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Koi no dependence. por camui michiru

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Notas del fanfic:

Bien, antes de que empiecen a leer 2 cosas

1.- Se suponía debíamos usar 1 canción para el fic, lamentablemente yo no encontré ninguna que me agradara por completo, así que mande a tres de mis mejores soldados (¿?) Bien las canciones que puse me parecen adecuadas para el fic, al final del cap explicare porque, si es que es necesario.

1.5 - El cap viene dividido en tres partes la mas larga es la segunda, y por eso viene acompañado de tres canciones, la primera: All I need – within temptation, la segunda: ballade no.1 in g minor op. 23 chopin. Y la ultima: not strong enogh – Apocalyptica. Si desean escucharlas en el fic agregue los links antes de empezar cada separacion. 

2.- Hace bastante tiempo que no trabajo en tercera persona, pero me pareció lo más adecuado para el desafío, así que si ven alguno que otro error y eso (así como errores ortográficos) es porque en primera no estoy acostumbrada a la tercera persona y en segunda la mayoría lo escribí en la madrugada y no tuve tiempo de que un beta revisara el oneshot D:! Pero nel, no es justificación, nomas digo que así fue como paso.

Notas del capitulo:

Espero disfruten del fic y no se les haga muy pesado, oh y por supuesto, que cumpla con los requisitos del desafío. nwn

Within Temptation - All I need

 

~ ۞ ~

Deberíamos… darnos un tiempo…”

Esas palabras herían una y otra vez el corazón de un chico de 18 años. Parado en el andén de la estación de Shinjuku, no podía dejar de sentirse tremendamente solo, incluso con toda esa gente a su alrededor esperando la llegada del tren. Las demás personas, seguían su camino e iban de aquí para allá buscando el lugar ideal para abordar el tren cuando llegará, debido a la prisa que normalmente la gente trae consigo, el cuerpo del chico se balanceaba de un lado a otro, siendo empujado por toda persona a quien no le parecía más que un… obstáculo en su camino.

Hacía casi tres semanas desde que aquel joven no veía a la persona que para él era tan especial, a quien hasta tres semanas antes llamaba novio y con quien compartía casi todo el tiempo libre del que un estudiante universitario puede disponer. Llevaba tres semanas aguantándose las ganas de buscarle, de insistir, de prometer, de decir tantas cosas con el fin de tratar de convencer al mayor para que “volvieran”, para que dejara sus dudas atrás, pero se aguantaba porque él se lo había pedido, quería tiempo y Manabu quería demostrar que podía dárselo, que era capaz de hacer cualquier cosa por él.

El tren finalmente llegó y rápidamente la gente en el andén abordó el mismo. La mayoría de las personas se abalanzaron en busca de un asiento, sin embargo Manabu se quedo cerca de la puerta, aferrándose quizá con demasiada fuerza a uno de los pasamanos, en su mano izquierda llevaba un par de bolsas con las compras para la navidad, además de algunos pequeños regalos; chocolates más que cualquier otra cosa.

Regalos… sí, en otra situación habría comprado varios por el cumpleaños de su… Bien, no tenía idea de cómo llamarlo, en ese momento la palabra ex novio le parecía muy inadecuada, solo le habían pedido un tiempo y eso no necesariamente era un rompimiento ¿no? Trato de convencerse de ello, pero aquellas palabras y el trato de aquella ocasión, intentaban hacerle comprender que quizá no tenía que temer al final de esa relación porque, tal vez ya estaba acabada.

"—Es algo prematuro, lo sé, pero creo que no estaría de más escoger donde pasaremos la navidad este año —comentó con una sonrisa en los labios.

—Uhm sí, quizá tengas razón, pero no te he citado aquí para hablar de eso. —La mirada del mayor seguía fija en los documentos sobre su escritorio, ni siquiera era capaz de mirar a quien llevaba el titulo de su novio.

—Bien, entonces ¿Cuál es el motivo? —El hombre sentado detrás del escritorio, por fin despegó la vista de aquellos papeles y se levantó, caminó directamente hasta Manabu y se detuvo a un par de pasos de él, observándole con un dejo de tristeza en la mirada, algo que el menor pudo notar.

—Este podría no ser el mejor momento para decir algo como esto, pero siento la necesidad de hacerlo.

— ¿De decir que cosa?—preguntó una voz temblorosa.

—He estado pensando que, deberíamos… darnos un tiempo.

— ¿U-un tiempo?—repitió sin comprender.

—Sí, separado el uno del otro. Yo… he tenido muchas dudas últimamente sobre esta relación, incluso… uhm… diría que no me siento como antes; a gusto. No quiero tomar una decisión precipitada y tampoco estoy de acuerdo con estar contigo más por compromiso que por amor. Así que pensé que tal vez pasar un tiempo separados me puede servir para aclararme y tomar una decisión definitiva.

— ¿Te aclare? ¿Definitiva?—dijo con un dejo de preocupación en su voz—. ¡¿Y que si el tiempo solo lo empeora, si no funciona?! ¿No sería mejor resolverlo juntos? ¿Por qué poner tierra de por medio es para ti la mejor solución? —preguntó medio alterado luego de pensar por varios minutos en el significado de aquellas palabras.

—Me gustaría que respetaras mi decisión, que la aceptaras en lugar de cuestionarla. —Le miró con dureza.

—Yo… pero… lo siento—dijo titubeante mientras un mar de sentimientos se desbordaban en su interior.

—No estoy diciendo que esto sea el final, solo que necesito tiempo para pensar. —Mientras aquellas palabras salían de los labios del mayor, los brazos del mismo rodearon el cuerpo del menor en un cálido abrazo, demasiado cálido, tanto que resultaba doloroso."

“Siguiente parada, estación Kudanshita”, escuchó por el altavoz. Aún faltaban algunas estaciones más para llegar a la deseada,  estaba acostumbrado al tiempo que tardaba en llegar a casa por aquel medio de transporte, pero en ese momento, el tiempo que tenia para sí mismo, para enfrascarse en sus pensamientos  y recuerdos, le hacía insoportable aquel recorrido. Quería llegar a casa ya, entretenerse con algún libro, envolver regalos, escuchar música, hacer lo que fuera para olvidarse de su realidad, de ese terrible recuerdo y sumergirse en el mundo de los sueños e ilusiones, donde nada se salía de su control.

Observó distraídamente el vagón y a las personas en el, todos estaban enfrascados en sus pensamientos, en sus celulares o en pláticas muy acaloradas, sin embargo hubo algo que logró tener por completo su atención. Una joven pareja se abrazaba fuertemente, ambos dándose calor mutuamente, en ese momento pensó en lo fría que le parecía aquella época del año, más fría que en cualquier otro año, incluso no sentía la felicidad por la llegada de la navidad, no podía pensar en recibir regalos, aparecerse en reuniones familiares, ni siquiera quería tener tiempo para sí mismo, todas esas cosas solo le hacían deprimirse, ya que en todas ellas había un rastro de él. Viendo a aquella pareja, recordó con exactitud el último doloroso abrazo que se habían dado, el enorme silencio en la habitación aquel día, el cual solo había sido interrumpido por las silenciosas suplicas de su corazón y por la muda, y fría negativa del mayor.

"— ¿Tu… tu aún… me amas?— preguntó el más joven, luego del prolongado silencio que se habia formado entre ambos después de las palabras del contrario.

—No lo sé—Contestó sencillamente, como si aquello no hubiese sido una crueldad."

Aún en ese vagón, sintió las lagrimas acumulándose en sus ojos, quería llorar como un chiquillo, tirarse en el suelo y quedarse ahí encogido, después de todo ¿Quién iba a notarlo? Nadie. Hasta hacía algunas semanas su existencia tenía importancia para alguien, pero ¿y ahora?, ¿A quién le importaba lo que hiciera o dejara de hacer?, ¿Quién sabría lo que necesitaba? Estaba atormentándose de una forma muy cruel, pero no era más que la verdad, siempre era señalado como el chico silencioso, introvertido, aburrido, triste… y entre todas esas cosas que a nadie le atraían e interesaban, él se había atrevido a indagar más en su persona, se había interesado en él; en conocerle. Sono era todo lo que conocía y lo único que deseaba conocer, su mundo giraba alrededor de él y esperaba lo mismo, deseaba ser lo único y lo más importante en la vida de aquel hombre.

Se dio cuenta que su corazón, su mente, su alma, seguían en ese despacho, esperando que el mayor se arrepintiera de su decisión, que fuera hacía él, le besara, abrazara y dijera que todo iba a estar bien, que aquello no había sido más que una horrible pesadilla, sin embargo seguía siendo abandonado en ese despacho, luego de palabras tan hirientes, permanecía parado en medio de esa  habitación mientras la persona que tanto amaba, luego de causarle un terrible dolor, se iba como si nada hubiese pasado, a una junta de trabajo.

Suspiró profundamente, algo tenía que hacer para cambiar aquella situación, no quería  intentar olvidarlo, aquello estaba completamente  descartado, aún no podía dar aquella relación por perdida, pero ¿qué podía hacer aparte de seguir esperando por la “decisión definitiva” de Sono? La ansiedad le estaba matando de poquito en poquito, tal vez podría buscarlo con el pretexto de darle su regalo de navidad, después de todo se había aguantado el buscarle en su cumpleaños, sin embargo conforme tenía ideas, les desechaba, no estaba bien el pensar en presionarlo, se suponía que debía ser comprensivo y paciente, pero ¡¿Cómo serlo?! Podría estar a punto de perder lo que más amaba, ¿cómo podría estar tranquilo pensando en que esa era una posibilidad?, ¿Por qué en las escuelas no te enseñaban como reaccionar a aquellas situaciones?, ¿Por qué nadie te decía que aunque obtengas algo siempre puedes perderlo?, el que no tuviera ni idea de que hacer era culpa de los cuentos de hadas y los programas de televisión. Siempre mostrándote que el amor es suficiente para resolver cualquier problema, pero ¿y cuando no lo hay?, ¿Cuándo se duda de el? 

Sacudió su cabeza de un lado a otro, tenía que deshacerse de tantos pensamientos, tantas preguntas que de momento se negaban a ser respondidas. Escuchó el nombre de la siguiente estación, una parada más y estaría más cerca de casa. Quizá visitaría a Jin, tenía bastante tiempo de no verlo, desde que salía con Sono, cada vez habían ido distanciándose más y más, Manabu dedicaba su tiempo en entero a su pareja y tan solo se veía con su mejor amigo en las clases y cuando era necesario que uno fuera a la casa del otro por algún trabajo. Incluso en varias de esas ocasiones, el mayor se encontraba presente y al parecer con esos pocos encuentros bastaron para que ambos se agradaran.

Recordó que aun tenía que contarle a Jin lo sucedido, pero no se sentía lo suficientemente fuerte como para expresar todo lo que sentía, sus preocupaciones y la tristeza que le embargaba.  Ah… aquella ultima cuanto tiempo no le había acompañado, junto con la soledad; pero en el momento en el que ese ángel se habia cruzado en su camino, cometió el error de dar por terminados los días tristes y solitarios. De nuevo estaba pensando en eso.  Sonrió amargamente y se giro, posicionándose de frente a la puerta que se abriría para permitirle salir, escucho que por el altavoz anunciaban la estación kikukawa, a través de los vidrios vio el empiezo de la estación y finalmente el metro se detuvo. Cuando las puertas se abrieron para dejar salir a los pasajeros, el jovencito no se movió ni un paso de su lugar.

Por un momento pensó que estaba viendo una alucinación, pero aunque creyera eso, por unos instantes se sintió tremendamente feliz de poder ver entre todas esas personas en la estación, a la más especial en su vida, pero entonces… la felicidad se desvaneció.

En cuestión de segundos, observó como el brazo de Sono rodeaba la cintura de un chico de cabellos rubios, y no de un chico cualquiera, no, sino que era nada más y nada menos que su mejor amigo; Jin. El más bajo parecía estar hablando de algo gracioso, pues el mayor no dejaba de sonreír y mirarle de una forma que a manabu se le hacía tan… familiar. Ambos se quedaron en el andén, esperando del lado de la dirección a shinjuku, pero esa mirada, sin duda la conocía a la perfección. Las bolsas de las compras fueron a dar contra el suelo mientras un alegre Sono se acercaba a susurrar algo al oído de Jin y repentinamente la aterradora escena se vio interrumpida por el brusco cerrar de las puertas del vagón, seguido del arrancar del tren, llevándole hasta la siguiente estación.

El contenido de las bolsas estaba esparcido por el suelo del vagón, la gente a penas y lo miraba, pero él no se daba cuenta de nada, tan solo podía preguntarse ¿Desde cuándo esos dos están viéndose?, ¿Con que motivo? Y ¿Por qué él no lo sabía? Bajó la mirada encontrándose con sus compras en el suelo y se agacho lentamente, recogiendo todo lo que estaba esparcido en el mismo, estaba diciéndose a sí mismo que aquello debía tener una buena explicación, que estaba pensando mal, cuando aquella pequeña gota de agua estrellada contra el suelo, le llevo a levantar una de sus manos y guiarla hasta su propio rostro, tocando una de sus mejillas y notando como detrás de aquella gota de agua salada, venían mas, que dibujaban diversas líneas húmedas en su piel; Estaba llorando.

‘‘Piensa mal y acertaras’’ Se dijo a sí mismo mientras limpiaba sus lagrimas con una de las mangas de su abrigo. Ya con los productos de nuevo en las bolsas, se enderezo, sostuvo las compras con la mano izquierda y dejo que la derecha cubriera parte de su rostro, de repente se sentía mareado, confundido y en el fondo alarmado. Pero ¿Por qué? ¿Que le hacía pensar que entre aquellos dos podía haber algo más que solo amistad? Lo sabía, sabía que cosa le hacía pensar así, pero no quería admitirlo, estaba asustado de sus propios pensamientos, de lo cruel que podia ser consigo mismo. El tren se volvió a detener y las puertas se abrieron nuevamente, salió rápidamente del vagón y camino sin saber a dónde iba, simplemente quería huir. Cerca de la salida de la estación se detuvo, ¿Qué estaba haciendo?, se suponía que quería ir a casa y ese no era el camino para llegar a ella. Miro a su alrededor y al ver una maquina de refrescos se acerco tranquilamente, introdujo algunas monedas y selecciono una soda,  sentía la boca seca y aquella maquina de bebidas parecía ser la solución a al menos uno de sus menores problemas. Se recargo en la pared a un lado de la maquina y sosegadamente empezó a beber de su soda.

—No puede ser—susurro para sí mismo. Esa forma en la que Sono observaba a Jin, era la misma en la que le había mirado cuando comenzaron a salir. Cálida y amable, con un brillo muy peculiar en sus ojos, uno que habría deseado nadie más pudiese ver. Hacía meses que no veía ese brillo en su mirada, que no observaba una sonrisa tan sincera en su rostro, tan animada, divertida y resplandeciente—. ¿Cómo es que no lo note?—Volvía a hablar consigo mismo. De vez en cuando el susurrarse algunas preguntas y palabras, le hacía sentirse que no estaba completamente solo.

Nuevamente soltó un prolongado suspiro y entre pensamientos poco alentadores, busco la manera de llegar a casa.

 

 

Los días cercanos a la navidad representaban para Sono un completo caos, tenía mucho trabajo además de que tenía que organizar junto con su secretaria un sinfín de reuniones,  comidas, regalos y demás para los clientes fieles a la firma, y para los contactos más importantes, porque en el mundo de la abogacía no solo era importante ser un estupendo abogado, sino que también era una especie de necesidad el tener cierta amistad con algunos jueces y hasta jurados. Sin embargo a pesar de que su trabajo se volvía un obstáculo para su vida privada, conseguía tener el tiempo suficiente para pensar en Manabu, en la última vez que se habían visto y en que realmente su compañía le empezaba a hacer falta.

Varios días atrás tomó la decisión de alejarse de él por un tiempo, ¿La razón? Ya no estaba seguro de amar a aquel chico universitario. Manabu estaba lleno de inseguridades y cientos de temores, nunca tuvo problema con ello, porque jamás le hizo alguna escena de celos o algún escándalo en donde fuera, pero en algún punto aquello se había convertido en algo muy… ¿cotidiano? Se había acostumbrado a esa personalidad tan pacifica, tan temerosa,  tímida, hasta sumisa, de tal modo que quizá se habia cansado de ello. Cuando conoció a Jin, al instante se dio cuenta de que era una persona agradable y comenzó a fijarse más en él que en su novio. Jin irradiaba felicidad, era un chico carismático y divertido, contrario a Manabu que siempre parecía triste y frágil, incluso poco accesible.

Era extraño como ambos con personalidades tan distintas, se llevaban tan bien. En algún punto empezó a visitar a Jin, en las veces que Manabu era mandado a llamar por su padre y familia para tratar los asuntos personales de la misma. En esas pocas ocasiones el amigo de su novio consiguió llamar su atención lo suficiente como para que esas dudas, del amor que sentía por el pelinegro, aparecieran y le hicieran necesitar lo que hacía días había pedido; tiempo.  Claro que no se sentía bien consigo mismo, después de todo no le había dicho toda la verdad a Manabu, simplemente le pedía tiempo y que respetara su decisión, y como de costumbre él accedió. Quizá eso también de cierto modo le molestaba, a veces pensaba que si no le reclamaba, no se quejaba o decía algo de las decisiones que el mayor tomaba, era porque el más joven había perdido el interés en la relación.

Botó los papeles en sus manos sobre el escritorio y se recargó completamente en el respaldo de la silla, se sentía cansado de pensar en aquella situación, por eso le agradaba pasar el tiempo con Jin, curiosamente se sentía mucho más feliz y tranquilo, en esos días el rubio había sido un gran apoyo para el mayor, y aunque Sono se sentía atraído por él, no se veía intentando “conquistarle”, pues tenía varias razones de peso para no hacerlo. Miro el reloj, eran cuarto para las 6:00 de la tarde y tenía que ver a Jin en su casa a las 7:00. Se levanto de su lugar, fue hasta la oficina de Byou y tomó los regalos que estaban sobre el escritorio, ya que él había prometido llevárselos a Jin por aquello de que Byou saldría tarde de trabajar.

Se apresuro a llegar a la estación del metro y gracias a su buena suerte llego puntual a la casa de Jin, aunque durante el trayecto su mente se llenó de muchos recuerdos, pues era casi el mismo recorrido que anteriormente hacía con Manabu.  Antes de tocar el timbre de la casa del rubio, cerró sus ojos fuertemente e intento dejar su mente en blanco, no quería que sus recuerdos arruinaran su buen humor. Segundos después de llamar a la puerta un chico muy alegre le recibió con un beso en la mejilla, antes de dejarle pasar al recibidor.

—Tan puntual como siempre—dijo mientras desaparecía de la visión del mayor.

—Es un habito—contesto en un tono de voz alto para que le escuchase—. En fin, dime, ¿donde quieres que ponga los regalos?

—Vaya, creo que alguien tiene prisa—Se escucho una breve risa—. En uno de los sillones estaría bien.

—Parece que te han adelantado los regalos de navidad—comentó mientras dejaba los regalos en el sofá pequeño.

— ¿Que puedo decirte?—el rubio entro en la sala observando divertido al mayor—. Es porque yo me porto bien y le agrado a todo el mundo, hasta a santa Claus.

—Bien señorito modesto, vámonos ya, que se nos hace tarde—dijo entre gracias y se dirigió tranquilamente hasta la salida.

Ambos salieron de la casa y se encaminaron hacia la estación del tren para ir a Shinjuku, ya que normalmente ahí se encontraban los mejores centros comerciales y demás, incluso si sabías donde buscar podías encontrar buenas ofertas. Caminaron hasta la estación del metro con cierta prisa y al llegar finalmente a los andenes esperaron pacientemente la llegada del tren mientras mantenían una pequeña charla.

— ¿Y bien, ya tienes alguna idea de lo que comprarás?

—Claro, alcohol para los clientes y chocolates para los amigos.

—Bien, entonces creo que cometeré algún crimen —Ambos rieron.

—¿Pasaras la navidad con tus padres?

—Nop, este año es diferente, me quedaré en casa.

—Pero me imagino que no estarás solo ¿no es así?—Se acerco a hablar en el oído del rubio, pues en ese instante el ruido hecho por la llegada del tren no permitiría que el menor le escuchará con claridad.

—De hecho. Byou se quedará conmigo. Algo que es muy extraordinario

—Corrección, algo que nos dice que va muy enserio—dijo antes de entrar a la par de Jin en el vagón.  Afortunadamente ambos alcanzaron asiento, pudiendo continuar con su charla cómodamente.

—Lo sé y me siento muy contento por ello. —Sonrió ampliamente—. Y tú que tal, ¿has hablado con Manabu?, ¿Te ha buscado?

—No a ambas preguntas. Siempre ha sido a su modo, muy comprensivo y me ha dado el tiempo que le he pedido.

—Ya veo… pero no pareces sentirte cómodo con eso. Dime, ¿lo extrañas?

—Si he de ser sincero… bastante—admitió por primera vez en días, y solo hasta ese momento, en que alguien se lo preguntaba directamente, se dio cuenta de ello, de que a pesar de cómo se sentía junto a Jin, no era completamente feliz, algo le falta y sabía que era.

—Entonces creo que de algún modo te sirvió el tiempo que pasaste alejado de él. —Ladeo su rostro y dedico una pequeña sonrisa al mayor.

Continuaron el recorrido hasta Shinjuku hablando de otras cosas fuera del plano sentimental, ambos se usaban como una “sana” distracción, hasta que llegaron a su destino. Salieron de la estación y se dirigieron hasta el centro comercial más cercano, no tardarían mucho en ese lugar, Sono acompaño primero a Jin por lo que necesitaba, según le habia explicado al mayor, quería probar la receta de un pastel y después de comprar los ingredientes necesarios, fueron por algunas botellas de vino y cajas de chocolates.

—Por cierto mañana es la fiesta en el bufete ¿a qué hora puedo recogerte?—al ver la mirada confundida del rubio agregó—. Byou tiene algunas cosas que arreglar antes de la fiesta, así que me dio el puesto de tu chofer, pero no te alarmes te esperara en el lugar del evento.

—Uhm no lo sé. ¿A qué hora empieza la fiesta?

—A las 7:00 de la noche.

—Pues a las 6:00 estaría perfecto—dijo mientras metía una bolsa de frituras en el carrito de sus compras, antes de llegar a la fila de la caja—. Y ¿durará mucho?

—En realidad no. Simplemente llegas, comes todo lo que puedas y te vas—comento entre una pequeña risa, que fue acompañada por la del rubio.

Fueron rápidamente atendidos por la cajera, salieron del centro comercial cargados de bolsas hasta la estación, que no estaba más que a un par de calles, a la entrada de la misma el rubio se detuvo y volteo a ver a su acompañante.

—Ni pienses que te dejaré acompañarme.

—Es tarde, me sentiré intranquilo si no me dejas hacerlo.

—Pues vive con tu intranquilidad—sonrió—. Ya has ido hasta mi casa y has vuelto a Shinjuku, son demasiados viajes para un día, te llamaré más tarde, lo prometo.

—En cuanto llegues a casa—dijo amenazante—No quiero que Byou me asesine por “descuidarte” —Rió.

Se despidieron con un beso en la mejilla y el pelinegro se quedo a ver al rubio entrar en la estación y desaparecer camino a los andenes. En instantes su mente se vio invadida por dudas, ¿estaría bien buscar a Manabu tan pronto?, la verdad es que aunque a veces se sentía cansado de la relación, otras veces no se veía sobreviviendo sin la existencia de esta. Sostuvo las bolsas de las compras en una mano y con la libre, saco su celular y observó dudoso la pantalla, eran casi las 9 de la noche, ¿Qué estaría haciendo él ahora? Era demasiado temprano para que estuviera dormido. ¿Pensaría en él?, ¿Le extrañaba?, ¿Sentía la necesidad de verlo? Esperaba que así fuera.

Oh y vaya que el más joven pensaba en él, por supuesto que estaba deseando verlo, extrañándole cada segundo de su tiempo. Pero eso, no era necesariamente bueno, no debido a la clase de pensamientos que el menor estaba teniendo.

 

 Chopin ballade no. 1 in g minor op. 23

 ~ ۞ ~

 

En cuanto llegó a casa fue directamente a dejar sus compras sobre el comedor, no estaba de ánimo para acomodarlas en la alacena, solamente quería olvidar y dejar atrás el sentimiento de estar siendo traicionado. Se sentó en una de las sillas para descansar, cerró sus ojos en un intento por relajarse, sin embargo al instante ahí estaban esas imágenes, esa mirada, esa sonrisa, esos gestos que tan bien conocía, y que eran mostrados a alguien más. Levantó sus manos y se cubrió los ojos, presionó fuertemente sus palmas contra su rostro, como si con ello pudiera borrar las imágenes alojadas en su mente. Se talló con desesperación, enrojeciendo sin dificultad la blanca y sensible piel de su rostro e incluso enterró sus uñas a la altura de sus cejas.

Iba a volverse loco si no conseguía sacar tan terrible escena de su cabeza, además de que ese dicho, tan cierto se negaba a abandonar el lugar en su cabeza. A pesar de que solo habían pasado instantes desde que se había sentado, se levanto y sacó de una de las bolsas una lata de duraznos con almíbar; sus favoritos. Fue hasta la cocina por  el abrelatas y al regresar, batalló tremendamente para poder abrir aquella lata. El esfuerzo, era demasiado para su desganado cuerpo, fue gracias a el que Manabu empezó a soltar una lagrima tras otra, sintiéndose derrotado por una simple lata de duraznos. Siguió batallando mientras escuchaba sus propios pensamientos lastimándole tal vez más que la propia realidad. << Lo estás perdiendo… no, quizá ya lo perdiste >>, del coraje que ese pensamiento le causaba, consiguió abrir la lata, pero no hubo ni pizca de felicidad por poder comer el contenido de la misma, ni siquiera se le veía interés alguno en probar de aquella fruta. Aventó el abrelatas y llevo sus manos temblorosas a limpiar las lágrimas que corrian por sus mejillas.

—Debe ser un error, tiene que serlo… hasta yo puedo equivocarme… Incluso yo con más frecuencia que los demás ¿no es verdad?—Se dijo a sí mismo con la voz temblorosa, su mente no le dejaba creer lo que su corazón gritaba, su mente estaba tratando de confundirle, se había convertido en su propio enemigo y no sabía cómo ignorar aquella voz en su interior. De repente comenzó a preguntarse << ¿Qué puede ver en él? ¿Qué cosa le puede atraer de alguien a quien no conoce y quien tampoco le conoce a él? >> En cambio para Manabu, Sono era todo lo que existía.

“Si yo sé que tú eres…”

Comprendía perfectamente a Sono, estaba ahí en cada momento en que él le necesitaba, sabía sus gustos y disgustos, forma de pensar, conocía a sus amigos, sabía que el hombre al que amaba adoraba los pequeños detalles: tomarse de las manos, los besos sorpresivos, los días de lluvia por muy nostálgicos que parecieran, los recuerdos, las fotografías; que además de su trabajo tenía como pasión la música, que podía mostrar a una persona completamente diferente cuando se encontraba frente a un piano con la oportunidad de tocar alguna pieza. Sabía quién era, se había hundido en la profundidad de su ser, conocía su aroma, el dulce y adictivo sabor de sus labios, cada gesto que hacia cuando se sentía enfadado, triste, estresado, alegre, cansado; sabía que le gustaba dormir en su cama, dejar impregnado su aroma  en las sabanas, para que cuando Manabu tuviera que pasar una noche sin él, pudiera sentir que estaba  ahí, acompañándole. Estaba consciente de que una sola caricia, podía desvanecer las preocupaciones ajenas, así como el cansancio, la tristeza, la preocupación, todo lo que no le causaba un bien a su amado, era capaz de hacerle olvidarlo.

“Y tú sabes que yo soy…”

Así como él conocía al mayor, Sono le conocía a él. Aceptaba su personalidad solitaria y torpe, el último regalo que le dio fue un libro de suspenso, su género favorito, y a veces aunque se sentía avergonzado cuando pasaba; le llevaba enormes ramos de rosas rojas, también sus favoritas. Tocaba melodías para él, le llevaba chocolates sin aparente razón, simplemente porque era uno de los gustos que compartían, era capaz de ver a través de su silencio, de intuir que algo le pasaba e incluso normalmente cuando algo le molestaba, Sono siempre encontraba la manera de hacer que el más joven se desahogara. Conocía las palabras perfectas para darle algo más de seguridad de la que normalmente tenia, conocía sus miedos e inseguridades, sabía como hacer desaparecer su tristeza y reemplazarla por felicidad, le estrechaba fuertemente entre sus brazos cuando se sentía angustiado y cuando estaba nervioso le tomaba de las manos, comenzaba un jugueteo entre los dedos de ambos y así conseguía relajarle. Sono le conocía como a la palma de su mano, podía manipularle, hacer que Manabu hiciera cualquier cosa por él, y lo más importante; sabia de su existencia, le había notado, le dio un importante lugar en su vida, uno que en ese momento el más joven temía fueran a arrebatarle.

“¿Quién va a saber quién soy yo cuando tu no estés?”

Esa idea le parecía terrorífica. Antes podía lidiar con todo aquello, con la soledad, con que nadie se interesara en el, con que no notaran siquiera su presencia; que existía, respiraba, hablaba y opinaba. Podía permanecer en las sombras, aceptar que quizá algún día desaparecería y nadie lo notaría, que nadie sabría quien era. Pero ¿y ahora?, luego de probar de la amabilidad de Sono ¿Qué haría?, después de sentirse especial para alguien, de estar consciente de que había alguien que se preocupaba por él, que estaba interesado en lo que hacía o dejaba de hacer, que deseaba hacerle sentir bien… ¿Cómo podía olvidarse de tan hermosa sensación?, ¿Por qué tenía que hacerlo?, el seguía enamorado de Sono y estaba seguro de que en el fondo el mayor aún le amaba, entonces ¿Por qué no podían seguir juntos?, ¿Por qué renunciar y dejar atrás a alguien a quien todavía amaba?...

 

<< Por que la persona que amo, tiene dudas… >>

 

Entonces tendría que pensar en la posibilidad de que él… ya no estaría a su lado. Dio media vuelta y fue a recargar su cabeza en la pared más cercana, sin pensarlo dejo salir su dolor, lloró incluso con más intensidad que hacía unos instantes con la lata de duraznos, gimió de dolor de solo pensar en la idea de tener que vivir sin él. Sabía que su mundo se desmoronaría en cuanto permitiera a su ser de luz salir del mismo. De nuevo sintió que se mareaba, su respiración estaba agitada, buscaba poder llevar todo el aire que le fuera posible a sus pulmones, ya que en ese momento tenía la impresión de que cualquier cantidad de aire era insuficiente.

 

<<Dudas…>>

 

¿De dónde podían venir las dudas? << Si lo analizas bien, sabrás de donde >> escuchó la voz en su interior. Caminó de un lado a otro con las manos aferradas a su cabello, sintiendo lentamente como la angustia se apoderaba de él, << ¿Cuándo se conocieron? >> preguntó aquella  vocecilla.

—Pues, prácticamente desde que empecé a salir con Sono—Dijo mientras continuaba dando vueltas en la habitación, << Desde cuando empezaron a verse con más frecuencia >>, escuchó—. ¡¡Y como demonios voy a saberlo!!—gritó, estaba alterándose con esas sencillas preguntas. << Lo sabes, tú mismo causaste eso, tú mismo lo provocaste >>. Se detuvo en seco y se dejo caer al suelo de rodillas. Inclino su cuerpo hacía adelante, hasta lograr recargar su frente en el suelo y empezó a susurrar contra el mismo.

—No es verdad… eso es mentira…—Recargó sus manos en el suelo y golpeo el mismo con desgana, << Cuando empezaron a verse con más frecuencia… >>, repetía la voz en su interior—. U-unos meses atrás, 5 o 6, no lo sé…—No sabía de que le servía pensar en eso, se suponía que debía estar ideando algún plan, lo que fuera para conseguir disipar las dudas que Sono poseía y repentinamente escucho aquella pregunta que le hizo ensimismarse: << ¿Con que coincide? >>

Se levantó lentamente mientras se negaba a responder, ya no era que no supiese la respuesta, es que le atemorizaba admitirlo en voz alta. Ya estando de pie, se volvió loco en esos momentos, se quito el abrigo bruscamente y lo aventó sin importarle donde terminara este, tiro todas las cosas de la mesa, les aventó fuera del alcance de su vista, la lata de duraznos fue a azotar contra el suelo y el contenido se esparció por todo el mismo, observó el desastre, pero aquello no le basto, se sentía más desordenado por dentro de lo que aquella habitación lo estaba, saber que podía haber algo mucho peor le haría sentir mejor, sí, definitivamente se sentiría mucho mejor, su corazón no sería el único lugar desordenado, destrozado, !herido!, no, todo a su alrededor lo estaría y podría sentirse realmente como en casa ¿no? Se acercó rápidamente a los muebles cercanos y tiro todo lo que había en ellos, algunos libros, pequeñas figurillas, fotografías, ceniceros; hasta la botella de whisky que guardaba para cuando su novio venia de visita.

Mientras intentaba recobrar la compostura y detener un poco las lagrimas, llevo sus manos contra su pecho, presionándoles firmemente contra ese lugar; la presión aliviaba la incomodad que sentía. El miedo parecía oprimir su corazón, era tan incomodo y de cierto modo lastimoso. << ¿Con que coincide? >> Escuchó nuevamente. Su labio inferior tembló, tenía que aceptar el problema para combatirlo ¿no? Pero se estaba pidiendo demasiado.

 —Coincide con… con el cambio de comportamiento en… en Sono…—habló con un nudo en la garganta. Levantó la mirada y accidentalmente se encontró con su reflejo en un pequeño espejo colgando de la pared enfrente de él. Observó ese rostro lloroso, sus ojos enrojecidos, las pequeñas huellas de sus uñas en algunas partes de su frente, la nariz de una tonalidad rosada intensa así como sus labios. No vio nada más que a un chico patético que por un tiempo había conseguido el amor de alguien tan extraordinario como lo era Sono. Viendo su reflejo recordó las notorias diferencias entre Jin y él. Manabu siempre tenía una mirada triste o se la vivía perdido en el mundo dentro de su cabeza, Su mejor amigo era mucho más sociable, siempre con un brillo alegre en la mirada, el pelinegro era temeroso, a veces podía decir cosas desagradables si se enfadaba y prefería guardar distancia con los “seres humanos”, sin embargo el rubio siempre era amistoso, carismático y bromista; Se sintió tan pequeño a su lado.

Sintió el enojo ir creciendo en su interior, había sido tan inútil para retener lo mas importante en su vida, a su lado. Se miró con desprecio, con odio, con una rabia inmensa. Levantó una de sus manos y se acercó rápidamente hasta la pared de la que colgaba aquel espejo, llevaba la intención de destruir tan penoso reflejo,  pero un descuido le llevo directamente a golpearse contra el suelo. Soltó una queja por el dolor en su cabeza y espalda, se removió para restregar su espalda contra el piso, en un vano intento por “sobarse” y alivianar siquiera un poco su dolor. Parte de su pantalón se pegaba a sus piernas y eso era porque el almíbar en el suelo humedecía la tela del mismo. No bastándole a esa viscosa sustancia con tirarle, tenía que dejarle aparte de todo pegajoso.

Se quedó recostado en el suelo, sintiéndose mareado, quizá por el golpe o por todas esas emociones que lo atiborraban. Le pareció que la habitación se movía lentamente, el techo y demás cosas que aún podía ver, se iban haciendo cada vez más borrosas, estaba entrando en un lugar obscuro. Lentamente sus ojos se cerraban e iba entregándose a la inconsciencia, hasta que al final, ya no hubo ni una pizca de luz; todo se nublo.

 

 

 

“Elimina al nuevo objeto de su interés…”

Cuando por fin despertó, estaba adolorido, no sabía qué hora era o si había pasado toda la noche en ese lugar. Se incorporó lentamente hasta quedar sentado en el suelo, giró su rostro y vio como en la habitación de la sala, por una de las ventanas, se filtraba la luz del sol. Sí, había dormido en el suelo, sobre el montón de cosas desparramadas en el mismo. La tela de su pantalón estaba dura, el almíbar le había endurecido, como predijo, se sentía pegajoso además de cansado, se levantó de su lugar y camino hasta el baño, tenía que alistarse, ese sería un día importante.

Se aseó con rapidez y solo hasta que estuvo perfectamente arreglado, con un conjunto en su totalidad negro, fue en busca del abrigo del día anterior, rebusco entre los bolsillos de este su celular y agradeció tener aun algo de batería. La fecha en una de las esquinas de la pantalla señalaba el 24 de diciembre; víspera de navidad y el reloj en la misma marcaba las 4:30 de la tarde. Vaya que había dormido demasiado, dejo el celular en la mesa del comedor y observo con desagrado el desastre que había hecho en la habitación. Suspiró y caminó hasta la puerta de la casa, le abrió tranquilamente y salió de su hogar para dirigirse al de alguien más. No había olvidado nada de lo que había pensado y pasado el día anterior, aún permanecía en su cabeza la última idea que surgió en su mente antes de caer en la inconsciencia.

Parecía ser un hermoso día, el sol brillaba en el cielo sin ser opacado por las nubes, el color del ya mencionado era de un azul tan claro, tan limpio que daba la impresión de que cualquier cosa que pasara ese día, seria observada por él y perdonada también. Se llenó de una tranquilidad inmensa mientras seguía su camino, observaba maravillado los arboles y las aves, como si el día anterior hubiese muerto, y aquella tarde, renacido. Miró a su alrededor, como siempre la gente iba y venía con su inseparable prisa, en ese momento agradeció el ser casi invisible, el que nadie pudiera recordar si le había visto o no, << Poner poca atención a las insignificancias de la vida es lo que las hace tan significativas >>, se dijo mientras se aproximaba sosegadamente hasta la casa deseada.

Cuando llegó a su destino, observó la fachada del lugar, la pequeña puerta que daba entrada al jardín, luego la puerta de madera en la entrada y en los alrededores: flores plantadas y en macetas. Tenía semanas sin visitar a su amigo, había desahogado su dolor en los libros y pequeños trabajos temporales, pero ahora era capaz de verle… Ah~ pero no de contarle acerca de su situación, no, eso no. Abrió la pequeña puerta del jardín y se adentro en el mismo, no fue directamente hasta la segunda puerta, sino que se desvió hacia un pequeño escalón lleno de varias macetas. Se acercó a acariciar el par de alcatraces entre todas aquellas lilas en las macetas, y levantó las lilas del lado derecho a los alcatraces, sonrió al ver que la llave de emergencia que Jin guardaba en se lugar, continuaba ahí. Le tomó con la mano libre y acomodó de nuevo la maceta en su lugar, dejando una última caricia a la flor plantada en ella.

Caminó hasta la puerta y le abrió con sumo cuidado, no quería ser descubierto por su mejor amigo, más bien deseaba… darle una sorpresa. Avanzó hasta las escaleras y subió hasta la mitad de ellas pues escuchó el ruido del caer del agua, el cual le revelo que su amigo estaba bañándose. Bajó las escaleras y fue directamente hasta la cocina, donde para su suerte encontró, justo sobre una tabla en la mesa del centro, un cuchillo largo, quizá de unos 15 o 16 cm cuya hoja no era demasiado ancha. Le tomó por el mango y se lo llevó consigo hasta la habitación del rubio dueño de aquella casa. Le esperó pacientemente escondido detrás de la puerta y solo entonces fue que se sintió nervioso, que tuvo una pisca de duda sobre lo que iba a hacer. Pero no, ya no había vuelta atrás, el correr del agua fue detenido y el sonido del rechinar de una puerta al abrirse fue claro para sus oídos, Jin tarareaba un canción revelándole que estaba acercándose, hasta que el tarareo se escucho dentro de la habitación, en instantes Manabu se asomo tenuemente para observar que estaba haciendo su amigo, vio la oportunidad perfecta para salir de su escondite mientras el contrario limpiaba su cabello con una toalla. 

Se posiciono detrás de él, hacia su costado izquierdo y observo el rostro ajeno por el espejo frente al cual el rubio se encontraba. Su amigo tardo unos segundos en notar que no estaba solo, pero cuando lo hizo fue demasiado tarde, un dolor punzante se presento en el lado izquierdo de su espalda, cerca de la mitad de esta, la victima grito con fuerza y aunque una parte de Manabu estaba paralizada de miedo, la otra no iba a entregar lo que más amaba ni siquiera a su mejor amigo, giro el cuchillo enterrado en su carne y los gritos se intensificaron, pero no importaba que tanto gritara, nadie vendría a ayudarle, lo sabía. Cuando la gente gritaba ayuda en las calles, todos tomaban otro camino, se alejaban del peligro y eso harían, además de que toda la gente estaría sumida en sus propios problemas que poco les importaría un rubio universitario que vivía solo y tenía un romance con otro hombre.

Sacó el cuchillo del torso ajeno y se quedo con este levantado en el aire, aún con el dolor que el rubio sentía, se giró como pudo y miró suplicante al de cabellos oscuros, había una pisca de confusión en esos ojos, y era de esperarse pues no tenía ni idea de por qué su mejor amigo hacía algo como aquello, tenía que ser una pesadilla o una dolorosa alucinación, pero entonces, no tuvo que intentar pensar, suplicar, hablar o preguntar; el pelinegro atino una segunda puñalada en el pecho del lado derecho y repitió el anterior procedimiento.

—No, no es una equivocación, te quiero, pero no puedo dejarte vivir sabiendo que él, siente una atracción por ti… Tu muerte habrá de hacerlo volver a mí, cuando ya no existas, tomare nuevamente lo que me pertenece—dijo con lagrimas en los ojos mientras el cuerpo de su amigo iba a dar al suelo, al fin vencido por el dolor y el mareo provocado por la pérdida de sangre. El pelinegro se agacho lo suficiente para tocar una de las mejillas ajenas mientras susurraba—. Cuando ya no estés, tendré nuevamente mi tesoro más preciado y mi razón de ser. —Dejó un beso en la frente del contrario y sin poder parar de llorar, se sentó sobre las caderas ajenas mientras el rubio se retorcía dolorosamente el suelo. Las manos de Jin se fueron a aferrarse a la parte baja de la camisa ajena, en un vano intento por tratar de detenerle, pero Manabu no se detendría, desahogaría todos sus miedos y frustraciones con él, quien era causante de uno de sus mayores dolores, sí, le haría sentir lo mismo que el sintió ese día en aquel despacho. Atino una puñalada mas en el pecho ajeno y luego otra y otra más, hasta que la locura lo dómino por completo y empezó a llenar de puñaladas una y otra vez el cuerpo del rubio, observó su rostro hasta el final, se quedaron en su mente, grabadas, cada una de sus muecas de dolor y cuando el sangriento acto culmino ya no quedaba nada, absolutamente nada de ese envidiable brillo en su mirada, sus ojos eran tan tristes como… no, mas bien, más tristes que los de Manabu.

Ya no volvería a sonreír, ya no iría por todos lados irradiando felicidad, evidenciando la melancólica aura del pelinegro, Sono ya no podría volver a observarle, a escucharle, no tendría razones para pensar en él y tampoco existiría en él la tentación de ir a buscar a Jin, por que por más que tocara el timbre, él no iba a salir a recibirle. Se rió, no, más bien se carcajeo de pensar que ya no podrían volver a verse, que no importaba que el otro no estuviera seguro de amarlo, no tenía a nadie más a quien amar, Jin ya no existía y cada persona en la que Sono sintiera interés terminaría igual que el rubio entre sus piernas.

Finalmente soltó el cuchillo de entre su mano y le dejo caer al piso, repentinamente su acobardado yo despertó, cuando miró de nuevo el cadáver de Jin, con esa palidez que empezaba a aparecer en su rostro, sintió pánico, se quitó rápidamente de encima de aquel cuerpo y llevó su mirada hacia el pasillo, no quería ver, no sabía cómo sentirse, acababa de matar a su mejor amigo, y eso significaba tantas cosas. Su cabeza empezó a doler y tuvo que morderse los labios para no gritar, la noche anterior no había considerado el dolor que sentiría al deshacerse de su amigo, no lo sabía, pero en aquel instante su sufrimiento era intenso, tanto que no pudo hacer más que tirarse en el suelo y llorar junto al cadáver ajeno, maldita costumbre que estaba agarrando de mostrar debilidad con tanta facilidad.

Tenía que salir de ahí, le lloraría a su amigo tanto como pudiera, pero ese era el peor momento para hacerlo. Se levantó lentamente y cuando por fin logró estar nuevamente de pie, escucho pasos en la escalera, se asusto, el alma se le fue a los pies y se atrevía a asegurar que hasta su rostro había palidecido. Se quedó pasmado, esperando que la figura de quien fuera se dejara ver, y fue una completa sorpresa ver quien era la visita de Jin, cosa que le hizo sentirse estúpido por haberse arrepentido de matarlo.

Sono observaba con sorpresa al menor, su rostro y parte del cuello estaban salpicados de varias manchas rojas, no quería hacerse una idea equivocada, así que continuo acercándose lentamente hasta la habitación mientras susurraba. —La puerta estaba abierta…—Manabu se sorprendió con aquellas palabras y le acompaño en su sorpresa Sono, ya que al estar lo suficientemente cerca de la habitación, alcanzo a vislumbrar el cuerpo de Jin sobre el suelo, con sangre alrededor del mismo, echó una mirada más a manabu y se acerco a tomarle por los hombros, sacudiéndole sin delicadeza—. ¿Qué sucedió aquí? ¡¿Quieres explicarme que significa esto?!—Jamás lo habia visto tan alterado, por ello tardo un poco en reaccionar.

—Yo, yo no… estaban en la estación… y yo no había visto esa… esa mirada en meses… y estas aquí…  tenias dudas… y yo… yo no podía perderte…— El mayor le observaba sorprendido, tratando de buscar la lógica en sus palabras, en toda la información que estaba dándole con tan solo unas cuantas palabras. Así que él había sido el culpable de esa situación. Llevo una de sus manos a retirar algunas de las lágrimas de los ojos ajenos, dejo una suave caricia en una de sus mejillas y cuando noto que el más joven entreabría los labios para decirle algo, llevo uno de sus dedos a callarle—. Quiero que salgas de aquí, entres al carro y te recuestes en el asiento trasero, espérame ahí y no te asomes por las ventanas, ¿entendido?—El menor asintió mientras tomaba las llaves que Sono le ofrecía.

Este último se quedo en la casa observando todo el desastre que había, nunca hubiera imaginado que Manabu podía ser capaz de hacer algo como eso, aun no podía creerlo incluso, aunque lo estaba viendo. Observo el cuerpo inerte de Jin, le parecía tan deprimente, mientras más le veía más culpable se sentía, porque sí, eso era su culpa, subestimo a Manabu y frente a sus ojos estaban las consecuencias de ello. Sin embargo sentía cierta felicidad, por que el menor había demostrado amarle tanto, al grado de llegar a deshacerse de su mejor, único y sincero amigo. Ser indispensable, así de importante para la vida de alguien, era lo que más deseaba y de algún modo, tan monstruoso acto le hacía sentirse halagado.

Bien, se estaba distrayendo de lo que debía hacer, busco el arma con la que Manabu había cometido tal acto, encontró el cuchillo tirado a un costado del cadáver de Jin y le tomo, fue hasta la cocina y lavo el mismo, buscando el quitar por completo la sangre, aunque concentrándose mucho más en el mango, con la intención de limpiar aquella superficie de huellas. Con un trapo le seco bien y con la mano cubierta por el mismo le coloco dentro del cajón donde sabía, el rubio guardaba aquellos utensilios. Salió de la casa con aquel trapo en la mano y se acerco al coche, tocando en la ventana de una de las puertas traseras para que Manabu le abriera.

— ¿Como entraste a la casa?—Le pregunto, sin dejarle levantar el rostro—. Jin dejaba una llave de “emergencia” debajo de alguna de las macetas. —Se saco la pequeña llave de uno de los bolsillos de su pantalón y la entrego al mayor, indicándole donde debía ponerla. Este la limpio bien y siguió las instrucciones de Manabu, dejando la llave en el lugar del que el menor le había tomado. Cerró la puerta de la casa y seguido de ello se dirigió al auto para llevar a Manabu a su hogar.

No tardaron mucho en llegar, Sono no había dicho nada en el camino y eso de cierto modo tenía al más joven preocupado, tal vez estaba muy enfadado y no querría volver a verle, eso sería lo peor que podría pasarle. Salieron del auto y entraron a la casa rápidamente,  en ese instante cuando creía que por fin el mayor iba a expresar su molestia y quizá hasta odio para con él, le sorprendieron aquellos cálidos brazos rodeando su cuerpo y apretándole con algo de fuerza.

—Lo siento mucho—Escuchó el más bajo—. Lamento haberte hecho llegar hasta este punto… solo ahora puedo darme cuenta de que te lastime, pero tienes mi palabra de que no volverá a suceder…—No dijo nada mas, apretó aún con más fuerza a Manabu contra su cuerpo y echo su rostro hacia atrás para poder ver el ajeno y acercarse a dejar en aquellos labios, el beso que habían ansiado por tantos días.

No era necesario que Manabu hablara, que dijera nada, si hizo tanto por Sono, era precisamente porque deseaba volver con él y en ese instante las palabras sobraban para que esos dos se entendieran. La noche para ellos paso demasiado tranquila, Sono se encargo de el desastre del comedor, además del desastre que estaba hecho el adolescente, le trató como si fuera un niño pequeño y es que era entendible que estuviera afectado por lo que había hecho, si a él le había parecido horrible aquella escena, con el cuerpo de Jin ya sin vida, para Manabu debía de haber sido una impresión muy grande el haber arrebatado una vida.

Se quedo con él esa noche, no iba a abandonarle, estaba seguro de que hiciera lo que hiciera, ya no podría dejarle nunca más.

“Ah~ pero esas son las cosas que se piensan al momento y de forma descuidada  las promesas son algo difícil de cumplir y la voluntad algo complicado de mantener…”

 

 

 

En otro lugar un abogado de cabellos rubios no lo estaba pasando tan bien como ellos. Byou acababa de salir de la fiesta en la empresa, ni Sono ni Jin se habían presentando y ninguno de los dos le contestaba el teléfono, no estaba feliz con aquella situación, pero tampoco estaba enfadado, tal vez ambos tenían un buen motivo para no haber llegado al pequeño evento. No tenía intenciones de arruinar su navidad con reclamos ni nada por el estilo, solo esperaba ver a Jin en su casa y pasarla bien con él. Era todo un logro para el más pequeño el haber logrado que Byou, un hombre inconquistable y que solo se dedicaba a jugar con las personas, se fijara en él y no solo eso, que le hiciera pensar en una relación seria.

Mientras se dirigía hasta la casa de su… amigo/conquista, hasta el momento, en unas horas quizá su novio, iba pensando en todo ese tiempo que le había temido a los compromisos. En su juventud, amo mucho a una persona, le quiso demasiado, tanto que se atrevía a comparar su amor con el que Manabu sentía por su colega, aunque ya que él no sabía los límites a los que había llegado el amor del chico, se atrevía a compararlo. Esta persona le traiciono y fue tan fuerte el dolor que sintió que se juro a sí mismo nunca más volver a amar tanto a alguien, ni volver a comprometerse de ese modo. Le cerraría las puertas de su corazón a todo aquel que quisiera entrar en él, no permitiría que volvieran a lastimarlo, de hecho pensaba que no podría soportarlo.

Pero, Jin, le causaba tanta felicidad como ninguna de sus aventuras, nunca se habían acostado en los meses; casi el año que llevaban saliendo, el menor siempre se había dado a respetar y sin la necesidad de intimar el tiempo con él era maravilloso. Platicaban mucho, él siempre sentía curiosidad por su trabajo y Byou por su escuela ya que a veces recordaba los tiempos en los que había sido un alumno. Con el tiempo, el gusto se convirtió en un querer y hacía un par de meses, el querer se había convertido en amor. Al Principio se había negado a aceptarlo, no quería caer de nuevo, no es que pensara que Jin podía hacerle daño, pero vivir tantos años con desconfianza, yendo de cama en cama para ocultar su miedo, le dificultaba bastante la tarea de volver a confiar.

Al final, aceptó aquellos sentimientos que sentía por Jin y eligió una época llena de felicidad y buenos deseos para declarársele, estaba ansioso por ver su rostro cuando le propusiera ser su novio, tener algo formal, claro que también estaba pensando en poder estar con él íntimamente, pero más que por puro deseo carnal, era porque estaba enamorado de él y pensaba que no había mejor forma de demostrar el verdadero amor, si no era entregándose el uno al otro por completo. Se sintió bastante cursi, pero que mas daba, nadie podía entrar en su mente y ver lo que estaba pensando, solo a Jin le permitiría llegar hasta lo más profundo de sus pensamientos, sentimientos y secretos. Estaba decidido a tener una relación especial, como todos la tenían, estaba decidido a ser feliz, tanto como pudiese serlo.

Por confiado no llevaba su carro, por lo que llego hasta Sumida por la estación de Kikukawa, esta última no estaba muy lejos de la casa de Jin, así que luego de abandonar la estación, no tardo más de 5 o 10 minutos en encontrarse con la fachada de la casa del menor. Ya le había dicho anteriormente que guardaba una llave debajo de una de las macetas en el pequeño escalón del lado izquierdo de la entrada, se adentro con sigilo en el jardín y busco con cuidado aquella llave, no quería que el rubio se diera cuenta de que ya estaba ahí. Luego de algunos minutos buscando, encontró su objetivo y fue directamente a abrir la puerta, cerrándole con cuidado y sintiéndose inquieto por que al entrar todas las luces se encontraban apagadas. ¿Acaso eso era una señal de que no estaba?, A ciegas busco el interruptor de las luces y encendió la del vestíbulo.

—¡¡Jin!!—gritó por si las dudas anunciando su presencia y mandando al diablo la idea de sorprenderle. Aquello no le estaba gustando para nada, sacó su celular de el bolsillo de su saco y le marco al celular, esperando que finalmente le contestara, pero lo que escucho, no fue la voz de Jin a través de la bocina. El tono del celular del chico, se escucho en el piso de arriba, así que se le hizo fácil ir a asomarse. Subió las escaleras rápidamente, se acerco hasta la habitación de donde provenía aquel sonido y entro en la misma, estaba todo tan obscuro que tuvo que palpar la pared para encontrar el interruptor y encender la luz… Algo que segundos después, deseó no haber hecho.

La escena con la que se encontró fue tremendamente espantosa, escuchó el sonido de algo que se rompía mientras sus ojos observaban el desnudo cuerpo de esa persona de la cual estaba enamorado. Indescriptible, es la palabra perfecta para describir el dolor que sintió, la tremenda desesperación, la angustia de pensar en no poder verle jamás, a pesar de que era un excelente abogado perdió toda la cordura en el instante y se acercó a abrazar ese cuerpo ensangrentado.

—Jin, mírame, por favor mírame, te lo suplico, Jin… JIN!!!—Dijo entre lagrimas terminando de llamarle la ultima vez entre un grito—. No, no, no, no… tiene que ser una pesadilla o una mala broma, por favor, háblame…—la desesperación se hacía escuchar en su voz, quería gritar, pero su voz  se le quebraba.

Buscó aquella mirada tan llena de vida, observó aquellos labios y esperó una sonrisa, puso su mirada sobre el pecho ajeno y anheló un pequeño movimiento que le insinuara que aún respiraba, aun entre todas las heridas y la sangre esparcida, buscaba una pequeña señal de que podía salvarle, estaba ignorando la palidez de su piel, el ausente brillo en su mirar, estaba ignorando la manera en la que sus ojos se habían hundido en aquel perfecto rostro, aquel que tanto había contemplado hasta perderse en lo más profundo del sentimiento que llamaban; amor. Acerco su rostro al ajeno y pego su mejilla a la de Jin, con sus labios cerca del oído ajeno empezó a susurrar, sin razonar que el contrario ya no le escuchaba.— No puedes dejarme, no puedes… sé que soy un cabrón y no te merezco… pero todos cometemos errores, yo, yo puedo ser mejor, pero no me dejes…—Luego de que aquellos susurros acabaran, empezó a gritar a viva voz su nombre, estaba llamándole, tenía que volver de donde fuera que estuviese, tenía que regresar por él, no podían arrebatarle a la persona de la que se había enamorado, ahora que al fin había decidido confiar no podían llevárselo de su lado.

Le dolía el pecho, no quería ni podía vivir sin él, quien logro que dejara su temor a ser lastimado, permaneció así por un largo rato, abrazando aquel cuerpo y llorando, como nunca en su vida había llorado. Luego de ese tiempo, se separo del cadáver y observo detenidamente aquellos ojos.  Entonces…  equivocadamente su cerebro trato de proteger a su corazón…

"Esos ojos parpadearon, el cuerpo de Byou se paralizo, el más bajo le dedicó una sonrisa que provocó el mismo gesto en el rostro del contrario.

—Sabía que no podías dejarme…—Se acercó y depositó un pequeño beso en los labios del menor, sintió una caricia en su mejilla y sin dejar de observar aquellos alegres ojos, le llevo en brazos hasta el baño—. Tienes que estar presentable para recibir la navidad…

El más bajo solo seguía sonriéndole, lo que Byou tomaba como que no tenía problema con sus acciones, le lavo el cuerpo con dedicación y esmero, luego sus rubios cabellos, a sus ojos no había ni una sola herida de cuchillo en su cuerpo, estaba perfecto. Se encargo de secar su cuerpo luego del baño, lo llevó hasta su cama y sintió el llamado de aquellos labios, por lo que les entrego un beso apasionado, donde iba cada uno de los sentimientos que tenía por él— Te amo—susurró, pero por alguna razón no esperó respuesta más que esa sonrisa que se ampliaba y esas manos que le acariciaban, que quemaban su piel, que le torturaban y a la vez le causaban un efímero placer.

Lo sabía, por fin podría entregarse al él, así como el menor se le entregaría, al final podrían amarse, estar juntos… Dejo que sus labios vagaran por el cuerpo ajeno, repartió besos en esos dulces labios, dibujó caminos invisibles por la piel de su cuello, de sus hombros, brazos y pecho, no recordaba cuanto había fantaseado con juguetear con lo rozados botones en el pecho ajeno, escuchaba los suspiros, sentía el calor del cuerpo mas pequeño y observaba como su pecho iba de arriba a abajo, cada vez de forma más rápida, indicando que su respiración se agitaba.

Continuó dibujando líneas imaginarias con sus labios sobre la piel de su abdomen hasta encontrarse cerca del pubis ajeno, entonces empezó a provocar el miembro de menor, jugueteó con el en su boca, succionando, mordiendo suavemente y lamiendo los lugares más sensibles como la glande y la unión del escroto. Levantaba la mirada para observar ese rostro sumido en el placer, cada gesto, cada quejido se iba quedando grabado en su memoria. Se sentía tan feliz de que por fin podía tenerle, que la excitación en tan solo unos minutos ya era demasiada. Quizá estaba yendo muy rápido, pero le necesitaba, estaba demasiado ansioso por estar con él, demostrarle que lo amaba, que no existían más los juegos para él.

Con ambas manos tomó las piernas ajenas y les separo, se tomó el tiempo para acariciar con las yemas de sus dedos aquella tersa piel, dejó que sus manos propinaran provocativas caricias en la glande y los pezones ajenos, su mirada recorría en entero aquel cuerpo, quería mantenerlo en su mente las 24 horas del día, guardarse cada detalle y poder recordar todo cuando estuviera lejos de él. Se alejo brevemente de aquel cuerpo y empezó a desvestirse lentamente ante la curiosa mirada de Jin, en cuanto estuvo completamente desnudo, permaneció en su lugar dejando que las muecas de deseo se manifestaran en aquel bello rostro, sonrió de costado y fue a acomodarse en la cama, entre las piernas ajenas. Se inclino hacía adelante, recargándose con cuidado sobre el rubio, su cuerpo desnudo en contacto con el ajeno, era una sensación exquisita, froto su piel contra la ajena, así como su miembro contra el del contrario, jamás había experimentado tanta excitación ni tal sentimiento de felicidad, eso era porque jamás había estado tan enamorado como en aquel momento. 

Entre un beso exigente se atrevió a irse introduciendo lentamente en el interior del chico, en sus oídos podia escuchar los gemidos y los jadeos de ambos, hasta que finalmente uno más agudo que los demás se les escapo a ambos cuando el mayor se encontró completamente dentro del menor. Permaneció quieto durante unos instantes, repartiendo pequeños besos en los labios ajenos, mínimos cariños que eran abiertamente correspondidos por el más joven. Pasaron solo unos cuantos minutos hasta que finalmente pudo moverse y empezar a embestir aquel cuerpo bajo el propio, las paredes de aquella entrada le envolvían de una manera deliciosa, se sentía en la misma gloria, tanto así que ni siquiera podía, ni quería  reprimir todos los gemidos que eran provocados por el menor, Ah porque este no se quedaba quieto, sentía en principio el suave remover de sus caderas bajo su cuerpo. En aquel momento las manos ajenas rodeaban su cuello y le acercaban, le pedían más besos, más cariños, más atención que Byou no se negó a darles.

El vaivén de las embestidas había empezado de manera lenta, disfrutando de cada contracción de aquella entrada, trato de seguir un ritmo lento y pausado, buscando poder restregar suavemente su miembro contra la próstata del menor, hasta que con el paso de los minutos, esas pausadas embestidas se volvieron insuficientes y sin poder evitarlo empezó a arremeter contra la entrada del rubio, casi dentro de su cabeza escuchaba esa voz, quejándose, gimiendo repetidamente, en algún momento le pareció oír su nombre saliendo de aquellos labios. Movió sus brazos y con un poco de trabajo rodeo el cuerpo de Jin, le apretó fuertemente contra el propio, dejando que el miembro del más pequeño quedara atrapado entre el abdomen de ambos. Se empujaba con intensidad contra los glúteos ajenos, se movía con rapidez, casi con desesperación, aun con ese intenso contacto entre ambos, no estaba satisfecho, quería mas, en realidad… lo quería todo de él.

Las piernas de jin se apretaban alrededor de las caderas de Byou, se aferraban con tanta fuerza al mayor como este al menor, no sabía por cuánto tiempo más podría aguantar, le hubiese encantado que aquello durara una eternidad, que nunca acabara, que estuvieran unidos de por vida, pero era imposible. El momento al que Byou tanto temía estaba por llegar, se aferro al cuerpo del menor con fuerza, aunque tratando de no lastimarle, se apretujo contra él y llevo sus labios a atacar los del contrario con besos y alguna que otra mordida. Dejaba que sus gemidos murieran en los labios ajenos y sentía los sonidos del menor chocar contra su boca. Sí, entre esos cálidos besos, el final estaba acercándose, sin poder evitarlo empezó una serie de embestidas fuertes y certeras mientras el palpitar en su miembro comenzaba a hacerse presente. Presiono el órgano ajeno entre ambos vientres aun con más intensidad y cuando esos gemidos entrecortados le avisaron que el otro estaba por acabar, un par de estocadas bruscas bastaron para que se derramara en su interior. Por unos segundos continuó empujándose contra las caderas ajenas, como si no hubiese podido detener a tiempo el vaivén anterior.  Cuando por fin logro quedarse quieto, cerró sus ojos por un momento y disfruto de esa cercanía entre ambos antes de salir de su interior." 

Cuando abrió los ojos para observar de nuevo esa sonrisa, solo encontró debajo de sí, el cuerpo inerte de Jin, las heridas en su piel seguían ahí, y la mirada seguía vacía… << ¿Qué he hecho? >>, se levanto rápidamente de la cama, sintiendo asco de sí mismo a la vez que iba dando pasos torpes hacia el rincón más alejado de la habitación, eso hasta que tropezó con sus propios pies y cayó al suelo de golpe. Hasta donde había llegado su enfermedad  ¿cómo podía haber cometido un acto tan atroz como el de poseer aquel cuerpo sin el consentimiento del dueño? Debió alejarse, huir en el momento en el que su corazón se rompió con una escena tan desgarradora, se quedo simplemente para buscar una manera de consolarse y esa había sido el profanar el cuerpo de quien el juraba amar. Pero así era, no había mentido en ningún momento, de verdad estaba deseando poder pasar el resto de su vida con él, pero ahora la muerte los separaba, solo tenía su cuerpo, que sin esa alma alegre no era tan bello, ni resplandeciente…

Comenzó a llorar de nuevo, pero antes de que pudiera pensar en algo mas, la idea de lo que había sucedido le asqueo tanto que corrió al baño y vació por completo su estomago en el inodoro. ¿Cómo podría vivir consigo mismo después de lo que había hecho? No, no podía pensar en ello de ese modo, prefería las imágenes de su Jin vivo, entregando su cuerpo por amor, prefería no sentirse como un demente, un enfermo.

 

 

Apocalyptica - Not strong enough

~ ۞ ~

 

El 25 de diciembre por la tarde, la familia de Jin fue a visitarle, era la primera vez que no iba a casa con ellos y querían saber cómo había pasado su primera navidad solo, y conocer a ese chico del que tanto hablaba a últimas fechas. Cuando llamarón a la puerta y nadie abrió, se tomaron la libertad de entrar con la llave que Jin les dio por si ocurría alguna emergencia o algo por el estilo. El lugar parecía estar solo, pero como las familias normalmente son: entraron a revisar su cocina, comedor; y su madre, y hermano mayor, subieron a echar un ojo a las habitaciones. Ninguno de los dos se imagino la escena con la que se iban a encontrar.

Cuando la madre abrió la puerta de la habitación de su hijo, un grito agudo se escucho por toda la casa, trayendo como consecuencia que el resto de la familia: primos, algunos tíos y tías, fueran al lugar de donde provino aquel grito. Cuando llegaron a la entrada de la habitación, la madre de Jin yacía en el suelo, inconsciente. El hermano estaba confundido, no sabía si quedarse con su madre o ir a matar al hijo de perra en esa cama, aferrado a lo que parecía ser el cadáver de su hermano menor. Ah pero cuando el padre llego junto a su esposa, buscando que la mujer reaccionara, el hermano mayor de Jin se levantó y fue a sacar a Byou de aquella cama, no le importo que estuviera desnudo, que sus ojos estuvieran hinchados o que ni siquiera hiciera un pequeño esfuerzo por defenderse, él solo quería matarlo.

Le aventó contra el suelo y se le fue encima, atinando varios golpes en su rostro, Byou ni siquiera se quejo. La noche anterior había tomado la importante decisión de encerrarse en su propio mundo, no, ya no iban a volver a lastimarlo, a abandonarlo, viviría con el recuerdo de esa ficticia noche, tendría una vida en su cabeza, le haría el amor a Jin cada noche y despertaría con el todas las mañanas, hablaría con él en su mente, irían de paseo al parque, al cine, a un restaurante, visitarían Inglaterra, con los recuerdos que tenía de ese lugar bastaban para alimentar sus fantasías, seguramente a Jin iba a gustarle. Construiría un mundo especialmente para su amor, solo para ellos dos.

Cuando la policía llego, Byou seguía sin ropa y sin decir una palabra, no parecía haber cosa o persona alguna capaz de hacerle reaccionar. Tenía el labio inferior hinchado, además de una inflamación en el pómulo izquierdo, estaba cubierto solo con una sábana blanca y su mirada estaba perdida. Le llevaron arrestado por el asesinato de Jin y por el acto de necrofilia que cometió con su cadáver. ¿Qué si se defendió? No, el no dijo palabra  alguna, no después de aquella navidad.

 

 

Ni Sono ni Manabu tuvieron que preocuparse por su pequeño secreto, Byou se encargaría de “pagar” por el y al parecer por decisión propia. Cuando la familia de Jin le aviso a Manabu oficialmente de la muerte del mismo, lloró y no por que debiera fingir dolor, era porque realmente lo sentía y odiaba el hecho de mentir tan descaradamente a esa pobre familia. De cierto modo estaba arrepentido por el crimen que había cometido, aunque por otro lado sabía que aquello resultó necesario, de lo contrarío quizá no tendría en ese momento a Sono junto a él. Los días antes de la llegada del año nuevo fueron una pesadilla, Manabu no dejaba de recordar los momentos que había pasado con su mejor amigo y ¿Cómo no hacerlo? Si todo se lo recordaba. La tienda de helados a donde habían ido hasta hacía algunos años, cada tarde después de la escuela, el recorrido de la estación Kikukawa hasta la casa de Jin, tenía que hacerlo para poder llegar hasta su propia casa, los parques donde se habían reunido, incluso en su propia casa le recordada, ya que a Manabu le gustaba que Jin lo visitara.

Sono notaba que el menor estaba más decaído de lo normal, algunas veces ni siquiera quería salir de casa por temor a los recuerdos, sí, esos que por aquel día, se convirtieron en su tormento. No es que Sono fuera un insensible, pero ahora se sentía más seguro de aquella relación, de un modo retorcido se dio cuenta que eran la pareja perfecta, uno de ellos era un total dependiente y el otro amaba ser el centro de atención, y no solo eso, sino que tenía ese trauma con desear ser reconocido, único, especial y esencial. No quería que Manabu recibiera el año nuevo en ese lugar, lleno de tanta tristeza, de tantas cosas que le hacían sentirse mal. Así que para ese día planeó una pequeña sorpresa para el pelinegro.

 

 

<< Una sorpresa, habia dicho… y sí que lo era>>

 

Desde su posición, en aquella enorme cama de tamaño matrimonial, podía ver a través de la ventana la torre Eiffel, las luces de la  habitación estaban apagadas y eso solo hacía mucho más hermosa la vista. El mundo estaba alumbrado allá afuera, pero dentro de esa habitación, todo era obscuro, los amantes en ella debían luchar por encontrarse, por sentirse más allá de lo físico. Un gemido se escapó de sus labios mientras sentía aquella mano masajeando expertamente su miembro, no tenía nada a que aferrarse, así que encontró como solución a su problema el empujarse contra el pecho ajeno, sintiendó la piel de su espalda pegada por completo a la del ya mencionado. Los besos en su cuello le hacían estremecer y desear con más ansias que las tranquilas embestidas acabaran.

Desde la navidad, Sono intentaba mantenerle contento, distraído, para que no pensara en el asesinato de Jin, el mayor creía que la tristeza de Manabu estaba conectada a la pérdida de su amigo y aunque en parte así era, estaba más… angustiado, por uno de sus pasamientos. Repentinamente su espalda fue empujada  hacia el frente, por lo que tuvo que ponerse como si fuera a andar a gatas, las manos de su amante se posaron en sus caderas y el jalón seguido de aquel agarre, le obligó a soltar un fuerte gemido. Presionaba en su interior la erección del contrario y cada que podía se empujaba con violencia contra la pelvis ajena, con el tiempo aprendió a amar la brusquedad, aprendió a vivir con el dolor y en la última navidad, aprendió que nada era más importante que mantener al amor de su vida a su lado, costara las vidas que costara.

Sono se inclino hacía el frente para empezar a dejar varios besos en la espalda del más joven, tomando de vez en cuando pequeñas porciones de su piel y succionándolas con un poco de fuerza para dejar un par de marcas rojizas en tan pálida piel. El también tenía sus preocupaciones, aunque más que nada siempre las dudas que lo atormentaban, mas ahora después de aquel secreto que ambos guardaban. Sabia lo dañina que podía llegar a ser esa relación, hasta era consciente de que estaba mal, de que tendría que haber terminado con ella desde que supo de lo dependiente que era Manabu, pero a su modo, lo amaba, como a nadie en el mundo, así dudara de su relación. Había intentado mantenerse alejado de él, estuvo probando su fuerza de voluntad y al final, regresó a los brazos de ese adolescente, necesitado de su necesidad, de sus besos, de sus abrazos, de la fuerza con la que se aferraba a su cuerpo cuando sentía miedo de que le dejara por las mañanas y nunca regresara. Sí, en las semanas que había pasado separado de él, cada día tuvó que luchar contra sus ganas de buscarle, muy a pesar de que tenía a Jin. En esos días, se había comprobado a si mismo que no era lo suficientemente fuerte como para mantenerse alejado de tan dañino muchacho.

Con las manos en las caderas de Manabu, empujo estas hacia el frente, llevándole a caer de boca sobre la cama, le obligo a voltearse y encontrar su mirada con la de él, se acerco ansiosamente a los labios del menor y le beso con tanta exigencia que incluso robaba el aire de sus pulmones hasta el punto de dejarle jadeante.  Llevo sus manos a las piernas ajenas y les separo con brusquedad, arrancándole más quejidos al menor, se acomodo entre aquellas blancas piernas y volvió a penetrarle bruscamente. Escucho complacido el placentero gemido del más bajo y observo la mueca que acompañaba este, la cual reflejaba un poco de dolor; una deliciosa combinación.

Las piernas de Manabu fueron elevadas hasta alcanzar a recargarles sobre los hombros de Sono, quien excitado por esos continuos gestos adoloridos, no dejo de embestirle ni por un momento, contrario a ello, cada vez iba más rápido, se empujaba mas fuerte contra sus glúteos y al mismo tiempo empujaba sus piernas hasta casi juntar sus rodillas con su pecho.  Incluso entre el placer doloroso, el más joven era capaz de torturarse con algunos pensamientos, esta vez sus temores estaban fundamentados. La idea de que  Sono fuera atraído por alguien más y tuviera que volver a cometer otro asesinato, no le agradaba. ¿Por qué ya no estaba seguro de su amor? Porque él mismo había dudado de el.

Levanto su cabeza y con un poco de esfuerzo alcanzo los labios ajenos para continuar con los besos y las suaves mordidas, mientras aprovechaba para ahogar varios gemidos en aquellos labios. Ahora el estaba a su lado, pero ¿qué haría cuando volviera a dudar?, ¿siempre tendría que recordarle que el único amor de su vida era él?, ¿Cuántas veces tendría que dejarle claro que en su mundo solo debía existir aquel adolescente? Lo amaba sí y mucho, sin embargo dudaba de sus palabras, y eso no era culpa más que de Sono. Por que por más que le dijera que no iba a volver a abandonarle, que ya no volvería a lastimarle, sabía que eso era nada más que mentiras. Porque el amor… normalmente va acompañado de dolor y este último de la soledad, la angustia y el miedo.

Así que…

Manabu tendría que vivir todos los días…

Con el miedo de perder…

Aquello que tanto amaba…

Porque si su amor había flaqueado una vez…

Lo podría volver a hacer…

Notas finales:

Bueno pues creo que aquí me voy a extender un poquito con algunas cosas.

1.- hay algunas partes que yo considero van algo apuradas por así decirlo, pero como no quería extenderme mucho mas por que de por si el fic esta larguito, pues trate de no ser tan descriptiva, para no hacer tan cansada la lectura.

2.-El capitulo más largo es el segundo, y hubiera podido trabajar solo con la melodía de chopin el fic por que es la que use para la mayor parte del fic, sin embargo cuando la escuchaba para escribir el principio y el final no me inspiraba. Elegí All I need por que habla de una persona con poca confianza, que siente que si la otra persona le rechaza entonces terminara por destrozarle por completo, y es semejante al caso de manabu.

Escogí a chopin en especial con esa melodía por que, bueno pues yo creo que se explica sola, pero cuando la vi en el pianista y el mismo cuenta su historia prácticamente con esa pieza, vi y sentí mucho de todo, tristeza, efímera esperanza, melancolía, incluso si se escucha bien yo siento como que en un punto hay algo que yo nombre como “recuerdos de felicidad”, pero solo eso, recuerdos. El final es angustiante, desesperado y esos sentimientos son los que llevan a Manabu a actuar como lo hizo.

Not Strongh Enough la puse por que sentí que todo se estaba viendo desde la perspectiva de Manabu, y el significado de esta cancion es algo que comparten ambos, por muy dañina que llegue a ser ese tipo de relación, ninguno de los dos puede mantenerse lejos el uno del otro.

3.- Le di tanta importancia a la pareja secundaria por que quise ser un poquillo realista, y no solo dejar que se salieran con la suya por arte de magia, toda accion tiene una reacción y/o consecuencia, una que merecía ser contada xD

Y por último, muchas gracias por tomarse el tiempo de leer, lamento que mi irresponsabilidad no haga de este fic una maravilla, pero créanme trabajo en arreglar ese defecto en mi U_u ese y mi mala ortografía .w.

 

bye bye <3


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