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JUGANDO CON FUEGO por crystalwall

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Notas del capitulo:

Hola, si creían que todo estaba dicho en esta historia... pues no!!!... ahora les traigo el epílogo escrito por Mayte (Shun4ever), esperamos que les guste

Lo encontró llorando una vez más, sentado en la silla de ruedas que siempre le acompañaba. Se acercó tras dejar las bolsas de la compra y acarició su cabello, arrodillándose frente a él para mirar sus ojos.

- Mi vida, ¿qué sucede?

- No sé qué más hacer Milo – Dijo entre lágrimas el muchacho peliverde. – Ya ni siquiera contesta a mis llamadas – Milo acarició su mejilla izquierda y suspiró. 

- Intentaré hablar con él ¿si? – Sonrió a su pareja y limpió sus lágrimas – Pero debes estar fuerte para cuando decida volver.

Isaak miró a su peliazul compañero y le devolvió la sonrisa, limpió sus lágrimas y, de a poco, recuperó la serenidad de su rostro.  Asintió a su pareja.

- ¿Qué has traído para cenar?

Milo rio levemente y besó los labios de su pareja para tomar el manillar de la silla y llevarlo hasta la cocina, en donde cenaron con tranquilidad.

Ese mismo sábado, dos días después de ese momento, Milo caminaba nervioso hasta ese lugar.  La felicidad de su pareja estaba en ello y por él era que lo estaba haciendo. Entró nervioso y pidió el catálogo de los muchachos.

- Para los clientes nuevos, tenemos servicio especial. Dos horas por el precio de una. ¿Le interesa?

No podía creer que le estuvieran ofreciendo así a unas personas, cómo objetos o sólo Dios sabía cómo qué los veía. Disimulo el gesto de desprecio hacia ese calvo pero aceptó el plan pues le parecía conveniente.

- Quiero este. – Señaló al muchacho que andaba buscando, un chico rubio de aspecto rebelde.

El hombre volteó buscando unas llaves y se las entregó a Milo a cambio del pago oportuno.  Suspiró cuando dejó la recepción y tomó aire… Esas dos horas iban a ser complicadas. Retomó su camino y entró en la habitación indicada con la llave. Miró con detenimiento cada uno de los escasos muebles y se maldijo por saber así al pariente de su pareja. No podía creer que incluso permitieran azotes y demás. Cerró los ojos y negó pues no quería saber más. Sacó su paquete de chicles para dejar de fumar y se acercó a la ventana para mirar por ella.

- Está sellada – Susurró al intentar abrirla para tomar el aire – No puedo creerlo.

Justo tras la última palabra, el muchacho que había pedido entraba en la habitación.

- Sólo mamadas y cogidas. No doy besos y no me gustan los juegos. – Habló para su nuevo cliente, recitando sus frases diarias. Nunca le había gustado poner caras a la gente que pasaba por sus piernas.

- ¿Tampoco te permiten contestar llamadas? – Preguntó el mayor alterado al verle en esa situación.

Hyoga, que así se llamaba el menor, enfocó la vista en el cliente de esa noche. No podía creer que estuviera ese hombre frente a él. Poco le importó que ya llevara media camisa desabrochada.

- ¿Qué haces aquí? – Preguntó en tono de enfado. 

- Te hice una pregunta. ¿No te permiten contestar llamadas? – Hyoga apretó los dientes. Se sentó en la cama sin dejar de mirarle.

- ¿Qué servicio tomaras? – Separó las piernas denotando así su entrepierna por sobre el pantalón - ¿Quieres probar a tu cuñadito? – Preguntó con sarna. Milo dejó escapar una leve risa y se sentó en el pequeño sillón de la estancia.

-¡Por todos los dioses, Hyoga! ¡Compórtate cómo te enseñaron tus padres! – Suspiró y negó con la cabeza - ¿No piensas, siquiera, hablar con tu hermano? Esta preocupado por ti.

- No – Respondió secamente – No debería preocuparse por alguien que le causó tanto daño.

- No seas niñato Hyoga y madura de una vez. – Se levantó un tanto alterado y va hasta el menor para levantarlo de un tirón – ¿Cómo puedes permitir este trato cuando sabes que tienes familia fuera? – Tomó al muchacho de los brazos y le zarandeó un poco -  ¡Contesta! ¿Acaso no entiendes que está preocupado por ti?

Hyoga se zafó del agarre y se acercó a una de las máquinas para sacar un paquete de tabaco. Tomó un cigarro y lo encendió con un mechero que llevaba siempre encima.

- En lo que a mi respecta – Miró a Milo expulsando la primera calada – No me queda familia. Murió en el accidente.

No soportó más aquella discusión sin salida. Tomó su saco y salió por la puerta, dejando al menor sumergido en sus pensamientos. Condujo de vuelta al departamento del que era su pareja y entró despacio con las llaves que tenía desde hacía años. Soltó la rabia junto con el aire de sus pulmones y se desnudó despacio para meterse en la cama, en dónde había dejado a Isaak antes de irse. Este, que notó su llegada, volteó el rostro para mirarle. No hicieron falta palabras, nunca eran necesarias entre ellos. Acarició la mejilla de su peliazul notando cómo sus ojos se llenaban de nuevas lágrimas.

- Gracias por intentarlo Milo.

Milo se acostó de mejor manera en la cama y comenzó a acariciar y mimar a su pareja, colmándolo de besos y caricias. Se detuvo sabiendo era incómodo para el peliverde y apoyó la cabeza en su pecho, aspirando su aroma.

- Le haré entrar en razón. – Buscó su mirada – Cueste lo que cueste Isaak.

El peliverde mostró una sonrisa sincera y tomó las mejillas de su pareja para hacerle subir, besando sus labios con el amor que sentía por él. Acarició su nariz con la propia antes de hablar.

- Hoy el médico me ha dado esperanzas. – Milo sonrió incrédulo – Me hizo los masajes de siempre pero hoy… Los sentí. – Ambas sonrisas se ampliaron. Isaak besó de nuevo a su pareja - ¡Los sentí Milo!

Sellaron la alegría en un tierno beso que fue subiendo de intensidad hasta hacer que las cobijas y prendas sobraran. Milo dedicó millones de caricias a su pareja mientras este, casi cómo si fuera la primera vez, pudo deleitarse con cada beso, con cada roce, con cada suspiro y abrazo…

Los días iban pasando y las visitas cada vez se hacían más frecuentes. Una de las veces estuvo por llevar a Isaak pero éste no quería, ni podía ver así a su hermano menor. Las conversaciones entre ellos eran más amenas y menos hirientes.

- Tu hermano se mantiene en pie – Informó Milo en una de las visitas. Hyoga le miró tras dar una calada de ese cigarro que llevaba en mano.

- Eso es bueno. Siempre ha sido un terco. - Por primera vez, Milo vislumbró una sonrisa en el rostro del menor. Era bueno, al menos, significaba que quería aún a su familia. – Me gustaría verle.

- Si quieres podemos quedar y te llevo. – Hyoga negó con insistencia.

- Nos tienen vigilados constantemente. Gps, videocámaras en las habitaciones, espías que nos siguen, chofer que nos recoge y nos lleva. – Negó de nuevo el menor – Si se enteran que veo a alguien, podrían hacerle daño – Hyoga agachó la mirada y habló entristecido – Si le pasara algo más… - Limpió una lágrima traicionera – No me lo perdonaría Milo.

- No fue tu culpa Hyoga – Se atrevió a acercarse al menor y acariciar su espalda – Fue un accidente. Los accidentes… ocurren.

- Yo conducía Milo – Se levantó el menor y se dirigió a la puerta. Por hoy no quería hablar más – Abrió la puerta y esperó un momento antes de marcharse. Habló casi en susurro – Dale recuerdos a Isaak.

Todo un paso para la familia Kozlov pues no sólo Hyoga había hablado con su cuñado al respecto sino que cuando llegó el peliazul a casa, su pareja le tenía una sorpresa reservada.

Entró, como siempre, un poco desilusionado cómo cada vez que acudía a esa prisión para los jóvenes. Su rostro mostró una sonrisa, pues Isaak estaba apoyado en el bancal de la cocina, mirando la puerta cómo si esperara ese momento. El peliverde le mostró una enorme sonrisa y alzó el brazo para detener su avance.

- ¡Espera ahí!

Milo no entendía porque le decía que esperara pero sus ojos se inundaron al ver que su amado caminaba hasta él, lento pero seguro. No pudo evitar andar a corridas hasta él y tomarlo en brazos haciendo que sus piernas rodearan su cintura. Casi un año en rehabilitación y por fin, daban sus frutos.

- Mi vida – Lo estrechó en sus brazos y llenó su mejilla y sien de besos – Sabía que lo conseguirías.

- Por ti Milo. – Se aferró con fuerza a su cuello y buscó su calor – Todo esto es gracias a ti.

Los días y meses continuaban avanzando. Milo seguía haciendo visitas a Hyoga e Isaak cada día caminaba mejor y sin muleta alguna. Cada visita regresaba más esperanzado pues las charlas eran más amenas e indicaban una aceptación por parte del menor. Sin duda, algún día volvería con ellos.

Un día en el trabajo, se le ocurrió llevar a sus queridos compañeros al lugar pues ambos estaban… Un tanto necesitados. Los tres, tras unas bebidas Shaka y Aioria, marcharon a la susodicha mansión. Esa misma noche, Milo salió contento pues el mismo Hyoga le había confirmado que visitaría a Isaak y para mayor alegría, había respondido a una llamada de su hermano mayor, que Milo comenzó desde su celular para evitarle problemas al menor.

Pocos días después, llegó a su apartamento mientras su pareja estaba en rehabilitación. Se dejó caer en el sofá con una cerveza en la mano. Su única preocupación en ese momento era cómo sacar al menor de esa maldita mansión. Se sorprendió al escuchar el sonido del portal. No era hora para que nadie le visitara. Su sorpresa fue mayor al saber que el menor al saber que eran policías y que había habido un asesinato en esa mansión. Su corazón se paró en un momento pero se calmó al ver el rostro de un muchacho que no había visto nunca. En cuanto se fueron los agentes, llamó a su compañero Aioria pues Shaka no estaba en la ciudad. Ocultó la información a su pareja para no alterarle.

Al día siguiente se presentó en su rato libre en la universidad dónde estudiaba Hyoga. Habló con él largo y tendido sobre lo sucedido. Quería salir de ahí pues tenía miedo, algo obvio y más teniendo en cuenta lo poco que le quedaba para pagar su deuda. Temía que le pasara algo.

Milo, Isaak y Hyoga no pudieron más que esperar que se aclarara el caso pues aún no estaba claro quien había cometido el crimen y estaba éste primero bajo sospecha. Dejó de ver a Hyoga por un tiempo, por temor a represalias. Cuando se enteraron del segundo asesinato, el menor estaba a un solo unos meses de acabar su deuda. Lo que desconocía esa familia, era que el mayordomo de la mansión ya había movido los hilos para que Hyoga sufriera un “accidente”.

Gracias a la ayuda de los investigadores pudieron encerrar a los culpables antes de que eso sucediera. Los muchachos quedaron libres y Hyoga, por fin, se reunía con su hermano mayor y el que sería su cuñado.

Un año después y con mucha insistencia por parte del mayor de los hermanos, visitaban el cementerio de la ciudad. Se perdieron entre las tumbas hasta dar con las dos de sus compañeros, depositando un ramo de flores de cristal en cada uno de ellos. Unos minutos después y con un nudo en el pecho, buscó el apoyo de su hermano mayor, que caminaba con ayuda de una pequeña muleta. Pasó el brazo por los hombros de Hyoga y besó su cabeza instándole seguir. La siguiente parada… La tumba de sus padres. Isaak acomodó un poco las rosas que tenía preparadas para ellos mientras Hyoga se arrodillaba y rezaba por ambos…

En las puertas de ese lugar, Milo esperaba a ambos para seguir con esa nueva oportunidad que la vida les había dado.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer, a mi me pareció fantástico el saber la historia oculta de Hyoga, el apareció en el fic pero no tuvo un protagónico, y nunca me imaginé que fuera pariente lejano de Milo, me dejaron fría y con el ojo cuadrado

Muchas gracias por leer y nos vemos en otras historias, m,uchas gracias a Mayte que me regaló mucho de su tiempo y un capítulo mas para mi historia, para todos ustedes que la han leido un beso y un abrazo tipo osito de parte de nosotras dos

Cuidense mucho, saludos, bye


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