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Embryo por LeylaRuki

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Notas del fanfic:

Es la segunda vez que subo este fic *versión 2012* (?)

Espero que les guste :D

El cuerpo humano, ciertamente algo muy extraño, es el envase de nuestra esencia, todo lo que pensamos, lo que somos está dentro de este y lo refleja. Algunos son más valiosos que otros. En este mundo loco lo usual es dejarse llevar por las apariencias y la primera acción, si alguien sonríe la respuesta será también una sonrisa. Es sorprendente todo lo que se puede llegar a conseguir con una apariencia.
Sin embargo una vez que se llega la muerte todo se va por la borda, se vuelve oscuro, silencioso, tenebroso y vacío. Ese es el temor más grande, seguir con vida y estar completamente drenado de todo, es aterrador pensar como unos segundos puedes estar y luego ya no. No más respiración, ver, sentir, caminar, todo es arrancado sin piedad y atribuye más a la paranoia. Todo se disuelve conforme el tiempo avanza y cada vez que uno cierra los ojos surge la pregunta “¿Mañana despertaré?”

 

 

Las primeras vacaciones que Suzuki Akira recordaba era cuando tenía alrededor de seis años, antes de ese tiempo todo era imparable, sus padres siempre trabajando y yendo de un lado a otro sin poder hacerse cargo de él y él siempre jugando solo, con pocos amigos en la escuela pero inseparables. El estar en familia le era conocido simplemente por lo que a veces llegaba a ver en la televisión, sin embargo ese verano fue la única vez que estuvieron los tres juntos, podía oler el océano siempre y escuchar las olas golpear la arena y borrar sus escritos, nadar sin duda la mejor sensación que su cuerpo podía sentir. 

Con el tiempo se sintió más apreciado por su familia, más bien por su madre, que a pesar de todo se podría decir que eran uno solo. Su padre biológico le abandonó después de esas vacaciones sin dejarle nada bueno para recordarle, no podía evitar el sentimiento de planeación, que su padre planeara ese viaje para que fuese el primero, último y todo porque después se desvanecería. En ese entonces solo tenía siete años y todavía recordaba a la perfección todas sus facciones del día que se fue, con una maleta a medio llenar y abandonando una vida que dependía totalmente de él. Después de eso le daba miedo hablar con alguien que no fuera su madre, quien se había convertido en su mundo, quería protegerla del daño de personas así. Aun cuando sintiera que no puede salvarse a sí mismo.

 

 

—Hay algo de lo que tenemos que hablar —Dijo la mujer bruscamente. Ese día le había preparado su desayuno favorito y en la tarde le había llevado a comer a un restaurante muy modesto, últimamente no habían tenido dinero como para disfrutar un pequeño lujo así. Ya no era un niño al que se dejaba amedrentar por cualquiera y comprendía perfectamente lo que sucedía a su alrededor, solía ser muy cuidadoso en lo que gastaba el dinero, siempre se fijaba en los precios antes de tomarlo, aunque sinceramente no le era de interés puesto que no consideraba su vida como un desastre. Se sentó a su lado pero no dejó de tener una extraña sensación. Desvió su mirada ligeramente hacía al menú, comenzó a ordenar mentalmente su pedido, huevos revueltos con tocino y papas fritas, pensaba que al estar en un restaurante americano debía pedir algo así y logró escuchar la última frase de su madre—: Conocí a alguien hace tiempo.

Llegó la mesera y apuntó la orden. Akira la vio correr hasta la cocina y sintió ese impulso incontrolable de querer hacer lo mismo solo que salir y no mirar atrás. Con esas simples palabras todo se tornó en un tono gris oscuro, tenía miedo de que las cosas no funcionasen, que le prometieran una vida que debería ser obligatoria para todos los niños y que él no tuvo, le entusiasmaba esa idea y le mataba por dentro ese deseo porque para su madre eso nunca fue relevante, es más juraba que no necesitaba de esa vida. No sabía cuánto deseaba tener una vida así hasta que su mente se llenó de todo tipo de pensamientos, tanto buenos como malos. Después de analizarlo unos minutos, se dio cuenta que no le molestaba ese hecho, le molestaba que no se tomara la molestia de contarle ese detalle tan importante desde un principio. Y vaya que era de suma importancia porque mientras él pensaba eso, la mujer no dejaba de parlotear sobre una boda; su boda. ¿Tan rápido? ¿Qué le pasaba por la cabeza? Sin embargo, ella se estaba muriendo, pronto no sería capaz de ver a su hijo convertirse en el gran hombre que esperaba que fuera, ni siquiera tenía la certeza de poder estar con él en su siguiente cumpleaños.

 

 

 

Porfiria aguda era una enfermedad que escuchó por primera vez de los labios de su doctor, después de mucho tiempo con malestares y poder reunir la cantidad de dinero que tenía que pagar algunos estudios supo que la vida era injusta. Esa era la enfermedad que le estaba arrebatando la vida, haciéndola pedazos, la estaba consumiendo como una sanguijuela que no podía arrancarse. Había días en los que no podía levantarse de la cama por los calambres tan dolorosos, madrugadas enteras que no se podía separar del váter a causa del vomito que la aquejaba, sus uñas habían dejado de tener esa delicada apariencia que tuvo alguna vez, la ansiedad era tanta y su desesperación era aun mayor que las mordía sin parar, incluso continuaba sin importarle si había llegado a su límite. Cada vez era más difícil ocultar sus síntomas, inventaba excusas sin sentido cuando sentía que se moría de dolor en su abdomen, cuando estaba acostada con su hijo viendo una película, terminaba mandándolo a dormir, ella tenía que seguir trabajando y el estudiando, por supuesto; pero una vez que se iba lloraba sin cesar, imploraba por poder respirar con tranquilidad una sola vez, como hacia tanto tiempo podía hacerlo, cuando tenía vida. Se le estaba acabando la vida y cada vez era más difícil mantenerse como la persona que era antes.

Los colores del invierno se difundían a lo largo de la ciudad, tenuemente las luces desaparecían, las personas coexistían sin distinción y sus latidos se hacían más débiles. Se alejaba de la puerta principal, su hijo se quedaría a dormir en casa de un amigo, como le agradecía al ya tan mencionado Ruki que le salvara al menos esa noche. Corrió sin dejar ningún rastro de luz. Se encerró en el baño, pero esta vez no le dio tiempo de arreglar nada y la sangre comenzaba a fluir de su boca, la comida que ya no podía alojarse en su estómago. Temblaba de miedo, desesperanza. La muerte, podía sentirla cada vez más cerca. Después de otro ataque fatal miró su imagen en el espejo, al otro lado del donde le mostraba sus arrugas indefinidas, sus ojos cansados, acompañados de unas ojeras, el cabello también había perdido su brillo y no importaba que tan largo fuese, parecía sintético y le daba vergüenza mostrarlo. Se veía obligada a utilizar maquillaje en exceso, utilizaba artimañas para ocultar lo más que pudiera. No podía soportar la idea de dejar este mundo y que su hijo no tuviera ninguna garantía de permanecer también sin nadie. Solo por eso se casaba.

 

 

 

—No es tan fácil como dices Ruki —Replicó Akira—. Tus padres siempre han vivido juntos –Continuó—. De seguro lo único que quiere es jugar con ella un rato y después dejarla, como si fuera un objeto.


—Tu madre dijo que se casarían, ¿Acaso no es prueba suficiente que la ama? —Contraatacó su amigo—. Además tendrás que dignarte a conocerlo, se convertirá en tu familia, tendrás hermanos, tal vez te ayude a que no seas tan tímido.

 Le sonrió, animándole para que viera el lado positivo. Matsumoto Takanori no era muy popular en la escuela, pero era muy sociable y era el único y mejor amigo de Reita. No lo aceptaba, pero le daba miedo que este hiciera amigos y le perdiera el interés, obviaba por cualquier cosa que estaba enamorado de él, pero su amigo no se daba cuenta, quizás no se sentía atraído por él y lo veía como su mejor amigo, confidente, pero no como alguien con quien pudiese llevar algo serio o peor, lo sabía y fingía no hacerlo que siempre es la manera más sencilla de posponer ese tema y esa posible ruptura de amistad.

—Deja de quejarte y descansa, mañana podrás seguir todo lo que quieras —Recargó su cabeza en el hombro de Akira, bostezando repetidas veces para dar a entender que ya quería dormir.

Esa noche compartieron cama, descansaron.  Sintiéndose aun más cercanos, era la primera vez que Reita era el invitado, pero ignoraba que esa tarde el propio Ruki escuchó los malestares de la madre, quien encerrada en el baño, se quejaba. No era estúpido y supuso que el otro no sabía nada, ya que no le había hecho ningún comentario; así que le pareció conveniente invitarlo, con el pretexto de que siempre era él quien causaba las molestias, antes de irse la madre de Akira le hizo una pequeña reverencia llena de sentimientos, entre sueños sentía los brazos de Akira que le abrazaban con fuerza. Escuchando la respiración pausada de su mejor amigo por fin accedió a dormir también.

 

 

 

Y el mejor amigo no se equivocó, unos días después tuvo el encuentro fatal. Se sentía tan inseguro de sí mismo, preparado para cualquier comentario fuera de lugar. Portando uno de sus mejores atuendos, mostrándose sencillo pero tenaz. Eso solo hacía notar más su inseguridad. Se imaginaba que ese tipo podría ser, un “caza fortunas”, aunque quedó descartada esa opción porque en realidad era de clase media y no poseía gran fortuna, ni siquiera estaba seguro que poseyera algo de valor. Lo más probable es que después me manden a un internado, para que se olviden que existo. Le era imposible no pensar de esa manera, pero, creció en un ambiente donde su madre era la única persona que lo procuraba, donde no tuvo la dicha de pronunciar la palabra “padre” para toda la vida, sin conocer que era los lazos entre hermanos, en un mundo donde le hacían creer que no era normal, fuera de lugar y que por esos hechos él ya había perdido el respeto que debía tener. Dio un golpe en su mesilla al tener que repasar esa lista que tanto le había apartado de los demás y de no haber sido por Ruki todavía le tratarían igual.

—Llegarán en un rato mas —Dijo la madre emocionada.

—¿Vendrá en compañía de…? –Este le hizo un ademán para que le contestara. Y en un tono de voz bajo escuchó lo que vendría a ser una carga mas.

—Sí, su hijo.

Y encima no estarían solos, tendría que conocer a otro. No comprendía porque le molestaba hacer eso, si su madre se sentía feliz con eso, entonces tendría que aceptarlo y esforzarse un poco, darle la oportunidad de hacerles parte de su familia. Fue en ese momento que se percató de lo mucho que le entusiasmaba poder decir que tenía un padre y también un hermano. Se imaginaba un futuro prometedor, donde podía contar ellos y con su madre, si bien la felicidad no depende directamente de esas cosas, siempre ayudan. Sentía que esa etapa de su vida había sido arrebatada, de alguna manera cruel, haciéndole un camino difícil. No podía evitar mostrar su sonrisa ante sus pensamientos, al parecer no podía ser tan malo después de todo. Que una persona desconocida esté dispuesto a ver por ti sin saber cómo eres, por el hecho de ser hijo de la persona que ama. Podría explotar de felicidad, confusión y también de esperanza.  Algo dentro se si comenzaba a aceptar la realidad.

 

 

Era un hombre alto, con clase, cabello castaño y largo; esto le molestó o más bien se decepcionó al notar ese detalle tan notorio. Su apariencia imponía bastante, vestía unos pantalones oscuros de mezclilla haciendo juego con su camisa azul de vestir, se veía normal, nada que pudiera delatarlo como un delincuente, al contrario, era muy apuesto y causó gran impresión con nada más entrar para abalanzarse a su madre, con cuidado la elevó para darle varias vueltas. Su hijo, Kai, también entró temeroso, colocándose a un lado de Reita, sonreía débilmente pero de igual manera se marcaba el pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda, con una camiseta purpura y como su padre, también vestía pantalones de mezclilla. Ese hombre que se mostraba tan cariñoso con su madre, con ese porte tan sencillo y un tanto descuidado. ¿Ese hombre podría ser su padre de ahora en adelante? No pudo evitar que su rostro se iluminara con una sonrisa tan inquebrantable. ¿Cómo debía llamarle?

Nunca había visto a su mamá tan radiante, la sonrisa no desaparecía y sentía la vergüenza sobre sí mismo a flor de piel, ¿Cómo alguien que hacia tan feliz a su madre podría ser tan dañino?

Kai se acercó al del letargo y le abrazó, sobresaltándose ante su contacto, ante las palabras “hermano, gusto en conocerte”. Su mente no supo procesar esa oración hasta pasados unos minutos, cuando ya se encontraban sentados en la sala de estar, que tuvo la delicadeza de dejar un tanto impecable. ¿Cómo se conocieron? ¿Cuánto tiempo llevan juntos? ¿Qué es el amor? ¿Cuándo es la boda? ¿Dónde vivirían? ¿Le mandarían a algún internado lejos de Japón? ¿Qué pasaría entre ellos?
Les bombardeó incluso con más preguntas, pero todas y cada una de ellas fueron respondidas satisfactoriamente, aligerando el ambiente entre ellos, con sus comentarios locos y absurdos. Olvidando por completo que hasta hace unas horas no quería conocerlos. Ahora no quería que se fueran.

Se sintió feliz de probar un ambiente familiar como este, algo que experimentaba por primera vez. Algo que hacía que su cuerpo fuera invadido de nervios, pero que a la vez esto se olvidaba por la emoción. Su inocencia sobrepasaba los limites, su corazón comenzaba a hacer planes e ilusiones para el futuro; un lugar donde todos los días llegaría de la escuela y les contaría la cantidad de cosas que le sucedían en la escuela, la cantidad de gente que le había tomado interés a él y a su hermano, sentirse ligado a este mismo.

 

 

Estaba ausente en su mente, por primera vez en mucho tiempo sentía los pies de manera firme en la tierra, el papel que desempeñaba iba al compás con la conversación, con su vida. La timidez seguía esperando para dominar la mente del joven, sin embargo esta oportunidad jamás se presentó. El arrabal desaparecía con su presencia. Ese hombre era alguien normal, pero para Reita, ese hombre ya era parte de su familia, era alguien a quien podía admirar y confiar. Comprendía que no era su padre biológico, pero estaba dispuesto a las mismas cosas que hace un padre con su hijo, algo que por derecho le pertenecía y que se le fue arrebatado desde los seis años. Desde esa corta edad, él ya comprendía que no podía volver a mencionar algo de su pasado, ni siquiera que recordaba la viva imagen, que con el tiempo su mente le obligó a olvidar, sabia el error y el lío en el que se metía por el hecho de que mencionara lo mucho que echaba de menos a aquel hombre. Es duro crecer en un mundo donde todos conocían a sus padres, mientras que él se veía intimidado por su diferencia, haciéndose fuerte cada día, pero con la cicatriz que ya no puede ser borrada. Desde que se fue, se reprochaba lo mal niño que había sido, tenía que ser eso, ¿Por qué otra razón se había marchado? Tanto tiempo viviendo en el mismo domicilio y jamás tuvo la delicadeza de regresar, por lo menos una sola vez. Porque cuando todos estaban jugando con los demás en las calles con sus amigos, él estaba ayudando a su madre con los deberes del hogar.

 

Takashima hizo un movimiento para quedar más cerca de Akira, esbozó una tímida sonrisa ante el menor, sacando de su bolsillo una cadena de oro, muy simple pero para Kouyou era más que eso, su abuelo se la había regalado cuando era un niño, y como suele pasar la guardó para algún día dejársela a su hijo, si los tuviese claro y ahora tenía dos. Ya había platicado con Kai sobre el tema y este se vio muy flexible. Con su mano moviéndose de manera oscilante se la puso entre sus manos, pareciera que fuera su imaginación pero, ante ese contacto que tuvieron de piel a piel, crearon una conexión inmediata.

—Es un regalito para ti, me preguntaba constantemente que podía regalarte y que te gustara, esta cadena la tengo desde los ocho años, así que como una antigüedad. No sé si eres el tipo de chico que use este tipo de cosas; Kai no lo es, pero esa es mi intención, quiero conocerte mejor, quiero que me tengas la misma confianza que le tienes a tu madre, que algún día cuando tu lo sientas puedas llamarme papá, poder cuidarte de la manera en que solo un padre pudo haberlo hecho, no quiero que pienses que un día estaré contigo y al siguiente me marcharé, yo siento que eres una parte de mi, incluso sin conocerte porque amo a tu madre y eso no cambiará jamás.

Pudo haber practicado ese discurso toda una semana, y estando ya en el momento olvidó casi todo lo que tenía planeado y se vio forzado a improvisar. Por un instante se sintió dudoso sobre qué hacer, ya que el menor no sabía que decir, no había dicho nada desde que él había empezado a hablar le miraba fijamente, poniendo su atención por completo al castaño. No sabía cómo interpretar esa expresión, los ojos del joven estaban perlados, la nariz y sus mejillas llegaron a un tono rojizo, definitivamente lloraría. Kai le hacía señas a su padre para que abrazara a su nuevo hijo. Este reaccionó y lo hizo. Al cabo de unos segundos también fue correspondido.

 

 

 

En su habitación repasaba lo que había pasado hace un par de horas, ¿En verdad había pasado todo eso? Las palabras, los abrazos, el regalo… Sentía que lo conocía de toda la vida. A veces sentía la muerte tan cerca que prefería ignorar lo que más le hacía feliz para poder dedicarse a ese sentimiento, vanamente esperaba a que la vida terminase de llorar para que comience a reír. Quieres sentir el viento y la lluvia por si solos, una cosa a la vez no se disfruta, solo hace que tu corazón se sienta incompleto. El perro bajo la ventana sigue ladrando, siendo incapaz de emitir palabras, se conforma con sus ruidos, dejando a su paso una simpleza que los humanos son incapaces de esconder, ya que no forma parte de su instinto.

 

 

 

—¡Tengo mucho frio! —Exclamó el joven castaño, llamando la atención de Akira, que ya estaba en sus pijamas, hizo una mueca para no reírse ante Kai, quien también llevaba un conjunto que le prestó el otro y que le quedaba muy ajustado, con justa razón, ya que era lo que usaba hace unos años, ahora eso no le entraba ni de coña.

—Dormirás en la cama, así que no te quejes —Contestó el dueño de la estancia—. No quise que sonará así, lo siento —Se corrigió enseguida, al darse cuenta que la respuesta salió mas brusca de lo que había pensado y obviamente no era su intención.

—¿Dónde dormirás tú? —Preguntó con una sonrisita tierna en su semblante—. ¿No me digas que lo harás en el suelo? mira –Se recostó en la cama y se deslizó hasta la pared—, así tú también estarás cómodo.

Dio unas palmaditas en el colchón, esperando a que el aludido se acostara.

 

—La verdad es que sí hace bastante frío —Terminó por acceder, al acostarse dejó ver que llevaba puesta la cadenita, no se había puesto a observarla bien, pero era un relicario, nunca había visto uno así que no sabría distinguirlo. Los dos se quedaron inmóviles en el colchón, incluso las respiraciones eran imperceptibles.

—Él no es una mala persona. Es un excelente padre, de hecho —Dijo Kai en tono bajito de voz—, Es solo que, se fijó en la mujer equivocada, en la peor diría yo —Prosiguió aun sin saber cuál era la razón de esos comentarios—. Después de ella jamás le había conocido una amiga siquiera.

Miró fijamente a Akira, salió una sonrisa fugaz.

–Ella era mi madre, pero básicamente me abandonó cuando tenía unos tres o cuatro años, casi no la recuerdo y es más, no puede o puedo decir que soy su hijo, ya que solo soy fruto de una infidelidad, ella era casada, con dos hijos mayores, con un esposo maravilloso y yo era el bastardo que no merecía nada —La voz ya se había cortado en varias palabras y el rubio le escuchaba atentamente. ¿Cómo era posible que con esa sonrisa tan tierna pudiera existir tanta soledad? Le comprendía en cierta parte, después de todo no habían tenido vidas tan distintas. Se acercó más al castaño, besándole la frente le resolvió en un suspiro —Lo siento, quizás necesitaba desahogarme con una persona real. Ahora somos familia y eso nadie lo podrá cambiar, quizás yo no tengo mucho que ofrecerte pero no puedo negarte lo que tengo.

Tuvo la fuerza suficiente como para decir lo que pensaba, ese había sido un día muy surrealista, sacando un lado desconocido para él, y que aún así, después de meditarlo un rato, se dio cuenta que le gustaba esa faceta inexplorada y se propuso tratar de desarrollarla más, al fin y al cabo ya no podía estar pegado a las faldas de su madre por mucho tiempo. Es difícil cuando se quiere cambiar de manera drástica nuestra vida, ya que, desde la infancia uno crea sus propias opiniones sobre lo que está bien o mal, incluso cuando en realidad puede ser al revés. Así que no se puede cambiar de manera radical y sublime la actitud que con años de práctica se ha forjado.

 

 

 

Dormitó un rato después de haber escondido su naricilla helada en el cuello cálido de Kai, quien dormía profundamente, estaba soñando que era víctima de la gula, comía sin detenerse, como si de esa manera fuera a salvar su vida, y es más, estaba lleno de ira; tirando manotazos a quien se acercara a su círculo personal. El sueño era la realidad, Akira había recibido varios golpes provenientes del castaño, no estaba acostumbrado a dormir con alguien así, en momentos como esos extrañaba a Takanori, su amigo siempre tan tranquilo y cariñoso para dormir, haciéndose como una bolita humana y enredándolo consigo. Uno de los últimos reveses logró darle perfectamente en el rostro. Akira no estaba seguro si enojarse o reírse al ser víctima de esos ataques. Contuvo la respiración por unos segundos y su mente notó que necesitaba tomar un poco de agua.

Sus pies tocaron el frio suelo, se dio cuenta que dormido él se deshacía de sus calcetines, aunque fuera época de nieve. Temblaba. Con pasos ligeros, salió de la habitación. En ese momento el pasillo se le hizo una eternidad, comprimía sus pensamientos que le eran innecesarios y fue entonces cuando un pequeño ruido le llamó la atención. Estaba a unos centímetros de la puerta de su madre, no sabía qué hora podía ser, pero tenía la certeza que era tarde. Se colocó en cuclillas, acercándose y tratando de afinar sus oídos lo más que se pudiera. Se sorprendió de la cercanía tan mínima y perfecta que dejó entre su cuerpo y la puerta, unos milímetros más y haría ruido con algún golpe. ¿Gemidos? ¿Esos ruidos eran gemidos? Entró en una pugna interna para no creer que eso pasaba. Era débil… Demasiado para aceptar esa realidad, nunca había pensado en esa forma de esa mujer tan alegre y reservada con la que había vivido toda su vida. ¿Cómo podía ser tan imbécil? Tenía que hacerlo, ya eran pareja y además; ¿De qué otra manera había venido él? ¿Por la cigüeña directamente de Francia? Simplemente que era algo completamente nuevo para él y se alejó silenciosamente de ahí. 

Notas finales:

Adiosín~ xD


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