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Promesa eterna por Suzaku_koi

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Capítulo 8: Valor para lo que siento…


Habían caminado ya largo rato cuando se detuvieron a descansar. Duraron una eternidad así… tan cercanos. Ahora estaban juntos, abrazados al borde de aquel lago de aguas cristalinas, ese mismo lago que el pobre de Kumagoro se vio a gatas para salir. Cada uno perdido en sus pensamientos, sin saber que hacer, sin saber que decir. Por un lado nuestro héroe estaba muy confundido. Todo estaba dicho, o por lo menos lo que necesitaba decirse. Lo más terrible había pasado: confesar sus sentimientos. Entonces, por qué tanto temor? Era verdad. Desde que la conoció, Shuichi se veía como la típica niña que no podía dejar de hablar a menos que la callasen. Pero ahora estaba muy callada. Quizás, demasiado. A lo mejor, se arrepintió. Y no podía culparla. Después de todo, la situación se había tornado muy extraña, incluso para él. Fue, por decirlo de algún modo, un momento de debilidad. Ahora, sólo se conformaba con tenerla así: tan cerca, pero tan lejos. Se preguntaba que era lo que pensaba su pequeña salvaje. Que inundaba sus pensamientos, de los cuáles sentía celos, al creer que no era él el dueño de los mismos. No importa. Ya hablarían, con más calma. No quería romper ese mágico momento. Y así, concentrándose únicamente en la dueña de su corazón, posó su cabeza en el hombro de su amada, acercándola más. Quería permanecer despierto, y así seguir contemplándola pero ese embriagador aroma a fresas que desprendía la pelirrosa, no estaba ayudando en nada.

Por otro lado, Shuichi tenía miedo. El amor que le profesaba la persona que lo estaba sosteniendo era tan puro, tan real, pero al mismo tiempo tan pasional… y todo, inicio de una mentira. Eso mortificaba su alma. Su caballero juraba y perjuraba que era una mujer… y… cuando se enterase de todo lo contrario? Qué pasaría? El amor se alimenta en la confianza y sinceridad de la relación, le había escuchado decir alguna vez a su amigo, Hiro, y esa, no era su situación. Debía decírselo, cuánto antes mejor, pero no ahora… no en este momento. Quería disfrutarlo una vez más… sólo un poco más. Lo perdería, no había duda alguna, y ese pensamiento lo estaba matando. Entregó su alma, su corazón, su vida al hombre que dormitaba a su lado. Dios sabe cuánto lo amaba, pero no estaba bien. No así. Empezó a perder su mirada en las cristalinas aguas del lago. Siempre le gustó estar ahí. Era su lugar predilecto para pensar, para pasar el tiempo cuando se quería perder de todo el mundo. Era su sitio. Su secreto. Hasta Hiro desconocía dicha perfección de la naturaleza, que se encontraba en el corazón del bosque “Del olvido”. Sintió que alguien los observaba, y cuidando que el rubio no despertase, se movió lo más suave que pudo hacia el lugar dónde le parecía ser observado. No había nadie allí. “Habrá sido mi imaginación?” – pensó, y entonces, bajó su mirada, encontrándose con ojos redondos, graciosos, profundas orbes negras azabache con lo miraban con una sonrisa. El conejo comprendió desde el principio lo que estaba pasado, y sabía del dolor que consumía el alma de Shuichi. Sonriéndole, tomó el dedo índice de la mano que estaba aferrada en el pasto, que era lo que sus pequeñas y esponjosas manos podían tomar. La llevó hasta dónde se supone, estaría su corazón. Palabras llegaron directamente al alma del elfo. Murmullos que parecían decirle: “Hazlo… no temas pequeño… todo estará bien. Si el amor que dice sentir ese humano, es tan especial como él clama, no te dejará. Oraré porque sea así. De lo contrario, no habrás perdido nada, ya que de un momento a otro, te iba a lastimar” y concluyendo esto, el conejo soltó delicadamente el dedo que había tomado depositándolo nuevamente en la tierra y dando suaves brincos, se perdió en la espesura del bosque, en dirección donde Shu le parecía estaba siendo observado.
Y ya no hubo dudas. Kumagoro era muy sabio. Y si él lo decía, debía obedecerle. Desde hacía mucho tiempo, había aprendido a confiar en el extraño conejo de tela, que se movía por fuerzas que ni él mismo terminaba por comprender. Ya estaba decidido. Se lo diría ahora mismo.






El sueño de Eiri fue roto por un suave beso en sus labios. “Tramposa”- pensaba, curvando sus labios, mostrando esa sonrisa que sólo ella podía sacarle. Una sonrisa sincera, una sonrisa que demostraba el regocijo en su corazón. Yuki estaba extasiado. …ste sentimiento de amor lo estaba enloqueciendo. Pronto, el suave y tierno beso empezó a tornarse más fuerte, más salvaje, más pasional. Yuki quería seguir experimentando esta felicidad que lo envolvía, así cómo transmitirle a su pequeña salvaje lo que sentía. Pero ya un beso no era suficiente. Quería saborear su cuerpo, hacerla suya. No era lo correcto, pero no tampoco podía detenerse. Su cabeza era un torbellino de ideas nada angelicales ni puras, y aún, entre todo ese revuelto, una voz, su conciencia gritaba por claridad. Decidió no hacerle caso. Ahora tenía a su pelirrosa justo dónde quería tenerla. Atrapada entre sus brazos, sin dejarla escapar. Sus roces ya no eran ocasionales. Sus manos empezaban a explorar el delgado cuerpo de la muchacha, que por lo que notaba, se había tensado e intentaba separarse.


- Qué estas haciendo…

- ……….. – Yuki no le permitió hablar. Ahogó sus reclamos con un beso.


- Detente – Shuichi murmuraba cuando logró escaparse de esos labios que reclamaban los suyos, sin embargo, el rubio no parecía notarlo. Estaba muy concentrado en el placer que todo esto le estaba brindando. Sin perder más tiempo, empezó a dar pequeños y delicados besos, llenando todo el rostro de su amada, para luego, concentrarse en su largo y fino cuello.


- Detente – esta vez, la voz sonaba un poco más alta, implorante, pero nuevamente Yuki no escuchó, o no quiso escuchar. Sabía que había llegado el momento, su momento. Sabía que iba a arrebatar la pureza y dignidad de tan hermosa criatura, pero no le importaba. Ni siquiera podía él mismo controlarse, aun cuando su alma lloraba y gritaba: “Por favor… no la lastimes… a ella no!!!”. Su cabeza gritaba compostura, pero su corazón pedía amor. Un amor que le fue impedido casi desde su tierna infancia. Un amor que le fue cegado por la fatalidad, pero que ahora lo estaba conociendo, que lo hechizaba, que le permitía seguir adelante. Ahora, empezaba a retirar las extrañas prendas que vestían el glorioso cuerpo de su amada.


- DETENTE!!! – Yuki la miró sorprendido. Otra vez esa voz. Algo ronca, siempre llena de temor. Fue exactamente la misma voz que escuchó cuando intentaba ingresar al bosque del olvido por primera vez. Una voz muy gruesa para pertenecer a tan delicada criatura. Retiró rápidamente esas manos traviesas que insistían en seguir explorando. Al ver que no obedecían, las forzó, quitando sin querer la prenda que cubría su pecho. Fue entonces, cuando observó la causa de tanto temor.


- Eres… eres… un hombre? – Yuki no podía creer la afirmación que acababa de hacer. Su mente estaba intentado procesar toda la información que estaba recibiendo en ese momento. Sus manos corroboraban lo que ya había dicho. No había duda. El pecho de la pequeña… err… pequeño era plano pero bien desarrollado. Era blanco, casi pálido, y aún así se veía adorable.




Shuichi temblaba. Por qué tenían que suceder las cosas así? él malentendió, desde el primer momento. Siempre malentendió lo que hacía. Y ahora, no podía soportar su mirada. Tan llena de incredulidad, de asombro… de dolor ante el descubrimiento de una mentira. Ni cerrando los ojos, podía huir de los ojos que le señalaban. Su pecho dolía. Se estaba ahogando. El rubio no hablaba, no se movía. Silencio por algunos minutos. Shuichi no pudo más. De un grácil brinco, se separó del cuerpo inmóvil y estoico de su amor, cómo pudo arregló sus ropas, y corrió sin sentido mientras murmuraba que lo sentía. Yuki ya había vivido esta escena. Un sabor a deja vu en todo esto. Seguía inmóvil, absorto en sus pensamientos. Qué rayos había sido todo eso? Te enamoraste de un hombre, imbécil, qué mas necesitas entender? Un hombre… si… un hombre pero que amas. Un hombre al fin y al cabo. Si… un hombre con el que querías compartir tu vida. Cuándo pensaba decírmelo? Y con lo bien que te comportaste, me sorprende que siquiera haya pensado en decírtelo. Yuki sonrió, nuevamente esa mueca que sólo aparecía cuando se sentía traicionado. No es que fuera algo nuevo, en absoluto. Pero, por qué siempre debía doler? fue entonces cuando recordó su desnudez (algo tarde ne? :P aprovechen chicas =P~). En silencio, y caminando lentamente, se dirigió a la improvisada cabaña, notando que su ropa estaba extendida a un lado de ésta, por un fino hilo que salía del marco de la puerta y terminaba en un frondoso y enorme árbol que se encontraba al pie de la casa, pero que no estorbaba para nada el paso de luz. Las tocó. Estaban secas así que las puso: su pantalón café algo holgado, la camisa de seda blanca que tapaba sus partes nobles (=P~) recuerdo de que alguna vez fue un príncipe, su chaqueta confeccionada con las escamas de un dragón (que le era muy útil podría decirse, una especie de armadura, y que extrañamente, le pareció que el muñeco de tela odiaba), sus botas que llegaban hasta las rodillas y finalmente los guantes de piel de Tarso (un animal que cazó, y que supuestamente tiene capacidades curativas). Sólo faltaba algo para poder irse de allí, del lugar que algún lugar pensó llamar hogar. Pero ya no importaba. Entró a la cabaña, ahora sin puerta. Curioso. Sólo había permanecido un par de horas y ya todo el recinto estaba lleno de recuerdos que ahora sólo le traían tristezas. Empezó a buscar su arma, la fiel espada que lo había acompañada en sus diferentes empresas a lo largo de su vida. Nada. Debajo de la cama, al lado de la mesita de noche, quizás escondida en la chimenea. Dónde podría estar? De pronto, una idea aterrorizó su corazón… SHUICHI… él se veía muy mal. Pero, quién le mandaba a mentir… un momento. …l nunca te dijo que era mujer. Tú fuiste el idiota que lo pensó. Tú fuiste el que lo enamoró… y se enamoró. Dios… qué… qué había hecho? Salió corriendo buscando a su pequeño salvaje… un momento… “su”? entonces, no le importaba? No… no me importa… en verdad… nunca me importó en lo más mínimo… porqué no pudiste decírselo… tan fácil, no? Se regañaba a si mismo. Dónde pudo haberse ido. El lugar era inmenso, y lo único que conocía era ese lago que tanta tranquilidad le había ofrecido. Dio un vistazo a todo su alrededor. Todo estaba lleno de color y vida. Una pradera llena de flores que en la vida había visto pero al horizonte, no se podía ver nada. Su pecho ardía, mientras seguía corriendo sin razón. “No hagas nada de lo que te arrepientas… por favor Shuichi…” – imploraba – “ no me importa quién seas, que seas… yo te amo y éste sentimiento es genuino…” De repente se detuvo. No había ningún sentido en seguir corriendo así de desaforado. Se detuvo por algunos momentos. No era de él ser así. También era cierto que desde que ese mocoso había aparecido en su vida, todo era un caos, pero eso no le molestaba. De repente, tuvo la impresión de saber a dónde ir. Era como si algo lo llevase. Una fuerza invisible que lo llamaba, algo inexplicable sin duda alguna. Entonces lo vio. Dios, era tan hermoso… sus pensamientos empezaron a tomar fuerza: sabía la verdad, era un hombre… y qué? Te gusta, no? Si… y además cuál es la diferencia??? La amabas porque creías era mujer? O porque te cautivó. Niño necio. Siente cómo palpita tu corazón con tan sólo verlo. Para ti no es un problema. Eres libre de decidir lo mejor para ti, no? Y piensas que lo mejor se encuentra en él… si… algunos planes que tenías deben tener algunos cambios… pero estarás con él. No crees que también está confundido? También dijo que te amaba. Deja a un lado tu orgullo. Bien sabes que nunca fue su intención mentirte. Corre… dile… dile que no le importa… dile que aún le amas.

Sus pensamientos eran uno sólo. Pero su cuerpo no respondía. Quedó extasiado con lo que estaba observando. Fue cuando vio algo resplandeciente… se había olvidado: SU ESPADA!!! Un brillo reconocible por él, el brillo del arma cuando va a segar una vida. El joven puso a un lado su cabello con una mano, dejando desnudo su nuca, para luego, pasar la espada justo entre el cabello y el cuello. Yuki abrió los ojos en asombro. Abrió su boca, pero de ella no pudo escapar nada. Su cuerpo asombrosamente comenzó a moverse, corriendo cada vez más y más rápido. No… eso… eso no puede estar pasando… no de nuevo… no esta vez… NO!!! … Gruesas lágrimas salían de sus ojos, obstruyendo su vista, pero eso no importaba… debía detenerlo, tenía que… no… otra vez no.

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO… - un grito ahogado inundó todo el bosque, justo antes, del sonido seco de una estacada…



FIN????


Cri cri… cri cri… REVIEWSSS…. Ya saben… jejejejeje… jajajaja… mahahahaha.

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