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In Heaven por Ruiza Takarai

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Notas del fanfic:

bueno... no soy buena en esto... pero ahí va! >.<

 

Este fanfic está dedicado especialmente a mi querida esposa! xD mi amante y violadora:

Yui Sakurako

Notas del capitulo:

Bueno... esto que?

solo lean! y dejen muchos reviews! >.

 “Espero estar a tu lado, algún día, en el cielo.”

 

Las palabras resonaban en su mente.

 

Últimamente no tenia ganas de hacer nada. Se sentía cansado. La monotonía se estaba apoderando de su cuerpo y lo único que podía hacer era seguir el juego. Dejarse llevar.

 

Pensar en mundos imaginarios donde nada ni nadie existiera, donde las cosas fuesen simples y nadie le lastimara.

 

Dolor.

 

Traición.

 

Era lo último que había vivido antes de su encierro deseado.

 

Ya no quería ver el mundo, ya no quería estar al lado de la persona que tanto daño le había hecho. Era tiempo de cambiar y cambiar para bien.

 

Se levanto de la cama y se dirigió a la ducha. Su entrada fue interrumpida por el sonido del celular. ¿Ahora quien demonios estaba molestando?

 

Olvidó el baño y se dirigió a la mesa donde estaba el celular. Rebuscó entre el montón de papeles hasta que lo encontró y contesto.

 

-Moshi moshi – contestó algo molesto.

 

-¡Arata! – sonó del otro lado, una voz tan fuerte que hizo que casi soltara el celular.

 

-¿Y ahora que sucede Aniki?

 

No era normal que su Aniki le llamara, y menos tan enojado como se escuchaba.

 

-Eso mismo quisiera saber yo… estaba hablando con Yuu y me dijo que le has dejado. Quisiera saber el porqué de tu repentina decisión. Además pregunté en tu edificio por ti y nadie sabe nada, no abres la puerta. ¿Acaso ya estas muerto? –Silencio por tu parte-. ¿Arata?

 

La voz de Aniki se había suavizado.

 

-Aniki, ¿podrías venir? No me siento con ganas de contarte las cosas por celular.

 

Colgó el celular sin esperar respuesta alguna y se dirigió al baño.

 

El agua fría corría por su cuerpo casi sin vida. No tenía ganas de moverse y los pensamientos no venían a su mente. Se quedó en blanco durante un rato hasta que escuchó el sonido del timbre a lo lejos.

 

Aniki había llegado. Que se abriera solo, pensaste.

 

Salió del baño y buscó una toalla. Su pelo apenas y había sido tocado por las gotas de agua, pero su cuerpo entero estaba mojado. Secó su pecho y se cubrió la parte baja enrollando la toalla.

 

Aniki esperaba pacientemente en la sala de estar. Leía una revista de las tantas de espectáculos que había en esa habitación. No tomo en cuenta a su hermano menor que salía del cuarto amarrándose la rebelde mata de cabellos que de nuevo había empezado a crecer.

 

Eran hermanos gemelos y eso se podía  notar en los tres lunares debajo del ojo que compartían, aunque Arata los tenía en el ojo derecho y Asami en el izquierdo. Además sus actitudes eran completamente  diferentes, solo compartían la sangre, en sí no se sentía tanta hermandad entre ambos. Asami era ligeramente más alto, más bien parecido y delgado, algo que en Arata era lo opuesto. Solo le llevaba unos centímetros pero aun así se sentía inferior a su preciado Aniki. El color de ojos también era el mismo, la forma de los labios, ligeramente curvada en los de Asami, era “casi” igual, a no ser por la cicatriz que Arata tenía en la mejilla izquierda serían un tanto difíciles de identificar el uno del otro estando sentados.

 

La familia Kanemitsu era de las más respetadas en la élite y eran los más hermosos prospectos en todos lados. El hermano mayor de ellos, Kasai, era un modelo de renombre. Su hermana mayor también era muy conocida en el mundo de los espectáculos, era una actriz de renombre: Naya. Solo ellos habían sido personas “normales”,  personas que dedicaban su corta vida a no hacer nada e ir de un lado para otro. Ambos eran estudiantes de universidad en sus ratos libres, cuando no, preferían estar encerrados en sus casas con sus amantes.

 

Pero ahora era diferente.

 

-¿Y ahora que te trae por mi casa? –preguntó Arata terminando de amarrar su cabello.

-¿Tu casa? –La voz sorprendida de Asami sacó de onda a Arata- Dices que es tu casa cuando ni siquiera vives en ella.

 

-Eso no te incumbe –contestó un tanto molesto-. A que has venido si no es a joder de nuevo.

 

Arata se dio la media vuelta y se disponía a abrir la puerta de la habitación.

 

Sintió como los dedos de Asami le sujetaban de la mano y le jalaban hacia atrás.

 

«No de nuevo» pensó Arata.

 

De nuevo su Aniki le iba a lastimar. Trató de zafarse pero no pudo, la mano de su hermano mayor le sujetaba con demasiada fuerza, una fuerza que jamás hubiera aplicado en él.

 

-¡Déjame en paz! –Arata trataba de forcejear para liberarse de él, pero era en vano.

 

Todos sus esfuerzos eran en vano. Su hermano mayor no se inmutaba y solo sostenía la mano de Arata con la cabeza baja. No le veía la cara, igual que siempre.

 

Asami levantó la cabeza y pudo ver los ojos de sorpresa de su preciado hermanito. Lo estaba pidiendo, aunque pusiera resistencia en el fondo su cuerpo pedía que se lo hiciera.

 

-Tú lo pediste, ¿no?–una sonrisa malvada se dibujó en sus labios-. Tú pediste que viniera, y ahora me rechazas. ¡Zorra!

 

Arata abrió los ojos de par en par. Jamás le habían llamado así, y menos Asami.

 

Trató de forcejear más para separarse del encierro de Asami, pero no pudo, una vez más le haría eso que tanto odiaba.

 

Sintió los labios de Asami recorrer los suyos y trató de cerrar la boca para que no metiera su lengua. Sintió como Asami mordía su labio haciendo que gimiera del dolor.

 

-Eres una perra, ¿con tan poco ya te has excitado? –dijo esto mientras bajaba su mano a la entrepierna de Arata y tocaba sus partes -. Y veo que no llevas nada. ¿Me estabas esperando?

 

El aliento caliente recorría su cuello. Sentía como su Aniki presionaba cada vez más su entrepierna haciéndole sentir dolor y placer a la vez. La mano de Asami que sostenía su brazo fue bajando por sus caderas quitando la toalla que le cubría, dejándole completamente desnudo.

 

-No…no! –susurró Arata entre gemidos -. Por favor… no…mmm!

 

-Dices eso… pero ya estás así –presionó más su entrepierna mientras mordía su cuello.

 

Los gritos de dolor y placer se hacían cada vez más sonoros. La respiración agitada de Arata se escuchaba por toda la habitación.

 

Una boca traicionera mordió el cuello de Arata. Su hermano mayor podía decir cosas lindas con esa boca, pero estando con el solo servía para maldecir y hacer sentir dolor.

 

Una lágrima rodó por la mejilla de Arata.

 

Dolor.

 

Traición.

 

Ardor. Era todo lo que empezaba a sentir en los lugares que Asami había tocado y mordido.

 

Hacia lo posible por separarse de él pero la fuerza que ejercía este era mayor, además, el dolor estaba dejando lugar al  placer e iba a llegar el punto donde el más mínimo roce le provocaría excitación.

 

Ladeó la cabeza mientras Asami mordía su cuello y las lágrimas brotaban por sus ojos color café. Tenía miedo de hasta dónde iba a llegar Asami y prefirió que todo pasara de nuevo, que de nuevo sentiría el dolor de la vez pasada.

 

Hacia una semana había empezado todo. Cada vez que Asami se sentía frustrado o solo quería joder iba a la casa de Arata. Llevaba una semana haciendo esto y tan solo dos días habían pasado desde la última vez que lo había tomado por la fuerza. Asami sabía de la homosexualidad de Arata y no había demostrado asco alguno al saber que su hermano menor prefería a los hombres que a las mujeres que tanto gustaban de Asami. Y en el fondo, Asami se sentía frustrado. Frustrado de no poder darle lo mejor a su hermano menor, frustrado de no ser él el que comparta el lecho con su preciado hermanito.

 

Era un amor no correspondido desde que tenía uso de memoria. Siempre le había querido y había tratado de hacer todo lo posible para estar a su lado, pero solo eran hermanos. La hermandad que los unía era demasiado fuerte como para romperla con un simple amor unilateral. Y fue ahí donde Asami se aprovechó de Arata. Sabía del sufrimiento de Arata después de que su último amante, Yuu, le dejara. Lloró desconsoladamente en los brazos de su hermano mayor y se lamentó el no poder ser mujer para que Yuu lo amara más. Asami lo reconfortó, le dijo que no era necesario serlo, que con demostrar que le quería a la persona indicada era lo mejor para ambos.

 

Y Asami se había aprovechado de Arata para ir a su casa, pero cuando se acabaron los pretextos Asami buscó otra manera de estar al lado de su hermano menor. Y uno de los mejores pretextos era decir que se sentía solo, que se sentía frustrado con la vida y que solo quería estar solo y la casa de Arata era reconfortante, la casa de Arata era el paraíso para Asami.

 

Y al paso de los días, Asami se fue aprovechando de Arata. Hasta hacia dos días, en que lo había violado por vez primera. Pero justo ese día, Yuu tenía que llamar y decirle que Arata le había llamado de nuevo. Tenía que molestar de nuevo ese tipo que no había sabido apreciar el amor de Arata y lo había dejado por no tener “suficiente” de donde sostenerse. Tenía que llamar y encender la llama de los celos de Asami. Y entonces, Asami se molestó  y llamó a Arata.

 

Pero este solo le contestó que no quería decirle nada por el celular. Arata tenía la culpa de lo que ahora le estaba haciendo, él era el culpable de todo lo que le iba a hacer. Y ya era demasiado tarde para detenerse en un punto donde ambos estaban al borde de la eyaculación.

 

Siguió mordiendo su cuello y dejando un camino de chupetes hasta su pecho. Su  mano seguía posada en su parte estimulando su masturbación.

 

Con la mano que tenía libre abrió la puerta de la habitación y lo cargó en brazos. Lo depositó en la cama y se quitó la camisa antes de posarse encima de él.

 

Volvió de nuevo a su cuello. Las marcas que había dejado se hacían más visibles y ahora se podía notar un pequeño camino de chupetes que estaban tomando un color rojizo violeta. Siguió besando su pecho mientras escuchaba la respiración entrecortada de Arata.

 

Arata empezó a apretar la sábana con sus manos mientras arqueaba la espalda debido a la gran felación que Aniki le estaba haciendo.

 

-De…detente! Ahh – su respiración estaba agitada.

 

-¿Pero cómo me voy a detener si ya estas así? –murmuró contra la piel de su cuello, haciendo que Arata se viniera -. ¿Pero quién iba a decirlo? ¿Te has venido solo con mis besos y quieres que me detenga?

 

Arata arqueó la espalda. La sensación de éxtasis que estaba experimentando era única.

 

Jamás había sido el pasivo en la relación, siempre era el dominante, el que hacia lo que deseaba con el cuerpo de su amante. Pero ahora había cambiado. Y Asami le estaba haciendo probar sensaciones que jamás en su vida había sentido.

 

-A… Asami… -su voz entrecortada pedía piedad.

 

Las manos de Asami asieron a Arata de la cadera y lo volteó, haciendo que su cuerpo quedara en cuatro y a merced de su acosador.

 

Arata sintió la lengua de Asami dentro de él, haciendo que una nueva oleada de placer recorriera todo su cuerpo, arqueándose y gimiendo más fuerte mientras se aferraba a las sábanas.

 

-¿Quieres que me detenga? –murmuró Asami besando sus glúteos.

 

-¡Nnnn… no! – cada vez más se aferraba a las sábanas mientras experimentaba oleadas placenteras-. No… te… detengas… aah!

 

Asami hizo caso de lo que su hermano menor le pedía. Poco a poco introdujo un dedo haciendo que Arata arqueara más la espalda y profiriera un grito parecido al maullido de los gatos.

 

Un dedo.

 

Dos dedos.

 

Tres dedos asaltaban su orificio.

 

Dolor. Le dolían las entrañas, pero se sentía tan bien. ¡Dios! ¡Podría jurar que se sentía increíblemente bien!

 

-Yo… yo no quiero solo tus dedos –estaba fuera de sí, ahora pedía más-. ¡Por favor!

 

Una sonrisa malévola se dibujó en los labios del mayor. Sabía que lo que tanto odiaba Arata al final le terminaba gustando.

 

Lo volteó y sujetó sus manos arriba de su cabeza. Besó tiernamente sus labios mientras rompía una vez más sus entrañas, ahora con su miembro erecto.

 

Una mirada de sorpresa, unas lágrimas y un grito ahogado por el beso era lo único que había podido proferir debido al dolor que le causaba.

 

Una mano traviesa de Asami sujetó su pierna derecha y la elevó encima de los hombros del mayor. En esa pose podía sentirlo más adentro. El mayor seguía sin soltar sus manos y sin moverse, tratando de entrar más profundamente.

 

Más lágrimas se derramaron por sus mejillas.

 

Se sentía tan bien. Pero estaba siendo ultrajado. Y para el momento que se diera cuenta sería demasiado tarde para arrepentirse.

 

“Reflexiona, pero jamás, jamás, te arrepientas.”

 

Eran las palabras que una y otra vez Asami repetía para él. Siempre lo había apoyado. ¿Desde cuándo se habían vuelto de esa manera?

 

Las lágrimas de nuevo asaltaron sus ojos, pero esta vez estaban acompañadas de gemidos. Gemidos que, tanto Arata como Asami sentían y experimentaban.

 

-Te amo.

 

Estas dos palabras habían hecho que Arata abriera los ojos de par en par. No lo podía creer. La persona que le infringía dolor le estaba diciendo que le amaba. De seguro estaba enfermo, sí, eso era, estaba enfermo.

 

-Te amo.

 

Repitió de nuevo.  Esta vez con una lágrima asomando por su mejilla.

 

-De…detente…ah! –la voz entrecortada de Arata suplicaba a Asami que se detuviera, ya no quería sentir eso.

 

Sentía que en el fondo estaba lastimando a su hermano. El no sentía nada más que una relación de fraternidad corrompida por el creciente deseo sexual de dos jóvenes en sus escasos diecinueve años de edad.

 

Empujó al mayor con toda la fuerza que pudo haciendo que se saliera bruscamente de dentro de él. Una oleada de dolor penetró sus entrañas mientras su hermano mayor se sentaba en sus rodillas en el borde de la cama, con la cabeza abajo.

 

-Yo –empezó a susurrar Asami con la cabeza gacha-. Lo siento, lo siento mucho Arata.

 

Poco a poco Arata se fue incorporando hasta quedar sentado frente a su hermano mayor en la misma posición que estaba este.

 

-Desde… Desde cuando… -su voz sonaba distante-. ¿Desde cuándo sientes eso?

 

-Yo…

 

-¡No juegues conmigo, imbécil! – lanzó una almohada al cuerpo sin sentimientos que estaba frente a él.

 

-Desde que te caíste del árbol de cerezos –desvió la mirada hacia la nada-.  ¿Recuerdas ese día?

 

Ese día. El día que había caído del árbol de cerezos y se había hecho la horrible cicatriz que se dejaba ver en su mejilla  izquierda. El día que Asami le había jugado una mala pasada y había terminado en el suelo, inconsciente.

 

-Yo… yo no quería –empezaban a asomarse más lágrimas por sus mejillas, Arata estaba más que estupefacto-. Pero…

 

-¡Solo tenía diez años! ¡Marcaste mi cuerpo de por vida!

 

¿Cómo quería que lo perdonara? Asami había querido que se subiesen al árbol, él había sugerido que se subieran al árbol y jugaran en sus ramas. Las flores de cerezo habían dejado de caer y era el momento justo para poder disfrutar de los juegos infantiles. Arata había subido primero y se sentó en una de las ramas del árbol, después se subió Asami y empezó a mover las ramas entre las carcajadas de ambos. Hasta que la rama no aguantó más y Arata calló. Y calló de la peor manera. Al momento de caer, su pie se trabó con una rama y había quedado suspendido haciendo que se balanceara y chocara con la rama que se había quebrado, haciendo que la astilla rompiera su mejilla. Él no sintió nada, solo podía escuchar los gritos de Asami y el llanto que el niño mayor tenía.

 

-Hiciste de mi vida un infierno a partir de ahí – la mirada de Arata buscaba la de Asami en la nada-. ¡Mírame!

 

Asami alzó la mirada y pudo ver el rostro lloroso de Arata y su mano tocando su cicatriz.

 

En un impulso irrefrenable se acercó a gatas hacia su hermano menor, le tocó la mejilla y secó sus lágrimas con la palma de su mano.

 

-Lo siento tanto – besó sus labios gentilmente.

 

Un beso tierno, cálido. Lleno de un amor unilateral por parte del mayor.

 

-¿Qué sientes? – no sabía a qué se refería exactamente. No entendía palabra alguna de lo que había preguntado.

 

-Yo… yo… - Asami no sabía que palabra articular, tampoco había entendido las palabras exactas de su hermano.

 

Arata besó sus labios haciendo que Asami se sorprendiera. El menor no quería respuesta alguna y solo podía pensar en el dolor que le estaba infringiendo su hermano mayor. El dolor que le infringía no era nada considerado al dolor que en el fondo el mayor podía sentir por un amor no deseado, un amor unilateral no correspondido durante nueve años.

 

-Regálame esta última noche – Asami besó los  labios del menor y le sonrió dulcemente.

 

-Y tú… regálame todas las noches de tu vida, Aniki.

Notas finales:

Bueno... como verán el fic no está terminado... así que le haré una continuación, pero muchos años después! 

Y les advierto: uno de los personajes morirá ^_^!


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