pudo más que sentirse aun más excitado. Terminó de quitarse lo que le quedaba de ropa y asomó tres de sus dedos a los ojos de Aoi. Éste entendió, abriendo su boca y recibiéndolos con picardía. Los lamió de manera sugerente hasta dejarlos bien húmedos. Reita bajó la mano y lo miró a los ojos.

–Eres muy malo cuando te lo propones, pequeño Yuu. –Aoi sintió como un delgado dedo se adentraba de manera compasiva, haciéndole circulitos. Besó a Reita, dándole a entender lo necesitado que estaba. Sintió otro dedo. Casi desesperado, llevo una de sus manos hasta su miembro, para empezar a recorrerlo sin paciencia. El rubio, al darse cuenta de eso sustituyó la mano del otro, facilitándole el trabajo y llevando un ritmo exacto con los dedos que –ahora tres-  hacían lo suyo en el interior del pequeño debajo de su cuerpo.

El sudor los hacía sentir aun más la cercanía del otro, y la respiración se aceleraba a cada segundo de sentir la piel chocando contra su piel. Sacó su mano del cuerpo del otro y acarició los cabellos empapados por el sudor de su pequeño, lo besó de manera casi necesitada mientras se acomodaba mejor en la entrada del pelinegro y empezaba a entrar de manera lenta, amable. La cara de dolor y los ojitos cerrados de Aoi le hicieron detenerse de inmediato, aquel instinto sobreprotector que siempre le inspiró el pequeño pelinegro le llenó el pecho por encima del deseo sexual.

Aoi al sentir la falta de movimiento, abrió los ojos exasperado, miró a Reita de manera demandante y le preguntó.

–¿Qué pasa? ¿Ya te arrepientes? –Y acto seguido, con sus mismas piernas enredadas en la cadera del rubio, empujo hacía sí mismo. Reita cerró los ojos ante tal estrechez, sintiéndose en la gloria, tocando las esponjosas nubes con los dedos. Negó con la cabeza en cuanto pudo ser consciente de su propio cuerpo y lentamente, y besando a su querido Aoi, comenzó a entrar.

Después de unos minutos de lentas estocadas, y cariñosos besos por parte de los dos, fue Aoi quien por medio de movimientos aceleró el ritmo, sintiendo aun más placer que el sentido en toda su vida. Y de un momento a otro, los gemidos controlados se volvieron casi gritos de puro placer. Reita se sintió de nuevo en la gloria con aquellos sonidos tan delirantemente deliciosos, siguió buscando ese punto sensible y en menos de cuarenta minutos ambos terminaron, sintiéndose tan plenos el uno con el otro. Se miraron y se dieron el ultimo beso de la noche; el beso mas dulce que en toda su vida había compartido. Yuu se durmió con una sonrisa en su rostro, mientras que el remordimiento se alojaba en el pecho de Reita.

 

 

–¿Entonces ellos vivieron juntos para siempre? –Dijo inocente la pelirroja, con su carita ilusionada. Yuu negó mirándola a los ojos.

–Todavía tendrían que aprender un par de cosas, los dos. –Respondió Con algo de melancolía. No le gustaba recordar muchas cosas de ese pasado doloroso. –A la mañana siguiente de que ambos…

 

 

Lentamente, y con un dolor de cabeza horrible, Los ojos del pelinegro se fueron abriendo. Intentó voltear, pero varias partes de su cuerpo estaban algo afectadas por la reciente actividad. Lanzó un brazo a explorar el otro lado de la cama –que reconoció como la de Reita– y se sintió inmensamente sólo entre las sábanas. Se levantó de golpe, lamentando el gesto después del mareo que le dio, y caminó sin pudor alguno y sin nada de ropa hasta el comedor, donde estaba el rubio sentado, sosteniendo una taza de café y mirando hacía la nada. Volteó en cuanto se sintió observado y retiró la mirada al ver la desnudez el otro.

–¿Dónde quedo la vergüenza de anoche? –Le preguntó con una sonrisa, aún sin mirarlo. Aoi soltó una risita. Reita se quitó la camisa, dejando ver su pecho y se la lanzó a Aoi, a quien le tapó hasta las piernas. Sintiéndose como una señorita, Aoi tomó asiento después de servir el café para él. Miró a Reita sin pudor alguno, esperando que levantara la mirada. No lo hizo en ningún momento.

Aoi se acercó por encima de la mesa y buscó con su boca la de su compañero, esperando un recibimiento gustoso por parte del otro. Reita volteó la cara.

–Respecto a lo de anoche… -Las palabras lo dejaron helado. Se sentó de nuevo en la silla, con la sensación de que lo que venía no sería lindo en lo absoluto. –Creo que debemos olvidarlo. –Terminó el rubio sin mirarlo a la cara. Estaba realmente apenado por el comportamiento de las pasadas horas. –Fue un error que no se volverá a repetir. –Terminó con dolor y miedo. Dolor por la herida que sabía le causaría a su querido pequeño y miedo por ver las lágrimas que se derramaban ahora de los ojos de Aoi.

–Perfecto, no se volverá a repetir. –Le respondió el pelinegro con dignidad, reuniendo fuerza de su orgullo y reteniendo las pocas lágrimas que no alcanzaron a escapar. –Permiso. –Se levantó de la mesa con el café intacto, un poco tibio y dejó la camiseta en el asiento.

Minutos después de eso, Reita –Aun sentado en la misma posición de antes y con las disculpas atoradas en la garganta– escuchó el agua correr. Se levantó de allí a paso lento, dirigiéndose hacía su habitación, en donde jamás podría olvidar la única noche que había podido hacer feliz a su pequeño. Se sintió dolido al ver aun las prendas del otro regadas por el suelo y se sentó entre las sábanas desordenadas por ambos.

Aoi, terminó de vestirse y entre sus propias lágrimas salió del departamento, hacía un destino que realmente no conocía.

 

Pasadas algunas semanas desde el distanciamiento notable de ambos, ambas vidas estaba desordenadas. Reita había vuelto con aquella chica del bar, con quien descargaba todos los sentimientos de culpa y soledad que le provocaba el hecho de que su Aoi ya no le hablara. El verlo ahora perdido entre el alcohol, los hombres y mujeres, le hacía daño. Se supone que el debía cuidarlo, debía estar allí para el. Ahora lo había jodido todo, no aceptando el hecho de que su corazón realmente le dictaba que debía buscarlo en todo momento.

Aoi, por su parte, había olvidado casi por completo sus limitaciones, estaba llevando una vida tan desordenada con el pequeño Ruki, con quien salía cada noche que estaba libre, con quien tomaba hasta perder la consciencia y con quien tuvo varias noches movidas. Terminaron separándose el uno del otro, al fin de cuentas sólo se estaba haciendo daño convirtiendo su relación de amistad en algo mas complicado; después de todo, el sexo lo complicaba todo. No volvió a mirar a Reita en todo ese tiempo, no podía soportar ver su cara de felicidad con su pequeña novia, no podía soportarlo. Lloraba por las noches –aquellas que no salía-  encerrado en su habitación, recordando cada uno de los momentos en los que la sonrisa de su amado le había dado fuerzas para levantarse y luchar.

 

Sin embargo, una noche que se supone debía ser especial para él, fue donde su vida terminó. Era su cumpleaños, sus padres habían viajado desde Mie solo para celebrarlo con el y con sus amigos. Una celebración pequeña, con algo de alcohol y música. Reita nunca llegó. El señor y la señora Shiroyama preguntaron por el varias veces y los cuatro chicos no sabían como responder. Ruki se pudo comunicar con el a mitad de la noche. 

–¿Qué estás dónde? –Le dijo sin escuchar realmente mucho. La música estaba a unos decibeles demasiado altos para su gusto y Reita hablaba entre gemidos. Una voz al fondo diciéndole que colgara le confirmó a Ruki La desfachatez del Rubio de bandita en su cara. –Mira pedazo de cabrón, TU mejor amigo está aquí deshaciéndose en angustia por que el amor de su vida está en no se donde y no vino a su cumpleaños. Sus padres han estado preguntando toda la noche por ti y tu lo único que puedes hacer es estar follando con no sé quien; me das asco imbécil, pero mueve tu estúpido trasero hasta aquí, o si no yo mismo iré a buscarte. –El sonido de más gemidos exasperó al pequeño, quien colgó sin miramientos, sabiendo que no vendría. Volteó con la mejor de las sonrisas para entrar, la cual se congeló en su cara al ver la tristeza infinita que mostraban los ojos negros del menor del grupo. Avanzó para abrazarlo y consolarlo, pero el pelinegro se apresuró a salir del departamento con un portazo. Los presentes se quedaron con la boca abierta y preocupados. Ruki habló. –Creo que debemos dejarlo sólo por ahora.

 

Yuu recorrió las calles vacías a esas horas, con el frío congelándole las extremidades y la tristeza abrasándole el corazón. No supo cuantas cuadras caminó, no supo realmente donde quedó su cordura ni su razón, solo supo que su corazón frágil no podría soportar mucho mas. Y estaba en lo cierto.

A unos metros de distancia, un grupo de jóvenes borrachos caminaban  tambaleándose y riéndose como idiotas le miraron con interés ante su poca ropa en épocas de invierno. Uno mas alto que todos ellos se relamió ante el pequeño que se encontraba mirándoles sin emoción.

 

Otro golpe resonó en el callejón, sucio y oscuro, otro grito mas de súplica escapó de la boca de Yuu, la sangre salía de su boca y de su cabeza. Empezaba a sentirse algo adormecido y con un gran dolor. Dolor que no se comparó con lo que sintió después de escuchar el sonido de sus propias ropas siento rasgadas. Su cuerpo ardió de pena y sintió como le destrozaba por dentro aquel animal que ahora gruñía de manera audible. Pequeñas gotas de saliva caían a sus mejillas y se sentía cada vez mas perdido en la oscuridad, cada vez mas abrazado por la soledad ¿Dónde estaba su Reita? ¿Dónde estaba ese niño que había hecho disculpar a los chicos de la escuela que lo habían molestado? ¿Dónde estaba aquel que lo había acunado de manera tierna en sus brazos después de hacerle el amor? Estaba sólo.

De pronto, dejó de sentir, dejó de ver, dejó de escuchar. Ahora sólo sentía como se desvanecía en una oscuridad infinita donde no podía doler mas su corazón. Aquel corazón que fallaba mas a cada segundo.

 

El grito de Ruki los alertó a todos. Los tres hombres corrieron a ver de donde provenía eso. Lo que vieron no tenía nombre. El sentimiento de ver como tendido en el suelo se le escapaba la vida a quien ellos prácticamente criaron –A excepción de su padre, quien también se encontraba allí –los dejaba sin aliento. Rápidamente Kai se acercó al cuerpo sangrante del pequeño del grupo y empezó con una reanimación cardiopulmonar, mientras el señor Shiroyama y Ruki se encargaban de descargar su ira en contra del bastardo que le arrebataba las posibilidades al pelinegro. Uruha pensando con cabeza fría llamó a una ambulancia. La cual llegó justo cuando Kai había podido recuperar un poco del pulso de Aoi. Ruki y el señor Shiroyama viendo el estado en que quedó aquel hombre, dejaron su cuerpo tranquilo, llamando a la policía.

Subieron al carro del padre de Yuu y siguieron a la ambulancia hasta un hospital cercano, donde recibieron a Yuu de urgencia, comenzando con los cuidados de su cuerpo.

La madre de Yuu llegó con las lágrimas desbordándole por los ojos, su único hijo ahora se iba, la dejaba. Aquel que había cuidado con su vida ahora se le escapaba de las manos, se le iba como agua sin poder retenerlo. Se abrazó a su esposo y lloró por mucho más tiempo de lo que recordaría.

Ruki, con su cabeza caliente y rencor en sus palabras marcó el numero de celular que había marcado unas horas antes. Esperó dos timbrazos hasta que le contestó con voz adormilada su compañero rubio.

–¿Hola? ¿Ruki? Disculpa lo de hace un rato, estaba… -Ni siquiera lo dejó terminar la frase. Le contestó con un rencor en su voz que jamás le había escuchado antes.

–No llamo para eso idiota, no te mereces mis disculpas ni las de nadie. Solo mereces revolcarte en remordimiento y dolor. De verdad espero que Yuu sobreviva, que no merece morir ni nada por tu culpa.  –El silencio le respondió a Ruki. –¿No sabes de que te hablo? Tu, cabrón, mientras te revolcabas con no sé que clase de vagabunda, el pequeño Aoi ha salido a buscarte. ¿Y sabes que encontró? Un muy amable tipo que lo violó y ahora estamos en el hospital. No te quiero volver a ver cerca de Yuu, ¿me entiendes? Si sale de esto, no te le acerques y no le hagas mas daño. –Colgó su celular al sentir un nudo en su garganta. Realmente odiaba que todo fuera culpa de Reita. Odiaba que mientras el pequeño moría poco a poco Reita estuviese feliz. Su querido Aoi, haría cualquier cosa por el.

El médico salió después de unas largas horas de espera. Su cara no decía nada bueno. –Logramos estabilizarlo. O eso por lo menos por un tiempo. El cuerpo del joven Shiroyama no está en condiciones de seguir adelante. Su corazón no aguantará mucho mas y un marcapasos no será suficiente. El músculo se esta atrofiando mas rápido de lo que imaginé y necesita con real urgencia un corazón nuevo. Si sobrevive ésta noche, mañana podré investigar por un trasplante. –Terminó acomodándose las gafas y mirando con tristeza como la mujer de cabello y ojos negros como los de su hijo de deshacía en llanto en los brazos de su pareja. Hizo una reverencia y se retiró.

 

Reita llegó unos minutos después. Fue recibido por un golpe directo a su cara –dado por Kai-. Estaba despeinado y casi en pijamas. La señora Shiroyama se acercó a él, calmando su llanto por unos minutos y le abofeteó.

– ¿Dónde mierda estabas en el cumpleaños de mi hijo? –Le preguntó fría. – ¡Tú debías cuidarlo siempre! ¿Dónde estabas para impedir esto? ¡Es tu maldita culpa! ¡Yuu salió a buscarte! ¡mi Yuu se muere por tu culpa! –Le gritó con la voz entrecortada. Reita bajó la cabeza con el corazón hecho trizas. Aquel quien le había entregado todo y mucho mas de sí mismo, se estaba muriendo de a pocos. Aquel que había entrado a su corazón y allí se había quedado, posiblemente no volvería a mirarlo a los ojos y decirle con su sonrisa juguetona un te quiero. No volvería a sentir en su piel las caricias de su pequeño pelinegro al que se negó a amar, pero que de todos modos terminó adorando con toda su alma.

Un sonido de personas corriendo dentro de la sala de urgencias y el grito de enfermeras “Código azul” les alertó a todos los presentes. El doctor que atendía a Yuu pasó por el lado de ellos dispuesto a reanimar. El alma se fue del cuerpo de cada uno de ellos. Su Yuu se iba. A sus 18 años se le iba la vida por entre sus manos. Todos se negaron a pensar que ese sería el fin de su aventura.

Y ese día, el sol volvió a brillar como todos los días, las nubes se alzaron como todos los días y la vida de Aoi volvió a ser un milagro… Como todos los días.

 

–¿Él vivió, papá? –le preguntó con los ojitos aguados.

–Claro que lo hizo, no podía dejar a su príncipe azul esperando por el. –Le respondió una voz en la entrada de la puerta. El rubio se acercó a sus dos razones de vida y besó la frente de la niña que tantos años atrás habían decidido criar como suya. Luego, besó los labios de aquel que había vuelto a nacer aquella noche. Nunca se separaron de nuevo, nunca permitió que nada fuese un impedimento para los dos. El estar al borde de la muerte le había dejado en claro por quien quería vivir el resto de sus días y como los viviría junto a él.

Y por el resto de sus días, no lamentó jamás el haberse enamorado de su príncipe azul. Su príncipe Aoi.

Notas finales:

Siento mucho si ven faltas ortrográficas por ahí, no tengo mucho tiempo para corregirlo... igual si ven algo de incongruencia con algunas cosas espero me disculpen.

 

¿Merezco comentarios? 

 

Besitos ~(=w=)~

 

actualizaré Akai Ai -que ya esta por terminar- en cuanto mi pony linda me devuelva el capi de beteo.

 

Nos vemos lind@s


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