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Deudas de honor por Kleine Marionette

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Notas del fanfic:

Saint Seiya es de Masami Kurumada

Tras una larga reunión con Pandora en el castillo Heinstein. Radamanthys estaba pensativo por el comienzo de la guerra santa, meditando si debía confiar en las decisiones de la hermosa mujer. 
 
Los jueces y algunos de sus acólitos permanecían en el castillo, preparándose para la guerra que se desataría en poco tiempo. 

El rubio quiso tomar un momento de esparcimiento. El castillo contaba con confortables comodidades. Minos estaba sentado en su sitio de descanso favorito. El Kyoto tenía un tablero de ajedrez bajo la mesa y lo situó deliberadamente sobre ella, dejando los ojos fijos sobre su colega.
 
Radamanthys no podía creer que Minos deseaba jugar al ajedrez con él. Pero a pesar del recelo, era algo que su férrea rivalidad no podía evitar. El platinado ya estaba sentado a la expectativa de todas formas, y eventualmente, su rival lo hizo también.
 
Ojos amarillos observaban al juez quien servía con su silencio usual whisky en dos vasos—: Los juegos de ajedrez siempre son relativos —Habló finalmente.
 
—Ah, ¿Y por qué te parecen relativos, Minos? —Elevó las cejas Radamanthys.
 
—En pocas palabras, por el factor de estrés. —Pausadamente respondió—: Para hacerlo encantador. Quien pierda tendrá que cumplir un deseo por parte del ganador.
 
Eso, naturalmente, lo hizo realmente interesante a los ojos de Radamanthys quien acordó con total confianza, debido a que ganaría de todos modos. Una de las aficiones favoritas de Pandora en sus ratos libres era jugar ajedrez, y él siempre era su compañero de juegos.
 
Así que comenzaron el reto, Minos blancas y Radamanthys negras.
 
Quince minutos después….
 
Griffon sonrió con frescura.
 
—Las deudas de juegos son deudas de honor.
 
Radamanthys tuvo que reprimir un gruñido, aún estaba sorprendido. ¿Hizo trampa? Le miró indignado pero no tenía pruebas evidentes.
 
—Muy bien, muy bien… ¿Qué quieres? —Preguntó con suspicacia.
 
Minos parecía sumergido en un pensamiento profundo, cuando de pronto le miró.
 
—Un beso tuyo.
 
Un...
 
—¡¿Qué?! —Le miró sorprendido—. No puedes hablar en serio. —Había esperado cualquier cosa menos eso.
 
Minos por otro lado parecía tomar su reacción con calma.
 
—¿Por qué? —Sus grandes ojos dorados brillaron bajo los flequillos plata.
 
—Porque... eso no es justo… —Replicó—: Somos hombres, y en segundo lugar...
 
—Sí, lo segundo. Una apuesta es una apuesta lo deshonroso es incumplir…—Interrumpió Minos ahora, el extraño nerviosismo de Radamanthys despertaba su curiosidad.
 
Una suave sonrisa se dibujó en los labios del titiritero. 
 
—Si te avergüenza, entonces… yo te besaré…
 
Su cabeza le decía que no, pero su orgullo fue superior.
 
—Como sea... terminemos con esto...
 
Griffon dio un trago a su vaso con whisky, y apartó posteriormente las bebidas a un lado de la mesa. Se sentó en la silla contigua e inclinó más hacia Radamanthys. 

La respiración de Minos rozaba la piel de su opuesto ahora silenciado, y antes de Wyvern poder reaccionar, esos labios carnosos se presionaron contra los suyos sellándolos. 

Lo besó ligeramente al principio… pero Minos inclinó la cabeza y cuerpo, moviéndose de nuevo. El beso fue profundo, deslizó su lengua más allá de los finos labios cerrados y lo saboreó a fondo. Su lengua fue arremolinándose alrededor de su boca, hasta que un Radamanthys mancillado no tuvo más remedio que devolver el beso, alternando entre el beso fornido, suavemente resistiéndose y con cautela devolviendo el trato.
 
Minos era un besador prodigioso y sin poderlo resistir Radamanthys sucumbía ante la pasión en su red, sintiendo como jugaba con placer esa lengua conocedora. Hasta ahora Wyvern no sabía lo que era utilizar la lengua con un hombre, pero su colega parecía dispuesto a enseñarle muy bien. 

En realidad, el rubio tenía una mezcla extraña de vergüenza y contradicción, sí, pero por otro lado… ya no podía contenerse más. Su corazón latía extrañamente con fuerza contra su pecho, sentía las tórridas ondas de sangre por sus venas bajar hacia el abdomen. La pasión era todo lo que importaba.
 
Las manos de Radamanthys se cerraron en la camisa del nórdico en forma dominante, ciñendolo contra su cuerpo fornido, pecho contra pecho, sentía como los dedos de Minos rasguñaban su rostro y cuello, exigiendo más y más. Por lo que el hormigueo se tornaba intenso en el abdomen del inglés viajando hacia su entrepierna. 
 
Escalofríos y sensaciones ardientes subían y bajaban, por el cuerpo del Wyvern, sumido en los toques y besos ardientes, húmedos, que estaban destrozando su psiquis, sin embargo, su cuerpo estaba derritiéndose ante el brío del titiritero, ante esa lengua lenta y sensual que cobraba más y más fervor contra la suya. Sentía los labios entreabiertos del platinado, y se deslizó por su cuenta, advirtiendo el aroma seductor del perfume en la piel también.
 
Minos inclinó la cabeza y abrió los labios de Radamanthys con los suyos. Su lengua cálida se encontró con la del rubio, y una sensación aún más ferviente se apoderó de ambos. 

Radamanthys lo tiró de una forma que estaba casi sobre él, sintiendo la suave piel y la tensión entre sus piernas. Las lenguas se acariciaban mutuamente y sus pieles brillaban al calor reinante. 

Palmas se deslizaron sobre la espalda de Wyvern. Era suave y sin embargo lleno de fuego. Minos concluyó el beso repentinamente. Entre jadeos los labios hinchados se separaron y sus ojos ámbar se fijaron en la expresión que mantenía su compañero de armas, ahora totalmente desigual. 
 
Se deleitó en ver al orgulloso e inclemente Radamanthys de Wyvern sumiso ante él, sintiendo la tensión palpitante en su pantalón también…
 
Los ojos del rubio aún estaban cerrados, pero pronto, recuperó la compostura. Radamanthys intentaba volver a su humor usual y orgulloso pero lo único que pudo hacer, por un momento, fue mirar esos labios ahora rojizos que le habían ofrecido tantas sensaciones novedosas.
 
—No fue tan malo besar otro hombre, ¿Cierto? —Le preguntó Minos ahora, su cálido aliento aún golpeaba dulcemente los labios de su opuesto—. Lo disfrutaste...
 
Wyvern no contestó y una tenue sonrisa tocó los delicados rasgos de Griffon.
 
—¿Sabes lo que pienso, Radamanthys?
 
—No, pero ya lo dirás de todas formas, Minos…
 
—Pienso que te apetecería más… lástima. —Se puso de pie ordenando sus ropas, y comenzó a caminar con parsimonia hacia su habitación—, … Buenas noches.
 
Aún sabiendo que todo esto fue una simple burla más del perverso Kyoto. Radamanthys no podía extinguir la sensación de esos labios contra los suyos, ni la dolorosa tensión en el pantalón. Rememoró el sabor, el brío y la calidez de aquel encuentro.
 
Y al caer en cuenta de lo que hacía, frotó su rostro.
 
—Maldito titiritero… —Frunció el ceño. Bebió todo el licor de golpe... se puso de pie y fue tras él.


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