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La vida de un mayordomo, la realidad de un demonio. por PinkMarshmallow

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Notas del capitulo:

Wow! dos capítulos en una semana! Soy genial xD

No puedo seguir aguantando el publicar, así que aquí les dejo el capítulo dos de este FF.

Dejen sus reviews y dudas o comentarios!

La vida de un mayordomo, la realidad de un demonio.

II

Ese Mayordomo, insatisfecho.

Por: PinkMarshmallow

……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

 

 

Delicadamente, justo como se le había instruido, golpeo suavemente la puerta de roble dos veces consecutivamente, pidiendo permiso para entrar. Ya se le había reprochado por entrar sin consentimiento dos veces en el día, sería algo fastidioso el que le regañaran otra vez.  Tocó por segunda, y tercera, y cuarta, y quinta vez…  Esta persona en realidad o tenía el sueño bastante pesado o estaba lo suficientemente enojado como para hacer una rabieta de niño malcriado e ignorar a su mayordomo.  No tuvo alternativa más que la de abrir la puerta de par en par. 

 

 

-Con su permiso. –Anunció su ingreso a el cuarto, más no obtuvo respuesta de parte del Conde.

 

 

Levantó su mirada carmesí, buscando en la habitación sólo iluminada por el fosforecer de la luna a el pequeño Conde. Se hallaba echo un ovillo sobre su litera, enredado por completo entre las sábanas y cobertores, durmiendo plácidamente.  Se aproximó hasta un costado de la cama, para después posar quedamente una mano sobre el pequeño montículo, agitándolo levemente.

 

 

-Bocchan, es hora de su cena. –Le avisaba amablemente, intentando no provocar un mal despertar y  que después la llevara contra su persona. –Bocchan. –Insistía. –Ya no puede saltarse  una comida, eso afectará su crecim… -Un leve movimiento no le dejó continuar.

 

 

-Nnhnnn… Sebas…tian… -Balbuceaba entre sueños el menor, quien ya había asomado su cabecilla por debajo de la colcha, dando a conocer sus cabellos alborotados, que con la luz del satélite se transformaban en hermosos reflejos azules, tales como los de sus ojos que permanecían cerrados bajo sus tupidas pestañas. –Sebastian… -Repitió por segunda vez entre sueños, moviéndose sobre el colchón.

 

 

¿Había escuchado bien? ¿El Conde Phantomhive estaba llamándolo por su nombre entre sueños? Una sonrisa surcó su rostro. –Definitivamente usaría eso para burlarse de él después y hacerlo cabrear. –Fue lo que pensó primeramente.  Estuvo a punto de dejarle dormir  por más tiempo, pero algo en aquella escena le detuvo. El pequeño de nívea piel se encontraba hermosamente colocado, definitivamente dormido era más tierno, definitivamente. Un impulso incontrolable de tocarle nació en su interior, que, al principio contuvo, más una oportunidad como esa difícilmente se volvería a presentar, por lo que sin dudar colocó una de sus enguantadas manos sobre los cabellos del menor, acariciándolos amablemente por unos instantes. El chiquillo se revolvió entre las sábanas, llamando de nuevo a el mayordomo, quien esta vez se sorprendió. Vaciló un segundo, pero después se agachó hasta quedar a escasos centímetros del rostro más joven, sólo la luna sería testigo de lo que haría, ella y nadie más. Depositó un ósculo, casi devoto, en la frente del niño, conformándose con eso por ahora. Tragó grueso al percatarse de lo que había hecho y de la tonta idea que había pasado por su cabeza.

 

 

-¿Sebastian? –Llamó el menor, esta vez más consiente, mientras que se desperezaba abriendo de poco a poco sus adormilados ojuelos cobalto. -¿Qué… qué estas haciendo? –Preguntó confundido el niño, quien se reincorporaba lentamente.

 

 

-Sólo le quería informar que la cena esta lista Bocchan, ¿le gustaría comerla aquí o en el comedor?

 

 

-En el comedor está bien. –Respondió mientras se estiraba cual felino, soltando un pequeño bostezo.

  -Puedes retirarte, iré en un momento.

 

 

-Como ordene. –Exclamó el mayordomo, reverenciándose y saliendo de la habitación.

 

 

-Ese si que fue un sueño extraño, y lo peor de todo, se sintió muy real. –Se decía a sí mismo el joven Conde, repasando con sus dedos el espacio de su frente, justo en el lugar en el que Sebastian le había “besado” durante sus sueños. Le resultaba bastante vergonzoso el hecho de soñar esas sandeces, ¿Qué sucedería si Sebastian entraba a su habitación y el decía alguna estupidez entre sueños? De seguro no se la acabaría de comentarios sarcásticos del demonio y bromitas pesadas. No podía permitirse el seguir pensando en esa clase de “asuntos” a menos que quisiera ser víctima de las burlas de un demonio por los pocos años de vida que le restaban, necesitaba hablar con alguien para poder sacar eso de su sistema y volver a la normalidad.

 

 

Se aproximó hasta el umbral de su propia habitación y caminó entre los pasillos de toda la casona Phantomhive. Seguramente todo el personal se encontraría en la cocina a esta hora, terminando los preparativos de la cena. Tenía que encontrar a la persona indicada para contarle sus “secretos”. ¿Maylene? No, además de que es mujer es casi seguro que al platicarle muriera de alguna hemorragia, ¿Finnian? No es el indicado, demasiado infantil como para tratar esa clase de temas, ¿Bard? Ese tipo es un machista, por lo que si le contara seguramente lo tacharía de homosexual o pirado. ¿Tanaka-san? Ni de broma, en especial considerando lo estricto que el anciano podía llegar a ser. La única alternativa restante sería el mismísimo Sebastian, o…. –Debido a que el joven amo se encontraba sumergido en sus propios pensamientos y asuntos, no se había percatado de la figura que se acercaba acompasadamente desde el otro extremo del pasillo.

 

-Tsk… Más cuidado a la próxima… -Masculló el más pequeño, mientras se sobaba insistentemente la cabeza.

 

 

-Lo siento… Dice Emily.  -Pronunció el joven de cabellos claros, de pie frente a el Conde.

 

 

-¡Snake! –Exclamó el menor, como si hubiera un descubrimiento importante.  -¿Tienes algo de tiempo después de la cena?

 

 

-Estoy a su disposición joven amo, ¿A qué hora exactamente me necesita?

 

 

Definitivamente tendría que ser después de que Sebastian le enviara a dormir, por lo que se quedó un segundo reflexionando.

 

 

-A las doce en punto, en mi habitación. –Fue su conclusión final.

 

 

-Me parece bien… Dice Oscar.

 

 

-De acuerdo, te necesito puntual a esa hora, ¿comprendes? –Preguntó el menor, en tono confidencial, a lo que el muchacho solo asintió. –Bien, entonces te veo luego, y no le digas a nadie que te mande a llamar. –Se despidió el orgulloso conde, retomando su camino hasta el comedor.

 

 

Caminó unos minutos más hasta dar con el salón indicado, en donde ya se encontraba su fiel mayordomo, posicionado justo a un lado de donde el solía sentarse a la hora de la comida, como habitualmente lo hacía. Con paso arrogante, ese que caracterizaba a cualquier perteneciente de la nobleza, se colocó en su asiento y se acomodó esperando a escuchar lo que se le serviría esa noche. Y tal como lo pensaba, el mayordomo comenzó.

 

 

-Esta noche me complace servirle una porción de roast beef a termino medio, acompañado de horseradish y englishmustard, y también un plato de  steamed vegetables que consiste en brócoli, zanahorias y patatas.  -Terminó el mayor, con notable orgullo del platillo tradicional inglés que había cocinado.

 

 

Durante toda la parlería del mayordomo, el chico ni siquiera se había inmutado o prestado atención a las palabras que salían de su boca. Sólo se limitó a observar todo lo que el azabache fuera colocando frente a el y pensar que debía evitar a toda costa el mirarle a los ojos. Agradecía el hecho de haberle dado refugio en su hogar a Snake y que fuera más discreto que el demás personal de la mansión. Sin darse cuenta, había empezado a “picar” la comida con la punta de su tenedor desinteresadamente, lo cual dejó perplejo a el oji-escarlata. Creyó escuchar un leve sonido tras de sí, pero le restó importancia, para después oírlo nuevamente, ahora más fuerte y cerca. Giró su rostro, buscando su procedencia y para su asombro, se encontró cara a cara con el mayor que movía sus labios articulando palabras que no alcanzaban a llegar a sus oídos.

 

-Ehh… ¿Qué? –Fue lo único que de sus labios salió, ajeno a lo que decía su mayordomo.

 

 

El peli azabache sonrió, esa sería la cuarta vez que repetiría  lo mismo. –Pregunté si había algo malo con la comida, Bocchan.

 

 

-Ah, eso, no…esta bien, todo esta bien… -Balbuceó el oji-azul, cortando un trozo de la carne y llevándosela a la boca.

 

 

El resto de la velada se pasó en silencio, el joven Conde daba mordisco tras mordisco a sus alimentos hasta limpiar ambos platos, evidencia de lo hambriento que se encontraba. Pero no dijo una sola frase a su mayordomo, quien se quedó al lado de su amo todo el tiempo, esperando que tal vez el niño se abriera para el y le contara de aquello que le acongojaba. Lo mismo ocurrió cuando le acercó el postre; lo devoró como una fierecilla muerta de hambre, pero en completo silencio.

 

 

Y aun que fuera un demonio debía admitirlo, esta situación le comenzaba a fastidiar. Solamente había transcurrido menos de un día desde el cambio repentino de actitud en su contratista y el hecho de que le ignorase le cabreaba bastante.  Podía bufarse de él, ordenarle tareas por de más estúpidas o ridículas, pero que le ignorara era lo más molesto, ya que con la personalidad que poseía le resultaba difícil el  hallar la causa de su enfado o resentimiento. El sonido de la silla siendo arrastrada por el piso le alertó, dirigiendo su mirada hasta donde el menor.

 

 

-Ya he terminado Sebastian. –Anunció el oji-azul, descolocándose la servilleta del cuello de la camisa y arrojándola sobre la mesa.

 

 

El oji-rojo se apresuró a ayudar a su amo a retirarse de la mesa y escoltarlo a su habitación de nuevo. Ya dentro de ella procedió, como todas las noches, a prepararle un baño caliente en el cual comúnmente empleaba sales, esencia de rosas y demás aromatizantes.

 

 

-Sebastian. –Le llamó el menor, sentado a la orilla de su lecho, agitando una de sus delgadas piernas en el aire, signo de su nerviosismo.

 

 

-¿Si? –Respondió el mayor desde el baño, donde arremangaba los brazos de su camisa para poder verificar la temperatura del agua de la bañera.

 

 

-Esta vez, me gustaría ducharme yo mismo… -Dijo el joven con notable tono dudoso, ya que desde siempre Sebastian se había encargado de esta tarea y el no tenía el conocimiento exacto de cómo hacerlo.

 

 

Esa si no la había visto venir, no le permitía vestirle, ni tocarle, y ahora le negaba bañarle, ¿qué sucedía con el joven amo ese día? Y aún más importante ¿por cuánto tiempo seguiría de esta manera?  No tenía opción, una orden era una orden y si quería mantener su estética debía obedecer a su amo, y por ende, el contrato que existía entre los dos, por más sencilla que fuera la petición.

 

 

-Como guste. –Se resignó a decir el mayordomo. Después indagaría en las razones del joven Conde, por ahora se conformaría con descansar un momento de su ajetreado día.

 

 

Después de asegurarse de que todo estuviera listo para el menor y dejarle todos los productos de limpieza a su alcance se encaminó a la salida, no sin antes darle una última ojeada a el niño, quien ahora se esforzaba por deshacer el nudo de su corbatín, maldiciendo entre dientes. No pudo evitar soltar una risilla divertida, ahogándola con la palma de su mano, cerrando la puerta tras de sí. Estando fuera, ser recargó cansinamente en la pared del corredor, llevándose una mano a la frente, cubriendo de media parte su rostro. Ese día había sido extrañamente agotador para el, soltó un largo y sonoro suspiro, aún tenía algunos asuntos por arreglar.

 

 

 

-Bien, deshacerse de ese demonio fue más fácil de lo que imaginé. –Dijo en voz alta el joven oji-azul, suponiendo que se encontraba el sólo en su amplia habitación.

 

 

Ducharse por sí solo había sido difícil, pero más complicado sería lo que clamaría el clepsidra en su mesita de noche, al momento en que marcara las doce en punto. -Once con cincuenta y siente minutos. –Susurró. Había tenido toda la noche para planear lo que diría, pero ahora que faltaban menos de tres minutos para que su sirviente llegara todas las palabras que antes tuvo apropiadamente organizadas, en frases limpias y claras, ahora se encontraban revueltas en su cabeza, sin orden alguno y hasta había olvidado algunas cosas. Ya no tenía en claro su discurso. Cerró sus ojos, intentando alentarse a sí mismo a ser honesto y afrontar lo que sea que le traería la confesión que estaba a punto de hacer. El sonido del reloj que marcaba la media noche llegó rezumbante a sus oídos, petrificándolo por un segundo, haciendo que la sangre se le helara, más tomó valor y esperó impaciente, observando fijamente el pomo de la puerta. Un sonido repetitivo le indicó que el momento había llegado.

 

-Adelante. –Vociferó, simplemente.

 

 

-Con permiso… Dice Oscar. –Dijo el muchacho de mirada semejante a la de un reptil, mientras se acercaba lentamente, con tres de sus serpientes al hombro, hasta el lecho de su amo.

 

 

-¿Era necesario que las trajeras a ellas?-Dijo despectivamente el Phantomhive, refiriéndose a las “amigas” de Snake.

 

 

-Ellas sienten lo que una persona normal no puede, joven amo. –Fue la excusa del mayor.

 

 

El menor encogió los hombros, restándole importancia. Mientras esas cosas no le mordieran todo estaría bien. Con un ademán, invitó a el muchacho a sentarse en una silla que estaba colocada justo a un costado de la cama, quedando ambos viéndose directamente.

 

 

-Y bien, joven amo, ¿podría saber qué es lo que tenía que decirme? –Preguntó el joven de cabellos claros, intentando mitigar el crudo silencio que se había formado en el ambiente.

 

 

-Bien… esto… es acerca de… -El pequeño Conde no sabía que palabras utilizar, el bochorno comenzaba a subir desde su cuello hasta sus mejillas y las palabras morían al llegar a su garganta, reemplazadas por balbuceos inentendibles para el domador de serpientes.

 

 

-……¿Hmmm?

 

 

-Es solo que…. Supongamos que recientemente tuviste un sueño, que relaciona a una persona conocida, pero no tiene nada que ver contigo, es un simple desconocido. Y resulta que en tus sueños tu y esa persona hacen… cosas.

 

 

-¿Cosas? –Repitió la última palabra el mayor, inseguro de a lo que se refería el niño.

 

 

-Si… tu sabes, ese tipo de cosas… -Dijo casi en un susurró  el joven Conde, a punto de morir por la vergüenza que en sus pómulos se acumulaba.

 

 

Un leve sonrojo se vislumbró en las mejillas escamosas del peli albino y al parecer sus compañeras lo sintieron también, por que por un momento se quedaron tan quietas como su dueño.

 

 

-¿Se refiere… a relaciones sexuales? –Escupió por fin el de mayor estatura, echándose para atrás en su asiento y aún con el rubor en sus pómulos.

 

 

-¡No lo digas en voz alta, idiota! –Exclamó en un grito ahogado el joven Conde, echándole justo en el rostro una de las almohadas.

 

 

-Lo lamento… Dice Wordsworth. Pero, no veo el por qué del problema, es normal tener esa clase de… fantasías, en especial a su edad, joven Phantomhive, dice Wordsworth.

 

 

-Claro, es normal el fantasear con tu mayordomo que además es un demonio bajo tu poder, si, es cien por cien saludable. –Gritaba en su fuero interior, regañándose a sí mismo por la simple idea de sentir algo hacia el demonio. –No es tan sencillo como piensas, Snake. –Dijo al fin, ahora su mirada se encontraba perdida en las bien detalladas molduras de la pared, como si ahí estuviera la cosa más interesante del mundo. –Esta persona, la que aparece en mis sueños, no se nada de ella y de seguro ella tampoco esta interesada en mí, solo le concierne lo que le puedo dar y no yo como persona, es casi un desconocido, que me conoce a la perfección. –Una pequeña curva se apoderó de sus delgados labios, cargada de amargura pues aquella situación le desesperaba con demasía.

 

 

El joven de las serpientes se sintió conmovido con aquella escena. Del poco tiempo que había transcurrido  en la mansión de los Phantomhive se había percatado de lo introvertido que el joven amo podía llegar a ser, a pesar de su actitud altanera en el interior seguía siendo un niño desprotegido y confundido, actuando como un adulto en un mundo de adultos. Por lo que esa forma de abrirse con otras personas reflejaba el desespero que sentía en su corazón.

 

 

-Estoy seguro, joven amo –Le llamó el mayor, colocando su mano sobre su menudo hombro. – de que cualquier persona que se gane su cariño debe ser una criatura bastante especial y que el joven amo no debe preocuparse en si es correspondido o no, usted es una buena persona y cualquiera quisiera tenerlo a su lado. –Sus palabras fueron honestas y llenas de buenas intenciones, pues aún estaba en deuda con el Conde por haberle rescatado de la soledad.

 

 

Fuera de la habitación, cierta silueta caminaba por los pasillos ensombrecidos, iluminando los rincones a su paso gracias a un gran candelabro de mano. Se encontraba en su habitación, hasta que ciertos sonidos fuera de lo común le alertaron y decidió salir a revisar que era lo ocurrido.  Estaba por llegar a el salón principal, pero un resplandor proveniente de la habitación de su joven amo le incitó a acercarse y descubrir que sucedía.  Sin hacer ruido alguno, coló su afilada mirada por un estrecho espacio producto de la puerta entre cerrada. De buenas a primeras reconoció la figura de su amo instantáneamente, estando ya muy familiarizado con aquel delgado cuerpecillo, pero sus sentidos demoniacos percibieron otra presencia también. Se movió cauteloso de su lugar, intentando buscar una posición en la cual pudiera ver a el acompañante de su amo, pero debido a lo angosto del espacio le resultaba casi imposible, así que se conformó con escuchar lo que sucedía adentro, agudizando su oído al máximo. Tal vez lo que ahí se dijera le ayudaría a comprender el reciente distanciamiento del menor. Guardo silencio, acortando incluso su respiración y acumulando toda su concentración en los sonidos a su alrededor.

 

 

-Hay alguien observándonos desde fuera de la habitación… Dice Emily. –Fue lo que su tímpano captó, había sido descubierto.

 

 

-Muéstrate. –Exigió la otra voz conocida.

 

 

-Mis disculpas, estaba pasando por aquí y como las luces aun permanecían encendidas a estas horas de la madrugada debía asegurarme de que el joven amo se encontrara bien.  -Se disculpó el mayordomo, quien de a poco se iba introduciendo en la habitación, enterándose por fin de la identidad del acompañante de su amo.

 

 

-¡¿Sebastian, des…desde cuándo estas ahí?! –Exclamó colerizado el Conde, poniéndose de pie abruptamente, casi cayendo al suelo.

 

 

La sangre en su corazón bombeaba erráticamente. -¿Había escuchado todo? Era lo más seguro, no había otra razón para espiarle de esa manera. En esos momentos no sabía dónde esconderse, deseaba que la tierra le tragase por completo y así no tener que ver de nuevo a los ojos a ese maldito demonio. Sin percatarse, su piel, antes clara, ahora se veía como la de un fantasma y sus extremidades temblaban descontroladamente. Ya no podía permanecer en pie, por lo que calló de bulto a el suelo, tomando por sorpresa a el mayordomo, que ni siquiera pudo sostenerle a tiempo.

 

 

-¡Bocchan! –Clamó el oji-rojo al ver frente a sus narices desvanecerse el frágil cuerpo.

 

 

-¡Amo! –Gritó por su parte Snake, sorprendido por el repentino decaimiento de su amo.

 

 

-¡Llama a el doctor de la familia, ahora! –Ordenó Sebastian a el sirviente, quien apresurado corrió hasta el teléfono.

 

 

Casi inmediatamente se colocó a su lado, tomándolo entre brazos para después recostarlo sobre su litera. Se retiró uno de sus guantes para poder palpar mejor la piel del niño; esta se encontraba casi ardiendo. Sólo quedaba el esperar por el médico.

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Qué les parecio?

Les gusta o mejor le dejo ahí antes de meter más la pata xD

Bueno digánmelo en sus reviews

Nos vemos!


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